Ahora hay que tratar lo referente a las potencias apetitivas. Esta
cuestión implica lo siguiente: Primero, lo concerniente al apetito en
general; segundo, la sensualidad; tercero, la voluntad; cuarto, el
libre albedrío.
Lo concerniente al apetito en general plantea y exige respuesta a dos problemas:
Artículo 1:
El apetito, ¿es o no es alguna potencia especial del
alma?
lat
Objeciones por las que parece que el apetito no es alguna potencia
especial del alma:
1. A lo que es común en lo animado e inanimado, no hay que asignarle
una potencia especial. Pero apetecer es común en lo animado e
inanimado, porque lo bueno es lo que todos apetecen, como se
dice en I Ethic. Por lo tanto, el apetito no es
una potencia especial del alma.
2. Las potencias se distinguen por los objetos. Pero lo que
apetecemos o conocemos es lo mismo. Por lo tanto, la potencia
apetitiva no es necesario que sea distinta de la aprehensiva.
3. Lo común no se contrapone a lo propio. Pero
cualquiera de las potencias del alma apetece algo en concreto, esto
es, el objeto que le conviene. Por lo tanto, con respecto al objeto
que es apetecible en común, no es necesario añadir alguna potencia
especial llamada apetitiva.
Contra esto: está el hecho de que el Filósofo, en II De Anima, distingue el apetito de las otras potencias.
También el Damasceno, en el libro II, distingue entre
potencias apetitivas y cognoscitivas.
Respondo: Es necesario admitir una potencia
apetitiva del alma. Para demostrarlo, hay que tener presente que cada
forma lleva inherente una tendencia. Por ejemplo: El fuego, por su forma,
tiende a elevarse y producir un efecto semejante a él. Ahora bien, la
forma se encuentra de un modo superior en los seres dotados de
conocimiento que en los desprovistos de él. En éstos, la forma
determina a cada uno exclusivamente en lo que le es natural. Así,
pues, de esta forma natural se deriva una inclinación natural que es
llamada apetito natural. En los que tienen conocimiento, cada
uno de tal manera está determinado en su propio ser natural por su
forma natural, que no le impide recibir las representaciones de otras
especies, como el sentido recibe las representaciones de todos los
objetos sensibles y el entendimiento las de todos los inteligibles.
Así, el alma humana en cierto modo se hace todas las cosas por medio
del sentido y del entendimiento. Por eso, los seres dotados de
conocimiento se acercan a una cierta semejanza con Dios, en quien
preexiste todo, como dice Dionisio.
Así, pues, al igual que las formas de los seres dotados de conocimiento tienen un modo de ser superior al de las formas naturales, también en ellos debe darse una tendencia superior al de la natural, llamada apetito natural. Esta tendencia le corresponde a la potencia apetitiva del alma, por la que el animal puede apetecer todo aquello que aprehende y no sólo aquello a lo que le impulsa su forma natural. Así, pues, es necesario admitir en el alma una potencia apetitiva.
A las objeciones:
1. En los seres dotados de
conocimiento, su modo de apetecer es superior al modo común que hay en
los seres, tal como se dijo. Por eso, es
necesario que para tal efecto esté determinado por una potencia del
alma.
2. Lo que se aprehende y es
apetecido, es lo mismo como sujeto, pero con formalidad distinta. Pues
es aprehendido como ser sensible o inteligible. En cambio, es
apetecido en cuanto conveniente o bueno. Para que haya diversidad de
potencias, se requiere una diversa formalidad en el objeto, no
diversidad material.
3. Cada una de las potencias del
alma es una forma o naturaleza con inclinación natural a algo
determinado. Por eso, cada una apetece con apetito natural el objeto
que le conviene. Por encima está el apetito animal, derivado de la
aprehensión, por el que se apetece algo no en cuanto conveniente al
acto de esta o de aquella potencia, como la visión para ver o la
audición para oír, sino sencillamente porque le conviene al
animal.
Artículo 2:
El apetito sensitivo y el intelectivo, ¿son o no son potencias
diversas?
lat
Objeciones por las que parece que el apetito sensitivo y el
intelectivo no son potencias diversas:
1. Como ya dijimos anteriormente (q.77 a.3), las potencias no se
diversifican por las diferencias accidentales. Pero en lo apetecible
es accidental ser aprehendido por el sentido o por el entendimiento.
Por lo tanto, el apetito sensitivo y el intelectivo no son potencias
diversas.
2. El conocimiento intelectivo trata de lo universal, y en
esto se distingue del sensitivo, que trata de lo singular. Pero tal
distinción no se da en la parte apetitiva, pues, como quiera que el
apetito es un movimiento que va del alma al objeto, que es singular,
parece que todo apetito sea de lo singular. Por lo tanto, no debe
hacerse distinción entre el apetito intelectivo y el
sensitivo.
3. Lo apetitivo, como potencia inferior, y también la
potencia motriz, está subordinado a lo aprehensivo. Pero no es
distinta la potencia motriz, que en el hombre sigue al entendimiento,
de la que en los demás animales sigue al sentido. Por lo tanto, y por
lo mismo, tampoco lo es lo apetitivo.
Contra esto: el Filósofo, en III De Anima,
distingue un doble apetito, y dice que el apetito
superior mueve al inferior.
Respondo: Hay que afirmar que el apetito
intelectivo es una potencia distinta del apetito sensitivo. Pues la
potencia apetitiva es una potencia pasiva que, por naturaleza, es
movida por lo aprehendido. Por eso lo apetecible conocido es motor no
movido, mientras que el apetito es motor movido, como se dice en
III De Anima y en XII Metaphys. Los seres pasivos y mutables se distinguen por los principios activos y motores, porque es necesario establecer una proporción entre el motor y el móvil, y entre lo activo y lo pasivo. También la potencia pasiva recibe su propia naturaleza de su relación con el motivo que le determina. Así, pues, porque lo conocido por el entendimiento es genéricamente distinto a lo conocido por el sentido, hay que concluir que el apetito intelectivo es una potencia distinta del apetito sensitivo.
A las objeciones:
1. No es accidental en lo
apetecible ser aprehendido por el sentido o por el entendimiento, sino
que esto es algo que le corresponde esencialmente, pues lo apetecible
no mueve al apetito más que en cuanto aprehendido. Por eso las
diferencias entre lo aprehendido son esenciales a lo apetecido. De ahí
que las potencias apetitivas se distinguen por las diferencias de los
objetos aprehendidos como objetos propios.
2. El apetito intelectivo, aunque
sea transportado a lo singular que está fuera del alma, es movido por
una razón universal, como la de apetecer algo porque es bueno. Por
eso, el Filósofo, en su Retórica, dice que se
puede odiar algo universal. Ejemplo: Cuando tenemos odio a todo
género de ladrones. Igualmente podemos decir que
deseamos bienes inmateriales por medio del apetito intelectivo, como
puede ser la ciencia, la virtud y otras cosas parecidas que los
sentidos no pueden aprehender.
3. Como se dice en el III De
Anima, una opinión universal no mueve más que a
través de una particular. De modo parecido, el apetito superior mueve
a través del inferior. De este modo no hay una fuerza motriz distinta
para el entendimiento y para el sentido.