Artículo 1:
¿Confiere este sacramento la gracia?
lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no confiere la
gracia.
1. Este sacramento es alimento espiritual. Ahora bien, el alimento no
se da más que al que vive. Luego, puesto que la vida espiritual viene
de la gracia, compete este sacramento a quien tiene ya la gracia.
Luego este sacramento no confiere la gracia primera. Ni tampoco la
aumenta, porque el aumento espiritual pertenece al sacramento de la
confirmación, como se ha dicho ya (
q.65 a.1;
q.72 a.1). Luego este
sacramento no confiere la gracia.
2. Este sacramento se recibe como un sustento espiritual.
Pero el sustento espiritual parece que es más un ejercicio de la
gracia que una consecuencia de la misma. Luego parece que este
sacramento no confiere la gracia.
3. Como se ha dicho más arriba (
q.74 a.1), en este
sacramento el
cuerpo de Cristo se ofrece por el bien del cuerpo;y
la sangre, por el bien del alma. Pero el cuerpo no es susceptible
de la gracia, sino que lo es el alma, como se dijo en la
Segunda
Parte (
1-2, q.110 a.4). Luego al menos en lo que se refiere al
cuerpo este sacramento no confiere la gracia.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,52: El pan que yo le daré es mi
carne para la vida del mundo. Pero la vida espiritual viene de la
gracia. Luego este sacramento confiere la gracia.
Respondo: El efecto de este sacramento debe
deducirse primero y principalmente de lo que está contenido en él, que
es Cristo, quien, de la misma manera que al venir al mundo trajo para
el mundo la vida de la gracia, según las palabras de Jn 1,17:
La
gracia y la verdad vinieron por Jesucristo, así al venir al hombre
en el sacramento, le da la vida de la gracia, según las palabras de Jn
6,58:
Quien me coma vivirá por mí. Por lo que escribe San
Cirilo:
El Verbo vivificante de Dios, uniéndose a su
propia carne, la tomó vivificante también. Convenía, pues, que él se
uniera a nuestros cuerpos a través de su sagrada carne
y de su preciosa sangre, que nosotros recibimos por
una bendición vivificante, en el pan y en el vino,
Segundo, el efecto de este sacramento se deduce de lo que este
sacramento representa, que es la pasión de Cristo, como se dijo más
arriba (q.74 a.1; q.76 a.2 ad 1). Por eso, el efecto que la pasión de
Cristo produjo en el mundo, lo produce este sacramento en el hombre. Y
así, comentando las palabras de Jn 19,34: Inmediatamente salió
sangre y agua, dice San Juan Crisóstomo: Puesto
que aquí tienen principio los sagrados misterios, cuando te acerques
al cáliz tremendo, acércate como si bebieras del costado mismo de
Cristo. Por lo que el mismo Señor dice en Mt 26,28: Esta es mi
sangre que será derramada por vosotros para el perdón de los
pecados.
Tercero, el efecto de este sacramento se deduce del modo de darse,
pues se da a modo de comida y de bebida. Por lo que todos los efectos
que producen la comida y la bebida material en la vida corporal, como
son el sustentar, el crecer, el reparar y el deleitar, los produce
este sacramento en la vida espiritual. Por eso dice San Ambrosio en su
libro De Sacramentis: Este es el pan de la
vida eterna y sustenta la sustancia de nuestra alma. Y San Juan
Crisóstomo en Super lo.: Se nos da a quienes
le deseamos para que le palpemos, le comamos y le abracemos. Por
lo que el mismo Señor dice en Jn 6,56: Mi carne es verdadera
comida, y mi sangre es verdadera bebida.
Cuarto, el efecto de este sacramento se deriva de las especies con
las que se da. De ahí que San Agustín diga: Nuestro
Señor nos entregó su cuerpo y su sangre en unos elementos que se
reagrupan en un solo ser a partir de muchos, porque uno, el pan, es un
solo ser procedente de muchos granos;y el otro, el vino, es un solo
líquido procedente de muchos racimos. Por lo que el mismo santo
afirma en Super lo.: Oh sacramento de piedad,
signo de unidad, vínculo de caridad.
Y puesto que Cristo y su pasión son causa de la gracia, y sin la
gracia no puede haber sustento espiritual ni caridad, resulta de todo
lo dicho que este sacramento confiere la gracia.
A las objeciones:
1. Este sacramento tiene, de suyo,
la virtud de conferir la gracia, hasta el punto de que nadie la posee
antes de recibir este sacramento, al menos en deseo: personal, en el
caso de los adultos; o de la Iglesia, en el caso de los niños, como ya
se dijo (
q.73 a.3).
Por tanto, es tal la eficacia de su poder que, con su solo deseo, uno
consigue la gracia por la que es vivificado espiritualmente. Sólo
queda, pues, que cuando se recibe realmente el sacramento, aumente la
gracia y se perfeccione la vida espiritual. Pero esto sucede aquí
diversamente de como sucede en el sacramento de la confirmación, en el
que la gracia aumenta y se perfecciona para resistir los ataques
externos de los enemigos de Cristo. Este sacramento, sin embargo,
aumenta la gracia y perfecciona la vida espiritual para que el hombre
sea perfecto en sí mismo uniéndose a Dios.
2. Este sacramento confiere
espiritualmente la gracia junto con la virtud de la caridad, por lo
que San Juan Damasceno compara este sacramento con el
carbón encendido que Isaías vio en Is 6,6: porque como el carbón no
es simplemente madera, sino madera con fuego, así el pan de la
comunión no es simplemente pan, sino pan unido a la divinidad.
Ahora bien, como dice San Gregorio en una Homilía de Pentecostés,
el amor de Dios no permanece ocioso, porque hace grandes cosas, si
existe. Por lo que con este sacramento, en lo que depende de su
eficacia, no solamente se confiere el hábito de la gracia y de las
virtudes, sino también la moción al acto, de acuerdo con las palabras
de 2 Cor 5,14: El amor de Cristo nos apremia. De ahí que la
virtud de este sacramento sustente espiritualmente al alma, al tiempo
que la deleita y en cierto modo la embriaga con la dulzura de la
bondad divina, según aquellas palabras del Cant 5,1: Comed, amigos,
y bebed, embriagaos, carísimos.
3. Puesto que los sacramentos
operan semejanza de lo que significan, nos valemos de una comparación
para decir que en este sacramento el cuerpo se ofrece por el bien del
cuerpo, y la sangre por el bien del alma, aunque el uno y el otro
produzcan el bien de los dos, puesto que Cristo está por entero en el
uno y en el otro, como se dijo ya (
q.76 a.2). Y aunque
el cuerpo no sea el sujeto inmediato de la gracia, desde el alma
redunda el efecto de la gracia sobre él, puesto que en la vida
presente
ofrecemos nuestros miembros como armas de justicia al
servicio de Dios, como se dice en Rom 6,13; y en la vida futura
nuestro cuerpo participará de la incorruptibilidad de la gloria del
alma.
Artículo 2:
¿Es efecto de este sacramento la consecución de la
gloria?
lat
Objeciones por las que parece que el efecto de este sacramento no es
la consecución de la gloria.
1. El efecto es proporcionado a su causa. Pero este sacramento es
propio de los viadores, por lo que se llama viático. Luego,
puesto que los viadores no son capaces todavía de la gloria, parece
que este sacramento no causa la consecución de la gloria.
2. Puesta la causa suficiente, se sigue el efecto. Pero hay
muchos que reciben este sacramento y que nunca llegarán a la gloria,
como afirma San Agustín en XXI De Civ. Dei.
Luego este sacramento no causa la consecución de la
gloria.
3. Lo superior no es efecto de lo inferior, porque nadie
sobrepasa los límites de su especie. Pero es inferior recibir a Cristo
en especie ajena, como sucede en este sacramento, que disfrutar de él
en su propia especie, como sucede en la gloria. Luego este sacramento
no causa la consecución de la gloria.
Contra esto: se dice en Jn 6,52: El que come de este pan vivirá
eternamente. Pero la vida eterna es la vida de la gloria. Luego el
efecto de este sacramento es la consecución de la gloria.
Respondo: En este sacramento se puede
considerar: aquello de donde procede el efecto, y que es el mismo
Cristo contenido y su pasión representada; y aquello por lo que viene
el efecto, o sea, el uso del sacramento y las especies sacramentales.
Pues bien, bajo los dos aspectos es propio de este sacramento causar
la consecución de la vida eterna. Porque fue el mismo Cristo quien nos
abrió por su propia pasión las puertas de la vida eterna, según
aquellas palabras de Heb 9,15:
Es el mediador de la nueva alianza,
para que, por su muerte, reciban los llamados la promesa de la
herencia eterna. Por lo que en la forma de este sacramento se
lee:
Este es el cáliz de mi sangre, de la nueva y eterna
alianza.
Y, de la misma manera, el sustento de la comida espiritual y la
unidad significada por las especies del pan y del vino, ya se obtienen
en la vida presente, aunque de modo imperfecto. Pero se obtendrán de
modo perfecto en la gloria. Por lo que San Agustín,
comentando las palabras de Jn 6,26: Mi carne es verdadera
comida, dice: Los hombres desean la comida y la bebida para no
tener hambre y para no tener sed. Pero esta hartura, en realidad, no
la otorgan más que esta comida y esta bebida, que convierten a sus
consumidores en inmortales e incorruptibles en la sociedad de los
santos, donde habrá paz y unidad plena y perfecta.
A las objeciones:
1. Como la pasión de Cristo, por
cuya virtud actúa este sacramento, es causa suficiente de la gloria
—no que nos introduzca inmediatamente en ella, porque antes tenemos
que padecer juntamente con Cristo para ser después con él
glorificados, como se dice en Rom 8,17—, así este sacramento no
nos introduce inmediatamente en la gloria, sino que nos da la
capacidad de entrar en la gloria. Por eso, se le llama viático, del
que tenemos una figura en 3 Re 19,8, donde se lee que Elias comió y
bebió y caminó con la energía de aquella comida durante cuarenta días
y cuarenta noches hasta el monte de Dios, en Horeb.
2. Como la pasión de Cristo no
produce su efecto en los que no se comportan con respecto a ella como
deben, así tampoco por este sacramento consiguen la gloria los que le
reciben indignamente. Por lo que San Agustín en Super
lo., comentando las palabras de Jn 6,49: Comieron el maná y murieron, dice: Una cosa es
el sacramento y otra la virtud del sacramento. Muchos lo toman del
altar, y comiéndolo mueren. Comed, pues, espiritualmente el pan
celestial, llevad al altar vuestra inocencia. Por consiguiente, no
hay que maravillarse si los que no conservan la inocencia, no
consiguen el efecto de este sacramento.
3. Tomar a Cristo en especie ajena
es lo propio de este sacramento, el cual actúa instrumentalmente.
Ahora bien, nada impide que una causa instrumental produzca un efecto
superior a ella, como ya se dijo (
q.77 a.3 ad 3).
Artículo 3:
¿Es efecto de este sacramento la remisión del pecado
mortal?
lat
Objeciones por las que parece que el efecto de este sacramento es la
remisión de los pecados mortales.
1. Se dice en una colecta: Sea este sacramento
purificación de nuestros crímenes. Pero los crímenes son pecados
mortales. Luego este sacramento purifica los pecados
mortales.
2. Este sacramento opera en virtud de la pasión de Cristo,
lo mismo que el bautismo. Pero el bautismo remite los pecados
mortales, como se ha dicho ya (
q.69 a.1). Luego también este
sacramento, tanto más cuanto que en la forma de este sacramento se
dice:
que será derramada por muchos para el perdón de los
pecados.
3. Este sacramento confiere la gracia, como se acaba de
decir (
a.1). Pero la gracia justifica al hombre de los pecados
mortales, como se dice en Rom 3,24:
Justificados gratuitamente por
su gracia. Luego este sacramento remite los pecados
mortales.
Contra esto: se dice en 1 Cor 11,29: Quien lo come y lo bebe
indignamente, come y bebe su propio juicio. Y comenta la Glosa: Lo come y bebe indignamente quien
persiste en el crimen o lo trata con irreverencia. Quien así obra se
come y se bebe su propio juicio, o sea, su propia condena. Por
consiguiente, quien está en pecado mortal y recibe este sacramento, en
lugar de conseguir la remisión de su pecado, acumula sobre sí un
pecado más.
Respondo: La eficacia de este sacramento puede
ser considerada de dos maneras. Una, en sí misma, y en este sentido
este sacramento es eficaz para redimir cualquier pecado por virtud de
la pasión de Cristo, que es fuente y causa de la remisión de los
pecados.
Otra, en relación con quien recibe este sacramento, según se
encuentre o no con impedimento para recibirlo. Ahora bien, todo el que
tiene conciencia de pecado mortal, tiene en sí mismo impedimento para
recibir el efecto de este sacramento, por no estar preparado para
recibirle: sea porque espiritualmente no tiene vida, en cuyo caso no
debe recibir alimento espiritual, ya que éste es sólo para los que
tienen vida; sea porque no puede unirse a Cristo —es lo que procura
este sacramento-mientras perdura el afecto al pecado mortal. De ahí
que se diga en el libro De Ecclesiast. Dogmat.: Si el alma tiene
afecto al pecado y recibe la Eucaristía, su estado empeora en lugar de
purificarse. Luego este sacramento no produce la remisión del
pecado en quien le recibe con conciencia de pecado
mortal.
Puede, sin embargo, este sacramento producir la remisión del pecado
de dos maneras. Una, no recibiéndolo en acto, sino con el deseo, como
es el caso de quien obtiene por primera vez la justificación de sus
pecados. Otra, recibiéndolo en pecado mortal, pero sin conciencia ni
afecto a este pecado. Puede darse, en efecto, que en principio uno no
esté suficientemente contrito, pero que acercándose devota y
reverentemente a este sacramento, consiga de él la gracia de la
caridad, que perfeccionará su contrición y le otorgará la remisión del
pecado.
A las objeciones:
1. Cuando pedimos que este
sacramento nos purifique de los crímenes, nos referimos a
aquellos de los que no tenemos conciencia, según las palabras
de Sal 18,13: De mis pecados ocultos purifícame,
Señor; o pedimos el perfeccionamiento de nuestra contrición para
la remisión de nuestros pecados; o que se nos dé la fuerza de
evitarlos.
2. El bautismo es una generación
espiritual, el paso del no ser espiritual al ser espiritual. Y se nos
da en forma de ablución. Por tanto, por ninguna de las dos razones hay
inconveniente en que uno se acerque al bautismo con conciencia de
pecado mortal. Pero en este sacramento se recibe a Cristo en forma de
alimento espiritual, un alimento que no se da a quien está muerto por
sus pecados. Por eso no vale la comparación.
3. La gracia es causa suficiente
para remitir los pecados mortales. Pero no los remite, de hecho, más
que cuando se da por primera vez al pecador. Ahora bien, no se da de
esta manera en este sacramento. Luego el argumento no
concluye.
Artículo 4:
¿Se perdonan los pecados veniales con este sacramento?
lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no perdona los
pecados veniales.
1. Este sacramento, como dice San Agustín en Super
lo., es el sacramento de la caridad. Pero
los pecados veniales no son contrarios a la caridad, como se demostró
en la Segunda Parte. Luego, puesto que los
contrarios se curan con sus contrarios, parece que con este sacramento
no se perdonan los pecados veniales.
2. Si con este sacramento se perdonasen los pecados
veniales, por la misma razón que se perdona uno, se perdonarían todos.
Pero no parece que puedan perdonarse todos, porque de ser así,
frecuentemente alguien estaría sin pecado venial, lo cual está en
contradicción con lo que se dice en 1 Jn 1,8: Si decimos que no
tenemos pecado nos engañamos. Luego con este sacramento no se
perdona ningún pecado venial.
3. Los contrarios se excluyen recíprocamente. Pero los
pecados veniales no impiden la recepción de este sacramento. San
Agustín, de hecho, comentando aquellas palabras de Jn
6,50-52: Si alguno come de este pan vivirá eternamente,
dice: Aportad inocencia al altar, que los pecados, aunque sean
cotidianos, no sean mortíferos. Luego tampoco los pecados veniales
se perdonan con este sacramento.
Contra esto: dice Inocencio III que este sacramento borra
los pecados veniales y evita los mortales.
Respondo: En este sacramento se pueden
considerar dos cosas: el sacramento mismo y su efecto. Y bajo los dos
aspectos se aprecia que este sacramento tiene virtud para perdonar los
pecados veniales. Porque se le recibe en forma de alimento que nutre.
Ahora bien, el alimento de la comida es necesario al cuerpo para
reparar el desgaste cotidiano producido por el calor natural. Pero
también espiritualmente todos los días sufrimos un desgaste producido
por el calor de la concupiscencia en los pecados veniales, que
disminuyen el fervor de la caridad, como fue demostrado en la
Segunda Parte (
2-2, q.24 a.10; 54 a.3). Por eso, es competencia
de este sacramento el perdonar los pecados veniales. De ahí que San
Ambrosio en su libro
De Sacramentis diga que
este pan cotidiano se toma
para remedio de la cotidiana
debilidad.
Y el efecto de este sacramento es la caridad no sólo considerada como
hábito, sino también como acto que, impulsado por este sacramento,
elimina los pecados veniales. Por consiguiente, es claro que la virtud
de este sacramento perdona los pecados veniales.
A las objeciones:
1. Los pecados veniales, aunque no
son contrarios al hábito de la caridad, son contrarios, sin embargo,
al fervor de sus actos, que tienen un incentivo en este sacramento. Y
es precisamente este fervor el que hace desaparecer los pecados
veniales.
2. Este texto no ha de entenderse
en el sentido de que el hombre pueda encontrarse alguna vez sin pecado
venial, sino en el sentido de que los santos en el
curso de su vida no pueden evitar los pecados veniales.
3. La eficacia de la caridad que
produce este sacramento es mayor que la fuerza de los pecados
veniales. Mientras que éstos no pueden impedir completamente el acto
de la caridad. Y la misma razón vale para este sacramento.
Artículo 5:
¿Remite este sacramento toda la pena debida al pecado?
lat
Objeciones por las que parece que este sacramento remite toda la pena
debida al pecado.
1. Con este sacramento, lo hemos dicho ya (
a.1.2), el hombre recibe
en sí el efecto de la pasión de Cristo, lo mismo que con el bautismo.
Pero con el bautismo recibe la remisión de toda la pena en virtud de
la pasión de Cristo, la cual satisfizo plenamente por todos los
pecados, como se ha dicho más arriba (
q.69 a.5). Luego parece que con
este sacramento se obtiene la remisión de toda la pena debida al
pecado.
2. Dice el papa Alejandro: No puede haber
sacrificio mayor que el del cuerpo y la sangre de Cristo. Pero con
los sacrificios de la antigua ley el hombre satisfacía por sus
pecados, ya que se dice en Lev 4 y 5: Si un hombre pecase ofrecerá
(esto o lo otro) por su pecado y se le perdonará. Luego, mucho más
vale este sacramento para la remisión de toda la pena.
3. Consta que este sacramento remite algo del reato de la
pena, puesto que a algunos se les impone como satisfacción la
celebración de misas. Pero por la misma razón de que remite una parte
de la pena, puede remitirse también la otra, ya que la virtud de
Cristo, contenida en este sacramento, es infinita. Luego parece que
este sacramento remite toda la pena.
Contra esto: si fuera así, no haría falta imponer al hombre otras penas,
como no se imponen al bautizado.
Respondo: La eucaristía es a la vez sacrificio
y sacramento. Tiene razón de sacrificio en cuanto que se ofrece, y
tiene razón de sacramento en cuanto que se recibe. Y, por eso, tiene
efecto de sacramento en quien la recibe, y efecto de sacrificio en
quien lo ofrece o en aquellos por quienes se ofrece.
Si, pues, se la considera como sacramento, la eucaristía produce su
efecto de dos maneras: una, directamente por la propia virtud del
sacramento; otra, por una cierta concomitancia, como ya se dijo al
hablar del contenido del sacramento (q.76 a.1.2).
Por la propia virtud del sacramento la eucaristía produce el efecto
para el que fue instituida. Pues bien, no ha sido instituida para
satisfacer, sino para alimentar espiritualmente por la unión con
Cristo y con sus miembros, de la misma manera que el alimento se une a
quien se nutre de él. Pero como esta unión se alcanza por la caridad,
cuyo fervor obtiene la remisión no sólo de la culpa, sino también de
la pena, de ahí que, como consecuencia, por una cierta concomitancia
con el efecto principal, el hombre consiga la remisión de la pena, no
de toda, sino de la que alcancen su devoción y su fervor.
Considerada como sacrificio, sin embargo, la eucaristía tiene efecto
satisfactorio. Pero en la satisfacción pesa más la disposición del
oferente que la grandeza de las cosas ofrecidas, por lo que el Señor
en Lc 21,4 dijo de la viuda que echó dos monedas, que había echado más
que nadie. Por consiguiente, aunque esta oblación, por la grandeza de
lo ofrecido, sea suficiente para satisfacer toda la pena, se hace
satisfactoria, no obstante, sólo para aquellos por quienes se ofrece,
o para aquellos que lo ofrecen, según la medida de su devoción, y no
por toda la pena a ellos debida.
A las objeciones:
1. El sacramento del bautismo está
directamente destinado a la remisión de la culpa y de la pena, pero no
la eucaristía. Porque el bautismo se da al hombre como asociado a la
muerte de Cristo, mientras que la eucaristía se le da como necesitado
de alimento y de perfección por medio de Cristo. Luego la comparación
no vale.
2. Los otros sacrificios y las
otras oblaciones, a diferencia del sacrificio
eucarístico, no producían la remisión de toda la pena ni por la
grandeza de la cosa ofrecida ni por la devoción del hombre. Y por esta
devoción sucede que tampoco ahora queda remitida toda la
pena.
3. El hecho de que con este
sacramento se condone solamente parte de la pena y no toda, no depende
de la insuficiencia de la virtud de Cristo, sino de la insuficiencia
de la devoción humana.
Artículo 6:
¿Preserva al hombre este sacramento de los pecados
futuros?
lat
Objeciones por las que parece que este sacramento no preserva al
hombre de los pecados futuros.
1. Muchos de los que reciben dignamente este sacramento caen después
en pecado. Lo cual no sucedería si este sacramento preservase de los
pecados futuros. Luego el efecto de este sacramento no es preservar de
los pecados futuros.
2. La eucaristía es
el sacramento de la caridad, como
antes se ha dicho. Pero no parece que la caridad
preserve de los pecados futuros, porque, una vez obtenida, se puede
perder por el pecado, como se dijo en la
Segunda Parte (
2-2, q.24 a.11). Luego parece que tampoco este sacramento preserva al
hombre del pecado.
3. El origen del pecado en nosotros es la ley del
pecado que está en nuestros miembros, como dice el Apóstol en Rom
7,23. Pero la mitigación del impulso pecador, que es la ley del
pecado, no se encuentra entre los efectos de este sacramento, sino más
bien entre los del bautismo. Luego preservar de los pecados futuros no
es efecto de este sacramento.
Contra esto: dice el Señor en Jn 6,50: Este es el pan que ha bajado
del cielo para que, si alguno come de él, no muera. Lo cual, claro
es, no ha de entenderse de la muerte corporal. Luego debe entenderse
que este sacramento preserva de la muerte espiritual, causada por el
pecado.
Respondo: El pecado es una especie de muerte
espiritual del alma. Por tanto, uno se preserva del pecado futuro como
preserva su cuerpo de la muerte futura. Lo cual acontece de dos
maneras. Una, dando vigor interior a la naturaleza humana contra los
agentes internos de corrupción, y así, lo preserva de la muerte con la
comida y la medicina. Otra, defendiéndole de los enemigos exteriores,
y así, lo preserva con las armas de que está dotado su
cuerpo.
Pues bien, de una y otra manera preserva del pecado este sacramento.
Primera, porque uniendo a Cristo por la gracia robustece la vida
espiritual del hombre como alimento espiritual y medicina espiritual,
según aquello del Sal 103,15: El pan refuerza el corazón del
hombre. Y San Agustín dice en Super Io.: Acércate confiado, es pan y no veneno.
Segunda, en cuanto que es signo de la pasión de Cristo, por la que
han sido vencidos los demonios. Por lo que San Juan Crisóstomo dice
en Super lo.: Volvemos de esa mesa como leones lanzando llamas,
convertidos en seres terribles para el mismo diablo.
A las objeciones:
1. El efecto de este sacramento se
percibe en el hombre según la condición humana, como el influjo de
toda causa activa se recibe en la materia según la condición de la
materia. Ahora bien, el hombre viador es de tal condición que su libre
albedrío puede doblegarse al bien o al mal. Por eso, aunque este
sacramento tenga en sí mismo la fuerza de preservar del pecado, no le
quita al hombre la posibilidad de pecar.
2. También la caridad, de suyo,
preserva al hombre del pecado, según se dice en Rom 13,10: El amor
del prójimo no hace el mal. Pero la mutabilidad del libre albedrío
es lo que hace que uno peque, después de haber estado en posesión de
la caridad, como después de haber recibido este sacramento.
3. Aunque este sacramento no esté
destinado directamente a disminuir el impulso pecador, lo disminuye,
sin embargo, como consecuencia, al aumentar la
caridad. Porque, como dice San Agustín en su libro Octoginta Trium
Quaestionum: El aumento de la caridad es
disminución de la pasión. Ahora bien, directamente este sacramento
confirma el corazón del hombre en el bien. Por lo que también preserva
al hombre del pecado.
Artículo 7:
¿Aprovecha este sacramento a alguien más de aquellos que lo
toman?
lat
Objeciones por las que parece que este sacramento solamente aprovecha
a quien lo toma.
1. Este sacramento es del mismo género que los otros, puesto que se
enumera como uno de ellos. Pero los otros sacramentos no aprovechan
más que a quienes los reciben: el efecto del bautismo, por ej., no
aprovecha más que a quien se bautiza. Luego tampoco este sacramento
aprovecha más que a aquellos que lo toman.
2. El efecto de este sacramento es la consecución de la
gracia y la gloria, y la remisión de la culpa, al menos venial. Luego
si este sacramento produjese efecto en alguien más que en aquellos que
lo toman, podría acontecer que alguien consiguiese la gloria y la
gracia y la remisión de la culpa sin participar activa ni pasivamente
en él, sino sólo porque otros le ofrecen o le reciben.
3. Multiplicada la causa, se multiplica el efecto. Luego
si este sacramento aprovecha a más de quienes lo reciben, se seguiría
que aprovecharía más a uno comulgando con muchas hostias consagradas
en una misa, lo cual está en desacuerdo con el pensamiento de la
Iglesia, como también lo está el que muchos comulguen por la salud de
uno. Luego no parece que este sacramento aproveche más que a quien lo
recibe.
Contra esto: en la celebración de este sacramento se ruega por otros
muchos, lo cual sería inútil si con este sacramento no se les pudiese
ayudar. Luego este sacramento aprovecha no sólo a los que le
reciben.
Respondo: Como se ha dicho antes (
a.5), la
eucaristía no sólo es sacramento, sino también sacrificio. Este
sacramento, en efecto, en cuanto representa la pasión de Cristo, en la
que Cristo
se ofreció a sí mismo como víctima a Dios, como se
dice en Ef 5,2, tiene razón de sacrificio. Pero en cuanto que otorga
la gracia invisible a través de especies visibles, tiene razón de
sacramento. Así, pues, la eucaristía aprovecha como sacramento y como
sacrificio a quienes la reciben, porque se ofrece por todos ellos. Se
dice, efectivamente, en el
Canon de la misa:
para que
cuantos recibimos el cuerpo y la sangre de tu Hijo, al participar aquí
de este altar, seamos colmados con toda gracia y bendición celestial. Pero a quienes no lo reciben les aprovecha
como sacrificio, ya que se ofrece también por su salvación. Por lo que
en el
Canon de la misa se dice:
Acuérdate, Señor, de tus
siervos y siervas... por quienes te ofrecemos o que ellos mismos te
ofrecen este sacrificio de alabanza: por ellos y por todos los suyos,
por la redención de sus almas, por la esperanza de su salvación y
glorificación. Uno y otro modo de aprovechar los expresó el Señor
cuando dijo en Mt 26,28:
que por vosotros, o sea, los que le
recibían,
y por muchos, los demás,
será derramada para la
remisión de los pecados.
A las objeciones:
1. Este sacramento, a diferencia de
los otros, es también sacrificio. Luego la comparación no
vale.
2. Como la pasión de Cristo
aprovecha a todos para la remisión de la culpa y la obtención de la
gracia y de la gloria, pero no tiene efecto más que en quienes se unen
a la pasión de Cristo por la fe y la caridad, así este sacrificio, que
es memorial de la pasión del Señor, tampoco tiene efecto más que en
quienes se unen a este sacramento por la fe y la caridad. Por eso dice
San Agustín en Ad Renatum: ¿Por quién se
ofrecerá el cuerpo de Cristo, sino por aquellos que son sus
miembros? De ahí que en el Canon de la misa no se ore por los que
están fuera de la iglesia. No obstante, también a éstos les aprovecha
más o menos, en la medida de su devoción.
3. La comunión pertenece a la
razón de sacramento, pero la oblación pertenece a la razón de
sacrificio. Por tanto, el hecho de que sean uno o varios los que
comulgan no ayuda a los otros más. De la misma manera que porque un
sacerdote consagre más hostias en una misa tampoco se multiplican los
efectos de este sacramento, ya que ahí no hay más que un sacrificio.
Porque en muchas hostias consagradas no hay más virtud que en una
sola, pues en todas y cada una está Cristo por entero. Por lo que si
alguien en una misa comulgase con muchas hostias consagradas tampoco
percibiría en mayor cuantía el efecto del sacramento. En diversas
misas, sin embargo, se multiplica la oblación del sacrificio, en cuyo
caso se multiplica el efecto del sacrificio y del sacramento.
Artículo 8:
¿Impide el pecado venial el efecto del sacramento?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado venial no impide el
efecto de este sacramento.
1. San Agustín, comentando las palabras de Jn
6,50-52: Si uno come de este pan, etc., dice: Comed
espiritualmente el pan celeste, aportad inocencia al altar, que
vuestros pecados, aunque sean cotidianos, no sean mortíferos. De
donde se deduce que los pecados cotidianos, que se llaman pecados
veniales, no impiden el alimento espiritual. Pero los que se alimentan
espiritualmente reciben el efecto de este sacramento. Luego los
pecados veniales no impiden el efecto de este sacramento.
2. Este sacramento no posee menos virtud que el bautismo.
Pero, como se ha dicho ya (
q.69 a.9.10), el efecto del bautismo
solamente es impedido por la ficción, en cuya categoría no están los
pecados veniales, porque, como se dice en Sab 1,5:
El Espíritu
Santo, que nos educa, huye de la doblez, el cual, sin embargo, no
huye con los pecados veniales. Luego tampoco los pecados veniales
impiden el efecto de este sacramento.
3. Lo que queda eliminado por la acción de una causa, no
puede impedir el efecto de esa causa. Pero los pecados veniales quedan
eliminados por la acción de este sacramento. Luego no impiden su
efecto.
Contra esto: dice San Juan Damasceno en su IV libro:
Que el fuego de nuestro deseo, que está en nosotros, asumiendo la
llama que viene de esta brasa, o sea, de este sacramento, abrase
nuestros pecados e ilumine nuestros corazones, para que con la
participación del fuego divino seamos inflamados y deificados.
Pero el fuego de nuestro deseo o de nuestro amor se ve impedido por
los pecados veniales, que impiden el fervor de la caridad, como se
demostró en la
Segunda Parte (2-2, q.24 a.10;
q.54 a.3). Luego
los pecados veniales impiden el efecto de este sacramento.
Respondo: Los pecados veniales pueden ser
considerados de dos maneras: una, como pecados; otra, como actualmente
cometidos. Bajo el primer punto de vista, los pecados veniales no
impiden de ningún modo el efecto de este sacramento. Puede suceder, en
efecto, que uno, después de cometer muchos pecados veniales, se
acerque devotamente a este sacramento, y consiga el efecto de este
sacramento plenamente.
Bajo el segundo punto de vista, los pecados veniales no impiden
totalmente el efecto de este sacramento, sino sólo en parte. Ya se
dijo, en efecto, que el efecto de este sacramento no es solamente la
consecución habitual de la gracia y de la caridad, sino también un
cierto sustento actual de dulzura espiritual. Un sustento que queda
impedido cuando alguien se acerca a este sacramento con la mente
entretenida en pecados veniales. Pero no impide el aumento de la
gracia habitual o de la caridad.
A las objeciones:
1. Quien se acerca a este sacramento
en estado de pecado venial, le come espiritualmente de modo habitual,
pero no actual. Por lo que percibe el efecto habitual de este
sacramento, pero no el actual.
2. El bautismo no está destinado,
como éste, al efecto actual, que es el fervor de la caridad. Porque el
bautismo es una regeneración espiritual por la que se adquiere la
primera perfección, que es el hábito o la forma. Mientras que este
sacramento es una comida espiritual que lleva consigo un deleite
actual.
3. El argumento vale para los
pecados veniales pasados, que desaparecen con este
sacramento.