Artículo 1:
«Espíritu Santo», ¿es o no es el nombre propio de alguna persona
divina?
lat
Objeciones por las que parece que el nombre Espíritu Santo no
es el nombre propio de alguna persona divina:
1. Ningún nombre común a las tres personas es propio de alguna en
particular, pero el nombre Espíritu Santo es común a las tres
personas. Pues Hilario, en el VIII De Trin.
muestra cómo algunas veces en el nombre Espíritu Santo está
indicado el Padre; por ejemplo: el Espíritu del Señor está sobre
Mí (Lc 4,18). Otras veces, está indicado el Hijo; por ejemplo,
dice el Hijo: Echo demonios con el espíritu de Dios (Mt
12,28), demostrando que echa demonios con el poder de
su naturaleza. Otras veces, está indicado el Espíritu Santo: Derramaré mi Espíritu sobre todos (Act 2,17). Por lo tanto, el
nombre Espíritu Santo no es propio de alguna persona en
particular.
2. Los nombres de las personas divinas indican relación,
como dice Boecio en el libro De Trin. Pero el
nombre Espíritu Santo no indica relación. Por lo tanto, no es el
nombre propio de la persona divina.
3. Porque Hijo es el nombre de alguna persona divina, no
puede decirse hijo de éste o de aquél. Pero sí se dice Espíritu de
éste o de aquel hombre. Está escrito en Núm. 11,17: Dijo el Señor a
Moisés: Tomaré tu espíritu y se lo daré a ellos. Y en 2 Re 2,15:
El Espíritu de Elias se posó sobre Eliseo. Por lo tanto, Espíritu Santo no parece ser el nombre propio de alguna persona
divina.
Contra esto: está lo que se dice en 1 Jn 5,7: Tres son los que dan
testimonio en el cielo: El Padre, la Palabra y el Espíritu Santo.
Y Agustín dice en VII De Trin.: Al preguntar
¿Qué tres?, respondemos: Tres personas. Luego Espíritu
Santo es el nombre de la persona divina.
Respondo: En Dios, dos son las procesiones. Una
de ellas, la procesión por amor, no tiene nombre, como ya se dijo
(
q.27 a.4 ad 3). Por eso, y como también dijimos (
q.28 a.4), las
relaciones derivadas de esta procesión no tienen nombre. Por lo cual y
por lo mismo, la persona que resulta de dicha procesión tampoco tiene
nombre propio. Pero, así como por el uso del lenguaje encontramos
algunos nombres que aplicamos para indicar tales relaciones, como
procesión y
espiración, los cuales, por su concreto
significado, parecen los más apropiados para indicar tanto los actos
nocionales como las procesiones, así también, para indicar la persona
divina resultante de la procesión por amor, por el uso que hace la
Escritura, se ha encontrado, como nombre más apropiado, el de
Espíritu Santo.
La conveniencia de este nombre puede fundamentarse en dos razones.
1) La primera, por la misma realidad común que implica el mismo
Espíritu Santo. Pues dice Agustín en el XV De Trin.: (El Espíritu Santo) es común a ambos: y tiene como nombre propio lo que es común a los dos: Pues el Padre es Espíritu y el Hijo es Espíritu: y el Padre es Santo y Santo es el Hijo. 2) La segunda, por su misma significación. Pues en las cosas corpóreas la palabra espíritu parece indicar cierto impulso y moción. De hecho, al aire espirado y al viento los llamamos espíritu. Por lo tanto, es propio del amor, que mueve e impulsa la voluntad del que ama hacia lo amado. Por otra parte, la santidad se atribuye a aquello que está ordenado a Dios. Así, pues, porque la persona divina procede por amor con el mismo con que Dios es amado, es adecuado que sea llamada Espíritu Santo.
A las objeciones:
1. Lo que se denomina espíritu
santo, en cuanto al contenido respectivo de las dos palabras, es
común a toda la Trinidad. Porque con el nombre espíritu se
indica la inmaterialidad de la sustancia divina; pues el aliento
corpóreo es invisible teniendo muy poco de material; de ahí que este
nombre lo atribuyamos a todas las sustancias inmateriales e
invisibles. Al decir santo, se está indicando la pureza de la
bondad divina. Por lo tanto, si Espíritu Santo se toma como un
único nombre, entonces vemos cómo la Iglesia lo ha encontrado
apropiado para indicar, por la razón aducida, una de las tres
personas divinas, la que procede por amor.
2. Aun cuando Espíritu
Santo no indica relación, está puesto como relativo, en cuanto que
es adecuado para indicar aquella persona que se distingue de las demás
sólo por la relación. Sin embargo, también puede ser entendido como
relación, si espíritu se toma como espirado.
3. En el nombre del Hijo, está
comprendida la única relación con el principio de quien emana: pero en
el nombre del Padre está comprendida la relación del principio; lo
mismo cabe decir del nombre Espíritu en cuanto que implica
cierta fuerza impulsora. Por otra parte, a ninguna criatura le
corresponde ser principio respecto de alguna persona divina, pero sí
al revés. De este modo, se puede decir Padre
nuestro y Espíritu nuestro; sin embargo, no se puede
decir Hijo nuestro.
Artículo 2:
El Espíritu Santo, ¿procede o no procede del Hijo?
lat
Objeciones por las que parece que el Espíritu Santo no procede del
Hijo:
1. Dionisio dice: Nadie debe atreverse a decir de
la sustancial divinidad más que lo que nos ha sido transmitido en los
escritos sagrados. Pero en la Sagrada Escritura no se dice que el
Espíritu Santo proceda del Hijo: sólo se dice que procede del Padre,
tal como consta en Jn 15,26: El Espíritu de verdad que procede
del Padre. Luego el Espíritu Santo no procede del
Hijo.
2. En el Símbolo del Concilio de Constantinopla se
lee: Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de
vida, procedente del Padre, digno de adoración y glorificación
juntamente con el Padre y con el Hijo. Así pues, de ninguna manera
debió añadirse en nuestro símbolo que el Espíritu Santo proceda del
Hijo. Quienes lo añadieron parecen ser dignos de anatema.
3. El Damasceno dice: Decimos que el
Espíritu Santo viene del Padre, y le llamamos espíritu del Padre: y no
decimos que el Espíritu Santo viene del Hijo y, en cambio, sí le
llamamos espíritu del Hijo. Luego el Espíritu Santo no procede del
Hijo.
4. Nada procede de aquello en lo que permanece. Pero el
Espíritu Santo permanece en el Hijo. Pues se dice en la Leyenda del
Bienaventurado Andrés: Paz a vosotros y a todos
los que creen en un único Dios Padre, y en su único Hijo, único Señor
nuestro Jesucristo, y en el único Espíritu Santo, que procede del
Padre y permanece en el Hijo. Luego el Espíritu Santo no procede
del Hijo.
5. Más todavía. El Hijo procede como Palabra. Pero en nosotros no
parece que nuestro aliento proceda de nuestra palabra. Luego tampoco
el Espíritu Santo procede del Hijo.
6. El Espíritu Santo procede completamente del Padre. Por
lo tanto, es banal añadir que procede del Hijo.
7. Como se dice en III Physic.: En las cosas perpetuas no hay diferencia entre ser y poder ser.
Mucho menos en Dios. Pero el Espíritu Santo puede distinguirse del
Hijo, incluso si no procede de El. Pues dice Anselmo en el libro De
proccessione Spiritus Sancti: El Hijo y el
Espíritu Santo toman su ser del Padre, pero de distinta manera: uno
naciendo y el otro procediendo para que sean distintos entre sí. Y
añade: Pues si por otra cosa no fueran distintos el
Hijo y el Espíritu Santo, por eso sólo ya lo serían. Luego el
Espíritu Santo se distingue del Hijo y no existe por
El.
Contra esto: está lo que dice Atanasio: El Espíritu
Santo no ha sido hecho, ni creado, ni engendrado, sino que procede del
Padre y del Hijo.
Respondo: Es obligatorio decir que el Espíritu
procede del Hijo. Pues, si no procediera de El, de ninguna manera
podría distinguirse personalmente de El. Esto resulta evidente por lo
dicho antes (
q.28 a.3;
q.30 a.2). Hay que tener presente que no hay
algo absoluto por lo que las personas divinas se distingan entre sí.
De lo contrario, no se seguiría que una fuera la esencia de las tres;
pues todo lo que de Dios se dice con sentido absoluto pertenece a la
unidad de esencia. Por lo tanto, hay que concluir que las personas
divinas se distinguen entre sí sólo por las relaciones.
Las relaciones personales no pueden distinguirse más que como
opuestas. Esto es así por lo siguiente: Porque el Padre tiene dos
relaciones, una de las cuales va referida al Hijo, y la otra al
Espíritu Santo. Sin embargo, dichas relaciones, por no ser opuestas,
no constituyen dos personas, pues le corresponden a la persona del
Padre. Por lo tanto, si en el Hijo y en el Espíritu Santo no se
encontraran más que dos relaciones con las que cada uno se relacionara
con el Padre, dichas relaciones no serían opuestas
entre sí; como tampoco lo serían aquellas con las que el Padre se
relaciona con ellas. Por eso, así como la persona del Padre es una,
así también se seguiría que la persona del Hijo y del Espíritu Santo
sería una, teniendo dos relaciones opuestas a las dos relaciones del
Padre. Esto es herético y anula el contenido de la fe en la Trinidad.
Por lo tanto, es necesario que el Hijo y el Espíritu Santo estén
relacionados entre sí con relaciones opuestas.
Por otra parte, y como ya se demostró (q.28 a.4), en Dios no puede
haber más relaciones opuestas que las relaciones de origen. Y las
relaciones opuestas de origen lo son por el principio y por lo que
emana del principio. Por lo tanto, hay que decir o que el Hijo procede
del Espíritu Santo, y esto no lo sostiene nadie; o que el Espíritu
Santo procede del Hijo, y esto es lo que nosotros confesamos. Esto
está en armonía con el concepto de procesión de ambos. Se dijo (q.27 a.2 y 4; q.28 a.4), que el Hijo procede intelectualmente como Palabra.
El Espíritu Santo procede voluntariamente como amor. Y
es necesario que el amor proceda de la Palabra; pues nada amamos si
antes no lo hemos albergado en nuestra mente concibiéndolo. Resulta
evidente así y por eso que el Espíritu Santo procede del
Hijo.
Esto también nos lo enseña el mismo orden de las cosas. Pues nunca
encontramos que de uno surjan muchos sin relación, a no ser que se
trate sólo de diferencia material. Ejemplo: Un fabricante produce
muchos cuchillos materialmente distintos entre sí, no guardando entre
sí ninguna relación. Pero en aquellas cosas entre las que no hay sólo
distinción material, siempre se encuentra algún tipo de relación. Por
eso, también en el orden de lo producido por las criaturas se
manifiesta la belleza de la sabiduría divina.
Por lo tanto, si de la persona del Padre proceden dos personas, esto
es, el Hijo y el Espíritu Santo, es necesario que guarden alguna
relación entre sí. Y no se le puede asignar más relación que la
natural por la que uno procede del otro. Así, pues, no es posible
sostener que el Hijo y el Espíritu Santo procedan del Padre de tal
manera que ninguno de los dos proceda del otro, a no ser que alguien
les atribuyera una distinción material. Esto es imposible.
De aquí que los mismos Griegos entiendan que la procesión del
Espíritu Santo guarde alguna relación con el Hijo. Pues admiten que el
Espíritu Santo es Espíritu del Hijo y que procede del Padre por el Hijo. Algunos de ellos admiten incluso que es del Hijo y que emana de El: sin embargo, no admiten que proceda. Y
esto se debe, al parecer, o a la ignorancia o a la insolencia. Porque,
si se pensara correctamente, se podría dar uno cuenta de que entre
todas las palabras que indican origen, la más extendida es procesión.
Pues la utilizamos para indicar, cualquier origen: como del punto
procede la línea; del sol, el rayo; de la fuente, el arroyo. Y lo
mismo en otras muchas cosas. Concluyendo: De cualquier palabra
referida al origen, puede deducirse que el Espíritu Santo procede del
Hijo.
A las objeciones:
1. No debemos decir lo que en la
Sagrada Escritura no se encuentra, o escrito o en el sentido de lo
escrito. Pues, aun cuando en la Sagrada Escritura no se encuentre
textualmente que el Espíritu Santo procede del Hijo, sin embargo, sí
se encuentra el sentido de dicha afirmación; y, en especial, donde el
Hijo hablando del Espíritu Santo dice: El me glorificará porque
tomará de lo mío (Jn 16,14). Al leer la Sagrada Escritura hay que
tener por norma asimismo que lo que se dice del Padre hay que
entenderlo también del Hijo, incluso si se añade alguna partícula
exclusiva, a no ser sólo en aquellas cosas en las que el Padre y el
Hijo se distinguen por sus relaciones opuestas. Pues, cuando el Señor,
en Mt 11,27, dice: Nadie conoce al Hijo a no ser el Padre, no
se excluye que el Hijo no se conozca a sí mismo. Así, pues, cuando se
dice que el Espíritu Santo procede del Padre, incluso si
se añade que procede del Padre sólo, no queda excluido
el Hijo; porque en cuanto a ser principio del Espíritu Santo, no se
oponen Padre e Hijo; sino que sólo se oponen en que éste es Padre;
aquél, Hijo.
2. En cada concilio fue instituido
algún símbolo por algún error que se condenaba en dicho
concilio. Por eso, en el siguiente concilio no se hacía un símbolo
distinto al primero; sino que lo implícitamente contenido en el primer
símbolo, se explicaba con algunos añadidos para hacer frente a los
nuevos herejes. Por eso, en la determinación del concilio de
Calcedonia se dice que los congregados en el concilio de
Constantinopla transmitieron la doctrina sobre el Espíritu Santo, no porque faltase algo a lo transmitido por los anteriores (los
congregados en Nicea), sino para entender cómo debían pronunciarse
contra los herejes. Así, pues, porque en la época de los antiguos
concilios todavía no se daba el error de decir que el Espíritu Santo
no procede del Hijo, no fue necesario declararlo explícitamente. Pero
más tarde, al darse dicho error por parte de algunos, fue necesario
que, en un concilio congregado en Occidente, aquello fuera declarado
expresamente por la autoridad del Romano Pontífice, con cuya autoridad
también eran congregados y confirmados los antiguos concilios. Sin
embargo, implícitamente estaba contenido en la misma declaración en la
que se dice que el Hijo procede del Padre.
3. El primero que introdujo que el
Espíritu Santo no procede del Hijo fue Nestorio. Esto nos consta por
el mismo credo nestoriano condenado en el concilio de Efeso. Este
mismo error lo sostuvo Teodoreto el Nestoriano; y después de él otros
muchos, entre los cuales también el Damasceno. Por eso, en esta
materia no hay que mantener su parecer. Aunque algunos dicen que el
Damasceno, así como no confiesa que el Espíritu Santo proceda del
Hijo, tampoco lo niega si se atiende al texto tal cual.
4. Al afirmar que el Espíritu Santo
descansa o permanece en el Hijo, no se excluye que proceda de El;
porque también se dice que el Hijo permanece en el Padre y, sin
embargo, procede del Padre. También se dice que el Espíritu Santo
permanece en el Hijo como el amor del que ama permanece en el amado o
por lo que se refiere a la naturaleza humana de Cristo, según lo que
está escrito en Jn 1,33: Aquel sobre quien viereis bajar y posarse
el Espíritu, éste es el que bautiza.
5. En Dios, la Palabra no se dice
por su semejanza con la palabra vocal, de la que no procede el
aliento, porque, de ser así, sólo se diría metafóricamente; sino por
semejanza con la palabra concebida en la mente de la que procede el
amor.
6. Al afirmar que el Espíritu Santo
procede del Padre no sólo no es banal decir que el Espíritu Santo
procede del Hijo, sino que es completamente necesario. Porque una es
la fuerza del Padre y del Hijo; y lo que es del Padre, necesariamente
es del Hijo menos lo que contradiga la propiedad de filiación. Pues el
Hijo no procede de sí mismo aun cuando proceda del
Padre.
7. El Espíritu Santo se distingue
personalmente del Hijo en lo siguiente: Que el origen de uno es
distinto del origen de otro. Y esta diferencia de origen se fundamenta
en lo siguiente: Que el Hijo procede sólo del Padre, mientras que el
Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo. Si fuera de otra manera,
no se distinguirían las procesiones, como ya quedó demostrado.
Artículo 3:
El Espíritu Santo, ¿procede o no procede del Padre por el
Hijo?
lat
Objeciones por las que parece que el Espíritu Santo no procede del
Padre por el Hijo:
1. Lo que procede de algo por alguien, no procede directamente. Así,
pues, si el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, no procede
del Padre directamente. Esto parece incorrecto.
2. Si el Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, no
procede del Hijo más que a causa del Padre. Pero, aquello que tiene
razón de causa, es siempre preferente. Por lo tanto, procede más del Padre que del Hijo.
3. El Hijo tiene su ser por generación. Así, pues, si el
Espíritu Santo procede del Padre por el Hijo, se sigue que antes es
engendrado el Hijo, y después procede el Espíritu Santo. De este modo,
la procesión del Espíritu Santo no es eterna. Esto es
herético.
4. Cuando se dice que alguien obra por otro, puede
decirse esto mismo al revés. Pues así como decimos que el rey obra por
el bailío, así también puede decirse que el bailío obra por el rey.
Pero de ningún modo decimos que el Hijo espire al Espíritu Santo por
el Padre. Por lo tanto, de ningún modo se puede decir que el Padre
espire al Espíritu Santo por el Hijo.
Contra esto: está lo que dice Hilario en el libro De
Trin.: Te ruego que me conserves esta religión
de mi fe, para que siempre posea al Padre, esto es, a Ti, que junto
contigo adore a tu Hijo y que sea merecedor de tu Espíritu Santo que
lo es por tu Unigénito.
Respondo: En todas las expresiones en las
cuales se dice que alguien obra por otro, la preposición
por
indica causalidad, refiriéndose a la causa o principio de aquel acto.
Pero como la acción es el medio entre el agente y el efecto, algunas
veces el sentido causal al que se le añade la preposición
por,
se refiere a la causa de la acción en cuanto que procede del agente.
En este caso concreto, es causa de que el agente actúe, bien se trate
de una causa final, bien formal, bien efectiva, o motriz. Causa final,
como si decimos que el artista obra por afán de lucro. Formal, como si
decimos que obra por su arte. Motriz, como si decimos que obra por
mandato de otro. Otras veces, la frase causal a la que se le añade la
preposición
por, es causa de la acción en cuanto que termina en
el hecho. Como cuando decimos que el artista trabaja por el martillo.
Pues no significa que el martillo sea la causa de que el artista
realice su obra, sino que es la causa de que el efecto proceda del
artista, y el hecho de serlo lo recibe del mismo artista. Por eso,
algunos dicen que la preposición
por, a veces indica
directamente autoridad, como cuando decimos que el rey obra
por
el bailío; otras veces, indirectamente, como cuando se dice que el
bailío obra
por el rey.
Así, pues, porque el Hijo tiene del Padre el hecho que de Él proceda
el Espíritu Santo, puede decirse que el Padre espira al Espíritu Santo
por el Hijo. O que, y es lo mismo, el Espíritu Santo procede del Padre
por el Hijo.
A las objeciones:
1. En cualquier acción hay que
tener presente dos aspectos. Esto es, el supuesto agente, y el poder
con que actúa. Ejemplo: El fuego calienta con el calor. Así, pues, si
en el Padre y en el Hijo se analiza el poder con el que espiran al
Espíritu Santo, no hay cabida para ningún medio, porque este poder es
sólo uno e idéntico en ambos. No obstante, si se consideran las mismas
personas que espiran, puesto que el Espíritu Santo procede del Padre y
del Hijo conjuntamente, nos encontramos con que procede del Padre
directamente, en cuanto que proviene de El. Y de forma mediata, en
cuanto que procede del Hijo. En este sentido decimos que procede del
Padre por el Hijo. También decimos que Abel procedió directamente de
Adán en cuanto que Adán fue su padre, y de forma mediata en cuanto que
Eva fue su madre, que procedía de Adán. Ponemos este ejemplo aun
cuando una procesión material no parece ser la más adecuada para
indicar la procesión inmaterial de las personas divinas.
2. Si el Hijo recibiera del Padre
algún poder numéricamente distinto para espirar al Espíritu Santo, se
seguiría que sería como una causa segunda e instrumental. En este
sentido procedería más del Padre que del Hijo. Pero el poder
espirativo en el Padre y en el Hijo es uno e idéntico en ambos. De
este modo procede igualmente de ambos. Aun cuando a veces se diga que
de manera principal y propia proceda del Padre en cuanto que el Hijo
recibe el poder espirativo del Padre.
3. Así como la generación del Hijo
es coeterna con el que le engendra, de modo que no
hubo Padre antes de que engendrara al Hijo, así también la procesión
del Espíritu Santo es coeterna con su principio, de manera que no fue
engendrado el Hijo antes de que procediera el Espíritu Santo. Ambas
procesiones son eternas.
4. Cuando se dice que alguien obra
por otro, no siempre se puede decir lo mismo al revés. Ejemplo: No
decimos que el martillo obre por el artesano. No obstante, decimos que
el bailío obra por el rey, porque propio del bailío es obrar, pues es
señor de sus actos. En cambio, no es propio del martillo obrar, sino
sólo ser usado. Por eso, no se le designa más que como instrumento. Se
dice que el bailío obra por el rey, aun cuando la preposición por indica medio, porque cuanto más importante es un supuesto en
el obrar, tanto más directamente se une su poder con el efecto, porque
el poder de la causa primera se une al de la causa segunda en su
efecto. Por eso, en las ciencias especulativas los primeros principios
son llamados inmediatos. Así, pues, en cuanto el bailío es
medio según el orden de los supuestos agentes, se dice que el rey obra
por el bailío. Pero según el orden de los poderes, se dice que el
bailío obra por el rey, porque el poder del rey es el que hace que la
acción del bailío consiga su efecto. Entre el Padre y el Hijo no hay
orden en lo que se refiere al poder, sino sólo en lo que se refiere a
los supuestos. Así, se dice que el Padre espira por el Hijo, pero no
al revés.
Artículo 4:
El Padre y el Hijo, ¿son o no son el único principio del Espíritu
Santo?
lat
Objeciones por las que parece que el Padre y el Hijo no son el único
principio del Espíritu Santo:
1. En cuanto que son uno, no parece que el Espíritu Santo proceda del
Padre y del Hijo. Tampoco que sean uno en naturaleza, porque, de ser
así, el Espíritu Santo procedería también de sí mismo. Tampoco que
sean uno en alguna propiedad, porque, al parecer, una misma propiedad
no puede tener dos supuestos. Por lo tanto, el Espíritu Santo procede
del Padre y del Hijo en cuanto que son varios. Consecuentemente, el
Padre y el Hijo no son un único principio del Espíritu
Santo.
2. Cuando se dice que el Padre y el Hijo son un solo
principio del Espíritu Santo, no puede indicarse con eso una
unidad personal, porque, de ser así, el Padre y el Hijo serían una
persona. Tampoco una unidad de propiedad, porque si debido a una sola
propiedad el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo,
por lo mismo, en caso de haber dos propiedades, parece que el Padre
sería dos principios, del Hijo y del Espíritu Santo. Por lo tanto, el
Padre y el Hijo no son un solo principio del Espíritu
Santo.
3. El Hijo no se relaciona más con el Padre que el
Espíritu Santo. Pero el Espíritu Santo y el Padre no son un solo
principio con respecto a ninguna persona divina. Por lo tanto, tampoco
el Padre y el Hijo.
4. Si el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu
Santo, o lo es el Padre, o no lo es. Pero esto no puede darse, porque
si lo es el Padre, hay que deducir que el Hijo es Padre; y si no lo es
el Padre, hay que deducir que el Padre no es Padre. Por lo tanto, no
hay que decir que el Padre y el Hijo sean un solo principio del
Espíritu Santo.
5. Más todavía. Si el Padre y el Hijo son un solo principio del
Espíritu Santo, parece que, al revés, hay que decir que un solo
principio del Espíritu Santo es el Padre y el Hijo. Parece que esta
proposición es falsa, porque al decir principio es necesario
que sustituya a la persona del Padre o a la del Hijo. En ambos casos,
es falsa. Por lo tanto, también lo será la proposición el Padre y
el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo.
6. La unidad sustancial causa identidad. Así, pues, si el
Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo, hay que
concluir que son el mismo principio. Pero esto es negado por
muchos. Por lo tanto, no es admisible que el Padre y el Hijo sean un
solo principio del Espíritu Santo.
7. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, por ser un solo
principio de la criatura, se dice que son un solo creador. Pero el
Padre y el Hijo no son un solo espirador, sino dos
espiradores, como dicen muchos.
Esto también concuerda con lo que dice Hilario en el II De
Trin.: Hay que confesar que el Espíritu Santo
viene del Padre y del Hijo, sus autores. Por lo tanto, el Padre y
el Hijo no son un solo principio del Espíritu Santo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en V De Trin.: El Padre y el Hijo no son dos principios del Espíritu Santo, sino un solo principio.
Respondo: El Padre y el Hijo son uno en todo, a
no ser en aquello en que se distinguen por relaciones
opuestas. Por eso, como en el hecho de ser principio
del Espíritu Santo no hay relación opuesta, se deduce que el Padre y
el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo.
Sin embargo, hay algunos que dicen que la expresión el Padre y el Hijo son un solo principio del Espíritu Santo, es
impropia. Porque como la palabra principio, en singular, no
indica persona, sino propiedad, dicen que tiene valor de adjetivo; y
porque el adjetivo no está determinado por el adjetivo, no puede
decirse correctamente que el Padre y el Hijo sean un solo principio
del Espíritu Santo; a no ser que un solo, se entienda en
sentido adverbial, cuyo significado, al decir son un solo principio,
sería el de un solo modo. Pero por la misma razón podría
decirse que el Padre es dos principios del Hijo y del Espíritu Santo,
esto es, de dos modos.
Por lo tanto, hay que decir: Aun cuando la palabra principio indica
propiedad, sin embargo, la indica en sentido sustantivado. Ejemplo: La
palabra padre o hijo en su aplicación a las criaturas. Por eso, el
número se toma de la forma significada, como los demás sustantivos.
Así, pues, como el Padre y el Hijo son un solo Dios por la unidad de
forma significada por el nombre Dios, así también son un solo
principio del Espíritu Santo por la unidad de propiedad significada
con la palabra principio.
A las objeciones:
1. Considerando el poder
espirativo, el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por ser
ambos uno en el poder espirativo, en cuanto que de algún modo expresa
conjuntamente la naturaleza y la propiedad, como diremos más adelante
(
q.41 a.5). No es improcedente que una propiedad se dé en dos
supuestos que tienen una sola naturaleza. En cambio, si se consideran
los supuestos de la espiración, el Espíritu Santo procede del Padre y
del Hijo en cuanto que son varios; pues procede de
ellos como el amor que los une.
2. Cuando se dice el Padre y el
Hijo son un solo principio del Espíritu Santo, se está designando
una sola propiedad, que es la forma significada por el nombre. Sin
embargo, no se deduce que por tener varias propiedades pueda decirse
que el Padre sea dos principios, porque esto implicaría la pluralidad
de supuestos.
3. La semejanza o desemejanza en
Dios, no responde a las, propiedades, sino a la esencia. Por eso, así
como el Padre no es más semejante a sí mismo que el Hijo, así tampoco
el Hijo es más semejante al Padre que el Espíritu Santo.
4. La proposición: El Padre y el
Hijo son un solo principio que es el Padre, y la proposición un
solo principio que no es el Padre, no son oposiciones
contradictorias. Por eso, no es necesario que una de ellas solamente
sea viable. Pues cuando decimos el Padre y el Hijo son un solo
principio, la palabra principio no supone determinadamente,
sino más bien en confuso, las dos personas a la vez. Por eso, en aquel
argumento está el sofisma denominado figura de dicción, consistente en
pasar de una suposición confusa a una concreta.
5. La proposición un solo
principio del Espíritu Santo es el Padre y el Hijo, también es
verdadera. Porque la palabra principio no sustituye a una sola
persona, sino, como dijimos (ad 4), indistintamente a las
dos.
6. Puede decirse correctamente que
el Padre y el Hijo son el mismo principio en cuanto que la palabra principio sustituye de forma confusa, indistinta y simultáneamente
a las dos personas.
7. Algunos dicen
que el Padre y el Hijo, aun cuando sean un solo principio del Espíritu
Santo, sin embargo, son dos espiradores, debido a la distinción de
supuestos. Así como también son dos, espirantes, porque los actos van
referidos a los supuestos. Pero este argumento no es aplicable a la
palabra creador. Porque el Espíritu Santo procede del Padre y
del Hijo en cuanto que son dos personas distintas, como acabamos de
decir (ad 1). En cambio, la criatura procede de las tres personas no
en cuanto que sean personas distintas, sino en cuanto que son una sola
esencia. Pero parece que es mucho mejor decir que el que espira
tiene sentido adjetivado, y el espirador, en cambio,
sustantivado. Podemos decir que el Padre y el Hijo son dos espirantes
debido a la pluralidad de supuestos. Pero no dos espiradores,
debido a que hay una sola espiración. Pues los nombres adjetivados
tienen número en cuanto a los supuestos. En cambio, los sustantivos lo
tienen en cuanto a sí mismos, atendiendo a la forma significada. Lo
dicho por Hilario, que el Espíritu Santo procede del Padre y del
Hijo, sus autores, hay que explicarlo diciendo que en lugar de un
adjetivo puso un sustantivo.