Artículo 1:
Amor, ¿es o no es el nombre propio del Espíritu Santo?
lat
Objeciones por las que parece que Amor no es el nombre propio del
Espíritu Santo:
1. Dice Agustín en XV De Trin.: Desconozco por qué
así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son llamados sabiduría,
y todos no constituyen a un tiempo tres, sino una sola sabiduría, no
se tiene que llamar amor al Padre, el Hijo y el Espíritu Santo,
constituyendo todos, a un tiempo, un solo amor. Pero ningún nombre
dado a cada persona en particular y a todas en conjunto es nombre
propio de alguna persona. Luego Amor no es nombre propio del
Espíritu Santo.
2. El Espíritu Santo es persona subsistente. Pero el amor no
está indicado como persona subsistente: sino como una determinada
acción que pasa del que ama al amado. Luego Amor no es nombre
propio del Espíritu Santo.
3. El amor es el vínculo de los que aman; porque, según
Dionisio en el 4 cap.
De Div. Nom., es una
determinada fuerza unitiva. Pero el vínculo es el medio entre aquello
que une; no algo que proceda de lo que une. Así, pues, como el
Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo, como quedó demostrado
(
q.36 a.2), parece que no es el amor o el vínculo del Padre y del
Hijo.
4. Todo el que ama tiene algún tipo de amor. Pero el
Espíritu Santo ama. Luego tiene algún tipo de amor. Así pues, si el
Espíritu Santo es amor, será amor del amor, y espíritu del espíritu.
Esto es incongruente.
Contra esto: está lo que dice Gregorio en la homilía sobre
Pentecostés: El Espíritu Santo es
Amor.
Respondo: En Dios, el nombre Amor puede ser
tomado en sentido esencial y en sentido personal. En
sentido personal, es el nombre propio del Espíritu Santo, como Palabra
es el nombre propio del Hijo. Para demostrarlo, hay que tener presente
que, como ya se probó (
q.27 a.1,3 y
5), en Dios hay dos procesiones:
Una por el entendimiento, la de la Palabra; otra por la voluntad, la
del amor. Porque la primera nos es más conocida, para indicar cada uno
de los aspectos que se pueden analizar encontramos más nombres
adecuados. Pero no sucede así con la procesión del amor. Por eso
hacemos uso de ciertos circunloquios para indicar la persona que
resulta de tal procesión. Y las relaciones resultantes también de
dicha procesión, las denominadas, tal como ya dijimos (
q.28 a.4),
procesión y
espiración. Dichos nombres, sin embargo,
atendiendo sólo a los nombres, son más de origen que de relación. Sin
embargo, ambas procesiones deben ser analizadas como semejantes. Pues,
así como, por el hecho de que alguien entienda algo, se produce en su
mente una determinada concepción intelectual de lo
conocido y que se llama palabra; así también, por el hecho de que
alguien ama algo, se produce en quien ama una determinada impresión,
por decirlo de alguna manera, de lo amado, por la cual lo amado se
dice que está en quien ama como lo conocido está en quien conoce. Por
todo lo cual, cuando alguien se conoce y se ama, está en sí mismo no
sólo por identidad de la cosa, sino también como lo conocido en
quien conoce y lo amado en quien ama.
Pero por parte del entendimiento se encuentran muchos términos para
indicar la relación conocedor-objeto conocido, como resulta evidente
en el mismo término conocer. Y también se encuentran otros
términos para indicar el proceso de la concepción intelectual, como
son el mismo decir y palabra. Por eso, en Dios conocer sólo se dice en sentido esencial, porque no implica
relación con la palabra que procede. Pero Palabra se dice en
sentido personal, porque indica lo que procede. El mismo término decir tiene sentido nocional, porque implica la relación existente
entre el principio de la Palabra y la misma Palabra.
Por parte de la voluntad, fuera de querer y amar, que
implican relación entre el que ama y lo amado, no se han aplicado
otras palabras que impliquen relación entre la impresión o afección de
lo amado —que se produce en el que ama por el hecho del amor— y su
principio; y al revés. Por eso, al no disponer de otros
términos, indicamos dichas relaciones con los de amor y querer, que es como si la Palabra fuera llamada inteligencia concebida o sabiduría engendrada.
Así, pues, en cuanto que en el amar o en el querer no está implícita
más que la relación del que ama con lo amado, amor y amar tienen sentido esencial, como lo tienen conocimiento
y conocer. Pero en cuanto a los términos que usamos para
expresar la relación entre lo que procede por amor y su principio, y
al revés, como por amor se entiende el amor que procede,
y por amar se entiende espirar el amor que procede, así
Amor es nombre de persona, y los verbos querer o amar
son nocionales, como lo son decir o engendrar.
A las objeciones:
1. Agustín habla del amor en Dios
tomándolo en sentido esencial, tal como dijimos.
2. Entender, querer y amar, aun
cuando se indiquen como acciones que pasan al objeto, sin embargo, son
acciones que permanecen en quienes las hacen, como ya dijimos (
q.14 a.2;
q.18 a.3 ad 1); y permanecen, no obstante, implicando cierta
relación con el objeto. Por eso el amor, también entre nosotros, es
algo que permanece en quien ama, y la palabra mental permanece en
quien la pronuncia; y sin embargo, se relacionan con el objeto amado o
expresado con la palabra.
Pero en Dios, en quien no hay accidentes, sucede algo más. Porque
tanto la Palabra como el Amor subsisten. Así, pues, cuando se dice que
el Espíritu Santo es el Amor del Padre hacia el Hijo o a cualquier
otra cosa, no se está indicando algo que pasa a otro, sino sólo la
relación entre el amor y lo amado; como en la Palabra está implícita
la relación entre la Palabra y lo expresado por la
Palabra.
3. Se dice que el Espíritu Santo
es el vínculo del Padre y del Hijo en cuanto que es Amor. Porque, como
el Padre se ama a sí mismo y al Hijo con un solo Amor, y al revés; en
el Espíritu Santo, en cuanto que es Amor, está implícita la relación
entre el Padre y el Hijo, y al revés, como la relación entre el que
ama y lo amado. Pero por lo mismo que el Padre y el Hijo se aman
mutuamente, es necesario que su mutuo amor, el Espíritu Santo, proceda
de ambos. Así, pues, en cuanto al origen, el Espíritu Santo no es el
medio, sino la tercera Persona de la Trinidad. Y en cuanto a la
relación mencionada, es el vínculo entre los dos procedente de
ambos.
4. Así como al Hijo, aun cuando
conozca, no le corresponde, sin embargo, producir la Palabra, porque
el entender le corresponde en cuanto Palabra que procede; así también,
aun cuando el Espíritu Santo ame, tomándolo en sentido esencial, sin
embargo, no le corresponde a El espirar amor, que es amar en sentido
nocional; porque, así, ama en sentido esencial como Amor que procede y
no como aquello de lo que procede.
Artículo 2:
El Padre y el Hijo, ¿se aman o no se aman por el Espíritu
Santo?
lat
Objeciones por las que parece que el Padre y el Hijo no se aman por
el Espíritu Santo:
1. Agustín, en el VII
De Trin., prueba que el
Padre no es sabio por sabiduría engendrada. Pero, así como el Hijo es
sabiduría engendrada, así también el Espíritu Santo es Amor que
procede, como ya se dijo (
a.1). Por lo tanto, el Padre y el Hijo no se
aman con el Amor que procede y que es el Espíritu Santo.
2. Cuando se dice: El Padre y el Hijo se aman por el
Espíritu Santo, el verbo amar tiene sentido esencial o
nocional. Pero tomado en sentido esencial, la frase no puede ser
verdadera, porque, por el mismo motivo, podría decirse que el Padre
conoce por el Hijo. Tomado en sentido nocional, tampoco puede ser
verdadera, porque, por el mismo motivo, podría decirse que el Padre
y el Hijo espiran por el Espíritu Santo, o que el Padre
engendra por el Hijo. Por lo tanto, de ninguna manera es verdadera
la frase el Padre y el Hijo se aman por el Espíritu
Santo.
3. Es el mismo el amor con el que el Padre ama al Hijo,
se ama a sí mismo y nos ama a nosotros. Pero el Padre no se ama por el
Espíritu Santo. Porque ningún acto nocional vuelve sobre su principio;
pues no puede decirse: El Padre se engendra o el Padre se
espira. Luego tampoco puede decirse que el Padre se ama por el
Espíritu Santo, si amar se toma en sentido nocional. Por lo
mismo, el amor con que nos ama no puede ser el Espíritu Santo, porque
implicaría relación con la criatura, y esto pertenece a la esencia.
Por lo tanto, es falsa la frase: El Padre ama al Hijo por el
Espíritu Santo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el VI De
Trin.: El Espíritu Santo es por quien el
Engendrado es amado por el Progenitor y por quien ama al
Progenitor.
Respondo: Este problema entraña dificultad
cuando en la frase:
El Padre ama al Hijo por el Espíritu Santo,
el ablativo se toma en sentido causal, por lo cual parece que el
Espíritu Santo sea el principio del amarse el Padre y el Hijo. Esta
acepción es inaceptable. Por eso algunos dijeron que la
frase:
El Padre y el Hijo se aman por el Espíritu Santo, es
falsa. Añaden que Agustín se retractó de esta frase de modo
equivalente cuando se retractó de esta otra:
El
Padre es sabio con sabiduría engendrada.
Otros dijeron que se trata de una proposición impropia,
cuya explicación es: El Padre ama al Hijo por el Espíritu
Santo, esto es, por amor esencial, que se apropia al
Espíritu Santo.
Otros dijeron que el ablativo tiene sentido de signo, y
se aplica diciendo: El Espíritu Santo es signo de que el Padre ama
al Hijo, esto es, en cuanto procede de ellos como
amor.
Otros dijeron que el ablativo tiene sentido causal
formal, porque el Espíritu Santo es el amor con el que formalmente el
Padre y el Hijo se aman mutuamente.
Otros dijeron que el ablativo tiene sentido de efecto
formal. Estos son los que más se acercaron a la verdad.
Para demostrarlo, hay que tener presente que, como las cosas
generalmente son llamadas por sus formas, como blanco por la
blancura, hombre por su humanidad, todo aquello que es llamado por
algo, en cuanto a esto tiene razón de forma. Ejemplo: Este está
cubierto por el vestido. Este ablativo tiene sentido causal
formal, aun cuando no sea forma. Así, sucede que algo puede ser
llamado por lo que procede de él mismo, y no sólo como el agente por
la acción, sino también como por el objetivo de la misma acción, que
es el efecto, cuando el mismo efecto está indicado en el concepto de
acción. Ejemplo: Decimos que el fuego calienta por la
calefacción, aun cuando la calefacción no sea calor, que es la
forma del fuego, sino la acción producida por el fuego. Otro ejemplo:
Decimos que el árbol florece por las flores, aun cuando las
flores no sean la forma del árbol, sino determinados efectos que
surgen de ella misma.
Por lo tanto, en esta línea hay que decir que en Dios amar es
tomado en dos sentidos: Esencial y nocional. En sentido esencial, el
Padre y el Hijo no se aman por el Espíritu Santo, sino por su esencia.
Por eso dice Agustín en XV De Trin.: ¿Quién
se atreverá a decir que el Padre no se ama a sí mismo, al Hijo y al
Espíritu Santo más que por el Espíritu Santo? En esto se
fundamentan las primeras opiniones mencionadas. En sentido nocional,
amar no es más que espirar amor, como decir es producir
palabras, y florecer, flores. Por lo tanto, así como se dice
que el árbol florece por las flores, así también se dice que el Padre
se habla y habla a la criatura por la Palabra o el Hijo; y se dice
también que el Padre y el Hijo se aman y nos aman por el Espíritu
Santo o Amor que procede.
A las objeciones:
1. En Dios ser sabio o
inteligente no tiene más sentido que el esencial. Así, no puede
decirse que el Padre sea sabio o inteligente por el Hijo.
Pero amar se toma en sentido no sólo esencial, sino también
nocional. Por eso podemos decir que el Padre y el Hijo se aman por el
Espíritu Santo, tal como quedó establecido.
2. Aun cuando en el concepto de
alguna acción esté implicado un determinado efecto, el principio de la
acción puede ser llamado o por la acción o por el efecto. Así podemos
decir que el árbol florece
por floración o por
las
flores. Pero cuando en la acción no está incluido un determinado
efecto, entonces el principio de la acción no puede ser llamado por el
efecto, sino sólo por la acción; pues no decimos que
el árbol
produce la flor por la flor, sino por
la producción de la
flor.
Así, pues, al decir espira o engendra, está incluido
sólo el acto nocional. Por eso, no podemos decir que el Padre
espire por el Espíritu Santo o que engendre por el Hijo. Sí
podemos decir que el Padre habla por la Palabra
—como persona que procede—, y que habla por la dicción —como
acto nocional—. Porque decir, cuando indica producir la
Palabra, implica una determinada persona que procede. Por lo
mismo, amar, en sentido nocional, indica producir amor. Así,
puede decirse que el Padre ama al Hijo por el Espíritu Santo
—como persona que procede—, y por el mismo amor —como acto
nocional.
3. El Padre no sólo ama al Hijo
por el Espíritu Santo, sino que también se ama a sí mismo y nos ama a
nosotros. Porque, según se dijo (
a.1),
amar, tomado en sentido
nocional, no sólo implica la producción de la persona divina, sino
también la persona producida por amor que guarda relación con lo
amado. Por eso, así como el Padre se habla y habla a toda criatura por
la palabra engendrada, en cuanto que la Palabra engendrada representa
suficientemente al Padre y a toda criatura: así también se ama y ama a
toda criatura por el Espíritu Santo, en cuanto que el
Espíritu Santo procede como Amor de la primera bondad por la que el
Padre se ama y ama a toda criatura. Resulta evidente también que la
relación con la criatura implicada en la Palabra y en el Amor que
procede, es algo secundario; esto es, en cuanto que la verdad y la
bondad divina son el principio del conocer y del amar a toda
criatura.