Artículo 1:
¿Fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos?
lat
Objeciones por las que parece que no fue conveniente que Cristo
bajase a los infiernos.
1. Dice Agustín, en la Epístola Ad Evodium: En
ningún pasaje de la Escritura he podido hallar esos llamados infiernos
en buen sentido. Ahora bien, el alma de Cristo no desciende a nada
malo, porque tampoco las almas de los justos descienden a mal alguno.
Luego parece que no fue conveniente que Cristo bajase a los
infiernos.
2. Bajar a los infiernos no puede convenirle a Cristo por
razón de su naturaleza divina, que es totalmente inmóvil, sino sólo
por razón de la naturaleza humana asumida. Pero lo que Cristo hizo o
padeció en la naturaleza asumida se ordena a la salvación de los
hombres. No parece que para ésta haya sido necesario que Cristo bajase
a los infiernos, pues por la pasión que sufrió en este mundo nos libró
de la culpa y de la pena, como arriba se ha dicho (
q.49 a.1 y
3).
Luego no fue conveniente que Cristo bajase a los infiernos.
3. Por causa de la muerte, el alma de Cristo se separó de
su cuerpo, que fue colocado en el sepulcro, como antes se ha dicho
(
q.51). Pero no parece que bajase a los infiernos sólo con el alma,
porque ésta, al ser incorpórea, da la impresión de que no puede
moverse localmente, porque esto es propio de los cuerpos, como se
demuestra en VI
Physic.; y el descenso lleva
consigo movimiento corporal. Luego no fue conveniente que Cristo
bajase a los infiernos.
Contra esto: está lo que se dice en el Símbolo: Descendió a los infiernos. Y el Apóstol escribe en Ef 4,9: El
que subió, ¿qué significa, sino que primero descendió a las regiones
inferiores de la tierra?; esto es, a los infiernos, según la
Glosa.
Respondo: Convino que Cristo descendiera a los
infiernos. Primero, porque había venido a llevar nuestra pena, a fin
de librarnos de ella, conforme a aquel pasaje de Is
53,4:
Verdaderamente soportó nuestros sufrimientos y cargó con
nuestros dolores. Pero por el pecado el hombre no había incurrido
sólo en la muerte del cuerpo, sino también en el descenso a los
infiernos. Y, por ese motivo, así como fue conveniente que muriese
para librarnos de la muerte, así también lo fue que descendiese a los
infiernos para librarnos a nosotros de bajar a ellos. De donde en Os
13,14 se dice:
¡Oh muerte!, yo seré tu muerte. ¡Oh infierno!, yo
seré una mordedura para ti.
Segundo, porque era conveniente que, vencido el diablo por la pasión,
librase a los aprisionados, que estaban detenidos en el infierno,
según aquellas palabras de Zac 9,11: Tú también, por la sangre de
tu alianza, compraste a los cautivos del infierno. Y en Col 2,15
se dice: Y despojando a los principados y a las potestades, los
expuso intrépidamente.
Tercero, para que, así como manifestó su poder en la tierra viviendo
y muriendo, lo manifestase también en el infierno, visitándolo e
iluminándolo. Por esto se dice en el Sal 23,7.9: Levantad,
príncipes, vuestras puertas; esto es, comenta la Glosa: Príncipes del infierno, apartad de
vosotros el poder con que hasta ahora manteníais a los hombres en el
infierno; y así, al nombre de Jesús se doble toda rodilla,
no sólo en los cielos sino también en los infiernos,
como se dice en Flp 2,10.
A las objeciones:
1. La palabra infiernos
indica el mal de pena, y no el mal de la culpa. Por eso convino que
Cristo bajase a los infiernos, no como si El fuese deudor de la pena,
sino para librar a los que estaban sujetos a ella.
2. La pasión de Cristo fue causa
universal de la salvación de los hombres, tanto de los vivos como de
los muertos. Y la causa universal se aplica a los efectos particulares
por algún acto especial. Por lo cual, así como la virtud de la pasión
de Cristo se aplica a los vivos por medio de los sacramentos, que nos
configuran con ella, así también fue aplicada a los muertos mediante
el descenso de Cristo a los infiernos. Por tal motivo se dice
claramente en Zac 9,11 que sacó a los cautivos del infierno por la
sangre de su alianza, esto es, por la virtud de su
pasión.
3. El alma de Cristo no descendió
a los infiernos con el género de movimiento con que se mueven los
cuerpos, sino con la clase de movimiento con que se desplazan los
ángeles, como se ha expuesto en la
Primera Parte (
q.53 a.1).
Artículo 2:
¿Cristo descendió también al infierno de los condenados?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo descendió también al
infierno de los condenados.
1. Por boca de la Sabiduría se dice en Eclo 24,45: Entraré en
todas las partes inferiores de la tierra. Pero entre las partes
inferiores de la tierra se cuenta también el infierno de los
condenados, según aquellas palabras del Sal 62,10: Entrarán en las
partes inferiores de la tierra. Luego Cristo, que es la Sabiduría de Dios (cf. 1 Cor 1,24), descendió también al infierno
de los condenados.
2. En Act 2,24 dice Pedro que Dios resucita a Cristo,
después de librarle de los dolores del infierno, por cuanto no era
posible que fuera retenido por aquél. Ahora bien, en el infierno
de los Patriarcas no existen los dolores, ni tampoco en el infierno de
los niños, que no sufren la pena de sentido a causa de un pecado
actual, sino sólo la pena de daño por causa del pecado original. Luego
Cristo descendió al infierno de los condenados, o también al
purgatorio, donde los hombres sufren la pena de sentido por los
pecados actuales.
3. En 1 Pe 3,19-20 se dice que Cristo, viniendo en
espíritu, predicó a los que estaban encerrados en la prisión, que
habían sido incrédulos en algún tiempo; lo cual, como escribe
Atanasio, en la Epístola Ad Epictetum, se
entiende del descenso de Cristo a los infiernos. Dice, en efecto,
que el cuerpo de Cristo quedó colocado en el sepulcro, cuando El
fue a predicar a los espíritus que estaban encarcelados, como dijo
Pedro. Pero es evidente que los incrédulos estaban en el infierno
de los condenados. Luego Cristo descendió al infierno de los
condenados.
4. Dice Agustín, en la Epístola Ad Evodium: Si la Sagrada Escritura hubiera dicho
que Cristo fue al seno de Abrahán, sin nombrar el infierno y sus
dolores, me maravillo de que alguien se atreviera a asegurar que había
bajado a los infiernos. Mas porque testimonios evidentes hacen mención
del infierno y de los dolores, no hay motivo alguno para pensar que el
Salvador fue allí sino para librarlos de los mismos dolores. Pero
el lugar de los dolores es el infierno de los condenados. Luego Cristo
descendió al infierno de los condenados.
5. Como dice Agustín, en un Sermón De Passione, Cristo, al bajar al infierno, absolvió a todos
los justos que estaban sujetos por el pecado original. Pero entre
éstos también estaba Job, que dice de sí mismo: Todo lo mío bajará
a lo más profundo del infierno. Luego Cristo bajó también a lo más
profundo del infierno.
Contra esto: está que del infierno de los condenados se dice en Job
10,21: Antes de que vaya, y sin retorno, a la tierra de tinieblas y
cubierta de la oscuridad de la muerte, etc. Pero no hay
comunidad alguna entre la luz y las tinieblas, como se dice en 2
Cor 6,14. Luego Cristo, que es la luz, no bajó al infierno de los
condenados.
Respondo: De dos modos se dice que algo está en
un lugar. Uno, por su poder. Y, de esta manera, Cristo bajó a
cualquiera de los infiernos; pero no a todos por igual. Pues, al bajar
al infierno de los condenados, su eficacia se tradujo en impugnarles
por su incredulidad y por su malicia. En cambio, a los que estaban
encerrados en el purgatorio les dio la esperanza de alcanzar la
gloria. Y a los santos Patriarcas, que estaban encerrados en el
infierno solamente por el pecado original, les infundió la luz de la
gloria.
De otro modo se dice que algo está presente en un lugar, por su
esencia. Y de esta manera el alma de Cristo descendió solamente al
lugar del infierno en que estaban retenidos los justos, a fin de
visitar en su morada, con el alma, a los que interiormente había
visitado por la gracia con su divinidad. Y así, estando en una parte
del infierno, de algún modo hizo llegar su efecto a todas las partes
del mismo, a la manera en que, habiendo padecido sólo en un lugar de
la tierra, libró al mundo entero con su pasión.
A las objeciones:
1. Cristo, que es la Sabiduría de
Dios, entró en todas las partes inferiores de la tierra, no
localmente, recorriéndolas todas con el alma, sino extendiendo, de
alguna manera, a todas el efecto de su poder. Pero de tal modo que
solamente iluminó a los justos, pues el texto continúa: E iluminaré
a todos los que esperan en el Señor (Eclo 24,45).
2. Hay dos clases de dolor. Uno,
el que proviene del sufrimiento de la pena que los hombres padecen a
causa del pecado actual, según aquellas palabras del Sal 17,6:
Me
han rodeado los dolores del infierno. Otro, el que se origina en
la dilación de la gloria esperada, según aquellas palabras de Prov
13,12:
La esperanza que se dilata, aflige al alma. Y los santos
Patriarcas sufrían este dolor en el infierno. Para darlo a entender,
dice Agustín, en un Sermón
de Passione, que
oraban a Cristo con ruegos lastimeros.
Cristo quitó unos y otros dolores cuando descendió al infierno,
aunque de modo diverso. Quitó los dolores de las penas preservando de
ellos, a la manera en que se dice que el médico quita la enfermedad al
preservar de la misma por medio de las medicinas. Y los dolores
causados por la dilación de la gloria los hizo desaparecer
actualmente, otorgando la gloria.
3. Lo que escribe allí Pedro es
referido por algunos al descenso de Cristo a los
infiernos, comentándolo de este modo:
A los que estaban encerrados
en la cárcel, esto es, en el infierno,
que habían sido
incrédulos en otro tiempo, Cristo les predicó, viniendo a ellos en
espíritu, es decir, con su alma. Por esto dice también el
Damasceno, en el libro III, que
así como evangelizó
a los que estaban en la tierra, así también lo hizo
con los que estaban en el infierno; pero no para convertir a los
incrédulos a la fe,
sino para confundir su falta de fe. Porque
tal predicación no puede significar otra cosa que la manifestación de
su divinidad, que resplandeció ante los habitantes del infierno por el
descenso poderoso de Cristo al mismo.
Sin embargo, lo expone mejor Agustín, en su Epístola Ad Evodium, refiriendo esas palabras, no a la bajada de Cristo
a los infiernos, sino a la operación de su divinidad, ejercida desde
el principio del mundo. Para que el sentido sea: A los que estaban
encerrados en la cárcel, esto es, a los que viven en cuerpo
mortal, que viene a ser una especie de cárcel del alma, viniendo
con el espíritu de su divinidad, los predicó, por medio de
inspiraciones interiores y mediante amonestaciones exteriores por boca
de los justos; quiero decir que predicó a aquellos que en otro
tiempo habían sido incrédulos, es a saber, a la predicación de
Noé, cuando ponían a prueba la paciencia de Dios, por la que se
aplazaba el castigo del diluvio. Por lo que añade: En los días de Noé, cuando se fabricaba el arca.
4. El seno de Abrahán puede
entenderse de dos modos. Uno, por razón del descanso que allí existía
con relación a la pena sensible. Y, en este aspecto, ni le compete el
nombre de infierno, ni existen allí dolores de ninguna clase. Otro, en
lo que atañe a la privación de la gloria que se espera. Y, bajo este
ángulo, le compete el concepto de infierno y de dolor. Y por eso ahora
se llama seno de Abrahán al descanso de los bienaventurados; pero no
se le llama infierno, ni tampoco se dice ahora que existan dolores en
el seno de Abrahán.
5. Como escribe Gregorio a
propósito del mismo lugar, llama «infierno
profundísimo» a los mismos lugares superiores del infierno. Pues si,
cuanto a la altura del cielo, este aire oscuro resulta infierno;
referida a la altura de ese mismo aire, la tierra, que está abajo,
puede llamarse infierno y profundo. Pero respecto a la altura de la
misma tierra, los lugares del infierno que son superiores a las otras
cavidades del infierno, se llaman, en este sentido, infierno
profundísimo.
Artículo 3:
¿Cristo estuvo todo él en el infierno?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no estuvo todo él en el
infierno.
1. El cuerpo de Cristo es una parte de él. Pero el cuerpo de Cristo
no estuvo en el infierno. Luego Cristo no estuvo todo él en el
infierno.
2. Nada cuyas partes estén recíprocamente separadas puede
llamarse
todo. Ahora bien, el cuerpo y el alma, que son partes
de la naturaleza humana, estuvieron recíprocamente separadas después
de la muerte, como arriba se ha dicho (
q.50 a.3 y
a.4). Y Cristo
descendió a los infiernos estando muerto. Luego no pudo estar todo él
en el infierno.
3. Se dice que un todo está en un lugar cuando nada de lo que le pertenece está fuera de tal lugar. Pero algo que
era de Cristo estaba fuera del infierno, puesto que el cuerpo estaba
en el sepulcro, y la divinidad en todas partes. Luego Cristo no estuvo
todo él en el infierno.
Contra esto: está lo que dice Agustín, en el libro De
Symbolo: Todo el Hijo en el Padre, todo en el
cielo, todo en la tierra, todo en el seno de la Virgen, todo en la
cruz todo en el infierno, todo en el paraíso, donde introdujo al
ladrón.
Respondo: Como es manifiesto por lo dicho en
la
Primera Parte (
q.31 a.2 ad 4), el género masculino se
refiere a la hipóstasis o persona; el género neutro, en cambio,
corresponde a la naturaleza. Pero en la muerte de Cristo, aunque el
alma se separó del cuerpo, ni uno ni otra estuvieron separados de la
persona del Hijo de Dios, como arriba se ha dicho (
q.50 a.2 y
a.3). Y
por eso, es preciso decir que, durante los tres días de la muerte de
Cristo, todo Él estuvo en el sepulcro, porque toda su persona
permaneció allí por medio del cuerpo que le estaba unido; y del mismo
modo estuvo todo Él en el infierno, porque allí estuvo toda la persona
de Cristo por razón del alma que le estaba unida; también Cristo todo
él estaba en todas partes por razón de su naturaleza
divina.
A las objeciones:
1. El cuerpo que
estaba entonces en el sepulcro, no es parte de la
persona increada sino de la naturaleza asumida. Y, por esta razón, por
el hecho de que el cuerpo de Cristo no estuvo en el infierno, no se
excluye que Cristo todo él estuviera; mas con ello se demuestra que no
estuvo allí todo lo que pertenece a la naturaleza humana.
2. La unión entre alma y cuerpo
constituye la totalidad de la naturaleza humana, pero no la totalidad
de la persona divina. Y, por ese motivo, disuelta la unión del alma
con el cuerpo por causa de la muerte, Cristo permaneció todo él; pero
no permaneció la naturaleza humana en su totalidad.
3. La persona de Cristo se halla
toda ella en cualquier lugar, pero no totalmente, porque no está
circunscrita por ningún lugar. Pero ni todos los lugares, tomados en
conjunto, pueden contener su inmensidad. Antes bien, Él los abarca a
todos con su inmensidad. Y esto se cumple en las cosas que están en un
lugar corporal y circunscriptivamente, porque si un todo está en una
parte, nada de él queda fuera de la misma. Pero esto no se cumple en
Dios. Por esto dice Agustín, en el Sermón De Symbolo: No decimos que Cristo esté todo Él en todas partes en tiempos y en lugares diversos, como si ahora estuviera todo allí, y en otro tiempo estuviera todo en otra parte; sino como estando siempre todo Él en todas partes.
Artículo 4:
¿Se detuvo Cristo algún espacio de tiempo en el infierno?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no se detuvo ningún espacio
de tiempo en el infierno.
1. Cristo descendió al infierno para librar a los hombres de él. Pero
esto lo realizó al instante con su propio descenso, pues, como se dice
en Eclo 11,23: Es cosa fácil en la presencia de Dios honrar
repentinamente al pobre. Luego parece que no se detuvo espacio
alguno de tiempo en el infierno.
2. Dice Agustín en un Sermón De Passione, que sin tardanza alguna, al imperio del Señor y Salvador, se rompieron todos los cerrojos de hierro. De donde, por boca de los ángeles que acompañan a Cristo, se dice: Príncipes, alzad vuestras puertas (Sal 23,7.9). Pero Cristo descendió allí para romper los cerrojos del infierno. Luego Cristo no se detuvo ningún espacio de tiempo en el infierno.
3. En Lc 23,43 se narra que Cristo, pendiente de la cruz,
dijo al ladrón: Hoy estarás conmigo en el paraíso; por lo que
resulta evidente que Cristo estuvo en el paraíso el mismo día. Pero no
con el cuerpo, que fue colocado en el sepulcro. Luego estuvo con el
alma, que había descendido al infierno. Y, de este modo, parece que no
se detuvo espacio alguno de tiempo en el infierno.
Contra esto: está lo que dice Pedro, en Act 2,24: Al cual resucitó
Dios, después de deshacer los dolores del infierno, por cuanto no era
posible que éste lo retuviese.
Respondo: Así como Cristo, para asumir en sí
mismo nuestras penas, quiso que su cuerpo fuera puesto en el sepulcro,
así también quiso que su alma descendiese al infierno. Pero su cuerpo
permaneció en el sepulcro un día entero y dos noches para que se
comprobase la verdad de su muerte. Por lo que es de creer que también
su alma estuviese otro tanto en el infierno, a fin de que salieran a
la vez su alma del infierno y su cuerpo del sepulcro.
A las objeciones:
1. Cristo, al bajar al infierno,
libró a los santos que estaban allí, no sacándolos al instante del
lugar del infierno, sino iluminándolos con la luz de su gloria en el
mismo infierno. Y, no obstante, fue conveniente que su alma
permaneciese en el infierno todo el tiempo que su cuerpo estuviese en
el sepulcro.
2. Se llama cerrojos del
infierno a los obstáculos que impedían a los santos Padres salir
del infierno, por el reato de la culpa del primer Padre. Cristo los
quebrantó con el poder de su pasión y muerte, al instante de bajar a
los infiernos (cf. Is 45,2). Y, sin embargo, quiso permanecer algún
tiempo en el infierno por la razón antedicha (en la
sol.).
3. Esas palabras del Señor deben
entenderse, no del paraíso terrenal corpóreo, sino del paraíso
espiritual, en el que se dice que viven los que gozan
de la vida divina. Por lo cual, el ladrón descendió localmente con
Cristo al infierno, para estar con El, puesto que le dijo: estarás
conmigo en el paraíso; pero, por razón del premio, estuvo en el
paraíso porque allí gozaba de la divinidad, como los demás
santos.
Artículo 5:
¿Cristo, bajando a los infiernos, libró de allí a los santos
Padres?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo, bajando a los infiernos, no
libró de allí a los santos Padres.
1. Dice Agustín, en la Epístola Ad Evodium: Todavía no he hallado lo que Cristo haya conferido, bajando a los
infiernos, a los justos que estaban en el seno de Abrahán, de los que
no veo que se haya apartado nunca según la presencia beatífica de su
divinidad. Pero les hubiera dado mucho en caso de haberlos librado
de los infiernos. Luego no parece que Cristo haya librado del infierno
a los santos Padres.
2. En el infierno nadie es retenido a no ser por causa del
pecado. Ahora bien, los santos Padres, mientras vivían, fueron
justificados del pecado por la fe en Cristo. Luego no necesitaban ser
liberados del infierno con el descenso de Cristo al
mismo.
3. Suprimida la causa, se suprime también el efecto. Pero
la causa del descenso a los infiernos es el pecado, que fue quitado
por la pasión de Cristo, como arriba se ha dicho (
q.49 a.1). Luego los
santos Padres no fueron sacados de los infiernos por el descenso de
Cristo a los mismos.
Contra esto: está lo que dice Agustín, en un Sermón De
Passione: Cuando Cristo descendió a los infiernos,
quebrantó la puerta del infierno y los cerrojos de hierro, y libró
a todos los justos que allí estaban atados por causa del pecado
original.
Respondo: Como antes se ha expuesto (
a.4 ad 2),
Cristo, al bajar a los infiernos, obró por la virtud de su pasión. Y
por la pasión de Cristo fue liberado el género humano no sólo del
pecado, sino también del reato de la pena, como arriba se ha dicho
(
q.49 a.1 y
a.3). Pero los hombres estaban sujetos por el reato de la
pena de dos modos: Uno, por el pecado actual, que cada uno había
cometido en su propia persona. Otro, por el pecado de toda la
naturaleza humana, que pasó originalmente del primer Padre a todos,
como se dice en Rom 5,12ss. Pena de este pecado es la muerte corporal
y la exclusión de la vida gloriosa, como es evidente por lo que se
dice en Gen 2,17 y 3,3.19.23ss: Pues Dios echó al hombre del paraíso
después del pecado, a quien, antes del pecado, había amenazado con la
muerte si pecaba. Y por eso, Cristo, bajando a los infiernos, por su
pasión libró a los santos de ese reato, por el que estaban excluidos
de la vida gloriosa, de modo que no podían ver a Dios por esencia, en
lo que consiste la perfecta bienaventuranza del hombre, como se ha
expuesto en la
Segunda Parte (
1-2 q.3 a.8). Y los santos Padres
estaban detenidos en el infierno por cuanto que, a causa del pecado
del primer Padre, no les estaba abierta la puerta de la vida gloriosa.
Y así Cristo, descendiendo a los infiernos, libró de los mismos a los
santos Padres. Precisamente esto es lo que se dice en Zac 9,11:
Tú,
mediante la sangre de tu alianza, sacaste a los cautivos del lago en
que no había agua. Y en Col 2,15 se escribe que,
despojando a
los principados y a las potestades, infernales se entiende,
llevándose a Isaac y Jacob con los demás justos, los hizo pasar de
un lugar a otro, esto es,
los condujo desde este reino de las
tinieblas al cielo, como dice la
Glosa allí
mismo.
A las objeciones:
1. Agustín habla allí contra algunos
que estimaban que los antiguos justos, antes de la venida de Cristo,
estuvieron sujetos a los dolores de los tormentos en el infierno. Por
lo que, un poco antes de las palabras citadas, antepone lo
siguiente: Añaden algunos que a los antiguos santos
les fue también concedido que, cuando el Señor descendió a los
infiernos, quedaron libres de aquellos dolores. Pero el modo de
entender cómo Abrahán, en cuyo seno fue recibido también aquel
inocente pobre, haya estado envuelto en aquellos dolores, yo
ciertamente no lo veo. Y por eso, cuando luego
añade que él todavía no había logrado encontrar qué
es lo que la bajada de Cristo a los infiernos trajo a
los antiguos justos, debe entenderse respecto a la
remisión de los dolores de los tormentos. Sin embargo, les fue útil en
cuanto a la consecución de la gloria; y, por consiguiente, les liberó
del dolor que sufrían por la dilación de la gloria. No obstante,
tenían un gran gozo por la esperanza de la gloria, según aquel pasaje
de Jn 8,56: Abrahán, vuestro padre, se regocijó deseando ver mi
día. Y por este motivo, añade: De los cuales
antiguos justos, no entiendo que se haya separado jamás según la
presencia beatífica de su divinidad, es a saber: en cuanto que
también antes de la venida de Cristo eran bienaventurados en
esperanza, aunque todavía no fuesen perfectamente bienaventurados en
realidad.
2. Los santos Padres, cuando
todavía vivían, fueron liberados por la fe en Cristo de todo pecado,
tanto original como actual, y del reato de la pena de los pecados
actuales; pero no lo fueron del reato de la pena del pecado original,
por el que estaban excluidos de la gloria, al no estar pagado todavía
el precio de la redención humana. De este modo también ahora los
fieles de Cristo son liberados, por medio del bautismo, del reato de
los pecados actuales, y del reato del pecado original en cuanto a la
exclusión de la gloria; pero quedan atados todavía por el reato del
pecado original en cuanto a la necesidad de morir corporalmente,
porque son renovados según el espíritu, pero no todavía según la
carne, conforme a aquellas palabras de Rom 8,10: El cuerpo está
muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la
justicia.
3. Al instante de haber padecido
Cristo la muerte, su alma descendió al infierno, y manifestó el fruto
de su pasión a los santos que allí estaban retenidos, aunque no
salieran de tal lugar mientras Cristo moró en los infiernos, porque la
misma presencia de Cristo pertenecía al culmen de la
gloria.
Artículo 6:
¿Libró Cristo del infierno a algunos condenados?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo libró a algunos condenados
del infierno.
1. Se dice en Is 24,22: Serán reunidos con la reunión de un haz en
el lago, y serán encerrados en la cárcel, y después de muchos días
serán visitados. Pero allí se habla de los condenados, que habían
adorado la milicia de los cielos. Luego parece
que también los condenados fueron visitados cuando Cristo descendió a
los infiernos, cosa que da la impresión de pertenecer a su
liberación.
2. Sobre las palabras de Zac 9,11: Tú, mediante la sangre
de tu alianza, sacaste a los presos del lago en el que no había
agua, comenta la Glosa: Tú libraste a
los que estaban detenidos atados en las cárceles, donde ninguna
compasión les daba el refrigerio que aquel rico suplicaba. Pero
solamente los condenados están encerrados en las cárceles sin
misericordia. Luego Cristo libró del infierno a algunos de los
condenados.
3. El poder de Cristo no fue menor en el infierno que en
este mundo, porque en una y otra parte obró con el poder de su
divinidad. Pero en este mundo libró a algunos de cualquier estado.
Luego también en el infierno libró a algunos del estado de
condenados.
Contra esto: está lo que se lee en Os 13,14: ¡Oh muerte! Yo seré tu
muerte; tu mordedura, ¡oh infierno!, sacando a los elegidos, pero
dejando allí a los reprobos, comenta la Glosa. Ahora bien, en el infierno de los condenados solamente están los réprobos. Luego por el descenso de Cristo a los infiernos no fueron liberados algunos de los condenados en el infierno.
Respondo: Como arriba queda expuesto (
a.4 ad 2;
a.5), cuando Cristo descendió a los infiernos, obró con el poder de su
pasión. Y, por eso, su descenso a los infiernos sólo resultó
provechoso para los que estuvieron unidos a la pasión de Cristo por
medio de la fe informada por la caridad, que quita los pecados. Pero
los que estaban en el infierno de los condenados, o absolutamente no
habían tenido fe en la pasión de Cristo, como los infieles; o si
tuvieron fe, no se conformaron en modo alguno con la caridad de Cristo
paciente. Por lo cual tampoco estaban limpios de sus pecados. Y, por
este motivo, el descenso de Cristo a los infiernos no les trajo la
liberación del reato de la pena infernal.
A las objeciones:
1. Cuando Cristo desciende a los
infiernos, fueron visitados de algún modo todos los que estaban en
cualquier parte del infierno; pero algunos, para su consuelo y
liberación; otros, en cambio, para su represión y confusión, es a
saber, los condenados. Por eso se añade allí mismo (Is 24,23):
Y se
sonrojará la luna, y se avergonzará el sol, etc.
También esto puede referirse a la visitación con que serán visitados
en el día del juicio, no para ser librados sino para ser confirmados
en su condenación, conforme a aquel pasaje de Sof 1,12: Visitaré a
los hombres que se sientan sobre sus heces.
2. Cuando en la Glosa se
comenta: Donde ninguna compasión los refrigeraba, debe
entenderse en cuanto al refrigerio de la liberación consumada. Porque
los santos Padres no podían ser librados de las prisiones del infierno
antes de la venida de Cristo.
3. No se debió a impotencia de
Cristo el que algunos no fueran librados de cualquier estado de las
moradas infernales, como lo fueron de cualquier estado los moradores
del mundo, sino que se debió a la distinta condición de unos y otros.
Porque los hombres, mientras viven aquí, pueden convertirse a la fe y
a la caridad, ya que en esta vida los hombres no están confirmados en
el bien o en el mal, como acontece después de salir de esta
vida.
Artículo 7:
¿Los niños que habían muerto con el pecado original fueron liberados
por el descenso de Cristo?
lat
Objeciones por las que parece que los niños que habían muerto con el
pecado original fueron liberados por el descendimiento de
Cristo.
1. No estaban retenidos en el infierno más que por causa del pecado
original, lo mismo que acontecía con los santos Padres. Pero éstos
fueron librados por Cristo del infierno, como arriba se ha dicho
(
a.1). Luego igualmente los niños fueron librados del infierno por
Cristo.
2. El Apóstol dice en Rom 5,15: si por el delito de uno
solo murieron muchos, mucho más la gracia y el don de Dios abundarán
sobre muchos, por la gracia de un solo hombre, Jesucristo. Ahora
bien, los niños que mueren con sólo el pecado original, son retenidos
en el infierno por causa del pecado del primer Padre. Luego con mayor
razón serán librados del infierno por la gracia de
Cristo.
3. Así como el bautismo obra en virtud de la pasión de
Cristo, así obra también el descenso de Cristo a los infiernos, como
es manifiesto por lo dicho (
a.4 ad 2;
a.5 y
6). Luego igualmente
fueron librados por el descenso de Cristo a los infiernos.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Rom 3,25: Dios ofreció a
Cristo como instrumento de propiciación por la fe en su sangre.
Pero los niños que habían muerto con sólo el pecado original, en
ningún modo habían sido partícipes de la fe. Luego no recibieron el
fruto de la propiciación de Cristo, de modo que fueran librados por Él
del infierno.
Respondo: Como antes se ha expuesto (
a.6), el
descenso de Cristo a los infiernos sólo tuvo efecto en aquellos que,
por la fe y la caridad, estaban unidos a la pasión de Cristo, por cuya
virtud tenía poder liberador el descenso de Cristo a los infiernos.
Pero los niños que habían muerto con el pecado original, en ningún
modo habían contactado con la pasión de Cristo mediante la fe y la
caridad, pues ni habían podido tener fe propia, al carecer del uso del
libre albedrío, ni habían sido purificados del pecado original
mediante la fe de los padres o por medio de algún sacramento de la fe.
Y, por este motivo, el descenso de Cristo a los infiernos no libró de
los mismos a estos niños.
Y además, los santos Padres fueron librados del infierno porque
fueron admitidos a la gloria de la visión de Dios, a la que nadie
puede llegar sino por medio de la gracia, según aquellas palabras de
Rom 6,23: Gracia de Dios (es) la vida eterna. Por
consiguiente, al no haber tenido la gracia los niños muertos con el
pecado original, no fueron librados del infierno.
A las objeciones:
1. Los santos Padres, aunque
todavía permanecían ligados por el reato del pecado original en cuanto
mira a la naturaleza humana, estaban, no obstante, libres de toda
mancha de pecado por medio de la fe en Cristo; y por tanto eran
capaces de la liberación que aportó Cristo cuando
descendió a los infiernos. Pero eso no puede decirse de los niños,
como consta por lo que acabamos de decir (en la sol.).
2. Cuando el Apóstol dice: La
gracia de Dios abundó sobre muchos, el muchos no debe
tomarse comparativamente, como si numéricamente hayan sido más los
salvados por la gracia de Cristo que los condenados por el pecado de
Adán. Debe tomarse en sentido absoluto, como si dijera que la gracia
de uno solo, Cristo, abundó sobre muchos, así como también el
pecado de uno solo, Adán, llegó a muchos. Pero así como el pecado de
Adán solamente llegó a los que descienden carnalmente de él por vía
seminal, así también la gracia de Cristo sólo llegó a aquellos que se
han convertido en miembros suyos por una regeneración espiritual, lo
cual no corresponde a los niños que mueren con el pecado
original.
3. El bautismo se administra a los
hombres en esta vida, en la que el hombre puede cambiarse de la culpa
a la gracia. Pero el descenso de Cristo a los infiernos fue presentado
a las almas después de esta vida, cuando no son capaces del cambio
antedicho. Y, por este motivo, los niños son librados del pecado
original y del infierno por medio del bautismo, pero no por el
descenso de Cristo a los infiernos.
Artículo 8:
¿Con su descenso a los infiernos, libró Cristo a las almas del
purgatorio?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo, con su descenso a los
infiernos, libró a las almas del purgatorio.
1. Dice Agustín, en la Epístola
Ad Evodium: Puesto
que testimonios evidentes hacen mención tanto del infierno como de los
dolores, no hay motivo alguno para creer que el Salvador fue allí sino
para liberarles de esos dolores. Pero si libró de éstos a todos los
que encontró, o a algunos que juzgó dignos de ese beneficio, todavía
estoy investigándolo. Sin embargo,
no dudo de que Cristo fue
a los infiernos y otorgó este beneficio a los que estaban inmersos en
el dolor. Pero no concedió el beneficio de la liberación a los
condenados, como arriba se ha dicho (
a.6). Fuera de éstos no hay nadie
que esté sujeto a los dolores del castigo sino los que se hallan en el
purgatorio. Luego Cristo libró a las almas del purgatorio.
2. La presencia del alma de Cristo no tuvo un efecto menor
que sus propios sacramentos. Pero los sacramentos de Cristo libran a
las almas del purgatorio; y especialmente las libra el de la
Eucaristía, como después se dirá (véase Suppl. q.71 a.9). Luego
con mayor razón fueron libradas las almas del purgatorio por la
presencia de Cristo cuando descendió a los infiernos.
3. A los que Cristo curó en esta vida, los curó
totalmente, como dice Agustín en el libro De Poenitentia. Y en Jn 7,23 dice el Señor: Yo he curado del todo a un hombre en sábado. Ahora bien Cristo a los que estaban en el purgatorio los libró del reato de la pena de daño, que les privaba de la gloria. Luego también los libró del reato de la pena del purgatorio.
Contra esto: está lo que dice Gregorio en XIII Moral.: Cuando nuestro Creador y Redentor, entrando en las cárceles del infierno, sacó de allí las almas de los elegidos, no tolera que vayamos nosotros allí, de donde libró a otros cuando descendió. Permite, sin embargo, que vayamos al purgatorio. Luego descendiendo a los infiernos, no libró las almas del purgatorio.
Respondo: Como se ha expuesto muchas veces, el
descenso de Cristo a los infiernos tuvo poder de liberar en virtud de
su pasión. Pero su pasión no tuvo una virtud temporal y transitoria
sino perpetua, conforme a aquellas palabras de Heb 10,14: Mediante
una sola oblación perfeccionó para siempre a los santificados.
Y, por este motivo, resulta evidente que la pasión de Cristo no tuvo
entonces una eficacia mayor que la que tiene ahora. Y, en
consecuencia, los que se encontraron en la condición que tienen ahora
los que están retenidos en el purgatorio, no fueron librados del mismo
por el descenso de Cristo a los infiernos. Mas si entonces se
encontraban allí en unas condiciones semejantes a las que tienen los
que ahora son librados del purgatorio por el poder de la pasión de
Cristo, nada impide que los tales fueran librados del purgatorio por
el descenso de Cristo a los infiernos.
A las objeciones:
1. Del texto de Agustín
no se puede sacar la conclusión de que todos los que
estaban en el purgatorio fuesen librados del mismo, sino de que ese
beneficio fue concedido a algunos, a saber: a los que ya estaban
suficientemente purificados; o también a los que, mientras vivían,
merecieron por la fe y el amor, y por la devoción a la muerte de
Cristo, que cuando descendió allí, fuesen liberados de la pena
temporal del purgatorio.
2. La virtud de la pasión de
Cristo obra en los sacramentos a manera de cierta curación y
expiación. De donde el sacramento de la Eucaristía libra a los hombres
del purgatorio en cuanto que es un sacrificio satisfactorio por el
pecado. Pero el descenso de Cristo a los infiernos no fue
satisfactorio. Obraba, sin embargo, en virtud de su pasión, que fue
satisfactoria, como arriba se ha dicho (
q.48 a.2); pero su pasión era
satisfactoria en general, de modo que era preciso aplicar su virtud a
cada uno mediante algo que fuera de su especial pertenencia. Y, por
consiguiente, no es necesario que por el descenso de Cristo a los
infiernos fuesen liberados todos del purgatorio.
3. Los defectos de los que Cristo
libraba juntamente a los hombres en este mundo, eran personales,
pertenecientes en propiedad a cada uno. Por el contrario, la exclusión
de la gloria de Dios era un defecto general que pertenecía a toda la
naturaleza humana. Y, por tal motivo, nada impide que los que estaban
en el purgatorio fuesen librados por Cristo de la exclusión de la
gloria, pero no del reato de la pena del purgatorio, que atañe a un
defecto personal. Como, al revés, los santos
Padres, antes de la venida de Cristo, fueron librados de los defectos
propios, pero no del defecto común, como antes se ha dicho (
a.7 ad 1;
q.49 a.5 ad 1).