Artículo 1:
¿La prodigalidad se opone a la avaricia?
lat
Objeciones por las que parece que la prodigalidad no se opone a la
avaricia.
1. Los opuestos no pueden estar simultáneamente en un mismo sujeto.
Pero algunos son a la vez pródigos y avaros. Por tanto, la
prodigalidad no se opone a la avaricia.
2. Los opuestos se refieren al mismo objeto. Pero la
avaricia, como opuesta a la liberalidad, tiene por objeto ciertas
pasiones por las que el hombre se aficiona al dinero; la prodigalidad,
en cambio, no parece tener por objeto las pasiones del alma, pues no
se aficiona a las riquezas ni a cosa parecida. Por tanto, la
prodigalidad no se opone a la avaricia.
3. El pecado se especifica principalmente por el fin,
como se ha dicho anteriormente (
1-2 q.72 a.3). Pero la prodigalidad
parece ordenarse siempre a un fin ilícito, por el cual gasta sus
bienes, y sobre todo por los placeres; de ahí que se diga del hijo
pródigo, en Lc 15,3, que
disipó su herencia viviendo
perdidamente. Por tanto, parece que la prodigalidad se opone a la
templanza e insensibilidad más que a la avaricia y a la
liberalidad.
Contra esto: está el que el Filósofo, en II y
IV Ethic., contrapone la prodigalidad a la
liberalidad y a la iliberalidad, que llamamos avaricia.
Respondo: En materia moral se considera la
oposición de los vicios entre sí y de éstos a las virtudes por exceso
y por defecto. Pero la avaricia y la prodigalidad difieren como el
exceso y el defecto, aunque de diversa manera. Porque en el afecto
interior a las riquezas el avaro peca por exceso amándolas más de lo
debido; el pródigo, en cambio, peca por defecto, inquietándose por
ellas menos de lo debido. Pero en la acción exterior es
propio de la prodigalidad el excederse en la donación de las riquezas
y fallar en su conservación y adquisición, al contrario de la
avaricia, a la cual compete fallar en la donación y sobreabundar en la
adquisición y retención. Por tanto, es claro que la prodigalidad se
opone a la avaricia.
A las objeciones:
1. Nada impide que en un mismo
sujeto se den vicios opuestos bajo diversos aspectos; entonces se le
aplicará el vicio que más predomine. Pero así como en la liberalidad,
que es el término medio, el acto principal es la donación, a la cual
se ordenan la adquisición y la conservación, del mismo modo la
avaricia y la prodigalidad también se miden según la donación. Por eso
al que peca por exceso en la donación se le llama pródigo, y avaro al
que peca por defecto. Con todo, sucede a veces que uno puede fallar en
la donación y no se excede en la adquisición, como dice el Filósofo en
IV Ethic.. Igualmente también puede ocurrir que
uno se exceda en la donación, y, por tanto, es pródigo, y
junto con esto se exceda en la adquisición. Ya sea por
una cierta necesidad, porque al sobreexcederse en la donación les van
faltando los propios bienes, por lo que se ven obligados a adquirir
otros indebidamente, lo cual es propio de la avaricia. O también por
un afecto desordenado, porque al no dar por hacer un bien, como si se
despreciase la virtud, tampoco les importa de dónde y cómo adquieran
el dinero. Así, pues, no son avaros y pródigos desde el
mismo punto de vista.
2. La prodigalidad se refiere a
las pasiones sobre el dinero, no por exceso, sino por
defecto.
3. El pródigo no siempre se
excede en la donación a causa de los placeres, objeto de la
intemperancia, sino a veces también por su disposición a no
preocuparse del dinero, o por otros motivos. Aunque hay que reconocer
que lo más frecuente es que se deslice hacia la intemperancia, bien
porque el que derrocha en otras cosas no tiene tampoco reparo en
despilfarrar en placeres, a los que tanto inclina la concupiscencia de
la carne, bien porque, al no encontrar deleite en el bien de la
virtud, se busca en los placeres corporales. Por eso dice el Filósofo,
en IV Ethic., que muchos pródigos se
vuelven lujuriosos.
Artículo 2:
¿La prodigalidad es pecado?
lat
Objeciones por las que parece que la prodigalidad no es
pecado.
1. Dice el Apóstol en 1 Tim 6,10: La raiz de todos los pecados es
la concupiscencia o avaricia. Pero no es raíz de la prodigalidad
lo que se opone a ella. Por tanto, la prodigalidad no es
pecado.
2. El Apóstol recomienda a Timoteo (6,17-18): A los
ricos de este mundo encarécelos que sean liberales y dadivosos.
Pero esto lo hacen los pródigos en grado máximo. Luego la prodigalidad
no es pecado.
3. Es propio de la prodigalidad excederse en la donación
y fallar en la solicitud por el dinero. Pero esto es la norma de los
varones perfectos que cumplen lo que dice el Señor en Mt 6,34: No
os preocupéis por el mañana, y en el mismo Mt. 19,21: Vende
todo lo que tienes y repártelo a los pobres. Por tanto, la
prodigalidad no es pecado.
Contra esto: está el que en Lc 15,11ss se reprocha el despilfarro del
hijo pródigo.
Respondo: Como acabamos de ver (
a.1), la
prodigalidad se opone a la avaricia por exceso y por defecto. Y ambos
extremos vician el justo medio de la virtud. Pero algo es vicioso y
pecado por destruir el bien de la virtud. De donde se desprende que la
prodigalidad es pecado.
A las objeciones:
1. Algunos
interpretan esas palabras del Apóstol como referidas no
a la concupiscencia actual, sino a la habitual, que, como foco de
concupiscencia, es el origen de todos los
pecados. Otros, por el contrario, opinan que habla de
la concupiscencia en sentido general referida a cualquier
bien. Y entonces es claro que también la
prodigalidad nace de la concupiscencia: pues el pródigo desea
conseguir por medios desordenados un bien temporal: que es o agradar a
otros o, al menos, satisfacer su deseo de dar.
Pero, bien mirado, el Apóstol habla allí, literalmente, de la
concupiscencia de las riquezas, pues acababa de decir: Los que
quieren enriquecerse, etc. Y así se dice que la avaricia es la
raíz de todos los males, no porque todos ellos nazcan siempre de ella,
sino porque no hay mal que no provenga en algún momento de la
avaricia. Por tanto, la prodigalidad se deriva a veces
de la avaricia, como se ve claro en el caso del que derrocha a manos
llenas para captarse el favor de alguno de quien espera recuperarlo
con creces.
2. El Apóstol amonesta
a los ricos a que sean liberales y dadivosos dentro de los justos
límites. Lo cual no hacen los pródigos, porque, como dice el Filósofo
en IV Ethic., sus donaciones no son buenas,
ni las hacen por un bien, ni por motivos justos; sino que a veces dan
dinero a quienes sería mejor que fuesen pobres, como los cómicos y
aduladores, y, en cambio, a los buenos no les dan nada. 3. A
la tercera hay que decir: El exceso de prodigalidad no se mide
principalmente por la cantidad que se da, sino más bien porque se
sobrepasan los justos límites. De ahí que a veces el liberal da más
cantidad que el pródigo, si es necesario. Así, pues, hay que decir que
los que, en su deseo de seguir a Cristo, reparten todos sus bienes y
apartan su corazón de la preocupación de las cosas temporales, no son
pródigos, sino liberales en grado perfecto.
Artículo 3:
¿La prodigalidad es pecado más grave que la avaricia?
lat
Objeciones por las que parece que la prodigalidad es pecado más grave
que la avaricia.
1. Por la avaricia se perjudica al prójimo, a quien no se reparten
los propios bienes. Pero por la prodigalidad uno se perjudica a sí
mismo, pues dice el Filósofo, en IV Ethic., que la destrucción de las riquezas necesarias para la vida es una
especie de destrucción de uno mismo. Pero peca más gravemente
quien se perjudica a sí mismo, conforme a las palabras del Eclo 14,5: El que para sí es malo, ¿para quién será bueno? Por tanto, la
prodigalidad será pecado más grave que la avaricia.
2. El desorden que se da con alguna circunstancia laudable
es menos malo. Pero el desorden de la avaricia va acompañado alguna
vez de una circunstancia laudable, como aparece claro en los que no
quieren gastar sus bienes ni recibir los ajenos. Por el contrario, el
desorden de la prodigalidad aparece con una circunstancia vituperable;
de ahí que atribuimos la prodigalidad a los libertinos, según
el Filósofo en IV Ethic.. Por tanto, la
prodigalidad es un pecado más grave que la avaricia.
3. La prudencia es la principal entre las virtudes
morales, como hemos dicho antes (
q.66 a.1 ad 1;
1-2 q.61 a.2 ad 1).
Pero la prodigalidad se opone más a la prudencia que a la avaricia,
pues leemos en Prov 21,20:
Codiciable y pingüe tesoro hay en la
casa del justo, pero el imprudente lo disipa. Y el Filósofo dice
en IV
Ethic. que
es propio del necio dar en
abundancia y no recibir. Por tanto, la prodigalidad es un pecado
más grave que la avaricia.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: el pródigo parece mucho mejor que el avaro.
Respondo: La prodigalidad, considerada en sí
misma, es menor pecado que la avaricia por tres razones. Primera,
porque la avaricia dista más de su virtud opuesta. En efecto, es más
propio del liberal el dar, en lo que se excede el pródigo, que el
adquirir o el retener, en lo que se excede el avaro.
Segunda, porque el pródigo es útil a muchos, es decir, a
quienes da; en cambio, el avaro a nadie es útil, ni a sí
mismo, como leemos en IV Ethic..
Tercera, porque la prodigalidad se cura fácilmente, ya porque
disminuye con la edad —la vejez es contraria a la prodigalidad—, ya
porque, de tanto gastar inútilmente, llega con facilidad a la
indigencia; y así, una vez pobre, no puede seguir desperdiciando sus
bienes; ya también por su afinidad con la virtud de la liberalidad, a
la que se llega fácilmente. Pero el avaro no se cura
así de fácil, por la razón antes indicada (q.118 a.5 ad3).
A las objeciones:
1. La diferencia entre el pródigo
y el avaro no está en que uno peque contra sí mismo y el otro contra
el prójimo. Porque el pródigo peca contra sí mismo al ir gastando sus
bienes, necesarios para su existencia, y peca también contra el
prójimo derrochando los bienes con que debía atender a otros. Este
defecto es evidente en los clérigos que son dispensadores de los
bienes de la Iglesia, que son patrimonio de los pobres, a quienes
defraudan gastándolos pródigamente. De la misma forma
también el avaro peca contra otros al no dar lo que debe, y peca
contra sí mismo por no gastar lo necesario para sí; por eso en Ecl 6,2
se dice del avaro que es un hombre a quien Dios concedió riquezas,
pero no le dio la posibilidad de disfrutarlas. No obstante, el
pródigo le aventaja en esto: en que se perjudica a sí y a algunos,
pero es útil para otros. En cambio, el avaro ni a sí ni a otros
aprovecha porque no se atreve a usar de las riquezas ni siquiera para
su propia utilidad.
2. Cuando se habla comúnmente de
los vicios, los juzgamos según su propia naturaleza; así, en la
prodigalidad consideramos la excesiva facilidad para gastar los
bienes, y en la avaricia para retenerlos inútilmente. Pero el hecho de
que uno gaste excesivamente por libertinaje está indicando a la vez
otros pecados Por eso se dice en IV Ethic. que tales pródigos son peores. Pero el que el iliberal o avaro se
abstenga de recibir lo ajeno, aunque en sí parezca laudable, sin
embargo, es censurable por el motivo con que lo hace porque no quiere
recibir de unos para no verse obligado a darlo a otros.
3. Todos los vicios se oponen a
la prudencia, lo mismo que todas las virtudes se rigen por ella. Por
tanto, un vicio que se oponga solamente a la prudencia se considera
más leve.