Artículo 1:
¿Es buena la división en gracia que nos hace gratos y gracia
gratisdata?
lat
Objeciones por las que parece que esta división de la gracia no es
correcta.
1. La gracia es un don de Dios, como consta por lo ya dicho (
q.110 a.1). Pero el hombre no es grato a Dios porque haya recibido algo de
El, sino que, más bien a la inversa, Dios le concede gratuitamente un
don porque lo encuentra grato. Luego no existe la gracia que nos hace
gratos.
2. Se da gratuitamente lo que se otorga sin mérito previo. Pero el
bien mismo de la naturaleza se da al hombre sin que le preceda mérito
alguno, puesto que la naturaleza se presupone al mérito. Luego la
naturaleza es también dada gratuitamente por Dios. Ahora bien,
naturaleza y gracia son contrapuestas. Si, pues, la nota de gratuidad
se encuentra también fuera del género de la gracia, no es correcto
considerarla como diferencia de la gracia.
3. Toda división debe hacerse por vía de oposición. Pero la misma
gracia que nos hace gratos, por la que somos justificados, también nos
la concede Dios gratuitamente, según las palabras del Apóstol en Rom
3,24: Somos justificados gratuitamente por su gracia. Luego, en
la división de la gracia, la que nos hace gratos no debe contraponerse
a lo que se da gratuitamente.
Contra esto: está que el Apóstol atribuye a la gracia estas dos notas:
que nos hace gratos a Dios y que se nos da gratuitamente. Sobre la
primera de ellas dice en Ef 1,6: Nos hizo gratos en su amado
Hijo. Y sobre la segunda se expresa así en Rom 11,6: Pero si
por la gracia, ya no es por las obras, que entonces la gracia ya no
sería gracia. Cabe, por tanto, distinguir entre sí la gracia que
tiene una sola de las notas y la que tiene las dos.
Respondo: Según dice el Apóstol en Rom 13,1, las cosas que proceden de Dios son ordenadas. Pero este orden de
las cosas consiste en que unas son conducidas a Dios mediante otras,
como precisa Dionisio en De cael. hier.
Así pues, como la gracia tiene por objeto conducir los
hombres a Dios, ha de hacerlo de acuerdo con ese orden, de modo que
unos sean conducidos a Dios mediante otros. En consecuencia, hay que
distinguir dos suertes de gracia: aquella por la cual el hombre se une
a Dios, que es la que nos hace gratos; y aquella merced a la cual un
hombre coopera con otro para que se convierta a Dios. Esta segunda es
la que se dice «gratisdata», porque sobrepasa la capacidad natural y
los méritos personales de quien la recibe. Y como no se da para la
justificación del propio depositario, sino más bien para que éste
coopere a la justificación de otro, por eso no recibe el nombre de
gracia que hace grato. De ella dice el Apóstol en 1 Cor 12,7: A
cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para que sea
útil, es decir, para que ayude a los demás.
A las objeciones:
1. La gracia no nos hace gratos por
vía de causa eficiente, sino de causa formal; porque por ella el
hombre es justificado y se hace digno de ser llamado agradable a Dios.
Es lo que dice el Apóstol en Col 1,12: Nos ha hecho dignos de
participar de la herencia de los santos en el reino de la
luz.
2. Al ser dada gratuitamente, la
gracia excluye la razón de débito. Pero se puede hablar de un doble
débito. Uno es el que se deriva del mérito y, como tal, se refiere a
la persona, pues sólo la persona hace obras meritorias, según aquello
del Apóstol en Rom 4,4: Al que trabaja no se le computa el salario
como gracia, sino como deuda. El otro es consiguiente a la
condición propia de cada naturaleza, y así decimos que al hombre le es
debida la facultad racional y todo aquello que compete a la naturaleza
humana. Y en ninguno de estos dos casos se habla de débito porque Dios
tenga obligación alguna respecto de la criatura, sino más bien porque
la criatura debe someterse a Dios para que se cumpla en ella la
ordenación divina, la cual establece que tal naturaleza tenga tales
condiciones o propiedades y que la que obra tales cosas consiga tales
otras. Así pues, los dones naturales no responden a un débito en el
primer sentido, sino sólo en el segundo; pero los sobrenaturales, ni
en un sentido ni en otro, y por eso el nombre de gracia les conviene a
éstos con especial propiedad.
3. La gracia que nos hace gratos
añade a la razón de gracia gratisdata algo que también pertenece al
concepto de gracia: el hacer al hombre grato a Dios. Por eso, la
gracia gratisdata, aunque carece de esta nota, conserva el nombre
común de gracia, como sucede en otras muchas clasificaciones. Y así,
se da la requerida oposición entre las dos partes de la división, pues
una de las gracias nos hace gratos y la otra no nos hace
gratos.
Artículo 2:
¿Se divide correctamente la gracia en operante y cooperante?
lat
Objeciones por las que parece que la división de la gracia en
operante y cooperante no es correcta.
1. La gracia es un accidente, como ya queda dicho (
q.110 a.2 ad 2).
Pero el accidente no puede obrar en su sujeto. Luego ninguna gracia
debe llamarse operante.
2. Si la gracia obra algo en nosotros es sobre todo nuestra
justificación. Pero la justificación no es obra exclusivamente de la
gracia, pues a propósito de las palabras de Jn 14,12, las obras que
yo hago también él las hará, comenta San Agustín: El que te creó sin ti no te salvará sin ti.
Luego ninguna gracia puede llamarse operante en sentido
absoluto.
3. Cooperar con otro parece ser propio del agente inferior, no del
principal. Pero en su concurso con el libre albedrío la gracia obra
como agente principal, según aquello de Rom 9,16: No es del que
quiere ni del que corre, sino de Dios, que tiene misericordia.
Luego la gracia no puede llamarse cooperante.
4. La división debe hacerse por miembros opuestos. Pero obrar y
cooperar no son opuestos, pues un mismo agente puede obrar y cooperar.
Luego la división de la gracia en operante y cooperante no es
correcta.
Contra esto: Está lo que dice San Agustín en el libro De grat. et
lib. arb.: Dios perfecciona con su cooperación
lo que inició en nosotros con su acción. Porque él es quien comienza
obrando para que queramos, y acaba cooperando cuando ya queremos.
Mas las operaciones con que Dios nos mueve al bien pertenecen a la
gracia. Luego con razón la gracia se divide en operante y
cooperante.
Respondo: Como ya dijimos (
q.109 a.2,3,6,9;
q.110 a.2), la gracia puede entenderse de dos maneras. O es un auxilio
divino que nos mueve a querer y obrar el bien, o es un don habitual
que Dios infunde en nosotros. Y en ambos sentidos la gracia puede ser
dividida en operante y cooperante. La operación, en efecto, no debe
ser atribuida al móvil, sino al motor. Por consiguiente, cuando se
trata de un efecto en orden al cual nuestra mente no mueve, sino sólo
es movida, la operación se atribuye a Dios, que es el único motor, y
así tenemos la «gracia operante». Si, en cambio, se trata de un efecto
respecto del cual la mente mueve y es movida, la operación se atribuye
no sólo a Dios, sino también al alma. Y en este caso tenemos la
«gracia cooperante».
Ahora bien, en nosotros hay un doble acto. El primero es el interior
de la voluntad. En él la voluntad es movida y Dios es quien mueve,
sobre todo cuando la voluntad comienza a querer el bien después de
haber querido el mal. Y puesto que Dios es quien mueve la mente humana
para impulsarla a este acto, la gracia se llama en este caso operante.
El otro acto es el exterior. Como éste se debe al imperio de la
voluntad, según expusimos arriba (q.17 a.9), es claro que en este caso
la operación debe atribuirse a la voluntad. Pero, como aun aquí Dios
nos ayuda, ya interiormente, confirmando la voluntad para que pase al
acto, ya exteriormente, asegurando su poder de ejecución, la gracia en
cuestión se llama cooperante. Por eso San Agustín, tras sus palabras
arriba citadas (En camb.), añade: Obra para que queramos; y cuando
ya queremos, coopera para que acabemos la obra. Por consiguiente,
si se toma la gracia como una moción gratuita de Dios, por la que nos
impulsa a realizar un bien meritorio, con razón se la divide en
operante y cooperante.
Por su parte, la gracia considerada como un don habitual tiene
también, al igual que cualquier otra forma, un doble efecto: primero
da el ser y, consiguientemente, da la operación. El calor, por
ejemplo, confiere a su sujeto el estar caliente y, en consecuencia, el
poder calentar su entorno. Así, pues, la gracia habitual, en cuanto
sana o justifica el alma haciéndola grata a Dios, se llama gracia
operante; en cuanto es principio de la obra meritoria, a la que
concurre también el libre albedrío, se llama gracia
cooperante.
A las objeciones:
1. Siendo la gracia una cualidad
accidental, no obra en el alma como causa eficiente, sino como causa
formal, a la manera de la blancura por la que se hace blanca una
superficie.
2. Dios no nos justifica sin
nosotros, porque con un movimiento del libre albedrío, al ser
justificados nos adherimos a la justicia que El nos infunde. Sin
embargo, ese movimiento no es causa de la gracia, sino su efecto. Toda
la operación pertenece, pues, a la gracia.
3. Se puede hablar de cooperación
no sólo cuando un agente secundario colabora con el agente principal,
sino también cuando se le ayuda a otro a alcanzar un fin que se ha
propuesto. Mas con la gracia operante Dios ayuda al hombre a querer el
bien. Y una vez adoptado este fin es cuando la gracia
coopera con nosotros.
4. Gracia operante y gracia
cooperante son la misma gracia, pero distinta en cuanto a sus efectos,
como acabamos de exponer.
Artículo 3:
¿Se puede dividir la gracia en preveniente y subsiguiente?
lat
Objeciones por las que parece que la gracia no se puede dividir en
preveniente y subsiguiente.
1. La gracia es efecto del amor divino. Pero el amor de Dios nunca es
subsiguiente, sino preveniente, según aquello de 1 Jn 4,10: No es
que nosotros hayamos amado a Dios, sino que es El quien nos amó
primero. Luego no se puede dividir la gracia en preveniente y
subsiguiente.
2. La gracia santificante es en el hombre una sola, puesto que una es
suficiente, según aquello de 2 Cor 12,9: Te basta mi gracia.
Pero una misma cosa no puede ser anterior y posterior. Luego la gracia
no se puede dividir en preveniente y subsiguiente.
3. La gracia la conocemos por sus efectos. Pero hay una infinidad de
efectos de la gracia, de los cuales unos preceden a los otros. Luego,
si por esto la gracia se dividiera en preveniente y subsiguiente,
habría infinitas especies de gracia. Pero el infinito no es objeto de
ciencia. Luego no podemos dividir la gracia en preveniente y
subsiguiente.
Contra esto: está el que la gracia de Dios procede de su misericordia, y
en los Salmos se leen estas dos cosas: Su misericordia me
preservará (Sal 58,11), y también: Su misericordia irá en pos
de mí (Sal 22,6). Luego con razón se divide la gracia en
preveniente y subsiguiente.
Respondo: Si por sus diversos efectos se divide
la gracia en operante y cooperante, el mismo fundamento permite
también dividirla, como quiera que se la tome, en preveniente y
subsiguiente. Porque los efectos de la gracia en nosotros son cinco:
primero, sanar el alma; segundo, hacerle querer el bien; tercero,
ayudarle a realizarlo eficazmente; cuarto, darle la perseverancia en
él; quinto, hacerle llegar a la gloria. Ahora bien, al producir en
nosotros el primero de estos efectos, la gracia es preveniente con
respecto al segundo, y al producir el segundo es subsiguiente con
relación al primero. Y como un mismo efecto puede ser anterior y
posterior en relación a otros, la gracia que lo produce puede ser
considerada a la vez como preveniente y subsiguiente, aunque bajo
distinto respecto. Y esto es lo que dice San Agustín en su obra De
nat. et grat.: Nos previene curándonos, y nos
sigue para que, ya sanos, nos mantengamos robustos; nos previene
llamándonos, y nos sigue para que alcancemos la gloria.
A las objeciones:
1. El amor de Dios hacia nosotros
es eterno; por eso no puede ser más que preveniente. Pero la gracia es
un efecto temporal que puede preceder a una cosa y seguir a otra. Y,
en consecuencia, puede ser preveniente y subsiguiente.
2. La gracia no es preveniente o
subsiguiente por su misma esencia, sino sólo por sus efectos, como ya
dijimos de la gracia operante y cooperante (
a.2 ad 4). Ni siquiera la
gracia subsiguiente que nos introduce en la gloria es numéricamente
distinta de la preveniente que nos justifica. Porque así como la
caridad de nuestra etapa terrena no desaparece, sino que alcanza su
plenitud en la patria celeste, otro tanto hay que decir de la luz de
la gracia, pues ni una ni otra entrañan imperfección.
3. Aunque los efectos de la gracia
pueden ser infinitos en número, como lo son los actos humanos, todos
ellos se reducen a determinadas especies. Y además todos coinciden en
precederse unos a otros.
Artículo 4:
¿Es apropiada la división que hace San Pablo de la gracia
gratisdata?
lat
Objeciones por las que parece que la división que hace San Pablo de
la gracia gratisdata no es apropiada.
1. Cualquier don que Dios nos concede gratuitamente puede ser llamado
gracia gratisdata. Mas los dones gratuitos, corporales y espirituales,
que Dios nos concede y que no pertenecen a la gracia que nos hace
gratos, son infinitos. Luego las gracias gratisdatas no son objeto de
ninguna división determinada.
2. La gracia gratisdata se contrapone a la gracia que nos hace
gratos. Mas la fe pertenece a este segundo orden, puesto que por ella
somos justificados, según aquello de Rom 5,1: justificados por la fe. Luego no se puede incluir la fe entre las gracias gratisdatas,
sobre todo si no se incluyen también otras virtudes, como la esperanza
y la caridad.
3. Obrar curaciones y hablar diversas lenguas son acciones
milagrosas. Interpretar discursos, a su vez, pertenece a la sabiduría
o ciencia, según aquello de Dan 1,17: Otorgó Dios a estos jóvenes
sabiduría y entendimiento en todas las letras y ciencias. Luego no
es correcta una división en la que el don de curaciones y el don de
lenguas se distinguen del poder de hacer milagros y la interpretación
de lenguas se contrapone a los dones de sabiduría y de
ciencia.
4. Al igual que la sabiduría y la ciencia, también el entendimiento y
el consejo, la piedad, la fortaleza y el temor de Dios son dones del
Espíritu Santo, según vimos arriba (
q.68 a.4). Luego también estos
últimos deberían ser incluidos entre las gracias gratisdatas.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en 1 Cor 12,8-10: A uno le
es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro, la palabra de
ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, fe en el mismo Espíritu; a
otro, don de curación en el mismo Espíritu; a otro, operación de
milagros; a otro, profecía; a otro, discreción de espíritus; a otro,
diversidad de lenguas; a otro, interpretación de lenguas.
Respondo: La gracia gratuitamente dada, como ya
dijimos (
a.1), tiene por objeto hacer que quien la recibe ayude a
otros a encaminarse a Dios. Esta ayuda no la puede prestar el hombre
mediante mociones interiores, que son exclusivas de Dios, sino sólo
mediante la acción exterior de la enseñanza y la persuasión. De aquí
que, bajo el concepto de gracia gratisdata, se comprende todo aquello
que el hombre necesita para instruir a otros en las verdades divinas
que sobrepasan la razón. Ahora bien, tres son las condiciones que para
esto ha menester: Primera, un conocimiento pleno de las verdades
divinas, que le permita enseñarlas a los demás; segunda, la
posibilidad de confirmar o probar lo que dice, sin lo cual su
enseñanza sería ineficaz; tercera, la capacidad de expresar
apropiadamente su pensamiento a los oyentes.
Para lo primero se requieren, a su vez, tres cualidades, al igual que
para el magisterio humano. Porque quien ha de instruir a otro en una
ciencia debe ante todo tener plena certeza de los principios de esa
ciencia. Y para esto pone el Apóstol la «fe», o certeza de las
verdades invisibles, que son los principios sobre los que descansa la
doctrina católica. Debe, en segundo lugar, inferir correctamente las
principales conclusiones de su ciencia. Y a esto responde el «hablar
con sabiduría», donde por sabiduría se entiende el conocimiento de las
cosas divinas. Necesita, finalmente, buen acopio de ejemplos y
conocimiento de los efectos que sirven a veces para esclarecer las
causas. Y a esto se ordena el «hablar con ciencia», es decir, con
conocimiento de las cosas humanas, pues lo que es invisible en Dios
se hace visible por las criaturas (Rom 1,20).
Para confirmar lo que se enseña, si se trata de verdades racionales,
se recurre a los argumentos; pero cuando se trata de verdades
superiores a la razón y reveladas por Dios, hay que confirmarlas
mediante manifestaciones del poder divino. Lo cual puede ocurrir de
dos maneras: o haciendo lo que sólo Dios puede hacer, mediante obras
milagrosas que se proponen, ya sea la reparación de los cuerpos, y a
esto se ordena la «gracia de las curaciones»; ya sea
la simple manifestación del poder divino, como cuando se detiene o se
oscurece el sol o se dividen las aguas del mar, y para esto está el
«poder de obrar prodigios». O bien, revelando lo que sólo Dios puede
conocer, ya sean los futuros contingentes, y para esto se pone la
«profecía»; ya sean los secretos de las conciencias, y para esto está
el «discernimiento de espíritus».
Finalmente, la facultad de expresarse requiere ante todo hablar un
idioma que pueda ser entendido, y para esto está el «don de lenguas»;
y exige además aclarar el sentido de lo que se dice, y a esto se
ordena la «interpretación de lenguas».
A las objeciones:
1. La denominación de gracia
gratisdata, como ya dijimos (
a.1), no se extiende a todos los
beneficios que Dios nos concede, sino sólo a aquellos que están por
encima de nuestras facultades naturales, como que un simple pescador
abunde en palabras de ciencia y sabiduría, y cosas semejantes. Y esto
es lo que aquí consideramos como gracias gratuitas.
2. La fe que se incluye aquí entre
las gracias gratuitas no es simplemente la virtud que justifica al
hombre en sí mismo, sino aquella que, alcanzando un grado eminente de
certidumbre, hace al sujeto particularmente idóneo para instruir a los
demás en las cosas de la fe. Por lo demás, la esperanza y la caridad
pertenecen a la parte apetitiva, a través de la cual ordenan el hombre
a Dios.
3. La gracia de las curaciones
queda distinguida del poder general de hacer milagros, porque entraña
una eficacia especial para conducir a la fe, ya que quien recibe el
beneficio de la salud corporal en virtud de la fe se siente
particularmente inclinado a abrazarla. Igualmente, hablar diversas
lenguas e interpretarlas revisten a este respecto una fuerza de
persuasión particular, y ésta es la razón de que tengan un puesto
especial entre las gracias gratisdatas.
4. La sabiduría y la ciencia
aparecen enumeradas entre las gracias gratisdatas y entre los dones
del Espíritu Santo. En el segundo caso, su razón de ser es la de
tornar la mente del hombre dócil a los impulsos del Espíritu Santo en
todo lo referente a la sabiduría y a la ciencia, de acuerdo con la
noción de los dones del Espíritu Santo que expusimos anteriormente
(
q.68 a.1.4). En cambio, como gracias gratisdatas, comportan un grado
particularmente elevado de ciencia y sabiduría, merced al cual su
depositario se encuentra capacitado no sólo para juzgar con rectitud
por sí mismo de las cosas divinas, sino también para instruir a otros
y refutar a los contradictores. Por eso entre las gracias gratisdatas
se enumera expresamente el «hablar con ciencia» y «con sabiduría»,
porque, como dice San Agustín en XIV
De Trinit. una
cosa es saber simplemente lo que se ha de creer para alcanzar la vida
bienaventurada, y otra saber esto mismo para ayudar a los piadosos y para defenderlo contra los impíos.
Artículo 5:
¿La gracia gratisdata es superior en dignidad a la gracia
santificante?
lat
Objeciones por las que parece que la gracia gratisdata es superior en
dignidad a la gracia que nos hace gratos.
1. El bien de la comunidad es superior al bien del individuo,
según dice el Filósofo en I
Ethic. Pero la gracia
santificante se ordena exclusivamente al bien del individuo, mientras
que la gracia gratisdata se ordena al bien común de toda la Iglesia,
según dijimos arriba (
a.1.4). Luego la gracia gratuita es superior a
la gracia santificante.
2. Se requiere más virtud para obrar sobre otro que para actuarse
sólo a sí mismo, como también ha de tener más claridad el cuerpo que
ilumina a otros que el que solamente luce sin iluminar a ninguno. De
aquí que también la justicia es la más excelente de las
virtudes, según dice el Filósofo en V Ethic., debido a que rectifica al hombre incluso en relación con sus
semejantes. Ahora bien, la gracia santificante se limita a
perfeccionar al hombre en sí mismo, mientras que por la gracia
gratisdata el hombre coopera a la perfección de los demás. Luego esta
última es superior en dignidad.
3. Lo que es propio de los mejores es superior a lo
que es común a todos. Razonar, por ejemplo, que es propio del hombre,
es más excelente que sentir, común a todos los animales. Mas la gracia
santificante es común a todos los miembros de la Iglesia, mientras que
la gracia gratuita es un don propio de los miembros más dignos de la
misma. Luego la gracia gratisdata es superior a la gracia
santificante.
Contra esto: está que el Apóstol, después de enumerar las gracias
gratisdatas, añade en 1 Cor 12,31: Os voy a mostrar un camino
todavía más perfecto. Y comienza a hablar de la caridad, que
pertenece a la gracia que nos hace gratos. Luego ésta es una gracia
más excelente que la gracia gratisdata.
Respondo: Una virtud es tanto más excelente
cuanto mira a un bien más alto. Por otra parte, el fin es siempre más
noble que los medios que a él conducen. Ahora bien, la gracia
santificante lleva inmediatamente al hombre a la unión con el último
fin. La gracia gratisdata, en cambio, le proporciona cierta
preparación para el fin último; pues la profecía, el milagro y otras
gracias de este género no hacen más que inducirnos a que nos unamos al
último fin. En consecuencia, la gracia santificante es mucho más
excelente que la gracia gratisdata.
A las objeciones:
1. Según dice el Filósofo en XII Metapbys., en toda multitud, como, por ejemplo, en
un ejército, se da un doble bien. Uno que se encuentra en la multitud
misma, como es el buen orden del ejército, y otro que está por encima
de la multitud, como es el bien del jefe. Y este segundo es el más
importante, porque incluso el primero se ordena a él. Pues bien, la
gracia gratisdata se ordena al bien común de la Iglesia, que es el
orden eclesial; pero la gracia santificante se ordena al bien común
trascendente, que es el mismo Dios. Por eso es más noble la gracia
santificante.
2. Si mediante la gracia
gratisdata se pudiera realizar en otro lo que se alcanza con la gracia
santificante, entonces aquélla sería, ciertamente, más noble, como es
más excelente la claridad iluminadora del sol que la de los cuerpos
iluminados. Pero por la gracia gratisdata el hombre no puede producir
en otro la unión con Dios, que él alcanza por la gracia santificante,
sino sólo ciertas disposiciones para esta unión. Por eso, no se sigue
que la gracia gratisdata sea más excelente. Porque tampoco en el fuego
es más noble el calor, por el que se manifiesta su esencia, que su
misma forma sustancial.
3. La sensación se ordena al
conocimiento racional como a su fin, y por eso el razonamiento es más
noble. Pero en el presente caso sucede a la inversa: lo particular se
ordena a lo común como a su fin. No hay, pues, paridad.