Artículo 1:
La providencia, ¿le compete o no le compete a Dios?
lat
Objeciones por las que parece que la providencia no le compete a
Dios:
1. Según Tulio, la providencia es parte de la
prudencia. Pero la prudencia que, según el Filósofo,
aconseja para el bien, no le puede competer a Dios, pues, al no dudar,
no necesita consejo. Por lo tanto, a Dios no le compete la
providencia.
2. Lo que hay en Dios es eterno. Pero la providencia no es
eterna, pues su punto de referencia está en las cosas
existentes, que, según el Damasceno, no son
eternas. Luego no hay providencia en Dios.
3. No hay compuestos en Dios. Pero parece que la
providencia es un compuesto, pues incluye entendimiento y voluntad.
Luego en Dios no hay providencia.
Contra esto: está lo que se dice en Sab 14,3: Padre, Tú lo gobiernas
todo con providencia.
Respondo: Es necesario que en Dios haya
providencia. Pues, como se demostró (
q.6 a.4), todo el bien que hay en
las cosas ha sido creado por Dios. En las cosas se encuentra el bien
no sólo en cuanto algo sustancial, sino también en cuanto que las
cosas están orientadas a un fin, en especial el fin
último que, como hemos sostenido (
q.21 a.4), es la
bondad divina. Así, pues, este bien que hay en las cosas ha sido
creado por Dios. Como Dios por su entendimiento es causa de las cosas,
y cualquiera de sus efectos precisa preexistir en El como en su razón
de ser, según se deduce de todo lo dicho (
q.15 a.2;
q.19 a.4); es
necesario que la razón de orden hacia el fin que hay en las cosas
preexista en la mente divina. Y esta razón de orden al fin,
propiamente, es la providencia. Ya que es la parte principal de la
prudencia a la que están subordinadas las otras partes, que son la
memoria de lo pasado y la comprensión de lo presente; en cuanto que
del pasado recordado y del presente comprendido extraemos la previsión
del futuro.
Según el Filósofo en VI Ethic., propiamente la
prudencia es ordenar las cosas al fin. Bien el propio fin, como cuando
se dice que el hombre prudente por el bien ordena sus actos hacia el
fin de su vida. Bien el fin de los demás como miembros de la familia o
del reino, según lo que se dice en Mt 24,45: Siervo fiel y prudente
a quien el Señor puso al frente de su familia. En este sentido, la
prudencia o providencia puede corresponderle a Dios, pues en Dios no
hay nada que esté orientado a un fin ya que El mismo es el último fin.
Así, pues, la misma razón de orientación a un fin, en Dios se llama
providencia. Por eso, en el IV De Consol. dice
Boecio: La providencia es la misma razón divina asentada en el sumo
príncipe de todo que todo lo dispone. Dicha disposición puede
ser llamada también ordenación de las cosas al fin como ordenación de
las partes al todo.
A las objeciones:
1. Según el Filósofo en VI Ethic., la prudencia es preceptiva de lo que con
rectitud la eubulia aconseja y la synexis juzga. Por eso, aun cuando a
Dios no le corresponde ser aconsejado en el sentido que el consejo
dilucida dudas, sin embargo, sí le corresponde determinar cómo se
ordenan a El las cosas, según aquello del Sal 148,6: Estableció el
precepto y no lo traspasará. En este sentido, a Dios le
corresponde la razón de ser de la prudencia y de la providencia.
Aunque también puede decirse que esta razón de actuar de las cosas, en
Dios puede ser llamado consejo; no porque analice, sino por su certeza
de conocimiento, certeza a la que llegan los consejeros cuando
investigan. Por eso se dice en Ef 1,11: Todo lo hace siguiendo el
consejo de su voluntad.
2. Cuidar algo implica la razón
de orden, que es llamada providencia y disposición; y la ejecución del orden, que es llamada gobierno. La primera es
eterna; la segunda, temporal.
3. La providencia está en el
entendimiento, pero presupone la voluntad del fin; pues nadie ordena
actuar por un fin si no quiere el fin. Por eso, la prudencia presupone
las virtudes morales, por las que el apetito se ordena al bien, como
se dice en VI
Ethic. Sin embargo, si la
providencia mirase por igual la voluntad y el entendimiento divino, no
se anularía la simplicidad divina, pues en Dios, como ya se dijo (
q.19 a.1;
a.4 ad 2), voluntad y entendimiento son lo mismo.
Artículo 2:
Todas las cosas, ¿están o no están sometidas a la providencia
divina?
lat
Objeciones por las que parece que no todas las cosas están sometidas
a la providencia divina:
1. Nada previsto es fortuito. Por lo tanto, si todo es previsto por
Dios, nada será fortuito. Consecuentemente, tanto la casualidad como
el azar desaparecen. Esto va contra la opinión general.
2. Todo sabio previsor, en la medida de lo posible excluye
el defecto y el mal de aquello que está bajo su cuidado. Pero vemos
que hay mucho mal. Por lo tanto, o Dios no lo puede impedir y, de ser
así, no es omnipotente; o no cuida de todo.
3. Lo que sucede por necesidad no precisa ni providencia
ni prudencia. Por eso, según el Filósofo en VI Ethic., la prudencia es la recta razón de lo
contingente a la que pertenece el consejo y la elección. Así, pues,
como muchas cosas ocurren por necesidad, no todo está sometido a la
providencia.
4. Quien se orienta a sí mismo no está sometido a la
providencia de gobernante alguno. Pero los hombres, permitidos por
Dios, se orientan a sí mismos según aquello de Eclo 15,14: Desde el
principio dejó Dios que el hombre siguiera su propio consejo. Y de
modo especial con respecto al mal, según aquello del Sal 80,13: Les
dejó seguir los deseos de su corazón. Así pues, no todo está
sometido a la providencia de Dios.
5. Dice el Apóstol en 1 Cor 9,9: Dios no se ocupa de
los bueyes. Lo mismo cabe decir de otras criaturas irracionales.
Así, pues, no todo está sometido a la providencia divina.
Contra esto: está lo que de la sabiduría divina se dice en Sab 8,1: Llega con fuerza hasta el último confín; y todo lo dispone con
delicadeza.
Respondo: Algunos, como Demócrito y los
Epicúreos, negaron absolutamente la providencia sosteniendo que el
mundo había sido hecho por casualidad. Otros, en cambio, sostuvieron
que sólo los seres incorruptibles están sometidos a la providencia; y
que los seres corruptibles lo están no en cuanto individuos, sino en
cuanto especie, pues en cuanto especie son incorruptibles. De ellos se
dice en Job 22,14:
A El como un velo le envuelven las nubes; se
pasea por la bóveda del cielo y ni se preocupa de lo nuestro. El
Rabbí Moisés no incluyó entre los corruptibles a los
hombres por el esplendor del entendimiento del que participan. Pero,
con respecto a los otros seres corruptibles, mantuvo la misma opinión
de los demás.
Pero hay que decir que todos los seres, no sólo en general, sino
individualmente, están sometidos a la providencia divina. Se demuestra
así. Como todo agente obra por un fin, la ordenación de los efectos a
un fin llega hasta donde llega la causalidad del primer agente. El que
en las obras de algún agente suceda que algo no está ordenado al fin,
se debe a que tal efecto proviene de una causa distinta, ajena a la
intención del agente. La causalidad de Dios, que es el primer agente,
llega a todos los seres, y no sólo a los principios de la especie,
sino también de los individuos, y no sólo de los incorruptibles, sino
también de los corruptibles. Por lo tanto, es necesario que todo lo
que de algún modo tiene ser, esté ordenado por Dios a un fin, según
aquello del Apóstol en Rom 13,1: Lo que viene de Dios está
ordenado.
Así, pues, como la providencia de Dios, tal como se dijo (a.1), no es
más que la razón del orden de las cosas a un fin, es necesario que
todos los seres estén sometidos a la providencia divina en tanto en
cuanto participan del ser. Igualmente, ya se demostró (q.14 a.11) que
Dios lo conoce todo, tanto lo universal como lo particular. Y como su
conocimiento se relaciona con la realidad como el conocimiento del
arte con la obra artística (q.14 a.8), es necesario que todo esté
sometido a su orden, como todo lo artístico está sometido a lo
determinado por el arte.
A las objeciones:
1. Es distinto lo que sucede en la
causa universal de lo que sucede en la causa particular. Pues mientras
algo puede salirse del orden de la causa particular, no lo puede hacer
de la causa universal. De hecho nada escapa a la causa particular a no
ser por alguna causa particular impediente. Ejemplo: El agua impide
que la madera se queme. Por eso, como todas las causas particulares
están incluidas en la causa universal, es imposible que algún efecto
escape a la causa universal. Así, pues, cuando algún efecto escapa a
alguna causa particular, se dice que, con respecto a la causa
particular, es algo casual o fortuito. Pero con respecto a la causa
universal, de la que no puede sustraerse, se dice que es algo
previsto. Ejemplo: Cuando dos criados se encuentran en un mismo sitio,
aunque para ellos les parezca una casualidad, para el señor no lo es,
pues los había mandado al mismo sitio sin que uno supiera que el otro
también había sido enviado allí.
2. No sucede lo mismo en quien
cuida algo concreto que en quien cuida de todo. Pues
quien cuida de lo particular, en la medida de lo posible evita los
defectos; quien cuida de todo permite que en algo concreto aparezca
algún defecto para que no desaparezca el bien del todo. Por eso, en
las cosas naturales se dice que las corrupciones y los defectos van
contra la naturaleza particular; y, sin embargo, entran dentro del
plan de la naturaleza universal en cuanto que un defecto en uno es un
bien en otro o en el todo; pues la corrupción de uno conlleva la
generación de otro, y así se conserva la especie.
Así, pues, como Dios es el previsor universal de todo ser, a su
providencia pertenece el que permita la existencia de algunos defectos
en cosas concretas para que no se pierda el bien del universo entero.
Pues si se impidieran muchos males, muchos bienes desaparecerían del
universo. Ejemplo: No existiría la vida del león si no existiera la
muerte de animales; no existiría la paciencia de los mártires si no
existiera la persecución de los tiranos. Por eso dice Agustín en el
Enchirid.: De ningún modo hubiera permitido
Dios omnipotente la presencia del mal en sus obras, de no ser tan
bueno y poderoso que del mal pudiera sacar un bien.
Los dos argumentos que ahora rechazamos parece que constituían el
motivo por el que algunos excluyeron a los seres corruptibles de la
divina providencia incluyéndolos en la casualidad y en el
mal.
3. El hombre no ha instaurado la
naturaleza, sino que con sus obras, su arte y su virtud, usa las cosas
naturales. Por eso la providencia humana no alcanza lo necesario que
proviene de la naturaleza. A la que, sin embargo, sí llega la
providencia de Dios que es el Autor de la naturaleza. Parece ser que
este argumento constituía el motivo por el que Demócrito y otros
antiguos Naturalistas excluyeron de la providencia
divina el curso de las cosas naturales, atribuyéndolo a la necesidad
de la materia.
4. Al decir que Dios permitió que
el hombre se orientara a sí mismo, no se excluye al hombre de la
providencia divina; sino que se muestra cómo no fue configurado con
una capacidad operativa predeterminada como las cosas naturales que
obran por un fin sólo movidas por otro, y que no obran por sí mismas
como las criaturas racionales, que, mediante el libre albedrío, se
aconsejan y eligen. Por eso se recalca: en manos de su consejo.
Pero como el mismo acto del libre albedrío se reduce a Dios como a su
causa, es necesario que lo hecho por el libre albedrío esté sometido a
la providencia divina. Pues la providencia humana está contenida en la
providencia de Dios como la causa particular lo está en la universal.
No obstante, con los justos Dios tiene una providencia más sublime que
con los impíos, pues no permite que les suceda algo que al final les
impida salvarse; pues, como se dice en Rom 8,28: Todo coopera en
bien de los que aman a Dios. Y por lo mismo que no les quita a los
pecadores el mal de culpa, se dice que los abandona. Sin embargo, no
los abandona hasta el punto de que queden excluidos de su providencia;
pues, si no fuera por su providencia, serían nada. Parece ser que este
argumento constituía el motivo por el que Tulio excluyó
de la providencia las cosas humanas hechas deliberadamente.
5. Porque la criatura racional
domina sus actos por el libre albedrío, según se dijo (ad 4;
q.19 a.10), está sometida a la providencia divina de un modo especial; en el
sentido que se le imputa algo como culpa o mérito y se le retribuye
algo como pena o premio. Y en este sentido dice el Apóstol que Dios no
se ocupa de los bueyes; y no que, por ser criaturas irracionales,
queden excluidas de la providencia divina, como sostenía el Rabbí
Moisés.
Artículo 3:
¿Provee o no provee Dios directamente a todos?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no provee directamente a
todos:
1. Lo propio de la dignidad hay que atribuirlo a Dios. Pero propio de
la dignidad de un rey es que tenga ministros por medio
de los cuales atiende a los súbditos. Luego mucho más Dios no atiende
a todos directamente.
2. Propio de la providencia es ordenar las cosas a un fin.
El fin de cualquier cosa es su bien y su perfección. A la causa le
corresponde llevar a su efecto hasta el bien. Así, pues, la causa
agente es causa del efecto de la providencia. Por lo tanto, si Dios lo
provee todo directamente quedan anuladas todas las causas
segundas.
3. Dice Agustín en el Enchirid.: Es mejor ignorar que conocer ciertas cosas, como las cosas
viles. Lo mismo dice el Filósofo en XII Metaphys. Pero todo lo que es mejor hay que atribuirlo a Dios. Luego Dios no tiene una providencia directa de lo vil y de lo malo.
Contra esto: está lo que se dice en Job 34,13: ¿A quién ha
constituido con poder sobre la tierra? ¿O a quién sobre el orbe hecho
por El? A esto dice Gregorio: El mismo rige el
mundo; El mismo que lo hizo.
Respondo: A la providencia pertenece la razón
de orden de las cosas destinadas a un fin y la ejecución de este
orden, que se llama gobierno. En cuanto a lo primero, Dios
provee a todos directamente. Porque en su entendimiento tiene la razón
de todo, incluso de lo más pequeño; y a las causas destinadas a
producir ciertos efectos les dio fuerza necesaria para hacerlo. Por
eso, es necesario que en su entendimiento preexistiera el orden de
aquellos efectos. Y en cuanto a lo segundo, la providencia divina se
sirve de algunos medios. Porque gobierna las cosas inferiores por
medio de las superiores. Esto es así no por defecto de su poder, sino
por efecto de su bondad, que transmite a las criaturas la dignidad de
la causalidad. Con esto queda excluida la opinión de Platón quien,
según Gregorio de Nisa, sostenía un triple tipo de
providencia. 1) La primera providencia sería la del Dios supremo, que,
ante todo y sobre todo, provee las cosas espirituales; y,
consecuentemente, a todo el mundo por lo que se refiere a géneros,
especies y causas universales. 2) La segunda providencia sería la que
se tiene de los individuales tanto generales como, corruptibles. Este
tipo de providencia la atribuyó a los dioses que circundan los cielos,
es decir, las sustancias separadas que dan a los cielos su movimiento
circular. 3) La tercera providencia sería la que se tiene de las cosas
humanas, y que es atribuida a los demonios, que los Platónicos
colocaban como intermediarios entre nosotros y los dioses, según nos
relata Agustín en IX De Civ. Dei.
A las objeciones:
1. A la dignidad del rey pertenece
tener ministros que ejecuten sus determinaciones; pero que no sepa lo
que ellos tienen que hacer manifiesta defecto por su parte. Pues toda
ciencia práctica es más perfecta cuanto más considera lo particular,
que es donde se encuentra la acción.
2. Por tener Dios providencia
directa de todas las cosas, no quedan excluidas las causas segundas,
que son las que ejecutan sus órdenes, como ya se dijo.
3. Para nosotros es mejor ignorar
lo vil y malo, bien porque no podemos conocer muchas cosas a un
tiempo, y entonces nos estorba para conocer lo mejor; bien porque, a
veces, pensar lo malo arrastra nuestra voluntad hacia el mal. Pero
esto no sucede en Dios, porque todo lo ve a un tiempo e
intuitivamente, y cuya voluntad no puede tender al
mal.
Artículo 4:
La providencia divina, ¿impone o no impone necesidad a las
cosas?
lat
Objeciones por las que parece que la providencia divina impone
necesidad a las cosas:
1. Como demuestra el Filósofo en VI Metaphys.,
todo efecto que tiene una causa directa que existe o ha existido
y de la que depende necesariamente, se produce por
necesidad. Pero la providencia de Dios, por ser eterna, preexiste, y
sus efectos se producen necesariamente, ya que no pueden frustrarse.
Luego la providencia divina impone necesidad a las
cosas.
2. Todo provisor consolida su obra en la medida de lo
posible para que no desaparezca. Pero Dios es sumamente poderoso.
Luego da a las cosas la solidez de la necesidad.
3. En el IV De Consol. dice
Boecio: El destino, partiendo de los orígenes de la inmutable
providencia, encierra los actos y azares de los hombres mediante una
red indestructible de causas. Por lo tanto, parece que la
providencia impone necesidad a las cosas.
Contra esto: está lo que dice Dionisio en el c.4 De Div.
Nom.: La providencia no corrompe las cosas.
Pero algunas cosas por naturaleza son contingentes. Así, pues, la
providencia no impone necesidad a las cosas anulando la
contingencia.
Respondo: La providencia divina impone
necesidad a algunas cosas, pero no a todas, como sostuvieron
algunos. Pues a la providencia le corresponde ordenar
las cosas al fin. Y después de la bondad divina, que es el bien
separado de las cosas, el principal bien está en las mismas cosas, y
es la perfección del universo, que no existiría si en las cosas no se
dieran todos los grados de ser. Por eso, a la providencia divina le
corresponde producir todos los grados de seres. De este modo, para
algunos efectos dispuso causas necesarias, para que se dieran
necesariamente; para otros efectos dispuso causas contingentes, para
que se dieran contingentemente según la condición de las causas
próximas.
A las objeciones:
1. El efecto de la providencia
divina no consiste en que algo suceda de cualquier modo; sino que
suceda de forma contingente o necesaria. Y así sucede de forma
infalible y necesaria lo que la providencia divina dispone que suceda
de modo infalible y necesario. Y sucede de modo contingente lo que la
providencia divina determina que suceda contingentemente.
2. La inmutabilidad y el orden de
la providencia divina consiste en que lo provisto por Dios suceda tal
y como El lo determina, o sea, de modo contingente o
necesario.
3. La indisolubilidad e
inmutabilidad a la que alude Boecio se refiere a la certeza de la
providencia, que no falla en la producción de su efecto ni en el modo
como tiene que producirse; no se refiere a la necesidad de los
efectos. Y hay que tener presente que la necesidad y la contingencia
siguen al ser en cuanto tal. Por eso, el modo de contingencia y de
necesidad cae bajo la providencia divina, que es el provisor universal
de todo ser. Pero no cae bajo la provisión de los particulares.