Artículo 1:
¿Son virtudes los hábitos intelectuales especulativos?
lat
Objeciones por las que parece que los hábitos intelectuales
especulativos no son virtudes.
1. La virtud es un hábito operativo, según se ha dicho anteriormente
(
q.55 a.2). Pero los hábitos especulativos no son operativos, pues lo
especulativo se distingue de lo práctico, esto es, de lo operativo.
Luego los hábitos intelectuales especulativos no son
virtudes.
2. La virtud es de aquellas cosas por las que se hace el hombre feliz
o bienaventurado, puesto que la felicidad es el premio de la
virtud, según se dice en el libro I Ethic.
Pero los hábitos intelectuales no consideran los actos humanos u otros
bienes humanos por los que el hombre consigue la bienaventuranza, sino
más bien las cosas naturales y divinas. Luego no puede decirse que
estos hábitos sean virtudes.
3. La ciencia es un hábito especulativo. Pero la ciencia y la virtud
se distinguen como diversos géneros no subalternos, según muestra el
Filósofo en el libro IV Topic. Luego los hábitos
especulativos no son virtudes.
Contra esto: los hábitos especulativos son los únicos que consideran
las cosas necesarias que es imposible que sean de otra manera. Pero el
Filósofo, en el libro VI Ethic., coloca ciertas
virtudes intelectuales en la parte del alma que considera las cosas
necesarias que no pueden ser de otra manera. Luego los hábitos
intelectuales especulativos son virtudes.
Respondo: Como toda virtud se dice en orden al
bien, según se ha dicho anteriormente (
q.55 a.3), se puede decir que
un hábito es virtud por dos razones, como se ha dicho también
anteriormente (
q.56 a.3): una en cuanto que confiere facultad de obrar
bien; otra, en cuanto que, además de la facultad, confiere el buen
uso. Y esto, según se ha dicho anteriormente (
q.56 a.3), es exclusivo
de aquellos hábitos que afectan a la parte apetitiva, ya que es la
parte apetitiva del alma la que hace usar de todas las potencias y de
todos los hábitos.
Por consiguiente, como los hábitos intelectuales especulativos no
perfeccionan ni conciernen en modo alguno a la parte apetitiva, sino
tan sólo a la parte intelectiva, pueden llamarse, ciertamente,
virtudes en cuanto que confieren facultad para una buena operación,
que es el conocimiento de la verdad (pues esto es la buena obra del
entendimiento); pero no son virtudes en el segundo sentido, como si
confiriesen usar bien de la potencia o del hábito.
Pues porque uno tenga el hábito de la ciencia especulativa no está
inclinado a usar de ella, sino que es capaz de conocer la verdad de
aquellas cosas sobre que versa su ciencia, pero el usar de la ciencia
adquirida depende de la moción de la voluntad. Y por eso la virtud que
perfecciona la voluntad, como la caridad o la justicia, hace también
que sea bueno el uso de estos hábitos especulativos, y según esto
también en los actos de estos hábitos puede darse mérito si se hacen
por caridad, conforme dice San Gregorio, en el libro VI Moral., que la vida contemplativa es de mayor
mérito que la vida activa.
A las objeciones:
1. Hay una doble obra, a saber,
exterior e interior. Por tanto, lo práctico u operativo que se
contradivide a especulativo, se refiere a la obra exterior, a la que
no dice orden el hábito especulativo. Sin embargo, sí dice orden a la
obra interior del entendimiento, que es la contemplación de la verdad,
y en este sentido es un hábito operativo.
2. La virtud es de algunas cosas
de dos modos. Uno, en cuanto objetos, y así estas virtudes
especulativas no son de aquellas cosas por las que es feliz el hombre,
a no ser, quizás, que con la preposición
por se quiera
significar la causa eficiente o el objeto de la felicidad completa, el
cual es Dios, que es el objeto sumo de contemplación. De otro modo la
virtud es de algunas cosas en cuanto actos, y de este modo las
virtudes intelectuales son de aquellas cosas por las que llega a ser
feliz el hombre, tanto porque los actos de estas virtudes pueden ser
meritorios, según queda dicho, como porque constituyen una
cierta incoación de la perfecta bienaventuranza, que consiste en la
contemplación de la verdad, según se ha dicho anteriormente (
q.3 a.7).
3. La ciencia se contradivide a la
virtud tomada en el segundo sentido indicado (en la solución), en
cuanto pertenece a la facultad apetitiva.
Artículo 2:
¿Son sólo tres los hábitos intelectuales especulativos, a saber, la
sabiduría, la ciencia y el entendimiento?
lat
Objeciones por las que parece que no se distinguen convenientemente
las tres virtudes intelectuales especulativas, a saber sabiduría,
ciencia y entendimiento.
1. La especie no debe condividirse frente al género. Pero la
sabiduría es una ciencia, según se dice en el libro VI
Ethic. Luego, en la enumeración de las virtudes
intelectuales, la sabiduría no debe condividirse frente a la
ciencia.
2. En la distinción de las potencias, de los hábitos y de los actos,
que se hace según los objetos, se mira principalmente a la distinción
que es conforme a la razón formal de los objetos, según consta por lo
dicho anteriormente (
q.54 a.2 ad 1;
1 q.77 a.3). Luego los diversos
hábitos no deben distinguirse por el objeto material, sino por la
razón formal de aquel objeto. Ahora bien, el principio de la
demostración es la razón del conocimiento científico de las
conclusiones. Luego el entendimiento de los principios no debe tomarse
como hábito distinto o virtud distinta de la ciencia de las
conclusiones.
3. La virtud intelectual es la que reside en la facultad que es
racional por esencia. Pero la razón, incluso la especulativa, así como
procede razonando con el silogismo demostrativo, así también razona
con el silogismo dialéctico. Luego, así como la ciencia, que es
causada por el silogismo demostrativo, es una virtud intelectual
especulativa, también lo será la opinión.
Contra esto: el Filósofo, en el libro VI Ethic.,
no señala más que tres virtudes intelectuales especulativas, a saber,
la sabiduría, la ciencia y el entendimiento.
Respondo: Como queda dicho (
a.1), la virtud
intelectual especulativa es aquella que perfecciona
al entendimiento especulativo para el conocimiento de la verdad, ya
que ésta es su operación buena. Ahora bien, la verdad es cognoscible
de dos modos: uno, por sí misma; otro, por medio de otra verdad. Pero
la verdad que es cognoscible por sí misma tiene condición de principio
y es percibida inmediatamente por el entendimiento; y de ahí que el
hábito que perfecciona al entendimiento para el conocimiento de estas
verdades, se llame entendimiento, que es el hábito de los
principios.
En cambio, la verdad que es conocida mediante otra verdad, no la
percibe el entendimiento inmediatamente, sino mediante la inquisición
de la razón, y así está en condición de término. Lo cual puede suceder
de dos modos: uno, siendo término último en un género determinado;
otro, siendo término último respecto de todo el conocimiento humano. Y
como las cosas que, por lo que a nosotros toca, son conocidas
posteriormente, son anteriores y más conocidas según su
naturaleza, según se dice en el libro I Physic., de ahí que lo que es último respecto de todo el
conocimiento humano sea lo primero y máximamente cognoscible según su
naturaleza. Y sobre ello versa la sabiduría, que considera las causas
altísimas, según se dice en el libro I Metaphys.
Por eso le compete juzgar y ordenar todas las cosas, puesto que el
juicio perfecto y universal no puede darse sino por la resolución en
las causas primeras. Pero respecto de lo que es último en este o en
aquel género de seres cognoscibles, es la ciencia la que perfecciona
al entendimiento. De ahí que, según los diversos géneros de seres
científicamente cognoscibles, se den diversos hábitos de ciencia,
mientras que la sabiduría es solamente una.
A las objeciones:
1. La sabiduría es una cierta
ciencia, en cuanto que cumple la función común a todas las ciencias,
que es deducir unas conclusiones a partir de unos principios. Pero
como tiene algo propio, superior a las demás ciencias, que es juzgar
de todas las cosas, y no sólo en cuanto a las conclusiones, sino
también en cuanto a los primeros principios, de ahí que tenga razón de
virtud más perfecta que la ciencia.
2. Cuando la razón del objeto se
relaciona con la potencia o el hábito con un solo acto, entonces no se
distinguen los hábitos o las potencias según la razón del objeto y el
objeto material, como pertenece a la misma potencia de la vista ver el
color y la luz, que es la razón de que vea el color y se ve
simultáneamente con él. Pero los principios de la demostración pueden
conocerse separadamente sin que se conozcan las conclusiones. También
pueden conocerse simultáneamente junto con las conclusiones, en cuanto
que los principios derivan hacia las conclusiones. El conocimiento,
pues, de los principios de este segundo modo pertenece a la ciencia,
que conoce también las conclusiones. Pero conocer los principios en sí
mismos pertenece al entendimiento.
Por consiguiente, si uno piensa rectamente, estas tres virtudes no se
distinguen entre sí por igual, sino según un cierto orden, como ocurre
en los todos potenciales, en los que una parte es más perfecta que la
otra, tal como el alma racional es más perfecta que el alma sensitiva,
y el alma sensitiva es más perfecta que el alma vegetativa. Pues de
este modo la ciencia depende del entendimiento como de algo más
principal, y ambos dependen de la sabiduría como de algo
principalísimo, que contiene bajo sí al entendimiento y a la ciencia,
en cuanto que juzga de las conclusiones de las ciencias y de sus
principios.
3. Según se ha dicho anteriormente
(
q.55 a.3.4), el hábito de virtud dice determinadamente orden al bien
y de ningún modo dice orden al mal. Pero el bien del entendimiento es
la verdad, como su mal es la falsedad. Por consiguiente, sólo son
virtudes intelectuales aquellos hábitos por los que se profiere
siempre la verdad y nunca la falsedad. Ahora bien, la opinión y la
sospecha pueden versar sobre la verdad o sobre la falsedad. Y por eso
no son virtudes intelectuales, conforme se dice en el libro VI
Ethic.
Artículo 3:
¿Es una virtud el hábito intelectual del arte?
lat
Objeciones por las que parece que el arte no es una virtud
intelectual.
1. Dice San Agustín, en el libro De libero arbitrio, que de la virtud nadie usa mal. Pero del arte puede uno usar mal, pues un artista puede obrar el mal sirviéndose de la ciencia de su arte. Luego el arte no es una virtud.
2. No hay virtud de la virtud. Pero hay una virtud del arte,
según se dice en el libro VI Ethic. Luego el
arte no es una virtud.
3. Las artes liberales son más excelentes que las artes mecánicas.
Pero así como las artes mecánicas son prácticas, así las artes
liberales son especulativas. Luego, si el arte fuese una virtud
intelectual, debería contarse entre las virtudes especulativas.
Contra esto: el Filósofo, en el libro VI Ethic.,
afirma que el arte es una virtud, y, sin embargo, no la enumera entre
las virtudes especulativas, a las que asigna como sujeto la parte
científica del alma.
Respondo: El arte no es otra cosa que la recta
razón de algunas obras que se han de hacer, cuya bondad, sin embargo,
no consiste en que el apetito humano se haya de un modo determinado,
sino en que la misma obra que se hace sea buena en sí misma; pues a un
artífice, en cuanto artífice, no se le alaba por la voluntad con que
realiza la obra, sino por la cualidad de la obra que
realiza.
Así, pues, propiamente hablando, el arte es un hábito operativo. Y,
sin embargo, conviene en parte con los hábitos especulativos: pues
también a los hábitos especulativos pertenece saber cómo son las cosas
que consideran, pero no cómo está dispuesto el apetito humano respecto
de ellas. Efectivamente, con tal que el geómetra demuestre la verdad,
no importa cuál sea su disposición en cuanto a la parte apetitiva, si
está contento o está irritado, como tampoco importa esto en el caso
del artífice, según queda dicho (a.2 ad 3). Por consiguiente, el arte
tiene razón de virtud del mismo modo que la tienen los hábitos
especulativos, esto es, en cuanto que ni el arte ni el hábito
especulativo hacen buena la obra en cuanto al uso, lo cual es propio
de la virtud que perfecciona al apetito, sino solamente en cuanto a la
facultad de obrar bien.
A las objeciones:
1. Cuando uno, poseyendo un arte,
produce una mala obra de arte, tal producto no es obra del arte, sino
más bien contra el arte, lo mismo que si uno, conociendo la verdad,
miente, lo que dice no es efecto de la ciencia, sino contra la
ciencia. Por tanto, así como la ciencia dice siempre orden al bien,
según queda dicho (
a.2 ad 3), así también el arte, y en este sentido
se dice que es virtud. Sin embargo, no goza de la
razón
perfecta de virtud, porque no da el buen uso mismo, sino que para ello
se requiere algo más; aunque tampoco el buen uso puede darse sin el
arte.
2. Para que el hombre use bien del
arte que posee, se requiere buena voluntad, que es perfeccionada por
la virtud moral; por eso dice el Filósofo que hay una virtud del arte,
esto es, la virtud moral, en cuanto que para su buen uso se requiere
alguna virtud moral; pues es claro que el artífice se inclina a
realizar con fidelidad la obra llevado de la justicia, que hace que la
voluntad sea recta.
3. También en el ámbito de la
especulación se da algo a modo de obra, por ejemplo, la construcción
de un silogismo o de un discurso correcto o el trabajo de numerar o
medir. Por eso todos los hábitos especulativos que se ordenan a estas
obras de la razón se llaman, por cierta similitud, artes, aunque
liberales, a diferencia de aquellas artes que se ordenan a las obras
realizadas mediante el cuerpo, que son, en cierto modo, serviles, en
cuanto que el cuerpo está sometido servilmente al alma, y el hombre es
libre por razón del alma. En cambio, las ciencias que no se ordenan a
ninguna clase de estas obras se llaman simplemente
ciencias, y no artes. Aparte de que por el hecho de que las artes
liberales sean más nobles, no se sigue que les convenga más la razón
de arte.
Artículo 4:
¿Es la prudencia una virtud distinta del arte?
lat
Objeciones por las que parece que la prudencia no es una virtud
distinta del arte.
1. El arte es la recta razón de ciertas obras. Pero los diversos
géneros de obras no hacen que algo pierda la naturaleza de arte, pues
hay diversas artes que se ejercitan en obras muy diversas. Siendo,
pues, la prudencia una razón recta de las obras, parece que también
ella debe tenerse por un arte.
2. La prudencia es más afín al arte que los hábitos especulativos,
pues una y otra versan sobre lo que puede suceder de otra
manera, según se dice en el libro VI Ethic.
Pero algunos hábitos especulativos se llaman virtudes. Luego, con
mucha más razón, debe llamarse arte la prudencia.
3. A la prudencia pertenece el buen consejo, según se dice en
el libro VI Ethic. Pero también en ciertas artes
tiene lugar el consejo, según se dice en el libro III
Ethic., como en el arte militar, en el arte de
gobernar y en el arte de la medicina. Luego la prudencia no se
distingue del arte.
Contra esto: el Filósofo, en el libro VI Ethic.,
distingue la prudencia del arte.
Respondo: Las virtudes se han de distinguir
donde aparecen distintas razones de virtud. Pues bien, se ha dicho
anteriormente (
a.1;
q.56 a.3) que un hábito tiene razón de virtud
porque solamente causa la facultad de producir una obra buena,
mientras que otro la tiene, no sólo por causar esa facultad, sino
también el uso. Ahora bien, el arte causa sólo la facultad de producir
obras buenas, porque no dice orden al apetito; la prudencia, en
cambio, no sólo causa esa facultad, sino también el uso, pues dice
orden al apetito, en cuanto que presupone la rectitud del
mismo.
La razón de esta diferencia es que el arte es la recta razón de lo
factible, mientras que la prudencia es la recta razón de lo
agible. Ahora bien, difieren el hacer y el obrar, porque, según se
dice en el libro IX Metaphys., la hechura es un
acto que pasa a la materia exterior, como edificar, cortar, y cosas
parecidas, mientras que el obrar es un acto que permanece en el mismo
agente, como ver, querer, y cosas parecidas. Así, pues, la prudencia
está respecto de estos actos humanos, que son el uso de las potencias
y de los hábitos, en la relación en que está el arte respecto de las
obras exteriores, porque una y otra son la razón perfecta respecto de
aquello a que se aplican. Pero, así como la perfección y la rectitud
de la razón en el orden especulativo depende de los principios, a
partir de los cuales la razón silogiza, conforme se ha dicho (a.2 ad 2) que la ciencia depende del entendimiento, que es el hábito de los
principios, y lo presupone; en los actos humanos los fines ejercen la
función que los principios en el orden especulativo, según se dice en
el libro VII Ethic. Por consiguiente, para la
prudencia, que es la recta razón de lo agible, se requiere que el
hombre esté bien dispuesto respecto de los fines, lo cual se logra por
el apetito recto. De ahí que para la prudencia se requiera la virtud
moral que hace que el apetito sea recto. En cambio, el bien de las
obras de arte no es el bien del apetito humano, sino el bien de las
obras mismas; por eso el arte no presupone el apetito recto. Esa es la
razón de que se alabe más al artista que realiza mal la obra queriendo
que al que le ocurre lo mismo sin querer; en cambio, es más imprudente
el que peca queriendo que el que peca sin querer, puesto que la
rectitud de la voluntad es esencial a la prudencia, y no lo es al
arte. Por todo lo cual resulta claro que la prudencia
es una virtud distinta del arte.
A las objeciones:
1. Los diversos géneros de obras de
arte son todas exteriores al hombre, y, por eso, no dan lugar a
diversas razones de virtud. Pero la prudencia es la recta razón de los
actos humanos mismos, y, por eso, en ella hay una razón de virtud
diversa, según queda dicho.
2. La prudencia es más afín al
arte que los hábitos especulativos en cuanto al sujeto y a la materia,
porque una y otra residen en la parte opinativa del alma y versan
sobre lo contingente. Pero el arte es más afín a los hábitos
especulativos que a la prudencia en la razón de virtud, según consta
por lo dicho (en la sol. y en el a.3).
3. Pertenece a la prudencia
aconsejar bien sobre las cosas que pertenecen a toda la vida del
hombre y al fin último de la vida humana. Pero el consejo que se da en
algunas artes se refiere a los fines propios de ellas. De ahí que
aquellos hombres que aconsejan bien en los asuntos bélicos o náuticos
se llamen prudentes caudillos o prudentes capitanes, pero no
simplementos hombres prudentes, sino que esto es propio de aquellos
que aconsejan bien respecto de las cosas que afectan a toda la
vida.
Artículo 5:
¿Es la prudencia una virtud necesaria al hombre?
lat
Objeciones por las que parece que la prudencia no es una virtud
necesaria para vivir bien.
1. Lo que es el arte respecto de lo factible, cuya recta razón
constituye, lo es la prudencia respecto de la agible, según lo cual se
considera la vida del hombre, por ser la prudencia su recta razón,
según se dice en el libro VI Ethic. Pero en las
cosas factibles el arte no es necesaria al no ser para que se hagan,
sino después que han sido hechas. Luego tampoco la prudencia es
necesaria al hombre para vivir bien una vez que ha llegado a ser
virtuoso, sino, a lo sumo, para llegar a serlo.
2. La prudencia es por la que nos aconsejamos bien, según se
dice en el libro VI Ethic. Pero el hombre puede
obrar con buen consejo, no sólo con el propio, sino también con el
ajeno. Luego, para vivir bien no es necesario que uno mismo tenga
prudencia, sino que le basta seguir el consejo de los
prudentes.
3. La virtud intelectual es la que capacita al hombre para decir
siempre la verdad y nunca la falsedad. Pero parece que esto no sucede
según la prudencia, pues no es humano no errar nunca al deliberar
sobre lo que se ha de hacer, dado que el obrar humano es sobre materia
variable. De ahí que se diga en el libro de la Sabiduría 9,14: los
pensamientos de los mortales son inseguros, y nuestros cálculos muy
aventurados. Luego no parece que la prudencia deba ponerse como
virtud intelectual.
Contra esto: en el libro de la Sabiduría 8,7, se enumera entre las
virtudes necesarias para la vida humana, al decir de la divina
sabiduría: enseña la templanza y la prudencia, la justicia y la
fortaleza, las virtudes más provechosas para los hombres en la
vida.
Respondo: La prudencia es la virtud más
necesaria para la vida humana. Efectivamente, vivir bien consiste en
obrar bien. Pero, para que uno obre bien no sólo se requiere la obra
que se hace, sino también el modo de hacerla, esto es, que obre
conforme a recta elección, y no por impulso o pasión. Mas como la
elección es respecto de los medios para conseguir un fin, la rectitud
de la elección requiere dos cosas, a saber: el fin debido y el medio
convenientemente ordenado al fin debido. Ahora bien, respecto del fin
debido, el hombre se dispone convenientemente mediante la virtud que
perfecciona la parte apetitiva del alma, cuyo objeto es el bien y el
fin; y respecto del medio adecuado al fin debido, necesita el hombre
disponerse directamente mediante el hábito de la razón, ya que el
deliberar y elegir, que versan sobre los medios, son
actos de la razón. Por consiguiente, es necesario que en la razón
exista alguna virtud intelectual que la perfeccione convenientemente
respecto de los medios a elegir para la consecución del fin, y tal
virtud es la prudencia. La prudencia, pues, es una virtud necesaria
para vivir bien.
A las objeciones:
1. El bien del arte se considera no
en el mismo artista, sino más bien en la misma obra de arte, ya que el
arte es la recta razón de lo factible, y la producción que se plasma
en una materia exterior, no es perfección del productor, sino de la
obra hecha, como el movimiento es acto del sujeto móvil; y el arte
versa sobre lo factible. El bien de la prudencia, en cambio, se
considera en el mismo agente, cuya perfección es el obrar mismo, pues
la prudencia es la recta razón de lo agible, según se ha dicho (
a.4).
De ahí que para el arte no se requiera que el artista obre bien, sino
que haga una obra buena. Se requiriría, más bien, que el producto del
artífice obrase bien; por ejemplo, que el cuchillo cortase bien o que
la sierra serrase bien, si estos instrumentos fuesen capaces de actuar
por sí, y no más bien de ser movidos, ya que no tienen dominio de su
acto. Por tanto, el arte no es necesario para que viva bien el mismo
artífice, sino tan sólo para hacer una buena obra de arte y
conservarla. La prudencia, en cambio, es necesaria no sólo para que el
hombre sea bueno, sino para que viva bien.
2. Cuando el hombre obra el bien,
no dirigido por la propia razón, sino movido por el consejo de otro,
su operación no es aún totalmente perfecta en cuanto a la dirección de
la razón y en cuanto a la moción del apetito. Por eso, aunque obre el
bien, no obra bien absolutamente, que es vivir bien.
3. La verdad del entendimiento
práctico se toma en sentido distinto que la verdad del entendimiento
especulativo, según se dice en el libro VI Ethic. La verdad del entendimiento especulativo se obtiene por la conformidad del entendimiento con la cosa conocida; y como el entendimiento no puede conformarse infaliblemente con las cosas contingentes, sino tan sólo con las necesarias, por eso ningún hábito especulativo de las cosas contingentes es virtud intelectual, sino que ésta versa únicamente sobre lo necesario. En cambio, la verdad del entendimiento práctico se obtiene por la conformidad con el apetito recto; conformidad que no tiene lugar en las cosas necesarias, que no dependen de la voluntad humana, sino tan sólo en las cosas contingentes, que pueden ser hechas por nosotros, bien se trate de lo agible interior, bien se trate de lo factible exterior. Por eso, la virtud del entendimiento práctico no se da más que sobre las cosas contingentes: el arte sobre lo factible, y la prudencia sobre lo agible.
Artículo 6:
¿Son la eubulia, la synesis y la gnome virtudes anejas a la
prudencia?
lat
Objeciones por las que parece que no está bien hecha la anexión de
la eubulia, la synesis y la gnome a la
prudencia.
1. La eubulia es el hábito por el que nos aconsejamos
bien, según se dice en el libro VI Ethic.
Pero aconsejar bien pertenece a la prudencia, según se dice en
el mismo libro. Luego la eubulia no es una
virtud aneja a la prudencia, sino que es más bien la misma
prudencia.
2. Es propio del superior juzgar de los inferiores. Luego la virtud
cuyo acto es el juicio parece ser la virtud suprema. Pero el juzgar
bien es propio de la synesis. Luego la synesis no es una
virtud aneja a la prudencia, sino más bien virtud principal.
3. Así como son diversas las cosas de que se ha de juzgar, también
son diversas las cosas de que se ha de tomar consejo. Pero sobre todas
las cosas que son materia de consejo se pone una sola virtud, a saber,
la eubulia. Luego, para juzgar de lo que se ha
de hacer, no es necesario poner, además de la synesis, otra
virtud, a saber, la gnome.
4. Tulio Cicerón señala, en su Rhetorica,
otras tres partes de la prudencia, a saber, la memoria del pasado,
la inteligencia del presente y la providencia del futuro.
Macrobio, a su vez, en Super somnium Scipionis,
señala como partes de la prudencia la precaución, la docilidad,
y otras semejantes. Por consiguiente, las virtudes anejas a la
prudencia no parecen ser sólo las tres señaladas.
Contra esto: está la autoridad del Filósofo que pone, en el libro VI Ethic., estas tres virtudes como ajenas a la
prudencia.
Respondo: Tratándose de potencias ordenadas, es
principal entre ellas la que se ordena a un acto más importante. Pues
bien, sobre las acciones humanas versan tres actos de la razón: el
primero es aconsejar, el segundo es juzgar, y el tercero es mandar.
Los dos primeros responden a los actos del entendimiento especulativo,
que son indagar y juzgar, ya que el consejo es una cierta indagación.
Mas el tercer acto es propio del entendimiento práctico, en cuanto que
es operativo, pues la razón no puede mandar las cosas que no pueden
ser hechas por el hombre. Ahora bien, es claro que, respecto de las
cosas que hace el hombre, el acto principal es mandar, al cual se
ordenan los otros. Por consiguiente, a la virtud de bien mandar, que
es la prudencia, se le juntan, como a más principal, las virtudes
secundarias de la eubulia o del buen consejo, y de la synesis y de la gnome, que son las partes que juzgan de las
acciones. De su distinción se hablará luego (ad 3).
A las objeciones:
1. El buen consejo pertenece a la
prudencia, no como si el aconsejar bien fuese acto inmediato de ella,
sino en cuanto que ejerce este acto mediante la virtud sujeta a ella,
que es la eubulia.
2. El juicio sobre lo que se ha de
hacer se ordena a algo ulterior, pues ocurre que uno juzga bien sobre
lo que se ha de hacer, y, sin embargo, no lo ejecuta rectamente. La
culminación está en que la razón preceptúe bien lo que se ha de
hacer.
3. El juicio sobre cada cosa se
basa en sus propios principios. Pero la indagación no procede aún por
los propios principios, porque, poseídos éstos, ya no sería necesario
seguir indagando, por tener ya la solución. Por eso es una sola virtud
ordenada a aconsejar bien, pero para juzgar bien se requieren dos:
porque la distinción no se basa en los principios comunes, sino en los
propios. De ahí que también en el orden especulativo una sola
dialéctica basta para inquirir en todas las cosas, mientras que las
ciencias demostrativas, que proceden juzgando, son distintas para los
diversos objetos. Pues bien, la
synesis y la
gnome se
distinguen según las diversas reglas con que se juzga, pues la
synesis juzga sobre lo que se ha de hacer según la ley común,
mientras que la
gnome juzga conforme a la misma razón natural
en aquellos casos a los que no alcanza la ley común, según se verá más
ampliamente en su lugar (
2-2 q.51 a.4).
4. La memoria, la inteligencia y la
providencia, lo mismo que la precaución y la docilidad y otras
semejantes, no son virtudes distintas de la prudencia, sino que vienen
a ser como partes integrales de la misma, en cuanto que todas ellas se
requieren para su perfección. También se dan ciertas partes subjetivas
o especies de la prudencia, como la prudencia doméstica, la prudencia
política y otras así. Mas las tres antedichas son como partes
potenciales de la prudencia, puesto que se ordenan a ella como lo
secundario a lo principal. De ellas se tratará más adelante (2-2 q.48ss).