Artículo 1:
¿Imprimen los sacramentos carácter en el alma?
lat
Objeciones por las que parece que el sacramento no imprime ningún
carácter en el alma.
1. El carácter es un signo distintivo. Ahora bien, los miembros de
Cristo se distinguen de los demás hombres por la predestinación
eterna, que nada pone en el predestinado, sino solamente en Dios que
predestina, como ya se dijo en la
Primera Parte (
q.23 a.1),
pues se dice en 2 Tim 2,19:
El sólido fundamento puesto por Dios se
mantiene firme marcado por este sello: el Señor conoce a los
suyos. Luego los sacramentos no imprimen carácter en el
alma.
2. El carácter es un signo distintivo. Pero San Agustín en
el libro II De Doct. Christ. define el signo
como aquello que, además de impresionar los sentidos con su imagen,
nos conduce al conocimiento de otra cosa. Ahora bien, nada hay en
el alma que pueda impresionar los sentidos con su imagen. Luego parece
que ningún carácter imprimen los sacramentos en el
alma.
3. Los fieles se distinguen de los infieles por los
sacramentos de la nueva ley y por los de la antigua. Pero los
sacramentos de la antigua ley no imprimían en el alma ningún carácter,
y por eso los llama el Apóstol, en Hebr 9,10, justicias de la
carne. Luego tampoco los sacramentos de la nueva ley lo
imprimen.
Contra esto: dice el Apóstol en 2 Cor 1,21-22: Es Dios el que nos
ungió y nos marcó con su sello y depositó las arras del Espíritu en
nuestros corazones. Pero el carácter viene a ser un cierto sello.
Luego parece que Dios por los sacramentos nos imprime su
carácter.
Respondo: Como hemos dicho ya (
q.62 a.5), los
sacramentos de la nueva ley se ordenan a dos fines: al remedio del
pecado y a perfeccionar el alma en lo que pertenece al culto de Dios
según la religión cristiana. Ahora bien, cuando
una persona es deputada para un cargo, se acostumbra a ponerle un
distintivo: los soldados alistados antiguamente en el ejército eran
marcados con unos caracteres corporales, puesto que estaban destinados
a un ejercicio corporal. Pues, de forma semejante, los sacramentos,
que destinan a los hombres al servicio espiritual del culto de Dios,
deben marcar a los fieles con un cierto carácter espiritual. Por eso
dice San Agustín en el II
Contra Parmenianum: Si un
cobarde desertor aborreciese el carácter militar grabado en su cuerpo,
y corriese a la clemencia del emperador, y, dirigida la súplica y
obtenido el perdón, ya hubiese comenzado a pelear, ¿acaso, una vez
vuelto y corregido, se le vuelve a grabar aquel carácter, o más bien
se le reconoce el que tenia? ¿O es que acaso los sacramentos
cristianos imprimen su carácter con menos fuerza que el carácter
corporal?
A las objeciones:
1. Los fieles de Cristo son
deputados al premio de la gloria futura por el sello de la
predestinación divina. Pero para las funciones de la Iglesia peregrina
son deputados por un sello espiritual impreso en el alma que se llama
carácter.
2. El carácter impreso en el alma
tiene rango de signo por haber sido impreso por un sacramento
sensible: se sabe que un hombre está marcado por el carácter bautismal
porque ha sido bautizado con el agua sensible. No obstante, también se
puede llamar carácter o sello, en sentido metafórico, todo lo que se
asemeja o distingue a uno de otro, aunque no sea sensible, como es el
caso de Cristo que, al decir del Apóstol en Heb 1,3, es figura o
carácter de la sustancia del Padre.
3. Como se ha dicho más arriba
(
q.62 a.6), los sacramentos de la antigua ley no tenían en sí mismos
la virtud de producir un efecto espiritual y, por lo mismo, tampoco
exigían un carácter espiritual, sino que era suficiente la
circuncisión corporal, que el Apóstol llama
sello (Rom
4,1).
Artículo 2:
¿Es el carácter una potestad espiritual?
lat
Objeciones por las que parece que el carácter no es una potestad
espiritual.
1. Carácter es lo mismo que figura. Por eso en Heb 1,3,
donde el latín dice «figura» de la sustancia del Padre, el
griego dice carácter. Pero la figura es la cuarta dentro de la
categoría cualidad, por lo que difiere de la potestad, que es
la segunda. Luego el carácter no es una potencia espiritual.
2. Dice Dionisio en el II De Eccles. Hier.: La divina beatitud recibe al bautizando a la participación de sí misma y le comunica esta participación por su propia luz que es como un signo, por lo que parece que el carácter es como una especie de luz. Pero la luz pertenece a la tercera especie dentro de la categoría cualidad. Luego el carácter no es una potencia, puesto que ésta pertenece a la segunda.
3. Hay algunos que definen el carácter de la
siguiente manera: el carácter es un signo sagrado de la comunión en
la fe y de la sagrada ordenación, conferido por la sagrada
jerarquía. Ahora bien, el signo pertenece a la categoría de
relación, y no a la de potencia. Luego el carácter no es una potestad
espiritual.
4. La potencia, como se dice en V Metaphys.,
tiene categoría de causa y de principio. Pero el signo, que forma
parte de la definición del carácter (arg.3), tiene más bien categoría
de efecto. Luego el carácter no es una potestad espiritual.
Contra esto: dice el Filósofo en II
Ethic.:
Hay
tres cosas en el alma: potencia, hábito y pasión. Pero el carácter
no es pasión, porque la pasión es transitoria, mientras que el
carácter es indeleble, como se dirá después (
a.5). Y tampoco es
hábito, porque ningún hábito es indeterminado para el bien o para el
mal, mientras que el carácter sí lo es, ya que unos usan bien de él y
otros mal, cosa que no ocurre con los hábitos: nadie hace mal uso del
hábito de la virtud, y nadie hace buen uso del hábito del vicio. Luego
solamente resta que el carácter sea una potencia.
Respondo: Como se ha dicho ya (
a.1), los
sacramentos de la nueva ley imprimen carácter porque deputan al culto
de Dios según el culto de la religión cristiana. Por eso Dionisio en
II
De Eccl. Hier., después de decir que
Dios
comunica al bautizando una participación de sí mismo a través de un
cierto signo, añade
haciéndole divino y transmisor de lo
divino. Ahora bien, el culto divino consiste en recibir cosas
divinas o en transmitirlas a otro, para lo cual se requiere una cierta
potencia, porque para transmitir algo a otros se requiere una potencia
activa, y para recibirlo se requiere una potencia pasiva. El carácter,
por tanto, implica una potencia espiritual orientada a
las cosas del culto divino.
Se ha de tener en cuenta, sin embargo, que esta potencia espiritual
es instrumental, como la virtud que se encuentra en los sacramentos,
conforme a lo dicho (q.62 a.4). Porque tener el carácter sacramental
es propio de los ministros de Dios y, según el Filósofo en I Polit., el ministro tiene función de instrumento. Y
por eso, como la virtud que reside en los sacramentos no está
clasificada en un género por sí misma, sino que se reduce a ese
género, ya que es una entidad transitoria e incompleta, así tampoco el
carácter está clasificado propiamente en un determinado género o
especie, sino que se reduce a la segunda especie de la categoría de
cualidad.
A las objeciones:
1. La figura es una delimitación de
la categoría «cantidad», por lo que, propiamente hablando, solamente
se encuentra en las cosas corpóreas, y se atribuye a las espirituales
sólo en sentido metafórico. Ahora bien, a una cosa se la clasifica
dentro de un género o una especie por lo que le compete en sentido
propio. El carácter, por tanto, no debe ser clasificado en la cuarta
especie de la categoría «cualidad», aunque algunos lo
dijeran.
2. A la tercera especie de
categoría «cualidad» pertenecen solamente las pasiones sensibles y las
cualidades sensibles. Pero el carácter no es una luz sensible. Y, por
eso, no se clasifica en la tercera especie de la cualidad, como
algunos dijeron.
3. La relación que va implícita
en el nombre de signo debe tener un fundamento. Pero la relación de
este signo que se llama carácter no puede tener por fundamento la
esencia del alma, porque así correspondería naturalmente a todas las
almas. Luego debe haber algo en el alma sobre lo cual se funde esta
relación. Este algo es precisamente la esencia del carácter. No deberá
ser clasificado, por tanto, como perteneciente a la categoría de
relación.
4. El carácter tiene categoría de
signo si se le compara al sacramento sensible que lo imprime. Pero,
considerado en sí mismo, tiene categoría de principio, como ya se ha
dicho (c.).
Artículo 3:
¿Es el carácter sacramental el carácter de Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que el carácter sacramental no es el
carácter de Cristo.
1. Se dice en Ef 4,30: No entristezcáis al Espíritu Santo de Dios
con el que fuisteis sellados. Pero la sigilación está comprendida
en la noción de carácter. Luego el carácter sacramental debe
atribuirse más al Espíritu Santo que a Cristo.
2. El carácter tiene categoría de signo, signo de la gracia
que confiere el sacramento. Pero la gracia en el alma es infundida por
toda la eternidad, como se dice en el Sal 83,12: El Señor dará la
gracia y la gloria. Luego no parece que deba atribuirse el
carácter sacramental de modo especial a Cristo.
3. Si alguno recibe un carácter es para distinguirse de
otros. Pero el distintivo entre los santos y los otros es la caridad,
ya que según San Agustín en XV De Trin. ella sola
distingue a los hijos del Reino de los hijos de la perdición, por
lo que en el Ap 13,16-17 dice de estos últimos que llevan el
carácter de la bestia. Pero la caridad no se atribuye a Cristo,
sino más bien al Espíritu Santo, conforme a lo que se dice en Rom
5,5: La caridad de Dios se ha derramado en nuestros corazones a
través del Espíritu Santo que se nos ha dado, o se atribuye al
Padre según lo afirmado en 2 Cor 13,13: La gracia de nuestro Señor
Jesucristo y la caridad de Dios... Luego parece que el carácter
sacramental no debe atribuirse a Cristo.
Contra esto: algunos definen el carácter de la siguiente
manera: El carácter es una señal distintiva grabada en el alma
racional donde el carácter eterno imprime la eternidad creada a imagen
de la Trinidad creante y recreante, y que distingue a los no marcados
en el comportamiento de la fe. Pero el carácter eterno es el mismo
Cristo, según lo dicho en Heb 1,3: el cual, siendo resplandor de su
gloria y figura, o sea, carácter, de su sustancia, etc.
Luego parece que el carácter ha de ser atribuido
propiamente a Cristo.
Respondo: Como consta por lo dicho (
a.1), el
carácter es propiamente hablando un sello por el que una cosa es
determinada al cumplimiento de un fin. Así, por ej., las monedas van
selladas con un carácter porque están destinadas al comercio, y los
soldados son sellados con otro, para indicar su destino a la milicia.
Pues bien, los fieles están destinados a dos cosas. La primera y
principal es la fruición de la gloria, y para este fin son marcados
con el sello de la gracia, conforme a lo que se dice en Ez 9,4:
Pon
el signo de la «tau» en la frente de los varones que gimen y se
duelen; y en el Ap 7,3:
No hagáis daño a la tierra ni al mar ni
a los árboles hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios
en la frente. La segunda cosa a que un fiel está destinado es a
recibir para él o a comunicar a los demás las cosas concernientes al
culto de Dios. Y es para esto para lo que propiamente hablando deputa
el carácter sacramental. Pero todo el culto de la religión cristiana
deriva del sacerdocio de Cristo. Es claro, por tanto, que el carácter
sacramental es específicamente carácter de Cristo, a cuyo sacerdocio
están configurados los fieles por estos caracteres sacramentales, los
cuales no son más que participaciones del sacerdocio de Cristo, del
mismo Cristo derivadas.
A las objeciones:
1. El Apóstol habla aquí del sello
que destina a la gloria y que consiste en la gracia. Esta es atribuida
al Espíritu Santo, porque todo lo que Dios nos concede gratuitamente y
que ciertamente es una gracia, procede de su amor, y el Espíritu Santo
es amor. Por eso se dice en 1 Cor 12,4: Hay diferencia de gracias,
pero uno sólo es el Espíritu.
2. El carácter sacramental es
realidad con relación al rito externo, y es sacramento con relación al
efecto último. Por eso se puede hablar del carácter en dos sentidos.
Primero, en su acepción de sacramento, en cuyo caso es signo de la
gracia invisible, conferida en el rito externo. Segundo, en su
acepción específica de carácter, en cuyo caso es un sello que
configura con un jefe, en el cual reside la autoridad de aquello para
lo cual uno es deputado, como es el caso del soldado, destinado al
combate, y que es marcado con el sello del jefe por el que en cierto
modo se configura con él'.
3. El carácter distingue a unos de
otros por el fin a que es destinado todo aquel que recibe el carácter,
como hemos visto ya (
a.1) hablando del carácter militar, por el que,
en la lucha, se distingue el soldado del rey del soldado enemigo.
Pues, de modo semejante, el carácter de los fieles es el que distingue
a los fieles de Cristo de los siervos del diablo, ya sea en orden a la
vida eterna o en orden al culto de la Iglesia militante. Lo primero se
consigue por la caridad y la gracia, como dice la objeción, y lo
segundo, por el carácter sacramental. Por donde el
carácter de la
bestia correspondiente a los reprobos puede entenderse como una
malicia obstinada por la que algunos están destinados a la pena
eterna, o como profesión de un culto ilícito.
Artículo 4:
¿Reside el carácter en las potencias del alma como en su
sujeto?
lat
Objeciones por las que parece que el carácter no tiene por sujeto las
potencias del alma.
1. El carácter es una disposición para la gracia. Pero la gracia
reside en la esencia del alma, como se dijo en la
Segunda Parte
(
2-2 q.110 a.4). Luego parece que el carácter reside en la esencia
del alma, y no en las potencias.
2. Las potencias del alma no son sujetos más que de hábitos
y de disposiciones. Pero el carácter, como se ha dicho
más arriba (
a.2), no es ni hábito ni disposición, sino más bien
potencia, de la que solamente es sujeto la esencia del alma. Luego
parece que el carácter no reside en la potencia del alma como en su
propio sujeto, sino más bien en su esencia.
3. Las potencias del alma racional se dividen en
cognoscitivas y apetitivas. Pero no se puede limitar el carácter a las
potencias cognoscitivas ni tampoco a las apetitivas, ya que no está
destinado ni sólo a conocer ni sólo a querer. Ni tampoco puede residir
simultáneamente en las dos, porque un mismo accidente no puede residir
en sujetos diversos. Luego parece que el carácter no reside en la
potencia del alma como en su propio sujeto, sino más bien en su
esencia.
Contra esto: se ha dicho, en una anterior definición del carácter (a.3 s.q.), que se imprime en el alma racional como una imagen. Pero
la imagen de la Trinidad en el alma se hace a través de las potencias.
Luego el carácter reside en las potencias del alma.
Respondo: Hay que decir: Como ya se ha dicho (
a.3), el
carácter es un sello con el que el alma es marcada para recibir para
sí o comunicar a los demás cosas pertenecientes al culto. Pero el
culto divino consiste en determinados actos, y las potencias del alma
se ordenan a los actos, como la esencia se ordena al ser. Y,
por eso, el carácter no reside como en su propio sujeto en la esencia
del alma, sino en su potencia.
A las objeciones:
1. Para determinar el sujeto de un
accidente se ha de tener en cuenta aquello a lo que próximamente
dispone ese accidente, y no a lo que dispone de una manera remota e
indirecta. Ahora bien, el carácter dispone al alma de una manera
directa e inmediata a los actos del culto divino; y como estos actos
no se ejercen debidamente sin el auxilio de la gracia — porque, como
se dice en Jn 4,24: Los adoradores de Dios deben adorarle en
espíritu y en verdad —, es lógico que la generosidad divina
conceda a quienes reciben el carácter la gracia para cumplir
dignamente con aquellas cosas para las que ha sido deputado. Y por eso
el sujeto en que reside el carácter ha de buscarse más en los actos
pertenecientes al culto divino que en los actos concernientes a la
gracia.
2. La esencia del alma es el
sujeto de la potencia natural, derivada de los principios de la
esencia. Pero el carácter no es una potencia natural, sino que es una
potencia espiritual proveniente de fuera. Por eso, como la esencia del
alma, fuente de la vida natural del hombre, es perfeccionada por la
gracia —vida espiritual del alma—, así la potencia espiritual del
alma es perfeccionada por esta potencia espiritual que es el carácter.
Los hábitos y las disposiciones, en efecto, residen en las potencias
del alma porque los actos a que se ordenan tienen a esas potencias por
principio. Y, por la misma razón, todo lo que está ordenado al acto ha
de atribuirse a las potencias.
3. Como se acaba de decir (in
c.), el carácter está ordenado al culto divino, que es una
testimonianza de la fe manifestada a través de signos externos. Por
eso se colige que el carácter debe residir en la potencia cognoscitiva
del alma, que es donde reside la fe.
Artículo 5:
¿Es indeleble el carácter impreso en el alma?
lat
Objeciones por las que parece que el carácter no está en el alma de
modo indeleble.
1. Cuanto más perfecto es un accidente, más firme está en su sujeto
de inhesión. Pero la gracia, que es más perfecta que el carácter —ya
que el carácter está ordenado a la gracia como a su fin superior—, se
pierde por el pecado. Luego mucho más el carácter.
2. El carácter, como acabamos de decir (
a.4), es una
deputación para el culto divino. Pero algunos pasan del culto divino
al culto contrario con la apostasía de la fe. Luego éstos deben perder
el carácter sacramental.
3. Si el fin desaparece, debe desaparecer también todo lo
que está ordenado a él, ya que serían cosas sin finalidad: después de
la resurrección final, por ejemplo, ya no habrá matrimonio porque no
habrá generación, que es el fin del matrimonio. Ahora bien, el culto
exterior a que se ordena el carácter no existirá ya en la Patria,
donde nada se realizará en figura, sino todo en su desnuda realidad.
Luego el carácter sacramental no permanece siempre en
el alma. Y, por tanto, no es indeleble.
Contra esto: dice San Agustín en II Contra Parmenianum: Los sacramentos cristianos no imprimen su carácter con menos fuerza que el carácter corporal de la milicia. Pero el carácter militar no se reimprime, sino que se reconoce el que tenía aquel que mereció el perdón del emperador, después de su culpa. Luego tampoco el carácter sacramental puede ser borrado.
Respondo: Como se acaba de decir (
a.3), el
carácter sacramental es una participación del sacerdocio de Cristo en
sus fieles, de tal manera que como Cristo tiene la plena potestad del
sacerdocio espiritual, así sus fieles se configuran en él en la
participación de una potestad espiritual referida a los sacramentos y
al culto divino. Por eso, Cristo no tiene carácter sacerdotal, sino
que la potestad de su sacerdocio se compara con el carácter como lo
que es pleno y perfecto con una participación. Ahora bien, el
sacerdocio de Cristo es eterno, según las palabras del Sal 109,4:
Tú eres sacerdote eterno según el orden de Melquisedec. Y de aquí
viene que toda consagración, realizada en virtud del sacerdocio de
Cristo, mientras dura la cosa consagrada, es permanente. Y esto
acontece incluso en las cosas inanimadas: la consagración, por ej., de
una iglesia o de un altar dura mientras no sean destruidos. Y como el
sujeto del carácter es la parte intelectiva del alma, que es donde
reside la fe, como se ha dicho (
a.4 ad 3), es claro que siendo el
entendimiento perpetuo e incorruptible, también el carácter reside en
el alma de manera indeleble.
A las objeciones:
1. La gracia y el carácter no se
encuentran en el alma de la misma manera. Porque la gracia reside en
ella como una forma autónoma, mientras que el carácter reside en el
alma, ya lo hemos dicho (
a.2), como una virtud instrumental. Ahora
bien, una forma autónoma reside en un sujeto acomodándose a la
condición del sujeto, y puesto que el alma es mudable en esta vida en
virtud de su libre albedrío, es lógico que la gracia resida en ella de
forma mudable. La virtud instrumental, sin embargo, se acomoda más
bien a la condición del agente principal. Y, por eso, el carácter
reside en el alma de una manera indeleble, no por su propia
perfección, sino por la perfección del sacerdocio de Cristo, del que
se deriva el carácter como una virtud instrumental.
2. Dice San Agustín
que
ni los mismos apóstatas pierden el bautismo, ya que cuando se
arrepienten no se les bautiza de nuevo, con lo cual se indica que el
bautismo no se puede perder. Y la razón está en que el carácter es
una virtud instrumental, como se ha dicho (
a.1). Ahora bien, la
esencia del instrumento consiste en ser movido por otro, y no en que
se mueva a sí mismo, como sucede con la voluntad. Por eso, aunque la
voluntad quiera lo contrario, el carácter no desaparece por la
inmovilidad del agente principal.
3. Aunque después de esta vida no
subsista ya el culto externo, permanece, sin embargo, el fin de ese
culto. Por eso, después de esta vida permanece el carácter: en los
buenos para su gloria, y en los malos para su propia ignominia, como
ocurre con los soldados, cuyo carácter militar se conserva también
después de la victoria: en los que vencieron a título de gloria, y en
los vencidos para su castigo.
Artículo 6:
¿Imprimen carácter todos los sacramentos de la nueva
ley?
lat
Objeciones por las que parece que todos los sacramentos de la nueva
ley imprimen carácter.
1. Todos los sacramentos de la nueva ley comunican una participación
del sacerdocio de Cristo. Pero el carácter sacramental, como se ha
dicho (
a.3.5), no es más que una participación del sacerdocio de
Cristo. Luego parece que todos los sacramentos de la nueva ley
imprimen carácter.
2. El carácter es al alma, donde reside, lo que la
consagración a los objetos consagrados. Pero todos los
sacramentos de la nueva ley comunican al hombre la
gracia santificante. Luego todos los sacramentos de la nueva ley
comunican el carácter.
3. El carácter es res et sacramentum. Pero en todos
los sacramentos de la nueva ley hay algo que es res solamente,
algo que es solamente sacramentum y algo que es res et
sacramentum. Luego todos los sacramentos de la nueva ley imprimen
carácter.
Contra esto: los sacramentos que imprimen carácter no se pueden reiterar
porque el carácter es indeleble, como se ha dicho (
a.5). Pero algunos
sacramentos se reiteran, como es el caso de la penitencia y el
matrimonio. Luego no todos los sacramentos imprimen
carácter.
Respondo: Como ya se ha dicho (
q.62 a.1.5), los
sacramentos de la nueva ley tienen una doble finalidad: el remedio del
pecado y el culto divino. Ahora bien, es común a todos los sacramentos
el ser remedio contra el pecado porque confieren la gracia. Pero no
todos los sacramentos se ordenan directamente al culto, como es el
caso de la penitencia, por la que el hombre queda libre del pecado
—este sacramento nada nuevo da al hombre para el culto divino, sino
que le restituye al estado anterior.
Pero un sacramento puede estar ordenado al culto de tres maneras.
Primera, por la naturaleza de la misma acción sacramental. Segunda,
preparando los ministros. Tercera, proveyendo de receptores. El
sacramento que está ordenado al culto por la naturaleza de su misma
acción sacramental es la Eucaristía, en la que el culto divino tiene
su principal expresión por ser el sacrificio de la Iglesia. Este
sacramento no imprime carácter porque no deputa al hombre a hacer o
recibir alguna cosa ulterior en el orden sacramental, ya que este
sacramento, como dice Dionisio en el III De Eccles.
Hier., es el fin y la consumación de todos los
demás sacramentos. Pero contiene a Cristo mismo, en el que reside
no el carácter, sino toda la plenitud del sacerdocio.
A la preparación de ministros para el culto pertenece el sacramento
del orden porque este sacramento capacita a los hombres para comunicar
los sacramentos a los demás.
Y a la provisión de receptores está reservado el sacramento del
bautismo, por el que el hombre recibe la potestad de recibir todos los
demás sacramentos de la Iglesia, por lo que al bautismo se le llama puerta de los sacramentos. A lo mismo está ordenada en cierto modo
la confirmación, como en su lugar diremos (q.65 a.3). Por tanto, tres
son los sacramentos que imprimen carácter: el bautismo, la
confirmación y el orden.
A las objeciones:
1. Todos los sacramentos hacen al
hombre participante del sacerdocio de Cristo, puesto que le comunican
algún efecto de él. Pero no todos los sacramentos deputan para hacer o
recibir cosas que se refieren al culto del sacerdocio de Cristo. Esto
es lo que se requiere para que el sacramento imprima
carácter.
2. Todos los sacramentos
santifican al hombre, entendiendo por santidad la purificación del
pecado por la gracia. Pero los sacramentos que imprimen carácter le
santifican de una manera especial comunicándole una consagración que
le deputa al culto divino, como ocurre con las cosas inanimadas, que
también se las llama consagradas por estar destinadas al culto
divino.
3. Aunque el carácter es
res
et sacramentum, no todo lo que es
res et sacramentum es
carácter. Lo que en los demás sacramentos es
res et sacramentum
se dirá después (
q.73 a.1 ad 3;
q.84 a.1 ad 3).