Artículo 1:
En los ángeles, ¿hay o no hay voluntad?
lat
Objeciones por las que parece que en los ángeles no hay
voluntad:
1. El Filósofo, en III De anima, dice: La
voluntad está en la razón. Pero en los ángeles no hay razón,
sino algo superior. Por lo tanto, en los ángeles no hay voluntad, sino
algo superior.
2. La voluntad está contenida en el apetito, como dice el
Filósofo en III De anima. Pero el apetito es
propio del ser imperfecto, puesto que está ordenado a lo que no se
tiene. Por lo tanto, como en los ángeles, y sobre todo en los
bienaventurados, no hay imperfección alguna, parece que tampoco hay
voluntad en ellos.
3. El Filósofo, en III De anima, dice que la
voluntad es un motor movido por el objeto que aprehende a través del
entendimiento. Pero los ángeles son inmóviles, ya que son incorpóreos.
Por lo tanto, en ellos no hay voluntad.
Contra esto: está lo que dice Agustín en X De Trin.: La imagen de la Trinidad se encuentra en nuestra
mente según la memoria, el entendimiento y la voluntad. Pero la imagen
de Dios no solamente se encuentra en la mente humana, sino también en
la angélica, puesto que la mente angélica es capaz de Dios. Por lo
tanto, en los ángeles hay voluntad.
Respondo: Es necesario que en los ángeles se
admita la voluntad. Para demostrarlo, hay que tener presente que, como
todas las cosas proceden de la voluntad divina, a su modo todas
tienden al bien en virtud de un apetito, si bien de distintas maneras.
Las hay que únicamente tienden al bien por una relación natural, pero
sin conocimiento, como es el caso de las plantas y los seres
inanimados. Esta tendencia al bien se llama apetito natural.
Otras tienden al bien por algún conocimiento, pero no por conocer la
razón misma de bien, sino porque conocen algún bien particular, como
es el caso del sentido, que conoce lo que es dulce, blanco y
similares. La tendencia que sigue a este conocimiento se llama apetito sensitivo. Otras tienden al bien por un conocimiento que
llega a conocer la razón misma de bien. Estas tienden al bien de un
modo perfecto, y no simplemente dirigidas al bien por otro, como es el
caso de los que carecen de entendimiento; ni solamente a un bien
particular, como las que no tienen más conocimiento que el sensitivo;
sino que tienden al mismo bien universal. Esta tendencia es llamada voluntad. Por lo tanto, como los ángeles por su entendimiento
conocen la razón universal de bien, es evidente que en ellos hay
voluntad.
A las objeciones:
1. De una manera supera la razón al
sentido; y, de otra, el entendimiento a la razón. La razón supera al
sentido porque tiene diferente objeto, puesto que el sentido tiene lo
particular; y la razón, lo universal. De donde se sigue que el apetito
que tiende al bien universal correspondiente a la
razón es distinto del que tiende al bien particular correspondiente al
sentido. En cambio, la razón y el entendimiento difieren en cuanto al
modo de conocer, o sea, porque el entendimiento conoce con una simple
mirada, mientras que la razón conoce con proceso discursivo, pasando
de una cosa a otra. No obstante, la razón, por el proceso discursivo,
llega a conocer lo mismo que el entendimiento conoce sin discurso,
esto es, lo universal. Por lo tanto, el objeto propuesto a la facultad
apetitiva, tanto si lo propone el entendimiento como si lo hace la
razón, es el mismo. Por eso, en los ángeles, que son exclusivamente
intelectuales, no hay ningún apetito superior a la
voluntad.
2. Aun cuando el nombre de
facultad apetitiva está tomado del acto de apetecer lo que no se
tiene, no por ello significa esto sólo, sino otras muchas cosas. Pasa
lo mismo que con el nombre piedra (en latín lapis),
tomado de lesiona el pie (en latín laedere pedem); o
también con la potencia irascible, tomado de la ira; cuando en
ella hay otras muchas pasiones, como la esperanza o la
audacia.
3. Se dice que la voluntad es un
motor movido, en cuanto que el querer, lo mismo que el entender, son
un cierto movimiento. No hay inconveniente en que exista en los
ángeles, ya que tal movimiento es acto de lo perfecto, como se dice en
III De Anima.
Artículo 2:
En los ángeles, la voluntad, ¿es o no es diferente del entendimiento
y de la naturaleza?
lat
Objeciones por las que parece que en los ángeles la voluntad no es
diferente del entendimiento y de la naturaleza:
1. El ángel es más simple que los cuerpos físicos. Pero los cuerpos
físicos por su propia forma tienden a su fin, que es su bien. Por lo
tanto, mucho más los ángeles. Pero la forma del ángel, o es la misma
naturaleza en que subsiste, o la especie que hay en su entendimiento.
Por lo tanto, el ángel tiende al bien por su naturaleza o por la
especie intelectual. Pero esta tendencia pertenece a la voluntad. Por
lo tanto, la voluntad del ángel no es otra cosa que su naturaleza o su
entendimiento.
2. El objeto del entendimiento es la verdad, y el de la
voluntad el bien. Pero lo bueno y lo verdadero no difieren en la
realidad, sino sólo en el entendimiento. Por lo tanto, la voluntad y
el entendimiento no difieren realmente.
3. La distinción entre lo común y lo propio no
diversifica las potencias, y, así, la misma potencia visiva tiene por
objeto el color y lo blanco. Pero lo bueno y lo verdadero parecen ser
entre sí como lo común y lo propio, ya que la verdad es un bien
particular, el bien del entendimiento. Por lo tanto, la voluntad, cuyo
objeto es el bien, no difiere del entendimiento, cuyo objeto es lo
verdadero.
Contra esto: la voluntad en los ángeles no tiene más objetos que los
bienes. El entendimiento tiene los bienes, y los males, porque conoce
a ambos. Por lo tanto, en los ángeles la voluntad es algo distinto del
entendimiento.
Respondo: La voluntad en los ángeles es una
virtud o potencia que no es su propia naturaleza, ni tampoco su
entendimiento. Que no es su propia naturaleza se comprende observando
que la naturaleza o esencia de algo está incluida dentro de ese mismo
algo, por lo cual todo lo que se extiende a lo que está fuera de él no
pertenece a su esencia. Así, vemos que en los cuerpos físicos la
tendencia que tienen al ser no la tienen en virtud de algo añadido al
ser, sino en virtud de la materia que tiende al ser antes de tenerlo,
y en virtud de la forma, que lo mantiene una vez conseguido. En
cambio, la tendencia a algo extrínseco proviene de algo añadido a la
esencia. Así, la tendencia al lugar propio se debe al peso o a la
gravedad; y la tendencia a producir algo semejante a sí mismo se
debe a las cualidades activas.
La voluntad tiende naturalmente al bien. Por eso, la esencia y la
voluntad solamente se identifican donde la esencia del
ser que quiere contiene todo el bien, esto es, en Dios, que nada
quiere fuera de sí mismo más que en razón de su bondad. Esto no puede
decirse de ninguna criatura debido a que el bien infinito está fuera
de la esencia de cualquier ser creado. Por lo tanto, ni la voluntad
del ángel ni la de otra criatura puede ser lo mismo que su
esencia.
Pero tampoco puede ser lo mismo que el entendimiento, sea el del
ángel o el del hombre. El conocimiento se verifica por cuanto lo
conocido está en quien conoce. De donde se sigue que el entendimiento
de quien conoce se extiende a lo que está fuera de él, en tanto en
cuanto aquello que por su esencia está fuera llega de algún modo a
estar en él. En cambio, la voluntad se extiende a lo que está fuera de
ella, en cuanto que por cierta tendencia, de algún modo se inclina a
lo exterior. Ahora bien, que un ser obtenga en sí todo lo que está
fuera de él y que tienda a algo exterior a él, son cosas que
pertenecen a distintas virtudes. Por lo tanto, en toda criatura es
necesario que se distinga el entendimiento de la voluntad. Pero no en
Dios, que tiene en sí mismo el ser universal y el bien universal. Por
eso, tanto su voluntad como su entendimiento son su misma
esencia.
A las objeciones:
1. El cuerpo físico tiende a su ser
por la forma sustancial; pero a lo exterior tiende por algo
sobreañadido, como dijimos.
2. Las potencias no se distinguen
con arreglo a la distinción material de los objetos, sino conforme a
la distinción formal que se fundamenta en la razón de objeto. Por lo
tanto, la diversidad entre la razón de bueno y de verdadero es
suficiente para que haya diversidad entre el entendimiento y la
voluntad.
3. Lo bueno y lo verdadero en
realidad son lo mismo; de aquí que lo bueno sea percibido por el
entendimiento bajo la razón de verdadero, y lo verdadero sea apetecido
por la voluntad bajo la razón de bueno. No obstante, la diversidad de
sus razones es suficiente para diversificar las respectivas
potencias.
Artículo 3:
En los ángeles, ¿hay o no hay libre albedrío?
lat
Objeciones por las que parece que en los ángeles no hay libre
albedrío:
1. El acto del libre albedrío es la elección. Pero en los
ángeles no puede haber elección, porque la elección es un acto del apetito que presupone el consejo. El consejo es una cierta
investigación, como se dice en III Ethic. Los
ángeles no conocen investigando, ya que esto pertenece al proceso
discursivo de la razón. Por lo tanto, parece que los ángeles no tienen
libre albedrío.
2. El libre albedrío supone indeterminación entre diversos
objetos. Por parte del entendimiento no hay en los ángeles
indeterminación, porque, como dijimos (
q.58 a.5), su entendimiento no
se engaña en lo que por naturaleza entiende. Por lo tanto, por parte
del apetito tampoco puede haber en ellos libre albedrío.
3. Lo que por naturaleza compete a los ángeles, les
compete en mayor o menor grado, porque la naturaleza intelectual es
más perfecta en los ángeles superiores que en los inferiores. Pero el
libre albedrío no admite grados. Por lo tanto, en los ángeles no hay
libre albedrío.
Contra esto: la libertad del albedrío pertenece a la dignidad del
hombre. Pero los ángeles tienen mayor dignidad que los hombres. Por lo
tanto, si en los hombres hay libertad de albedrío, con mayor motivo la
habrá en los ángeles.
Respondo: Hay seres que no obran con albedrío,
sino como empujados y movidos por otro, como es impulsada la flecha
por el arquero. Otros obran en virtud de cierto albedrío, como les
sucede a los animales irracionales. La oveja, por ejemplo, huye del
lobo en virtud de un cierto juicio por el que estima
que para ella es perjudicial. Pero este juicio en ella no es libre,
sino dado por la naturaleza. Sólo el ser que tiene entendimiento puede
obrar en virtud de un juicio libre, en cuanto que conoce la razón
universal del bien por el que puede juzgar esto o aquello como bueno.
Por lo tanto, donde hay entendimiento, hay libre albedrío. Por eso
resulta claro que en los ángeles hay libre albedrío y que en ellos es
más sublime que en los hombres, puesto que es más sublime su
entendimiento.
A las objeciones:
1. El Filósofo está hablando de la
elección en cuanto elección del hombre. Pero, así como en el orden
especulativo la apreciación del hombre difiere de la del ángel en que
en ésta no hay deliberación y aquélla lo precisa, lo mismo sucede en
el orden práctico. Por lo tanto, en los ángeles hay elección, aunque
no por deliberación inquisitiva del consejo, sino por aceptación
instantánea de la verdad.
2. Como dijimos (
a.2;
q.12 a.4),
el conocimiento se lleva a cabo por cuanto lo conocido está en quien
conoce. Pero que un ser no tenga lo que le corresponde tener, denota
imperfección. Por lo tanto, el ángel sería imperfecto en su naturaleza
si su entendimiento no estuviera determinado a todas las verdades que
puede conocer naturalmente. En cambio, el acto de la facultad
apetitiva consiste en que el afecto se incline a algo exterior. Pero
la perfección de un ser no depende de todo aquello a que se inclina,
sino sólo de lo que le es superior. Por lo tanto, el ángel no es
imperfecto porque su voluntad no esté inclinada a las cosas que le son
inferiores, aunque lo sería si permaneciera indeterminado respecto a
lo que está por encima de él.
3. El libre albedrío tiene un modo
de ser más digno en los ángeles superiores que en los inferiores, como
también lo tiene el juicio de su entendimiento. No obstante, es cierto
que la libertad, por lo que implica de ausencia de coacción, no admite
grados, porque las privaciones y las negaciones no aumentan ni
disminuyen de por sí, sino sólo por su causa o por alguna afirmación
añadida.
Artículo 4:
En los ángeles, ¿se da o no se da lo irascible y lo
concupiscible?
lat
Objeciones por las que parece que en los ángeles se da lo irascible y
lo concupiscible:
1. Dionisio en el c.4 De div. nom., dice que
los demonios tienen un furor irracional y una concupiscencia
insensata. Pero los demonios son de la misma naturaleza que los
ángeles, porque el pecado no les hizo cambiar de naturaleza. Por lo
tanto, en los ángeles hay apetito irascible y concupiscible.
2. El amor y el gozo están en el apetito concupiscible,
mientras que la ira, la esperanza y el temor están en el irascible.
Pero en las Escrituras esto es atribuido tanto a los ángeles buenos
como a los malos. Por lo tanto, en los ángeles hay apetito irascible y
concupiscible.
3. De algunas virtudes se dice que están en el apetito
irascible y de otras que están en el concupiscible; como la caridad y
la templanza parecen estar en el apetito concupiscible, y, en cambio,
la esperanza y la fortaleza, en el irascible. Pero los ángeles tienen
estas virtudes. Por lo tanto, en los ángeles hay apetito irascible y
concupiscible.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De anima: El apetito irascible y el concupiscible están en
la parte sensitiva, que no existe en los ángeles. Por lo tanto, en
ellos no hay apetito irascible y concupiscible.
Respondo: No es el apetito intelectual el que
se divide en irascible y concupiscible, sino sólo el apetito
sensitivo. El porqué de esto radica en que como las potencias no se
distinguen según la distinción material de sus objetos, sino sólo por
la razón formal de su objeto, si a una determinada potencia le
corresponde un objeto bajo su razón común, no habrá diversificación de
potencias según la diversidad de objetos propios
contenidos en aquel objeto común. Ejemplo: Si el objeto propio de la
potencia visiva es el color, bajo la razón de color no se distinguen
muchas potencias visivas por razón del color blanco o del negro. En
cambio, si el objeto de alguna potencia visiva fuera el color blanco
en cuanto blanco, la potencia visiva de lo blanco se distinguiría de
la de lo negro.
Ahora bien, por lo dicho anteriormente (a.1), sabemos que el objeto
del apetito intelectual, llamado voluntad, es el bien bajo la razón
común de bueno, y que no puede haber potencia alguna si no es del
bien. Así, pues, en la parte intelectiva el apetito no se divide según
la división de los bienes particulares, que es como se divide el
apetito sensitivo, que no mira al bien según su razón común, sino a
algún bien particular. Por lo tanto, como en los ángeles no hay más
apetito que el intelectivo, éste no se divide en irascible y
concupiscible, sino que permanece indiviso y se llama
voluntad.
A las objeciones:
1. En los demonios hay furor y
concupiscencia se dice en sentido metafórico, que es también el
sentido en el que se atribuye a Dios la ira, por la semejanza de sus
efectos.
2. El amor y el gozo, en cuanto
pasiones, están en el apetito concupiscible; pero en cuanto que
sencillamente indican los actos de la voluntad, están en la parte
intelectiva, puesto que amar es querer el bien para otro, y gozar
significa que la voluntad reposa en el bien poseído. En general,
ninguno de estos actos se atribuye a los ángeles en el sentido de
pasión, como dice Agustín en IX De Civ. Dei.
3. La caridad, en cuanto que es
virtud, no está en el apetito concupiscible, sino en la voluntad,
puesto que el objeto del apetito concupiscible es el bien que deleita
los sentidos. Este no es el bien divino, objeto de la caridad. Por la
misma razón, hay que decir que la esperanza no está en el apetito
irascible, porque el objeto de este apetito es un cierto penoso bien
sensible; y la esperanza, en cuanto virtud, no se centra en este bien,
sino en el sublime bien divino. La templanza, en cuanto virtud humana,
se centra en los objetos sensibles deleitables, que pertenecen al
apetito concupiscible; y la fortaleza, por su parte, tiene por objeto
las audacias y los temores, que están en el apetito irascible. Pero no
es así como se dan en los ángeles. Ellos no tienen pasiones de
concupiscencia, ni de temor, ni de audacia, que sea necesario moderar
con la fortaleza y la templanza. Pero sí se les atribuye templanza en
cuanto que hacen su voluntad moderadamente siguiendo lo ordenado por
la voluntad divina. También la fortaleza, en cuanto que cumplen con
entereza la voluntad divina. Todo esto se hace por la voluntad; no por
el apetito irascible o el concupiscible.