Artículo 1:
¿Es la forma de este sacramento: «esto es mi cuerpo» y «éste es el
cáliz de mi sangre»?
lat
Objeciones por las que parece que las palabras: éste es mi
cuerpo y éste es el cáliz de mi sangre no son
la forma de este sacramento.
1. Esas palabras parece que pertenecen a la forma con la que Cristo
consagró su cuerpo y su sangre. Pero Cristo, como se dice en Mt 26,26,
primeramente bendijo el pan que había tomado en sus manos, y después
dijo: Tomad y comed, éste es mi cuerpo, y lo mismo hizo con el
cáliz (v.27-28). Luego esas palabras no son la forma de este
sacramento.
2. Dice Eusebio Emiseno que el invisible
sacerdote convierte las maturas visibles en su cuerpo cuando dice:
Tomad y comed, éste es mi cuerpo. Luego parece que toda la frase
pertenece a la forma del sacramento. Y dígase lo mismo de las palabras
pertenecientes a la sangre.
3. En la forma del bautismo se indica la persona del
ministro y su acción, cuando se dice: Yo te bautizo. Pero en
las palabras no se hace mención del ministro ni de su
acción. Luego no es adecuada la forma del sacramento.
4. La forma del sacramento no es suficiente por sí misma
para realizar el sacramento, por lo que el sacramento del bautismo
puede conferirse a veces con las palabras de la forma solamente, y
omitidas las demás. Luego si las palabras indicadas son la forma de
este sacramento, parece que alguna vez se podrá celebrar este
sacramento profiriendo solamente esas palabras, y omitiendo todas las
demás que se dicen en la misa. Lo cual, sin embargo, parece que es
falso. Porque, si se omiten las otras palabras, las palabras en
cuestión se entenderían como si el sacerdote las pronunciase en nombre
propio, mientras que el pan y el vino no se convierten en su cuerpo y
en su sangre. Por tanto, esas palabras no son la forma de este
sacramento.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: La consagración se hace con las palabras y con las
afirmaciones del Señor Jesús. Porque con todas las demás palabras se
alaba a Dios, se suplica por el pueblo, por los reyes y por los demás.
Pero cuando el sacerdote realiza el sacramento ya no se sirve de las
propias palabras, sino de las palabras de Cristo. Luego es la palabra
de Cristo la que realiza este sacramento.
Respondo: Este sacramento difiere de los otros
en dos cosas. Primera, por el hecho de que este sacramento se realiza
consagrando la materia, mientras que los otros se realizan utilizando
la materia consagrada. Segunda, porque en los otros sacramentos la
consagración de la materia consiste sólo en una bendición, por la que
la materia consagrada recibe instrumentalmente una virtud espiritual
que a través del ministro —que es el instrumento animado— puede pasar
al instrumento inanimado. Pero en este sacramento la consagración de
la materia consiste en una milagrosa conversión de la sustancia, que
sólo Dios puede realizar. Por lo que el ministro, al
realizar este sacramento, no desempeña más acción que la de proferir
las palabras.
Y puesto que la forma debe corresponder a la cosa, la forma de este
sacramento difiere de las formas de los otros sacramentos en dos
puntos.
Primero, porque las formas de los otros sacramentos llevan consigo el
uso de la materia, como sucede, por ej., en el bautismo o en la
confirmación, mientras que la forma de este sacramento lleva consigo
solamente la consagración de la materia, que consiste en la
transustanciación, como cuando se dice: éste es mi cuerpo o éste es el cáliz de mi sangre.
Segundo, porque las formas de los otros sacramentos se profieren en
nombre de la persona del ministro, a quien se designa como realizador
de un acto, como cuando se dice: yo te bautizo o yo te
confirmo; o imperando el acto, como sucede en el sacramento del
orden al decir: recibe la potestad, etc.; o deprecativamente,
como sucede en el sacramento de la extremaunción, cuando se dice: por esta unción y nuestra intercesión, etc. Pero la forma de este
sacramento se profiere en nombre de la persona del mismo Cristo que
habla, para dar a entender que el ministro en la realización de este
sacramento no hace más que proferir las palabras.
A las objeciones:
1. Acerca de este problema ha
habido muchas opiniones. Algunos, en efecto, dijeron
que Cristo, que tenía potestad de excelencia sobre los sacramentos,
realizó este sacramento sin utilizar palabra alguna, y que después
pronunció las palabras con que otros habrían de consagrar después. Y
esto es lo que parece afirmar Inocencio III cuando
dice:
Puede razonablemente afirmarse que Cristo consagró por su
divino poder, y que después expresó la forma con la que bendecirían
los que habían de sucederle. Pero contra esta interpretación están
expresamente las palabras del
Evangelio, en las que se dice que
Cristo
bendijo, una bendición que se hizo ciertamente con
palabras. Por lo que estas palabras del papa Inocencio han de tomarse
como opinión más que como determinación.
Otros, por el contrario, opinaron que aquella bendición
se hizo con unas palabras que no conocemos. Pero tampoco esto es
admisible. Porque la bendición de la consagración se realiza ahora por
la repetición de lo que entonces se hizo. Luego, si la consagración no
se hizo entonces con estas palabras, tampoco ahora se
hace.
Por eso otros afirmaron que aquella bendición se hizo
entonces con las mismas palabras que ahora, pero Cristo pronunció
estas palabras dos veces: una en secreto, para consagrar; otra en voz
alta, para instruir. Pero tampoco esto es sostenible. Porque el
sacerdote consagra profiriendo estas palabras no como dichas por
Cristo en una bendición oculta, sino públicamente pronunciadas. Y,
puesto que estas palabras no tienen eficacia más que por haberlas
pronunciado Cristo, parece que también Cristo debe haber consagrado
pronunciándolas manifiestamente.
Por eso otros dijeron que los evangelistas, al relatar
las cosas que sucedieron, no siempre guardaron el mismo orden
cronológico, como consta por San Agustín en el libro De Consensu
Evangelistarum. Por lo que el orden cronológico de
los hechos podría reconstruirse así:
Tomando pan, lo bendijo diciendo: éste es mi cuerpo, y después lo
partió y se lo dio a sus discípulos. Pero puede encontrarse este
mismo sentido en las palabras evangélicas sin cambiarlas. Porque el
participio diciendo indica una cierta continuidad de las
palabras que se pronuncian con las que preceden. Ahora bien, no es
necesario que esta continuidad se entienda solamente respecto de la
última palabra pronunciada, como si Cristo hubiese pronunciado estas
palabras cuando dio a sus discípulos el pan, sino que puede entenderse
la continuidad con respecto a todo lo que precede, en cuyo caso el
sentido sería: Mientras bendecía y partía y daba a
sus discípulos, dijo estas palabras: Tomad, etc..
2. Las palabras
Tomad y
comed indican el uso de la materia consagrada, uso que no es
necesario en este sacramento, como más arriba se dijo (
q.74 a.7). Por
tanto, tampoco estas palabras pertenecen a la esencia de la
forma.
Sin embargo, puesto que el uso de la materia consagrada contribuye a
la perfección del sacramento, en el sentido de que la operación no
pertenece a la primera sino a la segunda perfección de la cosa, por
eso todas estas palabras expresan toda la perfección de este
sacramento. Y es así como Eusebio entendió el requerimiento de esas
palabras en la confección del sacramento, o sea, en cuanto a su
primera y su segunda perfección.
3. En el sacramento del bautismo
el ministro realiza un acto que concierne al uso de la materia y que
es esencial en este sacramento. Pero el uso no es esencial en la
eucaristía. Luego son cosas distintas.
4. Algunos dijeron que este
sacramento no se puede celebrar pronunciando solamente las palabras en
cuestión, y haciendo caso omiso de las otras, muy especialmente las
del canon de la misa. Pero esto, evidentemente, es falso, ya por las
palabras de San Ambrosio, anteriormente citadas (e.c.), ya porque el
canon de la misa no es lo mismo en todas partes, ni lo fue en todo
tiempo, sino que fueron añadidas las distintas cosas por distintas
personas.
Por consiguiente, es necesario afirmar que si el sacerdote profiriese
solamente las palabras referidas con intención de realizar el
sacramento, lo realizaría, porque la intención haría que se
entendieran como dichas por la persona misma de Cristo, aunque no se
dijesen las palabras que preceden. Sin embargo, pecaría gravemente el
sacerdote que realizase el sacramento de este modo, por no atenerse al
rito de la Iglesia. Y no es lo mismo el caso del bautismo, que es un
sacramento necesario, mientras que la recepción de este sacramento
puede suplirse con la comunión espiritual, como dice San Agustín (q.75 a.3 ad 1).
Artículo 2:
¿Es la forma adecuada de la consagración del pan «éste es mi
cuerpo»?
lat
Objeciones por las que parece que las palabras éste es mi
cuerpo no son la forma adecuada de la consagración del
pan.
1. La forma debe expresar los efectos del sacramento. Pero el efecto
que resulta de la consagración del pan es la conversión de la
sustancia del pan en el cuerpo de Cristo, conversión que se expresa
mejor con el verbo se hace que con el verbo es. Luego en
la forma de la consagración debería decirse esto se hace mi
cuerpo.
2. Aún más: dice San Ambrosio en el libro De
Sacramentis: la palabra de Cristo realiza el
sacramento. ¿Qué palabra de Cristo? La que hizo todas las cosas. El
Señor lo mandó y se hizo el cielo y la tierra. Luego resultaría más
adecuada la forma de este sacramento con el verbo en imperativo,
diciendo: Sea esto mi cuerpo.
3. El sujeto de esta frase es lo que se convierte, de la
misma manera que el predicado es el término de la conversión. Ahora
bien, como está determinado aquello en lo cual la cosa se convierte,
que es el cuerpo de Cristo, así está determinado aquello que se
convierte, que es el pan. Por tanto, como el predicado se expresa con
un sustantivo, también el sujeto debería indicarse con un sustantivo,
diciendo: Este pan es mi cuerpo.
4. El término de la conversión pertenece a una
determinada naturaleza, ya que es un cuerpo, pero también pertenece a
una determinada persona. Luego para indicar la determinada persona
debería decirse: éste es el cuerpo de Cristo.
5. En las palabras de la forma no debería entrar nada que
no fuese esencial. Luego inadecuadamente se añade en algunos libros la
conjunción porque, que no pertenece a la esencia de la
forma.
Contra esto: el Señor utilizó esa forma en la consagración, como consta
en Mt 26,26.
Respondo: Esta es la forma adecuada de la
consagración del pan. Ya se ha dicho (
a.1), en efecto, que esta
consagración consiste en la conversión de la sustancia del pan en el
cuerpo de Cristo. Ahora bien, es necesario que la forma del sacramento
signifique lo que el sacramento hace. Por lo que la forma de la
consagración del pan tiene que significar esa conversión del pan en el
cuerpo de Cristo. Y en esta conversión hemos de considerar tres cosas:
la conversión, el punto de partida y el punto de llegada.
Pues bien, la conversión puede ser considerada de dos maneras: una,
realizándose; otra, ya hecha. Pero esta forma no debía significar la
conversión realizándose, sino ya realizada. Primero, porque esta
conversión no es sucesiva, como se ha dicho antes (q.75 a.7), sino
instantánea, y en las mutaciones instantáneas el hacerse se identifica
con el estar realizado. Segundo, porque las formas sacramentales
sirven para significar el efecto del sacramento, como las formas
artísticas sirven para representar el efecto del arte. Pues bien, la
forma artística es semejanza del efecto acabado, hacia el cual tiende
la intención del artista, como la forma del arte en la mente del
arquitecto es principalmente la forma de la casa edificada, y sólo
secundariamente la forma de la casa en construcción. Por tanto,
también en esta forma la conversión debe ser indicada como ya
realizada, que es a lo que se dirige la intención.
Y porque en esta forma se expresa la conversión como ya terminada, es
necesario indicar los extremos de la conversión tal y como están en el
momento de la conversión ya realizada. Pues bien, el punto de llegada
tiene la naturaleza propia de su sustancia. Pero el punto de partida
no conserva su sustancia, sino sólo sus accidentes, con lo que se
somete a los sentidos, y según los cuales los sentidos pueden
discernir sobre él. Es justo, pues, indicar el punto de partida de la
conversión con el pronombre demostrativo, referido a los accidentes
sensibles que permanecen. Mientras que el punto de llegada se indica
con un sustantivo, que expresa la naturaleza de aquello en lo cual la
cosa se convierte, y que es, como ya se ha dicho (q.76 a.1 ad 2), el
cuerpo de Cristo en su integridad, y no la sola carne. Por
consiguiente, la forma: éste es mi cuerpo es
adecuadísima.
A las objeciones:
1. El último efecto de esta
consagración no es el hacerse, sino el estar hecho, como se acaba de
decir (e.). Y es este aspecto el que debe expresar la
forma.
2. Es la palabra de Dios la que
hizo la creación y la que hace la consagración, aunque de distinta
manera. Porque aquí opera sacramentalmente, o sea, ateniéndose al
valor significativo. Y, por eso, es preciso indicar con esta palabra
el último efecto de la conversión con un verbo sustantivo, de modo
indicativo y de tiempo presente. Pero en la creación esta palabra de
Dios operó solamente de modo efectivo, y la eficiencia es el resultado
del imperio de su sabiduría. Por lo que en la creación de las cosas la
palabra del Señor se expresa con el verbo de modo imperativo, tal y
como se dice en Gen 1,3: Hágase la luz y se hizo la
luz.
3. Cuando la conversión se ha
realizado, el punto de partida no conserva la naturaleza de su
sustancia, como el punto de llegada. Por lo que no vale la
comparación.
4. Con el adjetivo
mi, que
indica la demostración de la primera persona, o sea, de la persona que
habla, está bien expresada la persona de Cristo, en cuyo nombre, como
hemos dicho (
a.1), se profieren las palabras.
5. La conjunción porque se
añade a esta forma por la costumbre de la Iglesia romana, que la
heredó de San Pedro Apóstol. Y se añadió para expresar
la continuidad con las palabras anteriores. Por eso no pertenece a la
forma, como tampoco pertenecen a la forma las palabras que preceden a
la misma.
Artículo 3:
¿Es la forma adecuada de la consagración del vino «éste es el cáliz
de mi sangre»?
lat
Objeciones por las que parece que las palabras: éste es el cáliz
de mi sangre, del nuevo y eterno testamento, misterio de fe, que será
derramada por vosotros y por muchos para el perdón
de los pecados, no son la forma adecuada de la consagración del
vino.
1. Como el pan se convierte en el cuerpo de Cristo en virtud de la
consagración, así también el vino en la sangre de Cristo, como se ha
demostrado anteriormente (
q.76 a.1.2). Pero en la forma de la
consagración del pan se indica directamente el cuerpo de Cristo, sin
añadir nada más. Luego inadecuadamente se indica en esta forma la
sangre de Cristo de modo indirecto, al añadir
cáliz
directamente diciendo:
Este es el cáliz de mi sangre.
2. Aún más: no son de mayor eficacia las palabras que se dicen
para la consagración del pan que las que se dicen para la consagración
del vino, ya que las unas y las otras son palabras de Cristo. Pero
inmediatamente de decir: Esto es mi cuerpo, queda realizada la
consagración del pan. Luego nada más decir: Este es el cáliz de mi
sangre, queda realizada la consagración de la sangre. En cuyo
caso, no parece que las palabras que siguen sean parte esencial de la
forma, tanto más cuanto que pertenecen a las propiedades de este
sacramento.
3. El Nuevo Testamento parece pertenecer al mundo
de la inspiración interior, como consta por el Apóstol en Heb 8,8.10,
cuando cita las palabras de Jer 31, 31.33: Pactaré con la casa de
Israel una alianza nueva..., pondré mi ley en su interior. El
sacramento, sin embargo, se celebra de forma visible y externa. Luego
no es adecuado que se diga en la forma del sacramento del Nuevo
Testamento.
4. Se dice que una cosa es nueva cuando todavía está
cercana al principio de su existencia. Pero lo eterno no tiene
principio en su existencia. Luego inadecuadamente se dice: del
nuevo y eterno, pues parece implicar contradicción.
5. Es preciso evitar a los hombres las ocasiones de error,
tal y como se recomienda en Is 57,14:
Quitad los obstáculos del
camino a mi pueblo. Pero algunos erraron al pensar que el cuerpo y
la sangre de Cristo están en este sacramento en sentido místico
solamente (
q.75 a.1). Luego es inadecuado que en esta fórmula se
diga:
Misterio de fe.
6. Más arriba se ha dicho que de la misma
manera que el bautismo es el sacramento de la fe, así la
eucaristía es el sacramento de la caridad. Luego en esta forma
debería haberse puesto caridad, y no fe.
7. Todavía más: todo este sacramento, en lo que se refiere al
cuerpo y en lo que se refiere a la sangre, es el memorial de la pasión
del Señor, según el texto de 1 Cor 11,26: cada vez que comáis este
pan y bebáis este cáliz anunciaréis la muerte del Señor. Luego no
debió hacerse mención de la pasión de Cristo y de su fruto sólo en la
forma de la consagración de la sangre, y no en la forma de la
consagración del cuerpo, teniendo en cuenta sobre todo que en Lc 22,19
dijo el Señor: Esto es mi cuerpo que será entregado por
vosotros (1 Cor 11,24).
8. La pasión de Cristo, como se ha dicho (
q.48 a.2;
q.49 a.3), fue suficiente para todos y de su eficacia se aprovecharon
muchos. De aquí que se debió decir «será derramada por todos» o «por
muchos», sin que se añadiera «por vosotros».
9. Las palabras con que se consagra este sacramento
tienen eficacia por la institución de Cristo. Pero ningún evangelista
escribe que Cristo haya dicho todas estas palabras. Luego no es
adecuada la forma de la consagración del vino.
En cambio la Iglesia, instruida por los Apóstoles,
utiliza esta forma de la consagración del vino.
Respondo: Acerca de esta forma hay dos
opiniones. Unos, efectivamente, afirmaron que lo
esencial de esta forma está constituido por las palabras:
éste es
el cáliz de mi sangre, y no por lo demás. Pero esta opinión no
parece exacta porque las palabras que siguen son determinaciones del
predicado, o sea, de la sangre de Cristo, y por ello pertenecen a la
integridad de la frase.
Por eso otros, con mejor criterio, sostienen que todo
lo que sigue pertenece a la esencia de la forma, hasta la proposición:
cada vez que hiciereis esto, que pertenece al uso de este
sacramento, por lo que esta proposición ya no es de la esencia de la
forma. Y es por esto por lo que el sacerdote pronuncia todas las
palabras que siguen con el mismo rito y con el mismo gesto, o sea,
teniendo el cáliz entre las manos. Por otra parte, también en Lc 22,20
se intercalan las palabras que siguen entre las
palabras de la primera parte, cuando se dice: Este cáliz es la
nueva alianza en mi sangre.
Hay que decir, por tanto, que todas estas palabras pertenecen a la
esencia de la forma. Pero las primeras palabras: Este es el cáliz
de mi sangre, significan precisamente la conversión del vino en la
sangre, del modo que ya se dijo (a.2) en la forma de la consagración
del pan. Y las palabras siguientes designan el poder de la sangre
derramada en la pasión, un poder que se efectúa en este sacramento y
que se ordena a tres cosas. La primera y principal, a alcanzar la vida
eterna, según el texto de Heb 10,19: Tenemos plena seguridad de
entrar en el santuario por el poder de su sangre. Y para indicar
esto dice: nueva y eterna alianza. Segunda, a la justificación
de la gracia, que es el fruto de la fe, como se dice en Rom
3,25-26: A quien Dios ha propuesto como medio de propiciación por la
fe en su sangre... para que él sea justo y justificador de los que
creen en Jesús. Y para indicar esto se pone: misterio de
fe. Y tercera, para remover los obstáculos que impiden conseguir
las dos cosas precedentes, o sea, remover los pecados, conforme a lo
que se dice en Heb 9,14: La sangre de Cristo... purificará nuestra
conciencia de las obras muertas, o sea, de nuestros pecados. Y
para indicar esto añade: que será derramada por vosotros y por
muchos para el perdón de los pecados.
A las objeciones:
1. La frase Este es el cáliz de
mi sangre es una expresión figurativa y puede entenderse de dos
maneras. Una, como metonimia, tomando el continente por el contenido,
en cuyo caso el sentido es: Esta es mi sangre contenida en el
cáliz. Se hace aquí mención del cáliz porque la sangre de Cristo
se consagra en este sacramento como bebida de los fieles, algo que no
es propio de la sangre, y por eso era necesario que se indicase aquí
la sangre por el vaso del que uno se sirve para beber. Otra, como una
metáfora, en el sentido de que por cáliz se entiende figurativamente
la pasión de Cristo, la cual embriaga como un cáliz, al decir de Lam
3,15: Me ha llenado de amargura y me ha embriagado de ajenjo.
Por lo que el Señor llamó cáliz a su propia pasión en Mt 26,39 cuando
dice: Pase de mí este cáliz cuyo sentido sería: Este es el
cáliz de mi pasión. Y de esta pasión se hace mención en la
consagración de la sangre por separado del cuerpo, porque la sangre se
separó del cuerpo por la pasión.
2. Puesto que, como se ha dicho
ya (ad 1;
q.76 a.2 ad 1), la sangre consagrada por separado representa
claramente la pasión de Cristo, el efecto de la pasión debía ser
mencionado mejor en la consagración de la sangre que en la
consagración del cuerpo, que es el que padeció. Lo cual también se
indica cuando el Señor dice:
que será entregado por vosotros,
como queriendo decir:
que por vosotros será sometido a la
pasión.
3. El testamento consiste en
disponer de la herencia. Ahora bien, Dios dispuso que había de dar a
los hombres la herencia celestial por la virtud de la sangre de
Jesucristo, porque, como se dice en Heb 9,16:
Donde hay un
testamento es necesario que intervenga la muerte del testador.
Pero la sangre de Cristo se nos ha dado a los hombres de dos maneras.
Una, en figura, lo cual pertenece al antiguo testamento. Por eso el
Apóstol, en el mismo lugar (v.18), concluye:
Por donde ni el primer
testamento fue ratificado sin sangre. Lo cual consta por lo que se
lee en Ex 24,7-8:
Después de haber leído todo lo mandado por la
ley, Moisés asperjó a todo el pueblo diciendo: Esta es la sangre del
testamento que el Señor ha concluido con vosotros.
Otra, en su realidad, y esto pertenece al nuevo testamento, y es de
lo que habla el Apóstol en el mismo lugar (v.15) cuando dice: Por
consiguiente, Cristo es el mediador del nuevo testamento, para que,
ocurrida la muerte, alcancen la promesa los que han sido llamados a la
herencia eterna. Por tanto, aquí se dice en la forma: sangre
del nuevo testamento, porque ésta se nos da no ya en figura, sino
en su realidad. Por eso se añade: que será derramada por
vosotros. La inspiración interior deriva de la virtud de la sangre
en el sentido de que somos justificados por la pasión de
Cristo.
4. Este testamento es nuevo por la
novedad de su donación sacramental. Y se le llama eterno porque Dios
lo tenía decretado desde la eternidad, y porque con él se consigna la
herencia eterna. Además, la misma persona de Cristo, con cuya sangre
se nos otorga el testamento, es eterna.
5. La palabra misterio se
utiliza aquí no para excluir la verdad, sino para destacar su
ocultamiento. Porque en este sacramento la misma sangre de Cristo está
presente de modo oculto, y porque la pasión de Cristo fue prefigurada
en el antiguo testamento de modo oculto también.
6. La eucaristía es sacramento de
la fe en el sentido de que es objeto de fe. Porque que la sangre
de Cristo esté realmente presente en este sacramento, solamente puede
afirmarse por la fe. La misma pasión de Cristo justifica por la fe. Al
bautismo, sin embargo, se le llama sacramento de la fe porque
lleva consigo una profesión de fe. Pero a este sacramento se le
llama sacramento de la caridad porque la significa y la
causa.
7. Ya hemos dicho (ad 2) que la
sangre consagrada separadamente del cuerpo representa más claramente
la pasión de Cristo. Y, por eso, se hace mención de la pasión de
Cristo y de su fruto en la consagración de la sangre, y no en la
consagración del cuerpo.
8. La sangre de la pasión de Cristo
no sólo tiene eficacia para los judíos elegidos, a quienes se les dio
la sangre del antiguo testamento, sino también para los gentiles; y no
sólo para los sacerdotes que realizan este sacramento, y para aquellos
que lo reciben, sino también para aquellos a quienes se ofrece. Por
eso señaladamente se dice: por vosotros judíos, y por
muchos, o sea, gentiles. O también por vosotros, que lo
coméis, y por muchos, por quienes se ofrece.
9. Los evangelistas no intentaban
transmitirnos las formas de los sacramentos, unas formas que convenía
mantener ocultas en la primitiva Iglesia, como dice Dionisio al final
de
Ecclesiasticae Hierarchiae, sino
que intentaron tejer la historia de Cristo.
Y, sin embargo, casi todas estas palabras pueden encontrarse en los
diversos lugares de la Escritura. Porque la locución éste es
el cáliz se encuentra en Lc 22,20 y en 1 Cor 11,25. En Mt 26,28 se
dice: Esta es mi sangre del nuevo testamento que será derramada por
vosotros para el perdón de los pecados. Las adiciones de eterno y misterio de fe se derivan de la tradición del
Señor, llegada a la Iglesia a través de los Apóstoles,
de acuerdo con lo que se dice en 1 Cor 11,23: Yo recibí del Señor
lo que os he transmitido.
Artículo 4:
¿Hay en las palabras de las formas un poder creado realizador de la
consagración ?
lat
Objeciones por las que parece que en las palabras de las formas no
hay un poder creado realizador de la consagración.
1. Dice San Juan Damasceno en el IV libro: Por el
solo poder del Espíritu Santo se realiza la conversión del pan en el
cuerpo de Cristo. Pero la virtud del Espíritu Santo es una virtud
increada. Luego por ningún poder de esas palabras se realiza este
sacramento.
2. Las obras milagrosas no se realizan por poder creado
alguno, sino sólo por el poder divino, como se dijo en la
Primera
Parte (
q.110 a.4). Pero la conversión del pan y del vino en el
cuerpo y la sangre de Cristo es una obra no menos milagrosa que la
creación de las cosas, o que la formación del cuerpo de Cristo en las
entrañas virginales, cosa que ningún poder creado pudo realizar. Luego
tampoco se consagra este sacramento por poder creado alguno de estas
palabras.
3. Las palabras de las formas no son palabras simples,
sino compuestas de frases, y que no se pronuncian simultáneamente,
sino de modo sucesivo. Ahora bien, la conversión, como se ha dicho ya
(
q.75 a.7), es instantánea, por lo que debe realizarse por un poder
simple o indiviso. Luego no se realiza por el poder de estas
palabras.
Contra esto: dice San Ambrosio en el libro De Sacramentis: Si la
palabra del Señor tiene tanto poder como para que comience a existir
lo que antes no existía, cuánto más lo tendrá para que siga existiendo
lo que ya existía y para cambiarlo en otra cosa. Y
así, lo que era pan antes de la consagración, es ya cuerpo de Cristo
después de la consagración, porque la palabra de Cristo cambia la
creatura.
Respondo: Algunos (
q.72 a.1) afirmaron que no
hay poder creado alguno en las palabras de la consagración para
realizar la transustanciación, ni tampoco en las otras formas
sacramentales, ni en los mismos sacramentos para producir sus
respectivos efectos. Esta opinión, como se ha dicho ya (Ib.), está en
contradicción con las afirmaciones de los Santos Padres y con la
dignidad de los sacramentos de la nueva ley. Por tanto, puesto que
este sacramento posee una dignidad mayor que los otros, como dijimos
más arriba (
q.75 a.3), es claro que en las palabras de su forma tiene
que haber un poder creado capaz de realizar la conversión de este
sacramento. Este poder, sin embargo, es instrumental, lo mismo que en
los otros, según lo dicho (
q.64 a.3.4). Pues bien, puesto que estas
palabras se profieren en la persona misma de Cristo, es del mandato de
Cristo de quien reciben el poder instrumental, de la misma manera que
todas sus acciones y palabras poseen instrumentalmente un poder
salvador, como se dijo en otro lugar (
q.48 a.6;
q.36 a.1 ad 3).
A las objeciones:
1. Cuando se dice que el pan se
convierte en el cuerpo de Cristo por el solo poder del Espíritu Santo,
no se excluye el poder instrumental que está en la forma del
sacramento, como cuando se dice que el herrero hace el cuchillo él
solo, no se excluye el poder del martillo.
2. Ninguna creatura puede hacer
obras milagrosas como agente principal. Puede hacerlas, sin embargo,
de modo instrumental, como el tacto de la mano de Cristo sanó al
leproso. Pues bien, sus palabras convierten el pan en el cuerpo de
Cristo de este segundo modo. Pero esto no ha podido ocurrir en la
concepción del cuerpo de Cristo en el momento de su formación, de tal
manera que algo procedente del cuerpo de Cristo tuviera un poder
instrumental para formar aquel mismo cuerpo, y tampoco en la creación
hubo ningún punto de partida sobre el que la acción instrumental de la
creatura pudiese recaer.
3. Las palabras con que se hace
la consagración actúan sacramentalmente. Por tanto, el poder
conversivo que hay en las formas de este sacramento sigue al
significado de las mismas, un significado que queda realizado con la
pronunciación de la última palabra. Por eso, en el último instante de
la pronunciación de las palabras, estas palabras reciben el poder
instrumental. Pero en relación con lo que precede. Y este poder es
simple con respecto a lo que significan, aunque en las palabras
proferidas externamente haya una cierta composición.
Artículo 5:
¿Son estas formas verdaderas?
lat
Objeciones por las que parece que estas formas (
a.1-3) no son
verdaderas.
1. Cuando se dice: Esto es mi cuerpo, el pronombre esto
se está refiriendo a la sustancia. Pero, de acuerdo con lo explicado
(I q.75 a.2 y 7), en el momento de decir: esto, todavía está
ahí la sustancia del pan, puesto que la transustanciación se realiza
en el último instante en que se pronuncian las palabras. Ahora bien,
la proposición: el pan es el cuerpo de Cristo es falsa. Luego
también es falsa la proposición: esto es mi cuerpo.
2. Aún más: el pronombre esto hace referencia a lo que
captan los sentidos. Ahora bien, los elementos sensibles de este
sacramento no son el cuerpo de Cristo ni los accidentes del cuerpo de
Cristo. Luego la locución: esto es mi cuerpo no puede ser
verdadera.
3. Estas palabras, como acabamos de ver (
a.4 ad 3),
realizan por su significado la conversión del pan en el cuerpo de
Cristo. Pero la causa eficiente precede al efecto. Por tanto, el
significado de estas palabras precede a la conversión del pan en el
cuerpo de Cristo. Pero antes de la conversión esta locución:
esto
es mi cuerpo es falsa. Luego debe calificarse como falsa en
absoluto. Y dígase lo mismo de esta otra:
éste es el cáliz de mi
sangre, etc.
Contra esto: estas palabras se profieren en la persona misma de Cristo,
que dice de sí mismo en Jn 14,16: yo soy la verdad.
Respondo: En torno a este problema ha habido
muchas opiniones. Algunos, efectivamente, dijeron que
en la locución
esto es mi cuerpo, el término
esto es un pronombre demostrativo gramaticalmente hablando, pero
no tiene fuerza efectiva en este caso, ya que toda la proposición
tendría un valor material por ser proferida como haciendo referencia a
algo que ha ocurrido. De hecho el sacerdote dice que dijo Cristo:
esto es mi cuerpo.
Pero esta opinión no se puede sostener, porque en este caso, las
palabras no se aplicarían a la materia corporal presente, con lo cual
no se realizaría el sacramento. Dice, en efecto, San Agustín en Super lo.: Cae la palabra sobre el elemento y
se hace el sacramento. Además, con esa explicación tampoco se
supera la dificultad de este problema, porque las mismas razones valen
para la primera vez que Cristo pronunció estas palabras, ya que
entonces es claro que no las pronunció materialmente, sino ateniéndose
a su significado. Por tanto, es coherente decir que cuando las
pronuncia el sacerdote tienen un valor significativo, y no meramente
material. Y no importa que el sacerdote las pronuncie de modo
narrativo, como dichas por el Señor. Porque el infinito poder de
Cristo hace que, de la misma manera que el contacto de su carne
comunicó fuerza regenerativa no sólo a las aguas que le tocaban, sino
a todas las aguas de la tierra por los siglos venideros, así también
por haberlas pronunciado Cristo, estas palabras recibieron un poder
consecratorio, cualquiera sea el sacerdote que las diga, como si el
mismo Cristo presencialmente las pronunciase.
Por eso, otros afirmaron que el término esto en
esta proposición es un pronombre demostrativo no referido a los
sentidos, sino al entendimiento, de tal manera que el sentido de esto es mi cuerpo sería: lo que esto significa es mi
cuerpo.
Pero tampoco es admisible. Porque como los sacramentos realizan lo
que significan, la forma no haría que el cuerpo de Cristo estuviera en
el sacramento realmente, sino sólo como signo, lo cual es herético,
como se ha dicho ya (q.75 a.1).
En consecuencia, otros sostuvieron que el término esto es un pronombre demostrativo referido a los sentidos, pero
entendida esta referencia no para el momento en que se pronuncia esta
palabra, sino para el último momento de toda la locución, como si, por
ej., uno dijera: ahora me callo, el adverbio ahora hace
referencia al sustantivo inmediatamente posterior a la locución
entera, en cuyo caso el sentido sería: nada más decir estas
palabras me callo.
Pero tampoco esta opinión es admisible, porque según esta explicación
el sentido de la frase sería éste: mi cuerpo es mi cuerpo. Pero
no es éste el propósito de esta proposición, porque esto ya era así
antes de pronunciar las palabras. Por lo que tampoco es éste el
significado de la locución en cuestión.
Por todo lo cual, hay que afirmar, en contrario, que, como acabamos
de decir (a.4), esta locución tiene un poder efectivo para convertir
el pan en el cuerpo de Cristo. Por eso se compara a otras locuciones
que tienen un poder significativo y no operativo, como se compara la
idea de la inteligencia práctica, que es la realizadora de la cosa,
con la idea de la inteligencia especulativa, captada directamente de
las cosas. Porque, como dice el Filósofo, las palabras
son los signos de los conceptos. Por tanto, como los conceptos de la
inteligencia práctica no presuponen la cosa que conciben, sino que la
realizan, así la verdad de esta locución no presupone la cosa
significada, sino que la realiza. Así es, en realidad, la relación de
la palabra de Dios con las cosas que produce. Ahora bien, esta
conversión no se hace de modo sucesivo, sino de modo instantáneo, como
se ha dicho ya (q.75 a.7). Por eso, es preciso entender la proposición
en cuestión en relación con el instante conclusivo de la pronunciación
de las palabras, no presuponiendo en el sujeto lo que es punto de
llegada en la conversión, o sea, que el cuerpo de Cristo sea el cuerpo
de Cristo, ni tampoco debe presuponer en el sujeto lo que era punto de
partida antes de la conversión, o sea, el pan, sino que se debe
entender en el sujeto lo que es común a las dos cosas, o sea, lo
contenido en general bajo estas especies. Porque estas palabras no
hacen que el cuerpo de Cristo sea el cuerpo de Cristo, ni que el pan
sea el cuerpo de Cristo, sino que lo contenido bajo estas especies,
que antes era pan, sea el cuerpo de Cristo. Por eso,
significativamente, el Señor no dice: este pan es mi cuerpo,
como entiende la segunda opinión; ni este cuerpo
mío es mi cuerpo, como lo entiende la tercera opinión; sino en
general: esto es mi cuerpo, sin especificar el sujeto con un
sustantivo, y haciendo de sujeto el solo pronombre, que indica la
sustancia en general sin especificar, o sea, sin una forma
determinada.
A las objeciones:
1. El término esto se está
refiriendo a la sustancia sin determinación de su naturaleza, como se
acaba de decir (c.).
2. El pronombre esto no
hace referencia a los accidentes, sino a la sustancia contenida bajo
los accidentes. La cual primeramente fue pan y, después, el cuerpo de
Cristo. El cual, aunque no esté afectado por ellos, está, sin embargo,
contenido en ellos.
3. La significación de esta
locución precede a la cosa significada en el orden de la naturaleza
—como la causa precede naturalmente al efecto—, pero no en el orden
del tiempo, porque esta causa implica simultaneidad con el efecto. Y
esto basta para que la referida proposición sea verdadera.
Artículo 6:
¿Produce su efecto la forma de la consagración del pan antes que se
termine la consagración del vino?
lat
Objeciones por las que parece que la forma de la consagración del pan
no produce su efecto hasta que se termina la consagración del
vino.
1. Como por la consagración del pan empieza a estar el cuerpo de
Cristo en el sacramento, por la consagración del vino empieza a estar
su sangre. Luego si las palabras de la consagración del pan produjesen
su efecto antes de la consagración del vino, se seguiría que en este
sacramento comenzaría a estar el cuerpo de Cristo sin su sangre. Lo
que no es admisible.
2. Lo que es un solo sacramento no puede tener más que una
sola terminación. Y así, aunque en el bautismo haya tres inmersiones,
la primera no consigue su efecto hasta que se termina la tercera. Pero
todo este sacramento es uno, como se dijo en su lugar (
q.73 a.2).
Luego las palabras con que se consagra el pan no consiguen su efecto
sin las palabras sacramentales con que se consagra el
vino.
3. En la forma de la consagración del pan hay varias
palabras, las primeras de las cuales no consiguen su efecto hasta que
se dice la última, como se ha dicho. Luego, por la
misma razón, tampoco las palabras con que se consagra el cuerpo de
Cristo producen su efecto hasta que se pronuncien las que consagran la
sangre.
Contra esto: nada más pronunciar las palabras de la consagración del
pan, se muestra la hostia consagrada al pueblo para que la adore, lo
cual no se haría si no estuviese allí el cuerpo de Cristo. De lo
contrario sería un acto de idolatría. Luego las palabras de la
consagración del pan producen su efecto antes de que se pronuncien las
palabras de la consagración del vino.
Respondo: Algunos doctores antiguos dijeron que estas dos formas, o sea, la de la consagración del pan y la del vino, se esperan mutuamente para obrar, por lo que una no produce su efecto hasta que se dice la otra.
Pero esta opinión es inadmisible. Porque, como se ha dicho ya (a.5 ad 3), para que la proposición esto es mi cuerpo sea verdadera, se
requiere, al estar el verbo en presente, que la cosa significada sea
simultánea con la misma significación de la locución. De otra manera,
si la cosa significada se esperase para más adelante, se pondría el
verbo en futuro, y no en presente, con lo que no se diría esto es
mi cuerpo, sino esto será mi cuerpo. Ahora bien, la
significación de esta frase se realiza nada más terminar de pronunciar
las palabras. Por tanto, es preciso que la cosa significada se haga
presente inmediatamente, pues ella es efecto de este sacramento. De
otro modo, la locución no sería verdadera. Esta opinión, además, está
en contradicción con el rito de la Iglesia, que al
instante de pronunciar las palabras, adora el cuerpo de
Cristo.
Hay que decir, por consiguiente, que la primera forma no espera a la
segunda para obrar, sino que produce el efecto de inmediato.
A las objeciones:
1. Los que defendieron la anterior
opinión (c.) parece que fueron inducidos a error por esta razón.
Tenemos que recordar, por tanto, que después de la consagración del
pan, el cuerpo de Cristo está allí en virtud del sacramento, y la
sangre por real concomitancia. Pero después de la consagración del
vino, se hace presente, por el contrario, la sangre de Cristo en
virtud del sacramento, y el cuerpo de Cristo por real concomitancia.
De tal modo que Cristo está por entero en cada una de las especies,
como ya dijimos (
q.76 a.2).
2. Este sacramento es uno por su
perfección, como se ha dicho ya (
q.73 a.2), en el sentido de que se
constituye de dos cosas, a saber, de comida y de bebida, cada una de
las cuales posee en sí misma su propia perfección. En cambio, las tres
inmersiones del bautismo están ordenadas a producir un único
efecto.
3. Las distintas palabras de la
forma de la consagración del pan concurren a dar sentido a una sola
frase. Pero esta unidad de sentido no la dan las palabras de las
diversas formas. Por lo que el caso es distinto.