Artículo 1:
¿La superstición es un vicio contrario a la religión?
lat
Objeciones por las que parece que la superstición no es un vicio
contrario a la religión.
1. Un contrario no entra en la definición de otro contrario. Pero la
religión entra en la definición de la superstición, pues se dice que
la superstición es el exceso en la práctica de la religión, conforme a
las palabras de la Glosa sobre aquel texto de
Col 2,23: Son cosas que para la superstición implican cierta
especie de sabiduría. Luego la superstición no es un vicio opuesto
a la religión.
2. San Isidoro escribe en el libro de las Etimologías: Se ha dado el nombre de
supersticiosos, dice Cicerón, a los que se
pasaban los días suplicando y ofreciendo sacrificios para que sus
hijos les «sobreviviesen» («superstites» fierent). Pero esto puede
hacerse igualmente en el culto del Dios verdadero. Luego la
superstición no es un vicio opuesto a la religión.
3. La superstición parece implicar algún exceso. Pero en
la religión no puede haber exceso, porque, como antes se dijo (
q.81 a.3 ad 3), no nos es posible, ateniéndonos a las exigencias de la
religión, pagar con igualdad a Dios todo lo que le debemos. Luego la
superstición no es un vicio opuesto a la religión.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en el libro De decem
chordis: Tocas la primera cuerda, aquella con
la que damos culto a Dios, y cae por tierra la bestia de la
superstición. Pero el culto al único Dios es algo propio de la
religión. Luego la superstición se opone a la religión.
Respondo: Que, como antes expusimos (
q.81 a.5 ad 3), la religión es una virtud moral. Y que toda virtud moral,
conforme a lo dicho (
1-2 q.64 a.1), consiste en el justo medio, por lo
que a las virtudes morales se oponen dos clases de vicios: unos por
exceso y otros por defecto. Ahora bien: el exceso con respecto al
justo medio de las virtudes puede darse no tan sólo en la
circunstancia de cantidad, sino también en las otras. De ahí el que en
algunas virtudes, por ejemplo, en la magnanimidad y en la
magnificencia, el vicio excede el justo medio de la virtud, no por
tender a un bien mayor que el que busca la virtud, pues más bien se
orienta hacia un bien menor. Sobrepasa, sin embargo, el justo medio de
la virtud, en cuanto que hace algo a favor de quien no debe o cuando
no debe, o falta en alguna otra circunstancia en casos por el estilo,
como consta por lo que dice el Filósofo en el IV
Ethic.. Así, pues, la superstición es un vicio
opuesto a la religión por exceso, no porque ofrezca a Dios más, en lo
que a culto divino se refiere, que lo que la verdadera religión le
ofrece, sino por el hecho de rendir culto divino a quien no debe o del
modo que no debe.
A las objeciones:
1. Lo mismo que,
metafóricamente hablando, llamamos bueno a lo malo, por ejemplo,
cuando decimos buen ladrón, de la misma manera aplicamos alguna vez
los nombres de las virtudes en sentido traslaticio a hábitos malos.
Tal sucede cuando llamamos a veces prudencia a la astucia, como en
aquel texto de Lc 16,8: Los hijos de este siglo son más prudentes
que los hijos de la luz. Y así es como a la superstición se la
llama religión.
2. Una cosa es la etimología
del nombre y otra su significado. La etimología estudia el origen del
nombre impuesto para significar algo; la significación, en cambio, se
fija en lo que con el nombre se quiere decir. A veces estos aspectos
difieren. Así, el nombre «lapis», piedra, proviene de «laesio pedis»,
lesión de pie, que, en realidad, no es lo que significa. De ser así,
llamaríamos piedra a un hierro, porque también un hierro podría
lesionar el pie. Por igual razón, tampoco es necesario que la palabra
superstición signifique aquello de donde procede.
3. En la religión no caben
excesos de cantidad absoluta; pero sí de cantidad proporcional, es
decir, en cuanto que en el culto se hace alguna cosa que no se debe
hacer.
Artículo 2:
¿Hay diversas especies de superstición?
lat
Objeciones por las que parece que no hay diversas especies de
superstición.
1. Porque, conforme dice el Filósofo en el libro I Topic.: Si uno de los contrarios es múltiple,
el otro también. Pero la religión, a la que se opone la
superstición, no tiene muchas especies, sino que todos sus actos
pertenecen a una misma. Luego tampoco la superstición tiene diversas
especies.
2. Los opuestos tratan de la misma cosa. Pero la religión, a
la que se opone la superstición, trata de los actos por los cuales nos
ordenamos a Dios, conforme a lo dicho anteriormente (
q.87 a.1). Luego
no se pueden establecer las diversas especies de superstición
atendiendo a adivinaciones sobre el porvenir incierto de los hombres o
a observaciones en torno a los actos humanos.
3. En Col 2, sobre aquellas palabras del v.23: Son
preceptos que para la superstición implican una especie de
sabiduría, la Glosa comenta: (para la superstición), esto es, para la religión simulada. Luego también se debe
poner la simulación entre las especies de superstición.
Contra esto: está el que San Agustín, en el libro II De Doct.
Christ., menciona diversas especies de
superstición.
Respondo: Que, conforme a lo dicho (
a.1), el
vicio opuesto a la religión consiste en sobrepasar el justo medio de
la virtud en algunas circunstancias. Y que, como antes dijimos (
1-2 q.72 a.9), no cualquier corrupción en las circunstancias cambia la
especie de pecado. Tal cambio se produce únicamente cuando se refieren
a diversos objetos o a diversos fines, pues, como ya queda dicho
(ibid., q.1 a.3; q.18 a.2-6), los actos morales se especifican por
esto. Se diferencian, por tanto, unas de otras las especies de
superstición, en primer lugar, por parte del objeto. Puede, en efecto,
darse culto a quien se debe, o sea, al verdadero Dios, pero de modo
indebido, y tenemos la primera especie de superstición. O se da a
quien no se debe, o sea, a una criatura cualquiera. Este es otro
género de superstición que se divide en muchas especies, según los
diversos fines del culto divino.
Y es que, en primer lugar, el culto divino se ordena a reverenciar
como es debido a Dios, y, desde este punto de vista, la primera
especie de este género es la idolatría, que honra indebidamente a las
criaturas con la reverencia que se debe a Dios. Se ordena, en segundo
lugar, a la instrucción del hombre por el mismo Dios, a quien da
culto. Y esto es lo que se pretende alcanzar con la adivinación
supersticiosa, que consulta a los demonios mediante pactos tácitos o
expresos con ellos. Por último, el culto divino se ordena a una cierta
dirección de los actos humanos conforme a las normas de vida
establecidas por Dios, a quien damos culto. Y a esto se refiere la
superstición de ciertas observancias.
San Agustín, de pasada, trata ya de estas tres especies en el libro
II De Doct. Chríst., cuando dice (Lc.) que supersticioso es todo lo establecido por los hombres para la
fabricación y culto de los ídolos. Aquí se refiere a la primera
especie. Y, a continuación, añade: O algunas acciones simbólicas
aceptas a los demonios y concertadas con ellos para hacerles consultas
o establecer pactos. Se refiere en este caso a la segunda especie.
Y un poco después escribe: A este género de cosas pertenece toda
clase de amuletos. Esto se refiere a la tercera
especie.
A las objeciones:
1., como dice Dionisio en
De Div. Nom.,
la causa del bien es una e
íntegra; la del mal, en cambio, es cualquier defecto. Por eso,
como antes dijimos (
q.10 a.5), a una virtud se oponen muchos vicios.
Es, por tanto, verdad lo que dice el Filósofo, tratándose de aquellos
opuestos en que es una misma la causa de su multiplicidad.
2. Las adivinaciones y
ciertas observancias forman parte de la superstición en cuanto
dependen de ciertas actividades diabólicas. Vienen a ser como pactos
hechos con ellos.
3. Se dice allí que la
religión es simulada cuando a tradiciones humanas se les da el
nombre de religión, como aparece en la Glosa. Por consiguiente, esa religión simulada no es otra cosa que el acto de dar culto de un modo indebido al verdadero Dios: lo que acontecería, por ejemplo, si uno quisiera dar culto a Dios en el tiempo de la gracia según los ritos de la antigua ley. Este es el sentido literal de la Glosa.