Hay que tratar ahora de los vicios opuestos a la magnificencia (q.134 intr). Planteamos sobre ello dos problemas:
Artículo 1:
¿La mezquindad es un vicio?
lat
Objeciones por las que parece que la mezquindad no es un
vicio.
1. La virtud, lo mismo que modera las obras grandes, modera también
las pequeñas. Por eso, incluso los magníficos y liberales realizan
obras pequeñas. Pero la magnificencia es una virtud. Por tanto,
igualmente la mezquindad es una virtud y no un vicio.
2. Dice el Filósofo en IV Ethic. que la diligencia en el raciocinio es mezquina. Pero tal
diligencia parece laudable, ya que, según Dionisio en IV De Div.
Nom., el bien del hombre consiste en acomodarse
a la razón. Por tanto, la mezquindad no es vicio.
3. Dice el Filósofo en IV Ethic.
que el mezquino gasta su dinero con tristeza. Pero esto es
propio de la avaricia o de la falta de liberalidad. Por tanto, la
mezquindad no es un vicio distinto de otros.
Contra esto: está el que el Filósofo, en II y
IV Ethic., señala la mezquindad como un vicio
especial opuesto a la magnificencia.
Respondo: Como hemos visto (1-2 q.1 a.3; q.18 a.6), las realidades morales reciben su especie del fin, de donde, en
la mayoría de los casos, toman su nombre. Según esto, llamamos
mezquino al que se propone hacer una cosa pequeña. Pero pequeño y grande, según el Filósofo en Praedicamentis, son conceptos relativos. Por eso, cuando se dice que el mezquino intenta hacer una cosa pequeña, debe entenderse proporcionalmente, teniendo en cuenta el género de la obra que realiza. Pero, en una obra, lo pequeño y lo grande pueden entenderse bajo dos aspectos: uno, por parte de la obra que va a realizarse; otro, por parte del gasto. Así, pues, el magnífico se fija principalmente en la magnitud de la obra y secundariamente en la magnitud del gasto, la cual no le impide realizar una obra grande; por eso dice el Filósofo en IV Ethic. que el magnífico, con un gasto igual, realiza una obra magnífica. En cambio, el mezquino, al contrario: se fija principalmente en la pequeñez del gasto o, como dice el Filósofo en IV Ethic., se propone gastar lo menos posible. Y como consecuencia intenta la pequeñez de una obra, la cual no elude con tal de hacer poco gasto. De ahí que diga el Filósofo en el mismo lugar que el mezquino, gastando muchísimo en cosas pequeñas —porque no quiere gastar- pierde el bien, o sea, el de la obra magnífica. Es, pues, manifiesto que al mezquino le falta la proporción de la razón entre el gasto y la obra. Pero el defecto, en lo que es racional, constituye la razón de vicio. Por tanto, es evidente que la mezquindad es un vicio.
A las objeciones:
1. La virtud modera las cosas
pequeñas según la regla de la razón, de la cual se desvía el mezquino,
como acabamos de decir. Pues no se llama
mezquino al que regula las cosas pequeñas, sino al que se aparta de la
regla de la razón, modere cosas grandes o pequeñas. Por tanto, tiene
razón de vicio.
2. Según el Filósofo en II Rhet., el temor hace a los hombres
reflexivos. Por eso el mezquino se dedica a hacer cabalas con
diligencia, porque teme desordenadamente que se agoten sus bienes,
incluso en las cosas más pequeñas. Y esto no es digno de alabanza,
sino vicioso y censurable, porque no dirige su afecto según la razón,
sino que subordina más bien el uso de la razón a su amor
desordenado.
3. De la misma forma que el
magnífico coincide con el liberal en dar el dinero con prontitud y con
gusto, así también el mezquino coincide con el no liberal o avaro en
hacer gastos con tardanza y a regañadientes. Difiere, en cambio, en
que la avaricia tiene por materia los gastos ordinarios, y la
mezquindad los grandes, que son más difíciles de realizar. Por eso la
mezquindad es menor vicio que la avaricia. Es por lo que dice el
Filósofo en IV Ethic. que, aunque la mezquindad
y su vicio opuesto sean malos, sin embargo, no incluyen deshonra
ni perjudican al prójimo ni son muy vergonzosos.
Artículo 2:
¿Hay un vicio opuesto a la mezquindad?
lat
Objeciones por las que parece que a la mezquindad no se opone ningún
vicio.
1. A lo pequeño se opone lo grande. Pero la magnificencia no es
vicio, sino virtud. Por tanto, a la mezquindad no se opone ningún
vicio.
2. Siendo la mezquindad un vicio por defecto, como acabamos
de decir (a.1), parece que, de darse un vicio opuesto a la mezquindad,
consistiría en un gasto excesivo. Pero los que gastan mucho cuando
conviene gastar poco, gastan poco cuando hay que gastar mucho,
según leemos en IV Ethic., y en este sentido
tienen algo de mezquino. Por tanto, no existe un vicio opuesto a la
mezquindad.
3. Las realidades morales reciben su especificación por
el fin, según hemos dicho (a.1). Pero los que gastan desmedidamente lo
hacen por alardear de sus riquezas, como se dice en IV Ethic. Pero esto es propio de la vanagloria, que
se opone a la magnanimidad, según lo dicho (q.132 a.2). Por tanto, no
existe un vicio opuesto a la mezquindad.
Contra esto: está la autoridad del Filósofo, que en II y
IV Ethic. pone a la magnificencia en el medio
de dos vicios opuestos.
Respondo: A lo pequeño se opone lo grande.
Pero grande y pequeño, hemos dicho (a.1), son conceptos
relativos. Y así como un gasto puede ser pequeño por relación a la
obra, también puede serlo grande por la misma relación; por ejemplo,
si excede la proporción que debe haber entre gasto y obra según la
regla de la razón. Por tanto, es obvio que al vicio de la mezquindad,
por la que no se llega a la proporción debida entre gastos y obra, al
intentar gastar menos de lo que exige la dignidad de la obra, se opone
un vicio por el que se sobrepasa dicha proporción cuando se gasta más
de lo proporcionado a la obra. Y este vicio se denomina en griego banausia, derivado de horno, porque consume todo como el
fuego del horno; o también se llama apyrocalia, es decir, sin buen fuego, porque, como el fuego, consume sin provecho
alguno. En latín, este vicio puede llamarse consumismo.
A las objeciones:
1. La magnificencia recibe tal
nombre porque hace obras grandes, no porque en el gasto supere la
proporción de la obra. Esto es lo propio del vicio opuesto, que es la
mezquindad.
2. Un mismo vicio es contrario a
la virtud, que está en el medio, y al vicio opuesto. Así, pues, el
vicio del despilfarro se opone a la mezquindad en
cuanto sobrepasa en el gasto la dignidad de la obra gastando mucho
cuando hay que gastar poco. Y se opone a la magnificencia por
parte de la obra grande, que pretende sobre todo el magnífico, en
cuanto que cuando hay que gastar mucho no gasta nada, o muy
poco.
3. El derrochador se opone al
mezquino por la misma naturaleza de su acto, en cuanto excede la regla
de la razón, a la cual no llega el mezquino. Sin embargo, nada impide
que esto se ordene al fin de otro vicio, como a la vanagloria o a
cualquier otro.