En los tiempos de Jesús la pascua judía reúne en Jerusalén a los fieles de Moisés para la inmolación y la manducación del cordero pascual; con ella se conmemora el éxodo que liberó a los hebreos de la servidumbre egipcia. Hoy día la pascua cristiana reúne en todas partes a los discípulos de Cristo en la comunión de su Señor, verdadero cordero de Dios; los asocia a su muerte y a su resurrección, que los han liberado del pecado y de la muerte. Es evidente la continuidad entre una fiesta y otra, pero se ha cambiado de plano, pasando de la antigua a la nueva Alianza por intermedio de la pascua de Jesús.
1. Pascua primaveral, nómada y doméstica.
En los orígenes es la pascua una fiesta de familia. Se la celebra de noche, en el plenilunio del equinoccio de primavera, el 14 del mes de abib o de las espigas (llamado nisán después del exilio). Se ofrece a Yahveh un animal joven, nacido en el año, para atraer las bendiciones divinas sobre el rebaño. La víctima es un cordero o un cabrito, macho, sin tacha Ex 12,3-6; no se le debe romper ningún hueso 12,46 Num 9,12. Su sangre se pone, como signo de preservación, a la entrada de cada vivienda Ex 12,7.22 Su carne se come en una comida rápida, tomada por los comensales en traje de viaje 12,8-11. Estos rasgos nómadas y domésticos sugieren un origen muy antiguo de la pascua: pudiera ser el sacrificio que los hebreos piden al Faraón que les permita ir a celebrar en el desierto 3,18 5,1ss; en este caso sería más antigua que Moisés y la salida de Egipto. Pero el éxodo fue el que le dio su significación definitiva.
2. Pascua y éxodo.
La gran primavera de Israel es aquella en que Dios lo libera del yugo egipcio mediante una serie de intervenciones providenciales, la más asombrosa de las cuales se afirma en la décima plaga: el exterminio de los primogénitos egipcios Ex 11,5 12,12.29s. Con este acontecimiento asociará más tarde la tradición la inmolación de los primogénitos del ganado y el rescate de los primogénitos israelitas 13,1s.11-15 Num 3,13 8,17. Tal asociación es secundaria. Lo que importa es la coincidencia de la pascua con la liberación de los israelitas; se convierte en el memorial del éxodo, acontecimiento mayor de su historia; recuerda que Dios castigó a Egipto y tuvo consideración con sus fieles Ex 12,26s 13,8ss. Tal será en adelante el sentido de la pascua y el nuevo alcance de su nombre.
Pascua es un calco del griego paskha, derivado del arameo pashá y del hebreo pesah. El origen de este nombre es discutido. Algunos le atribuyen una etimología extranjera, asiria (pasahu, apaciguar) o egipcia (pash, el recuerdo; pesah, el golpe); pero ninguna de estas hipótesis se impone. La Biblia relaciona pesah con el verbo pasah, que significa ora cojear, ora ejecutar una danza ritual en torno a un sacrificio 1Re 18,21.26, en sentido figurado, «saltar», «pasar», perdonar. La pascua es el paso de Yahveh, que pasó de largo las casas israelitas, mientras que hería a las de los egipcios Ex 12,13.23-27 Is 31,5.
3. Pascua y ázimos.
Con el tiempo se soldará con la pascua otra fiesta, originariamente distinta, pero relacionada con ella por su fecha primaveral: los ázimos Ex 12,15-20. Pascua se celebra el 14 del mes; los ázimos se fijan finalmente del 15 al 21. Estos panes no fermentados acompañan la ofrenda de las primicias de la recolección (siega) Lev 23,5-14 Dt 26,1; la eliminación de la vieja levadura es un rito de pureza y de renovación anual, cuyo origen nómada o agrícola se discute. Sea de ello lo que fuere, la tradición israelita relacionó igualmente este rito con la salida de Egipto Ex 23,15 34,18. Ahora evoca la prisa de la partida, tan precipitada que los israelitas hubieron de llevarse la masa antes de que fermentara Ex 12,34.39. En los calendarios litúrgicos pascua y ázimos se distinguen unas veces Lev 23,5-8 Esd 6,19-22 2Par 35,17 y otras se confunden Dt 16,1-8 2Par 30,1-13.
De todos modos, en las pascuas anuales se actualiza la liberación del éxodo, y este significado profundo de la fiesta se siente con más intensidad en las etapas importantes de la historia de Israel: las del Sinaí Num 9 y de la entrada en Canaán Jos 5; las de las reformas de Ezequías hacia 716 2Par 30 y de Josías hacia 622 2Re 23,21ss; la del restablecimiepto postexílico en 515 Esd 6,19-22. El segundo Isaías presenta el retorno del exilio como un nuevo éxodo Is 63,7-64,11, y la reunión de los dispersos Is 49,6 la considera como obra del cordero-siervo Is 53,7 que debe además ser la luz de las naciones y que, con el cordero pascual, servirá de figura del Mesías venidero.
4. Pascua, fiesta del templo.
La pascua fue evolucionando al atravesar así los siglos. Sobrevinieron puntualizaciones, modificaciones. La más importante es la innovación del Deuteronomio, que transforma la vieja celebración familiar en una fiesta del templo Dt 16,1-8. Esta legislación conoció quizá bajo Ezequías un comienzo de realización 2Par 30 Is 30,29; en todo caso pasa a la práctica bajo Josías 2Re 23,21ss 2Par 35. La pascua se encuadra así en la centralización general del culto. Su rito se adapta; la sangre se derrama sobre el altar 2Par 35,11; sacerdotes y levitas son los actores principales de la ceremonia.
Después del exilio viene a ser la pascua la fiesta por excelencia, cuya omisión acarrearía a los judíos una verdadera excomunión Num 9,13; todos los circuncisos, y sólo ellos, deben tomar parte en la misma Ex 12,43-49; en caso de necesidad puede retrasarse un mes Num 9,9-13 2Par 30,2ss. Estas puntualizaciones de la legislación sacerdotal fijan una jurisprudencia ahora ya inmutable. Sin duda que fuera de la ciudad santa se celebra la pascua acá o allá en el marco familiar; ciertamente lo hace así la colonia judía de Elefantina, en Egipto, según un documento del año 419. Pero la inmolación del cordero se elimina progresivamente de estas celebraciones particulares, que quedan ya eclipsadas por la solemnidad de Jerusalén.
La pascua se ha convertido en una de las grandes peregrinaciones, uno de los puntos culminantes del año litúrgico. A través del recuerdo de la liberación de Egipto fomenta la esperanza de la liberación venidera. Hay aquí un peligro de que despierte el nacionalismo: con frecuencia es en el momento de la pascua cuando se afirman movimientos políticos Lc 13,1ss o se exasperan las pasiones religiosas Act 12,1-4, En la época romana la administración cuida de mantener el orden durante las festividades pascuales y cada año sube el procurador por este tiempo a Jerusalén. Pero la fe religiosa puede también ver más lejos que esta agitación y mantenerse pura de compromisos: la pascua es una fiesta de esperanza porque, como se dice corrientemente, durante esta noche es cuando vendrá el Mesías.
En efecto, el Mesías viene; para comenzar, Jesús torna parte en la pascua judía; la desearía mejor, pero al fin la suplantará dándole cumplimiento.
En el tiempo de la pascua pronuncia Jesús palabras y realiza actos que poco a poco cambian su sentido. Tenemos de este modo la pascua del Hijo único, que se detiene junto al «santo de los santos» porque sabe que allí está en casa de su Padre Lc 2,41-51; la pascua del nuevo templo, en que Jesús purifica el santuario provisional y anuncia el santuario definitivo, su cuerpo resucitado Jn 2,13-23 1,14.51 4,21-24; la pascua del pan multiplicado, que será su carne ofrecida en sacrificio Jn 6; finalmente, y sobre todo, la pascua del nuevo cordero, en que Jesús ocupa el puesto de la víctima pascual, instituye la nueva comida pascual y efectúa su propio éxodo, «paso» de este mundo pecador al reino del Padre Jn 13,1.
Los evangelistas comprendieron bien las intenciones de Jesús y las ponen de relieve con diversos matices. Los Sinópticos describen la última comida de Jesús (aun cuando se celebrara la víspera de la pascua) como una comida pascual: la cena se toma dentro de los muros de Jerusalén; está encuadrada por una liturgia que comporta, entre otras cosas, la recitación del Hallel Mc 14,26 p. Pero es la comida de una nueva pascua: en las bendiciones rituales destinadas al pan y al vino inserta Jesús la institución de la eucaristía; al dar a comer su cuerpo y a beber su sangre derramada, describe su muerte como el sacrificio de la pascua, cuyo nuevo cordero es él Mc 14.22-24 p. Juan prefiere subrayar este hecho insertando en su evangelio diversas alusiones a Jesús-cordero Jn 1,29.36 y haciendo coincidir en la tarde del 14 de nisán la inmolación del cordero 18,28 19,14.31.42 y la muerte en cruz de la verdadera víctima pascual 19,36.
1. La pascua dominical.
Jesús, crucificado la víspera de un sábado Mc 15,42 p Jn 19,31, resucita al día siguiente de este mismo sábado: el primer día de la semana Mc 16,2 p. Este día también se encuentran los apóstoles con el Señor resucitado, durante una comida que renueva la cena Lc 24,30.42s Mc 16,14 Jn 20,19-26 21,1-14 Act 1,4. Por tanto, el primer día de la semana se reunirán las asambleas cristianas para la fracción del pan Act 20,7 1Cor 16,2. Este día recibirá pronto un nombre nuevo: el día del Señor, dies Domini, el domingo Ap 1,10. Hace presente a los cristianos la resurrección de Cristo, los une a él en su eucaristía, los orienta hacia la espera de la parusía 1Cor 11,26.
2. La pascua anual.
Además de la pascua dominical existe también para los cristianos una celebración anual que da a la pascua judía un contenido nuevo: los judíos celebraban su liberación del yugo extranjero aguardando un mesías, libertador nacional; los cristianos festejan su liberación del pecado y de la muerte, uniéndose a Cristo crucificado y resucitado para compartir con él la vida eterna y orientan su esperanza hacia su parusía gloriosa.
En esta noche que brilla a sus ojos como el día, a fin de preparar su encuentro en la sagrada cena con el cordero de Dios que lleva sobre sí y quita los pecados del mundo, reemplazan la comida pascual judía por un ayuno y una vigilia en que se les lee el relato del Éxodo a una profundidad nueva 1Pe 1,13-21: bautizados, constituyen el pueblo de Dios en exilio 17, marchan con los lomos ceñidos 13, librados del mal, hacia la tierra prometida del reino de los cielos. Puesto que Cristo, su víctima pascual, ha sido inmolado, tienen que celebrar la fiesta, no con la vieja levadura de la mala conducta, sino con los ázimos de pureza y de verdad 1Cor 5,6ss. Con Cristo han vivido personalmente el misterio de la pascua muriendo al pecado y resucitando para una vida nueva Rom 6,3-11 Col 2,12. Por eso la fiesta de la resurrección de Cristo viene muy pronto a ser la fecha privilegiada del bautismo, resurrección de los cristianos, en que revive el misterio pascual. La controversia del siglo 11 sobre la celebración de la pascua deja intacto este sentido profundo que subraya la superación definitiva de la fiesta judía.
3. La pascua escatológica.
El misterio pascual se rematará para los cristianos con la muerte, la resurrección y el encuentro con el Señor. La pascua terrenal prepara para ellos este último «paso», esta pascua del más allá. En efecto, la palabra pascua no designa solamente el misterio de la muerte y de la resurrección de Cristo, ni el rito eucarístico hebdomadario o anual, sino que también designa el banquete celestial, hacia el que todos caminamos. El Apocalipsis eleva nuestros ojos hacia el cordero marcado todavía por su suplicio, pero que vive y está en pie; investido de gloria, atrae a sí a sus mártires Ap 5,6-12 12,11. Jesús, según sus propias palabras, cumplió y realizó verdaderamente la pascua con la oblación eucarística de su muerte, con su resurrección, con el sacramento perpetuo de su sacrificio, finalmente, con su parusía Lc 22,16, que debe reunirnos para el gozo del festín definitivo en el reino de su Padre Mt 26,29.