Artículo 1:
Nuestro entendimiento, ¿conoce o no conoce lo singular?
lat
Objeciones por las que parece que nuestro entendimiento conoce lo
singular:
1. Quien conoce una proposición también conoce sus términos. Pero
nuestro entendimiento conoce la siguiente proposición: Sócrates es
hombre, ya que al entendimiento le corresponde formular la
proposición. Por lo tanto, nuestro entendimiento conoce lo singular
que es Sócrates.
2. El entendimiento práctico orienta a la acción. Pero los
actos se centran en lo singular. Por lo tanto, conoce lo
singular.
3. Nuestro entendimiento se conoce a sí mismo. El mismo
es algo singular; de no ser así, no realizaría ninguna acción, ya que
las acciones son propias de los singulares. Por lo tanto, nuestro
entendimiento conoce lo singular.
4. Lo que puede una facultad inferior, lo puede la
superior. Pero el sentido conoce lo singular. Por lo tanto, con mayor
motivo el entendimiento.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en I Physic.: Lo universal es conocido por la razón. Lo singular, por los sentidos.
Respondo: Nuestro entendimiento no puede
conocer primaria y directamente lo singular de las cosas materiales.
El porqué de esto radica en que el principio de singularización en las
cosas materiales es la materia individual, y nuestro entendimiento,
tal como dijimos (
q.85 a.1), conoce abstrayendo la especie inteligible
de la materia individual. Lo abstraído de la materia individual es
universal. Por eso, nuestro entendimiento directamente no conoce más
que lo universal.
Indirectamente, y como por cierta reflexión, puede conocer lo
singular, porque, como se dijo (q.84 a.7), incluso después de haber
abstraído las especies inteligibles, no puede entender en acto por
ellas a no ser volviendo a las representaciones imaginarias en las que
entiende las especies inteligibles, como se dice en
III De Anima. Así, pues, directamente conoce por
las especies inteligibles lo universal. Indirectamente, lo singular
representado en las imágenes. Así es como construye la proposición Sócrates es hombre.
A las objeciones:
1. La respuesta es evidente por lo dicho.
2. La elección de lo concreto es
casi la conclusión de un silogismo del entendimiento práctico, como se
dice en VII Ethic. De una proposición universal
directamente no puede deducirse una conclusión singular a no ser
interponiendo una proposición singular. Por eso, el concepto universal
del entendimiento práctico no mueve, a no ser por una percepción
sensitiva particular, como se dice en III De Anima.
3. Lo singular es ininteligible no
en cuanto singular, sino en cuanto que es material, ya que nada es
entendido más que inmaterialmente. Por lo tanto, si hay algún ser
inmaterial singular, como el entendimiento, no se opone a su
inteligibilidad.
4. Una facultad superior tiene toda
la capacidad de la inferior, pero de un modo más sublime. Por eso, lo
que el sentido conoce de forma material y concreta, y en esto consiste
el conocimiento directo de lo singular, el entendimiento lo conoce de
forma inmaterial y abstracta, y en esto consiste el conocimiento de lo
universal.
Artículo 2:
Nuestro entendimiento, ¿puede o no puede conocer lo
infinito?
lat
Objeciones por las que parece que nuestro entendimiento puede conocer
lo infinito:
1. Dios sobrepasa todas las realidades infinitas. Pero nuestro
entendimiento puede conocer a Dios, como dijimos (
q.12 a.1). Por lo
tanto, con mayor motivo puede conocer todas las demás realidades
infinitas.
2. Nuestro entendimiento está capacitado para conocer los
géneros y las especies. Pero las especies de algunos géneros son
infinitas, como la de los números, las proposiciones y las figuras.
Por lo tanto, nuestro entendimiento puede conocer las realidades
infinitas.
3. Si un cuerpo no impidiese que otro ocupase su mismo
sitio, nada se opondría a que hubiese infinitos cuerpos en el mismo
lugar. Pero una especie inteligible no impide que simultáneamente haya
otra en el mismo entendimiento, ya que se tiene conocimiento habitual
de muchas cosas. Por lo tanto, nada impide que nuestro entendimiento
tenga ciencia habitual de realidades infinitas.
4. El entendimiento, al no ser, como dijimos (
q.76 a.1),
una facultad de la materia corporal, parece que es una potencia
infinita. Pero una potencia infinita puede llegar a lo infinito. Por
lo tanto, nuestro entendimiento puede conocer lo infinito.
Contra esto: está lo que se dice en I Physic.: Lo infinito, en cuanto infinito, es desconocido.
Respondo: Como la potencia es proporcionada a
su objeto, es necesario que el entendimiento guarde con lo infinito la
misma proporción que guarda con su objeto, que es la esencia de lo
material. En las cosas materiales no se encuentra lo infinito en acto,
sino sólo en potencia, en cuanto que una sucede a la otra, como se
dice en III
Physic. De este modo, en nuestro
entendimiento se encuentra lo infinito también en potencia, en cuanto
que percibe una realidad después de otra sin que nunca llegue a
entender tantas que no pueda entender más.
Pero nuestro entendimiento no puede entender lo infinito ni actual ni
habitualmente. No actualmente, porque su intelección actual no llega
más que a lo que puede ser conocido por una sola especie. Pero lo
infinito no tiene una sola especie, ya que, de ser así, tendría razón
de todo y de perfecto. Por lo tanto, no puede ser
entendido más que sucesivamente, esto es, una parte después de otra,
como se deduce de la definición dada en III Physic.
Infinito: Aquello que, por mucho que se le quite, siempre tiene para
ser quitado. Por eso, no se le podría conocer en acto a no ser
contando todas sus partes, y esto es imposible.
Por la misma razón, tampoco podemos tener un conocimiento habitual de
lo infinito. Pues en nosotros el conocimiento habitual proviene de la
consideración actual, ya que, como se dice en II Ethic., entendiendo llegamos a ser sabios. Por eso, no podemos tener un conocimiento habitual distinto de lo infinito sin haber considerado todas las realidades infinitas enumerándolas conforme se van sucediendo en nuestro conocimiento. Y esto es imposible.
De este modo, nuestro entendimiento no puede conocer lo infinito ni
actual ni habitualmente, sino sólo en potencia, como acabamos de decir
(sol.).
A las objeciones:
1. Como se dijo (
q.7 a.1), Dios es
llamado infinito en cuanto que es forma que no está limitada por
ninguna materia, mientras que en las cosas materiales se llama
infinito a lo que no tiene límites provenientes de una forma. Como la
forma es conocida por sí misma, mientras que la materia sin forma es
incognoscible, hay que deducir que lo infinito material en sí mismo es
desconocido. En cambio, el infinito formal, Dios, es conocido por sí
mismo aunque para nosotros nos sea desconocido por la incapacidad de
nuestro entendimiento, cuya aptitud natural, en la vida terrena, se
ordena al conocimiento de las realidades materiales. Por eso, en la
vida presente no podemos conocer a Dios más que a través de sus
efectos materiales. Pero en la vida futura, al desaparecer la
incapacidad de nuestro entendimiento a causa de la glorificación,
podremos ver al mismo Dios en su esencia, aunque sin una comprehensión
perfecta.
2. Nuestro entendimiento, por
naturaleza, está ordenado al conocimiento de las especies
abstrayéndolas de las imágenes. Por lo tanto, ni actual ni
habitualmente puede conocer las especies de los números o las figuras
que no haya imaginado, a no ser en general y en los principios
universales, y en esto consiste conocer en potencia y
confusamente.
3. Si dos o más cuerpos ocupasen
un mismo lugar, no sería necesario que entraran en él sucesivamente,
de modo que la misma sucesión con que entraran sirviera para enumerar
lo allí situado. Pero las especies inteligibles entran sucesivamente
en nuestro entendimiento, ya que no entiende en acto y simultáneamente
muchas cosas. De este modo, es necesario que las especies presentes en
él sean limitadas y no infinitas.
4. Así como nuestro entendimiento,
virtualmente, es infinito, así también conoce lo infinito. Pues su
capacidad es infinita en cuanto que no está limitada por la materia
corporal. Y conoce lo universal, que, por ser abstraído de la materia
individual, no se limita a ningún individuo, sino que, en cuanto tal,
se extiende a infinitos individuos.
Artículo 3:
El entendimiento, ¿conoce o no conoce lo contingente?
lat
Objeciones por las que parece que nuestro entendimiento no conoce lo
contingente:
1. Como se dice en VI Ethic., el entendimiento,
la sabiduría y la ciencia no tratan de lo contingente, sino de lo
necesario.
2. Como se dice en IV Physic., lo
que a veces es y a veces no, es medido por el tiempo. Nuestro
entendimiento abstrae del tiempo como de las demás condiciones
materiales. Como lo propio de las realidades contingentes consiste en
que a veces son y a veces no son, parece que lo
contingente no sea conocido por el entendimiento.
Contra esto: toda ciencia está en el entendimiento. Pero hay ciencias
que tratan lo contingente, como las ciencias morales, que se centran
en los actos humanos sometidos al libre albedrío; y también las
ciencias naturales, en cuanto que una de sus partes trata de los seres
sometidos a generación y corrupción. Por lo tanto, el entendimiento
conoce lo contingente.
Respondo: Lo contingente puede ser considerado
de dos maneras. Una, en cuanto contingente. Otra, en cuanto que en lo
contingente hay cierta necesidad, ya que no hay ser tan contingente
que en sí mismo no tenga algo de necesario. Ejemplo: El hecho de que
Sócrates corra, en sí mismo es contingente. Pero la relación de la
carrera con el movimiento es necesaria, ya que, si Sócrates corre, es
necesario que se mueva.
Las realidades contingentes lo son por parte de la materia, ya que
contingente es lo que puede ser y no ser, y la potencia está en la
materia. En cambio, la necesidad está en el concepto mismo de forma,
por cuanto lo que es consecuencia de la forma se posee necesariamente.
Pero la materia es el principio de individuación, mientras que la
universalidad se obtiene abstrayendo la forma de la materia
particular. Dijimos (a.1) que el objeto directo y necesario del
entendimiento es lo universal, y el de los sentidos es lo singular,
que indirectamente es también de algún modo objeto del entendimiento,
como dijimos anteriormente (a.1). Así, pues, las realidades
contingentes, en cuanto contingentes, son conocidas directamente por
los sentidos e indirectamente por el entendimiento. En cambio, las
nociones universales y necesarias de dichas realidades contingentes
son conocidas por el entendimiento.
Por eso, si se consideran las razones universales de lo cognoscible,
todas las ciencias tienen por objeto lo necesario. Si se consideran
las cosas en sí mismas, una ciencia tiene por objeto lo necesario, y
otra lo contingente.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.
Artículo 4:
Nuestro entendimiento, ¿conoce o no conoce lo futuro?
lat
Objeciones por las que parece que nuestro entendimiento conoce lo
futuro:
1. Nuestro entendimiento conoce por especies inteligibles, que, por
abstraer del tiempo y del espacio, pertenecen indistintamente a todo
tiempo. Pero puede conocer lo presente. Por lo tanto, puede conocer lo
futuro.
2. Cuando el hombre no controla los sentidos, puede conocer
algunas cosas futuras. Es el caso de los que sueñan y los que deliran.
Pero cuando se está privado de los sentidos, es cuando el
entendimiento desarrolla más actividad. Por lo tanto, en lo que
depende de él, el entendimiento puede conocer lo futuro.
3. El conocimiento intelectivo del hombre es más eficaz
que el conocimiento de cualquier animal. Pero hay animales que conocen
algunas cosas futuras, como las cornejas, que anuncian, con
intermitentes graznidos, que va a llover. Por lo tanto, con mayor
motivo el entendimiento humano puede conocer lo futuro.
Contra esto: está lo que se dice en Ecl 8,6-7: Grande es la aflicción
del hombre que ignora lo pasado y por ningún mensajero puede conocer
lo futuro.
Respondo: Con respecto al conocimiento de lo
futuro debemos establecer la misma distinción hecha sobre el
conocimiento de lo contingente. Pues lo futuro, considerado con
relación al tiempo, es singular, lo cual no es conocido por el
entendimiento humano más que por reflexión, como dijimos anteriormente
(
a.1). Las razones de lo futuro pueden ser universales y perceptibles
por el entendimiento y también pueden ser objeto de
ciencia.
Sin embargo, al hablar en general del conocimiento de lo futuro, hay
que tener presente que puede ser conocido de dos maneras. Una, en sí
mismo. Otra, en sus causas. En sí mismo lo futuro no puede ser
conocido más que por Dios, ante quien está presente todo lo
futuro, si bien todavía no se ha dado en el tiempo, ya
que su eterna mirada abarca simultáneamente todo el transcurso del
tiempo, tal como dijimos anteriormente al estudiar lo referente a la
ciencia de Dios (q.14 a.13). En sus causas, nosotros también podemos
conocer lo futuro, y si está de modo que haya de producirse
necesariamente, lo conoceremos con certeza científica, como el
astrónomo conoce con anticipación la llegada de un eclipse. Y si en la
mayoría de los casos ha de producirse, podemos conocerlo por
conjeturas, más o menos ciertas, según la mayor o menor tendencia de
la causa a producir sus efectos.
A las objeciones:
1. El argumento aquel se refiere al
conocimiento que se fundamenta en las razones universales de las
causas por medio de las cuales es posible conocer lo futuro según el
modo de relación que el efecto tiene con su causa.
2. Como dice Agustín en XII
Confes., el alma tiene un cierto poder de
adivinación que le hace naturalmente capaz de conocer lo futuro. Por
eso, cuando se sustrae a la acción de los sentidos corporales y de
algún modo se concentra en sí misma, participa del conocimiento de lo
futuro. Esta opinión sería razonable si aceptáramos que el alma conoce
las cosas por participación de las ideas eternas, como sostuvieron los
platónicos. Pues en este caso el alma conocería en
virtud de su naturaleza las causas universales de todos los efectos y
sería el cuerpo quien se lo impidiese.
Pero, porque no es éste el modo natural de conocer nuestro
entendimiento, que, más bien, inicia su intelección en los sentidos,
no es propio del alma que conozca lo futuro cuando está privada de los
sentidos, sino que se debe al influjo de ciertas causas superiores
espirituales o corporales. A causas espirituales se debe el que Dios,
por ministerio de los ángeles, ilumine el entendimiento humano y
asocie las imágenes para el conocimiento de cualquier cosa futura.
También a causas espirituales se debe la conmoción que por influjo del
demonio se opera en la fantasía encaminada a presagiar ciertos hechos
futuros que los demonios conocen, como dijimos anteriormente (q.57 a.3). Ocurre que el alma humana está mejor dispuesta para recibir ese
tipo de influencias de las causas espirituales cuando está desligada
de los sentidos, por aproximarse más, en este estado, a las sustancias
espirituales, y encontrarse más libre de las inquietudes exteriores.
Esto mismo sucede por influjo de causas corporales superiores. Ya que
es evidente que los cuerpos superiores influyen en los inferiores. Por
eso, cuando las facultades sensitivas ejercen su actividad por órganos
corporales, es natural que la fantasía se vea afectada de alguna
manera por la acción de los cuerpos celestes. De ahí que, como los
cuerpos celestes son causa de muchos sucesos futuros, se formen en la
imaginación ciertos indicios de futuros acontecimientos. Tales
indicios son percibidos mejor de noche y por los que duermen que de
día y por los que están despiertos, porque, como se dice en el
libro De Somn. et Vigil., las impresiones
que nos llegan de día, fácilmente se desvanecen, mientras que de noche
el aire está menos agitado,, ya que las noches son más silenciosas.
Estas impresiones se sienten en el cuerpo por el sueño, ya que los
pequeños movimientos interiores son percibidos mejor por los que
duermen que por los que están despiertos. Estos son los movimientos
que producen las representaciones imaginarias por las que se prevé lo
futuro.
3. Los animales no poseen ninguna
facultad superior a la fantasía que ordene sus representaciones
imaginarias, como sucede en los hombres, que tienen razón. Así, la
fantasía de los animales responde totalmente al influjo celeste. De
este modo, por los movimientos de los animales pueden conocerse mejor
que por los de los hombres, regidos por la razón, ciertos
acontecimientos futuros, como la lluvia y cosas parecidas. Por eso, el
Filósofo, en el libro De Somn. et Vigil. dice:
Algunos seres muy ignorantes son los que mejor prevén, pues su
inteligencia no está afectada por ningún cuidado, sino que está como
desierta y vacía de todo, dejándose llevar por el que la
guía.