Artículo 1:
¿Son o no son cinco los géneros de las potencias del alma que hay que
distinguir?
lat
Objeciones por las que parece que no son cinco los géneros de las
potencias que hay que distinguir, esto es: el vegetativo, el
sensitivo, el apetitivo, el motriz y el intelectivo:
1. Las potencias del alma son llamadas partes suyas. Pero comúnmente
son asignadas solamente tres partes del alma: Alma vegetativa, alma
sensitiva y alma racional. Por lo tanto, los géneros de las potencias
del alma son tres y no cinco.
2. Las potencias del alma son los principios de las acciones
vitales. Pero que algo vive, se dice de cuatro maneras. Escribe el
Filósofo en II De Anima: Vivir tiene muchas
acepciones, aunque una sola basta para que un ser viva: Entendimiento,
sentido, movimiento y reposo. Y el movimiento, en cuanto nutrición,
crecimiento y decrepitud. Por lo tanto, los géneros de las
potencias del alma son sólo cuatro, excluido el apetito.
3. Lo que es común a todas las potencias, no debe ser
tenido como género especial del alma. Pero apetecer es algo propio de
todas las potencias. Así, la vista apetece el objeto que se le
proporciona. Por eso se dice en Ecl 40,22: El ojo deseará el
encanto, la belleza y, sobre todo, el verdor de los sembrados. Por
lo mismo, cada una de las potencias desea el objeto que le es propio.
Por lo tanto, el apetito no debe ser tenido como género especial de
las potencias del alma.
4. En los animales, el principio motor es el sentido, el
entendimiento o el apetito, como se dice en III De Anima. Por lo tanto, además de los géneros dichos, el
principio motor no debe ser tenido como un género especial del
alma.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en II De Anima: Llamamos potencias a las facultades vegetativa,
sensitiva, apetitiva, locomotriz e intelectiva.
Respondo: Los géneros de las potencias del alma
son los cinco enumerados. Tres, dichos del alma. Cuatro, de las
diversas clases de vida.
Las diversas almas se distinguen por el modo como la operación del
alma supera las operaciones de la naturaleza corporal. Pues toda la
naturaleza corporal está sometida al alma y, con respecto a ella, es
como su materia e instrumento. Hay una cierta operación del alma que
supera de tal manera la naturaleza corporal, que ni siquiera se
realiza por medio del órgano corporal. Es la operación del alma
racional. Por debajo de ésta, hay otra operación del alma que se
realiza por medio de un órgano corporal; aunque no en virtud de una
cualidad corpórea. Es la operación del alma sensitiva.
De este modo, si para el ejercicio de los sentidos son necesarios el
calor, el frío, la humedad, la sequedad y otras cualidades corporales,
sin embargo, no lo son hasta el punto de que la operación del alma
sensitiva se realice en virtud de dichas cualidades, sino que son
requeridas tan sólo para la debida disposición del órgano. Entre las
operaciones del alma, la más inferior es la que se produce por medio
de un órgano corporal y en virtud de alguna cualidad corpórea. No
obstante, es superior a la operación de la naturaleza corporal, ya que
los cuerpos son movidos por un principio exterior, mientras que dichas
operaciones provienen de uno interior, esto es, lo común a todas las
operaciones del alma, ya que todo ser animado, de algún modo se mueve
a sí mismo. Esta es la operación del alma vegetativa, ya que
tanto la digestión como las funciones que de ella se derivan, son
realizadas instrumentalmente por la acción del calor, como se dice en
II De Anima.
Los géneros de las potencias del alma se distinguen por sus objetos.
Pues cuanto más noble es una potencia, tanto más universal es el
objeto sobre el que actúa, como dijimos anteriormente (q.77 a.3 ad 4).
El objeto de las operaciones del alma puede ser analizado en un triple
orden. 1) Pues hay potencias del alma que tienen por
objeto único el cuerpo que está unido al alma. Su género es llamado vegetativo en cuanto que la potencia vegetativa no actúa más que
sobre el cuerpo al que está unida el alma. 2) Otro género de las
potencias del alma está referido a un objeto más universal, esto es,
todo cuerpo sensible, y no solamente el cuerpo que está unido al alma.
3) Hay un tercer género de potencias cuyo objeto es todavía más
universal, puesto que no acaban sólo en el cuerpo sensible, sino que
llegan a todo ser sin excepción.
De aquí que resulte evidente que la
operación de estos dos últimos géneros de potencias del alma tienen su
razón de ser no sólo con respecto a lo unido al alma, sino también a
lo extrínseco. Como quiera que es necesario que el sujeto que actúa,
de algún modo esté unido al objeto de su acción, también es necesario
que la realidad extrínseca objeto de la operación del alma, esté
referida a ella de dos maneras. Una, en cuanto que es apta para
unirse al alma y estar en ella por su semejanza. Con respecto a esto,
hay dos géneros de potencias: 1) Las sensitivas, referidas al
objeto menos común, esto es, el cuerpo sensible; 2) y las intelectivas, referidas al objeto más común, esto es, el
universal. La otra manera, en cuanto que la misma alma tiende
hacia el objeto exterior. De este modo, tenemos dos nuevos géneros de
potencias del alma: Las apetitivas, por las que el alma tiende
al objeto extrínseco como a su fin, siendo esto lo primero en el orden
de la intención, y las locomotrices, por las que el alma tiende
a un objeto exterior como al término de su operación y movimiento, ya
que todo animal se mueve hacia la consecución de aquello que se
propone y que desea.
Los modos de vida se distinguen según los grados de los vivientes.
Unos, como las plantas, sólo tienen vida vegetativa. Otros, junto a lo
vegetativo poseen lo sensitivo, pero no lo locomotor como son los animales inmóviles, por ejemplo: las conchas. Otros, superiores, tienen,
además, el movimiento local. Estos últimos son los animales perfectos,
que requieren infinidad de cosas para vivir, y por eso mismo necesitan
el movimiento que les permita conseguir lo necesario para la vida. Por
último, otros vivientes, además, tienen la inteligencia. Son los
hombres. En cambio, lo apetitivo no constituye ningún grado de
vivientes, porque todos los seres dotados de sentido tienen también el
apetito, como se dice en el II De Anima.
A las objeciones:
1-2. La respuesta está incluida en lo expuesto.
3. El apetito natural es la
inclinación natural de todo ser hacia algo. Por eso toda potencia
desea con apetito natural lo que le es propio. Pero el apetito
animal sigue a la aprehensión de la forma. De este modo para dicho
apetito se requiere una potencia especial, no siendo suficiente la
sola aprehensión. Pues las cosas se apetecen tal como son en su
naturaleza, pero en la facultad aprehensiva no están según su
naturaleza, sino según su semejanza. Ejemplo: La vista apetece
naturalmente el objeto visible solamente en orden a realizar su acto,
esto es, ver. Mientras que el animal, por su facultad apetitiva, desea
el objeto no sólo por mirarlo, sino también para utilizarlo. Y si el
alma no necesitara lo percibido por los sentidos más que para
ejercitarlos, esto es, para sentir, no sería necesario que la facultad
apetitiva constituyera un género especial de las potencias del alma,
ya que sería suficiente con el apetito natural de las
potencias.
4. Aun cuando el sentido y el
apetito sean los principales motores en los animales perfectos, sin
embargo, dichas potencias, en cuanto tales, no sería suficientes para
mover si no tuvieran añadido alguna otra facultad distinta, ya que los
animales sin movimiento tienen sentidos y apetito; sin embargo, no
tienen fuerza motriz. La fuerza motriz no reside sólo en el apetito y
en el sentido que ordenan el movimiento, sino también en las
diferentes partes del cuerpo para hacerlas aptas para obedecer al
alma. Lo prueba el que, cuando los miembros están naturalmente
dislocados, no obedecen dicho impulso del alma.
Artículo 2:
¿Están o no están asignadas correctamente las partes vegetativas, es
decir, nutritiva, aumentativa y generativa?
lat
Objeciones por las que parece que no son asignadas correctamente las
partes vegetativas, es decir, nutritiva, aumentativa y
generativa:
1. Estas potencias son llamadas naturales. Pero las potencias
del alma están por encima de las fuerzas naturales. Por lo tanto,
dichas fuerzas no deben ser tenidas como potencias del
alma.
2. Lo común a los vivientes y no vivientes, no debe ser
atribuido a ninguna potencia del alma. Pero la generación es común a
todos los seres sometidos a generación y corrupción, tanto vivientes
como no vivientes. Por lo tanto, la fuerza generativa no debe ser
tenida como potencia del alma.
3. El alma es más potente que la naturaleza corpórea.
Pero la naturaleza corpórea, por el mismo poder activo, da a las cosas
su especie y su proporción. Por lo tanto, mucho más el alma. De este
modo, en el alma no hay una potencia de crecimiento distinta de la
generativa.
4. Cada cosa es conservada en su ser por aquello por lo
que tiene ser. Pero la potencia generativa es aquella por la que se
adquiere el ser de viviente. Por lo tanto, también por ella se
conserva vivo. Pero la fuerza nutritiva está destinada a la
conservación de la vida, como se dice en II De Anima: Es la potencia capaz de salvar al que la recibe. Por lo tanto, no debe hacerse distinción entre la potencia nutritiva y la generativa.
Contra esto: el Filósofo, en II De Anima, dice
que las operaciones del alma son: Engendrar, nutrir y
también desarrollar.
Respondo: Las potencias de la parte vegetativa
son tres. Pues, como se dijo (
a.1), lo vegetativo tiene por objeto el
cuerpo que vive por el alma. Con respecto a esto, son necesarias tres
operaciones del alma. 1)
Una, por la que adquiere el ser; y a
esto se orienta la potencia
generativa. 2)
Otra, por la
que el cuerpo vivo adquiere su debido desarrollo; y a esto se orienta
la facultad
aumentativa. 3)
Otra, por la que el cuerpo
viviente se conserva en su ser y proporción; y a esto se orienta la
facultad
nutritiva.
Sin embargo, hay que tener presente la diferencia entre dichas
potencias. Las de nutrición y desarrollo producen su efecto en el
mismo sujeto en el que se encuentran, ya que es el mismo cuerpo unido
al alma el que crece y se conserva en virtud de las potencias
nutritivas y de desarrollo que hay en el alma. Pero la potencia
generativa produce su efecto no en su propio cuerpo, sino en el de
otro, ya que nadie se engendra a sí mismo. De este modo, la potencia
generativa se acerca a la dignidad del alma sensitiva, cuya acción se
realiza sobre objetos exteriores, aunque la sensitiva lo hace de un
modo más sublime y universal. Lo sublime de una naturaleza inferior
toca lo ínfimo de la superior, como resulta claro por lo que dice
Dionisio en c.7 De Div. Nom. De este modo, de
entre estas tres potencias, la que tiene un fin más alto, noble y
perfecto es la generativa, como se dice en II De Anima; pues, propio de algo perfecto es hacer algo
igual a sí mismo. Por su parte, las potencias de desarrollo y
nutrición sirven a la generativa. Y la nutritiva a la de
desarrollo.
A las objeciones:
1. Este tipo de potencias son
llamadas naturales, bien porque producen un efecto semejante al de la
naturaleza, que también da el ser, el desarrollo y la conservación
(aun cuando estas potencias lo hacen de un modo más perfecto); ya
porque estas potencias ejercen sus acciones sirviéndose
instrumentalmente de las cualidades activas y pasivas, que son los
principios de las acciones naturales.
2. La generación de los seres
inanimados es absolutamente producida por algo
externo. La generación de los vivientes se realiza por un modo más
noble, parte del mismo viviente, el semen, en el que está el principio
formativo del cuerpo. Así, es necesario que en el ser viviente haya
una potencia que prepare este semen. Dicha potencia es la
generativa.
3. Porque la generación de los
vivientes proviene de una semilla, es necesario que el animal que se
genera al principio sea pequeño. Por eso, es necesaria la existencia
de una potencia del alma que conduzca a la plenitud del desarrollo.
Pero el cuerpo inanimado es generado a partir de una materia
determinada por un agente extrínseco. De este modo, a un tiempo recibe
la especie y el tamaño según las condiciones propias de la
materia.
4. Como ya se dijo (
a.1), la
operación del principio vegetativo se realiza por el calor que seca lo
húmedo. De este modo, para recuperar la humedad perdida, es necesaria
la existencia de una potencia nutritiva que transforme los alimentos
en sustancia corporal. Esto también es necesario para la acción de la
potencia de crecimiento y reproducción.
Artículo 3:
¿Es o no es correcta la distinción en cinco sentidos
exteriores?
lat
Objeciones por las que parece que no es es correcta la distinción en
cinco sentidos exteriores:
1. El sentido conoce los accidentes. Hay muchos géneros de
accidentes. Por lo tanto, como quiera que las potencias se distinguen
por los objetos, parece que los sentidos se multiplican según el
número de los géneros de accidentes.
2. La dimensión, la figura y otras cualidades llamadas sensibles comunes, no son sensibles accidentalmente, sino
que se distinguen por oposición, como consta en el II De Anima. Pero la diversidad formal de los objetivos
diversifica las potencias. Por lo tanto, como la dimensión y la figura
se distinguen del color más que el sonido, parece más razonable que
haya potencias sensitivas especiales para conocer la dimensión y la
figura, que no para conocer el sonido y el color.
3. Un mismo sentido no tiene por objeto más que una sola
contrariedad. Ejemplo: La vista tiene la de lo blanco y lo negro. Pero
el tacto percibe muchos objetos contrastados: Lo caliente y lo frío,
lo húmedo y lo seco, y similares. Así, no hay un solo sentido, sino
muchos. Por lo tanto, los sentidos son más de cinco.
4. La especie no se divide por su oposición al género.
Pero el gusto es un determinado tacto. Por lo tanto, no debe ser
considerado como distinto del tacto.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III De Anima: Cinco son los sentidos.
Respondo: La razón de la distinción y número de
los sentidos externos algunos quisieron encontrarla en
los mismos órganos, según que predomine uno u otro de los elementos,
bien sea el agua, el aire, o cualquier otro. Otros quisieron
encontrarlo en el medio sensible extrínseco o anexo, como el aire, el
agua, o cualquier otro. Otros quisieron encontrarlo en
la diversa naturaleza de las cualidades sensibles, según se trate de
un cuerpo simple o que haya alguna composición.
Ninguna de estas opiniones es admisible. Pues las potencias no
existen en razón de los órganos, sino que los órganos existen para las
potencias. Por eso, no hay diversas potencias porque haya distintos
órganos, sino que la naturaleza proporcionó diversidad de órganos en
correspondencia a la diversificación de las potencias. La naturaleza
también asignó a los distintos sentidos medios diferentes en
correspondencia a la actividad de las potencias. Y conocer las
naturalezas de las cualidades sensibles no es algo propio del sentido,
sino del entendimiento.
Por lo tanto, hay que aceptar la razón del número y de la distinción
de los sentidos externos según lo que les es propio y esencial a los
sentidos. El sentido es una cierta potencia pasiva sometida por
naturaleza a la alteración proveniente de los objetos sensibles
exteriores. Por lo tanto, lo que por su naturaleza
percibe el sentido es el objeto exterior que lo altera, y según la
diversidad de objetos, se distinguen las potencias
sensitivas.
Hay un doble tipo de alteración: Una física y otra
espiritual. La alteración física se da cuando la
forma de lo que es causa de la alteración es recibida en el objeto
alterado según su propio ser natural. Ejemplo: El calor en lo
calentado. La alteración espiritual se da cuando la forma de lo
que provoca la alteración es recibida en el objeto alterado según su
ser espiritual. Ejemplo: La forma del color en la pupila, la cual, no
por eso queda coloreada. Para la operación del sentido se requiere una
alteración espiritual por la que se establezca en el órgano del
sentido una representación intencional de la forma sensible. De no ser
así, si sólo la alteración física fuera suficiente para sentir, todos
los cuerpos físicos, al ser alterados, sentirían.
Pero en algunos sentidos sólo se da la alteración espiritual, como en
la vista. En otros, junto a la alteración espiritual se da
también la física, bien sólo por parte del objeto, bien por parte del
órgano. Por parte del objeto se da la transmutación física, por cambio
local, en el sonido, que es el objeto del oído, pues el sonido
es causado por una percusión y vibración del aire. En cambio, en el
olor, objeto del olfato, hay alteración, ya que es necesaria
cierta modificación del cuerpo por la acción del calor para que huela.
Por parte del órgano hay alteración física en el tacto y en
el gusto, pues la mano se calienta por contacto con lo
caliente, y la lengua se impregna de la humedad de los sabores. En
cambio, los órganos del olfato y del oído no sufren alteración física
al sentir, a no ser accidentalmente.
La vista, por estar libre de alteración física tanto por parte del
órgano como del objeto, de entre todos los sentidos es el más perfecto
y el más universal. Después, el oído y el olfato, los cuales sufren
alteración física por parte del objeto. Sin embargo, el movimiento
local es más perfecto y por naturaleza anterior al movimiento de
alteración, como se demuestra en VIII Physic. El
tacto y el gusto son los más materiales. De ellos y de su distinción
hablaremos en seguida (ad 3.4). De ahí que los tres primeros sentidos
no actúen por un medio unido a ellos, a fin de evitar que al órgano le
llegue alguna transmutación natural, como le llega al tacto y al
gusto.
A las objeciones:
1. No todos los accidentes tienen,
en cuanto tales, el poder de alteración. Sólo lo poseen las cualidades
de la tercera especie, por las que se produce la
alteración. De este modo solamente éstas son el objeto de los
sentidos, porque, como se dice en VII Physic., los sentidos se alteran en virtud de aquello por lo que se
alteran los cuerpos inanimados.
2. La dimensión, la figura, y
similares, llamadas sensibles comunes, son algo intermedio
entre las realidades sensibles percibidas accidentalmente y los sensibles propios, objeto de los
sentidos. Pues los sensibles propios alteran el sentido de forma
directa y natural, porque son cualidades alterantes. Los sensibles
comunes se reducen a la cantidad. La dimensión y el número son
especies de la cantidad. La figura es una cualidad de la cantidad, ya
que consiste en el contorno de la dimensión. El movimiento y el reposo
se sienten según sean unas o múltiples las relaciones del sujeto con
la dimensión del objeto o la distancia, como en el movimiento de
desarrollo y en el movimiento local. O también con respecto a las
cualidades sensibles, como en el movimiento de alteración. De este
modo, sentir el movimiento y el reposo equivale en cierto modo a
sentir lo uno y lo múltiple. La cantidad es el sujeto próximo de la
cualidad alterante, como la superficie lo es del color. Por lo tanto,
los sensibles comunes no mueven los sentidos de forma directa y
natural, sino en razón de la cualidad sensible, como la superficie por
razón del color. Sin embargo, no son realidades sensibles percibidas
indirectamente, ya que establecen diversidad en la alteración del
sentido. El sentido se altera de manera distinta por una superficie
grande o por una pequeña, pues incluso de la blancura se dice grande o
pequeña, y, por eso, se divide según su propio sujeto.
3. Como parece afirmar el Filósofo
en el II
De Anima, el sentido del tacto
genéricamente es uno, pero específicamente múltiple. Por eso es
percibido con diversas contrariedades. Sin embargo no están vinculados
a distintos órganos, sino que están mezclados por todo el cuerpo y de
este modo no se percibe su diferencia. Por su parte, el gusto, que
percibe lo dulce y lo amargo, está unido al tacto en la lengua, pero
no en el resto del cuerpo, por lo cual se puede distinguir fácilmente
del tacto.
Sin embargo, podría decirse que todas aquellas contrariedades
coinciden en un género próximo y en un género común, que es el objeto
del tacto en general. Pero dicho género común no tiene nombre, como
tampoco tiene nombre el género próximo de la contrariedad de lo
caliente y lo frío.
4. Según lo dicho por el
Filósofo, el sentido del gusto es una especie del
tacto que está sólo en la lengua. Y no es distinto del tacto en
general, sino de sus especies esparcidas por todo el
cuerpo.
Si el tacto, en razón de la unidad de su objeto común, fuese un solo
sentido, habría que afirmar que el gusto y el tacto son distintos por
ser distintas las razones de su alteración. Pues el tacto sufre una
alteración natural, y no sólo espiritual, en cuanto a su órgano
propio, según la cualidad que actúe directamente sobre él. Por su
parte, el órgano del gusto no experimenta necesariamente dicha
alteración física por la cualidad que actúa directamente sobre él,
esto es, que la lengua se haga dulce o amarga, sino por una cualidad
previa en la que se fundamenta el sabor, esto es, la humedad, que
sería el objeto del tacto.
Artículo 4:
Los sentidos interiores, ¿están o no están distinguidos
correctamente?
lat
Objeciones por las que parece que los sentidos interiores no se
distinguen correctamente.
1. Lo común no se opone a lo propio. Por lo tanto, el sentido
común no debe ser enumerado entre las facultades
interiores sensitivas, al margen de los sentidos externos
propios.
2. Para lo que le es suficiente al sentido propio, no es
necesario añadir una facultad aprehensiva interior. Pero para juzgar
lo sensible, son suficientes los sentidos propiamente tales y
externos, ya que cada sentido juzga su objeto propio. Igualmente,
también parecen suficientes para percibir sus actos. Pues, al ser la
operación del sentido algo intermedio entre la potencia y el objeto,
parece que la vista puede percibir mejor su propia visión, por estar
cerca, que el color. Lo mismo puede decirse de los otros sentidos. Por
lo tanto, no fue necesario establecer una potencia interior llamada
sentido común.
3. Según el Filósofo, la fantasía y la
memoria son pasiones de la raíz sensitiva. Pero una pasión no se opone
a su sujeto. Por lo tanto, la memoria y la fantasía no deben ser
consideradas como potencias al margen de los sentidos.
4. El entendimiento depende del sentido menos que cualquier
otra potencia de la parte sensitiva. Pero el entendimiento no conoce
nada a no ser tomándolo de los sentidos. Por eso se dice en I Posteriorum que, a quienes les falta un sentido
les falta una ciencia. Por lo tanto, mucho menos debe admitirse
una potencia de la parte sensitiva destinada a recibir las intenciones
que no percibe el sentido y que suele ser llamada estimativa.
5. El acto de la potencia cogitativa, consistente en
comparar, componer y dividir, y el acto de la reminiscencia,
consistente en emplear un determinado silogismo analítico, no dista
menos de los actos de la estimativa y de la memoria que lo que dista
el acto de la estimativa del de la fantasía. Por lo tanto, o la
cogitativa y la reminiscencia deben ser consideradas como potencias
distintas de la estimativa y de la memoria, o la estimativa y la
memoria no deben ser consideradas como potencias al margen de la
fantasía.
6. Agustín en XII Super Gen. ad litt. establece tres géneros de visión: La corporal, realizada por el sentido; la espiritual, realizada por la imaginación o la fantasía; y la intelectual, realizada por el entendimiento. Por lo tanto, no hay ninguna potencia interior intermedia entre el sentido y el entendimiento, a no ser sólo la imaginación.
Contra esto: está el hecho de que Avicena, en su libro De Anima, establece cinco potencias sensitivas
interiores: El sentido común, la fantasía, la imaginación, la
estimativa y la memoria.
Respondo: Como quiera que la naturaleza no
falla en lo necesario, es preciso que el alma sensitiva disponga de
tantas operaciones cuantas sean requeridas para la vida del animal
perfecto. Y cuantas de entre dichas acciones no puedan ser reducidas a
un solo principio, requerirán distintas potencias, ya
que la potencia del alma no es más que el principio próximo de la
operación del alma.
Hay que tener presente que para la vida del animal perfecto se
precisa no solamente que perciba la realidad presente sensible, sino
también la ausente. De no ser así, como quiera que el movimiento y la
acción del animal siguen a una percepción, el animal no se movería
para buscar cosas lejanas. Esto va contra lo que podemos observar, de
modo especial en los animales de movimiento progresivo, que se mueven
para conseguir algo lejano y que han percibido. Por lo tanto, es
necesario que el animal, por medio del alma sensitiva, reciba no sólo
las especies de los objetos sensibles que le alteran, sino también que
los pueda recibir y conservar. Pero recibir y conservar en los seres
corporales es algo que se atribuye a principios distintos. Ejemplo:
Los cuerpos húmedos reciben bien y conservan mal, y los secos al
revés. Por lo tanto, como la potencia sensitiva es acto de un órgano
corporal, es necesario que sean distintas la potencia que recibe y la
potencia que conserva las especies de lo sensible. Por otra parte, hay
que tener presente que, si el animal sólo se moviera por lo que
deleita o mortifica los sentidos, no sería necesario atribuirle más
que la aprehensión de las formas sensibles que le produjeran deleite o
repulsa. Pero es necesario que el animal busque unas cosas y huya de
otras, no sólo porque le sean convenientes o perjudiciales al sentido,
sino también por otras conveniencias, utilidades, o perjuicios.
Ejemplo: La oveja, al ver venir el lobo, huye, no porque la figura o
el color del lobo sea repulsiva, sino porque el que viene es un
enemigo de su propia naturaleza. El pájaro recoge pajas no para tener
un placer, sino porque son útiles para la construcción de su nido.
Para hacer eso, es necesario que el animal pueda percibir esas
intenciones que no percibe el sentido exterior. Además, es preciso que
en él exista un principio propio para dicha percepción, ya que la
percepción de lo sensible proviene de la alteración del sentido, cosa
que no ocurre con la percepción de las intenciones.
Por lo tanto, para recibir las formas sensibles se tiene el sentido propio y el común, de cuya distinción hablaremos
inmediatamente (ad 1.2). Para retener y conservar se tiene la fantasía o imaginación, que son lo mismo, pues la fantasía
o imaginación es como un depósito de las formas recibidas por los
sentidos. Para percibir las intenciones que no se reciben por los
sentidos, se tiene la facultad estimativa. Para conservarlas,
se tiene la memoria, que es como un archivo de dichas
intenciones. Por eso, los animales recuerdan lo que es nocivo o
conveniente. También la misma razón de pasado, considerada por la
memoria, entra dentro de las intenciones.
Hay que tener presente que, en lo que se refiere a las formas
sensibles, no hay diferencia entre el hombre y los otros animales, ya
que son alterados de la misma manera por los objetos sensibles
exteriores. Pero sí hay diferencia en lo que se refiere a las
intenciones, ya que los animales las perciben sólo por un instinto
natural, mientras que el hombre las percibe por una comparación. De
este modo, lo que en los otros animales es llamada facultad estimativa
natural, en el hombre es llamada cogitativa, porque descubre
dichas intenciones por comparación. Por eso, es
llamada también razón particular, a la que los
médicos le asignan un determinado órgano que es la
parte media de la cabeza, y, así, compara las intenciones particulares
como la facultad intelectiva compara las universales. Por lo que se
refiere a la memoria, el hombre no sólo tiene memoria como los demás
animales por el recuerdo inmediato de lo pasado, sino que también
tiene reminiscencia, con la que analiza silogísticamente el
recuerdo de lo pasado atendiendo a las intenciones
individuales.
Avicena admite una quinta potencia, intermedia entre
la estimativa y la imaginación, que une y divide las imágenes.
Ejemplo: Con la imagen de oro y la imagen de monte, formamos la imagen
de un monte de oro que nunca hemos visto. Pero esta operación no es
observable en los animales, y en el hombre, para
realizarla, es suficiente la potencia imaginativa. Esto mismo dice
Averroes en un libro titulado De Sensu et Sensibilibus.
Por lo tanto, no hay necesidad de admitir más que cuatro potencias
interiores de la parte sensitiva: El sentido común, la imaginación, la
estimativa y la memoria.
A las objeciones:
1. El sentido interior es llamado
común, no por una atribución genérica, sino como la raíz y principio
de los sentidos externos.
2. El sentido propio juzga el
objeto sensible que le es propio, distinguiéndolo de otras cualidades
que caen también bajo el campo del mismo sentido, discerniendo lo
blanco de lo negro o de lo verde. Pero ni la vista ni el gusto pueden
distinguir lo blanco de lo dulce, ya que para distinguir entre dos
cosas es necesario que se conozcan las dos. Por eso, es necesario que
al sentido común le corresponda el juicio de discernimiento, pues a él
se dirigen como a su término las aprehensiones de los sentidos. Y
también le corresponde percibir las intenciones de los sentidos, como
cuando alguien ve que ve. Pues a esto no llega el sentido propio, el
cual no conoce más que la forma de lo sensible por la que es alterado
y en cuya alteración se consuma la visión, de la que se sigue otra
alteración en el sentido común, que es el que percibe la visión
misma.
3. Así como una potencia surge del
alma por otra potencia, como dijimos anteriormente (
q.77 a.7), así
también el alma es sujeto de una potencia por otra. En este sentido,
imaginar y recordar son llamadas pasiones de la raíz
sensorial.
4. Aun cuando la acción del
entendimiento se origine en los sentidos, sin embargo, en lo
aprehendido por los sentidos, el entendimiento conoce muchas cosas que
el sentido no puede percibir. Igualmente ocurre con la potencia
estimativa, aunque en menor escala.
5. Lo sublime que tienen las
potencias cogitativa y memorativa en el hombre, no se debe a lo que es
propio de la parte sensitiva, sino por cierta afinidad y proximidad a
la razón universal que repercute sobre ellas. De este modo, no son
facultades distintas, sino la misma, aunque más perfectas de lo que lo
son en los otros animales.
6. Agustín llama visión espiritual a
la que se realiza por medio de las imágenes de los cuerpos estando los
cuerpos ausentes. Por eso resulta claro que es común a todas las
aprehensiones internas.