Artículo 1:
¿Convino que Cristo fuera bautizado?
lat
Objeciones por las que parece que no convino que Cristo fuera
bautizado.
1. Ser bautizado equivale a ser purificado. Pero a Cristo no le
convino ser purificado, porque no existió en El impureza de ninguna
clase. Luego parece que no convino que Cristo fuera
bautizado.
2. Cristo fue circuncidado para cumplir la ley. Pero el
bautismo no estaba prescrito por la ley. Luego no debía ser
bautizado.
3. El primer motor en cualquier orden es inmóvil en ese
género de movimiento, por ejemplo el cielo, que es la primera causa de
las alteraciones, siendo él inalterable. Ahora bien, Cristo es el
primero en el orden del bautismo, según aquellas palabras: Sobre el
que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que
bautiza (Jn 1,33). Luego no convino que Cristo fuese
bautizado.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 3,13: Vino Jesús de Galilea al
Jordán, delante de Juan, para ser bautizado por él.
Respondo: Convino que Cristo fuera bautizado.
Primero, porque, como dice Ambrosio
In Luc. ',
el Señor fue
bautizado, no porque quisiera ser purificado, sino para purificar las
aguas, a fin de que, purificadas ellas por la carne de Cristo, que no
conoció el pecado, tuvieran la virtud del bautismo; y
para
dejarlas santificadas para los que después habían de ser
bautizados, como escribe el Crisóstomo.
Segundo, porque, como dice el Crisóstomo In Matth., aunque Cristo no fuese pecador, recibió, sin embargo, una naturaleza pecadora y una semejanza de carne de pecado (cf. Rom 8,3). Por esto,
aunque no necesitaba del bautismo en favor de sí mismo, lo necesitaba,
no obstante, la naturaleza carnal en los demás. Y, como escribe Gregorio Nacianceno, Cristo fue bautizado para sumergir en el agua a todo el viejo Adán.
Tercero, quiso ser bautizado, como dice Agustín en un Sermón De
Epiphania, porque quiso hacer El mismo lo que
mandó que habían de hacer todos. Y esto es lo que El mismo
dice: Así conviene que cumplamos toda justicia (Mt 3,15). Como
escribe Ambrosio, In Luc., ésta es la
justicia: Que comiences por hacer tú primero lo que quieres que haga
el otro, y que animes a los demás con tu ejemplo.
A las objeciones:
1. Cristo no fue bautizado para ser
purificado, sino para purificar, como queda expuesto (en la
sol.).
2. Cristo no sólo debía cumplir
los preceptos de la ley antigua, sino también incoar los de la ley
nueva. Y por eso no solamente quiso ser circuncidado, sino también ser
bautizado.
3. Cristo es el primero en
bautizar espiritualmente. Y así no fue propiamente bautizado, sino que
lo fue sólo con agua.
Artículo 2:
¿Convino que Cristo fuese bautizado con el bautismo de
Juan?
lat
Objeciones por las que parece que no convino que Cristo fuese
bautizado con el bautismo de Juan.
1. El bautismo de Juan fue un bautismo de penitencia (cf. Me
1,4). Pero la penitencia no le atañe a Cristo, porque no cometió
pecado alguno. Luego parece que no convino que fuese bautizado con el
bautismo de Juan.
2. El bautismo de Juan, como dice el Crisóstomo, ocupó el punto medio entre el bautismo de los judíos y el bautismo de Cristo. Ahora bien, el medio participa de la naturaleza de los extremos. Por consiguiente, al no haber sido bautizado Cristo con el bautismo de los judíos, ni tampoco con el suyo propio, parece que, por la misma razón, tampoco debió ser bautizado con el bautismo de Juan.
3. Hay que atribuir a Cristo todo lo que es óptimo en las
categorías humanas. Pero el bautismo de Juan no ocupa el lugar supremo
entre los bautismos. Luego no convino que Cristo fuese bautizado con
el bautismo de Juan.
Contra esto: está lo que se lee en Mt 3,13: Vino Jesús al Jordán para
ser bautizado por Juan.
Respondo: Como expone Agustín,
In
loann.,
el Señor, una vez bautizado,
bautizaba, (pero)
no con el bautismo con que El había sido
bautizado. Por lo que, bautizando El con su propio bautismo,
resulta lógico que no fuera bautizado con su propio bautismo, sino con
el de Juan. Y esto fue conveniente. Primero, por el carácter del
bautismo de Juan, que no bautizó con Espíritu, sino sólo
con
agua (cf. Mt 3,11). Pero Cristo no tenía necesidad de bautismo
espiritual, pues desde el principio de su concepción estuvo lleno del
Espíritu Santo, como es claro por lo dicho anteriormente (
q.34 a.1).
Esta es la razón que da el Crisóstomo.
Segundo, porque, como Beda dice, Cristo fue bautizado
con el bautismo de Juan para aprobarlo con su propio
bautismo.
Tercero, porque, como escribe Gregorio Nacianceno, Cristo se acercó al bautismo de Juan con el fin de santificar el
bautismo.
A las objeciones:
1. Como antes se ha declarado
(
a.1), Cristo quiso ser bautizado para inducirnos al bautismo con su
ejemplo. Y por eso, a fin de que su incitación fuese más eficaz, quiso
ser bautizado con un bautismo que evidentemente no necesitaba, para
que los hombres se acercasen al bautismo que necesitaban. Por lo que
comenta Ambrosio,
In Lúe.:
Nadie rehuya el
bautismo de gracia, cuando Cristo no rehuyó el bautismo de
penitencia.
2. El bautismo de los judíos
prescrito por la ley era solamente simbólico, mientras que el bautismo
de Juan era, en cierto modo, real en cuanto que invitaba a los hombres
a abstenerse del pecado. En cambio, el bautismo de Cristo tiene
eficacia para purificar del pecado y para conferir la gracia. Pero
Cristo ni tenía necesidad de la remisión de los pecados, porque no
existían en él, ni necesitaba recibir la gracia, al estar lleno de
ella. Del mismo modo, por ser la Verdad (cf. Jn 14,6), no le
competía lo que era sólo simbólico. Y por eso fue más conveniente que
fuese bautizado con el bautismo que ocupaba el punto medio que con
alguno de los situados en los extremos.
3. El bautismo es un remedio
espiritual. Ahora bien, cuanto un ser es más perfecto, tanto menos
necesita de remedios. Por lo que, al ser Cristo perfecto en grado
máximo, convino que no fuese bautizado con un bautismo perfectísimo,
al modo en que el que está sano no necesita ninguna medicina
eficaz.
Artículo 3:
¿Fue Cristo bautizado en la edad conveniente?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no fue bautizado en la edad
adecuada.
1. Cristo fue bautizado para incitar con su ejemplo a los demás a
recibir el bautismo. Pero los fieles de Cristo son bautizados
plausiblemente no sólo antes de los treinta años, sino incluso en la
infancia. Luego parece que Cristo no debió ser bautizado a los treinta
años de edad.
2. No leemos que Cristo haya enseñado o hecho milagros antes
de su bautismo. Pero hubiera sido más útil para el mundo si hubiese
enseñado durante largo tiempo, comenzando desde los veinte años, o
incluso antes. Luego parece que Cristo, que había venido para provecho
de los hombres, debió ser bautizado antes de los treinta
años.
3. La señal de la sabiduría divinamente infusa debió
manifestarse en Cristo en grado sumo. Ahora bien, tal señal se
manifestó en Daniel al tiempo de su niñez, según el pasaje de Dan
13,45: El Señor suscitó el espíritu santo de un muchacho llamado
Daniel. Luego, con mayor razón, debió Cristo ser bautizado o
enseñar en su niñez.
4. El bautismo de Juan se ordena al de Cristo como a su
fin. Pero el fín es lo primero en la intención, y lo último en la
ejecución. Luego Cristo debió ser bautizado por Juan o el primero
o el último.
Contra esto: está lo que se narra en Lc 3,21: Sucedió que mientras se
bautizaba todo el pueblo, y bautizado Jesús y en oración...; y
después (v.23): Y tenía Jesús, al comenzar, como unos treinta
años.
Respondo: Cristo fue oportunamente bautizado a
los treinta años. Primero, porque Cristo se bautizó alrededor del
tiempo en que comenzaba a enseñar y predicar, para lo que se requiere
una edad perfecta, como lo son los treinta años. Por lo que en Gen
41,46 se lee que
José tenía treinta años cuando se hizo cargo
del gobierno de Egipto. También en 2 Sam 5,4 se dice de David que
tenía treinta años cuando comenzó a reinar. Asimismo Ezequiel
comenzó a profetizar
el año treinta, como se escribe en Ez
1,1.
Segundo, porque, como expone el Crisóstomo In Matth., había de acontecer que después del bautismo de Cristo comenzaría a cesar la ley. Y por esta razón se acercó Cristo al bautismo en esta edad que es capaz de experimentar todos los pecados, a fin de que, observada la ley, nadie diga que la abolió porque no pudo cumplirla.
Tercero, porque, mediante el hecho de bautizarse Cristo en la edad
perfecta, se deja entender que el bautismo engendra varones perfectos,
según aquellas palabras de Ef 4,13: Hasta que todos lleguemos a la
unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al varón
perfecto, a la medida de la edad de la plenitud de Cristo. Por lo
que el mismo carácter del número parece llevarnos a la misma
conclusión. El número treinta, en efecto, resulta de multiplicar el
tres por el diez. Y el tres sugiere la fe en la Trinidad, mientras que
el diez alude al cumplimiento de los mandamientos de la ley; y en
estas dos cosas se asienta la perfección de la vida
cristiana.
A las objeciones:
1. Como explica Gregorio
Nacianceno, Cristo no fue bautizado como si
necesitase de purificación, ni como si le amenazase algún peligro por
diferir el bautismo. Pero para cualquier otro no es pequeño el
peligro, en caso de que salga de esta vida desprovisto del vestido de
la incorrupción, es decir, de la gracia. Y aunque sea bueno
conservar la pureza después del bautismo, resulta todavía
mejor, como él mismo dice, mancharse a veces un
poco que carecer totalmente de la gracia.
2. La utilidad que de Cristo
redunda en los hombres se produce principalmente a través de la fe y
la humildad; a una y otra aprovecha el que Cristo no comenzase a
enseñar en la niñez o en la adolescencia, sino en la edad perfecta.
Aprovecha a la fe, porque con esto se manifiesta en él la humanidad
verdadera, que progresa personalmente con el correr de los años. Y a
fin de que un progreso de este género no se interpretase como
fantástico, no quiso mostrar su sabiduría y su poder antes de la
perfecta edad corporal. Aprovecha sin duda a la humildad para que
nadie se arrogue presuntuosamente la dignidad de la
prelatura y el oficio de enseñar antes de la edad perfecta.
3. Cristo se proponía a los
hombres como ejemplo en todos los órdenes. Y por eso fue conveniente
que se manifestase en él lo que por ley general compete a todos los
hombres, como, por ejemplo, enseñar en la edad perfecta. Pero, como
dice Gregorio Nacianceno, no es ley de la Iglesia
lo que acontece rara vez así como una golondrina no hace
primavera. A algunos en virtud de una providencia especial,
conforme a los planes de la sabiduría divina, les fue concedido que,
antes de la edad perfecta, fuera de la ley general, ejerciesen el
oficio de gobernar o de enseñar. Así sucedió con Salomón (3 Re 3,7),
Daniel Pan 13,45) y Jeremías (Jer 1,5).
4. Cristo no debió ser ni el
primero ni el último bautizado por Juan. Porque, como dice el
Crisóstomo In Matth., Cristo es bautizado para confirmar la
predicación y el bautismo de Juan;y también para recibir el testimonio
de Juan. Tal testimonio de Juan acerca de Cristo no hubiera sido
creído sino después de haber sido muchos los bautizados por el propio
Juan. Y por eso Cristo no debió ser el primer bautizado por Juan. Del
mismo modo, tampoco debió ser el último bautizado. Porque, como añade
el mismo autor, así como la luz del sol no espera
el ocaso del lucero de la mañana, sino que sale cuando éste sigue
todavía su curso, y con su luz apaga el brillo de aquél, así también
Cristo no esperó a que Juan terminase su carrera, sino que apareció
cuando Juan todavía enseñaba y bautizaba.
Artículo 4:
¿Debió ser bautizado Cristo en el Jordán?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no debió ser bautizado en el
Jordán.
1. La verdad debe corresponder a la figura. Ahora bien, la figura del
bautismo se anticipó en el paso del mar Rojo, donde fueron sumergidos
los egipcios, como los pecados son suprimidos en el bautismo. Luego
parece que Cristo debió ser bautizado más bien en el mar que en el río
Jordán.
2. Jordán se interpreta descenso. Pero en el bautismo uno asciende más que desciende, por lo que en Mt 3,16 se dice que, una vez bautizado Jesús, al instante ascendió del agua. Luego parece que fue un desacierto que Cristo fuese bautizado en el Jordán.
3. Cuando pasaban los hijos de Israel, las aguas del
Jordán se volvieron hacia atrás, como se lee en Jos 4 y en Sal
113,3-5. Ahora bien, los que son bautizados no caminan hacia atrás,
sino hacia adelante. Luego no fue conveniente que Cristo fuese
bautizado en el Jordán.
Contra esto: está lo que se narra en Mc 1,9: Jesús fue bautizado por
Juan en el Jordán.
Respondo: Mediante la travesía del río Jordán
entraron los hijos de Israel en la tierra prometida (cf. Jos 3). Ahora
bien, el bautismo de Cristo tiene de especial, sobre todos los
bautismos, el que introduce en el reino de Dios, significado por la
tierra de promisión. Por lo que se dice en Jn 3,5: Si uno no renace
del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el reino de
Dios. A la misma problemática pertenece la división de las aguas
del Jordán por Elias, que iba a ser arrebatado al cielo en un carro de
fuego, como se lee en 4 Re 2,7ss; porque a los que pasan por las aguas
del bautismo se les abre la entrada en el cielo mediante el fuego del
Espíritu Santo. Y por este motivo fue conveniente que Cristo fuese
bautizado en el Jordán.
A las objeciones:
1. El paso del mar Rojo prefiguró
el bautismo en cuanto que éste borra los pecados; en cambio, el paso
del Jordán lo prefiguró en cuanto a la apertura del reino de los
cielos, que es el efecto principal del bautismo, y que sólo es
realizado por Cristo. Y por esta causa convino más que Cristo fuera
bautizado en el Jordán que en el mar.
2. En el bautismo, el ascenso se
produce mediante el progreso de la gracia, que requiere la
humildad del descenso, según el pasaje de Sant
4,6: Da la gracia a los humildes. Y a ese descenso es preciso
referir el nombre del Jordán.
3. Como dice Agustín, en un
Sermón
De Epiphania,
como en tiempos pasados
retrocedieron las aguas del Jordán, así ahora, una vez que Cristo se
bautizó, retroceden los pecados.
O también esto puede significar que, frente al descenso de las aguas,
ascendía el río de las bendiciones.
Artículo 5:
¿Debieron abrirse los cielos una vez que Cristo fue
bautizado?
lat
Objeciones por las que parece que no debieron abrirse los cielos
cuando Cristo fue bautizado.
1. Los cielos deben abrirse para aquel que necesita entrar en ellos,
como para el que vive fuera del cielo. Pero Cristo estaba siempre en
el cielo, según las palabras de Jn 3,13: El Hijo del hombre, que
está en el cielo. Luego parece que no debieron abrirse los cielos
para El.
2. La apertura de los cielos puede entenderse material o
espiritualmente. Pero no puede entenderse materialmente, porque los
cuerpos celestes son impasibles e irrompibles, según el pasaje de Job
37,18: ¿Acaso has fabricado tú los cielos, que son solidísimos como
fundidos de metal? De igual modo, tampoco puede entenderse
espiritualmente, porque, a los ojos del Hijo de Dios, los cielos no
habían estado antes cerrados. Luego parece una inconveniencia decir
que, cuando Cristo se bautizó, se abrieron los cielos (Mt
3,16).
3. El cielo fue abierto para los fieles por la pasión de
Cristo, según palabras de Heb 10,19: Tenemos confianza para la
entrada en el lugar santísimo en virtud de la sangre de Cristo.
Por lo que ni siquiera los bautizados con el bautismo de Cristo, si
murieron antes de su pasión, pudieron entrar en los cielos. Luego con
mayor razón debieron abrirse los cielos cuando Cristo padeció que
cuando fue bautizado.
Contra esto: está lo que se dice en Lc 3,21: Bautizado Jesús y
estando en oración, se abrió el cielo.
Respondo: Como se ha explicado (
a.1;
q.38 a.1),
Cristo quiso ser bautizado para consagrar con su bautismo aquel con
que nosotros seríamos bautizados. Y, por este motivo, en el bautismo
de Cristo debieron mostrarse los elementos que pertenecen a la
eficacia de nuestro bautismo. Sobre tal eficacia hay que considerar
tres cosas: Primero, la virtud principal de la que el bautismo obtiene
su eficacia, que es la virtud del cielo. Y por eso, cuando Cristo se
bautizó, se abrió el cielo, para demostrar que en adelante la virtud
celestial santificaría el bautismo.
Segundo, la fe de la Iglesia y la del que se bautiza intervienen en
la eficacia del bautismo; por eso los bautizados hacen profesión de
fe, y el bautismo se llama sacramento de la fe.
Mediante la fe contemplamos las cosas del cielo, que superan los
sentidos y la razón humanos. Y para dar a entender esto se abrieron
los cielos cuando Cristo se bautizó.
Tercero, que por el bautismo de Cristo se nos abre especialmente la
entrada del reino celestial, que se había cerrado para el primer
hombre por causa del pecado. De donde, una vez que Cristo se bautizó,
se abrieron los cielos, para manifestar que el camino del cielo queda
abierto para los bautizados.
Después del bautismo le es necesaria al hombre la oración continua
para entrar en el cielo; pues, aunque por el bautismo se perdonan los
pecados, permanecen sin embargo la concupiscencia (Fomes
peccati), que nos combate interiormente, y el mundo y el demonio,
que nos atacan desde fuera. Y por este motivo se dice señaladamente en
Lc 3,21 que, bautizado Jesús y estando en oración, se abrió el
cielo, porque es claro que los fieles necesitan la oración después
del bautismo. O para dar a entender que si, por medio del bautismo, el
cielo se abre para los creyentes, es por virtud de la oración de
Cristo. Por eso se dice claramente en Mt 3,16 que se le abrió el
cielo, es decir, se abrió a todos por causa de El, como si el
emperador respondiese a uno que pide un favor para otro: Fíjate en
que esta gracia no se la concedo a él, sino a ti, es decir, a él
por causa tuya, como expone el Crisóstomo In
Matth. 22.
A las objeciones:
1. Según declara el Crisóstomo, In Matth., como Cristo se bautizó según la
disposición humana, aunque, por sí mismo, no necesitase del bautismo,
así, de acuerdo con el ordenamiento humano, se le abrieron los cielos,
pues, según su naturaleza divina, El siempre estaba en los
cielos.
2. Como explica Jerónimo, In
Matth., los cielos se le abrieron a Cristo
bautizado, no con la apertura de los elementos, sino a los ojos
espirituales, al modo en que también Ezequiel dice al principio de su
libro que se abrieron los cielos. Y esto lo prueba el
Crisóstomo, In Matth., diciendo que, si la
propia criatura, esto es, los cielos, se hubiera rasgado, no
hubiera dicho: se le abrieron, porque lo que se abre materialmente,
queda abierto para todos. Por lo que en Me 1,10 se dice
expresamente que Jesús, al instante de salir del agua, vio los
cielos abiertos, como si la apertura de los cielos se refiriese a
la visión de Cristo. Esto lo refieren algunos a la
visión corporal, comentando que en torno a Cristo bautizado brilló un
resplandor tan grande a la hora del bautismo, que dio la impresión de
que los cielos se habían abierto. Puede referirse también a una visión
imaginaria, al modo en que Ezequiel vio abiertos los
cielos; tal visión se formaba en la imaginación de Cristo por el poder
divino y la voluntad de la razón, para hacer saber que, por medio del
bautismo, se abre a los hombres la entrada del cielo. También puede
relacionarse con la visión intelectual, en el sentido
de que Cristo vio, santificado ya el bautismo, el cielo abierto para
los hombres, cosa que antes había visto como algo que había de
hacerse.
3. Por la pasión de Cristo se abre
el cielo a los hombres, como causa universal de la apertura del mismo.
Sin embargo, es necesario que esta causa se aplique a cada uno, con el
fin de que entren en el cielo. Y esto se hace por medio del bautismo,
según las palabras de Rom 6,3:
Cuantos fuimos bautizados en Cristo
Jesús, fuimos bautizados en su muerte. Y por eso la mención de la
apertura de los cielos es más acertada a la hora del bautismo que en
el momento de la pasión.
O, como dice el Crisóstomo In Matth.: Cuando Cristo se bautizó, solamente se abrieron los cielos; pero
después que por la cruz, venció al tirano, al no ser necesarias las
puertas en un cielo que nunca habría de cerrarse, no dicen los ángeles:
Abrid las puertas, sino: Arrancad las puertas (cf. Sal 23,7.9).
Con esto da a entender el Crisóstomo que los obstáculos que antes se
oponían a que las almas de los difuntos entrasen en el cielo fueron
enteramente quitados por la pasión; pero en el bautismo de Cristo
fueron hendidos, como para manifestar que el camino por el que los
hombres habían de entrar en el cielo ya estaba libre.
Artículo 6:
¿Es acertado decir que el Espíritu Santo, en forma de paloma,
descendió sobre Cristo bautizado?
lat
Objeciones por las que parece que no es acertado decir que el
Espíritu Santo, en forma de paloma, descendió sobre Cristo
bautizado.
1. El Espíritu Santo habita en el hombre por medio de la gracia. Pero
en Cristo hombre se dio la plenitud de gracia desde el principio de su
concepción, siendo
el Unigénito del Padre (cf. Jn 1,14), como
es claro por lo dicho anteriormente (
q.7 a.12;
q.34 a.1). Luego el
Espíritu Santo no debió serle enviado en el bautismo.
2. Se dice que Cristo descendió al mundo por el
misterio de la encarnación, cuando se anonadó a sí mismo, tomando
la forma de esclavo (Flp 2,7; cf. Jn 3,13; 6,38.51). Ahora bien,
el Espíritu Santo no se encarnó. Luego es incorrecto decir que el
Espíritu Santo descendió sobre él.
3. En el bautismo de Cristo debió manifestarse, como en un
modelo, lo que sucede en nuestro bautismo. Pero en nuestro bautismo no
se realiza ninguna misión visible del Espíritu Santo. Luego tampoco en
el bautismo de Cristo debió haber una misión visible del Espíritu
Santo.
4. El Espíritu Santo se deriva de Cristo a todos los
demás, según el pasaje de Jn 1,16: De su plenitud hemos recibido
todos. Ahora bien, el Espíritu Santo no descendió sobre los
Apóstoles en forma de paloma, sino en forma de fuego (Act 2,3). Luego
tampoco sobre Cristo debió descender en forma de paloma, sino en forma
de fuego.
Contra esto: está lo que se lee en Lc 3,22: Descendió sobre él el
Espíritu Santo en forma corporal como una paloma.
Respondo: Lo que sucedió con Cristo a la hora de
su bautismo, como comenta el Crisóstomo In Matth., pertenece al misterio de todos los que habían de ser bautizados después. Pero todos los que son bautizados con el bautismo de Cristo reciben el Espíritu Santo, a no ser que se acerquen fingidamente, según aquellas palabras de Mt 3,11: El os bautizará en el Espíritu Santo. Y, por ese motivo, fue conveniente que el Espíritu Santo descendiese sobre el Señor bautizado.
A las objeciones:
1. Como expone Agustín, en XV De
Trín., es un absurdo muy grande decir que
Cristo recibió el Espíritu Santo cuando ya tenía treinta años. Por el
contrario, como se acercó al bautismo sin pecado, así no se llegó sin
el Espíritu Santo. Si de Juan está escrito que será lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, ¿qué será preciso decir de Cristo hombre, cuya concepción no fue carnal, sino espiritual? Ahora
pues, es decir, en su bautismo, se dignó prefigurar a su
cuerpo, esto es, a la Iglesia, en la que los bautizados reciben
principalmente el Espíritu Santo.
2. Como explica Agustín, en II
De Trín., se dice que el Espíritu Santo descendió
sobre Cristo en forma corporal como una paloma, no porque la propia
sustancia del Espíritu Santo se dejase ver, ya que tal sustancia es
invisible. Ni tampoco porque aquella criatura visible fuese asumida en
unión con una persona divina, puesto que tampoco se dice que el
Espíritu Santo sea una paloma, como decimos que el Hijo de Dios es
hombre en virtud de la unión. Y tampoco fue visto el Espíritu Santo en
forma de paloma a la manera en que vio Juan al cordero degollado en el
Apocalipsis (Ap 5,6),
pues esta visión se produjo en la mente
mediante imágenes espirituales de los cuerpos; en cambio, nadie ha
dudado que aquella paloma haya sido vista con los ojos. Ni tampoco
se apareció el Espíritu Santo en forma de paloma al modo en que en 1
Cor 10,4 se dice:
La roca era Cristo. Tal roca existía ya en la
realidad, y por el modo de su intervención fue designada con el nombre
de Cristo, a quien simbolizaba; en cambio, aquella paloma vino de
repente a la existencia sólo para significar aquel misterio y después
desapareció, lo mismo que la llama que se apareció a Moisés en una
zarza.
Por consiguiente, se dice que el Espíritu Santo descendió
sobre Cristo, no por razón de la unión con la paloma, sino o por razón
de la misma paloma, que significaba el Espíritu Santo, la cual,
descendiendo, vino sobre Cristo; o también por razón de la gracia
espiritual que, desde Dios, llega a la criatura a modo de descenso,
según palabras de Sant 1,17: Toda óptima dádiva y todo don perfecto
viene de arriba, descendiendo del Padre de las luces.
3. Como comenta el Crisóstomo, In Matth., en los comienzos de los problemas
espirituales siempre se presentan visiones sensibles, por causa de
aquellos que son totalmente incapaces de captar el conocimiento de la
naturaleza incorpórea, a fin de que, si en adelante no se producen,
obtengan la fe por medio de las que se verificaron una vez. Y por
este motivo descendió visiblemente el Espíritu Santo en forma corporal
sobre Cristo bautizado, para que se crea que en adelante desciende
invisiblemente sobre todos los bautizados.
4. El Espíritu Santo se dejó ver en
forma de paloma sobre Cristo bautizado, por cuatro razones: Primero,
por causa de la disposición requerida en el bautizo, es a saber: para
que no se acerque con fingimiento, puesto que, como se dice en Sab
1,5,
el Espíritu Santo de la instrucción huye del engaño. Y la
paloma es un animal sencillo, que carece de astucia y
de dolo; por lo que se lee en Mt 10,16:
Sed
sencillos como palomas.
Segundo, para designar los siete dones del Espíritu Santo, que
simboliza la paloma con sus propiedades.
Efectivamente, la paloma mora junto a las corrientes de agua para que,
visto el milano, se sumerja y escape. Esto pertenece al don de
sabiduría, por la cual los santos viven junto a las corrientes de la
Escritura divina para librarse de los asaltos del diablo. La paloma
asimismo escoge los mejores granos. Esto es propio del don de ciencia,
mediante la cual eligen los santos las doctrinas sanas de que se
alimentan. La paloma alimenta también los pichones ajenos. Esto
corresponde al don de consejo, con el que los hombres santos, que
fueron pollos, es decir, imitadores del diablo, alimentan con la
doctrina y el ejemplo. La paloma no hiere con el pico. Esto atañe al
don de entendimiento, con el que los santos no pervierten las buenas
doctrinas, destrozándolas, como hacen los herejes. La paloma carece de
hiél. Esto concierne al don de piedad, por medio de la cual los santos
carecen de la ira irracional. La paloma hace su nido en las hendiduras
de la roca. Esto corresponde al don de fortaleza, por la que los
santos ponen su nido, es decir, su refugio y su esperanza, en las
llagas de la muerte de Cristo, que es la roca firme. Finalmente, la
paloma tiene por canto el arrullo. Esto es propio del don de temor,
mediante el que los santos gozan gimiendo por los pecados.
Tercero, el Espíritu Santo apareció en forma de paloma a causa del
efecto propio del bautismo, que es el perdón de los pecados y la
reconciliación con Dios, porque la paloma es un animal manso. Y por
eso, como dice el Crisóstomo In Matth., en
el diluvio apareció este animal llevando una rama de olivo y
anunciando una paz general a todo el orbe; y ahora también la paloma
se deja ver en el bautismo para demostrar nuestra liberación.
Cuarto, aparece el Espíritu Santo en forma de paloma sobre el Señor
bautizado para señalar el efecto ordinario del bautismo, que es la
construcción de la unidad en la Iglesia. Por esto se dice en Ef
5,25-27 que Cristo se entregó a sí mismo para presentarse una
Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga o cosa semejante, purificándola
con el baño del agua por la palabra de la vida. Y, por este
motivo, el Espíritu Santo se manifestó oportunamente en forma de
paloma en el bautismo, pues la paloma es un animal amigable y
comunitario. Por esto se dice también de la Iglesia en Cant 6,8: Una es mi paloma.
En cambio, sobre los Apóstoles descendió el Espíritu Santo en forma
de fuego, por dos motivos. Primero, para hacer ver el fervor con que
debían encenderse sus corazones, a fin de predicar a Cristo en todas
partes en medio de las tribulaciones. Por esto se manifestó también en
lenguas de fuego. De donde dice Agustín In loann.: De dos formas hizo visible el Señor al Espíritu Santo, a saber: por la paloma, sobre el Señor bautizado; por el fuego, sobre los discípulos reunidos. Allí se muestra la sencillez aquí el fervor. Luego, para que los santificados por el Espíritu no incurran en dolo, se manifestó en forma de paloma; y para que la sencillez no sea fría, se dejó ver como fuego. Y no te inquiete el que las lenguas estén divididas; reconoce en la paloma la unidad.
Segundo, porque, como dice el Crisóstomo, cuando era conveniente
perdonar los pecados, lo que se hace en el bautismo, resultaba
necesaria la mansedumbre, que se manifiesta en la paloma. Pero
cuando hemos alcanzado la gracia, queda todavía el tiempo del
juicio, que está representado por el fuego.
Artículo 7:
¿La paloma en que se apareció el Espíritu Santo fue verdadero
animal?
lat
Objeciones por las que parece que la paloma en que se apareció el
Espíritu Santo no fue verdadero animal.
1. Lo que se aparece conforme a una semejanza da la impresión de
aparecerse como un fantasma. Pero en Lc 3,22 se dice que el
Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una
paloma. Luego no fue una verdadera paloma, sino una semejanza de
paloma.
2. Como la naturaleza no hace nada en vano, así tampoco Dios, como se dice en I De cáelo.
Pero no habiendo venido aquella paloma más que para significar algo
y desaparecer después, como dice Agustín en II De
Trin., hubiera sido una verdadera paloma en vano,
porque lo mismo podría realizarse mediante la semejanza de una paloma.
Luego aquella paloma no fue verdadero animal.
3. Las propiedades de una cosa conducen al conocimiento de
su naturaleza. Si, pues, aquella paloma hubiera sido verdadero animal,
las propiedades de la paloma denotarían la naturaleza del verdadero
animal, y no los efectos del Espíritu Santo. Luego da la impresión de
que aquella paloma no fue un animal verdadero.
Contra esto: está lo que dice Agustín en De agone
christiano: Y no afirmamos esto de tal modo que
digamos que sólo Nuestro Señor Jesucristo tuvo un cuerpo verdadero, y
que el Espíritu Santo se apareció con engaño a los ojos de los
hombres; sino que creemos que ambos cuerpos fueron
verdaderos.
Respondo: Como ya queda expuesto (
q.5 a.1), no
convenía que el Hijo de Dios, que es la Verdad del Padre, se sirviese
de ficción alguna; y por eso no tomó un cuerpo fantástico, sino real.
Y por llamarse el Espíritu Santo
Espíritu de Verdad, como es
manifiesto por Jn 16,13, formó una paloma verdadera en la que se
apareció, aunque no la asumió en unidad de persona. Por lo que,
después de las palabras antes mencionadas, añade Agustín:
Como no
convenía que el Hijo de Dios engañase a los hombres, así tampoco
convenía que los frustrase el Espíritu Santo. Y al Dios todopoderoso,
que hizo de la nada todo lo creado, no le era difícil hacer el cuerpo
verdadero de una paloma sin la intervención de otras palomas, como no
le fue difícil formar un cuerpo verdadero en el seno de María sin el
concurso del varón; porque las criaturas corporales están sujetas al
imperio y a la voluntad del Señor, tanto para formar un hombre en las
entrañas de una mujer como para formar una paloma en el mundo
material.
A las objeciones:
1. Se declara que el Espíritu Santo
descendió en forma o semejanza de paloma, no con el fin de excluir la
realidad de la paloma, sino para mostrar que no se dejó ver en la
forma de su sustancia.
2. No fue superfluo formar una
verdadera paloma para que por medio de ella se manifestase el Espíritu
Santo, ya que por la verdad de la paloma se daba a entender la verdad
del Espíritu Santo y sus efectos.
3. Las propiedades de la paloma lo
mismo sirven para expresar la naturaleza de la paloma que para
designar los efectos del Espíritu Santo. Precisamente por tener tales
propiedades, la paloma simboliza al Espíritu Santo.
Artículo 8:
¿Fue oportuno que, una vez bautizado Cristo, se dejase oír la voz del
Padre dando testimonio en favor de su Hijo?
lat
Objeciones por las que parece no haber sido oportuno que, una vez
bautizado Cristo, se dejase oír la voz del Padre dando testimonio en
favor del Hijo.
1. El Hijo y el Espíritu Santo, en cuanto aparecidos sensiblemente,
son designados como enviados visiblemente. Pero al Padre no le
conviene el ser enviado, como es notorio por lo que dice Agustín en
II De Trin.. Luego tampoco le conviene
aparecer.
2. La voz expresa la palabra concebida en la mente. Ahora
bien, el Padre no es el Verbo. Luego es incorrecto que se manifieste
mediante la voz.
3. Cristo hombre no comenzó a ser Hijo de Dios en el
momento del bautismo, como pensaron algunos herejes,
sino que lo fue desde el inicio de su concepción. Por consiguiente, la
voz del Padre debió dar testimonio de la divinidad de
Cristo con más razón en el nacimiento que en el momento de su
bautismo.
Contra esto: está lo que se lee en Mt 3,17: He aquí que una voz del
cielo decía: Este es mi Hijo amado, en quien me he
complacido.
Respondo: Como antes se expuso (
a.5), en el
bautismo de Cristo, que fue el modelo del nuestro, debió manifestarse
lo que acontece en nuestro bautismo. Y el bautismo con que son
purificados los fieles está consagrado con la invocación y el poder de
la Trinidad, según las palabras de Mt 28,19:
Id, enseñad a todas
las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo. Por tanto, como dice Jerónimo,
en el bautismo de Cristo se pone de manifiesto el misterio de la
Trinidad, pues: el propio Señor es bautizado en la naturaleza humana;
el Espíritu Santo desciende en forma de paloma; se oye la voz del
Padre dando testimonio en favor del Hijo. Y por eso fue
conveniente que en aquel bautismo se manifestase el Padre mediante su
voz.
A las objeciones:
1. La misión visible añade algo a
la aparición, a saber, la autoridad del que envía. Y por eso, del Hijo
y del Espíritu Santo, que proceden de otro, no se dice sólo que
aparecen, sino también que son visiblemente enviados. En cambio, el
Padre, que no procede de nadie, puede aparecerse, pero no puede ser
enviado visiblemente.
2. El Padre no se manifiesta en
la voz más que como autor de la misma, o como quien habla mediante la
voz. Y por ser propio del Padre producir el Verbo, que equivale a
decir o hablar, de ahí que se diga oportunísimamente que el Padre se
manifestó por la voz, que manifiesta la palabra. De donde la misma voz
emitida por el Padre da testimonio de la filiación del Verbo. Y como
la forma de paloma, en la que se manifestó el Espíritu Santo, no es la
naturaleza del Espíritu Santo; ni la forma de hombre, en que se mostró
el Hijo, es la naturaleza del Hijo de Dios, así tampoco la voz
pertenece a la naturaleza del Verbo o del Padre que habla. Por eso
dice el Señor en Jn 5,37: Ni habéis oído nunca su voz es
decir, la del Padre, ni habéis visto su rostro. Por lo que,
como escribe el Crisóstomo In loann., introduciéndolos en la verdad filosófica poco a poco, les demostró que
en Dios no hay voz ni imagen, sino que es superior a tales formas y
palabras. Y como toda la Trinidad formó la paloma y la naturaleza
humana tomada por Cristo, así también formó la voz. Sin embargo, en la
voz se declara sólo el Padre como el que habla, al modo en que
solamente el Hijo asumió la naturaleza humana, y a la manera en que
sólo el Espíritu Santo se manifestó en forma de paloma, como es claro
por lo que escribe Agustín en el libro De fide ad
Petrum.
3. La divinidad de Cristo no debió
manifestarse a todos en su nacimiento, antes bien debió ocultarse en
las limitaciones de la edad infantil. Pero cuando llegó a la edad
perfecta, en la que debía enseñar, hacer milagros y atraer a los
hombres hacia sí, entonces debió ser dada a conocer su divinidad por
el testimonio del Padre, a fin de que su doctrina se hiciese más
creíble. Por lo que él mismo dice en Jn 5,37: El Padre que me
envió, él mismo da testimonio de mí. Y esto aconteció, sobre todo,
en el bautismo, por el que los hombres renacen convertidos en hijos
adoptivos de Dios; y los hijos adoptivos de Dios son formados a imagen
y semejanza del Hijo natural, según las palabras de Rom 8,29: A.
los que de antes conoció, también los predestinó a ser conformes con
la imagen de su Hijo. Por lo que escribe Hilario, Super
Mt., que el Espíritu Santo descendió sobre Cristo
bautizado, y la voz del Padre se dejó oír, diciendo: Este es mi
Hijo amado, para que, mediante lo que se realizaba en Cristo,
conociésemos, después del bautismo, que el Espíritu Santo vuela hacia
nosotros desde las moradas celestes y que, mediante la asunción de la
voz por parte del Padre, nos convertimos en hijos de
Dios.