Artículo 1:
¿Debió el Hijo de Dios asumir la naturaleza humana con los defectos
corporales?
lat
Objeciones por las que parece que el Hijo de Dios no debió asumir la
naturaleza humana con los defectos del cuerpo.
1. Como estaba unida el alma personalmente al Verbo de Dios, así lo
estaba el cuerpo. Pero el alma de Cristo tuvo una perfección total lo
mismo en el orden de la gracia que en el de la ciencia, como antes
hemos dicho (
q.7 a.9; q.9ss). Luego también el cuerpo
debió ser
perfecto en todos los órdenes, exento de todo defecto.
2. El alma de Cristo veía al Verbo del mismo modo que lo ven
los bienaventurados en el cielo, como antes se ha explicado (
q.9 a.2);
y, de esta manera, el alma de Cristo era bienaventurada. Pero el
cuerpo resulta glorificado por la bienaventuranza del alma, pues dice
Agustín en la Epístola
A.d Dioscorum: Dios dotó al
alma de una naturaleza tan poderosa, que su plenísima bienaventuranza
redunda también en la naturaleza inferior, que es el cuerpo;
bienaventuranza que no es la propia del sujeto que goza y entiende,
sino la referente a la plenitud de la salud, esto es, el vigor de la
incorrupción. Luego el cuerpo de Cristo fue incorruptible y exento
de todo defecto.
3. La pena es consecuencia de la culpa. Pero en Cristo no
existió culpa alguna, como se recuerda en 1 Pe 2,22: El no cometió
pecado. Luego tampoco debieron existir en él los defectos
corporales, que tienen carácter penal.
4. Ningún sabio toma aquello que le aparta de su propio
fin. Pero los defectos corporales parece que impiden de muchos modos
el fin de la encarnación. Primeramente, porque tales debilidades
dificultaban a los hombres el conocimiento de la encarnación, de
acuerdo con las palabras de Is 53,2-3: Le hemos echado de menos;
despreciado y el último de los hombres, varón de dolores y conocedor
de la flaqueza, y cuyo rostro estaba como escondido y despreciado; por
lo que ni siquiera hemos reflexionado sobre él. En segundo lugar,
porque parece que no se cumpliría el deseo de los santos Patriarcas,
en cuyo nombre se dice en Is 51,9: Álzate, álzate, revístete de
fortaleza, brazo del Señor. Finalmente, porque, para vencer el
poder del demonio y curar la flaqueza humana, parece más apropiada la
fortaleza que la debilidad. No parece, pues, haber sido conveniente
que el Hijo de Dios asumiese la naturaleza humana con las debilidades
o defectos corporales.
Contra esto: está lo que leemos en Heb 2,18: Porque en cuanto él
mismo padeció y fue tentado, es también poderoso para ayudar a los que
son tentados. Pero el Hijo de Dios vino a socorrernos; y por eso
decía David: Levanté mis ojos a los montes, de donde me vendrá el
auxilio (Sal 120,1). Luego fue conveniente que el Hijo de Dios
asumiese una carne sujeta a las debilidades humanas, para que en ella
pudiera padecer y ser tentado, y de esa manera ayudarnos a nosotros.
Respondo: Fue conveniente que el cuerpo asumido
por el Hijo de Dios estuviese sometido a las debilidades y defectos
humanos; y especialmente por tres motivos. Primero, porque el Hijo de
Dios, asumiendo la carne, vino al mundo para satisfacer por los
pecados del género humano. Y uno satisface por los pecados de otro
cuando echa sobre sí mismo la pena debida a los pecados de ese otro.
Ahora bien, los defectos corporales a que nos referimos, es a saber:
la muerte, el hambre y la sed y otros por el estilo, son pena del
pecado, introducido por Adán en el mundo, según Rom 5,12:
Por un
hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte. Por
eso fue conveniente, en relación con el fin de la encarnación, que
asumiese en nuestra carne las penalidades de esta naturaleza, en lugar
nuestro, según Is 53,4:
Verdaderamente se apropió nuestras
enfermedades.
Segundo, para apoyar nuestra fe en la encarnación. No siendo la
naturaleza humana conocida por los hombres de otro modo que en cuanto
sometida a los defectos corporales de esta clase, en el caso de que el
Hijo de Dios hubiera asumido la naturaleza humana exenta de tales
defectos, daría la impresión de no ser verdadero hombre y de no poseer
carne verdadera sino fantástica, como lo afirmaron los
Maniqueos. Y por eso se dice en Flp 2,7 que se
anonadó, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y
siendo reconocido como hombre en su aspecto. De ahí que Tomás
volviese a la fe por la contemplación de las heridas, como se dice en
Jn 20,26ss.
Tercero, para ejemplo de paciencia, que él nos da soportando con
fortaleza los sufrimientos y los defectos humanos. Por eso se dice en
Heb 12,3: Soportó la contradicción de los pecadores contra él, para
que no decaigáis, desfalleciendo en vuestros ánimos.
A las objeciones:
1. La satisfacción por el pecado de
otro tiene como materia las penas que uno sufre por el pecado de ese
otro; pero tiene como principio un hábito del alma que inclina a la
voluntad a satisfacer por otro, y de ahí dimana la eficacia de la
satisfacción, pues la satisfacción no sería eficaz si no procediese de
la caridad, como luego se dirá (véase Suppl. q.14 a.2). Y por
eso convino que el alma de Cristo fuese perfecta en cuanto a los
hábitos de los conocimientos y de las virtudes, para que tuviese la
facultad de satisfacer; lo mismo que convino que su cuerpo estuviese
sometido a las enfermedades, con el fin de que no le faltase materia
de satisfacción.
2. Dada la relación natural que
existe entre el alma y el cuerpo, la gloria del alma redunda en el
cuerpo. Pero en Cristo esa relación natural estaba sometida a su
voluntad divina, por cuya decisión aconteció que la bienaventuranza se
mantuviese en su alma sin redundar en el cuerpo, y que la carne
padeciese lo propio de una naturaleza pasible, de acuerdo con lo que
dice el Damasceno: El beneplácito de la voluntad
divina permitió que la carne padeciese y obrase lo que le era
propio.
3. La pena es siempre consecuencia
de la culpa, actual u original, unas veces del que es castigado, otras
de aquel por quien satisface el que padece las penas. Y esto es lo que
aconteció en Cristo, según Is 53,5: El fue herido por nuestras
iniquidades, y molido a causa de nuestros pecados.
4. La debilidad asumida por Cristo
no estorbó el fin de la encarnación, sino que lo promovió, como
acabamos de decir (en la sol.). Y aunque por las debilidades de este
tipo se ocultase su divinidad, se manifestaba, en cambio,
su humanidad, que es el camino para llegar a la
divinidad, según Rom 5,1-2: Por Jesucristo tenemos acceso a
Dios. Los antiguos Patriarcas deseaban que se diese en Cristo no
la fortaleza corporal, sino la espiritual, por la que venció al diablo
y sanó la flaqueza de los hombres.
Artículo 2:
¿Estuvo Cristo necesariamente sometido a los defectos del
cuerpo?
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Objeciones por las que parece que Cristo no estuvo sometido
necesariamente a estos defectos.
1. En Is 53,7 se dice: Se ofreció porque él quiso; y se habla
de la oblación para la pasión. Pero la voluntad se opone a la
necesidad. Luego Cristo no estuvo necesariamente sujeto a los defectos
del cuerpo.
2. Escribe el Damasceno en el libro III: En Cristo no cabe pensar nada forzado; en él, por el contrario, todo
fue voluntario. Pero lo voluntario no es necesario. Luego tales
defectos no existieron en Cristo por necesidad.
3. La necesidad es impuesta por un ser más poderoso. Pero
no existe criatura alguna más poderosa que el alma de Cristo, de cuya
incumbencia era conservar el propio cuerpo. Luego tales defectos o
debilidades no se dieron en Cristo por necesidad.
Contra esto: están las palabras del Apóstol en Rom 8,3: Dios envió a
su Hijo en una carne semejante a la del pecado. Pero es condición
de la carne de pecado la necesidad de morir y la de soportar otras
pasiones semejantes. Luego en la carne de Cristo existió la necesidad
de soportar esos defectos.
Respondo: La necesidad es doble. Una, la de
coacción, que proviene de un agente extrínseco. Y esta necesidad es
contraria tanto a la naturaleza como a la voluntad, por ser ambas
principios intrínsecos. Otra, la necesidad natural, que es
consecuencia de principios naturales, por ejemplo de la forma, siendo
así necesario que el fuego caliente; o también de la materia, y así
resulta necesario que el cuerpo compuesto de elementos contrarios se
deshaga.
Por consiguiente, según la necesidad proveniente de la materia, el
cuerpo de Cristo estuvo sujeto a la necesidad de la muerte y a otros
defectos semejantes. Porque, como se ha dicho, el
beneplácito de la voluntad divina permitió que la carne de Cristo
obrase y padeciese lo que le era propio; y esta necesidad, como
acabamos de decir, emanaba de los principios del cuerpo
humano.
Si hablamos de la necesidad de coacción en cuanto contraria a la
naturaleza corporal, nuevamente el cuerpo de Cristo, por imperativo de
la propia naturaleza, estuvo necesariamente sujeto a la perforación de
los clavos y las heridas de los azotes. Pero en cuanto tal necesidad
es contraria a la voluntad, es claro que en Cristo no se dio la
necesidad de esos defectos, ni respecto de la voluntad divina, ni
respecto de la voluntad humana de Cristo en absoluto, en cuanto que
ésta sigue a la razón deliberativa. Sólo por relación al instinto
natural de la voluntad, es a saber, conforme rehuye naturalmente la
muerte y lo nocivo para el cuerpo, puede decirse que Cristo padeció
necesariamente.
A las objeciones:
1. Se afirma que Cristo se
ofreció porque quiso, lo mismo por su voluntad divina que por su
voluntad humana deliberada; no obstante ser la muerte contraria al
instinto natural de la voluntad, como dice el Damasceno.
2. Queda resuelta por lo expuesto
(en la sol.).
3. Hablando de modo absoluto,
nada ha existido más poderoso que el alma de Cristo; pero nada impide
que haya habido algo más poderoso con relación a un efecto concreto,
como es el del clavo para taladrar. Y esto lo afirmo considerando el
alma de Cristo según su naturaleza y virtud.
Artículo 3:
¿Contrajo Cristo los defectos corporales?
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Objeciones por las que parece que Cristo contrajo los defectos
corporales.
1. Se dice que contraemos algo cuando lo recibimos originariamente
con la naturaleza. Pero Cristo, por su mismo origen, junto con la
naturaleza humana recibió los defectos corporales provenientes de su
Madre, cuya carne también estaba sometida a defectos de esta clase.
Luego da la impresión de que contrajo tales defectos.
2. Lo causado por los principios de la naturaleza se recibe
juntamente con ésta, y así es contraído. Pero las penalidades de este
tipo son causadas por los principios de la naturaleza humana. Luego
Cristo las contrajo.
3. Por estos defectos, Cristo se hizo semejante a los
demás hombres, como se lee en Heb 2,17. Ahora bien, los demás hombres
han contraído tales defectos. Luego parece que también los contrajo
Cristo.
Contra esto: está que esos defectos se contraen como consecuencia del
pecado, según Rom 5,12: Por un hombre entró el pecado en el mundo,
y por el pecado la muerte. Pero en Cristo no existió el pecado.
Luego Cristo no contrajo estos defectos.
Respondo: En el verbo contraer está
indicado el orden entre efecto y causa, de manera que se contrae una
cosa cuando ésta es traída con su causa necesariamente y al mismo
tiempo. Ahora bien, la causa de la muerte y de los defectos de esta
clase en la naturaleza humana es el pecado, porque por el pecado
entró la muerte en el mundo, como se dice en Rom 5,12. Y por eso,
hablando con propiedad, se dice que contraen tales defectos los que
incurren en ellos como merecidos por el pecado. Pero Cristo no tuvo
esos defectos en cuanto merecidos por el pecado, porque, como dice
Agustín comentando el pasaje de Jn 3,31, el que viene
de arriba está sobre todos: Cristo viene de arriba, esto es, de la
sublimidad que tuvo la naturaleza humana antes del pecado del primer
hombre. El tomó, en efecto, la naturaleza humana sin el pecado, en
la pureza que tenía en el estado de inocencia. Y de igual manera
hubiera podido asumir una naturaleza humana exenta de defectos. Por
consiguiente, queda claro que Cristo no contrajo tales defectos como
tomándolos a modo de deuda por el pecado, sino por su propia
voluntad.
A las objeciones:
1. El cuerpo de la Virgen fue
concebido en pecado original, y por eso contrajo
estos defectos. Pero el cuerpo de Cristo asumió de la Virgen una
naturaleza sin culpa. Y del mismo modo hubiera podido asumir una
naturaleza exenta de sufrimientos; pero quiso asumir las penas con
miras a realizar la obra de nuestra redención, como hemos dicho (
a.1).
Y por eso tuvo tales defectos, no contrayéndolos, sino asumiéndolos
voluntariamente.
2. La causa de la muerte y de los
demás defectos de la naturaleza humana es doble: una, remota,
cimentada en los principios materiales del cuerpo humano, por estar
éste compuesto de elementos contrarios. Pero esta causa estaba
impedida por la justicia original. Y, por eso, la causa
próxima de la muerte y de los otros defectos es el pecado, que motivó
la privación de la justicia original. Y como Cristo estuvo exento de
pecado, de ahí que digamos que no contrajo los defectos aludidos, sino
que los asumió voluntariamente.
3. Cristo se asemejó a los demás
hombres en estos defectos en cuanto a la forma, no en cuanto a la
causa de los mismos. En consecuencia, no contrajo tales defectos a la
manera en que los contraen los demás hombres.
Artículo 4:
¿Debió asumir Cristo todos los defectos corporales de los
hombres?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo debió asumir todos los
defectos corporales de los hombres.
1. Dice el Damasceno: Lo que no es asimilable es
incurable. Pero Cristo vino a curar todas nuestras lacras. Luego
debió asumir todos nuestros defectos.
2. Hemos dicho (
a.1 ad 1) que, para que Cristo satisficiera
por nosotros, debió tener en el alma hábitos que la perfeccionasen y
en el cuerpo defectos. Pero su alma asumió la plenitud de toda gracia.
Luego en su cuerpo debió asumir todos los defectos.
3. El supremo de todos los defectos corporales es la
muerte. Pero Cristo asumió la muerte. Luego, con mayor razón, debió
asumir los demás defectos.
Contra esto: está que las cosas contrarias no pueden realizarse
simultáneamente en el mismo sujeto. Pero hay ciertos defectos que son
contrarios entre sí porque proceden de principios contrarios. Luego no
fue posible que Cristo asumiese todas las flaquezas
humanas.
Respondo: Como hemos expuesto (
a.1), Cristo
asumió los defectos humanos para satisfacer por el pecado de la
naturaleza humana, para lo que era necesario que su alma poseyese la
perfección de la ciencia y de la gracia. Por consiguiente, Cristo
debió asumir aquellos defectos derivados del pecado común a toda la
naturaleza humana, a condición, sin embargo, de que no fuesen
incompatibles con la perfección de la ciencia y de la
gracia.
Así pues, no fue conveniente que asumiese todos los defectos o
flaquezas humanos, pues hay algunos que son incompatibles con la
perfección de la ciencia y de la gracia, como son: la ignorancia, la
inclinación al mal y la dificultad para el bien.
Y existen defectos que no son comunes a toda la naturaleza humana en
virtud del pecado del primer hombre, sino que, en determinados
hombres, provienen de causas particulares, como acontece con la lepra,
la epilepsia y otros por el estilo. Estos defectos, unas veces,
provienen de una culpa personal, por ejemplo de desórdenes en la
comida; otras, emanan de una constitución débil. Ninguna de estas dos
cosas es aplicable a Cristo, puesto que su cuerpo fue concebido por
obra del Espíritu Santo, que goza de sabiduría y virtud infinitas,
siendo incapaz de equivocarse y de fallar. Y, por otro lado, Cristo no
hizo nada desordenado en su comportamiento.
Existen, en tercer lugar, defectos que son comunes a todos los
hombres a causa del pecado original, como son: la muerte, el hambre,
la sed y otros parecidos. Y todos éstos fueron asumidos por Cristo. El
Damasceno los llama pasiones naturales y no
deformantes; naturales, porque acompañan ordinariamente a toda la
naturaleza humana; no deformantes, porque no implican defecto de
ciencia ni de gracia.
A las objeciones:
1. Todos los defectos particulares
de los hombres proceden de la corruptibilidad y pasibilidad del
cuerpo, a las que se suman algunas causas particulares. Y por eso,
Cristo, por haber curado la pasibilidad y la corruptibilidad de
nuestro cuerpo al asumirlo, curó, consiguientemente, todos los otros
defectos.
2. La plenitud de toda gracia y
de toda ciencia le era absolutamente debida al alma de Cristo por el
hecho de haber sido asumida por el Verbo de Dios. Y por tanto, Cristo
asumió, de forma absoluta, toda la plenitud de sabiduría y de gracia.
En cambio asumió nuestros defectos a manera de administrador, para
satisfacer por nuestro pecado, no porque le correspondiesen por su
propia naturaleza. Y, por tanto, no fue necesario que los asumiese
todos, sino sólo aquellos que bastaban para satisfacer por el pecado
de toda la raza humana.
3. La muerte pasó a todos los
hombres como efecto del pecado del primer padre. Pero no aconteció eso
con los otros defectos, aunque sean menores que la muerte. De ahí que
la razón no sea semejante.