Mártir (gr. martys) significa etimológicamente testigo, ya se trate de un testimonio en el plano histórico, en el jurídico o en el religioso. Pero en el uso establecido por la tradición cristiana el nombre de mártir se aplica exclusivamente al que da el testimonio de la sangre. Este uso está ya atestiguado en el NT Act 22,20 Ap 2,13 6,9 17,6; el mártir es el que da su vida por fidelidad al testimonio tributado a Jesús Act 7,56.
1. Cristo mártir.
Jesús mismo es con título eminente mártir de Dios, y por consiguiente el tipo de mártir. En su sacrificio voluntariamente consentido da, en efecto, testimonio supremo de su fidelidad a la misión que le ha confiado el Padre. Según san Juan, Jesús no sólo conoció de antemano, sino que aceptó libremente su muerte como el perfecto homenaje tributado al Padre Jn 10,18; y en el momento de su condenación proclama: «He nacido y he venido al mundo para dar testimonio de la verdad» 18,37 Ap 1,5 3,14.
Lucas pone de relieve en la pasión de Jesús los rasgos que en adelante definirán al mártir: confortamiento de la gracia divina en la hora de la angustia Lc 22,43; silencio y paciencia ante las acusaciones y los ultrajes 23,9; inocencia reconocida por Pilato y Herodes 23,4.14s.22; olvido de sus propios sufrimientos 23,28; acogida dispensada al ladrón arrepentido 23,43; perdón otorgado a Pedro 22,61 y a los perseguidores mismos 22,51 23,34.
Todavía más profundamente, el conjunto del NT reconoce en Jesús al siervo doliente anunciado por Isaías. En esta perspectiva la pasión de Jesús aparece como esencial a su misión. En efecto, así como el siervo debe sufrir y morir «para justificar a multitudes» Is 53,11, así Jesús debe pasar por la muerte «para aportar a multitudes la redención de los pecados» Mt 20,28 p. Tal es el sentidodel «es necesario» que Jesús afirma repetidas veces: el designio de salvación de Dios pasa por el sufrimiento y la muerte de su testigo Mt 16,21 p 26,54.56 Lc 17,25 22,37 24,7.26.44. Por lo demás, todos los profetas fueron perseguidos y entregados a la muerte Mt 5,12 p 23,30ss p Act 7,52 1Tes 2,15 Heb 11,36ss. Esto no puede ser una coincidencia casual; Jesús reconoce en ello un plan divino que halla en éí su acabamiento Mt 23,31s. Así marcha «resueltamente» hacia Jerusalén Lc 9,51, «pues no conviene que un profeta perezca fuera de Jerusalén» 13,33.
Esta pasión hace de Jesús la víctima expiatoria que sustituye a todas las víctimas antiguas Heb 9,12ss. El creyente descubre aquí la ley del martirio: «Sin efusión de sangre no puede haber redención» Heb 9,22. Se comprende que María, tan estrechamente asociada a la pasión de su Hijo Jn 19,25 Lc 2,35, sea saludada más tarde como la reina de los mártires cristianos.
2. El mártir cristiano.
El glorioso martirio de Cristo fundó la Iglesia: «Cuando sea elevado de la tierra, había dicho Jesús, atraeré a todos los hombres a mí» Jn 12,32. La Iglesia, cuerpo de Cristo, es llamada a su vez a dar a Dios el testimonio de la sangre por la salud de los hombres. Ya la comunidad judía había tenido sus mártires, particularmente en la época de los Macabeos 2Mac 6-7. Pero en la Iglesia cristiana el martirio adquiere un nuevo sentido, que Jesús mismo revela: es la imitación plena de Cristo, la participación acabada en su obra de salvación: «El siervo no es mayor que su señor; si me persiguieron a mí, también a vosotros os perseguirán» Jn 15,20. A sus tres íntimos anuncia Jesús que le seguirán en su pasión Mc 10,39 p Jn 21,18ss; y a todos revela que sólo el grano que muere en tierra lleva mucho fruto Jn 12,24. Así el martirio de Esteban, que evoca tan fuertemente la pasión, determinó la primera expansión de la Iglesia Act 8,4s 11,19 y la conversión de Pablo 22,20. Finalmente, la gloria de los mártires se celebra en el Apocalipsis, que muestra en ellos el triunfo de la vida sobre la muerte Ap 6,9s 7,14-17 11,11s 20,4ss.