A continuación vamos a tratar de la magnificencia (q.129 intr)
y de los vicios opuestos (q.135).
Sobre la magnificencia planteamos cuatro problemas:
Artículo 1:
¿La magnificencia es virtud?
lat
Objeciones por las que parece que la magnificencia no es
virtud.
1. Conforme a lo dicho (1-2 q.65 a.1), quien posee una virtud las
posee todas. Pero uno puede poseer las demás virtudes sin tener la
magnificencia, ya que dice el Filósofo, en IV Ethic.: No todo hombre liberal es magnífico. Por tanto, la magnificencia no es virtud.
2. La virtud moral reside en el justo medio, como leemos en
II Ethic.. Pero la magnificencia no parece
residir en el medio, pues sobrepasa a la liberalidad en la
grandeza. Ahora bien: lo grande se opone a lo pequeño como
extremo, cuyo medio es lo igual, según se dice en X Metaphys.3. Por tanto, la magnificencia no reside en el medio, sino en el
extremo. Luego no es virtud.
3. Ninguna virtud es contraria a la inclinación natural,
sino más bien la perfecciona, como hemos explicado (q.108 a.2; q.117 obj.1). Pero, según el Filósofo en IV Ethic., el magnífico no hace grandes gastos para sí mismo, lo cual va
contra la inclinación natural, por la que el hombre tiende a proveerse
sobre todo para sí mismo. Por tanto, la magnificencia no es
virtud.
4. Según el Filósofo, en VI Ethic., el arte es la recta razón en el hacer. Pero la
magnificencia, como su nombre indica, versa sobre lo factible. Por
tanto, es arte más que virtud.
Contra esto: está el que la virtud humana es una participación de la
virtud divina. Pero la magnificencia forma parte de la virtud divina,
conforme el salmo 67,35: Su magnificencia y su poder sobre las
nubes. Por tanto, la magnificencia es virtud.
Respondo: Como se enseña en I De Cáelo, la virtud se dice por comparación con el último grado
de la potencia, no por defecto, sino por exceso, cuya razón
consiste en la grandeza. Por tanto, el realizar algo grande, de donde
viene el nombre de magnificencia, cumple propiamente la razón
de virtud. Luego la magnificencia designa una virtud.
A las objeciones:
1. No todo liberal es magnánimo en
cuanto al acto, porque le falta lo necesario para el acto de
magnificencia. Pero todo liberal tiene el hábito de la magnificencia,
bien en acto, bien en disposición próxima, según dijimos al tratar de
la conexión de las virtudes (1-2 q.65 a.1 ad 1).
2. La magnificencia reside en el
extremo si consideramos la magnitud de lo que hace. Pero reside en el
medio si atendemos a la regla de la razón, de la cual no se aparta ni
por exceso ni por defecto, lo mismo que dijimos al
hablar de la magnanimidad (q.129 a.3 ad 1).
3. Corresponde a la magnificencia
hacer algo grande. Pero lo que pertenece a cada persona particular es
pequeño en comparación a lo que se refiere a las cosas divinas o al
bien común. Por eso el magnánimo no pretende principalmente hacer
gastos en lo concerniente a la propia persona, no porque no busque su
bien, sino porque no es algo grande. Ahora bien: si en lo que atañe a
la propia persona hay algo que tenga razón de magnitud, el magnífico
lo realiza magníficamente; por ejemplo, las cosas que se hacen una
sola vez, como el matrimonio o cosas así; o las cosas permanentes,
y así es propio del magnánimo prepararse una casa digna, según
leemos en IV Ethic..
4. Como enseña el Filósofo en IV Ethic., conviene que exista una virtud del
arte, como virtud moral por la cual la voluntad se incline a usar
con rectitud la razón del arte. Y esto es propio de la magnificencia.
Por tanto, no es arte, sino virtud.
Artículo 2:
¿La magnificencia es virtud especial?
lat
Objeciones por las que parece que la magnificencia no es virtud
especial.
1. Parece propio de la magnificencia realizar algo grande. Pero esto
puede aplicarse a toda virtud, y así, el que posee una gran virtud de
templanza hace grandes obras de templanza. Por tanto, la magnificencia
no es virtud especial, sino que significa el estado perfecto de
cualquier virtud.
2. Parece proceder del mismo principio hacer una cosa y
tender a ella. Pero tender a algo grande es propio de la magnanimidad,
según se ha explicado (q.129 a.1). Luego también el realizarlo. Por
tanto, la magnificencia no es virtud distinta de la
magnanimidad.
3. La magnificencia parece que tiene que ver con la
santidad, pues leemos en Ex 15,11: Magnífico en santidad, y en
Sal 95,6: La santidad y la magnificencia en su santuario. Pero
la santidad se identifica con la religión, según hemos visto (q.81 a.8). Por tanto, la magnificencia parece que es lo mismo que la
religión. Por consiguiente, no es virtud especial distinta de las
demás.
Contra esto: está el que el Filósofo la cita entre otras
virtudes especiales.
Respondo: Es propio de la magnificencia hacer algo grande, como su nombre indica. Pero el hacer
puede tomarse en dos sentidos: uno propio y otro común. En sentido
propio, significa realizar algo en una materia exterior, como hacer
una casa o algo semejante. En sentido común, se aplica a cualquier
acción, ya trascienda a una materia exterior, como el quemar y el
cortar, ya permanezca en el mismo agente, como el entender y el
querer. Por tanto, si la magnificencia se entiende en cuanto implica
la obra de algo grande en sentido propio, entonces es virtud especial.
En efecto, la obra factible es producida por el arte, en cuyo uso
puede considerarse una especial razón de bondad, a saber: que la misma
obra realizada por el arte sea grande en cantidad, en precio o en
dignidad. Esto lo realiza la magnificencia. Y en este sentido es
virtud especial. Si, por el contrario, se entiende por magnificencia
hacer una cosa grande tomando el hacer en sentido general, entonces la
magnificencia no es virtud especial.
A las objeciones:
1. Corresponde a toda virtud
perfecta hacer algo grande en su género, tomado el hacer en sentido
común, pero no en sentido propio, lo cual compete a la
magnificencia.
2. A la magnanimidad no sólo
pertenece tender a algo grande, sino también hacer algo grande en
todas las virtudes, sea en materia factible o agible, como se dice
en IV Ethic., pero de tal
suerte que la magnanimidad sólo considera la razón de grande. En
cambio, las otras virtudes, que, si son perfectas, realizan cosas
grandes, no dirigen principalmente su intención a lo grande, sino a lo
que es propio de cada virtud: la grandeza entonces es consecuencia de
la intensidad de la virtud. Pero a la magnificencia le corresponde no
sólo hacer cosas grandes, tomado el hacer en sentido propio, sino
también tender a realizar algo grande; por eso dice Tulio, en su Rhetorica, que la magnificencia es la
concepción y realización de cosas grandes y elevadas, con cierta
intención de ánimo amplia y espléndida, de suerte que concepción se refiere a la intención interior y realización a la ejecución exterior. Por tanto, es necesario que,
así como la magnanimidad se propone algo grande en toda materia, la
magnificencia lo cumple en algo factible exterior.
3. La magnificencia intenta hacer
una obra grande. Y las obras grandes que hacen los hombres se ordenan
a un fin. Pero ninguna de las obras humanas es tan grande como el
honor de Dios. Y por ello la magnificencia hace obras grandes, sobre
todo en orden al honor de Dios. De ahí que diga el Filósofo, en IV
Ethic., que son gastos honrosos sobre todo
los que se refieren a los sacrificios divinos; y de esto se preocupa
principalmente el magnífico. Por esto mismo la magnificencia tiene
conexión con la santidad, ya que su efecto principal se ordena a la
religión o santidad.
Artículo 3:
¿Los grandes gastos son la materia de la magnificencia?
lat
Objeciones por las que parece que los grandes gastos no son la
materia de la magnificencia.
1. No existen dos virtudes sobre la misma materia. Pero la
liberalidad versa sobre los grandes gastos. Por tanto, la
magnificencia no tiene por materia los grandes gastos.
2. Todo magnífico es liberal, leemos en VI Ethic.. Pero la liberalidad trata más de las
donaciones que de los dispendios. Por tanto, también la magnificencia
tendrá por materia las donaciones y no los grandes
gastos.
3. Corresponde a la magnificencia realizar alguna obra
exterior. Pero no todo gasto, por grande que sea, realiza una obra
externa; por ejemplo, cuando se gasta mucho en enviar regalos. Por
tanto, los grandes gastos no son materia propia de la
magnificencia.
4. Sólo los ricos pueden hacer grandes dispendios. Pero
también los pobres pueden tener todas las virtudes, ya que éstas no
necesitan de la fortuna exterior, sino que se bastan por sí mismas, en
expresión de Séneca en el libro De ira.. Por
tanto, la magnificencia no tiene por materia los grandes
gastos.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IV Ethic.: La magnificencia no se extiende a todas las operaciones pecuniarias, como la liberalidad, sino sólo a las costosas, en las cuales supera en grandeza a la liberalidad. Por tanto, sólo versa sobre los grandes gastos.
Respondo: Según hemos expuesto (a.2), la
magnificencia tiende a realizar una obra grande. Pero para hacer
convenientemente una obra grande se requieren gastos proporcionados:
porque no pueden hacerse grandes obras sino con grandes gastos. Por
tanto, corresponde a la magnificencia hacer grandes dispendios para
hacer convenientemente una obra grande. Por eso dice el Filósofo, en
IV Ethic., que el magnánimo con igual
gasto —es decir, proporcionado- hará una obra magnífica.
Ahora bien: el dispendio es un gasto de dinero, que puede verse
impedido por el excesivo amor al mismo. Por ello puede decirse que son
materia de la magnificencia no sólo los grandes gastos de que se sirve
el magnífico para realizar una obra grande, sino también el dinero
mismo que usa para hacer los gastos y el amor al dinero, que es
controlado por el magnífico para que no se impidan los grandes
dispendios.
A las objeciones:
1. Como hemos visto (q.129 a.2),
aquellas virtudes que versan sobre las cosas exteriores encuentran una
dificultad en la naturaleza misma de la obra virtuosa
y otra por parte de su magnitud. Por eso es necesario
que haya dos virtudes que traten del dinero y de su utilización, a
saber: la liberalidad, que dice relación al uso del dinero en general,
y la magnificencia, que se ocupa de lo grande en el uso del
dinero.
2. El uso del dinero pertenece al
liberal y al magnífico de manera distinta. Pues al liberal le compete
ordenar el afecto hacia las riquezas. Y por eso todo uso debido del
dinero, cuyos obstáculos quita el moderado amor al dinero, es propio
de la liberalidad, como las donaciones y gastos. Pero el uso del
dinero que compete al magnánimo es en orden a realizar una obra
grande. Y este uso no es otro que los grandes dispendios.
3. También el magnífico hace
donaciones, como se dice en IV Ethic., pero no
bajo la razón de don, sino más bien de gasto ordenado a realizar una
obra grande; por ejemplo, para honrar a alguien, o hacer algo de donde
se siga un bien para toda la ciudad, como hacer un negocio de interés
público.
4. El acto principal de las
virtudes es la elección interior, que puede existir en ellas sin la
fortuna exterior. Y en este sentido también el pobre puede ser
magnífico. Pero para los gastos exteriores de las virtudes son
imprescindibles los bienes de fortuna como instrumentos. Según esto,
el pobre no puede ejercitar el acto externo de magnificencia en obras
absolutamente grandes, sino acaso en obras grandes por comparación a
alguna otra que, aunque pequeña en sí misma, puede, no obstante,
realizarse con magnificencia proporcionada a ella, pues pequeño y grande son conceptos relativos, según dice el
Filósofo en Praedicamentis.
Artículo 4:
¿La magnificencia es parte de la fortaleza?
lat
Objeciones por las que parece que la magnificencia no es parte de la
fortaleza.
1. La magnificencia coincide en la materia con la liberalidad, como
queda dicho (a.3 ad 1.2; q.117 a.3 ad 1; q.128 ad 2). Pero la
liberalidad no es parte de la fortaleza, sino de la justicia. Por
tanto, la magnificencia no es parte de la fortaleza.
2. La fortaleza se ocupa de los temores y audacias. Pero la
magnificencia no parece ocuparse del temor, sino sólo de los gastos,
que son operaciones. Por tanto, la magnificencia, más que de la
fortaleza, parece ser parte de la justicia, que trata de las
operaciones.
3. Dice el Filósofo, en IV Ethic., que el magnánimo se asemeja al que tiene ciencia. Pero la
ciencia tiene más en común con la prudencia que con la fortaleza. Por
tanto, la magnificencia no debe incluirse entre las partes de la
fortaleza.
Contra esto: está el que Tulio, Macrobio
y Andrónico enumeran la magnificencia como parte de la
fortaleza.
Respondo: La magnificencia, como virtud
especial, no puede ser parte subjetiva de la fortaleza, porque no
tiene la misma materia; pero se cita como parte suya en cuanto unida a
ella como virtud secundaria a la principal. Pero para que una virtud
se incorpore a otra principal se requiere, como hemos dicho
anteriormente (q.80), dos elementos: uno, que la secundaria tenga algo
en común con la principal; otro, que ésta la supere en algo. Ahora
bien: la magnificencia coincide con la fortaleza en tender a algo
arduo y difícil, por lo cual parece residir también en el apetito
irascible. Pero la magnificencia es inferior a la fortaleza en que lo
arduo a lo que tiende la fortaleza ofrece dificultad por el peligro
que amenaza a la persona; mientras lo arduo a lo que tiende la
magnificencia ofrece dificultad por los gastos materiales, lo cual es
mucho menos arduo que el peligro personal. Por tanto, la magnificencia
se incluye entre las partes de la fortaleza.
A las objeciones:
1. La justicia se ordena a las
operaciones en sí, en cuanto se considera en ellas
la razón de débito. Pero la liberalidad y la magnificencia consideran
las operaciones de los gastos por comparación a las pasiones del alma,
aunque de modo diverso. Porque la liberalidad se relaciona con los
dispendios en relación con el amor y codicia de las riquezas, que son
pasiones del apetito concupiscible, que no impiden al liberal hacer
dones y gastos: por eso reside en el apetito concupiscible. Pero la
magnificencia considera los gastos en relación con la esperanza,
llegando a algo difícil no en general como la magnanimidad, sino en
una materia determinada, como son los dispendios. Por consiguiente, la
magnificencia parece residir en el apetito irascible, igual que la
magnanimidad.
2. La magnificencia, aunque no
tiene la misma materia que la fortaleza, coincide con ella en una
condición de la materia, a saber: en cuanto tiende a algo difícil
relacionado con gastos, como la fortaleza lo es con relación a los
temores.
3. La magnificencia ordena el uso
del arte a algo grande, según hemos visto (a.2). Pero el arte está en
la razón. Por eso es propio del magnífico hacer buen uso de la razón
para calcular la proporción de los gastos y la obra que se va a
realizar. Esto se requiere especialmente por la magnitud de ambas
cosas, ya que, si no hay un estudio detallado, podría sobrevenir el
peligro de un grave daño.