Artículo 1:
¿Pone la gracia algo en el alma?
lat
Objeciones por las que parece que la gracia no pone nada en el
alma.
1. Se dice que el hombre posee la gracia de Dios; pero también se
dice que tiene la gracia de otro hombre, como se ve por la expresión
de Gén 39,21: El Señor concedió a José gracia a los ojos del jefe
de la prisión. Ahora bien, el hecho de que un hombre tenga la
gracia de otro no supone nada en el primero, sino más bien cierta
complacencia en quien le otorga su gracia. Luego cuando se dice que el
hombre tiene la gracia de Dios no se entiende que esto ponga algo en
su alma, sino sólo que Dios se complace en él.
2. Como el alma vivifica el cuerpo así Dios vivifica el alma, por lo
que se dice en Dt 30,20: Dios es tu vida. Pero el alma vivifica
el cuerpo de manera inmediata. Luego tampoco hay nada intermedio entre
Dios y el alma, ni la gracia pone realidad alguna
creada en el alma.
3. Comentando las palabras de Rom 1,7: La gracia y la paz sean con
vosotros, dice la Glosa que la gracia es
la remisión de los pecados. Pero la remisión de los pecados no
pone nada real en el alma, sino únicamente en Dios, que no imputa el
pecado, de acuerdo con aquello del Sal 31,2: Dichoso el varón a
quien Dios no le imputa el pecado. Luego la gracia no induce
realidad alguna en el alma.
Contra esto: está el hecho de que la luz pone algo real en el sujeto
iluminado. Mas la gracia es como la luz del alma, y así dice San
Agustín en el libro De natura et gratia: Merecidamente la luz de la verdad abandona a los prevaricadores de la
ley, con lo cual se vuelven ciegos. Luego la gracia pone algo en
el alma.
Respondo: El lenguaje usual nos ofrece tres
acepciones de la gracia. En primer lugar significa el amor que se
siente hacia alguien. Y así se dice que un soldado tiene la gracia del
rey, esto es, que el rey lo encuentra grato. En segundo lugar designa
un don concedido gratuitamente. De aquí la expresión: «Te concedo esta
gracia». Finalmente, se toma por el reconocimiento con que se
corresponde a un beneficio gratuito, y así se habla de dar gracias por
los beneficios recibidos. Mas la segunda de estas acepciones depende
de la primera; pues es el amor que se siente hacia alguno lo que
impulsa a concederle algo gratuitamente. Y, a su vez, de la segunda
acepción se deriva la tercera, pues cuando se recibe un beneficio
gratuitamente es cuando se dan gracias por él. Ahora bien, en las dos
últimas acepciones es manifiesto que la gracia supone algo real en
quien la recibe, ya sea el don gratuito, ya sea el reconocimiento por
este don. Pero en la primera acepción hay que tener en cuenta la
diferencia entre la gracia de Dios y la del hombre. Pues, como el bien
de la criatura proviene de la voluntad divina, cuando el amor de Dios
quiere el bien de la criatura se produce en ésta un bien real. En
cambio, la voluntad humana es movida por el bien que preexiste en las
cosas, y por eso el amor del hombre no causa totalmente el bien de las
cosas, sino que lo presupone, al menos en parte. Es, pues, manifiesto
que cualquier acto del amor divino induce en la criatura un bien, que
se produce en un momento del tiempo, aunque el amor divino es eterno.
Y así, según las diferencias de este bien, podemos inferir la
existencia de un doble amor de Dios a la criatura. Uno común, en
cuanto
ama todas las cosas que existen, según se dice en Sab
11,25, por el que otorga a las cosas creadas su ser natural. Otro
especial, por el que eleva la criatura racional sobre su condición
natural haciéndola partícipe del bien divino. Y éste es el amor con el
que se puede decir que Dios ama a alguien absolutamente, porque en
este caso Dios quiere absolutamente para la criatura el bien eterno,
que es él mismo.
Así, pues, cuando se dice que el hombre tiene la gracia divina se
entiende que en él hay una realidad sobrenatural que proviene de Dios.
A veces, sin embargo, se da también el nombre de gracia al mismo amor
eterno que hay en Dios, que por eso es llamado gracia de
predestinación, por el cual Dios predestina o elige a algunos
gratuitamente y no en virtud de sus méritos, según aquello de Ef
1,5: Nos predestinó a ser hijos adoptivos suyos para la
glorificación de su gracia.
A las objeciones:
1. Como en el caso de la gracia de
Dios, también cuando se habla de la gracia del hombre se entiende que
en el agraciado hay algo que lo hace grato. Pero con una diferencia.
Porque lo que el hombre encuentra grato en otro se
presupone a su amor; en cambio, lo que hace al hombre grato a Dios es
causado por el amor divino, como ya dijimos.
2. Dios es vida del alma como
causa eficiente; en cambio, el alma es vida del cuerpo como causa
formal. Ahora bien, entre la forma y la materia no hay nada
intermedio, pues la forma informa por sí misma; pero el agente no
informa la materia por sí mismo, sino mediante la forma que causa en
ella.
3. San Agustín declara en el
libro
Retract.:
Cuando dije que la gracia
consiste en la remisión de los pecados, y la paz en la reconciliación
con Dios, no se ha de entender como si la paz y la reconciliación no
pertenecieran a la gracia general, sino en el sentido de que el término «gracia» significa especialmente la remisión de los pecados.
Por tanto, a la gracia no pertenece solamente la remisión de los
pecados, sino también otros muchos dones, divinos. E incluso la misma
remisión de los pecados no se produce sino mediante algún efecto
causado por Dios en nosotros, como veremos luego (
q.113 a.2)
Artículo 2:
¿Es la gracia una cualidad del alma?
lat
Objeciones por las que parece que la gracia no es una cualidad del
alma.
1. Las cualidades no obran sobre su propio sujeto, pues, como no
obran sino en virtud de la acción del sujeto, se seguiría que el
sujeto obra sobre sí mismo. Ahora bien, la gracia obra sobre el alma,
justificándola. Luego no es una cualidad.
2. La sustancia es más noble que la cualidad. Pero la gracia es, a su
vez, más noble que la naturaleza del alma, puesto que, como hemos
visto (
q.109), nos capacita para muchas cosas para las que no se basta
la naturaleza. Luego la gracia no es una cualidad.
3. Ninguna cualidad permanece en cuanto deja de existir en su sujeto.
La gracia, en cambio, permanece, pues de desaparecer tendría que ser
reducida a la nada, ya que de la nada fue creada según el Apóstol, que
en Gal 6,15, le llama «nueva criatura». Luego la gracia no es
cualidad.
Contra esto: está lo que, a propósito del pasaje de Sal 103,15: para
que el óleo alegre su rostro, dice la Glosa: Es la gracia la que comunica al alma el esplendor que nos hace
acreedores al amor divino. Pero el esplendor del alma, al igual
que la belleza del cuerpo, es una cualidad. Luego la gracia es una
cualidad.
Respondo: Como ya vimos (
a.1), decir que
alguien tiene la gracia divina equivale a decir que hay en él un
efecto producido gratuitamente por la voluntad de Dios. Pero también
habíamos visto antes (
q.109 a.1.2.5) que el hombre recibe la ayuda
gratuita de Dios de dos maneras. En primer lugar, por cuanto el alma
del hombre es movida por Dios a conocer, querer u obrar algo. Y en
este caso el efecto gratuito inducido en el hombre no es una cualidad,
sino un movimiento del alma, puesto que, según dice el Filósofo en III
Physic.,
la acción del motor sobre el móvil
es un movimiento.
En segundo lugar, la voluntad divina ayuda gratuitamente al hombre
infundiendo en su alma un don habitual. Y tiene que ser así, porque no
es congruente que el amor de Dios provea menos a quienes llama a la
posesión del bien sobrenatural que a quienes promueve a la posesión
del bien natural. Mas en el orden natural provee a las creaturas no
sólo moviéndolas a sus actos naturales, sino también comunicándoles
determinadas formas y virtudes, que sean principio de estos actos, y
merced a las cuales se ven inclinadas por sí mismas a sus propios
movimientos; y así estos movimientos recibidos de Dios se les hacen
connaturales y fáciles, según aquello de Sab 8,5: Dispone todo con
suavidad. Por consiguiente, con mucha más razón infunde en
aquellos a quienes mueve a conseguir el bien sobrenatural eterno
ciertas formas o cualidades sobrenaturales, mediante las cuales pueden
ser movidos por El con suavidad y prontitud a la
consecución de aquel bien. Y así resulta que el don de la gracia es
una cualidad.
A las objeciones:
1. La gracia, como cualidad, se
dice que obra en el alma no a manera de causa eficiente, sino de causa
formal; de la misma manera que la blancura es causa de lo blanco y la
justicia de lo justo.
2. La sustancia o es la naturaleza
misma de aquello de lo que es sustancia, o bien una de sus partes, en
el sentido en que la materia o la forma se dicen sustancia. Por eso,
como la gracia está por encima de la naturaleza humana, no puede ser
ni sustancia ni forma sustancial de la misma, sino que es una forma
accidental del alma. Pues lo que existe sustancialmente en Dios se
realiza accidentalmente en el alma que participa de la bondad divina,
como se ve claramente en el caso de la ciencia. Así, pues, dado que el
alma participa de la bondad divina de manera imperfecta, la
participación como tal, que es la gracia, tiene su existencia en el
alma de un modo menos perfecto que el del alma subsistente por sí
misma. En cuanto expresión o participación de la bondad divina es más
noble que el alma; pero no en cuanto al modo de ser.
3. Según la fórmula de
Boecio el ser del accidente es estar en algo. De
aquí que el accidente no se llama ente porque tenga ser, sino porque
algo tiene ser por él, y según dice el Filósofo en VIII Metaphys., más bien se le llama «del ente» que
«ente». Ahora bien, dado que el ente se genera o se corrompe en la
medida en que tiene ser, ningún accidente se genera o se corrompe en
sentido estricto, sino que se dice que se genera o corrompe porque el
sujeto comienza o termina de estar en acto en cuanto a ese accidente.
De acuerdo con esto, también se dice que la gracia es creada, porque
los hombres son creados según la gracia, es decir, constituidos en un
nuevo ser; y de la nada, esto es, no por mérito, según aquello de Ef
2,9: Creados en Cristo Jesús, para hacer buenas
obras.
Artículo 3:
¿La gracia es lo mismo que la virtud?
lat
Objeciones por las que parece que la gracia es lo mismo que la
virtud.
1. Según dice San Agustín en el libro De spiritu et littera, cuando obra la gracia es la fe la que
obra por el amor. Pero la fe que obra por el amor es una virtud.
Luego la gracia es virtud.
2. Las cosas que convienen en la definición convienen en lo definido.
Ahora bien, las definiciones de la virtud dadas por santos y filósofos
valen también para la gracia. Pues la gracia hace bueno a quien la
tiene y hace que sean buenas sus obras; y también
es una cualidad buena de la mente que inclina a vivir
rectamente, etc. Luego la gracia es una
virtud.
3. La gracia es una cualidad. Pero es claro que no pertenece a la
cuarta especie de cualidad, «la forma y la figura», puesto que la
gracia no es corporal. Tampoco cabe en la tercera especie, «la pasión
y la cualidad pasible», porque ésta, según prueba el Filósofo en VII
Physic. reside en la parte sensitiva del alma,
mientras que la gracia está principalmente en la parte intelectiva. Ni
pertenece tampoco a la segunda especie, «la potencia e impotencia
naturales», porque la gracia está por encima de la naturaleza y no es
indiferente al bien y al mal, como la potencia natural. No puede, por
tanto, ser incluida más que en la primera especie, que es «el hábito y
la disposición». Ahora bien, los hábitos de la mente son virtudes,
según vimos arriba (
q.56 a.3;
q.57 a.1.2). Luego la gracia es lo
mismo que la virtud.
Contra esto: está el que, de ser una virtud, la gracia sería en todo
caso alguna de las tres virtudes teologales. Pero no es ni la fe ni la
esperanza, puesto que éstas pueden darse sin la gracia santificante.
Tampoco es la caridad, porque, como dice San Agustín en el libro De
praedestinatione sanctorum, la gracia precede a
la caridad. Luego la gracia no es virtud.
Respondo: Algunos dijeron que la gracia y la
virtud son esencialmente la misma cosa, con una mera distinción de
razón: se llamaría gracia porque hace al hombre grato a Dios o porque
se concede gratuitamente, y se llamaría virtud porque perfecciona al
hombre en orden al bien obrar. Y tal parece ser el pensamiento de
Pedro Lombardo en II
Sent.
Pero si se tiene en cuenta la noción exacta de virtud, esta opinión
no puede admitirse. Porque, según dice el Filósofo en VII Physic., la virtud es una disposición de lo
perfecto, entendiendo por perfecto lo que está dispuesto en
consonancia con la naturaleza. De donde se infiere que no se puede
hablar de virtud sino en función de una naturaleza preexistente, de
modo que hay virtud cuando todo está dispuesto de acuerdo con lo que
es propio de esa naturaleza. Ahora bien, las virtudes adquiridas
mediante los actos humanos, de las que ya hemos hablado (q.55s), son
disposiciones por las que el hombre queda convenientemente dispuesto
de acuerdo con su propia naturaleza. En cambio, las virtudes infusas
disponen al hombre de una manera más elevada y en orden a un fin más
alto; luego lo disponen también en función de una naturaleza de orden
superior. Lo hacen, en efecto, en función de la naturaleza divina
participada, por lo cual se dice en 2 Pe 1,4: Nos puso en posesión
de las más grandes y preciosas promesas, para
hacernos por ellas partícipes de la naturaleza divina. Y merced a
la recepción de esta naturaleza se dice que somos reengendrados como
hijos de Dios.
Por tanto, así como la luz natural de la razón es cosa distinta de
las virtudes adquiridas, que se desarrollan en función de esa luz
natural, así también la misma luz de la gracia, por la que
participamos de la naturaleza divina, es cosa distinta de las virtudes
infusas, que se derivan de esa luz y a ella se ordenan. Por eso dice
el Apóstol en Ef 5,8: Fuisteis algún tiempo tinieblas, pero ahora
sois luz del Señor; andad, pues, como hijos de la luz. Porque, así
como las virtudes adquiridas perfeccionan al hombre para que ande en
consonancia con la luz natural de la razón, así las virtudes infusas
lo perfeccionan para que marche de acuerdo con la luz de la
gracia.
A las objeciones:
1. Si San Agustín llama «gracia» a
la fe que obra por amor, es porque este acto de fe que obra a impulsos
de la caridad es el primer acto en que se manifiesta la gracia
santificante.
2. El «bien» de que se habla en la
definición de la virtud ha de entenderse en función de una naturaleza
preexistente, ya esencial, ya participada. En cambio, el ser buena no
se atribuye a la gracia de esta manera, sino en cuanto es raíz de la
bondad en el hombre, según ya dijimos.
3. La gracia se reduce a la
primera especie de cualidad. Sin embargo, no se
identifica con la virtud, sino que es una disposición que se presupone
a las virtudes infusas como principio y raíz de las
mismas.
Artículo 4:
¿La gracia tiene por sujeto la esencia del alma o bien alguna de sus
potencias?
lat
Objeciones por las que parece que la gracia no tiene por sujeto la
esencia del alma, sino alguna de sus potencias.
1. Según dice San Agustín en
Hypognost., la
gracia es a la voluntad o libre albedrío
lo que el jinete al
caballo. Pero la voluntad o libre albedrío es una potencia, como
dijimos en la
Parte I (
q.83 a.2). Luego tiene por sujeto una
potencia del alma.
2. El mérito del hombre se deriva de la gracia, como dice San
Agustín. Pero el mérito es propio de los actos, y todo
acto procede de una potencia. Luego parece que la gracia es una
perfección de alguna de las potencias del alma.
3. Si la esencia del alma es sujeto de la gracia, sìguese que el alma
es capaz de la gracia por el mero hecho de tener esencia. Pero esto es
falso, porque equivale a decir que toda alma es capaz de la gracia.
Luego la esencia del alma no es el sujeto propio de la
gracia.
4. La esencia del alma es anterior a sus potencias. Mas lo anterior
puede ser concebido sin lo posterior. Luego podríamos concebir la
gracia en el alma abstrayendo de cualquiera de sus
partes o potencias, es decir, de la voluntad, del entendimiento, etc.
Pero esto entraña graves inconvenientes.
Contra esto: está el hecho de que por la gracia somos regenerados como
hijos de Dios. Pero la generación tiene por término la esencia con
prioridad sobre las potencias. Luego la gracia reside en la esencia
del alma antes que en las potencias.
Respondo: Esta cuestión depende de la
precedente. Porque si la gracia se identifica con la virtud,
necesariamente tendría su sujeto en las potencias, ya que el sujeto
propio de las virtudes son las potencias del alma, como se dijo arriba
(
q.56 a.1). Pero si se distingue de la virtud, no se puede decir que
tenga por sujeto las potencias, porque toda perfección de las
potencias del alma tiene razón de virtud, como también queda dicho
(
q.55 a.1). Síguese, pues, que, siendo la gracia anterior a la virtud,
debe tener también un sujeto anterior a las potencias, y este sujeto
debe ser la esencia del alma. Pues, así como en la potencia
intelectiva participa el hombre del conocimiento divino por la virtud
de la fe, y en la facultad volitiva participa del amor divino por la
virtud de la caridad, así en la esencia del alma participa, según
cierta semejanza, de la naturaleza divina mediante una suerte de
generación o de creación nuevas.
A las objeciones:
1. De la esencia del alma brotan
sus potencias, que son los principios de sus operaciones; y de manera
semejante, de la gracia misma fluyen sobre las potencias del alma las
virtudes, que mueven estas potencias a sus actos. Por eso la relación
que hay entre la gracia y la voluntad es la que se da entre el motor y
el móvil, y en este sentido hay que entender el ejemplo del jinete y
el caballo; no la que existe entre el accidente y su
sujeto.
2. Con lo cual queda también
resuelto el segundo argumento en contra. Pues la gracia es principio
de la obra meritoria mediante sus virtudes, lo mismo que la esencia
del alma es principio de las operaciones vitales mediante las
potencias.
3. Sólo el alma que pertenece a la
especie intelectual o naturaleza racional es sujeto de la gracia. Pero
el alma no se constituye en su especie por las potencias, ya que estas
son propiedades naturales del alma consiguientes a su especie; sino
que es por su esencia por lo que difiere específicamente de las demás
almas, las de los animales brutos y de las plantas. Por eso, de que el
sujeto de la gracia sea la esencia del alma no se sigue que cualquier
alma pueda ser sujeto de la gracia, pues esto es propio de la esencia
del alma en cuanto pertenece a una determinada especie.
4. Las potencias del alma son
propiedades naturales consiguientes a la especie; el alma no puede,
por tanto, existir sin ellas. Pero aun en el supuesto de que existiera
sin ellas, el alma sería específicamente intelectual o racional no ya
por tener en acto estas potencias, sino por razón de su esencia
específica, que está naturalmente ordenada a tenerlas.