Viene a continuación el tema de las partes integrales de la
prudencia. Sobre ello se plantean ocho problemas:
Artículo 1:
¿Es la memoria parte de la prudencia?
lat
Objeciones por las que parece que la memoria no es parte de la
prudencia:
1. La memoria, como prueba el Filósofo, reside en la
parte sensitiva. Ahora bien, la prudencia reside en la parte racional,
como muestra el mismo Filósofo en VI Ethic. Luego
la memoria no es parte de la prudencia.
2. La prudencia se adquiere y se desarrolla con el
ejercicio. Pero la memoria es innata. Luego no es parte de la
prudencia.
3. La memoria se ejerce sobre el pasado. La prudencia, en
cambio, trata de lo que es factible en el futuro, y
sobre ello dictamina el consejo, como escribe el Filósofo en VI Ethic. Por lo tanto, la memoria no es parte de la
prudencia.
Contra esto: está el hecho de que Tulio coloca la memoria
entre las partes de la prudencia.
Respondo: La prudencia, como hemos expuesto
(q.47 a.5), versa sobre acciones contingentes. Ahora bien, en esas
acciones no puede regirse el hombre por la verdad absoluta y
necesaria, sino por lo que sucede comúnmente, ya que debe haber
proporción entre los principios y las conclusiones, y de los unos
deducir las otras, como expone el Filósofo en VI Ethic. Ahora bien, para conocer la verdad entre
muchos factores es necesario recurrir a la experiencia, y por esa
razón escribe el Filósofo en II Ethic. que la
virtud intelectual nace y se desarrolla con la experiencia y el
tiempo. La experiencia, a su vez, se forma de muchos recuerdos,
como demuestra el Filósofo en I Metaphys. En
consecuencia, la prudencia conlleva el tener memoria de muchas cosas,
y por eso es conveniente considerar a la memoria como parte de la
prudencia.
A las objeciones:
1. Dado que, como queda expuesto
(q.47 a.3 y 6), la prudencia aplica el conocimiento universal a cosas
particulares, de las cuales se ocupan los sentidos, para la prudencia
son necesarios muchos elementos sensibles, y entre ellos está la
memoria.
2. Lo mismo que la prudencia tiene
disposición natural, pero recibe su complemento con el ejercicio o la
gracia, la memoria, según Tulio en su Rhetor.,
no es solamente fruto de la naturaleza, sino que necesita el
perfeccionamiento metódico de la educación. Hay cuatro procedimientos
que ayudan al hombre a progresar en la memoria. El primero, buscando
algunas semejanzas con las cosas que intentamos recordar, pero que no
sean imágenes corrientes, ya que siempre nos sorprenden más las cosas
inusitadas y les prestamos mayor y más intensa atención, y ésa es la
razón por la que recordamos mejor las cosas de nuestra niñez. Por eso
es necesario buscar esas semejanzas o imágenes, porque las realidades
simples y espirituales se borran más fácilmente de la memoria si no
van asociadas a alguna semejanza corporal, ya que el conocimiento
humano se mueve más hacia lo sensible. De ahí que la memoria reside
también en la parte sensible. En segundo lugar es preciso organizar
debidamente las cosas que se pretende conservar en la memoria, para
poder pasar fácilmente de un objeto a otro. Por eso escribe el
Filósofo en el libro De mem. et reminisc.: A
veces los lugares parecen ayudarnos a recordar. Y la causa de ello
está en que se pasa velozmente de uno a otro. En tercer lugar se
debe poner interés y amor en lo que queremos recordar, pues cuanto con
mayor fijeza queden impresas las cosas en el alma, con menos facilidad
se borran. De ahí que —afirma también Tulio en su Rhetor. — el interés conserva íntegras las
figuras de las representaciones. Finalmente, es conveniente pensar
con frecuencia en lo que queremos recordar. Por ese motivo afirma el
Filósofo en el libro De mem. et reminisc. que la reflexión conserva la memoria, porque, como escribe también en
el mismo lugar, la costumbre es como una
naturaleza. Por eso precisamente recordamos con rapidez las cosas
que estamos acostumbrados a considerar, como si de
un modo natural pasáramos de una cosa a otra.
3. Conviene que de las cosas
pasadas saquemos como argumentos para hechos futuros. Por eso mismo,
la memoria de lo pasado es necesaria para aconsejar bien en el
futuro.
Artículo 2:
¿Es la inteligencia parte de la prudencia?
lat
Objeciones por las que parece que la inteligencia no es parte de la
prudencia:
1. De dos cosas que se oponen, una no es parte de la otra. Ahora
bien, la inteligencia es considerada como virtud intelectual distinta
de la prudencia, como vemos en el Filósofo en VI Ethic. Por lo tanto, la inteligencia no debe ponerse como parte de la prudencia.
2. Además, como ya hemos expuesto (q.8 a.1 y 8), el entendimiento es
uno de los dones del Espíritu Santo y corresponde a la fe. Pero la
prudencia es virtud distinta de la fe, como también hemos demostrado
(q.4 a.8). Por consiguiente, la inteligencia no pertenece a la
prudencia.
3. La prudencia versa sobre las acciones particulares,
como se dice en VI Ethic.; la inteligencia, en
cambio, conoce cosas universales e inmateriales, como vemos en III De An. Luego la inteligencia no es parte de la
prudencia.
Contra esto: está el hecho de que Tulio pone la inteligencia como parte de la prudencia; y Macrobio
el entendimiento, que viene a ser lo mismo.
Respondo: Aquí no tomamos inteligencia
como facultad intelectiva, sino en cuanto implica cierta estimación
recta de algún principio último conocido por sí mismo; así, hablamos
de la inteligencia de los primeros principios. Ahora bien, toda
deducción racional procede de principios considerados como primeros.
Por lo mismo, todo proceso racional debe partir de esos principios.
Dado, pues, que la prudencia es la recta razón en el obrar, todo el
proceso de la misma debe derivarse necesariamente de un conocimiento
claro de los principios. Por esa razón se pone la inteligencia como
parte de la prudencia.
A las objeciones:
1. La prudencia termina, como
conclusión, en una acción particular a la que aplica un conocimiento
universal, como queda dicho (q.47 a.3 y 6). Ahora bien, una
conclusión particular se deriva de una proposición universal y otra
particular. Por eso es necesario que la prudencia proceda de una doble
inteligencia: una, la que conoce los universales, y es la inteligencia
denominada virtud intelectual, que de un modo natural nos ofrece el
conocimiento no sólo de los principios universales especulativos, sino
también de los prácticos, como no debe hacerse mal a nadie;
como ya hemos demostrado (q.47 a.6). Hay una segunda inteligencia que,
como expone el Filósofo en VI Ethic., conoce el extremo, es decir, un primer singular
contingente operable, la menor del silogismo de la prudencia, como
hemos dicho. Pero este primer singular es un fin particular, como allí
mismo se expone. En conclusión, la inteligencia que
ponemos como parte de la prudencia es cierta estimación recta de un
fin particular.
2. El entendimiento, don del
Espíritu Santo, es una penetración aguda de las cosas divinas, como
hemos demostrado (q.8 a.1). Es distinto del entendimiento como parte
de la prudencia, como ya hemos dicho.
3. La recta estimación de un fin
particular se denomina inteligencia en cuanto principio y
sentido en cuanto particular. Es conforme
a la expresión del Filósofo en VI Ethic., de
que debe haber un sentido de éstos —es decir, de los
singulares—, y éste es el entendimiento. Pero no es el sentido
particular que conoce los sensibles propios, sino el sentido interno
que juzga de lo concreto y singular.
Artículo 3:
¿Debe contarse la docilidad como parte de la prudencia?
lat
Objeciones por las que parece que la docilidad no debe ponerse como
parte de la prudencia:
1. Lo que es necesario a toda virtud no debe hacerse propio de alguna
de ellas. Pues bien, la docilidad es necesaria a cualquier virtud
intelectual. Luego no debe figurar como parte de la
prudencia.
2. Lo propio de las virtudes humanas se da en nosotros, ya
que se nos alaba o vitupera por algo nuestro propio. Ahora bien, no
está en nuestro poder ser dóciles, sino que se da en algunos por
disposición natural. La docilidad, pues, no es parte de la
prudencia.
3. La docilidad es propia del discípulo. La prudencia, en
cambio, que es preceptiva, parece propia más bien del maestro, llamado
también preceptor. Por lo tanto, la docilidad no es parte de la
prudencia.
Contra esto: está el hecho de que Macrobio, según dice
Plotino, coloca la docilidad entre las partes de la
prudencia.
Respondo: La prudencia tiene por objeto, como
queda dicho (a.2 ad 1; q.47 a.3 y 6), las acciones particulares. Y
dada la diversidad, casi infinita, de modalidades, no puede un solo
hombre considerarlas todas a corto plazo, sino después de mucho
tiempo. De ahí que, en materia de prudencia, necesite el hombre de la
instrucción de otros, sobre todo de los ancianos, que han logrado ya
un juicio equilibrado sobre los fines de las operaciones. Por eso
escribe el Filósofo en VI Ethic.: Es
conveniente prestar atención, no menor que a las verdades demostradas,
al juicio y a las opiniones indemostrables de la gente experimentada,
de los ancianos y de los prudentes, pues la experiencia les enseña a
éstos a penetrar en los principios. De ahí que leemos también en
la Escritura: No te apoyes en tu prudencia (Prov 3,5), y en
otro lugar: Busca la compañía de los ancianos, y, si hallas algún
sabio, allégate a él (Eclo 6,35). Ahora bien, lo propio de la
docilidad es disponer bien al sujeto para recibir la instrucción de
otros. Por lo tanto, es de buen sentido considerar la docilidad como
parte de la prudencia.
A las objeciones:
1. Aunque la docilidad es útil para
toda virtud intelectual, lo es de manera especial para la prudencia
por la razón expuesta.
2. La docilidad, lo mismo que
cuanto atañe a la prudencia, es natural como aptitud. Pero su completo
desarrollo depende mucho del esfuerzo humano; es
decir, está en función de que el hombre atienda solícito, y con
frecuencia y respeto, a las enseñanzas de los mayores, en vez de
descuidarlas por pereza o rechazarlas por soberbia.
3. Por la prudencia, según hemos
dicho (q.47 a.12 ad 3), impera el hombre no solamente sobre los demás,
sino también sobre sí mismo. Por eso se da también, como hemos probado
(q.47 a.12), en los súbditos a cuya prudencia corresponde la
docilidad. Sin embargo, es conveniente que la tengan también los
mayores, ya que en las cosas que caen bajo el ámbito de la prudencia,
nadie se basta a sí mismo, como hemos dicho.
Artículo 4:
¿Es parte de la prudencia la sagacidad?
lat
Objeciones por las que parece que la sagacidad no es parte de la
prudencia:
1. La sagacidad tiene por fin hallar fácilmente el medio de la
demostración, como señala el Filósofo en I Poster. Pero la prudencia no es demostrativa. Por lo tanto, no le corresponde la sagacidad.
2. Corresponde a la prudencia aconsejar bien, según afirma
el Filósofo en VI Ethic. Ahora bien, en el buen
consejo no entra en juego la sagacidad, dado que es cierta
vigilancia, es decir, buena conjetura, rápida y que no admite
discurso, mientras que, como leemos en VI Ethic., conviene aconsejar reposadamente. Luego la sagacidad no debe
ponerse como parte de la prudencia.
3. La sagacidad, como hemos dicho (arg.4), es cierta
conjetura. Ahora bien, lo propio de los retóricos es usar de
conjeturas. La sagacidad, pues, parece más propia de la retórica que
de la prudencia.
Contra esto: está el testimonio de San Isidoro en el libro Etymol. de que solícito significa ingenioso y
rápido. Como la solicitud atañe a la prudencia, según hemos
expuesto (q.47 a.9), también la sagacidad.
Respondo: Es propio del prudente formar un
juicio recto sobre la acción. Ahora bien, la recta apreciación u
opinión se consiguen, tanto en el plano operable como en el
especulativo, de dos maneras: por invención propia y aprendiendo de
otro. Mas igual que la docilidad va encaminada a disponer al hombre
para recibir de otro una apreciación recta, la sagacidad se propone la
adquisición de una recta opinión por propia iniciativa, pero entendida
la sagacidad en el plano de la vigilancia o eustochia, de la
que es parte. En efecto, la vigilancia o eustochia deduce bien
en toda clase de asuntos; la sagacidad, en cambio, es habilidad
para la rápida y fácil invención del medio, como vemos en el
Filósofo en I Poster. Sin embargo, hay un
filósofo que considera la sagacidad como parte de la
prudencia, y la toma en el sentido de vigilancia en toda su amplitud.
Por eso dice que la sagacidad es un hábito por el que de pronto se
sabe hallar lo que conviene.
A las objeciones:
1. La sagacidad se ordena a hallar
el medio no sólo en las demostraciones, sino también en el plano
operable. Por ejemplo, cuando alguien ve que dos se hacen amigos,
infiere que tienen un enemigo común, como dice en el mismo lugar el
Filósofo. Bajo este aspecto pertenece la sagacidad a
la prudencia.
2. El Filósofo aduce en VI Ethic. un argumento para demostrar que la eubulia, o virtud del buen consejo, no es eustochia o
vigilancia, cuyo mérito consiste en la consideración rápida de lo que
debe hacerse, ya que puede uno aconsejar bien, aunque lo haga con más
tiempo y lentitud. Ésto, sin embargo, no quita valor a la buena
conjetura para aconsejar bien. A veces es incluso necesaria; por
ejemplo, cuando se presenta de improviso algo que debemos ejecutar.
Por eso tiene sentido colocar la sagacidad como parte de la
prudencia.
3. La retórica discurre también
sobre objetos operables. No hay, por lo tanto, inconveniente alguno en
que la misma cosa corresponda a la retórica y a la prudencia. Sin
embargo, la conjetura no la consideramos aquí solamente en el plano de
las conjeturas usadas por los oradores, sino en todas las materias en
que se dice que el hombre averigua por conjeturas.
Artículo 5:
¿Debe incluirse la razón como parte de la prudencia?
lat
Objeciones por las que parece que no debe incluirse la razón como
parte de la prudencia:
1. No forma parte del accidente el sujeto del mismo. Ahora bien, la
prudencia radica en la razón, como se dice en VI Ethic. Esta, por tanto, no puede ser parte de la
prudencia.
2. Lo que es común a varios no debe ponerse como particular
de ninguno, y, en el caso de que se ponga, debe figurar como parte de
aquel al que convenga de manera especial. Ahora bien, la razón es
necesaria en todas las virtudes intelectuales, y sobre todo en la
sabiduría y en la ciencia, que se sirven de ella para demostrar. La
razón, pues, no debe ponerse como parte de la prudencia.
3. La razón no es distinta del entendimiento en su aspecto
esencial de potencia, como expusimos en otro lugar (1 q.79 a.8). Por
lo tanto, una vez puesto el entendimiento como parte de la prudencia,
resulta innecesario poner también la razón.
Contra esto: está el testimonio de Macrobio, que, según
refiere Plotino, enumera la razón entre las partes de
la prudencia.
Respondo: Es oficio del prudente —según el
Filósofo en VI Ethic. — aconsejar bien.
Ahora bien, el consejo es una especie de investigación que va de unas
cosas a otras, lo cual es obra de la razón. Por lo tanto, para la
prudencia es necesario que el hombre razone bien. Mas dado que lo
exigido para la perfección de la prudencia se considera como parte
exigitiva o integral de la misma, se debe considerar la razón entre
las partes integrales de ella.
A las objeciones:
1. Ahí no se trata de la razón como
facultad, sino del buen uso de la misma.
2. La certeza de la razón procede
de la inteligencia; pero la necesidad de la razón tiene su base en la
imperfección de la inteligencia. En efecto, no necesitan el ejercicio
de la razón los seres cuya fuerza intelectual está en plena
perfección, puesto que comprenden la verdad por simple intuición; esto
sucede en Dios y en los ángeles. Ahora bien, las acciones
particulares, cuya dirección compete a la prudencia, distan mucho de
la condición de inteligibles, y distan tanto más cuanto más inciertas
e indeterminadas son. En efecto, los objetos de arte, aunque son
singulares, son más determinados y ciertos; por eso en muchos de ellos
es innecesario el consejo precisamente por su certeza, como se dice en
III Ethic. De ahí que, aunque en algunas
virtudes intelectuales sea más cierta la razón que la prudencia, en
ésta, sin embargo, más que en ninguna necesita el hombre tener buen
razonamiento para poder aplicar los principios universales a los casos
particulares, variados e inciertos.
3. Aunque el entendimiento y la
razón no son potencias distintas, reciben, sin embargo, su nombre de
actos distintos. En efecto, el entendimiento recibe el nombre de la
penetración íntima de la verdad, mientras que la razón implica
inquisición y discurso. Por eso uno y otro van incluidos como partes
de la prudencia, conforme se deduce de lo expuesto (ad 3; a.2).
Artículo 6:
¿Debe figurar la previsión como parte de la prudencia?
lat
Objeciones por las que parece que la previsión no debe figurar como
parte de la prudencia:
1. Ninguna cosa es parte de sí misma. Ahora bien, la previsión parece
identificarse con la prudencia, ya que, según San Isidoro en el
libro Etymol., prudente significa el que ve
de lejos, y de ahí procede el nombre providencia, como
escribe Boecio al final del De consol. La
previsión, pues, no es parte de la prudencia.
2. La prudencia es exclusivamente práctica. La providencia,
en cambio, puede ser también especulativa, ya que la visión, de donde
viene el nombre providencia, es más especulativa que operativa.
La previsión, pues, no es parte de la prudencia.
3. El acto principal de la prudencia es mandar; son, en
cambio, secundarios juzgar y aconsejar. Ahora bien, ninguno de ellos
parece ir implicado en la palabra previsión. Luego ésta no es
parte de la prudencia.
Contra esto: está la autoridad de Tulio y de Macrobio, que ponen la
previsión entre las partes de la prudencia, como se deduce con
evidencia de lo expuesto (q.48 arg.1).
Respondo: Como hemos expuesto en otro lugar
(q.47 a.1 ad 2; a.6 y 13), la prudencia trata propiamente de los
medios, y es función suya principal ordenarlos de forma apropiada al
fin. Si bien hay cosas necesarias para el fin que dependen de la
providencia divina, de la prudencia humana, sin embargo, dependen
solamente acciones contingentes que puede realizar el hombre en
función del fin. Ahora bien, lo pasado se torna en cierto modo
necesario, ya que es imposible la no existencia de lo que ha sucedido.
De igual modo, lo presente, en cuanto tal, implica cierta necesidad, y
así es necesario que Sócrates esté sentado mientras de hecho lo está.
De ahí que los futuros contingentes pertenecen a la prudencia en
cuanto ordenables por el hombre al fin último de la vida humana. Pero
ambos elementos van implicados en la idea de previsión. En efecto, la
providencia implica relación a algo distante hacia lo cual debe
ordenarse cuanto suceda en el presente. Por eso la previsión es parte
de la prudencia.
A las objeciones:
1. Siempre que se
requieren muchas cosas para formar un todo, una de
ellas ha de ser la principal, y a ella se ordenan las demás. Por eso,
en cualquier totalidad debe haber una parte formal y predominante, de
la cual reciba la unidad el todo. En este sentido, la previsión es la
parte principal de la prudencia, ya que todas las demás cosas
requeridas para ella son necesarias a efectos de ordenar algo
directamente al fin. De ahí que el nombre mismo de prudencia se toma
de la palabra providencia o previsión, como función
principal de la misma.
2. La especulación versa sobre
objetos universales y necesarios que de suyo no están lejos, pues se
dan en todas partes y siempre, aunque están lejos de nosotros porque
no los conocemos. De ahí que la previsión no se refiera propiamente al
orden especulativo, sino sólo al práctico.
3. En la recta ordenación al fin,
incluida en la previsión, va incluida también la rectitud del consejo,
del juicio y del precepto, necesarios para que pueda darse la recta
ordenación al fin.
Artículo 7:
¿Puede ser parte de la prudencia la circunspección?
lat
Objeciones por las que parece que la circunspección no puede ser
parte de la prudencia:
1. La circunspección parece indicar consideración de las
circunstancias. Ahora bien, las circunstancias son infinitas e
imposibles de conocer por la razón, en la cual radica la prudencia. No
se debe, pues, poner la circunspección como parte de la
prudencia.
2. Las circunstancias parecen pertenecer más a las virtudes
morales que a la prudencia. Pues bien, la circunspección no parece ser
otra cosa que consideración de las circunstancias. Luego la
circunspección parece más propia de las virtudes morales que de la
prudencia.
3. Quien puede ver lo que está lejos, puede ver mucho
mejor lo que está cerca. Por la previsión puede divisar el hombre lo
que está lejos, luego basta la previsión para considerar lo que nos
rodea. No es, pues, necesario poner además la circunspección como
parte de la prudencia.
Contra esto: está la autoridad de Macrobio, de la cual hablamos en otro
lugar (q.48).
Respondo: Como ya hemos dicho (a.6), la función
principal de la prudencia es la recta ordenación al fin. Esto, en
realidad, no se logra bien si el fin no es bueno, y bueno también, y
apropiado, lo que a él se ordena. Ahora bien, dado que la prudencia,
como queda dicho (a.3), trata de las acciones particulares en que
concurren muchas cosas, sucede que algo, en sí mismo bueno y adecuado
al fin, se torna malo e inadecuado a él por algún elemento que
concurra. Así, dar a uno muestras de amor, considerado en sí mismo,
parece conveniente para moverle a amar; no lo será, en cambio, si es
soberbio o lo toma como adulación. Por eso es necesaria en la
prudencia la circunspección con esta finalidad: que el hombre compare
lo que se ordena al fin con las circunstancias.
A las objeciones:
1. Aunque las circunstancias puedan
ser infinitas, no lo son actualmente, y son pocas las que modifican el
juicio de la razón en las acciones.
2. Las circunstancias atañen a la
prudencia para determinarlas; a las virtudes morales, en cuanto que
éstas son perfeccionadas por la determinación de las
circunstancias.
3. Como incumbe a la previsión
descubrir lo que es de suyo adecuado al fin, incumbe a la
circunspección considerar si es adecuado al fin dadas las
circunstancias actuales. Lo uno y lo otro entraña dificultad, y por
esa razón figuran las dos como partes distintas de la
prudencia.
Artículo 8:
¿Debe incluirse la precaución como parte de la prudencia?
lat
Objeciones por las que parece que la precaución no debe incluirse
como parte de la prudencia:
1. No es necesaria la precaución donde no puede haber mal. Ahora
bien, según se escribe en De Lib.
Arb., nadie usa mal de las virtudes. La
precaución, pues, no corresponde a la prudencia, que es la que dirige
las virtudes.
2. Quien prevé los bienes prevé también los males, como
compete a la medicina dar la salud y curar la enfermedad. Pues bien,
como compete a la previsión prever los bienes, le corresponde también
precaver los males. Por lo tanto, no debe figurar como parte de la
prudencia la precaución distinta de la previsión.
3. Ningún prudente intenta lo imposible. Mas no es posible
precaver todos los males que puedan acaecer. Por lo tanto, la
precaución no corresponde a la prudencia.
Contra esto: está la exhortación del Apóstol: Mirad, pues, que viváis
circunspectamente (Ef 5,15).
Respondo: La prudencia se ocupa de acciones
contingentes en las cuales puede mezclarse lo verdadero con lo falso,
el mal con el bien, por la variedad de situaciones en que se presentan
esas acciones en las que el bien está impedido por el mal, y éste
presenta apariencias de bien. Por eso la prudencia necesita de
precaución para aceptar el bien y evitar el mal.
A las objeciones:
1. La precaución no es necesaria en
las virtudes morales para guardarse de los actos virtuosos, sino de
aquello que pueda impedir esos actos.
2. El mismo motivo hay para buscar
el bien que para evitar el mal opuesto a ese bien, mas no para evitar
algunos obstáculos extrínsecos. En eso radica la distinción entre la
precaución y la previsión, aunque una y otra pertenezcan a la virtud
única de la prudencia.
3. De los males que puede evitar
el hombre, algunos se dan con frecuencia y los puede abarcar la razón
humana. Contra ellos actúa la precaución a fin de evitarlos del todo o
disminuir el daño. Otros, en cambio, se dan con menor frecuencia y por
azar. Este tipo de males, por ser infinitos, ni los puede abarcar ni
puede el hombre tomar suficientes precauciones contra ellos. Pero el
hombre, por medio de la prudencia, puede tomar sus medidas frente a
los contratiempos de la fortuna para que le dañen menos.