Artículo 1:
El alma, ¿conoce o no conoce lo corporal por el entendimiento?
lat
Objeciones por las que parece que el alma no conoce lo corporal por
el entendimiento:
1. Dice Agustín en II Soliloq.: Los cuerpos no
pueden ser comprendidos por el entendimiento. Nada corpóreo puede ser
percibido más que por los sentidos. Y dice también en XII Super
Gen. ad litt.: Sólo hay visión intelectual de aquello
que está por su esencia en el alma. Los cuerpos no están así. Por
lo tanto, el alma no puede conocer lo corporal por el
entendimiento.
2. La misma relación que hay entre el sentido y lo
inteligible, se da entre el entendimiento y lo sensible. Pero el alma
no puede conocer de ninguna manera lo espiritual por los sentidos,
pues lo espiritual es inteligible. Por lo tanto, de ninguna manera
puede conocer lo corporal, que es sensible, por el
entendimiento.
3. El entendimiento tiene por objeto lo necesario e
invariable. Pero todos los cuerpos son móviles y variables. Por lo
tanto, el alma no puede conocer lo corporal por el
entendimiento.
Contra esto: está el hecho de que la ciencia se encuentra en el
entendimiento. Por lo tanto, si el entendimiento no conoce lo
corporal, hay que deducir que no puede haber ciencia de lo corporal.
De esta forma, la ciencia natural, que trata del cuerpo móvil,
desaparece.
Respondo: Para demostrar la solución a este
problema, hay que tener presente que los primeros filósofos que
investigaron la naturaleza de las cosas, pensaron que en el mundo no
existía nada fuera de lo corporal. Y porque veían que todo lo corporal
era móvil, y lo consideraban en un continuo fluir, estimaron que no
podíamos tener ninguna certeza sobre la verdad de las cosas. Pues lo
que fluye constantemente no puede ser aprehendido con certeza, puesto
que desaparece antes de ser juzgado por la mente. Así, Heráclito dijo
que
no es posible tocar dos veces el agua de la corriente de un
río, como nos refiere el Filósofo en IV
Metaphys.
Más tarde, Platón, para salvar la certeza de nuestro conocimiento
intelectual de la verdad, sostuvo que, además de lo corporal, hay otro
género de seres sin materia ni movimiento, que
llamó especies o ideas, de cuya participación cada
realidad singular y sensible recibe su nombre, como el de hombre,
caballo, o cualquier otro. Afirmaba, consecuentemente, que las
ciencias, las definiciones y todo lo referente al acto del
entendimiento no se centra en lo sensible, sino en aquello inmaterial
y separado, de forma que el alma no entiende lo corporal, sino su
especie separada.
Esto resulta falso por un doble motivo. 1) Primero, porque, al
ser aquellas especies inmateriales e inmóviles, de las ciencias
quedaría excluido el conocimiento tanto del movimiento como de la
materia, que es lo propio de la ciencia natural, y quedaría también
excluida la demostración por las causas agentes y materiales. 2) Segundo, porque resulta irrisorio que para llegar al conocimiento
de las cosas manifiestas tengamos que poner como medio otras
realidades distintas sustancialmente, ya que difieren de ellas en el
ser. Así, aun cuando se conozcan estas sustancias separadas, no por
eso podemos emitir un juicio de lo sensible.
Parece ser que en esto Platón se desvió de la verdad, porque,
juzgando que todo conocimiento se verifica por una cierta semejanza,
estimó que la forma de lo conocido necesariamente está en quien conoce
de igual manera que en lo conocido. Consideró que la forma de la
realidad entendida está en el entendimiento de un modo universal,
inmaterial e inmóvil. Y esto resulta claro por la misma operación del
entendimiento, que entiende de manera universal y con una cierta
necesidad, siendo la acción algo proporcionado a la forma de ser del
agente. De este modo, sostuvo que las cosas entendidas debían
subsistir por sí mismas de modo inmaterial e inmóvil.
No es necesario que esto sea así. Porque también en las mismas
realidades sensibles vemos que la forma se encuentra de modo distinto
en unas y en otras. Ejemplo: En un ser la blancura puede ser más
intensa que en otro. En un ser la blancura va unida a la dulzura; y en
otro, no. De la misma manera, la forma sensible se encuentra
diversamente en lo exterior al alma y en el sentido que recibe las
formas de lo sensible inmaterialmente. Ejemplo: El color del oro sin
el oro. Igualmente, el entendimiento percibe las especies de los
cuerpos materiales y móviles, inmaterial e inmóvilmente, según su
propia naturaleza, pues lo recibido está en quien lo recibe según
conforme al modo de éste. Por lo tanto, hay que concluir que el alma conoce lo corporal por el entendimiento
inmaterial, universal, y necesariamente.
A las objeciones:
1. Aquella frase de Agustín hay que
entenderla en cuanto referida a aquello por lo que el entendimiento
conoce, no a lo que conoce. Pues conoce lo corporal entendiéndolo,
pero no a través de lo corporal ni de imágenes materiales y corpóreas,
sino a través de especies inmateriales e inteligibles que pueden estar
en el alma por su propia esencia.
2. Como indica Agustín en XXII De Civ. Dei, no hay que afirmar que el
entendimiento conoce sólo lo espiritual como el sentido conoce sólo lo
corporal. Porque, de ser así, habría que concluir que Dios y los
ángeles no conocen lo corporal. El porqué de dicha diversidad radica
en que una potencia inferior no llega a lo que es propio de una
superior; pero, la superior lleva a cabo de un modo más eminente lo
propio de la inferior.
3. Todo movimiento supone algo
inmóvil. Pues, cuando es la cualidad lo que cambia, la sustancia queda
inmóvil, y cuando lo es la forma sustancial, la materia permanece
invariable. En las realidades cambiables hay relaciones inmutables.
Ejemplo: Aunque Sócrates no esté siempre sentado, es absolutamente
cierto que, cuando está sentado, permanece en un lugar concreto. Por
eso, nada impide que haya ciencia invariable de lo
cambiable.
Artículo 2:
El alma, ¿conoce o no conoce lo corporal por su esencia?
lat
Objeciones por las que parece que el alma conoce lo corporal por su
esencia (del alma):
1. Agustín, en X De Trin., dice: El alma
recoge las imágenes de los cuerpos y se adueña de las imágenes
formadas en sí misma de sí misma, ya que para configurarlas les
transmite algo de su propia sustancia. Pero conoce los cuerpos por
medio de las imágenes de los cuerpos. Por lo tanto, por su propia
esencia conoce los seres corporales, que emplea para configurar tales
imágenes a las que transmite su propia esencia.
2. El Filósofo, en III De Anima,
dice: En cierto modo el alma lo es todo. Por lo tanto, como
quiera que lo semejante es conocido por lo semejante, parece que el
alma conoce lo corporal por sí misma.
3. El alma es superior a las criaturas corporales. Los
seres inferiores están en los superiores de un modo más perfecto que
el modo que tienen en sí mismos, como dice Dionisio.
Por lo tanto, todas las criaturas corpóreas se encuentran de una
manera más digna en la sustancia del alma que en sí mismas. Por lo
tanto, por su propia sustancia puede conocer las criaturas
corpóreas.
Contra esto: está lo que dice Agustín en IX De Trin.: La mente llega al conocimiento de lo corporal a través de los sentidos corporales. En cambio, el alma no es cognoscible por los sentidos corporales. Por lo tanto, no conoce lo corpóreo por su propia sustancia.
Respondo: Los antiguos filósofos sostuvieron
que el alma conoce lo corporal por su propia esencia. Pues era de
patrimonio común que
lo semejante es conocido por lo semejante. Estimaban que la forma de lo conocido está en
quien conoce del mismo modo que en lo conocido. Los platónicos
opinaron de forma contraria. Pues Platón, percatándose de que el alma
intelectiva es inmaterial y que conoce inmaterialmente, sostuvo que
las formas de lo conocido subsisten también de modo inmaterial. En
cambio, los primeros naturalistas, por estimar que lo conocido era
corporal y material, sostuvieron que también está materialmente en el
alma que lo conoce. Por eso, y para poder atribuir al alma el
conocimiento de todo, sostuvieron que el alma era naturaleza común a
todo, y, como la naturaleza del ser originado está constituida por sus
principios, al alma le atribuyeron la misma naturaleza de su
principio. Así, quien sostuvo que el primer principio de las cosas es
el fuego, así también sostuvo que el alma es de naturaleza ígnea, lo
mismo cabe decir con respecto al aire y al agua. Empédocles, que
estableció cuatro elementos materiales y dos agentes, sostuvo que el
alma estaba constituida de dichos elementos. De este modo, al
determinar que las cosas están en el alma materialmente, sostuvieron
que todo conocimiento del alma era material, ya que confundían y no
distinguían el entendimiento de los sentidos.
Pero este modo de pensar es inadmisible. 1) Primero, porque en
el principio material al que hacían referencia, no se encuentran los
seres que se originan de él a no ser potencialmente. Y nada es
conocido en cuanto que está en potencia, sino sólo en cuanto que está
en acto, como consta en IX Metaphys. Por eso, ni
tan siquiera la misma potencia es conocida a no ser a través del acto.
Por lo tanto, para que el alma lo conociera todo, no
sería suficiente atribuirle la naturaleza de los principios, a no ser
que también poseyera la naturaleza y forma de cada uno de sus efectos,
como la de los huesos, la carne, y demás, como argumenta Aristóteles
contra Empédocles en I De Anima. 2) Segundo, porque, si fuera necesario que lo conocido estuviera
materialmente en quien conoce, nada impediría que las realidades
materiales exteriores tuvieran conocimiento, puesto que si el
alma conociera el fuego por el fuego, también el mismo fuego, que está
fuera del alma, lo conocería.
Por lo tanto, hay que concluir que los objetos materiales conocidos
están en quien conoce no materialmente, sino, más bien,
inmaterialmente. Esto es así porque el acto del entendimiento
comprende los objetos que están fuera de quien conoce, ya que es
evidente que conocemos lo externo a nosotros. Ahora bien, por la
materia la forma está determinada a un ser único y concreto. Por eso
es evidente que la razón de la materialidad y del conocimiento son
opuestos. De este modo, los seres que reciben sólo materialmente las
formas de otros seres, no pueden conocer de ningún modo, como, por
ejemplo, las plantas, tal como se dice en el II libro De Anima. En cambio, cuanto más inmaterialmente un ser
posee la forma de lo conocido, más perfectamente conoce. Por eso el
entendimiento, que abstrae la especie inteligible no sólo de la
materia, sino también de las condiciones materiales individuantes,
conoce más perfectamente que los sentidos, los cuales reciben su forma
de lo conocido sin su materia, pero con sus condiciones materiales. De
entre los sentidos, el de la vista es el más capacitado para conocer,
porque, como dijimos ya (q.78 a.3), es el menos material. Entre los
entendimientos, cuanto más inmaterial, más perfecto.
Se concluye claramente que, si hay un entendimiento que conozca todas
las cosas por su esencia, es necesario que las posea todas
inmaterialmente. De modo semejante a como los antiguos suponían la
esencia del alma compuesta en acto por los principios de todas las
cosas materiales, para que las pudiera conocer todas. Es exclusivo de
Dios poseer una esencia que contenga inmaterialmente todas las cosas,
al modo como los efectos preexisten virtualmente en la causa. Así,
pues, sólo Dios lo conoce todo en virtud de su propia esencia. No el
alma humana ni tampoco el ángel.
A las objeciones:
1. Agustín está hablando de la
visión imaginaria que se realiza por medio de imágenes corporales.
Para formar dichas imágenes el alma pone algo de su sustancia, a la
manera como se pone el sujeto para que sea informado por alguna forma.
Es así como produce de sí misma las imágenes, no porque el alma o una
parte suya se transforme en ésta o en aquella imagen, sino al modo
como se dice que un cuerpo se convierte en algo coloreado porque se le
da un color. Este sentido del texto se desprende del contexto. Pues
dice que conserva algo, esto es, lo no
informado por tal imagen, que es aquello por lo que libremente
juzga de tales imágenes. Esto lo llama mente o entendimiento. En cambio, en lo que se refiere a que es informada
por las imágenes, esto es, por la imaginación, dice que nos es
común con los animales.
2. Aristóteles no admitió, como lo
hacían los antiguos naturalistas, que el alma estuviera compuesta de
todas las cosas, sino que dijo: En cierto modo el alma lo es
todo. Y esto en cuanto que está en potencia con respecto a todo;
por los sentidos, a lo sensible; por el entendimiento, a lo
inteligible.
3. Toda criatura tiene el ser
finito y determinado. Por eso, la esencia de una criatura superior,
aunque tenga cierta semejanza con la de una criatura inferior, por
coincidir en un mismo género; sin embargo, tal semejanza no es
perfecta, ya que está determinada a una especie a la que no pertenece
la criatura inferior. Pero la esencia divina es la semejanza perfecta
de todo con respecto a todo, como principio universal de
todo.
Artículo 3:
El alma, ¿lo conoce o no lo conoce todo por las especies impresas
naturalmente en ella?
lat
Objeciones por las que parece que el alma lo conoce todo por las
especies impresas naturalmente en ella:
1. Dice Gregorio en la homilía sobre la Ascensión: Entender es común al hombre y a los ángeles. Pero los ángeles lo
entienden todo por las formas innatas. Por eso, se dice en el libro De Causis: Toda inteligencia está llena de formas.
Por lo tanto, el alma posee especies congénitas de todo por las que
conoce lo corporal.
2. El alma intelectiva es más digna que la materia prima
corporal. Pero la materia prima es creada por Dios con las formas con
respecto a las que está en potencia. Por lo tanto, con mayor motivo el
alma intelectiva es creada por Dios con las especies inteligibles. De
este modo, el alma entiende lo corporal por las especies
innatas.
3. Nadie puede responder correctamente más que de lo que
conoce. Pero también un idiota, que no tiene ciencia adquirida,
responde correctamente sobre cosas concretas, con tal que se le
pregunte ordenadamente, como se cuenta de uno en el Menon de
Platón. Por lo tanto, antes de adquirir su ciencia, se
tiene conocimiento de las cosas. Esto no sería posible a no ser que el
alma poseyera las especies innatas. Así, pues, el alma conoce lo
corpóreo por las especies innatas.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De
Anima al hablar del entendimiento: Es como una
tablilla en la que no hay nada escrito.
Respondo: Como quiera que la forma es principio
de acción, es necesario que la relación de una cosa con la forma que
es principio de acción, sea la misma que mantiene con dicha acción.
Así, si el elevarse depende de la ingravidez, es necesario que sea
ingrávido sólo en potencia; y lo que de hecho se eleve, sea ingrávido
en acto. Pero observamos que el hombre a veces sólo conoce en potencia
tanto sensitiva como intelectualmente. Dicha potencia pasa al acto en
el conocimiento sensitivo por las acciones de las cualidades sensibles
sobre el sentido, y en el intelectivo, por medio del aprendizaje de la
inventiva. Por eso es necesario afirmar que el alma intelectiva está
en potencia tanto con respecto a las imágenes, principio de sensación,
como a las semejanzas, principio de intelección. Por eso,
Aristóteles sostuvo que el entendimiento, por el que el
alma conoce, no posee especies inteligibles innatas, sino que
originariamente está en potencia hacia todas estas
especies.
Pero porque, en ocasiones, el que posee en acto una forma no puede
obrar conforme a ella por algún impedimento, como el cuerpo ingrávido
no puede elevarse, Platón sostuvo que el entendimiento del hombre, por
naturaleza, está repleto de todas las especies inteligibles. Pero que,
debido a su unión con el cuerpo, no pasan a estar en
acto.
No parece que esto sea correcto. 1) Primero, porque, si el alma tiene
un conocimiento natural de todo, no parece posible que su olvido sea
tan grande y que ni siquiera recuerde que posee dicho conocimiento. De
hecho, ningún hombre olvida lo que conoce por naturaleza, como, por
ejemplo, que el todo es mayor que la parte y cosas parecidas. Y mucho
más incorrecto todavía parece, si tenemos en cuenta que al alma le es
natural estar unida al cuerpo, como dijimos anteriormente (q.76 a.1),
ya que es inaceptable que la acción natural de un ser quede totalmente
impedida por algo que le es natural.
2) Segundo, la falsedad de esta postura aparece manifiestamente
porque, cuando falta algún sentido, falta el conocimiento de lo que
dicho sentido percibe. Ejemplo: El ciego de nacimiento no conoce los
colores. Esto no sucedería si en el alma hubieran sido infundidas por
naturaleza las razones de todo lo inteligible. Por lo tanto, hay que
afirmar que el alma no conoce lo corporal a través de las especies
innatas.
A las objeciones:
1. Ciertamente, común a los ángeles
y a los hombres es el entender, pero en éstos no se da la perfección
de aquéllos. De la misma forma que los cuerpos inferiores, que se
limitan a existir, no tienen una existencia tan perfecta como la de
los cuerpos superiores, como dice Gregorio. Pues la materia de los
cuerpos inferiores no está totalmente formada, sino que está en
potencia para algunas formas que todavía no posee. La materia de los
cuerpos superiores está totalmente formada, de manera que, como
establecimos (
q.66 a.2), no están en potencia para recibir otra forma.
Igualmente, el entendimiento del ángel está naturalmente perfeccionado
por las especies inteligibles, mientras que el entendimiento humano
está en potencia con respecto a ellas.
2. La materia prima tiene su ser
sustancial por la forma. Y, por eso, debió ser creada con alguna
forma. De no ser así, no existiría en acto. Sin embargo, existiendo
con una sola forma, está en potencia con respecto a otras. En cambio,
el entendimiento no recibe su ser sustancial de la especie
inteligible. Consecuentemente, no hay paridad.
3. Un correcto interrogatorio va
de los principios generales, comúnmente conocidos, a los casos
concretos. Este procedimiento causa el saber en el alma del que
aprende. Por eso, cuando uno responde con precisión a algo que se le
pregunta, no es porque lo conociera antes, sino porque es entonces
cuando lo conoce por primera vez. Por lo demás, da igual que el
maestro, al pasar de los principios generales a las conclusiones, lo
haga exponiendo o preguntando, porque, en ambos casos, quien le
escucha se convence de lo posterior por lo anterior.
Artículo 4:
Las especies inteligibles, ¿pasan o no pasan al alma provenientes de
algunas formas separadas?
lat
Objeciones por las que parece que las especies inteligibles pasan al
alma provenientes de otras formas separadas:
1. Todo lo que uno es por participación ha sido causado por alguien
que lo es por esencia. Ejemplo: Lo encendido tiene por causa el fuego.
Pero el alma intelectiva, entendiendo en acto, participa de las mismas
realidades inteligibles, pues el entendimiento en acto es, de algún
modo, lo entendido en acto. Por lo tanto, las cosas que en sí mismas y
por su propia esencia son entendidas en acto son la causa de que el
alma intelectiva entienda en acto. Pero las cosas entendidas en acto
por su misma esencia son las formas que existen sin materia. Así,
pues, las especies inteligibles por las que el alma entiende, son
causadas por ciertas formas separadas.
2. La misma relación hay entre lo inteligible y el
entendimiento que entre lo sensible y el sentido. Pero los objetos
sensibles que están en acto fuera del alma, son la causa de las
especies sensibles que hay en el sentido y por las que sentimos. Por
lo tanto, las especies inteligibles por las que nuestro entendimiento
conoce, son causadas por ciertos objetos inteligibles en acto que
existen fuera del alma. Así, pues, las formas inteligibles de nuestro
entendimiento dimanan de algunas sustancias separadas.
3. Todo lo que está en potencia se actualiza por lo que
está en acto. Por lo tanto, si nuestro entendimiento está primero en
potencia y después en acto, es necesario que esto sea causado por
algún entendimiento que está siempre en acto. Este es el entendimiento
separado. Por lo tanto, las especies inteligibles por las que
entendemos en acto, son causadas por algunas sustancias
separadas.
Contra esto: está el hecho de que, de ser así, para entender no
necesitaríamos los sentidos. Esto es evidentemente falso, porque quien
carece de un sentido, de ninguna manera puede conocer los objetos
sensibles correspondientes a dicho sentido.
Respondo: Algunos sostuvieron que las especies
inteligibles de nuestro entendimiento proceden de algunas formas o
sustancias separadas. Esto sucede de dos maneras. Platón, como dijimos
(
a.1), sostuvo que las formas de las realidades sensibles subsisten
por sí mismas sin materia. Ejemplo: La forma del
hombre, que él llamaba el
hombre en sí, y la forma o idea de
caballo, que llamaba
caballo en sí. Consecuentemente, sostenía
también que las formas separadas eran participadas tanto por nuestra
alma como por la materia corporal. Por nuestra alma, para entender.
Por la materia corporal, para existir. Y así como la materia corporal,
por el hecho de participar de la idea de piedra, se hace piedra, así
también nuestro entendimiento, por el hecho de participar de la idea
de piedra, conoce la piedra. La participación de la idea se realiza a
través de una semejanza suya en quien participa de ella. A la manera
como el ejemplar es participado por la copia. Así, pues, de la misma
manera que afirmaba que las formas sensibles presentes en la materia
corporal dimanan de las ideas como una especie de imágenes suyas, así
también sostenía que las especies inteligibles de nuestro
entendimiento son ciertas representaciones de las ideas que de ellas
se desprenden. Por eso, como dijimos (
a.1), las ciencias y los
conceptos los hacía depender de las ideas.
Pero porque contra la razón propia de lo sensible va el que las
formas subsistan sin materia, como demuestra Aristóteles sobradamente, Avicena, alejándose de dicha opinión, sostuvo que las especies inteligibles de los seres sensibles no subsisten por sí mismas sin la materia, sino que preexisten inmaterialmente en los entendimientos separados. Del primero de estos entendimientos dimana el segundo, y así sucesivamente, hasta llegar al último entendimiento separado, que llamó entendimiento agente y del que, como él mismo dice, las especies inteligibles pasan a nuestras almas, y las formas sensibles a la materia corporal. En esta línea, Avicena y Platón concuerdan en que las especies inteligibles de nuestro entendimiento dimanan de ciertas formas separadas. Sin embargo, Platón dice que subsisten por sí mismas, y Avicena dice que están en el entendimiento agente. También difieren en que Avicena sostiene que las especies inteligibles no permanecen en nuestro entendimiento cuando deja de entender en acto, sino que necesita recibirlas de nuevo. Por eso no admite la ciencia natural innata, como Platón, el cual sostenía que las participaciones de las ideas están invariablemente en el alma.
Pero en esta suposición no es posible encontrar la razón suficiente
de por qué nuestra alma se une al cuerpo. Pues no puede decirse que el
alma intelectiva se une al cuerpo por el cuerpo, ya que ni la forma
existe por razón de la materia, ni el motor por el móvil, sino al
contrario. Parece, más bien, que el cuerpo es necesario al alma
intelectiva en orden a su propia operación, entender, ya que, por su
ser, no depende del cuerpo. Si el alma por su naturaleza estuviera
destinada a recibir las especies inteligibles sólo a través del
influjo de ciertos principios separados, y no las recibiese por parte
de los sentidos, para entender no necesitaría el cuerpo.
Consecuentemente, no necesitaría unirse a él.
Tampoco basta decir que nuestra alma necesita los sentidos para
entender en cuanto que los sentidos la estimulan a pensar en las cosas
cuyas especies inteligibles recibe por parte de los principios
separados. Porque no parece que el alma necesite dichos estímulos a no
ser en cuanto que, como dicen los platónicos, está como adormecida y
olvidada por efecto de su unión con el cuerpo. De ser así, los
sentidos no servirían al alma intelectiva más que para alejar el
obstáculo que representa su unión con el cuerpo. Consecuentemente,
permanece en pie la cuestión de averiguar cuál es la razón por la que
el alma se une al cuerpo.
Si, siguiendo a Avicena, se dice que los sentidos son necesarios al
alma en cuanto que la impulsan a recurrir al entendimiento agente del
que recibe las especies, tampoco esto resulta suficiente. Porque si en
la naturaleza del alma está el que entiende a través de las especies
procedentes del entendimiento agente, habría que concluir que algunas
veces podría volverse a él por su tendencia natural, o también
estimulada por uno de los sentidos para recibir del entendimiento
agente las especies de los objetos sensibles que pertenecen a un
sentido que no posee. De ser así, un ciego de
nacimiento podría tener conocimiento de los colores, lo cual es
evidentemente falso. Por lo tanto, hay que afirmar que las especies
inteligibles por las que nuestra alma conoce, no provienen de algunas
formas separadas.
A las objeciones:
1. Las especies inteligibles de las
que participa nuestro entendimiento se reducen, como a su primera
causa, a un principio inteligible por su propia esencia, esto es, a
Dios. Pero proceden de dicho principio a través de las formas de las
cosas sensibles y materiales, de las que obtenemos la ciencia, como
dice Dionisio.
2. El ser que las cosas materiales
poseen fuera del alma, les permite ser sensibles en acto, pero no
inteligibles en acto. Por lo tanto, entre el sentido y el
entendimiento no hay paridad.
3. Nuestro entendimiento posible
pasa de la potencia al acto por un ser en acto, es decir, por el
entendimiento agente, que es una potencia del alma, como dijimos (
q.79 a.4), pero no por un entendimiento separado como por causa próxima,
sino, en todo caso, como causa remota.
Artículo 5:
El alma intelectiva, ¿conoce o no conoce las cosas materiales en las
razones eternas?
lat
Objeciones por las que parece que el alma no conoce las cosas
materiales en las razones eternas:
1. Aquello en lo que una cosa es conocida, se conoce antes y mejor.
Pero el alma intelectiva del hombre, en el estado de la vida presente,
no conoce las razones eternas, ya que no conoce a Dios mismo, en quien
están estas razones, sino que se une a El como a un ser
desconocido, como dice Dionisio en c.1 Mysticae Theologiae. Por lo tanto, el alma no conoce todas las cosas
en las razones eternas.
2. En Rom 1,20 se dice: Llegamos a lo invisible de Dios
por lo creado. Pero entre lo invisible de Dios se encuentran las
razones eternas. Por lo tanto, las razones eternas se conocen por las
criaturas materiales, y no al revés.
3. Las razones eternas no son más que las ideas. Pues
Agustín, en el libro Octoginta trium quaest.,
dice: Las ideas son las razones permanentes de las cosas que hay en
la mente divina. Por lo tanto, decir que el alma intelectiva
conoce todas las cosas en las razones eternas, es actualizar la
postura de Platón, quien sostuvo que toda ciencia deriva de las
ideas.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XII Confes.: Si los dos vemos que es verdad lo que tú dices, y los dos vemos que es
verdad lo que digo yo, pregunto: ¿Dónde lo vemos? Ni yo en ti ni tú en
mí, sino que ambos lo vemos en aquella verdad inmutable que está por
encima de nosotros. Pero la verdad inmutable está contenida en las
razones eternas. Por lo tanto, el alma intelectiva conoce todas las
cosas verdaderas en las razones eternas.
Respondo: Como dice Agustín en II
De Doct.
Christ.:
Los llamados filósofos, si han dicho
alguna verdad en consonancia con nuestra fe, debemos reivindicarla
para nuestro uso, puesto que ellos son injustos poseedores. Pues en
las doctrinas de los paganos hay ciertas fábulas supersticiosas que
todo cristiano que proceda del paganismo debe evitar. Por eso,
Agustín, imbuido en las doctrinas de los platónicos, recogió todo lo
que en ellas encontró conforme con la fe, corrigiendo todo lo que se
oponía. Así, Platón sostuvo, como hemos dicho (
a.4), que las formas de
las cosas, que llamó
ideas, subsisten independientemente de la
materia, por cuya participación nuestro entendimiento conoce todas las
cosas, de modo que, así como la materia corporal se hace piedra por la
participación de la idea de piedra, así también nuestro entendimiento
conoce la piedra por participación de la misma idea. Pero porque
parece contrario a la fe que las formas de las cosas subsistan fuera
de éstas por sí mismas y sin materia, como sostuvieron los platónicos,
los cuales afirmaban que
la vida en sí misma y la
sabiduría
en sí misma son sustancias creadoras, como dice
Dionisio en c.ll
De Div. Nom.; por eso, Agustín
en el libro
Octoginta trium quaest. admitió, en
lugar de las ideas de Platón, la existencia en la mente divina de las
razones de todas las cosas, según las cuales han sido hechas todas las
cosas y según las que el alma todo lo conoce.
Por lo tanto, cuando nos preguntamos si el alma humana conoce todas
las cosas en las razones eternas, debemos responder que algo es
conocido en otro de dos maneras. 1) Una, como en objeto conocido, al
modo como se ven en el espejo las cosas cuyas imágenes refleja. De
esta manera el alma no puede en el presente estado de vida ver todas
las cosas en las razones eternas; en cambio, así es como conocen los
bienaventurados, los cuales ven a Dios y todas las cosas en Dios. 2)
Otra, como en su principio de conocimiento. Como si dijéramos que
vemos en el sol lo que vemos por su luz. En este sentido es necesario
decir que el alma humana conoce las cosas en las razones eternas, por
cuya participación lo conocemos todo. Pues la misma luz intelectual
que hay en nosotros no es más que una cierta semejanza participada de
la luz increada en la que están contenidas las razones eternas. Por
eso, en el Sal 4,6-7 se dice: Muchos dicen: ¿Quién nos muestra los
bienes? El salmista responde a esta pregunta diciendo: Señor,
sobre nosotros está sellada la luz de tu rostro. Como si dijera:
Por el sello de la luz divina en nosotros todo se nos da a
conocer.
Sin embargo, porque, además de la luz intelectual para conocer las
cosas materiales necesitamos las especies inteligibles que provienen
de los mismos objetos, hay que concluir que no conocemos las cosas
materiales sólo por la participación de las razones eternas, como
decían los platónicos afirmando que la sola participación de las ideas
es suficiente para tener ciencia. Por eso, Agustín en IV De
Trin. dice: ¿Acaso porque los filósofos
demuestran con pruebas irrefutables que todo lo temporal fue hecho en
virtud de las razones eternas, han podido ver en ellas o deducir de
ellas cuántas son las especies de animales y cuántos los principios
germinales de cada uno? ¿Acaso no acudieron, más bien, al análisis de
la historia de tiempos y lugares?
Que Agustín no entendió que todas las cosas son conocidas en las
razones eternas o en la verdad inmutable en el sentido de
que contempláramos las mismas razones eternas, resulta evidente por lo
que él mismo escribe en el libro Octoginta trium quaest.: No toda ni cualquier alma racional es considerada
apta para dicha visión, o sea, en las razones eternas, sino la
encontrada santa y pura, como la de los bienaventurados.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.
Artículo 6:
El conocimiento intelectual, ¿parte o no parte de las cosas
sensibles?
lat
Objeciones por las que parece que el conocimiento intelectual no
parte de las cosas sensibles:
1. Dice Agustín en el libro Octoginta trium quaest.: Ninguna verdad cierta puede esperarse de los sentidos del cuerpo. Esto lo prueba por dos razones. Una, porque todo cuanto el sentido corporal alcanza, está en continuo cambio; y lo que no permanece, no puede ser percibido. Otra, porque conservamos las imágenes de todas las cosas que impresionaron los sentidos corporales, aun cuando no estén presentes en ellos, como ocurre en el sueño y en la locura, sin que podamos discernir por los sentidos sobre si lo que sentimos son los mismos objetos sensibles o falsas imágenes, y no es posible que se perciba nada sin discernirlo de lo falso. Así, concluye que no hay que esperar la verdad de los sentidos. Pero el conocimiento intelectual percibe la verdad. Por lo tanto, el conocimiento intelectual no proviene de los sentidos.
2. Dice Agustín en XII Super Gen. ad litt.: No debe creerse que el cuerpo obre algo en el espíritu como si el espíritu estuviese sometido a su acción en calidad de materia, puesto que es, en todos los conceptos, más digno el sujeto que obra que la realidad en la que se obra. Por eso concluye: No es el cuerpo el que produce su imagen en el espíritu, sino éste quien produce dicha imagen en sí mismo. Por lo tanto, el conocimiento intelectual no proviene de las cosas sensibles.
3. El efecto no sobrepasa la capacidad de su causa. Pero
el conocimiento intelectual llega más allá de los objetos sensibles,
pues llegamos a conocer cosas que no perciben los sentidos. Por lo
tanto, el conocimiento intelectual no proviene de las cosas
sensibles.
Contra esto: el Filósofo, en Metaphys. y al final
del De Poster., demuestra que el principio de
nuestro conocimiento parte de los sentidos.
Respondo: Sobre esta cuestión, entre los
filósofos hubo tres opiniones. Demócrito sostuvo que
la única causa
de cada uno de nuestros conocimientos consiste en que vengan y entren
en nuestras almas las imágenes de los cuerpos en que pensamos,
como nos transmite Agustín en su carta
Ad Dioscorum. Y Aristóteles, en el libro
De soma, et vigil., también dice que Demócrito sostuvo que el
conocimiento se verifica
por imágenes y emanaciones. El
fundamento de tal opinión está en que tanto Demócrito como los
antiguos naturalistas no establecían diferencias entre el
entendimiento y el sentido, como delata Aristóteles en el libro
De
Anima. Por eso, como el sentido es alterado por el
objeto sensible, estimaron que todos nuestros conocimientos se
verificaban sólo por esta alteración producida por lo sensible. Esta
alteración Demócrito afirmaba que se realiza por emanaciones de
imágenes.
Por su parte, Platón distinguía el entendimiento de los sentidos.
Así, el entendimiento era una facultad inmaterial que para su acción
no se servía de ningún órgano corporal. Y como lo incorpóreo no puede
ser alterado por lo corpóreo, dedujo que el conocimiento intelectual
no se verifica por la modificación que los objetos sensibles producen
en el entendimiento, sino por la participación de las formas
inteligibles separadas. Esto ya se dijo (a.5). También sostuvo que los
sentidos tenían cierta virtualidad propia por la que ni siquiera ellos
mismos, a no ser como facultad espiritual, son alterados por objetos
sensibles, que sólo afectan a los órganos sensoriales, por cuya
alteración de alguna manera es estimulada el alma en orden a
configurar en sí misma las especies de los objetos sensibles. Esta
opinión parece ser muy cercana a la expresada por Agustín en XII Super Gen. ad litt., cuando dice: No es el cuerpo el que
siente, sino el alma por el cuerpo, del que se sirve como de mensajero
para formar en sí misma lo que se le notifica de fuera. Así, pues,
según la opinión de Platón, ni el conocimiento intelectual procede del
sensible, ni siquiera el sensible procede totalmente de los objetos
sensibles, sino que los objetos sensibles estimulan al alma sensitiva
para sentir, y, a su vez, los sentidos estimulan al alma intelectiva
para entender.
Aristóteles mantuvo una postura media equilibrada. Con
Platón admite que el entendimiento es distinto del sentido. Pero
sostuvo que el sentido no ejerce su operación propia sin que
intervenga el cuerpo, de tal manera que el sentir no es un acto
exclusivo del alma, sino del compuesto. Lo mismo afirma de todas las
operaciones de la parte sensitiva. Y porque no hay inconveniente en
que los objetos sensibles que se encuentran fuera del alma produzcan
algún efecto en el compuesto, Aristóteles concuerda con Demócrito en
decir que las operaciones de la parte sensitiva son causadas por
impresiones de los objetos sensibles en el sentido, pero no a modo de
emanación, como sostuvo Demócrito, sino por medio de una operación.
Pues Demócrito suponía que todas las acciones se deben a la movilidad
de los átomos, como aparece en I De Generat.
Aristóteles, en cambio, sostenía que el entendimiento ejecuta su
operación sin la intervención del cuerpo. Nada corpóreo puede influir
en algo incorpóreo. De este modo, según Aristóteles, para que se
produzca la operación intelectual no basta la simple impresión de los
cuerpos sensibles, sino que se precisa algo más digno,
porque, como él mismo dice, el agente es más digno
que el paciente. Sin embargo no en el sentido de que la operación
intelectual sea producida en nosotros por el solo influjo de ciertos
seres superiores, como sostuvo Platón, sino en cuanto que un agente
superior y más digno, llamado entendimiento agente, y del que ya
dijimos algo (q.79 a.3.4), por medio de la abstracción hace
inteligibles las imágenes recibidas por los sentidos.
Por lo tanto, según esto, la operación intelectual es causada por los
sentidos en lo que se refiere a las imágenes. Pero porque las imágenes
no son suficientes para alterar el entendimiento posible, sino que
necesitan el entendimiento agente para convertirse en inteligibles en
acto, no puede decirse que el conocimiento sensible sea la causa total
y perfecta del conocimiento intelectual, sino que, en cierto modo, es
la materia de la causa.
A las objeciones:
1. Aquellas palabras de Agustín dan
a entender que no hay que esperar de los sentidos toda la verdad. Pues
se precisa la luz del entendimiento agente para que en las cosas
mutables conozcamos la verdad inmutable y para discernir entre la
realidad objetiva y su imagen.
2. Agustín no está hablando del
conocimiento intelectivo, sino de lo imaginario. Y porque, según la
opinión de Platón, la facultad de la imaginación tiene una operación
que pertenece exclusivamente al alma, Agustín, para probar que los
cuerpos no imprimen sus imágenes en la potencia imaginativa, sino que
es el alma misma la que las produce, utilizó la misma razón empleada
por Aristóteles para demostrar que el entendimiento agente es
separado, esto es, porque el agente es más digno que el
paciente. Según esta opinión, indudablemente habría que poner en
la facultad imaginativa no sólo potencia pasiva, sino también activa.
Pero si con Aristóteles admitimos que la acción de la facultad
imaginativa pertenece al compuesto, desaparece toda dificultad, pues
el cuerpo sensible es más digno que cualquier órgano animal, ya que se
relaciona con dicho órgano como el ser en acto se relaciona con el ser
en potencia, de igual modo que el cuerpo, que tiene el color en acto,
se compara con la pupila, que lo tiene en potencia. Sin embargo,
podría decirse que, aun cuando la primera alteración de la potencia
imaginativa se debe a la moción de los objetos sensibles, porque, la fantasía es un movimiento producido por el sentido, como se
dice en el libro De Anima, en el hombre hay
cierta operación del alma que, por medio de la composición y división,
forma diversas imágenes de las cosas sin que los sentidos lo perciban.
Esto es lo que quiere decir Agustín.
3. El conocimiento sensitivo no es
causa completa del conocimiento intelectual. Por lo tanto, no hay que
extrañarse de que el conocimiento intelectual abarque más que el
sensitivo.
Artículo 7:
El entendimiento, ¿puede o no puede conocer, de hecho, mediante las
especies inteligibles que ya posee sin recurrir a las
imágenes?
lat
Objeciones por las que parece que el entendimiento puede conocer, de
hecho, mediante las especies inteligibles que ya posee sin referirse a
las imágenes:
1. El entendimiento pasa al acto por la especie inteligible que lo
informa. Pero estar el entendimiento en acto es lo mismo que entender.
Por lo tanto, las especies inteligibles son suficientes para que el
entendimiento entienda en acto sin necesidad de recurrir a las
imágenes.
2. Más depende la imaginación del sentido que el
entendimiento de la imaginación. Pero la imaginación puede ejercer su
operación sin la presencia de lo sensible. Por lo tanto, con mayor
motivo el entendimiento puede entender sin necesidad de recurrir a las
imágenes.
3. No hay imágenes de lo incorporal, porque la
imaginación no trasciende el tiempo y el espacio. Por
lo tanto, si nuestro entendimiento no pudiera entender nada en acto
sin recurrir a las imágenes, se seguiría que no podría entender nada
incorpóreo. Esto es evidentemente falso, pues entendemos la verdad
misma, a Dios y a los ángeles.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De Anima: El alma no entiende nada sin imágenes.
Respondo: Es imposible que nuestro
entendimiento, en el presente estado de vida, durante el que se
encuentra unido a un cuerpo pasible, entienda en acto algo sin
recurrir a las imágenes. De que esto es así, tenemos un doble indicio.
1)
Primero, porque al ser el entendimiento una facultad que no
se sirve de ningún órgano corporal, de ninguna manera estaría impedido
su acto por la lesión de un órgano corporal si para su ejercicio no
necesitase el acto de otra facultad que sí utiliza dichos órganos. Las
potencias que sirven de órganos corporales son el sentido, la
imaginación y las otras facultades de la parte sensitiva. Por eso
resulta evidente que para que el entendimiento entienda en acto, y no
sólo cuando por primera vez adquiera un conocimiento, sino también en
la posterior utilización del conocimiento adquirido, se precisa el
acto de la imaginación y el de las demás facultades. Pues observamos
que, impedido el acto de la imaginación por la lesión de un órgano,
como sucede en los dementes, o impedida la facultad de la memoria,
como sucede en los que se encuentran en estado de letargo, el hombre
no puede entender en acto ni siquiera aquellas cosas cuyo conocimiento
ya había adquirido. 2)
Segundo, porque todos pueden
experimentar en sí mismos que, al querer entender algo, se forman
ciertas imágenes a modo de ejemplares, en las que se puede contemplar,
por decirlo de alguna manera, lo que se proponen entender. Por eso,
cuando queremos hacer comprender a otro algo, le proponemos ejemplos
que le permitan formarse imágenes para entender.
El porqué de todo esto radica en que la potencia cognoscitiva está
proporcionada a lo cognoscible. Por eso, el entendimiento angélico,
sin vinculación alguna con un cuerpo, por objeto propio tiene la
sustancia inteligible separada del cuerpo, por la que conoce lo
material inteligible. En cambio, el objeto propio del entendimiento
humano, que está unido a un cuerpo, es la esencia o naturaleza
existente en la materia corporal y, a través de la naturaleza de lo
visible, llega al conocimiento de lo invisible. Es esencial a la
naturaleza visible existir en un individuo que no es tal individuo sin
materia corpórea, como es esencial a la naturaleza de la piedra
existir en esta piedra, y a la naturaleza del caballo es esencial
existir en este caballo. Por lo tanto, de forma verdadera y completa
no se puede conocer la naturaleza de la piedra o la de cualquier otro
objeto material si no se la conoce existente de forma concreta. Pero
lo concreto lo percibimos por los sentidos y por la imaginación.
Consecuentemente, para que el entendimiento entienda en acto su objeto
propio, es necesario que recurra a las imágenes para descubrir la
naturaleza universal como presente en un objeto particular. En cambio,
si el objeto de nuestro entendimiento fuesen las formas separadas, o
si las naturalezas de las realidades sensibles subsistiesen
independientemente de lo concreto, como dicen los platónicos, no sería
necesario que nuestro entendimiento para entender recurriera siempre a
las imágenes.
A las objeciones:
1. Las especies conservadas en el
entendimiento posible están en él habitualmente cuando no las entiende
en acto, como se dijo (
q.79 a.6). Por eso, para entender en acto no
basta conservar así las especies, sino que es necesario que las
utilicemos en conformidad con lo que representan, esto es, con las
naturalezas existentes en las cosas particulares.
2. La misma imagen es una
semejanza de la realidad concreta. Por eso la imaginación no necesita
una nueva representación particular, como la necesita el
entendimiento.
3. Conocemos las realidades
incorpóreas, de las que no disponemos de imágenes, por la relación con
lo sensible, de lo cual sí poseemos imágenes. De
este modo, conocemos la verdad misma reflexionando sobre el objeto
cuya verdad investigamos. Como dice Dionisio, a Dios
le conocemos en cuanto causa y por vía de eminencia y negación. En lo
que se refiere a las demás sustancias incorpóreas, no podemos
conocerlas en el estado presente de vida más que por vía de remoción o
a través de una comparación con lo corporal. Así, para conocer algo de
estos seres, aun cuando no dispongamos de sus imágenes, es necesario
recurrir a las imágenes de lo corpóreo.
Artículo 8:
El juicio del entendimiento, ¿queda o no queda impedido cuando el
sentido está anulado?
lat
Objeciones por las que parece que el juicio del entendimiento no
queda impedido cuando el sentido está anulado:
1. Lo superior no depende de lo inferior. Pero el juicio del
entendimiento está por encima de los sentidos. Por lo tanto, el juicio
del entendimiento no es impedido por el embotamiento de los
sentidos.
2. Raciocinar es un acto del entendimiento. Durante el
sueño, los sentidos están impedidos, como se dice en el libro De
Somn. et Vigil. Sin embargo, hay quien razona
durmiendo. Por lo tanto, estancados los sentidos, no queda impedido el
juicio del entendimiento.
Contra esto: no se consideran actos pecaminosos aquellas acciones
contrarias a las rectas costumbres y que se realizan durante el sueño,
como dice Agustín en XII Super Gen. ad litt.
Esto no ocurriría si, estando dormido el hombre, pudiera usar
libremente de la razón y del entendimiento. Por lo tanto, el
estancamiento de los sentidos impide el uso de la razón.
Respondo: Como dijimos (
a.7), el objeto propio
y proporcionado a nuestro entendimiento es la naturaleza de lo
sensible. Pero no puede emitirse un juicio completo de algo si no se
conoce todo lo que está referido a este algo, en especial si se
desconoce el término y el fin del juicio. Dice el Filósofo en III
De Caelo:
Así como el fin de la ciencia
práctica es la operación, así también el de la ciencia natural es lo
que principalmente se percibe por los sentidos. Pues el herrero no
busca conocer lo que es un cuchillo a no ser para su trabajo, es
decir, para forjar este cuchillo en concreto. Igualmente, tampoco el
naturalista busca conocer la naturaleza de la piedra o del caballo a
no ser para conocer las definiciones de lo que le ofrecen los
sentidos. Es evidente que ni el juicio del herrero sobre el cuchillo
sería perfecto si ignorase su funcionalidad, ni tampoco lo sería el
juicio del naturalista sobre los objetos naturales si ignorase lo
sensible. Ahora bien, todo lo que en la vida presente entendemos lo
entendemos por comparación con lo sensible. Por lo tanto, es imposible
que el juicio de nuestro entendimiento sea perfecto cuando están
impedidos los sentidos por los que conocemos lo sensible.
A las objeciones:
1. Aunque el entendimiento sea
superior al sentido, sin embargo, y en cierto modo, depende de él. Y
en lo sensible se fundamenta su primer y principal objeto. De este
modo, es necesario que el juicio del entendimiento quede impedido al
quedar estancados los sentidos.
2. Los sentidos pierden su
actividad en quienes duermen debido a ciertas emanaciones y
vaporizaciones, como se dice en el libro De Somn. et
Vigil. El mayor o menor embotamiento de los
sentidos depende de la disposición de estas evaporaciones. Cuando su
movimiento es grande, no solamente se paralizan los sentidos, sino
también la imaginación, hasta el punto que no se ofrece ninguna
imagen, como ocurre sobre todo al dormirse después de haber comido y
bebido demasiado. Si el movimiento de los vapores es algo menor, se
ofrecen imágenes, pero desfiguradas y desordenadas, como les ocurre a
los que tienen fiebre. Si dicho movimiento aún es
más lento, las imágenes se ofrecen ordenadas, como sucede sobre todo
al acabar el sueño y en aquellos hombres sobrios y dotados de una
potente imaginación. Si el movimiento de los vapores es mínimo, no
sólo queda libre la imaginación, sino también y en parte el sentido
común, de tal manera que, incluso durmiendo, a veces el hombre juzga
que lo que ve es un sueño como si distinguiera entre realidad e
imagen. Sin embargo, en parte está atado al sentido común. Por eso,
aunque la realidad la distinga de ciertas imágenes, con otras se
engaña siempre. Así, pues, en la medida en que el sentido y la
imaginación se van recobrando paulatinamente durante el sueño, también
el entendimiento recobra el juicio, aunque no totalmente. Por eso, los
que durmiendo razonan, siempre reconocen que se equivocaron en
algo.