Artículo 1:
¿Permanecen los accidentes en este sacramento?
lat
Objeciones por las que parece que en este sacramento los accidentes
no permanecen sin sujeto.
1. Nada fuera de orden o falso debe haber en este sacramento, que es
el sacramento de la verdad. Pero estar los accidentes sin su propio
sujeto es algo que está contra el orden fijado por Dios a la
naturaleza. Parece, además, que es una especie de engaño, puesto que
los accidentes son el signo de la naturaleza del sujeto. Luego en este
sacramento no están los accidentes sin sujeto.
2. Ni milagrosamente puede suceder que a una cosa se la
prive de su definición o que la definición de una cosa sea adecuada
para definir otra, como, por ej., que el hombre, permaneciendo hombre,
sea animal irracional. De aquí se seguiría la simultaneidad de cosas
contradictorias, pues, como se dice en IV Metaphys. I lo que
significa el nombre de una cosa es su definición. Ahora bien, la
definición del accidente implica el estar en un sujeto, mientras que
la definición de la sustancia implica el subsistir por sí misma, y no
en un sujeto. Luego en este sacramento no puede suceder que los
accidentes estén sin sujeto ni milagrosamente.
3. El accidente queda individuado por su sujeto. Luego si
los accidentes permanecen en este sacramento sin sujeto no serán
realidades individuadas, sino universales. Lo cual es claramente
falso, porque en ese caso no serían realidades sensibles, sino
solamente inteligibles.
4. La consagración de este sacramento no confiere a los
accidentes ninguna composición. Pero antes de la consagración no
estaban compuestos ni de materia ni de forma, ni de naturaleza y
realidad individuada. Luego después de la consagración tampoco estarán
compuestos de ninguno de estos modos. Pero esto es insostenible,
porque si estuviesen así tendrían una naturaleza más simple que la de
los ángeles, aun cuando son accidentes sensibles. Luego estos
accidentes no permanecen sin sujeto.
Contra esto: dice San Gregorio en una Homilía Pascual: Las especies sacramentales conservan el nombre de las cosas que hubo
antes, o sea, de pan y vino. Y, como no permanece la sustancia del
pan y del vino, parece que estas especies están sin
sujeto.
Respondo: Los accidentes de pan y vino, cuya
permanencia después de la consagración atestiguan los sentidos, no
tienen por sujeto la sustancia del pan y del vino, que no permanece,
como queda dicho (
q.75 a.2). Tampoco la forma sustancial, que
desaparece (Ib., a.6); y, aunque permaneciese,
no podría ser
sujeto, como demuestra Boecio en su libro
De
Trin.. Es obvio que tampoco tienen por sujeto la
sustancia del cuerpo y de la sangre de Cristo,
porque la sustancia del cuerpo humano no puede, en modo alguno, ser
determinada por estos accidentes; ni tampoco es posible que el cuerpo
de Cristo, glorioso e impasible como es su estado actual, sea alterado
para recibir estos accidentes.
Algunos dicen que tienen como sujeto el aire
circundante. Pero tampoco esto es posible. Primero, porque el aire es
incapaz de recibirlos como accidentes. Segundo, porque estos
accidentes no están donde está el aire. Es más, al movimiento de estas
especies, el aire se contrae. Tercero, porque los accidentes no
pasan de un sujeto a otro, de tal manera que un accidente,
numéricamente el mismo, primero esté en un sujeto y después en otro,
pues el accidente toma categoría de número por el sujeto. Por lo que
no puede ser que, numéricamente el mismo, unas veces esté
numéricamente en uno, y otras, en otro sujeto. Cuarto, porque al no
perder el aire sus propios accidentes, tendría al mismo tiempo los
accidentes propios y los ajenos. Y tampoco puede afirmarse que esto
suceda milagrosamente en virtud de la consagración, porque las
palabras de la consagración no lo significan, y sólo realizan lo que
significan.
Por consiguiente, hay que concluir que los accidentes en este
sacramento permanecen sin sujeto. Lo cual puede realizarse por virtud
divina. Pues, como el efecto depende más de la causa primera que de la
causa segunda, Dios, que es la causa primera de la sustancia y del
accidente, puede, por su infinita virtud, conservar el ser del
accidente cuando desaparece la sustancia, que es la que le conservaba
como causa propia, de la misma manera que puede producir otros efectos
de causas naturales sin esas mismas causas, como formó el cuerpo
humano en el seno de la Virgen sin semen viril.
A las objeciones:
1. No hay inconveniente en que una
cosa esté ordenada según la ley común de la naturaleza, y que su
contraria esté ordenada según un privilegio especial de la gracia,
como ocurre en la resurrección de los muertos y en la devolución de la
vista a los ciegos, de la misma manera que en las relaciones humanas a
algunos se les conceden ciertas cosas por especial privilegio, al
margen de la ley común. Y así, aunque, según el orden común de la
naturaleza, los accidentes subsistan en un sujeto, por una especial
razón, según el orden de la gracia, los accidentes subsisten en este
sacramento sin sujeto, por las razones en otro lugar indicadas (
q.75 a.5).
2. Puesto que el ente no es un
género, el ser no puede constituir la esencia de la sustancia o del
accidente. Luego la definición de la sustancia no es un ente que
existe por sí mismo sin sujeto, ni la definición del accidente: un ente que existe en un sujeto, sino más bien, que a la quididad
o esencia de la sustancia le compete existir sin sujeto, y a la
quididad o esencia del accidente le compete existir en un
sujeto. Ahora bien, en este sacramento no se concede a los
accidentes existir sin sujeto en virtud de su esencia, sino que les
sustenta la virtud divina. Y, por tanto, no dejan de ser accidentes,
porque no se les priva de la definición de accidentes, ni tampoco se
les da la definición de sustancia.
3. Estos accidentes adquirieron su
individualidad en la sustancia del pan y del vino, y, una vez que ésta
se ha convertido en el cuerpo y en la sangre de Cristo, permanecen los
accidentes, por virtud divina, en el ser individuado que antes tenían.
Por lo que siguen siendo singulares y sensibles.
4. Estos accidentes, como todos los
demás, mientras permanecía la sustancia del pan y del vino, no tenían
un ser autónomo, sino que existían con el ser de la sustancia, como la
nieve es blanca por la blancura. Pero después de la consagración los
accidentes que permanecen tienen ser. Luego están compuestos de existencia y de lo que existe, como se dijo en la Primera Parte, hablando de los ángeles. Y están
compuestos, además, de partes cuantitativas.
Artículo 2:
La cantidad dimensiva del pan y del vino, ¿es en este sacramento
sujeto de los otros accidentes?
lat
Objeciones por las que parece que la cantidad dimensiva del pan y del
vino no es en este sacramento sujeto de los demás accidentes.
1. No hay accidente del accidente, porque ninguna forma puede
ser sujeto, ya que ser sujeto es una propiedad más bien de la materia.
Pero la cantidad dimensiva es un accidente. Luego la cantidad
dimensiva no puede ser sujeto de los otros accidentes.
2. De la misma manera que la cantidad, también los otros
accidentes son individuados por la sustancia. Luego si la cantidad
dimensiva del pan y del vino conserva la individuación con el mismo
ser que antes tenía, también los otros accidentes permanecerán
individuados con el ser que previamente tenían en la sustancia. Luego
no están en la cantidad dimensiva como en su propio sujeto, ya que
todo accidente se individúa por su sujeto.
3. Entre los accidentes del pan y del vino que permanecen,
los sentidos perciben también lo tenue y lo denso. Pero estas
cualidades no pueden subsistir en la cantidad dimensiva prescindiendo
de la materia, porque tenue es lo que tiene poca materia en grandes
dimensiones, y denso es lo que tiene mucha materia en dimensiones
reducidas, como se dice en IV Physic.. Luego
parece que la cantidad dimensiva no puede ser sujeto de los accidentes
que permanecen en este sacramento.
4. Y todavía más: la cantidad separada del sujeto parece que es la
cantidad matemática, que no es sujeto de cualidades sensibles. Ahora
bien, puesto que los accidentes que permanecen en este sacramento son
sensibles, parece que no pueden tener como sujeto la cantidad, o sea,
las dimensiones del pan y del vino que permanecen en el
sacramento.
Contra esto: las cualidades no son divisibles más que indirectamente, o
sea, por la división del sujeto. Ahora bien, las cualidades que
permanecen en este sacramento se dividen por la división de la
cantidad dimensiva, como atestiguan los sentidos. Luego la cantidad
dimensiva es el sujeto de los accidentes que permanecen en este
sacramento.
Respondo: Es necesario afirmar que los otros
accidentes que permanecen en este sacramento tienen como sujeto la
cantidad dimensiva del pan y del vino. En primer lugar, porque los
sentidos detectan ahí algo
cuanto que tiene color y otras
cualidades. En segundo lugar, porque la primera disposición de la
materia es la cantidad dimensiva, por lo que Platón estableció como
primeras diferencias de la materia
lo grande y
lo pequeño. Y, puesto que el primer sujeto es la materia,
todos los demás accidentes se asientan en ella mediante la cantidad
dimensiva, de la misma manera que el primer sujeto del color es la
superficie, por cuya razón algunos opinaron que las dimensiones eran
sustancias corporales, como se dice en III
Metaphys.. Y puesto que, desaparecido el sujeto, continúan los accidentes con el mismo ser que antes tenían, es lógico que todos los accidentes continúen basados en la cantidad dimensiva. En tercer lugar, porque, siendo el sujeto principio de individuación de los accidentes, es lógico que lo que hace de sujeto de algunos accidentes, tenga que ser, en cierto modo, principio de individuación. Ahora bien, es característica propia del individuo el no poder estar en varios sujetos. Lo cual sucede por dos razones. Primera, porque su propia naturaleza le impide estar en un sujeto, y éste es el caso de las formas inmateriales separadas, que subsisten por sí mismas y se individúan también por sí mismas. Segunda, porque tanto las formas sustanciales como las accidentales tienen como exigencia el existir en un sujeto, y no en varios, como es el caso de esta blancura, que está en este cuerpo.
En lo que se refiere a la primera razón, la materia es principio de
individuación para todas las formas inherentes a ella. Y puesto que
estas formas tienen como exigencia natural el existir en otro como en
su propio sujeto, por el que son recibidas en una materia, no estando
esta materia sustentada en otro, tampoco esas formas se sustentarán en
otro. En lo que se refiere a la segunda razón, hay que decir que el
principió de individuación es la cantidad dimensiva.
Porque una cosa tiene exigencia natural para estar en un solo sujeto
en la medida en que ese sujeto es indivisible y distinto de cualquier
otro. Ahora bien, la división afecta a la sustancia por razón de la
cantidad, como se dice en I Phys.. Por eso, la
misma cantidad dimensiva es principio de individuación para estas
formas, en el sentido de que formas numéricamente diversas están en
distintas partes de la materia. Por consiguiente, la misma cantidad
dimensiva tiene en sí misma una cierta individuación, de tal modo que
podemos imaginar varias líneas del mismo tipo, pero diferentes en
posición, una posición que es parte de la noción de esta cantidad,
pues la dimensión se define como una cantidad que tiene
posición. Por esta razón la cantidad dimensiva puede ser sujeto de
los demás accidentes, más bien que al contrario.
A las objeciones:
1. Un accidente, de suyo, no puede
ser sujeto de otro accidente, porque no tiene un ser autónomo. Ahora
bien, teniendo en cuenta que está en un sujeto, un accidente es sujeto
de otro en cuanto que un accidente es recibido en un sujeto a través
de otro. Así, se dice que la superficie es el sujeto del color. Por
tanto, cuando a un accidente Dios le concede el existir autónomo,
también le puede conceder el ser sujeto de otro accidente.
2. Los otros accidentes, aun
cuando estaban en la sustancia del pan, se individuaban a través de la
cantidad dimensiva, como se acaba de decir (c.). Por lo que es más
lógico que la cantidad dimensiva sea sujeto de otros accidentes que
permanecen en este sacramento que al contrario.
3. Lo tenue y lo denso son
cualidades derivadas de los cuerpos por tener poca o mucha materia en
sus propias dimensiones, como los otros accidentes se derivan también
de los principios sustanciales por otras razones. Por eso, de la misma
manera que, desaparecida la sustancia, permanecen los accidentes por
virtud divina, así, por virtud divina también, desaparecida la
materia, se conservan las cualidades dimanantes de la materia, como lo
tenue y lo denso.
4. La cantidad matemática no
prescinde de la materia inteligible, sino de la materia sensible, como
se dice en VII Metaphys.. Ahora bien, se dice
materia sensible por estar revestida de cualidades sensibles. Por lo
que es claro que la cantidad dimensiva, que permanece en este
sacramento sin sujeto, no es la cantidad matemática.
Artículo 3:
¿Pueden las especies que permanecen en este sacramento ejercer alguna
acción sobre algo externo?
lat
Objeciones por las que parece que las especies que permanecen en este
sacramento no pueden ejercer ninguna acción sobre algo
externo.
1. En VII
Metaphys. se prueba que las formas que
hay en la materia provienen de formas que están en la materia, y no de
formas ya separadas de la materia, porque lo semejante procede de lo
semejante. Pero las especies sacramentales son especies sin materia,
porque permanecen sin sujeto, como se ha dicho ya (
a.1). Luego no
pueden ejercer acción alguna exterior por la que provoquen alguna
forma.
2. Una vez que cesa la acción del primer agente,
necesariamente cesa también la acción del instrumento, de la misma
manera que si se para el carpintero se para también el martillo. Pero
todas las formas accidentales actúan instrumentalmente en virtud de la
forma sustancial que es el agente principal. Luego, puesto que en este
sacramento no permanece la forma sustancial del pan y del vino, como
se ha dicho antes (
q.75 a.6), parece que las formas accidentales que
permanecen en él no podrán ejercer acción alguna sobre ninguna materia
exterior.
3. Ningún ser actúa más allá de los límites fijados por la
naturaleza, ya que el efecto no puede ser superior a
la causa. Pero todas las especies sacramentales son
accidentes. Luego no pueden ejercer acción alguna sobre una materia
exterior, al menos para poder cambiarla la forma exterior.
Contra esto: si no pudieran ejercer ninguna acción sobre cuerpos
externos, tampoco podrían ser percibidas por los sentidos, porque la
percepción sensible consiste en ser afectado el sentido por lo
sensible, como se dice en II De anima.
Respondo: Puesto que una cosa actúa en la
medida en que actualmente tiene ser, es lógico que la relación de una
cosa con su actividad corresponda a la relación con su ser. Ahora
bien, puesto que a las especies sacramentales se les concede, por
virtud divina, según lo dicho (
a.1), permanecer en el ser que tenían
con la sustancia del pan y del vino, es lógico que también se les
conceda permanecer en su actuación. Por consiguiente, todas las
funciones que podían ejercer cuando estaba presente la sustancia del
pan y del vino, pueden ejercerlas igualmente cuando la sustancia del
pan y del vino se cambia en el cuerpo y en la sangre de Cristo. Luego
no hay duda de que pueden ejercer alguna acción sobre cuerpos
externos.
A las objeciones:
1. Las especies sacramentales,
aunque sean formas que existen sin materia, conservan, no obstante, el
mismo ser que tenían antes en ellas. Y, por eso, en base a este su
ser, se asemejan a las formas que están en la materia.
2. La acción de la forma
accidental depende de la acción de la forma sustancial, como el ser
accidental depende del ser sustancial. Por eso, como por la virtud
divina se concede a las especies sacramentales el que puedan existir
sin sustancia, así también se les concede el que puedan actuar sin
forma sustancial, por la virtud de Dios, de quien depende, como del
primer agente, toda la acción de la forma, ya sea sustancial o
accidental.
3. El cambio que afecta a la
forma sustancial, no se produce por la forma sustancial directamente,
sino mediante las cualidades activas y pasivas que actúan en virtud de
la forma sustancial. Ahora bien, esta virtud instrumental se conserva
en las especies sacramentales, por la virtud divina, lo mismo que
antes. Luego pueden actuar instrumentalmente en el cambio de una forma
sustancial, de la misma manera que una cosa puede actuar más allá de
los límites fijados por la propia especie, no por su propia virtud,
sino por virtud del agente principal.
Artículo 4:
¿Pueden corromperse las especies sacramentales?'
lat
Objeciones por las que parece que las especies sacramentales no
pueden corromperse.
1. La corrupción proviene porque la forma se separa de la materia.
Pero la materia del pan no permanece en este sacramento, como se ha
dicho ya (
q.75 a.4.8). Luego estas especies no se pueden
corromper.
2. Ninguna forma se corrompe más que indirectamente por la
corrupción del sujeto. Es por lo que las formas subsistentes por sí
mismas son incorruptibles, como es el caso de las sustancias
espirituales. Pero las especies sacramentales son formas sin sujeto.
Luego no pueden corromperse.
3. Si las especies se corrompen, esto sucederá de modo
natural o por milagro. Ahora bien, de modo natural no, porque ahí no
hay un sujeto de la corrupción que permanezca cuando la corrupción
termina. Y por milagro tampoco, porque los milagros que se dan en este
sacramento tienen lugar en virtud de la consagración, que es la que
hace que las especies sacramentales se conserven, y
una misma cosa no puede ser causa de la conservación y de la
corrupción. Luego en modo alguno pueden corromperse las especies
sacramentales.
Contra esto: los sentidos perciben que las hostias consagradas se pudren
y se corrompen.
Respondo: La corrupción es
un movimiento del
ser al no ser. Ahora bien, se ha dicho anteriormente (
a.3) que las
especies sacramentales conservan el mismo ser que tenían cuando
existía la sustancia del pan y del vino. Y, por eso, de la misma
manera que el ser de estos accidentes podía corromperse con la
presencia de la sustancia del pan y del vino, así este ser puede
corromperse también una vez desaparecida ésta.
Ahora bien, antes podían corromperse estos accidentes de dos modos:
directamente e indirectamente. Directamente, tanto por alteración de
las cualidades como por aumento y disminución de la cantidad. Por
supuesto que este aumento y esta disminución no se realizan por
crecimiento o decrecimiento, como en los seres animados, «algo que las
sustancias del pan y del vino no son», sino por adición o división.
Porque, como se dice en III Metaphys., con la
división una dimensión se destruye y se convierte en dos, mientras que
con la adición, dos se convierten en una. Pues bien, es claro que de
este modo estos accidentes pueden corromperse después de la
consagración, porque también la cantidad dimensiva que permanece es
susceptible de división y adición, y porque al ser dicha cantidad
sujeto de las cualidades sensibles, como se ha dicho (a.2), puede ser
también sujeto de sus alteraciones, por ej., de la alteración del
color o del sabor del pan y del vino.
Y podían corromperse también indirectamente por corrupción del
sujeto. Y de este modo pueden corromperse también después de la
consagración. Porque, aunque no permanezca el sujeto, permanece, sin
embargo, el ser que estos accidentes tenían en el sujeto, un ser
propio y connatural al sujeto. Por eso, este ser puede corromperse por
un agente contrario, lo mismo que se corrompía la sustancia del pan y
del vino, aunque esta corrupción no se daba si no iba precedida de la
alteración de los accidentes.
Con todo, es preciso distinguir estos dos modos de corrupción. Porque
ya que el cuerpo de Cristo y su sangre suceden en este sacramento a la
sustancia del pan y del vino, si los accidentes sufren una inmutación
que no es suficiente para corromper el pan y el vino, esta inmutación
no provoca la desaparición del cuerpo y de la sangre de Cristo en este
sacramento, ya sea la inmutación por parte de la cualidad, como cuando
cambia un poco el color o el sabor del vino o del pan, ya sea por
parte de la cantidad, como cuando se divide el pan o el vino en unas
partes en que se salva todavía la naturaleza del pan y del vino. Pero
si la inmutación es tan profunda que la sustancia del pan y del vino
se corrompe, no permanece el cuerpo y la sangre de Cristo en este
sacramento. Y esto, tanto por parte de las cualidades: como cuando
cambian tanto el color, el sabor y las otras cualidades del pan y del
vino que en modo alguno se hacen compatibles con la naturaleza del pan
y del vino, como por parte de la cantidad: como si se pulveriza el pan
o se minimiza tanto el vino que ya no quedan allí las especies de pan
y de vino.
A las objeciones:
1. Porque la corrupción directa
consiste en la desaparición del ser de una cosa, cuya forma existe en
una materia, es lógico que por la corrupción la forma se separe de la
materia. Ahora bien, si este ser no estuviese en una materia, pero
fuese semejante al ser que está en la materia, podría desaparecer por
la corrupción aunque no existiese la materia. Y es lo que sucede en
este sacramento, como se ha dicho.
2. Las especies sacramentales,
aunque sean formas que no existen en una materia, tienen, sin embargo,
el mismo ser que antes tenían en la materia.
3. La corrupción de las especies
sacramentales no es milagrosa, sino natural. Sin embargo, presupone el
milagro de la consagración, es decir, que esas especies sacramentales
mantengan sin el sujeto el ser que antes tenían en el sujeto, de la
misma manera que un ciego, curado milagrosamente, ve de modo
natural.
Artículo 5:
¿Puede engendrarse algo de las especies sacramentales?
lat
Objeciones por las que parece que de las especies sacramentales no
puede engendrarse nada.
1. Todo lo que se engendra procede de alguna materia. Porque de la
nada, nada sale, aunque de la nada sí provenga alguna cosa por
creación. Pero bajo las especies sacramentales no hay ninguna materia
más que la del cuerpo de Cristo, que es incorruptible. Luego parece
que de las especies sacramentales nada se puede engendrar.
2. Dos seres que no son del mismo género no pueden engendrar
el uno al otro. Porque de la blancura, por ej., no se produce la
línea. Pero el accidente y la sustancia son de distinto género. Luego,
puesto que las especies sacramentales son accidentes, no parece que se
pueda engendrar de ellas una sustancia.
3. Si de las especies se engendrase alguna sustancia
corpórea no sería sin sus accidentes. Luego si de las especies
sacramentales se engendrase una sustancia corpórea, del accidente
debería engendrarse la sustancia y el accidente, o sea, dos cosas de
una, lo cual es imposible. Luego es imposible que de las especies
sacramentales se genere una sustancia corpórea.
Contra esto: el testimonio de los sentidos nos dice que de las especies
sacramentales se engendran algunas cosas, como cenizas, si se queman;
gusanos, si se corrompen; o polvo, si se trituran.
Respondo: Puesto que
la corrupción de una
cosa es la generación de otra, como se dice en I
De
Generat., es inevitable que de las especies
sacramentales haya de engendrarse algo cuando se corrompen, como se
acaba de decir (
a.4). De hecho, nunca se corrompen de tal modo que
desaparezcan totalmente, como si fuesen aniquiladas, sino que
claramente algo sensible aparece después.
Ahora bien, es difícil comprender cómo pueda engendrarse algo de
ellas. Es claro que del cuerpo y de la sangre de Cristo, ahí
presentes, no se engendra nada, puesto que son incorruptibles. Pero,
si permaneciese en este sacramento la sustancia del pan y del vino, o
sus respectivas materias, sería fácil colegir que es de ellas de donde
se engendra la cosa sensible que aparece después, como algunos
opinaron. Pero esto es falso, como se ha demostrado más arriba (q.75 a.2.4.8).
Por eso, algunos afirmaron que lo que se engendra, no procede de las
especies sacramentales, sino del aire circundante. Pero esto resulta
imposible por muchas razones. Primera, porque cuando se engendra una
cosa de otra, esta última aparece anteriormente alterada y corrupta.
Sin embargo, en el aire circundante no aparece antes ninguna
alteración o corrupción, por lo que de él no se pueden engendrar los
gusanos y las cenizas. Segunda, porque la naturaleza del aire no es
apta para producir de él con tales alteraciones tales cosas. Tercera,
porque podría acontecer que se quemasen o corrompiesen en gran
cantidad hostias consagradas, y no sería posible generar del aire
tantos residuos corpóreos, a no ser que se formase una gran y
apreciable condensación de aire. Cuarta, porque lo mismo podría
suceder con los cuerpos sólidos que las sostienen, como el hierro o la
piedra, unos cuerpos que, sin embargo, permanecen íntegros, después de
este proceso generativo. Por consiguiente, esta opinión es
insostenible porque está en contradicción con lo que constatan
nuestros sentidos.
Por este motivo otros opinaron que en el momento de la
corrupción de las especies retorna la sustancia del pan y del vino, y
que de ella se generan las cenizas, los gusanos, etc. Pero tampoco
esta opinión parece aceptable. Primero, porque si la sustancia del pan
y del vino se ha convertido en el cuerpo y en la sangre, como antes se
dijo (q.75 a.2.4), esta sustancia no puede retornar más que por la
reconversión del cuerpo y de la sangre en la sustancia del pan y del
vino, lo cual es imposible, de la misma manera que si el aire se
convirtiese en fuego, el aire no volvería a estar allí si el fuego no
se convirtiese de nuevo en el aire. Ahora bien, si la sustancia del
pan y del vino hubiese sido aniquilada, no podría tornar de nuevo,
porque lo que se aniquila no vuelve a ser numéricamente lo mismo, a no
ser que se diga que vuelve la anterior sustancia
porque Dios crea una nueva sustancia en lugar de la primera. Segundo,
esto parece imposible porque no se puede fijar el momento en que
vuelve la sustancia. Está demostrado, en efecto, por lo dicho (a.4; q.76 a.6 ad 3), que mientras permanecen las especies del pan y del
vino, permanece el cuerpo y la sangre de Cristo, cuya presencia en
este sacramento no se simultanea con la sustancia del pan y del vino,
según lo dicho (q.75 a.2). Por lo que mientras permanezcan las
especies sacramentales, la sustancia del pan y del vino no puede
volver. Pero tampoco podría volver si desapareciesen las especies,
porque entonces la sustancia del pan y del vino estaría sin sus
propios accidentes, lo cual es imposible.
A no ser que se diga que en el último instante de la corrupción de
las especies retorna no la sustancia del pan y del vino —porque ese
último instante es el primero en que tienen que ser las sustancias
generadas de las especies—, sino la materia del pan y del vino, en
cuyo caso, para hablar con propiedad, más que de retorno habría que
hablar de creación de esa materia. Y, en este sentido,
podría mantenerse esta opinión.
Pero, puesto que no parece razonable admitir más milagros en este
sacramento que el de la consagración, que no lleva consigo ni creación
ni retorno de la materia, parece mejor afirmar que en la misma
consagración se concede milagrosamente a la cantidad dimensiva del pan
y del vino el ser sujeto propio de las formas sucesivas. Ahora bien,
esto es propio de la materia. Y, por tanto, se concede a esta cantidad
dimensiva todo lo que pertenece a la materia. Por consiguiente, todo
lo que pudiese generarse de la materia del pan y del vino, si
estuviera, puede engendrarse también de la cantidad dimensiva del pan
y del vino, no por un nuevo milagro, sino en virtud del milagro
anteriormente realizado.
A las objeciones:
1. Aunque allí no haya una materia
de la que se engendre algo, la cantidad dimensiva, sin embargo, hace
las veces de la materia, como se ha dicho.
2. Cierto que las especies
sacramentales son accidentes, pero tienen la función y el poder de la
sustancia.
3. La cantidad dimensiva del pan y
del vino tiene su propia naturaleza y recibe milagrosamente el poder y
la propiedad de la sustancia. Por eso, puede convertirse en las dos,
en sustancia y en dimensión.
Artículo 6:
¿Pueden alimentar las especies sacramentales?
lat
Objeciones por las que parece que las especies sacramentales no
pueden alimentar.
1. Dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: Este pan no está destinado al cuerpo, sino que es el pan de la
vida eterna que alimenta la sustancia de nuestra alma. Pero todo
lo que alimenta está destinado al cuerpo. Luego este pan no alimenta,
y lo mismo se diga del vino.
2. Se dice en el libro De Generat.: Nos alimentamos de lo que somos. Ahora bien, las especies
sacramentales son accidentes, y el hombre no está constituido de
accidentes, pues el accidente no es parte de la sustancia. Luego
parece que las especies sacramentales no pueden alimentar.
3. Dice el Filósofo en II De Anima
que el alimento nutre porque es una sustancia, y hace crecer porque
es algo cuanto. Pero las especies sacramentales no son sustancia.
Luego no pueden alimentar.
Contra esto: dice el Apóstol en 1 Cor 11,21, hablando de este
sacramento: Mientras uno está hambriento, otro se embriaga. Y
la Glosa comenta: Se refiere a aquellos que
después de la celebración del sagrado misterio y de la consagración
del pan y del vino, hacían sus propias oblaciones, y, sin dar parte a
los demás, las comían ellos solos, de tal modo que hasta llegaban a
emborracharse. Lo cual no podría acontecer si las especies
sacramentales no alimentasen. Luego las especies sacramentales
alimentan.
Respondo: Esta cuestión no tiene dificultad,
después de haber solucionado la anterior. Como se dice en II
De
Anima, la comida alimenta en la
medida en que se convierte en la sustancia de quien se
alimenta. Ahora bien, se ha dicho antes (
a.5) que las especies
sacramentales pueden convertirse en una sustancia que se genera de
ellas. Pero, por la misma razón que pueden convertirse en cenizas y en
gusanos, pueden convertirse en el cuerpo humano. Luego es claro que
alimentan.
La opinión de algunos según la cual las especies no
alimentan en el sentido de convertirse en el cuerpo humano, sino que
reparan y confortan a través de los sentidos —como cuando uno se
conforta con el olor de la comida, o se embriaga con el olor del
vino—, resulta falsa por el testimonio mismo de los sentidos. Porque
esa clase de refección no es duradera para el hombre, cuyo cuerpo
necesita alimentación por el continuo desgaste. Y, sin embargo, el
hombre puede sustentarse por largo tiempo si se aumenta con hostias y
vino consagrados en buena cantidad.
Y tampoco puede admitirse la opinión de quienes afirman que las
especies sacramentales alimentan porque la forma sustancial del pan y
del vino permanece. Y no se puede admitir, tanto porque no permanece,
como se ha probado ya (q.75 a.6), como porque nutrir no es competencia
de la forma, sino de la materia, que es la que recibe la forma de
quien se nutre al tiempo que pierde la forma del alimento. Por lo que
se dice en el II De Anima que el alimento al principio es
distinto, y al final es semejante.
A las objeciones:
1. Después de la consagración, en
este sacramento se puede hablar de pan de dos maneras. Una, indicando
como pan a las especies de pan, que mantienen el nombre de la
sustancia que tenían, como dice san Gregorio en una homilía
pascual. Otra, puede llamarse pan el mismo cuerpo de
Cristo, que es el pan místico que ha descendido del cielo. Por
tanto, cuando San Ambrosio dice que este pan no está destinado al
cuerpo, utiliza el nombre de pan en el segundo sentido, porque el
cuerpo de Cristo no se convierte en el cuerpo del hombre, sino que
conforta su espíritu. Y no habla del pan en el primer
sentido.
2. Aunque las especies
sacramentales no sean el constitutivo del cuerpo del hombre, sin
embargo se convierten en él.
3. Aunque las especies
sacramentales no sean sustancia, tienen, sin embargo, el poder de la
sustancia, como se ha dicho ya (
a.3 ad 3;
a.5 ad 2).
Artículo 7:
¿Se fraccionan las especies sacramentales en este
sacramento?
lat
Objeciones por las que parece que las especies sacramentales no se
fraccionan en este sacramento.
1. Dice el Filósofo en VI Meteor. que la
fragilidad de los cuerpos depende de su porosidad, una porosidad que
no puede atribuirse a las especies sacramentales. Luego las especies
sacramentales no pueden partirse.
2. La fracción es acompañada de un sonido. Pero las especies
sacramentales no producen sonidos, ya que dice el Filósofo en II De
Anima que lo sonoro es un cuerpo duro con
superficie lisa. Luego las especies sacramentales no se
rompen.
3. Parece que es lo mismo lo que se rompe y lo que se
mastica. Pero lo que aquí se come es el verdadero cuerpo de Cristo, de
acuerdo con las palabras de Jn 6,55.57: quien como mi carne y bebe
mi sangre. Luego el cuerpo de Cristo es lo que se rompe y lo que
se mastica. Por lo que se dice también en la confesión de
Berengario: Reconozco con la santa Iglesia romana y
confieso con el corazón y con la boca, que el pan y el vino que se
ponen sobre el altar, después de la consagración, son el verdadero
cuerpo y la verdadera sangre de Cristo, que es tocado en verdad con
las manos de los sacerdotes, y que es partido y masticado por los
dientes de los fieles. Por consiguiente, la fracción no debe
atribuirse a las especies sacramentales.
Contra esto: la fracción se hace por la división de lo cuanto. Pero lo
cuanto que aquí se divide es las especies sacramentales, ya que no se divide el cuerpo de Cristo, que es incorruptible, ni
la sustancia del pan, que no permanece. Luego son las especies
sacramentales las que se fraccionan.
Respondo: Entre los antiguos hubo muchas
opiniones sobre este particular. Algunos dijeron, en
efecto, que en este sacramento no había una fracción objetiva, sino
sólo aparente por parte de los que lo ven. Pero esta opinión es
insostenible. Porque en este sacramento de la verdad los sentidos no
se engañan sobre los objetos de su competencia, entre los que se
encuentra la fracción, por la que de una cosa se hacen muchas. Y esto
lo aprecian así varios sentidos, como se demuestra en el libro
De
Anima.
Por eso, otros dijeron que ahí había una verdadera
fracción sin sujeto fraccionado. Pero también esto está en
contradicción con los sentidos, porque en este sacramento aparece algo
cuanto, existiendo primeramente como un solo ser, y fraccionado
después en muchos trozos. Pues bien, esto cuanto tiene que ser el
sujeto de la fracción. Ahora bien, no se puede decir que el verdadero
cuerpo de Cristo se fraccione. Primero, porque es incorruptible e
impasible. Segundo, porque está todo entero en cada una de las partes,
como se ha dicho ya (q.76 a.3). Todo lo cual es incompatible con que
sea fraccionado.
Luego solamente queda que la fracción, como los otros accidentes,
tenga como sujeto la cantidad dimensiva del pan. Y, como las especies
sacramentales son el verdadero cuerpo de Cristo, así la fracción de
estas especies es el sacramento de la pasión del Señor, pasión que
tuvo lugar en el verdadero cuerpo de Cristo.
A las objeciones:
1. De la misma manera que en las
especies sacramentales permanece lo tenue y lo denso, como se ha dicho
ya (
a.2 ad 3), así también permanece en él la porosidad, y, en
consecuencia, la fragilidad.
2. La densidad incluye la dureza;
como en las especies sacramentales permanece la densidad, también la
dureza, y por consiguiente el sonido.
3. Lo que se come en su propio ser
se rompe y se mastica en su propio ser. Pero el cuerpo de Cristo no se
come en su propio ser, sino en su ser sacramental. Por eso, comentando
las palabras de Jn 6,64: la carne no aprovecha para nada, San
Agustín dice: Con estas palabras se refería a los
que entendían esto de una manera carnal, porque habían entendido que
se trataba de una carne como la que se trocea de un cadáver, o la que
se vende en el mercado. Por tanto, el cuerpo de Cristo no queda
fraccionado, sino la especie sacramental. Y la confesión de Berengario
ha de ser entendida de modo que la fracción y la trituración dental se
refiera a las especies sacramentales, bajo las cuales está el
verdadero cuerpo de Cristo.
Artículo 8:
¿Puede mezclarse con el vino consagrado algún otro
líquido?
lat
Objeciones por las que parece que con el vino consagrado no se puede
mezclar ningún otro licor.
1. Todo lo que se mezcla con otro asume su cualidad. Ahora bien,
ningún líquido puede recibir la cualidad de las especies
sacramentales, por ser éstas unos accidentes sin sujeto, como se ha
dicho ya (
a.1). Luego parece que ningún líquido puede mezclarse con
las especies sacramentales del vino.
2. Si se mezclase algún líquido con las especies
sacramentales, el resultado sería un solo ser. Pero no puede resultar
un solo ser del líquido, que es una sustancia, y las especies
sacramentales, que son accidentes; ni tampoco del líquido y de la
sangre de Cristo, que por ser incorruptible no admite adición ni
disminución. Luego ningún líquido puede mezclarse con el vino
consagrado.
3. Si se añadiese algún líquido al vino consagrado, parece
que también ese líquido quedaría consagrado, como cuando se añade agua
al agua bendita, que también queda bendita. Pero el vino consagrado es
verdaderamente la sangre de Cristo. Luego también el líquido mezclado
sería la sangre de Cristo. De donde se deduciría que una cosa llegara
a ser la sangre de Cristo de modo distinto a la conversión. Lo cual es
inadmisible. Luego con el vino consagrado no se puede mezclar ningún
líquido.
4. Si una de las dos cosas de un compuesto se corrompe,
desaparece el compuesto, como se dice en I De Generat.. Pero con la mezcla de cualquier líquido parece que las especies sacramentales del vino se corrompen, de tal manera que deja de estar en ellas la sangre de Cristo, ya porque lo mucho y lo poco son diferencias cuantitativas que diversifican la cantidad, como lo blanco y lo negro diversifican el color, ya porque el líquido mezclado, al no encontrar obstáculo, se difunde en el todo, por lo que la sangre de Cristo deja de estar allí, ya que no puede estar simultáneamente con otra sustancia. Luego no se puede mezclar otro líquido con el vino consagrado.
Contra esto: los sentidos constatan que puede mezclarse cualquier otro
líquido con el vino después de la consagración, lo mismo que
antes.
Respondo: La verdadera solución a este problema
consta ya en lo dicho anteriormente. Hemos visto (
a.3.5 ad 2), en
efecto, que las especies que permanecen en este sacramento, de la
misma manera que en virtud de la consagración adquieren el modo de ser
de la sustancia, así también adquieren, como ella, el modo activo y
pasivo, o sea, la capacidad de hacer o de recibir cuanto haría o
recibiría la sustancia si estuviese allí presente. Ahora bien, es
evidente que si estuviese ahí la sustancia del vino podría mezclarse
con él algún líquido.
El efecto de esta mezcla, sin embargo, sería diverso según la
naturaleza y la cantidad del líquido mezclado. Porque si se mezclase
un líquido en tal cantidad que pudiese difundirse por todo el vino,
todo quedaría mezclado. Ahora bien, lo que se compone de dos cosas, no
es ni la una ni la otra, sino que tanto la una como la otra se
convierten en una tercera como resultado de las dos. De donde se
seguiría que el vino que había antes dejaría de ser vino, si el
líquido mezclado con él no fuese vino. Pero si el líquido mezclado
fuese de la misma naturaleza, por ej. si un vino se mezclase con otro
vino, el resultado de la mezcla sería vino, aunque no sería
numéricamente el mismo, como lo demuestra la variedad de accidentes en
el caso, por ej., de que uno sea blanco y otro tinto.
Pero si la cantidad del líquido mezclado fuese tan pequeña que no
pudiera difundirse por todo el vino, no quedaría todo el vino
mezclado, sino sólo una parte de él. Ciertamente que esta parte no
quedaría numéricamente la misma, a causa de la mezcla con la otra
materia. Pero específicamente sí permanecería la misma, no sólo en el
caso de que la pequeña cantidad del líquido añadido fuese de la misma
especie, sino también en el caso de que fuese distinta especie,
porque, como se dice en el I De Generat., una
gota de agua mezclada en una gran cantidad de vino se convierte en
vino.
Pues bien, ya quedó demostrado (a.4; q.76 ad 3) que el cuerpo y la
sangre de Cristo permanecen en este sacramento todo el tiempo que las
especies permanecen numéricamente las mismas, porque lo que se
consagró fue este pan y este vino. Por consiguiente, si la mezcla se
hiciese con tal cantidad de cualquier líquido que se difundiese por
todo el vino consagrado produciendo un compuesto, desaparecería la
identidad numéricamente, y la sangre de Cristo desaparecería de allí
también. Pero si la cantidad del líquido mezclado es tan pequeña que
no puede difundirse por el todo, sino a una parte de las especies,
dejaría de estar la sangre de Cristo en esa parte del vino consagrado,
pero permanecería en las demás.
A las objeciones:
1. Dice Inocencio
III en una Decretalz: Parece que los accidentes
influyen sobre el vino añadido, porque si se añadiese agua, ésta
asumiría el sabor del vino. Acontece, pues, que los accidentes cambian
la sustancia, como también sucede que la sustancia cambia los
accidentes. De esta manera, la naturaleza cede ante el milagro, y la
virtud divina opera sobre el acontecer ordinario.
Sin embargo, esto no se ha de entender en el sentido de que un
accidente, el mismo numéricamente que estuvo en el vino antes de la
consagración, pase después al vino añadido, sino que este cambio es el
resultado de una acción. Porque los accidentes del vino que
permanecen, conservan la actividad de la sustancia, como se ha dicho,
por lo que con una acción transmutadora influyen sobre el líquido
añadido.
2. El líquido añadido al vino
consagrado no se mezcla con la sustancia de la sangre de Cristo. Se
mezcla, sin embargo, con las especies sacramentales. Pero de tal
manera que, después de la mezcla, se corrompen las especies total o
parcialmente en conformidad con lo dicho anteriormente (
a.5) sobre la
posibilidad de generarse algo de estas especies. Si la corrupción es
total no hay problema, porque ahí habrá un todo uniforme. Pero si la
corrupción es parcial, ahí habrá, cierto, una dimensión si nos fijamos
en la cantidad que es continua, pero no habrá una dimensión si nos
fijamos en el modo de existir dicha cantidad, porque una parte de ella
está sin sujeto, y otra, estará en su sujeto. De la misma manera que
si se forma un solo cuerpo de dos metales: es un solo cuerpo
cuantitativamente hablando, pero no es un solo cuerpo si nos fijamos
en la naturaleza de los dos metales.
3. Dice Inocencio
III en la Decretal anteriormente
citada: Si después de la consagración del cáliz se
echa más vino en él, este nuevo vino no se convierte en la sangre, ni
se mezcla con la sangre, sino que mezclándose con los accidentes del
vino anterior, circunda por todas partes a la sangre que está bajo
ellos, sin mezclarse con ella. Esto se ha de entender, por
supuesto, en el caso de que la cantidad de líquido extraño mezclado no
sea tanta que haga cesar totalmente la presencia de la sangre de
Cristo. Así, pues, se dice que circunda por todas partes no
porque toque la sangre de Cristo en sus propias dimensiones, sino en
sus dimensiones sacramentales, bajo las cuales está contenida. Y no es
éste el caso del agua bendita. Porque la bendición del agua no produce
ningún cambio en la sustancia del agua, como sucede con la
consagración del vino.
4. Algunos afirmaron que por muy
pequeña que sea la cantidad del líquido extraño mezclado, la sustancia
del cuerpo de Cristo deja de estar bajo el todo. Y esto por la razón
aducida (n.32), que, sin embargo, no convence. Porque lo mucho y lo
poco diversifican la cantidad dimensiva, no en su esencia, sino en sus
dimensiones.
Igualmente, el líquido añadido puede ser tan escaso que no pueda
difundirse del todo, a causa de su parquedad y no sólo porque se lo
impidan las dimensiones, que, aunque estén sin sujeto, hacen
resistencia a la penetración de otro líquido como si la sustancia
estuviese allí, de acuerdo con lo expuesto.