Artículo 1:
El alma separada, ¿puede o no puede conocer algo?
lat
Objeciones por las que parece que el alma separada no puede conocer
nada en absoluto:
1. El Filósofo, en I De Anima, dice: El
entendimiento cesa en su actividad cuando algo interior se
corrompe. La muerte destruye todo lo que hay en el hombre. Por lo
tanto, también su entender.
2. El impedimento de los sentidos y la
perturbación de la imaginación imposibilitan al alma para conocer,
como ya dijimos (
q.84 a.7.8); y con la muerte desaparecen totalmente
la imaginación y los sentidos, como acabamos de demostrar (
q.77 a.3).
Por lo tanto, después de la muerte el alma no conoce
nada.
3. Si el alma separada entiende, deberá servirse de
algunas especies. Pero no entiende por especies innatas, porque al
principio es como una tablilla en la que nada hay escrito.
Tampoco por las especies abstraídas de las cosas, porque no tiene
órganos sensoriales ni imaginación por medio de los cuales se abstraen
de las cosas las especies inteligibles. Tampoco por las especies
anteriormente abstraídas y conservadas en el alma, porque, en ese
caso, el alma del niño no entendería nada después de la muerte.
Tampoco por las especies infundidas divinamente, porque tal
conocimiento no sería el natural, que es del que estamos tratando
ahora, solo el sobrenatural. Por lo tanto, el alma separada del cuerpo
no conoce nada.
Contra esto: está lo que el Filósofo, en I De Anima, dice: Si el alma no tuviera alguna operación
que le fuera exclusiva, no se separaría. Pero se separa. Luego
debe tener alguna operación propia; y la mayor: entender. Por lo
tanto, entiende aunque esté separada del cuerpo.
Respondo: Esta cuestión entraña cierta
dificultad, porque el alma, mientras está unida al cuerpo, no puede
conocer nada si no es recurriendo a las imágenes, como lo confirma la
experiencia. Si esto le correspondiera no por naturaleza, sino
accidentalmente, por el hecho de estar unida al cuerpo, como creían
los platónicos, la cuestión sería solucionada con
facilidad. Pues, suprimido el impedimento del cuerpo,
el alma volvería a su estado natural, conociendo entonces lo
inteligible sin tener que acudir a las imágenes, que es lo que hacen
las demás sustancias separadas. Pero, según esto, si el alma
comprendiese peor unida al cuerpo que separada de él, su unión con el
cuerpo no sería mejor para el alma, sino mejor para el cuerpo. Esto es
absurdo, porque la materia existe para la forma, y no al revés. Por el
contrario, si admitimos que el alma para entender necesita
naturalmente acudir a las imágenes, como su naturaleza no cambia por
la muerte del cuerpo, parece que el alma nada puede entender
naturalmente por no disponer de imágenes a las que
referirse.
Para apartar esta dificultad, hay que tener presente que todo ser
obra en cuanto está en acto; y el modo de obrar corresponde a su modo
de ser. El alma tiene un diferente modo de ser cuando está unida al
cuerpo y cuando está separada de él. Conserva, sin embargo, la misma
naturaleza. No es que la unión con el cuerpo sea para ella algo
accidental, pues se realiza por exigencia de su misma naturaleza.
Tampoco cambia la naturaleza de un cuerpo ligero cuando pasa de un
lugar apropiado que por naturaleza le corresponde a otro que no es el
suyo propio, sino ajeno a su naturaleza. Así, pues, conforme a su modo
de ser, cuando está unida al cuerpo, al alma le corresponde un modo de
entender que consiste en referirse a las imágenes de los cuerpos que
se encuentran en los órganos corpóreos. En cambio, separada del
cuerpo, le compete un modo de entender semejante al de las demás
sustancias separadas, consistente en una conversión hacia lo
inteligible. Por lo tanto, el modo de entender volviéndose a las
imágenes es natural al alma, como lo es su unión al cuerpo. En cambio,
estar separada de él y entender sin recurrir a las imágenes es algo
que está fuera de su naturaleza. Por eso se une al cuerpo: para
existir y obrar conforme a su naturaleza.
Pero esto plantea una nueva duda. Como la naturaleza se ordena
siempre a lo mejor y es más perfecto conocer volviéndose directamente
a lo inteligible que recurriendo a las imágenes, la naturaleza del
alma debió de ser formada de tal forma por Dios, que la manera más
perfecta de conocer le fuese connatural, sin que para ello necesitara
unirse al cuerpo.
Así, pues, hay que tener presente que, aun cuando el
entender refiriéndose a lo superior, en cuanto tal, es más digno que
el hacerlo recurriendo a las imágenes, sin embargo, dada la capacidad
del alma, tal manera de conocer era más imperfecta. Se demuestra de la
siguiente manera: En todas las sustancias intelectuales, la facultad
cognoscitiva proviene de un influjo de la luz divina. En su primer
principio es una y simple. Pero cuanto más van alejándose de él las
criaturas intelectuales, tanto más se divide y diluye aquella luz,
como ocurre con las líneas que parten del centro. De aquí que Dios
entienda todas las cosas por su sola esencia, y que las sustancias
intelectuales superiores, aunque conozcan por medio de diversas
formas, sin embargo se sirvan de pocas, las más universales y eficaces
para la comprehensión de las cosas, debido al poder de la energía
intelectiva que en ellas reside. En cambio, las sustancias inferiores
necesitan muchas más formas, menos universales y menos eficaces para
penetrar la realidad, debido a que carecen del poder intelectual de
las superiores. Si las sustancias inferiores poseyeran las formas tan
universales como las superiores, no poseyendo la virtualidad de
intelección de aquéllas, no obtendrían por ellas un conocimiento
perfecto de las cosas, sino uno genérico y confuso. Esto se comprueba
también, en parte, entre los hombres, pues los menos capacitados
intelectualmente no adquieren un conocimiento perfecto mediante
conceptos universales de los más inteligentes, a no ser que se les
explique cada cosa en particular. Pues bien: Es evidente que, en el
orden natural, las almas humanas son las ínfimas entre las sustancias
espirituales. La perfección del universo exigía que hubiera grados
diversos en las cosas. Así pues, si Dios hubiera dotado a las almas
humanas de la intelección propia de las sustancias separadas, su
conocimiento no sería perfecto, sino general y confuso. Para que
pudieran conocer con propiedad y perfección las cosas, han sido
ordenadas naturalmente a unirse a los cuerpos, para que puedan tener
un conocimiento adecuado de lo sensible. Algo parecido a lo que sucede
con los hombres torpes, que no pueden llegar a la ciencia si no es por
medio de ejemplos sensibles.
Por lo tanto, resulta claro que el estar unida con el cuerpo y
entender por medio de imágenes es mejor para el alma. Si bien puede
existir separada y tener otro modo distinto de conocer.
A las objeciones:
1. Si se examinan con atención las
palabras del Filósofo, se advertirá que su acento depende de una
previa hipótesis, según la cual tanto el entender como
el sentir son acciones del compuesto humano; aún no había establecido
la distinción entre entendimiento y sentido.
O puede decirse que está hablando del modo de entender por medio de
las imágenes.
2. Tal objeción se fundamenta en
lo que acabamos de decir. Por lo tanto, la respuesta está ya incluida
en lo dicho.
3. El alma separada no entiende
por medio de especies innatas, ni por las que abstrae entonces, ni
únicamente por las que haya conservado, como pretende tal objeción;
sino por medio de las especies recibidas en virtud del influjo de la
luz divina, de las que el alma participa como las demás sustancias
separadas, aunque en menor grado. Por eso inmediatamente que cesa su
relación con el cuerpo se relaciona con las realidades superiores. Sin
embargo, no por eso su conocimiento no es natural, porque Dios es
autor no sólo del influjo de la luz de la gracia, sino también de la
luz natural.
Artículo 2:
El alma separada, ¿conoce o no conoce las sustancias
separadas?
lat
Objeciones por las que parece que el alma separada no conoce las
sustancias separadas:
1. El alma es más perfecta unida al cuerpo que separada de él, puesto
que es esencialmente una parte de la naturaleza humana; y toda parte
es más perfecta cuando está en un todo. Pero el alma
unida al cuerpo no entiende las sustancias separadas. Por lo tanto,
mucho menos las entiende separada del cuerpo.
2. Todo lo que se conoce, o se conoce por su presencia o por
su especie. El alma no puede conocer las sustancias separadas por su
presencia, porque nada penetra en ella, sino sólo Dios. Tampoco por
especies que puede abstraer del ángel, porque el ángel es más simple
que el alma. Por lo tanto, de ningún modo el alma puede conocer las
sustancias separadas.
3. Algunos filósofos colocaron la última
felicidad del hombre en el conocimiento de las sustancias separadas.
Por lo tanto, si el alma separada puede conocer las sustancias
separadas consigue su felicidad con sólo separarse del cuerpo. Esto es
inadmisible.
Contra esto: está el hecho de que las almas separadas conocen otras
almas separadas; como el rico que estaba en el infierno vio a Lázaro y
a Abraham (Lc 16,23). Por tanto, las almas separadas ven también a los
ángeles y los demonios.
Respondo: Agustín, en IX
De Trin., dice:
Nuestra mente adquiere el conocimiento de
las cosas incorpóreas por sí misma; es decir, conociéndose a sí
misma, como dijimos (
q.88 a.1 ad 1). Por lo tanto, por el modo de
conocerse el alma separada a sí misma podemos intuir cómo conocerá a
las demás sustancias separadas. Pero también dijimos (
a.1;
q.84 a.7)
que, mientras el alma está unida al cuerpo, conoce recurriendo a las
imágenes. Por eso, ni a sí misma puede conocerse, a no ser en cuanto
que entiende en acto por medio de la especie abstraída de las
imágenes. Es decir, se conoce a sí misma a través de su acto, como ya
quedó demostrado (
q.87 a.1). Pero, una vez separada del cuerpo,
entiende no recurriendo a las imágenes, sino a lo que en cuanto tal es
inteligible. Por eso se conoce a sí misma por sí misma.
Es común a
toda sustancia separada entender lo superior y lo inferior a ella
según el modo de ser de su sustancia, pues una cosa es conocida
según el modo como está en el sujeto que conoce. Algo está en otro
según el modo de ser de aquel en quien está. El modo de la sustancia
del alma separada es inferior al de la angélica, pero conforme al modo
de ser de las demás almas. Por eso, de éstas tiene un conocimiento
perfecto; de los ángeles, imperfecto y deficiente, hablando en un
plano natural. Todo es distinto al tratarse del conocimiento de
gloria.
A las objeciones:
1. El alma separada es más
imperfecta desde el punto de vista de la naturaleza con la que se
comunica con el cuerpo. Sin embargo, está más libre para conocer, pues
la pureza de su intelección estaba impedida por la pesadez y cadena
del cuerpo.
2. El alma separada conoce a los
ángeles por medio de imágenes infundidas por Dios, las cuales, sin
embargo, no los representan de un modo perfecto, porque la naturaleza
del alma es inferior a la del ángel.
3. La suprema felicidad del hombre
no consiste en el conocimiento de cualquiera de las sustancias
separadas, sino sólo en el de la sustancia divina, que únicamente
puede ser contemplada mediante la gracia. El conocimiento de las demás
sustancias separadas, si es perfecto, constituye una gran felicidad,
aunque no la suprema. Pero el alma separada no las conoce
perfectamente con conocimiento natural, como ya se
dijo.
Artículo 3:
El alma separada, ¿conoce o no conoce todo lo natural?
lat
Objeciones por las que parece que el alma separada conoce todo lo
natural:
1. En las sustancias separadas están los conceptos de todas las cosas
naturales. Pero las almas separadas conocen las sustancias separadas.
Por lo tanto, conocen todo lo natural.
2. Quien entiende lo más inteligible, mucho más puede
entender lo menos inteligible. Pero el alma separada entiende las
sustancias separadas, que son lo más inteligible. Por lo tanto, mucho
más puede entender todo lo natural, que es menos inteligible.
Contra esto: el conocimiento natural en los demonios es mayor que él de
las almas separadas. Pero los demonios no conocen
todo lo natural, sino que, como dice Isidoro, conocen
muchas tras una larga experiencia. Por lo tanto, tampoco las almas
conocen todo lo natural.
Más aún. Si inmediatamente después de su separación el alma conociera
todo lo natural, sería vano el esfuerzo de los hombres por adquirir
ciencia. Esto es inadmisible. Por lo tanto, el alma separada no conoce
todo lo natural.
Respondo: Ya indicamos (
a.1 ad 3) que el alma
separada entiende por medio de especies recibidas por influjo divino,
al igual que los ángeles. Sin embargo, porque la naturaleza del alma
es inferior a la del ángel, al que le es connatural este modo de
conocer, el conocimiento que el alma separada consiga por medio de
estas especies no es perfecto, sino general y confuso. Así, pues, en
la misma medida en que los ángeles por dichas especies tienen un
conocimiento perfecto de lo natural, lo tienen las almas separadas
imperfecto y confuso. Tal modo de conocer es perfecto en el ángel,
porque, como dice Agustín en
Super Gen. ad litt., Dios creó en la inteligencia angélica todo lo que creó en las
propias naturalezas reales. Por eso, las almas separadas tienen de
todo lo natural un conocimiento general y confuso, no propio y
cierto.
A las objeciones:
1. Como dijimos anteriormente (
q.55 a.1;
q.87 a.4 ad 2), ni el mismo ángel conoce todo lo natural por su
sustancia, sino por medio de ciertas especies. Por eso, del hecho de
que el alma conozca de algún modo las sustancias separadas no se sigue
que conozca todo lo natural.
2. Así como el alma no conoce
perfectamente las demás sustancias separadas, tampoco entiende todo lo
natural con perfección, sino con cierta confusión, como acabamos de
decir.
3. Isidoro habla del conocimiento
de los sucesos futuros, que ni los ángeles, ni los demonios, ni las
almas separadas poseen, a no ser en sus causas o por revelación
divina. En cambio, nosotros hablamos del conocimiento de lo
natural.
4. El conocimiento que se adquiere
en este mundo mediante el estudio, es propio y perfecto; aquél, en
cambio, es confuso. No se sigue, pues, que entregarse al estudio sea
en vano.
Artículo 4:
El alma separada, ¿conoce o no conoce lo singular?
lat
Objeciones por las que parece que el alma separada no conoce lo
singular:
1. El entendimiento es la única potencia cognoscitiva que permanece
en el alma separada, como quedó demostrado (
q.77 a.8). Pero el
entendimiento no conoce lo singular, como también dejamos asentado
(
q.86 a.1). Por lo tanto, tampoco el alma separada.
2. Es más concreto el conocimiento por el que se conoce algo
en particular que aquel por el que sólo se conoce algo en general.
Pero el alma separada no tiene un conocimiento concreto de las
especies de las cosas naturales. Por lo tanto, mucho menos conoce lo
singular.
3. Si conociera lo singular, y no por los sentidos, por
lo mismo conocería todo lo singular. Esto no es correcto. Por lo
tanto, no conoce ninguna realidad singular.
Contra esto: está el hecho de que el rico, puesto en el infierno,
dijo: Tengo cinco hermanos (Lc 16,28).
Respondo: Las almas separadas conocen algunos
seres singulares, pero no todos, ni siquiera los que existen en el
presente. Para demostrarlo hay que tener presente que hay dos maneras
de entender: 1)
Una por abstracción de las imágenes. De este
modo no puede conocerse lo singular de forma directa, sino indirecta,
como dijimos anteriormente (
q.86 a.1). 2)
Otra, por medio de
las especies infundidas por Dios; y es así como el entendimiento puede
conocer lo singular. Pues así como el mismo Dios, en cuanto causa de
los principios universales e individuales, lo conoce todo por su
propia esencia, tanto lo universal como lo singular,
como quedó establecido (
q.14 a.11;
q.57 a.2), así también las
sustancias separadas pueden conocer lo singular por medio de las
especies, que son ciertas semejanzas participadas de aquella ciencia
divina.
Sin embargo, hay diferencia entre los ángeles y las almas separadas,
porque los ángeles por las especies tienen un conocimiento perfecto y
propio de las cosas; en cambio, las almas separadas, confuso. Por eso
los ángeles, debido a la eficacia de su entendimiento, no sólo pueden
conocer por medio de tales especies la naturaleza de las cosas de modo
específico, sino también lo singular comprendido en las especies. En
cambio, las almas separadas no pueden conocer por dichas especies más
que aquellas cosas singulares con las que tengan alguna relación: Por
un conocimiento anterior, por algún sentimiento, por una tendencia
natural o por disposición divina; porque todo lo que se recibe en
algún sujeto está determinado en él por el modo de ser del que lo
recibe.
A las objeciones:
1. El entendimiento no conoce lo
singular por abstracción. No es así, pues, como el alma separada
entiende, sino del modo que acabamos de concretar.
2. Como acabamos de decir,
el conocimiento del alma separada está ordenado a aquellas especies o
individuos con los que tiene alguna relación concreta.
3. El alma separada no está
igualmente ordenada a todas las cosas singulares, sino que su relación
con una o con otra es distinta. Por eso no hay que aplicar el mismo
criterio siempre.
Artículo 5:
El hábito científico adquirido aquí, ¿permanece o no permanece en el
alma separada?
lat
Objeciones por las que parece que el hábito científico adquirido aquí
no permanece en el alma separada:
1. Dice el Apóstol en 1 Cor 13,8: La ciencia desaparecerá.
2. Más aún. Algunos menos buenos en este mundo poseen la
ciencia, mientras que otros mejores no la tienen. Por lo tanto, si los
hábitos científicos perseveran en el alma después de la muerte, se
seguiría que, incluso en la vida futura, algunos menos virtuosos
serían superiores a los mejores. Esto parece inaceptable.
3. Las almas separadas poseerán la ciencia por influjo
de la luz divina. Así, pues, si la ciencia adquirida aquí permaneciera
en el alma separada, habría dos formas de una misma especie en un
mismo sujeto. Esto es imposible.
4. El Filósofo, en el libro Praedicament., dice: El hábito es una cualidad que difícilmente cambia, pero, a veces, por una enfermedad o algo parecido, la ciencia desaparece. Pero ningún cambio es tan grande como el que conlleva la muerte. Por lo tanto, parece que por la muerte se destruye el hábito científico.
Contra esto: está lo que dice Jerónimo en la carta Ad Paulinum: Aprendamos en la tierra aquellas cosas cuya ciencia
permanecerá en nosotros en el cielo.
Respondo: Algunos supusieron que
el hábito científico no reside en el entendimiento mismo, sino en las
facultades sensitivas; esto es, la imaginativa, la cogitativa o la
memorativa. También supusieron que las especies inteligibles no se
conservan en el entendimiento posible. Si esta opinión fuera cierta,
se seguiría que, destruido el cuerpo, desaparecería totalmente el
hábito científico adquirido en este mundo.
Pero porque la ciencia está en el entendimiento, que es el lugar
de las especies, como se dice en III De Anima, el hábito científico adquirido en esta vida
reside en parte en dichas facultades y en parte en el entendimiento
mismo. Esto puede constatarse a partir de los mismos actos por los que
se adquiere el hábito científico, porque los hábitos son semejantes
a los actos a partir de los que se adquieren, como
se dice en II Ethic. Pero los actos
intelectuales, a partir de los que se adquiere la ciencia durante la
vida terrena, se realizan recurriendo a las imágenes que residen en
dichas potencias sensitivas. Por eso, en virtud de tales actos se
produce en el mismo entendimiento posible una actitud para comprender
por medio de las especies recibidas. Incluso las mismas facultades
inferiores adquieren cierta idoneidad para que el entendimiento, al
volverse hacia ellas, pueda especular más fácilmente lo inteligible.
Pues, así como el acto intelectivo está principal y formalmente en el
entendimiento mismo, y material y dispositivamente en las facultades
intelectivas, así también sucede con el hábito.
Por lo tanto, en el alma separada no permanecerá aquella parte del
hábito científico adquirido que reside en las facultades inferiores,
pero sí la que existe en el entendimiento mismo. Porque, como se dice
en el libro De longitudine et brevitate vitae,
una forma puede destruirse de dos modos: Por sí misma, cuando es
sustituida por su contrario, como el calor por el frío; o
accidentalmente, por corrupción del sujeto en el que está. Por
corrupción del sujeto no puede desaparecer la ciencia que existe en el
entendimiento, ya que éste es incorruptible, como quedó demostrado
(q.79 a.2 ad 2). Tampoco pueden las especies inteligibles existentes
en el entendimiento posible ser destruidas por su contrario, porque
nada hay contrario a la intención inteligible, sobre todo tratándose
de la simple aprehensión, por medio de la cual conocemos lo que
algo es. Sin embargo, en cuanto a aquella operación por la que el
entendimiento compone o divide o raciocina, hay contrariedad en el
entendimiento, puesto que la falsedad en la proposición o en la
argumentación es contraria a lo verdadero. En este sentido, a veces,
la ciencia es destruida por su contrario, como ocurre cuando alguien,
por un argumento falso, se desvía de la ciencia de la verdad. Así, el
Filósofo, en el libro mencionado, admite que la ciencia se destruía
por dos motivos: el olvido, por parte de la memoria; y el
engaño, por una argumentación falsa. Ninguno de ellos puede
caber en el alma separada. Por lo tanto, hay que concluir que el
hábito científico, en cuanto que está en el entendimiento, permanece
en el alma separada.
A las objeciones:
1. El Apóstol no está hablando de
la ciencia como hábito, sino del acto del conocimiento. Así, para
aclararlo, añade (v.12): Ahora conozco parcialmente.
2. Así como alguien de baja
estatura corporal puede aventajar al que es mayor que él, así también,
nada impide que aquél posea en la vida futura un hábito científico que
no posea éste. Esto, sin embargo, apenas significará nada en
comparación con otras prerrogativas que los más virtuosos
tendrán.
3. Las dos ciencias son
conceptualmente distintas. Por lo tanto, nada puede
concluirse.
4. Aquella objeción es viable
siempre que se trate de la ciencia en cuanto a lo que en ella hay
proveniente de las potencias sensitivas.
Artículo 6:
El acto científico adquirido aquí, ¿permanece o no permanece en el
alma separada?
lat
Objeciones por las que parece que el acto científico aquí adquirido
no permanece en el alma separada:
1. El Filósofo, en I De anima, dice: Una vez
corrompido el cuerpo, el alma ni recuerda ni ama. Pero recordar
es pensar en aquellas cosas que uno conoció anteriormente. Por lo
tanto, el alma separada no puede usar la ciencia adquirida en esta
vida.
2. Las especies inteligibles no serán más eficaces en el
alma separada de lo que lo son en el alma unida al cuerpo. Pero por
ellas no podemos ahora entender a no ser volviéndonos hacia las
imágenes, como ya dijimos (
q.84 a.7). Por lo tanto,
tampoco podrá hacerlo el alma separada. Así, de ninguna forma podrá
conocer por medio de las especies inteligibles adquiridas
aquí.
3. El Filósofo, en II Ethic.,
dice: Los hábitos producen actos semejantes a los actos por los que
son adquiridos. Pero el hábito científico se adquiere aquí por los
actos del entendimiento que se vuelve sobre las imágenes. Por lo
tanto, el hábito no puede producir otros actos. Como tales actos no
competen al alma separada, ésta no podrá usar la ciencia adquirida en
esta vida.
Contra esto: está lo que en Lc 16,25 se dice al rico puesto en el
infierno: Recuerda que recibiste bienes en tu vida.
Respondo: En el acto hay que considerar dos
aspectos: su especie y su modo. La especie del acto se toma del objeto
hacia el que el acto de la potencia cognoscitiva se encamina por medio
de la especie que es su imagen. En cambio, el modo del acto se aprecia
por el poder del agente. Así, el que uno vea la piedra depende de la
especie sensible que existe en el ojo; pero el que la vea con claridad
depende de la potencia visual del ojo. Permaneciendo en el alma
separada las especies inteligibles, como acabamos de decir (
a.5), y no
siendo su estado igual al que tiene en el presente, se sigue que el
alma separada puede entender por medio de las especies inteligibles
aquí adquiridas lo que antes conocía. Sin embargo, no del mismo modo,
es decir, recurriendo a las imágenes, sino del modo adecuado al alma
separada. Así, pues, permanece en el alma separada el acto de la
ciencia adquirida en este mundo, pero de distinto modo.
A las objeciones:
1. El Filósofo está hablando del
recuerdo refiriéndose a la memoria sensitiva, no a la que es, de
alguna manera, intelectual, como ya dijimos (
q.79 a.6).
2. El diverso modo de entender no
proviene de la distinta eficacia de las especies, sino del diferente
estado del alma que conoce.
3. Los actos por medio de los que
se adquieren los hábitos son semejantes a los causados por éstos sólo
en cuanto a la especie, no en cuanto al modo de obrar. Pues hacer
obras justas, pero no con espíritu de justicia, esto es, con agrado,
causa el hábito de la justicia política, por el que obramos
gustosamente.
Artículo 7:
La distancia local, ¿impide o no impide el conocimiento del alma
separada?
lat
Objeciones por las que parece que la distancia local impide el
conocimiento del alma separada:
1. Agustín, en el libro De cura pro mortuis agenda, dice: Las almas de los difuntos están donde no pueden saber lo que ocurre en este mundo. En cambio, conocen lo que sucede cerca de ellas. Por lo tanto, la distancia local impide el conocimiento del alma separada.
2. Agustín, en el libro De divinatione daemonum, dice: Los demonios, debido a la rapidez de sus
movimientos, nos anuncian cosas que nosotros desconocemos. Pero la
rapidez de movimiento nada influiría en esto si la distancia local no
impidiera el conocimiento de los demonios. Así, pues, con mayor motivo
impedirá el del alma separada, que es de naturaleza inferior a la del
demonio.
3. La distancia local es semejante a la temporal. Esta
impide el conocimiento del alma separada, pues no conoce lo futuro.
Por lo tanto, parece que también lo impedirá la distancia
local.
Contra esto: está lo que se dice en Lc 16,23: Cuando el rico estaba
en el lugar del tormento, levantando sus ojos, vio desde lejos a
Abraham. Por lo tanto, la distancia local no impide el
conocimiento del alma separada.
Respondo: Algunos supusieron que
el alma separada conoce lo singular por abstracción de las cosas
sensibles. Si esto fuera así, podría decirse que la distancia local
impediría el conocimiento del alma separada, pues sería preciso o que lo sensible obrara sobre ella, o ella sobre lo sensible; en ambos casos se exigiría una determinada distancia. Sin embargo, tal hipótesis es imposible; porque abstraer especies de las cosas sensibles se realiza por medio de los sentidos y demás potencias sensitivas, de las que carece el alma separada. Esta conoce lo singular por medio de las especies que provienen del influjo de la luz divina, que se extiende por igual a lo cercano y a lo lejano. Por lo tanto, la distancia local de ningún modo impide el conocimiento del alma separada.
A las objeciones:
1. Agustín no afirma que las almas
de los difuntos estén imposibilitadas para ver lo que sucede en este
mundo por el hecho de que estén en el otro, de modo que se atribuya a
la distancia local dicha ignorancia. Esto puede suceder por otros
motivos, como veremos más adelante (
a.8).
2. Agustín allí está refiriéndose
a la opinión de algunos, que creían que los demonios estaban
naturalmente unidos a un cuerpo. Según dicha opinión, podrían tener
también potencias sensitivas, para cuyo ejercicio se requiere una
determinada distancia. A esa hipótesis alude expresamente en el mismo
libro Agustín, si bien más exponiéndola que
asintiéndola, como resulta claro por lo que dice en XXI De Civ.
Dei.
3. Lo futuro, que dista en el
tiempo, no es algo en acto; por eso no es cognoscible en sí mismo,
porque, en la medida en que algo carece de entidad, carece también de
inteligibilidad. En cambio, lo distante localmente es algo en acto, y,
por lo tanto, en cuanto tal, cognoscible. Por eso, la distancia local
y temporal son conceptualmente distintas.
Artículo 8:
Las almas separadas, ¿conocen o no conocen lo que aquí
sucede?
lat
Objeciones por las que parece que las almas separadas conocen lo que
aquí sucede:
1. Si las almas separadas no conocieran lo que sucede aquí, no se
cuidarían de ello. Sin embargo, sí se preocupan de lo que sucede aquí,
como lo confirma aquello que se dice en Lc 16,18: Tengo cinco
hermanos, para que les avise y que no vengan también ellos a este
lugar de tormento. Por lo tanto, conocen lo que sucede
aquí.
2. Los difuntos se aparecen frecuentemente a los vivos, ya
durante el sueño, o estando despiertos, avisándoles de cosas que
ocurren en el mundo. Es el caso de Samuel a Saúl referido en 1 Sm
28,11. Esto no ocurriría si ignorasen lo que sucede aquí. Por lo
tanto, lo conocen.
3. Las almas separadas saben lo que sucede junto a
ellas. Si no conocieran lo que sucede entre nosotros, sería la
distancia local lo que lo impidiese. Esto último lo hemos negado
(
a.7).
Contra esto: está lo que se dice en Job 14,21: Si sus hijos son
honrados o son despreciados, él no lo sabrá.
Respondo: Por conocimiento natural, al que nos
estamos refiriendo ahora, las almas de los difuntos no saben lo que
sucede en este mundo. El porqué de esto radica en lo que ya hemos
dicho (
a.4): El alma separada conoce lo singular en cuanto que de
alguna manera está determinada a ello, o bien por un vestigio de
conocimiento o afecto anterior, o bien por disposición divina. Las
almas de los difuntos, por prescripción divina y en conformidad con su
modo de existir, están separadas de toda comunicación con los vivos y
en convivencia con las sustancias espirituales, separadas de los
cuerpos. Por eso ignoran lo que sucede entre nosotros. Gregorio, en
XII
Moralium da el siguiente porqué:
Los
muertos ignoran cómo se desarrolla la vida corporal de los que viven
después de ellos; porque la vida del espíritu es muy diferente de la
del cuerpo, y así como lo corpóreo y lo incorpóreo pertenecen a
distinto género, así también difieren en su conocimiento. Esto
parece ser también lo que sostiene Agustín en el libro
De cura pro
mortuis agenda cuando dice:
Las
almas de los muertos no intervienen en las cosas de los
vivos.
En cuanto a las almas de los bienaventurados, parece que hay
diferencia entre Gregorio y Agustín. Pues a lo dicho, Gregorio
añade: Lo cual no ha de pensarse de las almas
santas, porque de quienes interiormente ven la claridad de Dios
omnipotente no puede creerse en modo alguno que ignoren algo
exterior. Agustín, en el libro De cura pro mortuis agenda,
afirma expresamente: Los muertos, incluso los
santos, ignoran lo que hacen los vivos y sus hijos. Esto aparece
en la Glossa a Is 63,16: Abraham no supo de
nosotros. Para confirmarlo, alude al hecho de que su madre no lo
visitaba ni consolaba en su tristeza, como hacía mientras vivió, no
siendo probable que en una vida más feliz se hubiera hecho menos
piadosa. Como asimismo Dios prometió al rey Josías que moriría antes
de ver los males que habían de sobrevenir a su pueblo (4 Re 22,20). No
obstante, Agustín duda sobre esto mismo. Por eso había señalado
anteriormente: Que cada uno piense lo que quiera de lo que voy a
decir. En cambio, Gregorio habla afirmativamente, como lo
demuestra su expresión: En modo alguno ha de creerse.
Sin embargo, parece más probable, siguiendo la opinión de Gregorio,
que las almas de los bienaventurados, que ven a Dios, conocen todo lo
que aquí sucede, porque son iguales a los ángeles. De éstos el mismo
Agustín afirma que no ignoran lo que sucede entre los
vivos. Pero como las almas de los santos están unidas de un modo
perfectísimo a la justicia divina, no se entristecen, como tampoco
intervienen en las cosas de los vivos, a no ser que lo exija una
disposición de la justicia divina.
A las objeciones:
1. Las almas de los difuntos pueden
ocuparse de las cosas de los vivos aun cuando ignoren el estado en que
se encuentran, como nosotros nos ocupamos de ellos ofreciendo
sufragios en su favor, aunque ignoramos su estado. Pueden también
conocer los hechos de los vivos no por sí mismos, sino, bien por las
almas de los que de aquí van a ellos, bien por medio de los ángeles o
demonios, o bien porque se lo revele el Espíritu Santo, como
dice Agustín en el mismo libro.
2. Los muertos se aparezcan a
los vivos de una u otra manera, sucede o por una especial providencia
divina, que dispone que las almas de los difuntos intervengan en las
cosas de los vivos, lo que constituye un milagro de Dios; o porque
estas apariciones se realizan por acciones de los ángeles, buenos o
malos, aun ignorándolo los muertos, como también los vivos se aparecen
sin saberlo a otros vivos mientras duermen, como señala Agustín en el
libro mencionado. Así, en el caso de Samuel, podría
decirse, atendiendo a la revelación divina, que él mismo se apareció,
porque Ecl 46,23 dice: Se durmió y anunció al rey el fin de su
vida. O bien, si no se admite esta autoridad del Eclesiástico, ya
que los hebreos no lo admiten entre los libros canónicos, aquella
aparición fue dispuesta por los demonios.
3. Tal ignorancia no se debe a la
distancia local, sino a la causa mencionada.