Artículo 1:
¿Puede o no puede Dios mover directamente la materia hacia la
forma?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no puede mover directamente la
materia hacia la forma:
1. Como lo prueba el Filósofo en VII Metaphys.,
que una forma esté en determinada materia no puede hacerlo sino otra
forma que esté en la materia; porque lo semejante hace
lo semejante a sí. Pero Dios no es una forma que esté en la materia.
Por lo tanto, Dios no puede causar la forma en la materia.
2. Si algún agente se relaciona con muchas cosas, no hará
ninguna a no ser que esté determinado a ello por algún otro, pues,
como se dice en III De Anima, el conocimiento
universal no mueve si no es particularizándose. Pero el poder divino
es la causa universal de todo. Por lo tanto, no puede producir una
forma particular si no es por medio de algún agente
particular.
3. Como el ser común depende de la primera causa
universal, así el ser determinado depende de causas particulares
determinadas, como dijimos (
q.104 a.2). Pero el ser determinado de una
cosa se debe a la forma propia.
Por lo tanto, las formas propias de las cosas no son producidas por
Dios a no ser por medio de causas particulares.
Contra esto: está lo que se dice en Gén 2,7: Formó Dios al hombre del
barro.
Respondo: Dios puede mover directamente la
materia a la forma. En efecto, el ser que está en potencia pasiva
puede ser reducido al acto por aquella potencia activa que contiene
bajo su poder dicha potencia pasiva. Así, pues, como la materia está
contenida bajo el poder divino, como producida por Dios, puede ser
reducida a acto por el poder divino. Esto es lo que significa mover la
materia hacia la forma; porque la forma no es otra cosa que el acto de
la materia.
A las objeciones:
1. El efecto puede asemejarse a su
causa de dos modos.
Uno, por la misma especie. Ejemplo: El
hombre engendra al hombre, el fuego al fuego.
Otro, por
contenido virtual, es decir, en cuanto que la forma del efecto está
virtualmente contenida en la causa. Ejemplo: Los animales engendrados
a partir de la putrefacción, las plantas y los minerales engendrados
por la virtud del sol y de los astros. Así, pues, el efecto se asemeja
a la causa según todo aquello a que se extiende la virtud del agente.
El poder de Dios se extiende a la forma y a la materia, como se dijo
(
q.14 a.11;
q.44 a.2). Por eso, el compuesto formado se asemeja a Dios
en cuanto que Dios lo contiene virtualmente, mientras que al compuesto
generador se asemeja con una semejanza específica. De ahí que, como el
compuesto generador puede mover la materia a la forma originando otro
compuesto semejante a sí, de igual modo puede Dios también hacerlo. No
puede, sin embargo, hacer esto ninguna otra forma que no exista en la
materia, porque la materia no está virtualmente contenida bajo el
poder de ninguna otra sustancia separada. Por lo tanto, los demonios y
los ángeles, al obrar sobre las cosas visibles, no lo hacen causando
ellos directamente las formas, sino sirviéndose de gérmenes
corporales.
2. Sería viable la objeción si
Dios obrase por necesidad natural. Pero como Dios obra por su voluntad
y entendimiento, que conoce las naturalezas particulares de todas las
formas, y no sólo las naturalezas universales, puede originar
concretamente cualquier forma de la materia.
3. La determinación misma que
tienen las causas segundas para producir efectos determinados les
viene de Dios. Ordenando, pues, Dios las otras causas a producir
determinados efectos, puede también producirlos El por sí
mismo.
Artículo 2:
¿Puede o no puede Dios mover directamente algún cuerpo?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no puede mover directamente
ningún cuerpo:
1. Siendo necesaria la unión del motor y del móvil, como se demuestra
en VII Physic., es preciso que se dé algún
contacto entre ambos. Pero entre Dios y los cuerpos no
puede haber tal contacto, pues dice Dionisio en c.1 De Div.
Nom.: No hay tacto alguno de Dios. Por lo
tanto, Dios no puede mover directamente ningún cuerpo.
2. Dios es motor inmóvil. Pero tal motor es el bien
apetecible en cuanto percibido. Luego Dios mueve en cuanto deseado y
percibido. Pero Dios no es percibido más que por el entendimiento, que
ni es cuerpo ni virtud corporal. Por lo tanto, Dios no puede mover
ningún cuerpo directamente.
3. El Filósofo en VIII
Physic.
demuestra que la potencia infinita mueve instantáneamente. Pero es
imposible que algún cuerpo sea movido instantáneamente, porque,
verificándose el movimiento entre términos opuestos, se seguiría que
dos cosas opuestas pertenecerían a tal cuerpo simultáneamente. Esto es
imposible. Por lo tanto, el cuerpo no puede ser movido directamente
por una potencia infinita. Ahora bien, la potencia de Dios es
infinita, como quedó establecido (
q.25 a.2). Por lo tanto, Dios no
puede mover ningún cuerpo directamente.
Contra esto: Dios realizó directamente la obra de los seis días, en la
que está incluido el movimiento de cuerpos, como consta por lo que se
dice en Gén 1,9: Acumúlense en un lugar las aguas. Por lo
tanto, Dios puede mover un cuerpo directamente.
Respondo: Es un error decir que Dios no pueda
hacer por sí mismo todos los efectos particulares que son hechos por
cualquiera de las causas creadas. Por tanto, siendo movidos los
cuerpos directamente por causas creadas, a nadie se le debe admitir a
dudar de que Dios pueda mover directamente cualquier
cuerpo.
Esto es deducible de lo dicho anteriormente (a.1). Porque todo
movimiento de cualquier cuerpo, o procede de su forma, como el
movimiento local de los cuerpos graves y ligeros, que les viene de la
forma dada por el generante, que por esto es llamado motor; o es una
tendencia a alguna forma, como la calefacción es vía para la forma de
fuego. Ahora bien, a uno mismo pertenece imprimir la forma, disponer
de ella y dar el movimiento que le sigue. Así, el fuego no sólo
engendra otro fuego, sino que a la vez calienta y mueve hacia arriba.
Así, pues, pudiendo Dios imprimir directamente la forma en la materia,
se sigue de aquí que pueda mover cualquier clase de cuerpo en
cualquier clase de movimiento.
A las objeciones:
1. Hay dos clases de contacto:
físico o corporal, que existe entre dos cuerpos que se tocan; y el
virtual, como al decir, por ejemplo, que el que entristece toca al
entristecido. Por ser Dios incorpóreo, no puede ni tocar ni ser tocado
del primer modo. Según el contacto virtual, toca al mover a las
criaturas, aunque no puede ser tocado, porque está fuera del alcance
de toda virtud natural de las criaturas. En este sentido entendió
Dionisio que no hay tacto de Dios, esto es, que Dios sea
tocado.
2. Dios mueve en cuanto deseado y
percibido. Pero no es necesario que en todo caso mueva como deseado y
percibido por aquel que es movido, bastando que sea deseado y conocido
por Sí mismo, porque Dios lo hace todo por su bondad.
3. El Filósofo en VIII Physic. intenta probar que la virtud del primer
motor es una virtud no cuantitativa, del siguiente modo: La virtud del
primer motor es infinita; y lo prueba por el hecho de
que puede mover por tiempo infinito, pero una virtud infinita, si
fuese cuantitativa, movería sin tiempo. Esto es imposible. Por lo
tanto, es necesario que la virtud infinita del primer motor no sea
cuantitativa. Lo que de aquí se deduce es que el moverse un cuerpo sin
tiempo no se debe más que a una virtud cuantitativamente infinita. El
porqué de esto radica en que la virtud cuantitativa mueve siempre con
toda su intensidad, puesto que obra por necesidad de naturaleza. Pero
la potencia infinita excede sin proporción a toda potencia finita, y,
por otra parte, cuanto mayor es la potencia del motor, tanto mayor es
la velocidad del movimiento. Por lo tanto, si toda potencia finita
mueve en un tiempo determinado, se sigue que la
potencia infinita ha de mover sin tiempo alguno. Porque entre dos
tiempos hay siempre alguna proporción. Pero la virtud que no es
cuantitativa es virtud de algún ser inteligente, el cual obra en sus
efectos según lo que les conviene. Así, pues, aunque no competa al
cuerpo ser movido sin tiempo, no se sigue que la virtud divina le
mueva sin tiempo.
Artículo 3:
¿Mueve o no mueve Dios directamente el entendimiento
creado?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no mueve directamente el
entendimiento creado:
1. La acción del entendimiento procede del mismo entendimiento en que
se realiza, ya que es una acción que no pasa a algo exterior, como se
dice en IX Metaphys. Pero la acción del que es
movido por otro no procede de aquel en quien está, sino de aquel que
mueve. Por lo tanto, el entendimiento no es movido por otro, y, así,
parece que Dios no puede mover al entendimiento.
2. Lo que tiene en sí principio suficiente de su movimiento
no es movido por otro. Pero el movimiento del entendimiento es su
propio entender. Por eso se dice que el entender o sentir es cierto
movimiento, según el Filósofo en III De Anima.
El principio suficiente del entender es la luz intelectual impresa en
el entendimiento. Por lo tanto, no es movido por otro.
3. Como el sentido es movido por lo sensible, lo es el
entendimiento por lo inteligible. Pero Dios no es inteligible para
nosotros, sino que excede nuestro entendimiento. Por lo tanto, Dios no
puede mover nuestro entendimiento.
Contra esto: el que enseña mueve el entendimiento del que es enseñado.
Pero Dios enseña al hombre la ciencia, como se dice en el salmo
93,10. Por lo tanto, Dios mueve el entendimiento del
hombre.
Respondo: Como en el movimiento corporal se
llama motor a lo que da la forma que es principio del movimiento, así
se dice que mueve al entendimiento lo que causa en él la forma que es
principio de la operación intelectual, llamada movimiento del
entendimiento. Este principio de la operación intelectiva es doble en
el que entiende:
Uno, la misma virtud intelectiva, que se
encuentra incluso en aquel que sólo está en potencia para entender.
Otro, es principio del entender en acto, que es la especie de lo
conocido. Así, pues, se dice, por tanto, que se mueve al
entendimiento, ya sea porque se le da la facultad de entender, o
también porque se le infunda la especie de la cosa
entendida.
De ambos modos mueve Dios al entendimiento creado. Dios es, en
efecto, el primer ser inmaterial, y como la inmaterialidad es la raíz
del entender, se sigue que Dios es el primer inteligente. Ahora bien,
al ser lo primero en cada orden la causa de todo lo que en dicho orden
viene después, se sigue que toda otra facultad de entender procede de
Dios. Asimismo, al ser Dios el ser primero y al preexistir en El todas
las cosas como en la primera causa, por necesidad han de estar todas
en El en cuanto inteligibles, como lo exige la condición de la
naturaleza divina. Pues así como las razones inteligibles de todas las
cosas existen primero en Dios, y de El se derivan a los demás
entendimientos para que éstos entiendan en acto; así también las
mismas razones se derivan a las criaturas para que éstas
subsistan. Por lo tanto, Dios mueve el
entendimiento en cuanto le da la facultad para
entender, sea ésta natural o sobrenatural, y en cuanto imprime en él
las especies inteligibles, y ambas cosas las sustenta y conserva en el
ser.
A las objeciones:
1. La operación intelectiva
procede, como de la causa segunda, del entendimiento en que se
verifica, pero procede de Dios como de la causa primera, porque Dios
es quien da el poder entender a todo el que entiende.
2. La luz intelectual, juntamente
con la especie de lo entendido, es principio suficiente del entender,
pero es principio secundario y dependiente del principio
primero.
3. Lo inteligible mueve a nuestro
entendimiento en cuanto imprime en él en cierto modo una semejanza
suya, que es lo que hace posible que lo inteligible sea entendido.
Pero las semejanzas que Dios imprime en el entendimiento creado no
bastan para conocer a Dios por esencia, como se dijo (
q.12 a.2). Por
lo tanto, Dios mueve el entendimiento creado, aun cuando no sea para
él inteligible, como se dijo (
q.12 a.4).
Artículo 4:
¿Puede o no puede Dios mover la voluntad creada?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no puede mover la voluntad
creada:
1. Todo lo que es movido por algún agente extrínseco es coaccionado.
Pero la voluntad no puede ser coaccionada. Luego no es movida por
agente alguno extrínseco. Por lo tanto, no puede ser movida por
Dios.
2. Dios no puede hacer que cosas contradictorias sean a un
mismo tiempo verdaderas. Esto se seguiría si Dios moviese a la
voluntad, puesto que moverse voluntariamente es moverse por sí mismo y
no por otro. Por lo tanto, Dios no puede mover la voluntad.
3. El movimiento es más del motor que del móvil; por eso
el homicidio no se atribuye a la piedra, sino al que la arroja. Así,
pues, si Dios, moviese la voluntad, se seguiría que las obras
voluntarias no se le imputarían al hombre ni para el mérito ni para el
demérito. Esto es falso. Por lo tanto, Dios no mueve la
voluntad.
Contra esto: está lo que dice Pablo en Flp. 2,13: Dios es el que obra
en nosotros el querer y el obrar, según su beneplácito.
Respondo: Así como el entendimiento es movido
por su objeto y, a la vez, por aquel que le ha dado la facultad de
entender, así también la voluntad es movida por el objeto, que es el
bien, y por aquel que es autor de la virtud de querer. La voluntad
puede ser movida, como objeto, por cualquier bien; sin embargo, de un
modo suficiente y eficaz, sólo puede ser movida por Dios. El porqué de
esto radica en que nada puede mover suficientemente a no ser que la
virtud activa del motor exceda o, al menos, iguale la virtud pasiva
del móvil. Pero la virtud pasiva de la voluntad se extiende a todo el
bien, por ser su objeto el bien universal, como es también objeto del
entendimiento el ser universal. Ahora bien, todo bien creado es algún
bien particular, pues sólo Dios es bien universal. Por lo tanto, sólo
Dios llena la voluntad y la mueve suficientemente como objeto. Sólo
Dios es, asimismo, el que causa la virtud de querer; pues querer no es
otra cosa que una inclinación al objeto de la voluntad, que es el bien
universal. Pero inclinar al bien universal es exclusivo del primer
motor, al que le corresponde también, por lo mismo, ser el último fin;
de igual modo que, en el orden humano, dirigir al bien común le
corresponde al que gobierna la multitud. Por lo tanto, es propio de
Dios mover la voluntad de uno y de otro modo, pero singularmente del
segundo modo, es decir, inclinándola interiormente.
A las objeciones:
1. Se entiende que es coaccionado
lo que es movido por otro cuando es movido contra su propia tendencia.
Pero si es movido por otro que le da la propia
tendencia, no se dice que haya coacción, como no es violentado un
cuerpo pesado al ser movido hacia abajo por el que le empuja. Así,
pues, Dios, al mover la voluntad, no ejerce sobre ella coacción
alguna, ya que es El quien le da su propia inclinación.
2. Ser movido voluntariamente es
ser movido por sí, esto es, por principio intrínseco. Pero esto no
excluye que dicho principio intrínseco sea movido por otro principio
extrínseco. De este modo, moverse por sí mismo no está en
contradicción con ser movido por otro.
3. Si la voluntad de tal modo
fuese movida por otro que bajo ningún concepto se moviese ella por sí
misma, sus obras no se le imputarían para mérito ni para demérito.
Pero como el ser movido por otro no excluye el que la voluntad se
mueva por sí misma, como acabamos de decir (ad 2), de aquí se sigue
que no desaparezca en ella la razón de mérito o demérito.
Artículo 5:
¿Opera o no opera Dios en todo el que actúa?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no opera en todo el que
actúa:
1. En Dios no puede suponerse ninguna insuficiencia. Así, pues, si
Dios obra en todo el que actúa, lo hace El suficientemente en cada
uno. Por lo tanto, sería superfluo que obrasen algo los agentes
creados.
2. Una misma operación no puede proceder al mismo tiempo de
dos agentes. Tampoco un movimiento numéricamente idéntico puede
pertenecer a dos móviles. Así, pues, si la operación de la criatura
procede de Dios, que obra en la criatura, no puede tal acción proceder
al mismo tiempo de la criatura. Por lo tanto, ninguna criatura obra
algo.
3. Se dice que el agente es causa de la acción de su
efecto en cuanto el agente da al efecto la forma por la que éste obra.
Al decir, que Dios es causa de las acciones de las criaturas, se habrá
de entender esto en cuanto que les da la virtud por la que obran. Pero
esto lo hizo Dios todo al principio, al hacer las cosas. Por lo tanto,
parece que después ya no obra en las criaturas al actuar
éstas.
Contra esto: se dice en Isaías 26,12: ¡Señor! Cuanto hacemos, eres Tú
quien lo hace en nosotros.
Respondo: Que Dios obra en todo el que obra, lo
entendieron algunos en el sentido de que ninguna virtud
creada obra algo en las cosas, sino que Dios todo lo hace todo
directamente. Ejemplo: No calienta el fuego, sino Dios en el fuego; y,
así, todos los demás casos. Esto es inadmisible. 1)
En primer
lugar, porque con esto se eliminaría de las cosas creadas el orden
de causa y efecto, lo cual podría suponer falta de poder en el
Creador, pues del poder del agente depende el que éste comunique a su
efecto la virtud de obrar. 2)
En segundo lugar, porque en vano
se les habría dado a las cosas las potencias operativas que en ellas
vemos, si no obrasen nada por medio de tales potencias. Más aún: De
algún modo, las mismas cosas creadas parecerían existir todas
inútilmente, al carecer de operaciones propias, que es para lo que
existen todos los seres. Efectivamente, lo menos perfecto existe
siempre por razón de lo más perfecto. Por eso, como la materia existe
por razón de la forma, así la forma, que es el acto primero, tiene su
razón de ser en la operación, que es el acto segundo, y, de este modo,
la operación es el fin de las cosas creadas. Por lo tanto, el obrar de
Dios en las cosas se ha de entender de tal modo, que, no obstante, las
mismas cosas tengan sus propias operaciones.
Para demostrarlo hay que tener presente que, de los cuatro géneros de
causas, la materia no es principio de acción, sino sujeto que recibe
el efecto de la acción. En cambio, el fin, el agente y la forma son
principios de acción, pero con cierto orden y distinción. Porque el
primer principio de la acción es el fin, que mueve al agente; el
segundo es el agente; y el tercero es la forma de aquello que el agente aplica a obrar, sin que esto quiera decir que el agente no obre también por su forma propia, como se ve claro, en las obras artesanales. El artesano se mueve a obrar por el fin, que es la obra misma, por ejemplo, un arca o una cama, y aplica a la operación la sierra, que corta por su filo.
De estos tres modos obra Dios en todo el que actúa. En primer lugar,
a modo de fin. Porque, como toda operación es por algún bien, real o
aparente, y nada es o aparece bueno sino en cuanto participa alguna
semejanza del sumo Bien, que es Dios, se sigue que Dios mismo es causa
de toda operación en razón de fin. Asimismo, cuando hay muchos agentes
ordenados, siempre el segundo obra en virtud del primero, puesto que
el primer agente mueve al segundo a obrar. Y, según esto, todas las
cosas obran en virtud de Dios mismo, resultando que Dios es causa de
las acciones de todos los agentes. En tercer lugar, hay que tener
presente que Dios no sólo mueve las cosas a obrar aplicando sus formas
y potencias a la operación, algo así como el artesano aplica la sierra
para cortar, y que, a veces, el artesano no le ha dado la forma, sino
que Dios da, además, la forma a las criaturas que obran y las conserva
en el ser. Por lo tanto, Dios es causa de las acciones no sólo en
cuanto da la forma que es principio de la acción, como se dice que es
causa del movimiento de los cuerpos pesados y ligeros el que los
produce, sino también en cuanto que conserva las formas y las
potencias de las cosas, como se dice que el sol es causa de la
presencia de los colores en cuanto da y conserva la luz por la que
éstos se avivan. Como las formas de las cosas están dentro de ellas,
tanto más cuanto estas formas son superiores y más universales, y, por
otra parte, en todas las cosas Dios es propiamente la causa del ser
mismo en cuanto tal, que es lo más íntimo de todo, se
concluye que Dios obra en lo más íntimo de todas las cosas. Por eso,
en la Sagrada Escritura, las operaciones naturales se atribuyen a Dios
como a quien obra en la naturaleza, según aquello de Job 10,11: Me
revestiste de piel y carne, y con huesos y músculos me
consolidaste.
A las objeciones:
1. Dios obra suficientemente
en las cosas como causa primera, sin que por eso resulte superflua la
operación de las criaturas como causas segundas.
2. La misma acción no puede
proceder de dos agentes de un mismo orden, pero no hay inconveniente
en que una sola y misma acción proceda de dos agentes como primero y
segundo.
3. Dios no sólo da las formas a
las cosas, sino que también las conserva en el ser, y las aplica a
obrar, y es fin de todas las acciones, como dijimos.
Artículo 6:
¿Puede o no puede Dios hacer algo fuera del orden establecido en las
cosas?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no puede hacer algo fuera del
orden establecido en las cosas:
1. Dice Agustín en XXVI Contra Faustum: Dios, autor y creador de todas las naturalezas, nada hace en contra de
la naturaleza. Pero parece estar contra la naturaleza aquello que
se sale del orden natural establecido. Por lo tanto, Dios no puede
hacer algo fuera del orden impuesto a las cosas.
2. Como emana de Dios el orden de la justicia, así también
el de la naturaleza. Pero Dios no puede hacer nada fuera del orden de
la justicia, pues haría algo injusto. Por lo tanto, no puede hacer
nada fuera del orden de la naturaleza.
3. Dios instituyó el orden de la
naturaleza. Si fuera de este orden hiciese algo, parecería ser
mutable. Esto es inadmisible.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XXVI Contra
Faustum: Dios obra, algunas veces, contra el
curso ordinario de la naturaleza.
Respondo: De toda causa se deriva algún orden a
sus efectos, puesto que toda causa tiene razón de
principio. De ahí que sean varios los órdenes según sean varias las
causas; y que unos órdenes se contengan bajo otros, como unas causas
se contienen en otras. Por otra parte, es evidente que no se contiene
la causa superior bajo el orden de la inferior, sino al revés.
Ejemplo: La sociedad humana. El orden familiar, que depende del padre,
está dentro del orden de la ciudad, que depende de la autoridad
correspondiente, el cual, a su vez, está sometido al orden del rey,
por el que se ordena todo el reino.
Si se considera el orden de las cosas en cuanto dependiente de la
primera causa, Dios no puede hacer nada fuera del orden de las cosas;
si lo hiciera obraría contra su presciencia, o voluntad, o bondad.
Pero si se considera el mismo orden de las cosas en cuanto dependiente
de cualquiera de las causas segundas, de este modo Dios sí puede obrar
fuera del orden natural. El porqué de esto radica en que El no está
sujeto al orden de tales causas, antes, al contrario, este orden está
sujeto a El, como proveniente de El, no por alguna necesidad natural,
sino por arbitrio de su voluntad, pues pudo Dios haber establecido
cualquier otro orden en las cosas, y, por tanto, puede obrar contra
este orden establecido siempre que quiera, por ejemplo, produciendo
los efectos propios de las causas segundas sin necesidad de ellas, o
produciendo otros efectos a los que no alcanza la virtud de las causas
naturales. Confirmando esto, dice Agustín, en XXVI Contra Faustum, que Dios obra contra el curso ordinario de la
naturaleza, pero de ningún modo contra la ley suprema, porque no puede
obrar contra sí mismo.
A las objeciones:
1. Cuando en las cosas naturales
sucede algo fuera del curso ordinario de su propia naturaleza, puede
ser de dos modos. Uno, por la acción de algún agente que no dé
a tales cosas su tendencia natural, como si el hombre mueve un cuerpo
pesado hacia arriba, dirección hacia la que no tiende; esto va contra
la naturaleza. Otro, por la acción de aquel agente del que
depende la acción natural; esto no va contra la naturaleza, como en el
caso del flujo y reflujo del mar, que no va contra la naturaleza,
aunque no sea según la condición natural del agua, que tiende a
descender, pues esto proviene de la influencia de los cuerpos
celestes, de los cuales depende la tendencia natural de los cuerpos de
aquí abajo. Así, pues, al provenir de Dios el orden existente en la
naturaleza, si El hace algo fuera de este orden, no va contra la
naturaleza. A este propósito dice Agustín en XXVI Contra
Faustum: Le es natural a cada ser todo lo que
hiciere en él aquel de quien procede todo modo, número y orden de la
naturaleza.
2. El orden de la justicia se toma
de la relación con la causa primera, que es la regla de toda justicia.
Por lo tanto, Dios no puede hacer nada fuera de este
orden.
3. Al fijar Dios el orden natural
de las cosas, se reservó el poder obrar, a veces, de otro modo con
causa. No hay, pues, cambio en El al obrar fuera de dicho
orden.
Artículo 7:
Todo lo que Dios hace fuera del orden establecido, ¿es o no es
milagro?
lat
Objeciones por las que parece que no todo lo que Dios
hace fuera del orden establecido en las cosas es milagro:
1. La creación del mundo, e incluso la de las almas, y la
justificación del pecador las hace Dios fuera del orden natural,
puesto que no las hace mediante la acción de causa natural alguna. Sin
embargo, estas cosas no son llamadas milagros. Por lo tanto, no
todas las cosas que hace Dios fuera del orden natural de las cosas son
milagros.
2. Milagro: Hecho difícil e insólito que rebasa las
fuerzas de la naturaleza y la expectación del que lo
contempla. Pero hay hechos fuera del orden natural
que no son, sin embargo, difíciles, pues se verifican en cosas
mínimas. Ejemplo: Encontrar una joya perdida o ciertas curaciones de
enfermos. Ni son tampoco insólitos, pues acontecen con frecuencia.
Ejemplo: Cuando se ponían los enfermos en las plazas para ser curados
al contacto con la sombra de Pedro (Act 5,15). Tampoco rebasan la
facultad de la naturaleza. Ejemplo: Al ser sanados algunos de la
fiebre. Ni sobrepasan la expectación, puesto que esperamos la
resurrección de los muertos, que se hará, sin embargo, fuera del orden
de la naturaleza. Por lo tanto, no todas las cosas que acontecen fuera
del orden de la naturaleza son milagros.
3. Milagro viene de admiración. Pero la admiración se refiere a cosas patentes a
los sentidos. No obstante, a veces suceden cosas fuera del orden
natural en materias que no son patentes a los sentidos. Ejemplo:
Cuando los apóstoles adquirieron la ciencia sin estudio ni aprendizaje
(Act 2,4). Por lo tanto, no todas las cosas que acontecen fuera del
orden natural son milagros.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XXVI Contra Faustum: Cuando Dios hace algo fuera del curso de la
naturaleza ordinario y conocido para nosotros, tales obras son
llamadas sorprendentes o maravillosas.
Respondo: Milagro viene de admiración,
la cual surge ante la presencia de efectos cuya causa se desconoce.
Ejemplo: Alguien se admira al ver el eclipse de sol ignorando su
causa, como se dice al comienzo de Metaphys. Sin
embargo, la causa de un fenómeno es conocida para unos y desconocida
para otros, en cuyo caso cabe la admiración para unos, y no para
otros. Ejemplo: Se admira el vulgo ante el eclipse de sol, y, en
cambio, no se admira el astrónomo. Pero milagro viene a
equivaler a lleno de admiración, es decir, lo que tiene una
causa oculta en absoluto y para todos. Esta causa es Dios. Por lo
tanto, se llaman milagros aquellas cosas que son hechas por
Dios fuera del orden de las causas conocidas para nosotros.
A las objeciones:
1. La creación y la justificación
del impío, aunque son obras exclusivas de Dios, sin embargo, no se
llaman propiamente milagros, porque no son cosas que puedan producirse
naturalmente por otras causas, y, por lo tanto, no acontecen
insólitamente fuera del orden de la naturaleza, puesto que no caen
dentro del poder de la misma.
2. El milagro se dice que es una
obra difícil, no precisamente por la condición del sujeto o materia en
que se realiza, sino porque excede el poder de la naturaleza. Asimismo
se dice insólito, no precisamente porque acontezca raras veces, sino
porque acontece fuera del orden naturalmente acostumbrado. Y respecto
a exceder el poder de la naturaleza, se ha de entender esto no sólo en
cuanto a la sustancia de lo hecho, sino también en cuanto al orden con
que se hace. Se dice que sobrepasa la expectación de la naturaleza,
pero no que sobrepase la esperanza de la gracia, que se fundamenta en
la fe, por la que creemos en la resurrección futura.
3. La ciencia de los apóstoles,
aunque en sí misma no era sensiblemente evidente, lo era, no obstante,
en sus efectos, en los cuales se mostraba sensiblemente
admirable.
Artículo 8:
¿Es o no es un milagro mayor que otro?
lat
Objeciones por las que parece que un milagro no es mayor que
otro:
1. Dice Agustín en la carta Ad Volusianum: En las cosas hechas milagrosamente, toda la razón de lo hecho es el
poder del que lo hace. Pero todos los milagros se hacen con un
mismo poder, a saber: el de Dios. Por lo tanto, un milagro no es mayor
que otro.
2. El poder de Dios es infinito. Pero lo infinito sobrepasa
sin ninguna proporción todo lo finito. Luego no hay razón para admirar
más que haga Dios esto o que haga lo otro. Por lo tanto, un milagro no
es mayor que otro.
Contra esto: hablando el Señor de las obras milagrosas, dice (Jn
14,12): Hará también las obras que yo hago, y las hará
mayores.
Respondo: Nada puede llamarse milagro por
comparación a la potencia divina, porque cualquier hecho, comparado a
la potencia divina, es insignificante, según aquello de Isaías 40,15:
Son las naciones como gota de agua en el caldero, como un grano de
polvo en la balanza. Sino que llamar a algo milagro se entiende
por comparación al poder de la naturaleza al que rebasa. Así, cuanto
más rebasa este poder, se dice que hay mayor milagro.
Ahora bien, un hecho puede exceder el poder de la naturaleza de tres
modos: Primero, en cuanto a la sustancia de lo hecho. Ejemplo: Que dos
cuerpos coexistan simultáneamente en un mismo lugar, o que el sol
retroceda, o que el cuerpo humano sea glorificado; lo cual de ningún
modo puede hacerse por la naturaleza. Y entre todos los milagros éstos
son los mayores. El segundo modo es exceder el poder de la naturaleza,
no por lo que es hecho, sino por el sujeto en que se hace. Ejemplo: la
resurrección de los muertos, el recobrar la vista los ciegos, y otros
hechos parecidos. Puede, en efecto, la naturaleza producir la vida,
pero no en un cuerpo muerto; puede dar la vista, pero no a un ciego.
Estos hechos ocupan el segundo lugar entre los milagros. Por último,
puede rebasarse el poder de la naturaleza en cuanto al modo y el orden
de obrar, al curarse repentinamente la fiebre por virtud divina, sin
el uso y proceso de los remedios naturales usados en tales casos, o al
deshacerse súbitamente en lluvia la atmósfera por virtud divina sin
causas naturales, como sucedió por las oraciones de Samuel (1 Re
12,18) y de Elias (3 Re 18,44). Estos hechos ocupan el ínfimo lugar
entre los milagros. Hay, además, dentro de cada uno de estos tres
géneros, diversos grados, según que en cada caso se sobrepase más o
menos el poder de la naturaleza.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.