Artículo 1:
El entendimiento, ¿es o no es una potencia del alma?
lat
Objeciones por las que parece que el entendimiento no es una potencia
del alma, sino que es su misma esencia:
1. Parece que el entendimiento es lo mismo que la mente. Pero la
mente no es una potencia del alma, sino la esencia. Dice Agustín en
IX De Trin.: Mente y espíritu no indican algo
relativo, sino que ponen al descubierto la esencia. Por lo tanto,
el entendimiento es la misma esencia del alma.
2. Los diversos géneros de las potencias del alma no se unen
en una potencia, sino sólo en la esencia del alma. Lo apetitivo y lo
intelectivo son diversos géneros de las potencias del alma, como se
dice en II De Anima. Ambas coinciden en la
mente, porque Agustín, en X De Trin., coloca la
inteligencia y la voluntad en la mente. Por lo tanto, la mente y el
entendimiento son la misma esencia del alma y no una de sus
potencias.
3. Dice Gregorio en la homilía de la
Ascensión: El hombre entiende como los ángeles.
Pero los ángeles son llamados Mentes y Entendimientos.
Por lo tanto, la mente y el entendimiento del hombre no son alguna
potencia del alma, sino la misma alma.
4. A una sustancia le corresponde ser intelectiva por ser
inmaterial. Pero el alma es inmaterial por su
esencia. Por lo tanto, parece que el alma por su esencia es
intelectiva.
Contra esto: como consta en II De Anima, el
Filósofo establece el principio intelectivo como potencia del
alma.
Respondo: Siguiendo lo dicho (
q.54 a.3;
q.77 a.1), hay que afirmar que el entendimiento es una potencia del alma y
no su misma esencia. Pues la esencia del ser que obra es principio
inmediato de la operación solamente cuando su misma operación es su
mismo ser, ya que la proporción que hay entre potencia y operación es
idéntica a la existente entre esencia y ser. Pero sólo en Dios
entender es lo mismo que ser. Por eso, sólo en Dios el entendimiento
es su esencia. En las demás criaturas intelectuales, el entendimiento
es una potencia del que entiende.
A las objeciones:
1. A veces, el sentido es
tomado por la potencia. Otras veces por la misma alma sensitiva. Pues
se llama alma sensitiva porque toma el nombre de su potencia
principal, que es el sentido. Igualmente, el alma intelectiva es
llamada a veces entendimiento como la más principal de las
potencias. En el I De Anima se dice que el
entendimiento es una determinada sustancia. Igualmente, Agustín
dice que la mente es espíritu o esencia.
2. Lo apetitivo y lo intelectivo
son diversos géneros de las potencias del alma en razón de la
diversidad de sus objetos. Pero lo apetitivo, en parte coincide con lo
intelectivo y en parte con lo sensitivo, según que obre por medio de
un órgano corporal o sin él, pues el apetito es efecto de la
aprehensión. En este sentido, Agustín coloca la voluntad
en la mente. El Filósofo, en la razón.
3. En el ángel no hay más facultad
que la intelectiva y la voluntad que es consecuencia del
entendimiento. Por eso, el ángel es llamado Mente o Entendimiento, ya que en esto consiste todo su poder. El alma
tiene otras muchas facultades, como las sensitivas y las nutritivas.
Por eso no hay paridad.
4. La misma inmaterialidad de la
sustancia intelectual creada no es su entendimiento. Pero, a partir de
dicha inmaterialidad le viene su capacidad para entender. Por eso no
es necesario que el entendimiento sea la sustancia del alma, sino sólo
una facultad o potencia.
Artículo 2:
El entendimiento, ¿es o no es potencia pasiva?
lat
Objeciones por las que parece que el entendimiento no es potencia
pasiva:
1. Todo ser es pasivo por su materia y activo en razón de su forma.
Pero la facultad intelectiva se deriva de la inmaterialidad de la
sustancia del que entiende. Por lo tanto, parece que el entendimiento
no es una potencia pasiva.
2. La potencia intelectiva es incorruptible, como dijimos
anteriormente (
q.75 a.6). Pero, como se dice en III
De Anima, si el entendimiento es pasivo, es corruptible. Por
lo tanto, la potencia intelectiva no es pasiva.
3. Como dice Agustín en XII Super Gen. ad
litt. y Aristóteles en III De Anima, el agente es más noble que el paciente. Las potencias de la parte vegetativa son todas activas, y, sin embargo, son las más débiles entre las potencias del alma. Por lo tanto, con mayor razón las potencias intelectivas, que son las supremas, son todas activas.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De
Anima: Entender es un cierto
padecer.
Respondo: Se dice padecer en un triple sentido.
1) Uno, en sentido muy propio, esto es, cuando un sujeto es privado de
algo que le compete por naturaleza o por tendencia. Ejemplo: Cuando el
agua pierde su frialdad por el calor. Cuando un hombre enferma o se
entristece. 2) Dos, en sentido menos propio, cuando al sujeto se le
quita algo tanto si le es como si no le es debido. Ejemplo: Se dice
que padece no sólo el que enferma, sino también el que sana; no sólo
el que se entristece, sino también el que se alegra o el que
experimenta una alteración o cualquier tipo de movimiento. 3) Tres, en
sentido más general, por padecer se entiende el simple hecho de que un
ser en potencia para algo adquiera aquello para lo que estaba en
potencia, sin perder nada propio. En este sentido, todo ser que pasa
de la potencia al acto, puede ser llamado paciente, incluso cuando
alcanza una perfección. En este sentido es pasivo nuestro
entendimiento.
Esto se demuestra de la siguiente manera. Como dijimos anteriormente
(q.78 a.1), el entendimiento tiene una operación que recae sobre el
ser en general. Por lo tanto, se puede deducir si el entendimiento
está en acto o en potencia analizando su actitud con respecto al ser
en general. Hay un entendimiento que en relación con el ser universal
es como acto de todo el ser. Este es el entendimiento divino, que es
la esencia de Dios, en quien preexiste de forma originaria y virtual
todo el ser como en su causa primera. Por eso, el entendimiento divino
no está en potencia, sino que es puro acto. Por su parte, ningún
entendimiento creado puede estar en acto con respecto a la totalidad
del ser universal, ya que se requeriría que fuese infinito. Por eso,
todo entendimiento creado, por el hecho de serlo, no está en acto con
respecto a todo lo inteligible, sino que se relaciona con ello como la
potencia con el acto.
La potencia está referida al acto de una doble manera. Hay una
potencia que está siempre perfeccionada por su acto. Se trata de la
materia de los cuerpos celestes, como dijimos (q.58 a.1). Hay otra
potencia que no siempre está en acto, sino que pasa de la potencia al
acto. Se trata de lo sometido a generación y corrupción. Por su parte,
el entendimiento angélico está siempre en acto con respecto a lo
inteligible, debido a su proximidad al primer entendimiento. Por su
parte, el entendimiento humano, el último en el orden de los
entendimientos y el más alejado de la perfección del entendimiento
divino, está en potencia con respecto a lo inteligible, y, al
principio, es como una tablilla en la que nada hay escrito,
como dice el Filósofo en III De Anima. Esto
resulta evidente por el hecho de que en un principio estamos sólo en
potencia para entender, y luego entendemos en acto. Así, pues, resulta
evidente que nuestro entender es un cierto padecer, según el
tercer sentido de pasión. Consecuentemente, el entendimiento es una
potencia pasiva.
A las objeciones:
1. Aquella objeción sería viable
aplicándola al primer y segundo sentido de padecer, propios de la
materia prima. Por su parte, el tercer sentido es propio de todo ser
en potencia que pasa al acto.
2. Algunos
llaman entendimiento pasivo al apetito sensitivo en el que
residen las pasiones del alma. En I Ethic.
también es llamado racional por participación, porque
obedece a la razón. Otros llaman entendimiento
pasivo a la facultad cogitativa, llamada también razón
particular. En ambos casos, pasivo puede ser tomado en los
dos sentidos de padecer, por cuanto dicho
entendimiento es acto de algún órgano corporal. Pero el entendimiento
que está en potencia con respecto a lo inteligible, y que Aristóteles
llama entendimiento posible, no es pasivo sino según el tercer
sentido, ya que no es acto de ningún órgano corporal. Y, así, es
incorruptible.
3. El agente es más noble que el
paciente si se refieren a lo mismo, pero no si acción y pasión están
referidas a órdenes distintos. El entendimiento es una potencia pasiva
con respecto a la totalidad del ser universal. La facultad vegetativa,
por su parte, es activa en orden a un ser particular, esto es, al
cuerpo que le está unido. Por eso, nada impide que la facultad pasiva
sea superior a la activa.
Artículo 3:
¿Hay o no hay que poner un entendimiento agente?
lat
Objeciones por las que parece que no hay que poner un entendimiento
agente:
1. La relación que hay entre los sentidos y lo sensible, es idéntica
a la existente entre nuestro entendimiento y lo inteligible. Pero
cuando el sentido está en potencia con respecto a lo sensible, no es
admitido un sentido agente, sino sólo pasivo. Por lo tanto, como
quiera que nuestro entendimiento está en potencia con respecto a lo
inteligible, parece que no hay que admitir un entendimiento agente,
sino sólo posible.
2. Si se dice que en el sentido hay algo
activo, como la luz, se replica: La luz es necesaria para la visión en
cuanto que hace que el medio sea luminoso en acto, pues es el color en
cuanto tal el que motiva la luminosidad. Pero en la operación del
entendimiento no se pone medio alguno que necesariamente esté en acto.
Por lo tanto, no es necesario que haya un entendimiento
agente.
3. La imagen del agente es recibida en el paciente según
el modo de ser de este último. El entendimiento posible es una
facultad inmaterial. Por lo tanto, es suficiente su inmaterialidad
para que las formas sean recibidas en él de modo inmaterial. Pero una
forma es inteligible en acto por el hecho de ser inmaterial. Por lo
tanto, no hay necesidad de suponer un entendimiento agente que haga
las especies inteligibles en acto.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De Anima: Como ocurre en cualquier naturaleza, también en el
alma hay algo por lo que ella puede hacerse todas las cosas y algo por
lo que puede hacerlas todas. Por lo tanto, hay que admitir un
entendimiento agente.
Respondo: Platón opina que no hay necesidad
alguna de un entendimiento agente que haga las cosas inteligibles en
acto. Sino, quizás, para otorgar luz inteligible a quien entiende,
como diremos más adelante (a.4 q.84 a.6). Pues Platón
sostenía que las formas de los seres naturales subsisten sin materia,
y, consecuentemente, son inteligibles en cuanto tales, puesto que una
cosa es inteligible en acto por el simple hecho de ser inmaterial.
Así, las llamaba
especies o
ideas, de cuya participación
afirmaba que se forma la materia corporal, de tal manera que los seres
individuales quedan constituidos en sus propios géneros y especies.
También nuestros entendimientos, a fin de poder conseguir el
conocimiento de los géneros y especies de las cosas.
Pero, porque Aristóteles no admite que las formas de
los seres naturales subsistan sin materia, y porque las formas que
existen en la materia no son inteligibles en acto, se concluye que las
naturalezas o las formas de las cosas sensibles que entendemos, no son
inteligibles en acto. Pero nada pasa de la potencia al acto a no ser
por medio de algún ser en acto, como el sentido está en acto por lo
sensible en acto. Así, pues, era necesario admitir en el entendimiento
una facultad que hiciera a las cosas inteligibles en
acto abstrayendo las especies de sus condiciones materiales. Aquí
radica la necesidad de admitir el entendimiento agente.
A las objeciones:
1. Lo sensible está en acto fuera
del alma, y, por tanto, no fue necesario admitir un sentido agente.
Así resulta claro que todas las potencias nutritivas son activas; Las
sensitivas, pasivas; las intelectivas, en parte activas y en parte
pasivas.
2. Sobre la acción de la luz hay
una doble opinión. Unos dicen que para ver es necesaria la luz, a fin
de que haga visibles en acto los colores. Y así como se necesita la
luz para ver, se necesita el entendimiento agente para entender.
Otros, en cambio, dicen que la luz es necesaria para la visión, pero
no por el color, para hacerlo visible en acto, sino para que el medio
se haga luminoso en acto, como dice el Comentarista en II De Anima. Según esto, la semejanza que Aristóteles
establece entre el entendimiento agente y la luz, hay que entenderla
en el sentido de que, así como la luz es necesaria para ver, así
también el entendimiento es necesario para entender, pero no por la
misma razón.
3. Supuesto el agente, bien puede
suceder que su imagen sea recibida de distintas maneras en diversos
sujetos por su diversa disposición. Pero si no preexiste el agente, es
inútil la disposición del receptor. Lo inteligible en acto no es algo
que exista en el orden de la realidad natural sensible, que no
subsiste sin la materia. De este modo, la inmaterialidad del
entendimiento posible no sería suficiente para entender si no actuase
el entendimiento agente para hacerlo inteligible en acto por medio de
las abstracciones.
Artículo 4:
El entendimiento agente, ¿es o no es algo del alma?
lat
Objeciones, por las que parece que el entendimiento agente no es algo
de nuestra alma:
1. El efecto del entendimiento agente es el de iluminar para
entender. Pero se hace por algo que es superior al alma, según aquello
de Jn 1,9: Era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene
a este mundo. Por lo tanto, parece que el entendimiento agente no
es algo del alma.
2. El Filósofo, en el III De Anima,
atribuye al entendimiento agente que no unas veces entienda y otras no
entienda. Pero nuestra alma no siempre entiende, sino que unas
veces entiende y otras no. Por lo tanto, el entendimiento agente no es
algo de nuestra alma.
3. El agente y el paciente son suficientes para obrar.
Así, pues, si el entendimiento posible es algo de nuestra alma, virtud
pasiva, y el entendimiento agente lo mismo, virtud activa, hay que
concluir que el hombre podría entender cuando quisiera. Esto es falso.
Por lo tanto, el entendimiento agente no es algo de nuestra
alma.
4. El Filósofo, en el III De Anima,
dice que el entendimiento agente es una sustancia que tiene el ser
en acto. Nada está en acto y en potencia con respecto a lo mismo.
Por lo tanto, si el entendimiento posible, que está en potencia con
respecto a todo lo inteligible, es algo de nuestra
alma, parece imposible que el entendimiento agente sea algo de nuestra
alma.
5. Si el entendimiento agente es algo de nuestra alma, es
necesario que sea alguna potencia. Pues no es ni pasión ni hábito, ya
que los hábitos y las pasiones no tienen razón de agentes con respecto
a las pasiones del alma, sino que, más bien, la pasión es la acción
misma de la potencia pasiva, y el hábito es resultado de los actos.
Toda potencia dimana de la esencia del alma. Por lo tanto, habría que
concluir que el entendimiento agente procede de la esencia del alma no
estando en ella por participación de un entendimiento superior. Esto
es incorrecto. Por lo tanto, el entendimiento agente no es algo de
nuestra alma.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De Anima: Es
necesario que en el alma se den estas diferencias, esto es, el
entendimiento posible y el agente.
Respondo: El entendimiento agente del que habla
el Filósofo es algo propio del alma. Para demostrarlo, hay que tener
presente que, por encima del alma intelectiva humana, es necesario
colocar un entendimiento superior del que el alma recibe la facultad
de entender. Pues todo lo que participa de algo, lo que es móvil y lo
imperfecto exige, siempre con anterioridad, algo que tiene por esencia
dicha realidad y que es inmóvil y perfecto. El alma humana es llamada
intelectiva por participar de la facultad Intelectual. Prueba de ello
lo tenemos en que no toda ella es intelectiva, sino sólo en parte.
Además, llega al conocimiento de la verdad con la argumentación,
mediante el discurso y el movimiento. También tiene una inteligencia
imperfecta, ya sea porque no llega a entenderlo todo, ya sea porque en
lo que entiende pasa de la potencia al acto. Por lo tanto, es
necesaria la existencia de un entendimiento más alto que ayude al alma
a entender.
Algunos sostuvieron que este entendimiento
sustancialmente separado es el entendimiento agente, que,
esclareciendo las imágenes, las hace inteligibles en acto. Pero, aun
suponiendo que dicho entendimiento agente separado exista, siempre
será necesario admitir en la misma alma humana una facultad
participada de aquel entendimiento superior por la que haga a las
cosas inteligibles en acto. Asimismo decían que en los otros seres
naturales perfectos, además de las causas agentes universales, hay
energías propias congénitas a cada uno de ellos, derivadas de los
agentes universales. Pues no sólo el sol engendra al hombre, sino que
en el hombre hay capacidad para engendrar al hombre, y esto mismo
sucede en los demás animales perfectos. Entre los seres inferiores
nada es más perfecto que el alma humana. Por lo tanto, es necesario
decir que en ella hay una energía derivada del entendimiento superior,
por la que es posible iluminar las imágenes.
Esto lo sabemos por experiencia, cuando observamos que las formas
universales las abstraemos de sus condiciones particulares, y en esto
consiste poner en acto lo inteligible. A un ser nunca le corresponde
una acción si no es por algún principio formalmente presente en él,
tal como dijimos anteriormente al hablar del entendimiento posible
(q.76 a.1). Por lo tanto, es necesario que la energía que es principio
de esta acción sea algo propio del alma. Así, Aristóteles compara el entendimiento agente a la luz, que es algo que se recibe en el aire. Platón, como dice Temistio en el comentario III De Anima, comparó con el sol el entendimiento separado, que infunde su luz en nuestra alma.
Según los documentos de nuestra fe, el entendimiento separado es el
mismo Dios, creador del alma, y el único en el que está la
bienaventuranza, como se demostrará más adelante (q.90 a.3; 1-2 q.3 a.7). Por eso, de Él mismo participa el alma humana su luz
intelectual, siguiendo aquello del Sal 4,7: Señor, marcada está en
nosotros la luz de tu rostro.
A las objeciones:
1. Aquella luz verdadera ilumina
como causa universal, de la que la naturaleza humana participa cierta
facultad especial, como dijimos.
2. En aquel texto, el Filósofo no
está hablando del entendimiento agente, sino del entendimiento en
acto. Por eso había dicho antes: El entendimiento
en acto es el mismo conocimiento de la realidad. Y, si sus
palabras están referidas al entendimiento agente, significaría que, el
que unas veces entendamos y otras no, no proviene del entendimiento
agente, sino del entendimiento que está en potencia.
3. Si con respecto al
entendimiento posible, el entendimiento agente fuera lo que es el
objeto que actúa con respecto a la potencia sobre la que actúa, como
para la vista es el objeto visible en acto, habría que concluir que
todo lo entenderíamos inmediatamente, ya que es el entendimiento
agente el que lo hace inteligible todo. Pero realmente no tiene
referencia de objeto, sino referencia de lo que pone en acto los
objetos, para lo cual, además de la presencia del entendimiento
agente, es necesaria la de las imágenes sensibles, juntamente con la
buena disposición de las potencias sensitivas y su ejercicio en estas
operaciones, porque el conocimiento de algo conduce al conocimiento de
algo más, al igual que por medio de los términos se conocen las
proposiciones, y por los primeros principios se conocen las
conclusiones. Con respecto a todo esto, es indistinto que el
entendimiento agente sea algo propio o ajeno del alma.
4. El alma intelectiva es
inmaterial en acto, pero está en potencia con respecto a determinadas
especies de las cosas. Por su parte, las imágenes son representaciones
actuales de ciertas naturalezas, pero son inmateriales en potencia.
Por eso, nada impide que una y la misma alma, en cuanto inmaterial en
acto, posea una facultad por la que hace en acto inmateriales a sus
objetos, despojándolos de las condiciones de la materia individual por
medio de la abstracción, y que llamamos entendimiento agente. Y
también que posea otra facultad receptiva de dichas especies, llamada
entendimiento posible, en cuanto que está en potencia con respecto a
dichas especies.
5. Como quiera que la esencia del
alma es inmaterial, nada impide que de la facultad participada del
entendimiento supremo, y por la que realiza la abstracción de la
materia, proceda de su esencia como proceden las demás
potencias.
Artículo 5:
El entendimiento agente, ¿es o no es uno en todos?
lat
Objeciones por las que parece que el entendimiento agente es uno en
todos:
1. Nada de lo que está separado del cuerpo se multiplica por la
multiplicidad de los cuerpos. Pero, como se dice en el III De Anima, el entendimiento agente está separado. Por
lo tanto, no se multiplica en muchos cuerpos humanos, sino que es uno
en todos.
2. El entendimiento agente hace el universal, que es uno en
muchos. Pero lo que es causa de unidad, es mucho más uno. Por lo
tanto, el entendimiento agente es uno en todos.
3. Todos los hombres coinciden en los primeros conceptos
del entendimiento. Aceptarlos, lo hacen por el entendimiento agente.
Por lo tanto, todos coinciden en un entendimiento agente.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De Anima: El entendimiento agente es como la luz. Pero la luz
no es la misma en las diversas cosas iluminadas. Por lo tanto, el
entendimiento agente no es el mismo en todos los hombres.
Respondo: La solución se desprende de lo dicho
(
a.4), pues si el entendimiento agente no fuese algo del alma, sino
que fuera una sustancia separada, el entendimiento agente sería el
mismo en todos los hombres. Así lo entienden los que sostienen la
unidad del entendimiento agente. Pero si el entendimiento agente es
algo del alma, como una potencia propia suya, es necesario afirmar que
hay tantos entendimientos agentes como almas, las cuales se
multiplican al ritmo de la multiplicación de los hombres, como dijimos
anteriormente (
q.76 a.2). Pues no es posible que una potencia,
numéricamente la misma, lo sea de diversas sustancias.
A las objeciones:
1. El Filósofo demuestra que el
entendimiento agente está separado por el hecho de que el posible
también está separado, ya que, como él mismo dice, el agente es más
noble que el paciente. Del entendimiento posible se dice que está
separado porque no es acto de ningún órgano corporal. En este sentido
se dice que el entendimiento agente está separado, no que sea
una sustancia separada.
2. El entendimiento agente causa
el universal abstrayendo de la materia. Para eso no se requiere que
sea uno en todos los que tienen entendimiento, sino que en todos haya
una misma actitud con respecto a todo aquello de lo que se abstrae el
universal, y con respecto a lo que el universal es uno. Esto es algo
que corresponde al entendimiento agente en cuanto que es
inmaterial.
3. Todos los seres que son de la
misma especie, tienen en común la acción que es consecuencia de su
naturaleza específica y, por tanto, la potencia que es principio de
esta acción, no que esta sea numéricamente la misma en todos. Conocer
los primeros conceptos inteligibles es una acción consecuente de la
especie humana. Por eso es necesario que todos los hombres tengan en
común la facultad que es principio de dicha acción; esta facultad es
el entendimiento agente. Sin embargo, no es necesario que sea el mismo
en todos numéricamente. Empero, sí es necesario que a todos se derive
de un mismo principio. Así, la común posesión que tienen los hombres
de los primeros conceptos inteligibles, demuestra la unidad del
entendimiento separado que Platón compara con el sol, pero no la
unidad del entendimiento agente, que Aristóteles compara a la
luz.
Artículo 6:
La memoria, ¿está o no está en la parte intelectiva del
alma?
lat
Objeciones por las que parece que la memoria no está en la parte
intelectiva del alma:
1. Agustín, en XII De Trin., dice que a la
parte superior del alma le corresponde aquello que no es común a
los hombres y a los animales. Pero la memoria es común a los
hombres y a los animales, pues en el mismo lugar dice que los
animales pueden sentir por los sentidos del cuerpo lo corporal y
archivarlo en la memoria. Por lo tanto, la memoria no pertenece a
la parte intelectiva del alma.
2. La memoria tiene por objeto lo pasado. Pero se llama
pasado a algo en relación con un tiempo determinado. Así, pues, la
memoria es la facultad cognoscitiva de algo sucedido en un determinado
tiempo. Y esto significa conocer algo aquí y ahora. Pero esto
no es propio del entendimiento, sino del sentido. Por lo tanto, la
memoria no reside en la parte intelectiva, sino sólo en la parte
sensitiva.
3. En la memoria se archivan las especies de las cosas
que no son pensadas en acto. Pero no es posible que esto suceda en el
entendimiento, porque el entendimiento se pone en acto al ser
informado por la especie inteligible, pues el hecho de estar el
entendimiento en acto es su mismo entender en acto. Así, el
entendimiento entiende en acto todo aquello cuya representación la
contiene en sí mismo. Por lo tanto, la memoria no se encuentra en la
parte intelectiva,
Contra esto: está lo que dice Agustín en X De Trin.: La memoria, la inteligencia y la voluntad son una mente.
Respondo: Como quiera que a la razón de memoria
pertenezca el archivar las especies de las cosas que no se perciben en
acto, lo primero que hay que analizar es si las especies inteligibles
pueden ser archivadas así en el entendimiento. Avicena
sostuvo que esto era imposible. Decía que esto se daba en ciertas
potencias de la parte sensitiva en cuanto que son actos de los órganos
corporales, en los cuales pueden archivarse algunas especies de las
cosas sin una percepción en acto. Pero en el entendimiento, que carece
de órgano corporal, no existe nada a no ser inteligiblemente. Por eso
es necesario que aquello cuya representación está en el entendimiento,
sea entendido. Según él, tan pronto como alguien cesa de entender en
acto algo, la representación de este algo deja de estar en el
entendimiento. Si quiere entenderlo nuevamente, es necesario que
recurra al entendimiento agente, que él lo tiene por una sustancia
separada, para que la especie inteligible pase de él al entendimiento
posible. Del habitual ejercicio de dirigirse al entendimiento agente,
según él, se produce una cierta facilidad en el entendimiento posible
para recurrir al entendimiento agente. Decía que esto era el hábito de
la ciencia. Así, pues, según esta postura, nada se archiva en la parte
intelectiva que no sea entendido en acto. Por eso no sitúa la memoria
en la parte intelectiva.
Pero esta opinión contradice de forma clara lo dicho por Aristóteles.
Pues, en III De Anima, dice: El
entendimiento posible, cuando se hace cada cosa singular según el modo
de conocer, es llamado entendimiento en acto, y que esto es así cuando
puede obrar por sí mismo. Pero incluso entonces de algún modo está en
potencia, pero no como lo estaba antes de que aprendiera o
descubriera. Ahora bien, se dice que el entendimiento posible se
hace cada una de las cosas en cuanto que recibe las especies de cada
uno de los objetos. Por lo tanto, del hecho de recibir las especies
inteligibles surge el que pueda obrar cuando quiera, aunque no obre
siempre, porque también entonces de algún modo está en potencia,
aunque de distinta manera que antes de entender, esto es, tal como el
que tiene conocimiento habitual de algo está en potencia para
considerarlo en acto.
Esta opinión contradice también la razón. Pues todo lo que se recibe
en algo se recibe según el modo del receptor. El entendimiento es de
una naturaleza más estable e inmóvil que la materia corporal. Por lo
tanto, si la materia corporal retiene las formas que recibe no sólo
mientras obra en acto por ellas, sino también después de cesar en su
acción, con mucha mayor razón el entendimiento ha de recibir de modo
más estable e inamovible las especies inteligibles, tanto si provienen
de los objetos sensibles como si dimanan de un entendimiento
superior. Así, pues, si por memoria entendemos tan
sólo la facultad de archivar las especies, es necesario decir que la
memoria está situada en la parte intelectiva.
En cambio, si a la razón de memoria pertenece el que su objeto sea lo
pasado en cuanto tal, la memoria no estará situada en la parte
intelectiva, sino sólo en la sensitiva, que es la que percibe lo
particular. Pues lo pasado, en cuanto tal, por expresar el ser
sometido a un tiempo determinado, pertenece a una condición
particular.
A las objeciones:
1. La memoria, en cuanto
archivadora de las especies, no es común a los hombres y a los
animales. Pues las especies no se archivan sólo en la parte sensitiva,
sino más bien en el conjunto, ya que la facultad de recordar es acto
de un órgano. Pero el entendimiento por su misma naturaleza archiva
las especies sin la asistencia de ningún órgano corporal. Por eso el
Filósofo en III De Anima dice: El alma es el
lugar de las especies; no toda, sino el entendimiento.
2. La condición de pasado puede
estar referida a lo siguiente: Lo conocido y el acto de conocer. Los
dos se encuentran simultáneamente en la parte sensitiva, capaz de la
aprehensión de una realidad, al igual que es alterada por el objeto
sensible presente. Por eso, el animal recuerda simultáneamente que ha
sentido en el pasado y que ha sentido lo sensible pasado. Pero en lo
que se refiere a la parte intelectiva, la condición de pasado le es
accidental al objeto del entendimiento y no le afecta necesariamente.
Pues el entendimiento entiende al hombre en cuanto hombre. Y al hombre
en cuanto hombre le es accidental existir en el tiempo presente,
pasado o futuro. En cambio, por parte del acto, la condición de pasado
puede intervenir necesariamente en el entendimiento, al igual que en
el sentido, en cuanto que el entender de nuestra alma es un acto
particular que se da en este o en aquel tiempo. Así, decimos que el
hombre entiende ahora, ayer o mañana. Y esto no contradice su
condición intelectual, puesto que entender, aunque sea algo
particular, sin embargo, es un acto inmaterial, como dijimos al hablar
del entendimiento (
q.76 a.1). Y así, del mismo modo que el
entendimiento se entiende a sí mismo aunque sea singular, también
entiende su propio entender, que es un acto singular, tanto si se da
en el presente como en el pasado o en el futuro. Así, pues, el
concepto de memoria se salva en el entendimiento en cuanto referido a
lo pasado, ya que entiende que entendió anteriormente. Pero no en
cuanto que entienda lo pasado tal y como sucedió concretamente.
3. Unas veces la especie
inteligible está en el entendimiento sólo en potencia, y entonces se
dice que el entendimiento está en potencia. Otras veces, completa al
acto, y entonces se entiende en acto. Otras veces, está en un estado
intermedio entre la potencia y el acto, y entonces se dice que el
entendimiento está en hábito. Según este último modo es como el
entendimiento archiva las especies, aun cuando no entienda en
acto.
Artículo 7:
La memoria intelectiva y el entendimiento, ¿son o no son potencias
distintas?
lat
Objeciones por las que parece que la memoria intelectiva y el
entendimiento son potencias distintas:
1. Agustín en el X De Trin. sitúa en la
mente la memoria, la inteligencia y la voluntad. Pero es
evidente que la memoria es una potencia distinta de la voluntad. Por
lo tanto, igualmente es distinta del entendimiento.
2. Una misma es la razón de distinción entre las potencias
de la parte sensitiva y las de la parte intelectiva. Pero la memoria
en la parte sensitiva es una potencia distinta del sentido, como
dijimos anteriormente (
q.78 a.4). Por lo tanto, la memoria de la parte
intelectiva es una potencia distinta del entendimiento.
3. Según Agustín, la memoria, la
inteligencia y la voluntad son iguales entre sí y surgen una de otra.
Pero esto no sería posible si la memoria fuese la misma potencia que
el entendimiento. Por lo tanto, no es la misma potencia.
Contra esto: por naturaleza, la memoria es el depósito o el lugar
archivador de las especies. Y esto mismo, el Filósofo, en III
De
Anima, lo atribuye al entendimiento, como se dijo
(
a.6 ad 1). Por lo tanto, en la parte intelectiva la memoria no es una
potencia distinta del entendimiento.
Respondo: Como se dijo (
q.77 a.3), las
potencias del alma se distinguen por razón de la diversa formalidad de
sus objetos, ya que la razón de ser de cada potencia consiste en su
relación con aquello a lo que se aplica, y que es su objeto. También
se dijo (
q.59 a.4) que, si una potencia se refiere por naturaleza a un
objeto considerado universalmente, dicha potencia no se diversifica por
las diferencias particulares del objeto, como la potencia visiva, que
considera su objeto atendiendo al color, no se diversifica por la
diferencia entre blanco y negro. Ahora bien, el entendimiento
considera su objeto bajo la razón universal del ser, ya que el
entendimiento posible es
aquello por lo que el alma se hace todas
las cosas. Por eso, ninguna diversidad de los seres constituye la
diferencia del entendimiento posible.
Sin embargo, la potencia del entendimiento agente se diversifica de
la del entendimiento posible, porque con respecto a un mismo objeto,
es necesario que sea distinto el principio que constituye la potencia
activa, por la que el objeto está en acto, del principio de la
potencia pasiva, que es movida por el objeto que ya está en acto. Así,
la potencia activa se relaciona con su objeto como el ser en acto se
relaciona con el ser en potencia. Y la potencia pasiva se relaciona
con su objeto como el ser en potencia se relaciona con el ser en
acto.
Así, pues, no puede haber ninguna diferencia de potencias en el
entendimiento, a no ser la del entendimiento posible y el agente. Por
eso, es evidente que la memoria no es una potencia distinta del
entendimiento, pues propio de la naturaleza de la potencia pasiva es
tanto el conservar como el recibir.
A las objeciones:
1. Aun cuando en d.3 1Sent.
se diga que la memoria, la inteligencia y la voluntad son tres
facultades, sin embargo, no es así lo que pensaba Agustín, el cual
dice expresamente, en XIV De Trin., que, si
la memoria, la inteligencia y la voluntad se conciben como presentes
siempre en el alma, tanto si se piensa en ellas como si no, esto es
algo que al parecer pertenece sólo a la memoria. En estos momentos
estoy refiriéndome a la inteligencia por la que entendemos cuando
pensamos y a la voluntad, amor o dilección que une a los hijos con los
padres. De este texto se desprende que Agustín no las considera
como tres potencias del alma, sino que llama memoria a la retención
habitual del alma, inteligencia al acto del entendimiento, voluntad al
acto de la voluntad.
2. Lo pasado y lo presente pueden
ser diferencias propias que diversifiquen las potencias sensitivas.
Pero no las intelectivas por la razón dada (sol. d.7 ad
2).
3. La inteligencia procede de la
memoria como el acto del hábito. Y es en este sentido en el que se le
compara, y no como una potencia a otra.
Artículo 8:
La razón, ¿es o no es una potencia distinta del entendimiento?
lat
Objeciones por las que parece que la razón es una potencia distinta
del entendimiento:
1. De Spiritu et Anima se dice: Cuando,
partiendo de lo inferior, queremos llegar a lo superior, lo primero
con lo que nos encontramos es el sentido, después la imaginación,
luego la razón y, por último, el entendimiento. Por lo tanto, la
razón es una potencia distinta del entendimiento, como la imaginación
lo es de la razón.
2. Boecio, en el libro De Consol.,
dice que el entendimiento se relaciona con la razón como la eternidad
con el tiempo. Pero no es propio de una misma facultad estar en el
tiempo y en la eternidad. Por lo tanto, la razón y el entendimiento no
son la misma potencia.
3. El hombre tiene de común con los ángeles el
entendimiento. Con los animales, el sentido. Pero la razón, propia del
hombre y por la que es llamado animal racional, es una potencia
distinta del sentido. Por lo tanto, y por lo mismo, es distinta del
entendimiento, que propiamente les corresponde a los ángeles, por lo
que son llamados intelectuales.
Contra esto: está lo que dice Agustín en III Super Gen. ad
Hit.: aquello por lo que el hombre aventaja a
los animales irracionales es la razón, o mente, o inteligencia o como
cualquiera lo quiera llamar. Por lo tanto, la razón, el
entendimiento y la mente son una sola potencia.
Respondo: En el hombre la razón y el
entendimiento no pueden ser potencias distintas. Esto resulta claro si
se analizan sus respectivos actos. Pues entender consiste en la simple
aprehensión de la verdad inteligible. En cambio, razonar es pasar
de un concepto a otro para conocer la verdad inteligible. De este
modo, los ángeles, que por naturaleza poseen el perfecto conocimiento
de la verdad inteligible, no tienen necesidad de pasar de uno a otro,
sino que aprehenden la verdad de las cosas de forma directa y sin
proceso analítico, como dice Dionisio en c.7
De Div.
Nom. Los hombres, en cambio, y como dice él
mismo, llegan a la verdad inteligible pasando de un
concepto a otro. Por eso son llamados racionales. Por lo tanto, es
evidente que el raciocinar con respecto al entender es como
el moverse con respecto al reposar o como el adquirir
con respecto al poseer. Lo primero es propio del ser imperfecto; lo
segundo, del perfecto. Y porque el movimiento siempre parte de lo
inmóvil y acaba en el reposo, se sigue que el raciocinio humano, por
seguir un proceso de investigación o invención, parte de ciertas
verdades entendidas directamente, que son los primeros principios,
para volver luego, a través de un juicio, a comprobar la adecuación de
lo encontrado con los primeros principios.
Es evidente que el reposo y el movimiento no se reducen a potencias
diversas, sino a una y la misma, incluso en las cosas naturales,
porque por la misma naturaleza algo se mueve hacia un lugar y reposa
en él. Por lo tanto, con mucha mayor razón, por una misma potencia
entendemos y raciocinamos. Y así resulta evidente que el entendimiento
y la razón en el hombre son una misma potencia.
A las objeciones:
1. Aquella enumeración se hace
atendiendo al orden de los actos y no en razón de la distinción de
potencias. Además, aquel libro no goza de una gran
autoridad.
2. Se deduce de lo dicho,
pues la eternidad se relaciona con el tiempo como lo inmóvil con lo
móvil. Así, Boecio comparó el entendimiento con la eternidad y la
razón con el tiempo.
3. Los otros animales son de tal
manera inferiores al hombre, que no pueden llegar al conocimiento de
la verdad que investiga la razón. En cambio, el hombre, si bien
imperfectamente, llega al conocimiento de la verdad inteligible,
conocida por los ángeles. Por eso, la potencia cognoscitiva de los
ángeles no es de un género distinto del de la potencia cognoscitiva de
la razón, sino que se compara con ella como lo perfecto con lo
imperfecto.
Artículo 9:
La razón superior y la inferior, ¿son o no son potencias
diversas?
lat
Objeciones por las que parece que la razón superior y la inferior son
potencias diversas:
1. Agustín, en XII De Trin., dice que la
imagen de la Trinidad está en la parte superior de la razón, no en la
inferior. Pero las partes del alma son sus mismas potencias. Por lo
tanto, la razón superior y la inferior son dos potencias.
2. Nada tiene su origen en sí mismo. Pero la razón inferior
surge de la superior, por la que es regulada y dirigida. Por ello, la
razón superior es una potencia distinta de la inferior.
3. El Filósofo, en VI Ethic.,
dice: Lo científico del alma, por lo que el alma conoce lo
necesario, es principio y parte del alma distinto de la facultad de
opinar y raciocinar, por la que conoce lo contingente. Esto lo
fundamenta en el hecho de que lo que tiene género diverso está
ordenado a partes del alma de género distinto. Lo contingente y lo
necesario son genéricamente distintos, como lo corruptible y lo
incorruptible. Como quiera que lo necesario y lo eterno son lo mismo,
al igual que lo temporal y lo contingente, parece que el Filósofo
llama científico a la parte superior de la razón, que, según
Agustín, intenta considerar y consultar lo eterno. Y lo que el
Filósofo llama facultad de raciocinar o de opinar, es la razón
inferior, que, según Agustín, intenta orientar lo temporal. Por
lo tanto, la razón superior y la inferior son distintas potencias del
alma.
4. Dice el Damasceno: La opinión se forma a partir de la imaginación. De ahí que la
mente, al discernir sobre si una opinión es verdadera o falsa, juzga
la verdad. Por eso la palabra mente viene de medir. Así, pues, es
llamado entendimiento aquello que ya ha sido juzgado y discernido.
De ahí que la facultad de opinar, que es la razón inferior, sea
distinta de la mente y del entendimiento, que son identificables con
la razón superior.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XII De Trin.: La razón superior y la inferior no se distinguen más que por sus funciones. Por lo tanto, no son dos potencias.
Respondo: La razón superior y la inferior, tal
como son entendidas por Agustín, de ninguna manera pueden ser dos
potencias del alma. Pues afirma que la razón superior
intenta
considerar y consultar lo eterno. E intenta considerarlas en la
medida en que las contempla en sí misma. Intenta consultarlas en la
medida en que de ellas toma normas para su obrar. La razón inferior la
entiende como la que
intenta orientar lo
temporal. Pero lo temporal y lo eterno, con respecto a nuestro
entendimiento, implican realidades subordinadas entre sí, de modo que
unas sirvan de medio para conocer las otras. Pues por un proceso de
búsqueda, a través de lo temporal llegamos al conocimiento de lo
eterno, según aquello del Apóstol en Rom 1,20:
Lo invisible de Dios
se ha hecho perceptible a través del conocimiento de lo creado.
Por un proceso deductivo juzgamos lo temporal por lo eterno ya
conocido, disponiéndolo según las normas eternas.
Puede suceder que el medio y aquello a que por él se llega,
pertenezcan a diversos hábitos, como los primeros principios
indemostrables pertenecen al hábito del entendimiento; y las
conclusiones deducidas, al hábito de la ciencia. De este modo, de los
principios de la geometría se deducen conclusiones que son aplicables
a otra ciencia, como la perspectiva. Pero el medio y el término
pertenecen a la misma potencia racional, ya que el acto de la razón es
como un movimiento que va de uno a otro, y uno mismo es el móvil que
atravesando el medio llega al final. Por eso la razón superior y la
inferior son una misma potencia racional. Pero, según Agustín, se
distinguen por el ejercicio de sus actos y por los diversos hábitos,
pues a la razón superior se le atribuye la sabiduría; en cambio, a la
inferior, la ciencia.
A las objeciones:
1. Cualquier parte de la división
puede ser llamada parte. Por lo tanto, tanto la razón superior como la
inferior son llamadas partes en cuanto que se dividen por sus
funciones, no porque sean potencias diversas.
2. Se dice que la razón inferior
surge de la superior y que es regulada por ella, en cuanto que los
principios de los que se sirve, se deducen y están regidos por los
principios de la razón superior.
3. Lo
científico, de lo
que está hablando el Filósofo, no es lo mismo que la razón superior,
pues incluso en las cosas temporales, objeto de las ciencias naturales
y de las matemáticas, hay nociones necesarias. La facultad para
opinar y
raciocinar, ni tan siquiera llega a ser razón
inferior, porque sólo se centra en lo contingente.
Sin embargo, no por eso hay que afirmar absolutamente que la potencia
por la que el entendimiento conoce lo necesario, es distinta de
aquella por la que se conoce lo contingente, porque tanto lo necesario
como lo contingente caen bajo una misma consideración objetiva, esto
es, en cuanto ser y verdadero. Por lo tanto, conoce con perfección lo
necesario, que existe perfectamente en la verdad, ya que llega hasta
su esencia y por ella pone al descubierto sus propios accidentes. En
cambio, conoce imperfectamente lo contingente, por el hecho de que
posee un ser y una verdad imperfectas. Ahora bien, lo perfecto y lo
imperfecto en acto no diversifican la potencia, sino que diversifican
los actos en lo que se refiere al modo de obrar; y, consecuentemente,
los principios de los actos y los mismos hábitos. Por eso el Filósofo
estableció dos partes en el alma, la científica y la de raciocinio, no
porque sean dos potencias, sino porque se distinguen por su diversa
capacidad para recibir distintos hábitos cuya diversidad intentaba
indagar. Pues lo contingente y lo necesario, aunque
difieran por sus propios géneros, sin embargo, coinciden en la noción
común de ser, objeto del entendimiento, con la que se relacionan de
distinta manera, como lo perfecto y lo imperfecto.
4. La distinción del Damasceno va
referida a la diversidad de actos, no a la de potencias. Pues opinión significa el acto del entendimiento que se inclina por uno
de los miembros de la contradicción con temor de que el otro sea
verdadero. Juzgar o medir es el acto del entendimiento
por el que aplica los principios ciertos al análisis de las
cuestiones. De ahí se toma el nombre de mente. Entender es
adherirse a lo juzgado aprobándolo.
Artículo 10:
La inteligencia, ¿es o no es una potencia distinta del
entendimiento?
lat
Objeciones por las que parece que la inteligencia es una potencia
distinta de la del entendimiento:
1. En el libro De Spiritu et Anima se dice: Cuando a partir de lo inferior queremos subir a lo superior, lo
primero que encontramos es el sentido, luego la imaginación, después
la razón, más tarde el entendimiento, y, por último, la
inteligencia. Pero la imaginación y el sentido son diversas
potencias. Por lo tanto, también lo son el entendimiento y la
inteligencia.
2. Boecio, en el V De Consol.,
dice: El sentido, la imaginación, la razón y la inteligencia
analizan de distinta manera al hombre. Pero el entendimiento es la
misma potencia que la razón. Por lo tanto, parece que la inteligencia
sea una potencia distinta del entendimiento, como la razón lo es de la
imaginación y del sentido.
3. Como se dice en el II De anima,
los actos son anteriores a las potencias. Pero la inteligencia es
un acto distinto de los demás actos atribuidos al entendimiento. Dice
el Damasceno: El primer movimiento de conocer se
llama inteligencia, que, aplicada a algo, recibe el nombre de
intención. Si permanece y configura al alma en conformidad con lo que
entiende, se llama pensamiento. Cuando éste permanece en algo
examinándose y juzgándose a sí mismo, se llama fronesis (esto es,
sabiduría). El ejercicio de la fronesis produce el conocimiento, esto
es, el lenguaje interior coordinado, del que procede el lenguaje
externo hablado, según dicen. Por lo tanto, parece que la
inteligencia es una potencia especial.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De Anima: La inteligencia tiene por objeto las realidades
indivisibles en las que no hay nada falso. Pero este conocimiento
pertenece al entendimiento. Por lo tanto, la inteligencia no es una
potencia al margen del entendimiento.
Respondo: La palabra inteligencia
propiamente significa el acto del entendimiento consistente en
entender. No obstante, en algunos libros traducidos del
árabe, se llama inteligencias a las sustancias
separadas que nosotros llamamos ángeles. Tal vez esto es así
porque dichas sustancias siempre entienden en acto. En algunas
traducciones del griego, son llamados Entendimientos o Mentes. Por lo tanto, la
inteligencia no se distingue del entendimiento como
una potencia de otra, sino como el acto se distingue de la potencia.
Esta misma distinción se puede encontrar en los filósofos, los cuales, a veces, mencionan cuatro entendimientos: El agente, el posible, el habitual y el consumado. De éstos, el agente y el posible son potencias distintas, ya que, como en todas las cosas, la potencia activa es distinta de la potencia pasiva. Por su parte, los otros tres, se distinguen en conformidad con el entendimiento posible en sus tres estados: En potencia, y entonces es llamado entendimiento posible; en acto primero, es la ciencia, y entonces es llamado entendimiento habitual; otras, en acto segundo, es el pensar, y por eso es llamado entendimiento en acto o entendimiento consumado.
A las objeciones:
1. Si se acepta aquel argumento de
autoridad, por inteligencia se entiende el acto del entendimiento. En
este sentido se contrapone al entendimiento como el acto a la
potencia.
2. Boecio toma por inteligencia el
acto del entendimiento, superior al acto de la razón. Por eso, allí
mismo dice: La razón es una propiedad exclusiva del género humano,
como la inteligencia lo es solamente del divino. Pues propio de
Dios es entenderlo todo sin análisis.
3. Todos aquellos actos que
enumera el Damasceno, son de una sola potencia, la intelectiva; ésta
primeramente se limita a la simple aprehensión de algo. Este acto es
llamado
inteligencia. En segundo lugar, lo que aprehende lo
orienta hacia el conocimiento o acción de otra cosa. Este acto es
llamado
intención. Mientras persiste en la investigación de lo
propuesto, es llamado
pensamiento. Al examinar lo pensado
relacionándolo con nociones ciertas, es llamado
saber o
conocer, esto es,
fronesis o
sabiduría, pues a la
sabiduría le corresponde juzgar, como se dice en I
Metaphys. Cuando ya posee algo como cierto, esto
es, comprobado, piensa cómo puede comunicarlo a los demás. Esto es lo
que constituye la disposición del
lenguaje interior, de la que
procede el
lenguaje hablado exterior. No toda diferencia de
actos origina potencias diversas, sino sólo aquellas que no se pueden
reducir a un mismo principio, como dijimos anteriormente (
q.78 a.4).
Artículo 11:
El entendimiento especulativo y el práctico, ¿son o no son potencias
diversas?
lat
Objeciones por las que parece que el entendimiento especulativo y el
práctico son potencias diversas:
1. Como consta en II De Anima, la fuerza
aprehensiva y la motriz pertenecen a diversos géneros de potencias.
Pero el entendimiento especulativo es sólo aprehensivo, mientras que
el práctico mueve. Por lo tanto, son potencias diversas.
2. La diversa formalidad de objeto, diversifica la potencia.
Pero el objeto del entendimiento especulativo es lo verdadero, y el
objeto del práctico es lo bueno, que son formalidades distintas. Por
lo tanto, el entendimiento especulativo y el práctico son potencias
diversas.
3. En la parte intelectiva, el entendimiento práctico
con respecto al especulativo, es lo que en la parte sensitiva es la
estimativa con respecto a la imaginativa. Pero la estimativa y la
imaginativa son potencias distintas, como dijimos anteriormente (
q.78 a.4). Por lo tanto, también lo son el entendimiento especulativo y el
práctico.
Contra esto: está lo que dice III De Anima: El
entendimiento especulativo se hace práctico por extensión. Pero
una potencia no se transforma en otra. Por lo tanto, el entendimiento
especulativo y el práctico no son potencias diversas.
Respondo: El entendimiento práctico y el
especulativo no son potencias diversas. El porqué de esto radica en
que, como se dijo (
q.77 a.3), lo que es accidental con respecto a la
formalidad del objeto a la que está referida una potencia, no
diversifica dicha potencia. Ejemplo: Es accidental al color el que su
sujeto sea un hombre, o grande o pequeño. Pues una misma potencia
visiva lo aprehende. Es accidental también en el objeto percibido por
el entendimiento, el que esté ordenado a la acción. En esto difieren
el entendimiento especulativo y el práctico, ya que el entendimiento
especulativo no ordena lo que percibe a la acción, sino a la
consideración de la verdad. Por su parte, el práctico ordena lo
aprehendido a la acción. Esto es lo que indica el Filósofo en III
De Anima al decir que
el entendimiento
especulativo difiere del práctico en el fin. Por eso, ambos
reciben su nombre del fin: Uno, especulativo; otro, práctico, esto es,
operativo.
A las objeciones:
1. El entendimiento práctico mueve,
no porque ejecute el movimiento, sino porque dirige hacia el
movimiento. Esto le compete por el modo de su aprehensión.
2. Lo verdadero y lo bueno se
implican mutuamente, pues lo verdadero es un cierto bien. De no ser
así, no sería deseable. Y, lo bueno es verdadero, porque, de otro
modo, no sería inteligible. Por lo tanto, así como lo verdadero puede
ser objeto del apetito bajo el concepto de bueno, como sucede cuando
alguien desea conocer la verdad, así también lo bueno es aplicable a
la acción bajo el aspecto de verdadero, que es el objeto del
entendimiento práctico. Pues el entendimiento práctico conoce la
verdad, como la conoce también el especulativo, pero ordena a la
acción la verdad conocida.
3. Muchas diferencias diversifican
las potencias sensitivas, que no diversifican las potencias
intelectivas, como se dijo anteriormente (
q.77 a.3 ad 4).
Artículo 12:
La sindéresis, ¿es o no es una potencia especial distinta de las
demás?
lat
Objeciones por las que parece que la sindéresis es una potencia
especial distinta de las demás:
1. Los miembros de una división, parecen ser del mismo género. Pero
en la Glosa a Ezequiel 1,6, Jerónimo distingue
la sindéresis del apetito irascible, el concupiscible y el
racional dentro de la división de las potencias. Por lo tanto, la
sindéresis es una determinada potencia.
2. Los opuestos son del mismo género. Pero la sindéresis parece oponerse a la sensualidad, porque la sindéresis tiende siempre al bien; la sensualidad, al mal. Por eso es
simbolizada por la serpiente, como nos consta por Agustín en XII De
Trin. Por lo tanto, parece que la sindéresis
es una potencia, como lo es la sensualidad.
3. Agustín, en el libro De libero arbitrio, dice que en la facultad natural de juzgar hay
ciertas reglas y gérmenes de virtudes verdaderas e invariables, que
llamamos sindéresis. Por lo tanto, como quiera que las reglas
invariables que nos rigen en nuestros juicios son propias de la parte
superior de la razón, como dice Agustín en XII De
Trin., parece que la sindéresis es lo mismo
que la razón. Por lo tanto, es una determinada potencia.
Contra esto: según el Filósofo, las potencias
racionales están referidas a objetos opuestos. La sindéresis no está referida a objetos opuestos, sino que tiende
simplemente al bien. Por lo tanto, la sindéresis no es una potencia. Si fuese potencia, sería necesario que fuera una potencia racional, ya que no la encontramos en los animales.
Respondo: La
sindéresis no es una
potencia, sino un hábito. Aunque algunos hayan afirmado
que es una potencia superior a la razón, y otros hayan
afirmado que es la misma razón, considerándola no como razón, sino
como naturaleza. Para demostrarlo, hay que tener presente que, como
dijimos anteriormente (
a.8), el raciocinio del hombre, al ser una
especie de movimiento, parte de la intelección de ciertas verdades
evidentes por naturaleza, y, sin necesidad de investigación racional,
termina en otro conocimiento, puesto que juzgamos según los principios
conocidos en sí mismos y por naturaleza, sobre las verdades que hemos
descubierto por medio del razonamiento. Hay que hacer constar también
que tal como la razón especulativa analiza lo especulativo, la razón
práctica así lo hace sobre lo operativo. Por lo tanto, es necesario
que estemos dotados naturalmente de principios tanto especulativos
como prácticos.
Los primeros principios especulativos infundidos en nosotros
naturalmente, no pertenecen a ninguna potencia especial, sino a cierto
hábito especial llamado entendimiento de los principios, como
aparece claramente en VI Ethic. Por lo tanto,
tampoco los principios prácticos infundidos en nosotros por naturaleza
pertenecen a una potencia especial, sino a un hábito especial natural
llamado sindéresis. Por eso, se dice que la sindéresis
impulsa al bien y censura el mal en cuanto que por los primeros
principios procedemos a la investigación, y, por ellos, juzgamos lo
averiguado. Por lo tanto, resulta evidente que la sindéresis no
es una potencia, sino un hábito natural.
A las objeciones:
1. La división que hace Jerónimo
responde a la diversidad de actos y no a la de potencias. Diversos
actos suelen ser resultado de una sola potencia.
2. Igualmente, la oposición entre sensualidad
y sindéresis responde a la oposición de sus actos,
no oponiéndose como especies diversas de un mismo género.
3. Dichas razones invariables son
los primeros principios operativos, en los que no cabe el error. Son
atribuidos a la razón como potencia, y a la sindéresis como
hábito. De ahí que, por ambas, esto es, por la razón y por la sindéresis, juzgamos naturalmente.
Artículo 13:
La conciencia, ¿es o no es una determinada potencia?
lat
Objeciones por las que parece que la conciencia es una determinada potencia:
1. Orígenes dice que la conciencia es un espíritu
corrector y pedagogo asociado al alma por el que se aparta del mal y
se adhiere al bien. Pero en el alma, el espíritu designa una potencia,
que puede ser la mente, según aquello de Ef 4,23: Renovaos en el
espíritu de vuestra mente; o puede ser la misma imaginación, y por
eso la visión imaginaria es llamada espiritual, como hace Agustín en
XII Super Gen. ad, litt. Por lo tanto, la
conciencia es una determinada potencia.
2. Nada es sujeto del pecado, a no ser la potencia del alma.
Pero la conciencia es sujeto del pecado, pues se dice en Tit 1,15 de
algunos: Su mente y su conciencia están manchadas. Por lo
tanto, parece que la conciencia es una potencia.
3. Es necesario que la conciencia sea acto, hábito o
potencia. Pero no es acto, porque no siempre estaría en el hombre.
Tampoco es hábito, porque no se tendría una, sino muchas conciencias,
ya que son muchos los hábitos cognoscitivos por los que nos ordenamos
a la acción. Por lo tanto, la conciencia es una potencia.
Contra esto: se puede prescindir de la conciencia, pero no de una
potencia. Por lo tanto, la conciencia no es una
potencia.
Respondo: Propiamente hablando, la conciencia
no es una potencia, sino un acto. Esto resulta evidente tanto si
atendemos a su nombre como a las funciones que, hablando comúnmente,
se le atribuyen. Pues la conciencia, originalmente, indica la relación
de un conocimiento con una cosa. Ya que conciencia equivale a un
consaber. Ahora bien, la aplicación de una ciencia a una cosa se
efectúa a través de un acto. Por eso, atendiendo a la razón nominal,
resulta claro que la conciencia es un acto.
Lo mismo cabe decir examinando las funciones que se le atribuyen.
Pues se dice que propio de la conciencia es dar testimonio, ligar o
instigar, y, también, acusar, remorder o reprender: cosas todas que
siguen a la aplicación de nuestro conocimiento a lo que hacemos. Esta
aplicación puede hacerse de tres maneras: 1) Una, cuando reconocemos
que hicimos o no una cosa, según aquello de Ecl 7,22: Tu conciencia
sabe que frecuentemente has maldecido a otro. En este caso, se
dice que testifica. 2) Otra, cuando por nuestra conciencia
juzgamos que algo debe o no debe hacerse. Entonces se dice que la
conciencia incita o liga. 3) Tercera, cuando por la
conciencia juzgamos que algo ha estado bien o mal hecho. Entonces, excusa, acusa o remuerde. Ahora bien, es indudable que todo
esto responde a la aplicación del conocimiento a lo que hacemos. Por
lo tanto, propiamente hablando, la conciencia indica un
acto.
Sin embargo, porque el hábito es principio del acto, a veces se da el
nombre de conciencia al primer hábito natural, esto es, la sindéresis, como hace Jerónimo en la Glosa a Ez
1,6. Basilio lo llama facultad natural de juzgar. Y el
Damasceno dice que es la ley de nuestro
entendimiento. Pues se acostumbra a nombrar indistintamente por
las causas o por los efectos.
A las objeciones:
1. La conciencia es llamada
espíritu en cuanto que el espíritu se identifica con mente, porque es
una especie de dictamen de la mente.
2. Se dice que la mancha está en
la conciencia, no como en su sujeto, sino como lo conocido en el
conocimiento. Esto es, en cuanto que uno sabe que está
manchado.
3. El acto, aun cuando no siempre,
permanezca en sí mismo, sin embargo, siempre permanece en su causa,
que es la potencia y el hábito. Los hábitos, a partir de los que la
conciencia está informada, aun cuando sean muchos, sin embargo, todos
reciben su eficacia de uno primero, esto es, del hábito de los
primeros principios, que es llamado sindéresis. Por eso y, de
modo especial, este hábito toma a veces el nombre de conciencia, como
dijimos anteriormente.