Artículo 1:
El alma humana, en el estado de la vida presente, ¿puede o no puede
conocer las sustancias inmateriales, que llamamos ángeles, por sí
mismas?
lat
Objeciones por las que parece que el alma, en el estado de la vida
presente, puede conocer las sustancias inmateriales, que llamamos
ángeles, por sí mismas:
1. Dice Agustín en IX De Trin. : La misma
mente, así como adquiere el conocimiento de lo corpóreo por medio de
los sentidos del cuerpo, así también adquiere por sí misma el
conocimiento de lo incorpóreo. Incorpóreas lo son las sustancias
inmateriales. Por lo tanto, la mente conoce las sustancias
inmateriales.
2. Lo semejante se conoce por lo semejante. Pero la mente
humana, por ser inmaterial, como dijimos (
q.76 a.1), se asemeja más a
lo inmaterial que a lo material. Por lo tanto, como nuestra mente
conoce lo material, mucho más conocerá lo inmaterial.
3. El hecho de que aquellas cosas que son sumamente
sensibles no sean sentidas así por nosotros se debe a que lo
excesivamente sensible corrompe el sentido. Pero lo excesivamente
inteligible no corrompe el entendimiento, como se dice en III De
Anima. Por lo tanto, aquellas cosas que en cuanto
tales son más inteligibles, también lo son para nosotros. Pero como
quiera que las cosas materiales no son inteligibles más que en cuanto
que nosotros, por abstracción, hacemos que lo sean de hecho, es
evidente que serán más inteligibles aquellas sustancias que por
naturaleza son inmateriales. Por lo tanto, son más conocidas por
nosotros que las cosas materiales.
4. El Comentarista, en II Metaphys.,
dice: Si las sustancias abstractas no pudieran ser entendidas por
nosotros, entonces la naturaleza habría obrado inútilmente, porque
hizo algo que, siendo inteligible en cuanto tal, no es entendido por
nadie. Pero en la naturaleza nada es inútil ni superfluo. Por lo
tanto, las sustancias inmateriales pueden ser conocidas por
nosotros.
5. La relación que hay entre el sentido y
lo sensible, es la misma que hay entre el entendimiento y lo
inteligible. Pero nuestra vista puede ver todos los cuerpos, tanto si
son superiores e incorruptibles como si son inferiores y corruptibles.
Por lo tanto, nuestro entendimiento puede conocer todas las sustancias
inteligibles, incluso las superiores e inmateriales.
Contra esto: está lo que se dice en Sab 9,16: Lo que hay en el cielo,
¿quién lo investigará? En los cielos están las sustancias
inmateriales, según aquello de Mt 18,10: Sus ángeles en el
cielo. Por lo tanto, las sustancias inmateriales no pueden ser
conocidas por la investigación humana.
Respondo: Según Platón, no sólo conocemos las
sustancias inmateriales, sino que éstas son lo primero que conocemos.
Pues Platón sostuvo que las formas inmateriales subsistentes, que
llamaba
ideas, eran el objeto propio de nuestro entendimiento.
Por serlo, son conocidas por nosotros de forma directa. Sin embargo,
el alma llega al conocimiento de las cosas materiales en cuanto que al
entendimiento se une la sensación y la imaginación. Por
lo tanto, cuanto más puro sea el entendimiento, tanto mejor percibe la
verdad inteligible de lo inmaterial.
Pero según la opinión de Aristóteles, más conforme con
la experiencia, en la vida terrena nuestro entendimiento, por
naturaleza, se centra en las esencias de las cosas materiales. Por eso
no entiende nada a no ser recurriendo a las imágenes, como ya dijimos
(q.84 a.7). Así, resulta evidente que las sustancias inmateriales, que
no caen bajo el control de los sentidos y la imaginación, nosotros,
según nuestro modo propio de conocer, no podemos entenderlas de forma
directa.
Sin embargo, Averroes, en el comentario III De Anima, sostiene que el hombre, al final de esta vida,
puede llegar a entender las sustancias separadas por la continuidad o
unión de alguna sustancia separada con nosotros, y que llama entendimiento agente, el cual, por ser sustancia separada, conoce
naturalmente las sustancias separadas. Por eso, cuando esté tan unido
a nosotros que, por él, conozcamos perfectamente, conoceremos las
sustancias separadas, como ahora, por la unión al entendimiento
posible, conocemos las cosas materiales. Nos explica cómo se une a
nosotros el entendimiento agente. Dice: Puesto que
entendemos por el entendimiento agente y por los objetos inteligibles
especulados, como lo confirma el conocimiento que, por los principios,
tenemos de las conclusiones, es necesario que el entendimiento agente
se relacione con lo entendido como el agente principal con el
instrumento, o como la forma con la materia. Pues en ambos casos una
acción es atribuida a dos principios distintos: 1) Al agente principal
y a su instrumento. Ejemplo: La acción de serrar se atribuye al
carpintero y a la sierra. 2) A la forma y su sujeto. Ejemplo: La
acción de calentar se atribuye al calor y al fuego. En cualquiera de
los dos casos, el entendimiento agente con respecto a lo especulado es
lo que la perfección con respecto a lo perfectible, y lo que el acto
con respecto a la potencia. Por ser simultáneamente se recibe lo
perfecto y la perfección, como simultáneamente lo visible y la luz se
reciben en la pupila. Así, pues, simultáneamente se reciben en el
entendimiento posible lo especulado y el entendimiento agente. Cuanto
más numeroso sea lo especulado, tanto más perfectamente se unirá a
nosotros el entendimiento agente. Esto es así de tal manera que, si
conociéramos todo lo posible, la unión sería perfectísima, pudiendo
llegar a conocerlo todo, tanto lo material como lo inmaterial. En esto
coloca la última felicidad del hombre. No viene al caso
si en dicho estado de felicidad, el entendimiento posible conoce las
sustancias separadas por medio del entendimiento agente, como él
piensa; o, como atribuye a Alejandro, el entendimiento posible nunca
llega a conocerlas (debido a que sostiene que el entendimiento posible
es corruptible), sino que el hombre conoce las sustancias separadas
por medio del entendimiento agente.
Pero esto es insostenible. 1) Primero, porque si el
entendimiento agente es sustancia separada, es imposible que
conozcamos formalmente por él. Porque aquello por lo que formalmente
obra un agente es su forma y su acto, pues todo agente actúa en cuanto
que está en acto. Anteriormente (q.12 a.1), ya hablamos de esto al
tratar lo referente al entendimiento posible.
2) Segundo, porque si, siguiendo dicha explicación, el
entendimiento agente fuera sustancia separada, no se uniría a nosotros
sustancialmente, sino sólo por su luz, en cuanto que es participada
por los entendimientos especulativos. Pero no en cuanto a sus
restantes operaciones, que serían lo que a nosotros nos permitiría
entender lo inmaterial. Así, cuando vemos los colores iluminados por
el sol, no se une a nosotros la sustancia del sol de forma que podamos
hacer lo que él hace, sino que sólo se nos une la luz del sol, que nos
permite ver los colores.
3) Tercero, porque aun admitiendo que la sustancia del
entendimiento agente se uniera a nosotros tal como nos dice, sin
embargo, ellos afirman que no lo haría totalmente según uno o dos
inteligibles, sino según todo lo especulado. Pero todos los
inteligibles conocidos no colman la capacidad del entendimiento
agente, porque mucho más es entender las sustancias separadas que
entender todo lo material. Por eso resulta evidente que, incluso
conocido todo lo material, el entendimiento agente no se uniría a
nosotros de manera que por él pudiéramos conocer las sustancias
separadas.
4) Cuarto, porque apenas se hallaría alguien en este mundo que
conociera todo lo inteligible material, llegando, por eso, pocos o
ninguno a ser felices. Esto va contra el Filósofo cuando, en I
Ethic., dice: La felicidad es un cierto bien
común que puede llegar a todos los que no estén desprovistos de
virtud. Además, es absurdo que sólo consigan el fin de una especie
muy pocos de los individuos que la constituyen.
5) Quinto, porque el Filósofo en I Ethic. dice expresamente: La felicidad es una operación de la virtud perfecta. Enumeradas muchas virtudes, en el libro X concluye que la felicidad última, consistente en el conocimiento de los supremos objetos inteligibles, corresponde a la virtud de la sabiduría, de la que en el libro VI había colocado a la cabeza de las ciencias especulativas. Por eso resulta evidente que Aristóteles puso la última felicidad del hombre en el conocimiento de las sustancias separadas, tal como puede obtenerse por las ciencias especulativas; y no por la prolongación del entendimiento agente que algunos imaginaron.
6) Sexto, quedó demostrado anteriormente (q.79 a.4) que el
entendimiento agente no es sustancia separada, sino una determinada
facultad del alma que se extiende activamente a todo lo que
pasivamente se extiende el entendimiento posible. Porque, como se dice
en III De Anima, el entendimiento posible es
aquello que permite al alma hacerse todas las cosas; el
entendimiento agente es aquello por lo que puede hacerlo todo.
Por lo tanto, ninguno de los dos alcanza, durante la vida terrena, más
que lo material, que el entendimiento agente lo convierte en
inteligible en acto y es recibido en el entendimiento posible. En
definitiva, durante la vida terrena, ni el entendimiento posible ni el
agente pueden conocer lo inmaterial en sí mismo.
A las objeciones:
1. De aquella autoridad de Agustín
se deduce que lo que nuestra mente puede conocer de las cosas
incorpóreas puede conocerlo por sí misma. Esto es tan cierto, que los
mismos filósofos dicen que la ciencia del alma es un
principio para conocer las sustancias separadas. En efecto, por
conocerse a sí misma, el alma llega a tener algún conocimiento de las
sustancias incorpóreas tal como es capaz de tenerlo; pero no las
conoce absoluta y perfectamente conociéndose a sí misma.
2. La semejanza de naturaleza no
basta para que se dé conocimiento; de lo contrario,
habría que admitir la opinión de Empédocles cuando dijo
que el alma es de la naturaleza de todas las cosas, puesto que las
conoce todas. Para conocer se requiere que la semejanza del objeto
conocido esté en quien conoce casi como forma suya. Durante la vida
terrena, nuestro entendimiento posible es apto para recibir la
semejanza de las cosas materiales abstraídas de las imágenes. Por eso
conoce mejor las sustancias materiales que las inmateriales.
3. Entre el objeto y la potencia
cognoscitiva debe haber alguna proporción como entre lo activo y lo
pasivo, o entre la perfección y lo perfectible. Por eso, el motivo de
que los sentidos no perciban lo sensible demasiado intenso, no se debe
sólo a que se corrompan los órganos sensoriales, sino también a que no
es proporcionado a las potencias sensitivas. Asimismo, las sustancias
inmateriales son desproporcionadas a nuestro entendimiento, hasta el
punto de que durante la vida terrena no puede conocerlas.
4. El argumento del Comentarista
tiene muchos fallos. Primero, porque del hecho de que nuestro
entendimiento no conozca las sustancias separadas no se sigue que
ningún otro entendimiento las conozca; pues se conocen a sí mismas y
entre sí. Segundo, porque el fin de las sustancias separadas no es el
que nosotros las conozcamos. Sólo se puede llamar inútil y superfluo a
lo que no consigue el fin para el que existe. Por eso no se sigue que
las sustancias inmateriales sean inútiles, incluso si no fueran
conocidas de ninguna manera por nosotros.
5. Los sentidos conocen los cuerpos
superiores e inferiores de la misma manera, esto es, por alteración
del órgano por lo sensible. En cambio, no conocemos de la misma manera
las sustancias materiales, que conocemos por abstracción, y las
inmateriales, que no podemos entender de esta manera, porque de ellas
no hay ninguna imagen.
Artículo 2:
¿Puede o no puede llegar a su conocimiento a través del conocimiento
de las cosas materiales?
lat
Objeciones por las que parece que nuestro entendimiento puede llegar
al conocimiento de las sustancias inmateriales a través del
conocimiento de las cosas materiales:
1. Dionisio, en c.1 Cael. hier., dice: Al
alma humana no le es posible elevarse hasta la contemplación
inmaterial de las jerarquías celestes, a no ser que haga uso de un
guía material. Por lo tanto hay que concluir que podemos ser
conducidos por las sustancias materiales al conocimiento de las
inmateriales.
2. La ciencia está en el entendimiento. Pero las ciencias y
las definiciones se centran en las sustancias inmateriales. El
Damasceno define al ángel; y de los ángeles tenemos
algunas referencias tanto en las ciencias teológicas como filosóficas.
Por lo tanto, las sustancias inmateriales pueden ser conocidas por
nosotros.
3. El alma humana pertenece al género de las sustancias
inmateriales. Pero ella misma puede ser entendida por nosotros
mediante el acto por el que ella entiende lo material. Por lo tanto,
también podemos conocer otras sustancias inmateriales por sus efectos
en las materiales.
4. Sólo es incomprensible por sus efectos aquella causa
que está infinitamente distante de ellos. Esto sólo es propio de Dios.
Por lo tanto, las demás sustancias inmateriales creadas pueden ser
conocidas por nosotros por medio de las materiales.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en c.1 De Div.
Nom.: No puede entenderse lo inteligible por lo
sensible, lo simple por lo compuesto, lo incorporal por lo
corpóreo.
Respondo: Averroes cuenta, en III
De
Anima, que un tal Avempace sostuvo
que, por el conocimiento de las sustancias materiales, y según los
principios de la verdadera filosofía, podemos llegar a conocer las
sustancias inmateriales. Pues como nuestro entendimiento es capaz de
abstraer de la materia sensible su esencia, si en ésta quedase aún
algo de materia, podría nuevamente abstraerla. Y siendo imposible
prolongar este proceso indefinidamente, debería llegar a entender
alguna esencia totalmente inmaterial. En esto consiste entender la
sustancia inmaterial.
Esto sería cierto si tales sustancias inmateriales fueran las formas
y especies de las materiales, como sostenían los platónicos. Pero si no se admite esto y, en. cambio, se supone que las sustancias inmateriales son de naturaleza completamente distinta a las esencias de las materiales, por mucho que nuestro entendimiento abstraiga de la materia la esencia de un objeto material, nunca llegará a algo semejante a la sustancia espiritual. Por lo tanto, por las cosas materiales no podemos conocer perfectamente las sustancias inmateriales.
A las objeciones:
1. A partir de las cosas materiales
podemos llegar a conocer en cierta manera las inmateriales, pero no
perfectamente, porque no hay proporción adecuada entre ambos órdenes;
y, aunque pueden obtenerse algunas imágenes materiales para conocer lo
inmaterial, éstas son muy desproporcionadas, como dice Dionisio en
c.2 Cael, hier.
2. De las cosas superiores se
trata en las ciencias sobre todo por vía de negación. Asi,
Aristóteles describe los cuerpos celestes negándoles
las propiedades de los inferiores. Por eso, con mayor motivo nos es
imposible conocer las sustancias inmateriales aprehendiendo sus
esencias. Lo que de ellas nos dicen las ciencias es por vía de
negación y por ciertas relaciones con las cosas materiales.
3. El alma humana se entiende a sí
misma por su propio acto de entender, que revela perfectamente su
poder y naturaleza. Pero ni esto ni otra cosa que se encuentre en las
sustancias materiales nos da a conocer el poder y la naturaleza de las
inmateriales, porque no hay adecuación entre unas y
otras.
4. Las sustancias inmateriales
creadas no pertenecen al mismo género natural que las materiales,
porque la naturaleza de su potencia y materia no es idéntica. No
obstante, pertenecen al mismo género lógico, porque también las
sustancias inmateriales están incluidas en el predicamento de la
Sustancia, ya que su esencia no es su existencia. Pero Dios no
coincide con las cosas materiales ni en el género natural ni en el
lógico, pues Dios no está incluido en género alguno. Por eso por las
imágenes y las cosas materiales podemos conocer algo positivamente de
los ángeles, aunque de modo genérico y no específico, como ya dijimos
(
q.3 a.5). De Dios, en cambio, en ninguno de los dos
aspectos.
Artículo 3:
Dios, ¿es o no es lo primero que nosotros conocemos?
lat
Objeciones por las que parece que Dios es lo primero conocido por la
mente humana:
1. Aquello en lo que conocemos todo lo demás, y por lo que juzgamos
de lo demás, es lo primero que conocemos. Ejemplo: La luz por el ojo,
los primeros principios por el entendimiento. Pero, como dice Agustín
en el libro De Trin. y en el libro De Vera
Relig., lo conocemos todo en la luz de la verdad
suprema y por ella juzgamos lo demás. Por lo tanto, Dios es lo primero
conocido por nosotros.
2. Lo que hace que algo sea lo que es, lo es mucho
más. Pero Dios es la causa de todo nuestro conocimiento; pues Él mismo es la luz verdadera que ilumina a todo hombre que
viene a este mundo, como se dice en Jn 1,9. Por lo tanto, Dios es
lo primero y mejor que conocemos.
3. Lo primero que se conoce en una imagen es el ejemplar
en el que se ha formado la imagen. Pero en nuestra
mente está la imagen de Dios, como dice Agustín. Por
lo tanto, lo primero que se conoce en nuestra mente es
Dios.
Contra esto: está lo que se dice en Jn 1,18: A Dios nunca nadie le
vio.
Respondo: Como nuestro entendimiento, durante
la vida terrena, no puede conocer las sustancias inmateriales creadas,
como dijimos (
a.1), mucho menos podrá conocer la esencia de la
sustancia increada. Por eso hay que afirmar: Dios no es lo primero que
conocemos, sino que llegamos a su conocimiento por medio de las
criaturas, según aquello del Apóstol en Rom 1,20:
Conocemos lo
invisible de Dios por medio de aquello que ha sido hecho. Lo
primero que nosotros entendemos en el estado terreno de nuestra vida
es la esencia de lo material, que es el objeto de nuestro
entendimiento, como hemos repetido tantas veces (
q.84 a.7;
q.85 a.8;
q.87 a.2 ad 2).
A las objeciones:
1. Entendemos y juzgamos todas las
cosas a la luz de la primera verdad, en cuanto que la propia luz de
nuestro entendimiento, poseída naturalmente o por gracia, no es más
que una impresión de la primera verdad, como ya dijimos (
q.12 a.2 ad 3;
q.84 a.5). Por eso, al no ser la misma luz intelectual objeto, sino
medio de nuestro conocimiento, mucho menos será Dios lo primero
conocido por nosotros.
2. Lo que hace que algo sea lo que es,
lo es mucho más ha de entenderse referido a lo que es del mismo
orden, como dijimos (
q.87 a.2 ad 3). Conocemos todas las cosas por
Dios, no en cuanto que Él sea lo primero conocido, sino en cuanto que
es la primera causa de la facultad cognoscitiva.
3. Si en nuestra mente existiera
una imagen perfecta de Dios, como el Hijo es la perfecta imagen del
Padre, inmediatamente nuestra mente conocería a Dios. Pero es imagen
imperfecta. Por lo tanto, aquel argumento no es viable.