Artículo 1:
El bien, ¿puede o no puede ser causa, del mal?
lat
Objeciones por las que parece que el bien no puede ser causa del
mal:
1. Se dice en Mt 7,18: El árbol bueno no puede producir frutos
malos.
2. Uno de los contrarios no puede ser causa del otro. El mal
es contrario al bien. Por lo tanto, el bien no puede ser causa del
mal.
3. Un efecto defectuoso no puede provenir más que de una
causa deficiente. Pero el mal, si tiene causa, es un efecto
defectuoso. Por lo tanto, tiene una causa deficiente. Pero todo lo
deficiente es malo. Por lo tanto, la causa del mal no puede ser otra
más que el mal.
4. Dionisio, en c.4 De Div. Nom.
dice que el mal no tiene causa. Por lo tanto, el bien no es causa del
mal.
Contra esto: está lo que dice Agustín contra Julianum: No hubo nada en absoluto de donde pudiera salir el mal más que del
bien.
Respondo: Es necesario afirmar que todo mal
tiene alguna causa. Pues el mal es la ausencia del bien que debe
poseerse. El que a algo le falte su natural y debida
disposición no puede tener su causa más que en algo que
le aparte de su disposición, como no se mueve, por ejemplo, un cuerpo
pesado sin que alguien lo empuje hacia arriba, como
tampoco falla un agente en su acción a no ser por la presencia de
algún obstáculo. El ser causa no le puede corresponder más que al
bien, porque nada puede ser causa más que en cuanto que es ser, y todo
lo que es ser, en cuanto tal, es bueno. Si nos detenemos en los cuatro
géneros de causas, comprobamos que el agente, la forma y el fin,
implican alguna perfección que pertenece a la razón de bien. Incluso la
materia, en cuanto que es potencia para el bien, tiene razón de
bien.
El hecho de que el bien sea causa del mal, y causa material, resulta
evidente de lo dicho anteriormente. Pues ya quedó demostrado (q.48 a.3) que el bien es el sujeto del mal. El mal, por otra parte, no
tiene causa formal, sino que, más bien, es privación de la forma. Lo
mismo cabe decir con respecto a la causa final, pues, más bien, lo que
tiene es privación del orden a su debido fin. Pues no sólo el fin
tiene razón de bien, sino también de utilidad, porque está ordenado al
fin. El mal tiene causa por lo que se refiere al agente, y no en
cuanto tal, sino accidentalmente.
Para demostrar esto hay que tener presente que el mal es causado de
forma distinta en la acción y en el efecto. En la acción es causado
por la ausencia de alguno de los principios de la acción, o del agente
principal, o del instrumental. Ejemplo: La ausencia de movimiento en
el animal puede deberse a la debilidad de su fuerza motora, como
sucede en los niños; o por la incapacidad instrumental, como sucede en
los lisiados. Por otra parte, el mal en alguna cosa, pero no en el
propio efecto del agente, a veces es causado por el agente, otras
veces porque el agente es defectuoso, o porque lo es la materia. El
mal causado por la capacidad o perfección del agente se da cuando, a
la forma que el agente persigue, le acompaña necesariamente la
privación de alguna otra forma. Ejemplo: A la forma del fuego le
acompaña la privación de la forma del aire o del agua. Pues cuanto más
potente es la fuerza del fuego, tanto más fuertemente imprime su forma
y así corrompe también las formas contrarias. Por eso, el mal y la
corrupción del aire y del agua es debida a la perfección del fuego.
Pero esto sucede accidentalmente, porque el fuego no pretende anular
la forma del agua, sino imprimir su forma propia. Pero haciendo esto
causa aquello accidentalmente. Pero si hay defecto en el efecto propio
del fuego, por ejemplo, que no llega a calentar, esto se debe al
defecto de la acción que, a su vez, es debido al defecto de algún
principio, o a la indisposición de la materia, que no recibe
adecuadamente la acción del fuego. Pero esto mismo, que es ser
deficiente, le sucede al bien, al que le compete, en cuanto tal,
actuar. Por eso es verdad que el mal de ningún modo tiene una causa, a
no ser de manera accidental. Es así como el bien es causa del
mal.
A las objeciones:
1. Agustín, en Contra Julianum, comenta: El Señor llama árbol malo a la mala
voluntad, y árbol bueno a la voluntad buena. De la voluntad buena no
surge un acto moralmente malo, de la misma forma que de la voluntad
buena se sigue un acto moralmente bueno. Sin embargo, el mismo
movimiento de la mala voluntad es causado por la criatura racional,
que es buena. Así es la causa del mal.
2. El bien no causa aquel mal que
le es contrario, sino otro. Como la bondad del fuego causa el mal del
agua, y el hombre, bueno por naturaleza, causa el acto moralmente
malo. Esto mismo sucede accidentalmente, como acabamos de decir. Encontramos también que uno de los contrarios causa el otro
accidentalmente, como el frío del ambiente exterior calienta en cuanto
que el calor se concentra en el interior.
3. En las cosas provistas de
voluntad, la causa deficiente del mal es distinta de
la que se da en las cosas naturales. Pues el agente natural produce su
efecto tal cual es él mismo, a no ser que se lo impida algo externo a
él. Esto mismo es ya defecto suyo. Por eso nunca se sigue en el efecto
un mal a no ser que preexista algún otro mal en el agente o en la
materia, como hemos dicho. Pero en las cosas provistas de
voluntad, el defecto de la acción procede de la voluntad deficiente en
acto, en cuanto que al actuar no se somete a las reglas. Sin embargo,
este defecto no es culpa, sino que la culpa se debe al hecho de que se
actúa con tal defecto.
4. Como acabamos de afirmar,
el mal no tiene una causa directa, sino sólo indirecta.
Artículo 2:
El sumo bien, Dios, ¿es o no es causa del mal?
lat
Objeciones por las que parece que el sumo bien, Dios, es causa del
mal:
1. Se dice en Is 45,6-7: Yo, el Señor, y no otro Dios, hago la luz
y creo las tinieblas, hago la paz y creo el mal. Y Am 3,6:
¿Habrá algún mal en la ciudad que no haya hecho el
Señor?
2. Más aún. El efecto de la causa segunda se reduce a la causa
primera. Como se dijo (
a.1), el bien es causa del mal. Así, pues, como
Dios es la causa de todo bien, como se demostró anteriormente (
q.2 a.3;
q.6 a.1.4), se sigue que también el mal es causado por
Dios.
3. Como se dice en II Physic., una
misma es la causa de la salvación de la nave y la de su riesgo. Pero
Dios es la causa de la salvación de todas las cosas. Por lo tanto, El
mismo es la causa de toda perdición y de todo mal.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: Dios no es el autor del mal, porque no
es causa de la tendencia a no ser.
Respondo: Como resulta claro de lo dicho (
a.1),
el mal que consiste en el defecto de la acción, siempre es causado por
el defecto del agente. Pero en Dios no hay ningún defecto, sino que es
la perfección suma, como quedó demostrado anteriormente (
q.4 a.1). Por
eso, el mal que consiste en el defecto de la acción, o que es causado
por defecto del agente, no se reduce a Dios como a su
causa.
Pero el mal que consiste en la corrupción de algunas cosas, sí se
reduce a Dios como a su causa. Y esto es así tanto en las cosas
naturales como en las voluntarias. Pues ya se ha dicho (a.1) que algún
agente, en cuanto que con su capacidad produce alguna forma a la que
se sigue corrupción y defecto, con su poder causa tal corrupción y tal
defecto. Es evidente que la forma que de modo primordial Dios pretende
en las cosas creadas es el bien de la armonía del universo. La armonía
del universo requiere, como dijimos anteriormente (q.22 a.2 ad 2; q.48 a.2), que algunas cosas puedan fallar y que, de hecho, fallan. De este
modo, Dios, al causar en las cosas el bien de la armonía del universo,
como consecuencia y de forma accidental, también causa la corrupción
de las cosas, según aquello que se dice en 1 Samuel 2,6: El Señor da la
muerte y la vida. Pero aquello que se dice en Sab 1,13, Dios no
hizo la muerte, hay que entenderlo en el sentido de que no quería
la muerte en sí misma. Al orden del universo pertenece también el
orden de la justicia, que exige que los delincuentes sean castigados.
Según esto, Dios es autor del mal que es la pena. Pero no del mal que
es la culpa por el motivo que antes hemos aducido (sol.).
A las objeciones:
1. Aquellas autoridades están
hablando del mal de pena, no del mal de culpa.
2. El efecto de la causa segunda
deficiente se reduce a la causa primera no deficiente,
por lo que tiene de entidad y de perfección, no en lo que tiene de
defecto. Ejemplo: Todo lo que hay de movimiento en la cojera es
causado por la fuerza motriz, pero lo que hay de defecto en ella no
proviene de dicha fuerza, sino por estar contrahecha la pierna. De
forma parecida, todo cuanto hay de entidad y de acción en la acción
mala se reduce a Dios como a su causa. Pero lo que hay allí de defecto
no es causado por Dios, sino que proviene de la causa segunda
deficiente.
3. El hundimiento de la nave se
atribuye como causa al piloto por no hacer lo necesario para salvar la
nave. Pero Dios nunca falla a la hora de hacer lo que es necesario
para la salvación. Por eso no hay comparación posible.
Artículo 3:
¿Hay o no hay un sumo mal causa de todo mal?
lat
Objeciones por las que parece que hay un sumo mal causa de todo
mal:
1. A causas contrarias, efectos contrarios. Pero en las cosas se da
la contrariedad, según aquello de Ecl 33,14: Contra el mal está el
bien; contra la vida, la muerte; contra el justo, el pecador. Por
lo tanto, hay dos principios contrarios, uno del bien y otro del
mal.
2. Como se dice en II
De caelo et mundo, si uno de los contrarios se da realmente, también se da el otro.
Pero el sumo bien se da realmente, y es causa de todo bien, como quedó
demostrado anteriormente (
q.2 a.3;
q.6 a.2.4). Por lo tanto, hay un
sumo mal que se le opone y que es causa de todo mal.
3. Así como en las cosas se encuentra lo bueno y lo
mejor, también se encuentra lo malo y lo peor. Pero tanto lo bueno
como lo mejor se dicen por relación a lo óptimo. Por lo tanto, lo malo
y lo peor son llamados así por su relación a algún sumo
mal.
4. Todo lo que es por participación, está reducido a aquello
que es por esencia. Pero las cosas que son malas para nosotros, no son
malas en esencia, sino por participación. Por lo tanto, hay algún sumo
mal en esencia que es causa de todo mal.
5. Todo lo que es accidentalmente está reducido a aquello
que es esencial. Pero el bien es causa del mal accidentalmente. Por lo
tanto, es necesario suponer algún sumo mal que sea causa de los males
esencialmente. Tampoco puede decirse que el mal no tiene causa
esencial, sino sólo accidentalmente, porque se
seguiría que el mal no se daría en muchos, sino en
pocos.
6. El mal del efecto se reduce al mal de la causa, porque
el efecto defectuoso se debe a la causa deficiente, como se dijo
anteriormente (
a.1 y
2). Pero este proceder no se puede seguir
indefinidamente. Por lo tanto, es necesario suponer un primer mal que
sea causa de todo mal.
Contra esto: está el hecho de que el sumo bien es causa de todo ser,
como se demostró (
q.2 a.3;
q.6 a.4). Por lo tanto, no puede haber
algún principio opuesto a él que sea causa de los males.
Respondo: De todo lo establecido resulta claro
que no hay un primer principio de los males, como hay un primer
principio de los bienes. 1)
En primer lugar, porque el primer
principio de los bienes es esencialmente bueno, como quedó demostrado
(
q.6 a.3 y
4). Nada puede ser esencialmente malo, pues se demostró
también (
q.5 a.3;
q.48 a.3), que todo ser, en cuanto tal, es bueno, y
que el mal no se da más que en el bien como en su sujeto. 2)
En
segundo lugar, porque el primer principio de los bienes es el bien
sumo y perfecto, que contiene en sí toda su bondad, como quedó
demostrado (
q.6 a.2). Por otra parte, el sumo mal no puede existir,
porque, ya lo dijimos (
q.48 a.4), aunque el mal siempre disminuya el
bien, sin embargo, nunca lo puede consumir totalmente, y, así,
permaneciendo siempre el bien, no puede haber algo que sea íntegra y
completamente malo. Por lo cual, el Filósofo en IV
Ethic. dice que,
si el mal fuera completo, se
destruiría a sí mismo, porque una vez destruido todo bien (que se requiere para la integridad del mal), se suprimiría también el mismo
mal, pues su sujeto es el bien. 3)
En tercer lugar, porque la
razón de mal contradice la razón del primer principio. Porque todo mal
es causado a partir del bien, como se demostró anteriormente (
a.1),
bien porque el mal no puede ser causa más que accidentalmente. De este
modo no puede ser primera causa, porque la causa accidental es
posterior a la esencial, como resulta evidente en II
Physic.
Quienes sostuvieron dos primeros
principios, uno bueno y otro malo, cayeron en este error por el mismo
motivo por el que surgieron otras extrañas hipótesis de los antiguos.
Es decir, porque no tuvieron presente la causa universal de todo ser,
sino tan sólo las causas particulares de todos los efectos
particulares. De este modo, si encontraron algún ser que, por su
naturaleza, era perjudicial para otro ser, opinaron que la naturaleza
de aquel ser era mala; es como si alguien dijera que la naturaleza del
fuego es mala porque destruye la casa de algún pobre. No se puede
juzgar la bondad de la naturaleza de un ser por su relación a algo
particular, sino que hay que juzgarla en sí misma y en cuanto que está
ordenada a todo el universo, en el que cada cosa ocupa su lugar
perfectamente dispuesto, como resulta claro por todo lo dicho (q.47 a.2 ad 1).
Porque observaron la presencia de dos causas particulares contrarias
en dos efectos particulares contrarios, tampoco fueron capaces de
reducir las causas particulares contrarias a una causa universal
general. De este modo, llevaron la contrariedad que hay en las causas
hasta los primeros principios. Pero, como todos los contrarios
convergen en uno general, es necesario que en ellos, por encima de las
causas contrarias propias, se encuentre una causa común, del mismo modo que sobre las cualidades contrarias
de los elementos se encuentra la facultad del cuerpo celeste.
Igualmente, por encima de todo lo que existe de un modo u otro, se
encuentra un primer principio de ser, como quedó demostrado
anteriormente (q.2 a.3).
A las objeciones:
1. Los contrarios convienen en un
solo género y en una sola razón de ser. Por eso, aun
cuando tengan causas particulares contrarias, sin embargo, es
necesario que lleguen a una primera causa común.
2. La privación y la posesión
tienen su lugar natural en lo mismo. El sujeto de la privación es el
ser en potencia, como se dijo (
q.48 a.3). Por eso, como el mal es la
privación del bien, como resulta claro por todo lo dicho (ib.), se
opone a aquel bien al que se le añade la potencia, pero no al sumo
bien, que es acto puro.
3. Cada ser se proyecta según su
propia razón de ser. Así como la forma es una determinada perfección,
así también la privación es una determinada ausencia. Por eso, toda
forma, perfección y bien, se proyectan por su acceso al término
perfecto. La privación y el mal, por su alejamiento del término. Por
eso, no se dice malo y peor por su acceso al sumo mal, como se dice
bueno y mejor por su acceso al sumo bien.
4. Ningún ser es llamado malo por
participación, sino por privación de la participación. Por lo tanto,
no es necesario que se haga una reducción a algo que sea malo en
esencia.
5. Como quedó demostrado (
a.1), el
mal no puede tener causa más que accidentalmente. Por eso, es
imposible hacer una reducción a algo que sea esencialmente causa del
mal. Al decir que el mal está en muchos, se está diciendo algo
absolutamente falso. Pues los seres sometidos a generación y
corrupción, los únicos en los que se da el mal natural, son la más
pequeña parte de todo el universo. Además, en cada una de las
especies, el defecto natural se da escasamente. Sólo en el hombre
parece que se da el mal a menudo,
porque el bien del hombre, centrado en los sentidos, no es un bien del
hombre en cuanto hombre, es decir, conforme a la razón. Por otra
parte, muchos se guían más por el sentido que por la
razón.
6. En las causas del mal no se puede
seguir un proceso indefinidamente, sino que es necesario reducir todos
los males a alguna causa buena, de la cual se sigue accidentalmente el
mal.