Artículo 1:
El alma de Cristo ¿tuvo y tiene la comprehensión del Verbo, o de la
esencia divina?
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Objeciones por las que parece que el alma de Cristo poseyó y posee la
comprehensión del Verbo, o de la esencia divina.
1. Dice Isidoro que la Trinidad es conocida sólo
para sí misma y para el hombre asumido. Por consiguiente, el
hombre asumido tiene de común con la Santa Trinidad el conocimiento de
sí misma que a ésta le es propio. Y éste es un conocimiento
comprehensivo. Luego el alma de Cristo tuvo la comprehensión de la
esencia divina.
2. Es de mayor categoría la unión con Dios en su ser
personal que la obtenida por medio de la visión. Pero, como escribe el
Damasceno en el libro III, toda la divinidad, en una
de las personas, se unió en Cristo a la naturaleza humana. Por
tanto, con mayor razón verá el alma de Cristo toda la naturaleza
divina. Y así se saca la impresión de que el alma de Cristo tiene la
comprehensión de la esencia divina.
3. Como enseña Agustín en el libro De
Trinitate, lo que conviene por naturaleza al
Hijo de Dios, le conviene por gracia al Hijo del hombre. Ahora
bien, comprehender la esencia divina compete al Hijo de Dios por
naturaleza. Luego le compete al Hijo del hombre por gracia. Y, de este
modo, parece que el alma de Cristo tiene por gracia la comprehensión
del Verbo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: Lo que uno comprehende, queda
circunscrito a sí mismo. Ahora bien, la esencia divina no está
circunscrita por comparación al alma de Cristo, porque la sobrepasa
infinitamente. Luego el alma de Cristo no tiene la comprehensión del
Verbo.
Respondo: Como se deduce de lo dicho
anteriormente (
q.2 a.1), la unión de las naturalezas en la persona de
Cristo se realizó de tal modo que cada una de las naturalezas
permaneció sin confundirse con la otra; es a saber, de manera que
lo que es increado permanece increado, y lo que es creado continúa
dentro de los límites de la criatura, como enseña el Damasceno en
el libro III. Pero es imposible que una criatura tenga
la comprehensión de la esencia divina, como se dijo en la
Primera
Parte (
q.12 a.1), porque lo finito no puede comprehender a lo
infinito. Y por eso es necesario decir que el alma de
Cristo no poseyó en modo alguno la comprehensión de la esencia
divina.
A las objeciones:
1. El hombre asumido es agregado a
la Santísima Trinidad en el conocimiento de ella, no por razón de la
comprehensión, sino en virtud de un conocimiento excelentísimo en
comparación con las demás criaturas.
2. Tampoco en la unión personal
comprehende la naturaleza al Verbo de Dios, o la naturaleza divina,
pues aunque ésta se unió íntegramente a la naturaleza humana en la
persona del Hijo, no por eso quedó como circunscrita por la naturaleza
humana toda la virtualidad divina. Por eso dice Agustín en la
epístola
Ad Volusianum: Quiero que sepas no ser
doctrina cristiana el que Dios se uniese de tal modo a la carne que,
por ello, haya perdido o abandonado el gobierno del universo, o que la
haya transferido como contraída y compendiada a aquel cuerpea lio.
Y, del mismo modo, el alma de Cristo ve toda la esencia divina, pero
no la comprehende, porque no la ve totalmente, esto es, no en un grado
tan perfecto como aquel en que ella es visible, como queda expuesto en
la
Primera Parte (
q.12 a.7).
3. La sentencia de Agustín hay que
interpretarla de la gracia de unión, por la cual todo lo que se dice
del Hijo de Dios según la naturaleza divina, se dice también del Hijo
del hombre a causa de la identidad del supuesto. Y, en este sentido,
puede decirse con verdad que el Hijo del hombre es comprehensor de la
esencia divina, pero no en cuanto a su alma, sino en cuanto a su
naturaleza divina. Bajo este aspecto también puede decirse que el Hijo
del hombre es el Creador.
Artículo 2:
El alma de Cristo ¿conoce en el Verbo todas las cosas?
lat
Objeciones por las que parece que el alma de Cristo no lo conoce todo
en el Verbo.
1. En Me 13,32 se lee: Cuanto a ese día, nadie lo conoce, ni los
ángeles del cielo ni el Hijo, sino sólo el Padre. Luego no conoce
todas las cosas en el Verbo.
2. Cuanto más perfectamente conoce alguien un principio,
tantas más cosas descubre en él. Ahora bien, Dios ve su esencia más
perfectamente que el alma de Cristo. Luego conoce más cosas en el
Verbo que la propia alma de Cristo. Por tanto, el alma de Cristo no lo
conoce todo en el Verbo.
3. El grado de una ciencia se aprecia en conformidad con
el número de cosas que permite saber. Por consiguiente, si el alma de
Cristo conociese en el Verbo todas las cosas que el propio Verbo sabe,
se seguiría que la ciencia del alma de Cristo igualaría a la ciencia
divina, lo creado a lo increado. Pero tal cosa es imposible.
Contra esto: está lo que acerca de Ap 5,12: Digno es el Cordero de
recibir la divinidad y la ciencia, dice la Glosa: esto es, el conocimiento de todas las
cosas.
Respondo: Cuando se investiga si Cristo lo
conoce todo en el Verbo, hay que advertir que el
todo puede
entenderse de dos maneras. Primera, en sentido propio, refiriéndose a
todo lo que de cualquier modo existe, existirá o existió, o fue hecho
o dicho o pensado por quienquiera que sea, en cualquier tiempo. Y, en
este sentido, hay que defender que el alma de Cristo lo conoció todo
en el Verbo. Cada una de las inteligencias creadas conoce en el Verbo
no absolutamente todo, sino tanto más cuanto con mayor perfección
conoce al Verbo. Sin embargo, ningún entendimiento bienaventurado está
privado de conocer en el Verbo todo lo que está relacionado con el
propio bienaventurado. Ahora bien, con Cristo y su dignidad están
relacionadas, de algún modo, todas las cosas, en cuanto que
todo
está sometido a él (1 Cor 15,27). El también
ha sido
constituido por Dios juez de todos por ser el Hijo del hombre,
como se lee en Jn 5,27. Y, por ese motivo, el alma de Cristo conoce en
el Verbo todo lo que existe en cualquier tiempo, incluidos los
pensamientos de los hombres, de los que es juez, de modo que de él se
dice en Jn 2,25:
El conocía lo que había en el
hombre. Tal expresión puede entenderse no sólo de la ciencia
divina, sino también de la ciencia que tiene su alma en el Verbo.
La otra manera de entender el todo consiste en tomarlo en
sentido más amplio, de modo que se extienda no sólo a todo lo que
existe en acto en cualquier tiempo, sino también a todo lo que está en
potencia que nunca se convertirá en acto. Algunas de estas cosas
solamente existen en la potencia divina. Y el alma de Cristo no conoce
en el Verbo todas las cosas que existen de ese modo, porque
equivaldría a comprehender todo lo que Dios puede hacer, porque eso
sería lo mismo que comprehender la potencia divina y, en consecuencia,
la divina esencia. Cualquier potencia, en efecto, se conoce mediante
el conocimiento de lo que es capaz de hacer.
Pero hay otras cosas que no sólo existen en la potencia divina, sino
también en la potencia de la criatura. Y todas éstas las conoce el
alma de Cristo en el Verbo, pues en éste comprehende la esencia de
todas las criaturas, y, por consiguiente, su potencia y virtud, y todo
lo que cabe en el poder de la criatura.
A las objeciones:
1. Arrio y Eunomio no
entendieron esas palabras de la ciencia del alma, puesto que no
admitían ésta en Cristo, como queda dicho (
q.5 a.3), sino del
conocimiento divino del Hijo, de quien afirmaban que era inferior al
Padre en lo referente a la ciencia. Pero esto es inadmisible,
porque
todas las cosas fueron hechas por el Verbo de Dios, como
se lee en Jn 1,3, y entre ellas todos los tiempos también. Y el Verbo
no ignora nada de lo que ha hecho.
Por consiguiente, se dice que ignora el día y la hora del juicio,
porque no lo da a conocer a los demás, pues, interrogado por los
Apóstoles sobre este problema (Act 1,6-7), no se lo quiso revelar. Lo
mismo que, en sentido contrario, se lee en Gen 22,12: Ahora he
conocido que temes a Dios, esto es: Ahora he dado a
conocer. Y se dice que el Padre lo conoce, porque comunicó al Hijo
el conocimiento acerca de ese problema. Por tanto, al decir a no
ser el Padre, se da a entender que el Hijo lo conoce, no sólo
según su naturaleza divina, sino también según su naturaleza humana.
Porque, como argumenta el Crisóstomo, si a Cristo
hombre le ha sido dado conocer cómo hay que juzgar, que es lo más
grande, con mayor razón se le ha concedido conocer lo que es menor, a
saber, el momento del juicio.
Orígenes, en cambio, interpreta ese pasaje de Cristo
en su cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24), la cual desconoce
ese momento. Y algunos sostienen que debe entenderse del
Hijo de Dios adoptivo, no del hijo natural.
2. Dios conoce su propia esencia
de modo más perfecto que el alma de Cristo, porque la comprehende. Y
por eso conoce no sólo todo lo que existe en acto en cualquier tiempo,
modo de conocer llamado
ciencia de visión, sino también todo lo
que él mismo puede hacer, modo llamado
simple inteligencia,
como queda escrito en la
Primera Parte (
q.14 a.9). Así pues, el
alma de Cristo conoce todo lo que Dios conoce en sí mismo por la
ciencia de visión; pero no conoce todo lo que Dios
conoce en sí mismo por la ciencia de simple inteligencia. Y, por eso,
Dios conoce en sí mismo muchas más cosas que las que conoce el alma de
Cristo.
3. El grado de ciencia no se mide
solamente por el número de cosas sabidas, sino también por la claridad
de tal conocimiento. Por consiguiente, aunque la ciencia que el alma
de Cristo tiene en el Verbo se equipare con la ciencia de visión que
Dios tiene en sí mismo en cuanto al número de cosas conocidas, sin
embargo la ciencia de Dios excede infinitamente a la ciencia del alma
de Cristo en cuanto a la claridad del conocimiento. Porque la luz
increada de la inteligencia divina supera infinitamente a cualquier
luz creada recibida en el alma de Cristo, no sólo en cuanto al modo de
conocer, sino también en cuanto al número de cosas conocidas, como
acabamos de decir (en la sol. y en el ad2).
Artículo 3:
¿Puede el alma de Cristo conocer infinitas cosas en el
Verbo?
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Objeciones por las que parece que el alma de Cristo no puede conocer
infinitas cosas en el Verbo.
1. El conocimiento de lo infinito va en contra de su propia
definición, tal como se la presenta en el III Physic.: Infinito es aquello cuya cantidad queda siempre fuera de la capacidad de quienes lo estudian. Pero es imposible separar la definición de lo definido, porque eso equivaldría a admitir la existencia simultánea de cosas contradictorias. Luego es imposible que el alma de Cristo conozca infinitas cosas.
2. La ciencia de lo infinito es infinita. Ahora bien, la
ciencia del alma de Cristo no puede ser infinita, porque, al ser una
criatura, su capacidad es finita. Luego el alma de Cristo no puede
conocer infinitas cosas.
3. No puede existir cosa mayor que lo infinito. Pero la
ciencia divina, hablando en absoluto, abarca más cosas que la ciencia
del alma de Cristo, como queda dicho (
a.2). Luego el alma de Cristo no
conoce infinitas cosas.
Contra esto: está que el alma de Cristo conoce todo su poder, y todo
aquello a lo que éste se extiende. Pero tiene poder para purificar
infinitos pecados, según 1 Jn 2,2: El es la propiciación por
nuestros pecados;y no sólo por los nuestros, sino también por los de
todo el mundo. Luego el alma de Cristo conoce infinitas
cosas.
Respondo: Todo conocimiento versa sobre el ser,
porque el ser y la verdad son convertibles. Pero a una cosa se le
llama
ser de dos maneras: una, absoluta, cuando se trata de un
ser en acto; otra, relativa, cuando el ser está en potencia. Y porque,
como se dice en IX
Metaphys., cada cosa es
cognoscible en cuanto que está en acto, no en cuanto está en potencia,
la ciencia se fija primaria y principalmente en el ser en acto. Y,
secundariamente, presta atención al ser en potencia, que no es
cognoscible en sí mismo, sino en cuanto se conoce el ser en cuya
potencia existe.
En cuanto al primer modo de ciencia, el alma de Cristo no conoce
infinitas cosas, porque éstas no existen en acto, ni siquiera teniendo
en cuenta todas las cosas que están en acto a lo largo de todos los
tiempos, porque el estado de generación y de corrupción no tiene una
duración infinita. Por esto hay un límite numérico no sólo para las
cosas ingenerables e incorruptibles, sino también para las que están
sujetas a la generación y a la corrupción. Por lo que se refiere al
segundo modo de conocimiento, el alma de Cristo conoce infinitas cosas
en el Verbo. Conoce, efectivamente, como se ha dicho (a.2), todo lo
que existe en la potencia de la criatura. Por lo que, al existir
infinitas cosas en esa potencia de la criatura, conoce en tal sentido
infinidad de cosas por una especie de ciencia de simple inteligencia,
pero no por la ciencia de visión.
A las objeciones:
1. Como se explicó en la
Primera
Parte (
q.7 a.1), algo se llama infinito de dos modos: primero, por
razón de la forma. Este tal es el llamado infinito negativo; lo cual
quiere decir que la forma o el acto del mismo no están limitados por
la materia o por el sujeto en que se encuentra. Y un infinito de esta
clase, de suyo, es cognoscible en grado máximo a causa
de la perfección del acto, aunque no sea comprehensible para la
potencia limitada de la criatura; y en este sentido se dice que Dios
es infinito. Y el alma de Cristo conoce tal infinito, aunque no lo
comprehenda.
Segundo, por razón de la potencia de la materia. Y este tal se llama
infinito privativo, en el sentido de que no tiene la forma que le
compete poseer. Se le denomina también infinito cuantitativo. Un
infinito de esta clase es, de suyo, desconocido, porque viene a ser
como una materia privada de su forma, como se dice en el III Physic., mientras que todo conocimiento se produce
mediante la forma o el acto. Así pues, si se trata de conocer un
infinito de esta clase según el modo que le es propio, tal
conocimiento resulta imposible, pues equivale a conocer las partes una
en pos de otra, como se escribe en el III Physic.. Y, de esta manera, resulta verdadero que para los que se fijan en la cantidad, es a saber, para los que consideran las partes una después de otra, siempre queda algo que no captan. Pero lo mismo que las cosas materiales pueden ser aprehendidas por la inteligencia de un modo inmaterial, y lo mismo que lo múltiple puede entenderse como formando unidad, así también infinitas cosas pueden ser aprehendidas por la inteligencia no como algo infinito, sino a modo de algo limitado, de manera que esas cosas infinitas en sí mismas sean finitas para la inteligencia del sujeto que las conoce. Y, de este modo, el alma de Cristo conoce infinitas cosas, en el sentido de que las conoce, no considerándolas unas en pos de otras, sino como una unidad, por ejemplo en una criatura en cuya potencia existen infinidad de cosas y, principalmente, en el propio Verbo.
2. Nada impide que una realidad sea
infinita bajo un punto de vista y limitada en otro aspecto, como si
imaginamos, en el orden de la cantidad, una superficie infinita en
longitud y limitada en anchura. Así pues, si los hombres fuesen
numéricamente infinitos, tendrían la infinitud en cierto sentido, es a
saber, el de la multitud; pero no la tendrían en relación con la
esencia, porque toda esencia está limitada por su propia especie. Pero
lo absolutamente infinito por razón de la esencia es Dios, como se
expuso en la
Primera Parte (
q.7 a.2). Y el objeto propio de la
inteligencia, como se dice en el III
De Anima,
es la
quididad de cada cosa, a la que pertenece la noción de
especie.
Así pues, el alma de Cristo, por tener una capacidad limitada, capta
ciertamente lo infinito en esencia, es decir, Dios, pero no lo
comprehende, como se ha dicho (a.1). En cambio, lo infinito radicado
potencialmente en las criaturas puede ser comprehendido por el alma de
Cristo, porque tal infinitud es captada por razón de la esencia, y
bajo este aspecto la potencia de las criaturas no es infinita. Pues
también nuestra inteligencia entiende lo universal, por ejemplo la
naturaleza del género o de la especie, lo que, en cierto modo, es
infinito, en cuanto que puede predicarse de infinitos
individuos.
3. Lo infinito en todos los
aspectos no puede ser más que uno; por eso dice el Filósofo, en el
I
De caelo et mundo, que, por estar el cuerpo
sometido a la dimensión en todas sus partes, resulta imposible la
existencia de varios cuerpos infinitos. Sin embargo, en caso de
existir algún ser infinito bajo un solo aspecto, nada impediría la
existencia de varios seres infinitos, como si imaginásemos muchas
líneas infinitas según la longitud reducidas a una superficie limitada
en la anchura. Como, pues, lo infinito no es una sustancia, sino un
accidente de las cosas llamadas infinitas, como se escribe en el III
Physic.; como lo infinito se multiplica según
los diversos sujetos, así también es necesario que se multiplique la
propiedad de lo infinito, de modo que convenga a cada uno de los
sujetos en que se encuentra. Y una de las propiedades de lo infinito
es que no haya nada mayor que él. E igualmente, si nos fijamos en
cualquiera de las otras líneas infinitas, es claro que las partes de
cada una de ellas son infinitas. Por tanto, es necesario que en una
línea de esa clase no haya nada mayor que todas sus partes infinitas;
sin embargo, en una segunda y en una tercera línea también habrá
muchas partes infinitas distintas de las anteriores. Y vemos que esto
mismo acontece en los números, pues las especies de los números pares
son infinitas, e igualmente lo son las especies de los números
impares; y, sin embargo, sumados los números pares y
los impares, son más que los números pares.
Así pues, hay que decir que no existe nada mayor que lo absolutamente
infinito bajo todos sus aspectos; en cambio, cuando se trata de algo
infinito en un aspecto determinado, no hay nada mayor en ese orden,
pero sí puede haberlo fuera de tal orden. En este sentido existen
infinitas cosas en la potencia de la criatura; y, sin embargo, existen
muchísimas más en la potencia de Dios que en la potencia de la
criatura. E, igualmente, el alma de Cristo conoce infinitas cosas con
la ciencia de simple inteligencia; pero, de ese modo, Dios conoce
más.
Artículo 4:
El alma de Cristo ¿ve al Verbo de manera más perfecta que cualquier
otra criatura?
lat
Objeciones por las que parece que el alma de Cristo no ve al Verbo de
modo más perfecto que cualquier otra criatura.
1. La perfección del conocimiento depende del medio de conocer. Así,
es más perfecto el conocimiento logrado por medio del silogismo
demostrativo que el obtenido mediante el silogismo dialéctico. Pero
todos los bienaventurados ven al Verbo inmediatamente por la misma
esencia divina, como queda dicho en la
Primera Parte (
q.12 a.2). Luego el alma de Cristo no ve al Verbo de manera más perfecta
que cualquier otra criatura.
2. La perfección de la visión no supera la potencia visiva.
Ahora bien, la potencia de un alma racional, como lo es la de Cristo,
es inferior a la potencia intelectual del ángel, como resulta claro
por lo que dice Dionisio en el c.4 de Cael. hier.. Luego el alma de Cristo no ve al Verbo más perfectamente que los ángeles.
3. Dios ve su propio Verbo de manera infinitamente más
perfecta que el alma. Y hay infinitos grados intermedios entre el modo
en que ve Dios su propio Verbo y el modo en que lo ve el alma de
Cristo. Luego no debe afirmarse que el alma de Cristo vea de modo más
perfecto al Verbo, o la esencia divina, que cualquier otra
criatura.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Ef 1,20-21: Dios puso a
Cristo en el cielo por encima de todo principado, potestad, virtud y
dominación sobre todo nombre, no sólo en este mundo, sino también en
el futuro. Pero en la gloria celestial tanto más alto está uno
cuanto más perfectamente conoce a Dios. Luego el alma de Cristo ve a
Dios de modo más perfecto que cualquier otra criatura.
Respondo: Todos los bienaventurados tienen la
visión de la esencia divina por la participación de la luz que les
viene del Verbo, que es la fuente de la misma, según palabras del Eclo
1,5: La fuente de la sabiduría es el Verbo de Dios en los
cielos. Ahora bien, el alma de Cristo está unida al Verbo de Dios
más íntimamente que cualquier otra criatura, porque está unida a El en
su propia persona. Y por eso recibe una mayor influencia de la luz, en
la que Dios es visto por el mismo Verbo, que cualquier otra criatura.
Por eso también ve más perfectamente que cualquier otra criatura la
verdad primera, que es la esencia de Dios. Y a esto se debe el que se
diga en Jn 1,14: Hemos visto su gloria, como la del Unigénito del
Padre, lleno no sólo de gracia, sino también de
verdad.
A las objeciones:
1. La perfección del conocimiento,
en lo que se refiere al objeto conocido, depende del medio de conocer;
pero, en lo que toca al sujeto que conoce, proviene de la potencia o
el hábito. De ahí que también entre los hombres, aunque se sirvan del
mismo medio de conocimiento, uno conoce la conclusión de manera más
perfecta que otro. Y, en este sentido, el alma de Cristo, que está
repleta de una luz más abundante, conoce la esencia divina más
perfectamente que los otros bienaventurados, aunque todos vean la
esencia de Dios por sí misma.
2. La visión de la esencia divina
supera la potencia natural de cualquier criatura, como queda dicho en
la
Primera Parte (
q.12 a.4). Y por eso, en este campo, los
grados se establecen más de acuerdo con el orden de la
gracia, en el que Cristo ostenta el puesto supremo, que con el orden
de la naturaleza, en el que la naturaleza angélica aventaja a la
humana.
3. Como antes se afirmó (
q.7 a.12) que no puede haber gracia mayor que la de Cristo, por su unión con
el Verbo, lo mismo hay que decir también sobre la perfección de la
visión divina; aunque, hablando en absoluto, pudiera existir un grado
superior, si se tiene en cuenta la infinitud del poder
divino.