Artículo 1:
Todos los ángeles, ¿son o no son de una sola jerarquía?
lat
Objeciones por las que parece que todos los ángeles son de una sola
jerarquía:
1. Siendo los ángeles las criaturas supremas, debe suponerse que
tienen la mejor disposición posible. Pero, según el Filósofo en XII Metaphys. y en III Politic., la mejor disposición de la multitud es aquella en
la que están todos bajo un régimen. Por lo tanto, al no ser la
jerarquía más que un principado sagrado, parece que todos los ángeles
deben pertenecer a una sola jerarquía.
2. Dice Dionisio en c.3 De cael. hier.: La jerarquía es orden, ciencia y acción. Pero todos los
ángeles tienen un mismo orden a Dios, a quien conocen todos y por
quien son todos regidos en sus acciones. Por lo tanto, todos los
ángeles son de una misma jerarquía.
3. El principado sagrado, que es lo que se llama
jerarquía, se da entre los hombres y entre los ángeles. Pero todos los
hombres pertenecen a una jerarquía. Por lo tanto, también los ángeles
son todos de una misma jerarquía.
Contra esto: está el hecho de que Dionisio distingue tres jerarquías de
ángeles, según indica en c.6 De cael. hier.
Respondo: Jerarquía es lo mismo que
principado sagrado. Pero el principado es el
resultado de dos elementos: del príncipe y de la multitud puesta a sus
órdenes. Así, pues, porque Dios es Señor, no sólo de todos los
ángeles, sino también de todos los hombres y de todas las criaturas,
ha de ser una sola, en consecuencia, la jerarquía, no sólo de todos
los ángeles, sino también de todas las criaturas racionales capaces de
participar de las cosas sagradas, conforme con lo que dice Agustín en
XII
De Civ. Dei: Dos son las ciudades, es decir, las
sociedades: una de los buenos ángeles y hombres, y otra de los
malos. Pero si se considera el principado por parte de la multitud
puesta a las órdenes del príncipe, habrá un solo principado si la
multitud puede recibir la gobernación del príncipe de un modo único y
uniforme; mas las cosas que no pueden ser regidas del mismo modo por
el príncipe, pertenecerán a diversos principados, como bajo un mismo
príncipe están, por ejemplo, las diversas ciudades regidas por
diversas leyes y diversos ministros.
Es evidente que las iluminaciones divinas son recibidas de diverso
modo por los hombres y los ángeles, pues éstos las reciben en su
pureza inteligible, mientras que los hombres las perciben bajo sus
semejanzas de cosas sensibles, como dice Dionisio en c.7 De cael.
hier. Por lo tanto, es necesario que se distingan la
jerarquía humana y la angélica.
Por lo mismo, han de distinguirse en los ángeles tres jerarquías. Al
tratar sobre el conocimiento de los ángeles, dijimos (q.55 a.3) que
los ángeles superiores conocen la verdad de modo más universal que los
inferiores. Esta acepción universal del conocimiento admite tres
grados en los ángeles, puesto que pueden considerarse bajo tres
aspectos las razones de las cosas sobre las que son
iluminados los ángeles. 1) El primer aspecto es, en cuanto que
tales razones proceden del primer principio universal, que es Dios, y
este modo compete a la primera jerarquía, que se extiende hasta Dios
directamente, y que está situada como en la antecámara de Dios,
según la expresión de Dionisio, en c.7 De cael.
hier. 2) El segundo aspecto es, en cuanto que
tales razones dependen de las causas universales creadas, que en
alguna manera ya son múltiples; y este modo de iluminación compete a
la segunda jerarquía. 3) El tercer aspecto, según que estas
razones son aplicadas a las cosas singulares por cuanto cada una
depende de sus propias causas; y este modo es propio de la ínfima
jerarquía. Esto se aclarará más plenamente cuando tratemos en
particular de cada uno de los órdenes (a.6). Así, pues, la distinción
de jerarquías se toma por parte de la multitud regida.
De donde resulta claramente que yerran e interpretan falsamente a
Dionisio aquellos que extienden hasta las divinas
Personas cierto modo de jerarquía, que llaman supraceleste. En
las Personas divinas hay un cierto orden natural, pero no jerárquico.
Pues, como dice Dionisio en c.3 De cael. hier., el orden de jerarquía consiste en que unos sean purificados e
iluminados y perfeccionados, y otros purifiquen e iluminen y
perfeccionen. Esto es inaplicable a las Personas
divinas.
A las objeciones:
1. En el argumento se toma
principado por parte del príncipe en cuanto que lo mejor es que la
multitud esté gobernada por uno solo, como dice el
Filósofo.
2. No se distinguen jerarquías en
los ángeles en cuanto al conocimiento de Dios mismo, a quien ven todos
de una misma manera, esencial, sino que se distinguen en cuanto a las
razones de las cosas creadas, como dijimos (sol.).
3. Todos los hombres pertenecen a
una misma especie y todos tienen el mismo modo connatural de entender,
lo cual no sucede en los ángeles. Por lo tanto, no hay
paridad.
Artículo 2:
En la jerarquía, ¿hay o no hay un solo orden?
lat
Objeciones por las que parece que en la jerarquía no hay muchos
órdenes:
1. A definición multiplicada, multiplicación de lo definido. Pero la
jerarquía es orden, como dice Dionisio. Por lo tanto,
si hay varios órdenes, no habrá una sola jerarquía, sino
muchas.
2. Los diversos órdenes son diversos grados, y en las cosas
espirituales los grados corresponden a diversos dones espirituales.
Pero, entre los ángeles, todos los dones espirituales son comunes,
puesto que
nada se posee allí individualmente 11
bis
. Por lo tanto, no hay diversos órdenes de ángeles.
3. En la jerarquía eclesiástica se distinguen los
órdenes según los oficios de purificar, iluminar y de perfeccionar.
Pues el orden de los diáconos es purificativo, el de los sacerdotes es
iluminativo y el de los obispos es perfectivo, según dice Dionisio en
c.5 De cael. hier. Pero cada uno de los ángeles
purifica, ilumina y perfecciona. Por lo tanto, no hay distinción de
órdenes en los ángeles.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Ef 1,21:
Dios constituyó
a Cristo en cuanto hombre sobre todo principado, y potestad, y virtud,
y dominación; que son diversos órdenes angélicos y que pertenecen
varios de ellos a una misma jerarquía, como se verá más adelante
(
a.6).
Respondo: Como dijimos (
a.1), una jerarquía es
un principado, o sea, una multitud uniformemente ordenada bajo el
gobierno de un príncipe. Pero la multitud no sería ordenada, sino
confusa, si en ella no hubiese diversos órdenes. Luego el carácter
mismo de jerarquía exige diversidad de órdenes. Esta diversidad se
toma de los diversos oficios y funciones, como resulta evidente que en
una misma ciudad hay diversos órdenes en conformidad con las diversas
funciones, pues uno es el orden de los jueces, otro el de los
militares, otro el de los agricultores, etc.
Sin embargo, aunque sean muchos los órdenes en una ciudad, todos
pueden reducirse a tres, en cuanto que toda multitud perfecta consta
de principio, medio y fin. Por eso hay también en las ciudades un
triple orden de hombres: Uno, el de los que constituyen la
clase alta, que son los magnates; otro, el de la clase ínfima, que es
la plebe; y otro, en fin, intermedio, que es la clase media. Pues de
igual modo hay también en cada jerarquía angélica diversos órdenes,
según los diversos oficios y funciones. Toda esta diversidad se reduce
a tres grados: El sumo, el medio y el ínfimo. Por lo cual
Dionisio señala en cada jerarquía tres
órdenes.
A las objeciones:
1. El orden puede tomarse de dos
modos: Por la ordenación misma, que comprende bajo sí los diversos
grados, y en este sentido no hay más que un orden; o por cada uno de
los grados, y así es como se dice que hay varios órdenes en una
jerarquía.
2. En la sociedad de los ángeles,
todo se posee en común, pero algunas cosas unos las poseen más
excelentemente que otros. Cualquier cosa es poseída más perfectamente
por aquel que puede comunicarla que por el que no puede, como es más
perfectamente cálido lo que puede calentar que lo que no puede, y
posee de modo más perfecto la ciencia el que puede enseñarla que el
que es incapaz de hacerlo. Por otra parte, cuanto más excelente sea el
don que puede uno comunicar, tanto más perfecto es el grado en que
está, como el que es capaz de enseñar una ciencia
superior está en un grado más perfecto de magisterio, Así, pues, en
conformidad con estos casos análogos, se ha de entender la diversidad
de grados o de órdenes en los ángeles según sus diversos oficios y
funciones.
3. El ínfimo ángel es superior al
supremo hombre de nuestra jerarquía, según aquello de Mt 11,11: El
más pequeño en el reino de los cielos es mayor que él, esto es,
que San Juan Bautista, pues mayor que él no ha aparecido ninguno
entre los nacidos de mujer. Él menor ángel, pues, de la jerarquía
celestial puede no sólo purificar, sino también iluminar y
perfeccionar; y hacerlo mucho mejor que los órdenes de nuestra
jerarquía. Por lo tanto, la distinción de órdenes celestes no se
entiende según la distinción de estas acciones, sino según otras
diferencias de acciones.
Artículo 3:
En un solo orden, ¿hay o no hay muchos ángeles?
lat
Objeciones por las que parece que en un solo orden no hay muchos
ángeles:
1. Como dijimos (
q.50 a.4), todos los ángeles son desiguales entre
sí. Pero se dice que son de un orden las cosas que son iguales. Por lo
tanto, a un mismo orden no pertenecen varios ángeles.
2. Lo que puede ser hecho suficientemente por uno, es
superfluo que sea hecho por muchos. Pero lo que pertenece a un mismo
oficio angélico puede ser hecho suficientemente por un solo ángel;
mucho mejor que por un solo sol es hecho suficientemente todo lo que
pertenece al oficio del sol, puede hacerlo el ángel, que es más
perfecto que el cuerpo celeste. Por lo tanto, si los órdenes se
distinguen según los oficios, como dijimos (
a.2), es superfluo que
haya varios ángeles de un mismo orden.
3. Se ha dicho anteriormente (obj.1) que todos los
ángeles son desiguales. Si, pues, hay varios de un mismo orden,
supongamos tres o cuatro, el ínfimo de un orden superior tendrá mayor
semejanza con el supremo del orden inferior que con el supremo de su
propio orden, y así no parece que haya mayor razón para ser del orden
de éste que del orden del otro. Por lo tanto, no hay varios ángeles de
un mismo orden.
Contra esto: está lo que se dice en Isaías 6,3: Los serafines se
gritaban unos a otros. Por lo tanto, hay varios ángeles en el
mismo orden de serafines.
Respondo: El que conoce perfectamente algunas
cosas, puede distinguir hasta en los más mínimos detalles los actos,
las potencias y las naturalezas de las mismas. Pero el que las conoce
imperfectamente, sólo puede distinguirlas en general, y
tal distinción constará de menos partes. Así, por ejemplo, el que
conoce imperfectamente las cosas naturales las distingue por órdenes
generales, poniendo en uno los cuerpos celestes, en otro los cuerpos
inferiores inanimados, en otro las plantas, en otro los animales; pero
el que las conociese más perfectamente, podría distinguir en los
mismos cuerpos celestes diversos órdenes, y así en cada uno de los
demás.
Pues bien, nosotros conocemos imperfectamente a los ángeles y sus
oficios, como dice Dionisio en c.6 De cael. hier.; de ahí que no podamos distinguir más que en general los oficios y los órdenes de los mismos, y así es como se contienen muchos ángeles en un mismo orden. Pero si conociésemos perfectamente los misterios de los ángeles y las peculiaridades de cada uno, sabríamos perfectamente que, en realidad, cada ángel tiene su propio ministerio y su propio orden, en mayor grado incluso que cada una de las estrellas, aunque para nosotros sea ahora desconocido.
A las objeciones:
1. Todos los ángeles de un mismo
orden son en alguna manera iguales, en cuanto a la semejanza común,
según la cual están constituidos en tal orden; pero, en absoluto, no
son iguales. Por eso dice Dionisio en c.10 De cael.
hier. que en un mismo orden de ángeles cabe
distinguir primeros, medios y últimos.
2. Lo peculiar de los órdenes y
oficios, según lo cual cada ángel tiene su propio oficio y orden, es
desconocido para nosotros.
3. Así como en una superficie que
es mitad blanca y mitad negra los dos extremos que están en los
confines de lo blanco y de lo negro convienen más entre sí en cuanto a
la posición que algunas otras dos partes blancas, pero convienen, sin
embargo, menos en cuanto a la cualidad del color, así los ángeles que
están en los términos contiguos de dos órdenes convienen más entre sí
en cuanto a la proximidad de naturaleza que cualquiera de ellos con
algunos otros de su mismo orden, pero convienen menos en cuanto a la
idoneidad para oficios similares, idoneidad que tiene ciertamente
límites determinados.
Artículo 4:
La distinción de jerarquías y órdenes en los ángeles, ¿es o no es por
naturaleza?
lat
Objeciones por las que parece que la distinción de jerarquías y
órdenes en los ángeles no es por naturaleza:
1. Jerarquía quiere decir principado sagrado, y en la definición de
la misma incluye Dionisio que imita, en lo posible, a lo deiforme. Pero la santidad y deiformidad en los ángeles
viene de la gracia, no de la naturaleza. Por lo tanto, la distinción
de jerarquías y órdenes en los ángeles viene de la gracia, no de la
naturaleza.
2. Como dice Dionisio en c.7 De cael.
hier., a los serafines se les llama ardientes o abrasantes. Pero esto parece ser propio de la
caridad, que no procede de la naturaleza, sino de la gracia, pues
se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha
dado, como se dice en Rom 5,5; lo cual no se ha de entender
sólo de los hombres santos, sino que también puede afirmarse de los
santos ángeles, como dice Agustín en XII De Civ. Dei. Por lo tanto, los órdenes en los ángeles no
proceden de la naturaleza, sino de la gracia.
3. La jerarquía eclesiástica tiene por ejemplar a la
celeste. Pero los órdenes entre los hombres no provienen de la
naturaleza, sino de dones gratuitos; pues no viene de la naturaleza el
que uno sea obispo, otro presbítero y otro diácono. Por lo tanto,
tampoco en los ángeles vienen los órdenes de la naturaleza, sino
solamente de la gracia.
Contra esto: está el hecho de que el Maestro en II Sent.
d.9 dice: Se entiende por orden de los ángeles una
multitud de espíritus celestes que se asemejan entre sí por algún
don de gracia, como asimismo convienen en la participación de dones
naturales. Por lo tanto, la distinción de órdenes en los ángeles
proviene no sólo de los dones gratuitos, sino también de los dones
naturales.
Respondo: El orden de gobierno, que es orden de
una multitud existente bajo un régimen, se hace por respecto al fin.
Pero el fin de los ángeles puede entenderse de dos modos. 1)
Uno, según la condición de su naturaleza, a saber: que conozcan y
amen a Dios con conocimiento y amor naturales, y por relación a este
fin se distinguen los órdenes de los ángeles en conformidad con los
dones naturales. 2)
Otro en que puede considerarse el fin de la
multitud angélica, es según sus facultades sobrenaturales; y, en este
sentido, su fin es la visión de la divina esencia y el disfrute
constante de la bondad de la misma; fin que ellos no pueden conseguir
más que por la gracia. Con respecto a este fin, los órdenes se
distinguen en los ángeles
completivamente, o sea, de un modo
cabal y perfecto, según los dones gratuitos, y
dispositivamente, según los dones naturales,
porque a los ángeles se les dieron los dones gratuitos según la
capacidad de sus dones naturales, lo cual no es así en los hombres,
como dijimos (
q.62 a.6). Por eso, en los hombres se distinguen los
órdenes solamente según los dones gratuitos y no según la
naturaleza.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.
Artículo 5:
Los órdenes de los ángeles, ¿están o no están nominados
correctamente?
lat
Objeciones por las que parece que los órdenes de los ángeles no están
nominados correctamente:
1. A todos los espíritus celestes se aplican a veces los nombres de
ángeles, de virtudes o potestades celestes. Pero los
nombres comunes no se aplican con propiedad a algunos. Por lo tanto,
no es razón que un orden se llame de Angeles y otro de
Virtudes.
2. Más aún. Ser Señor es propio de Dios, según aquello del
salmo 99,3: Sabed que el Señor es Dios. Por lo tanto, no es
propio llamar Dominaciones a un orden de espíritus
celestes.
3. La palabra Dominación sugiere la idea de
gobierno. Pero esto mismo sucede también con las palabras Principados y Potestades. Por lo tanto, estos tres nombres
incorrectamente se apropian a tres órdenes.
4. Arcángeles significa Angeles Príncipes. Por
lo tanto, no debe darse este nombre sino al orden de los Principados.
5. El nombre Serafín se toma de ardor, que
pertenece a la caridad, y el de Querubín se toma de la ciencia.
Pero la caridad y la ciencia son dones comunes a todos los ángeles.
Por lo tanto, no deben ser nombres de órdenes especiales,
6. Tronos significa asientos. Pero por eso se dice
que Dios tiene su asiento en la criatura racional por el hecho de que
ésta le conoce y le ama. Luego el orden de los Tronos no debe
ser orden distinto de los órdenes de los Querubines y de los Serafines. Por lo tanto, parece que los órdenes de los ángeles se
designan incorrectamente.
Contra esto: está la autoridad de la Sagrada Escritura, que los nombra
así. Pues el nombre de Serafín consta en Is 6,2; y el de Querubín en Ez 1; el de Tronos en Col 1,16; los de Dominaciones, Virtudes y Potestades y Principados en
Ef 1,21; el de Arcángeles, en la Canónica de Judas (v.6); y el
nombre de Angeles en muchos lugares de la Escritura.
Respondo: En la nomenclatura de los órdenes
angélicos debe observarse que
los nombres propios de cada uno de
ellos designan sus respectivas propiedades, según dice Dionisio en
c.7
De cael, hier. Pero para saber cuál es la
propiedad de cada orden, hay que tener presente que en las cosas
ordenadas puede encontrarse algo de tres modos: como propiedad, por
exceso y por participación. Se dice que algo está como propiedad en
una cosa cuando es adecuado y proporcionado a la naturaleza de la
misma; se dice que está por exceso cuando lo que se atribuye a tal
cosa es de condición inferior a ella, pero, no obstante, le conviene
con excedencia de la cosa respecto de lo que se la atribuye, como se
ha dicho (
q.13 a.2) de todos los nombres que se atribuyen a Dios;
finalmente, por participación cuando lo que se atribuye a alguno no se encuentra en él en sentido pleno, sino de un modo empequeñecido, como se dice que los hombres santos son
dioses por participación. Así, pues, si se quiere nombrar alguna cosa con un nombre que designe su propiedad, no debe tomarse tal nombre de algo que sea participado imperfectamente por la cosa, ni tampoco de aquello que tiene por exceso, sino de aquello que es como al igual de ella. Si se quiere, por ejemplo, nombrar con propiedad al hombre, dígase que es una
sustancia racional, no que es una
sustancia intelectual, que es el nombre propio del ángel, puesto que la inteligencia pura compete al ángel a modo de propiedad, mientras que al hombre por participación. Tampoco se le llame
sustancia sensible, que es nombre propio del animal, puesto que los sentidos son de inferior condición que lo propio del hombre y le competen con exceso sobre todos los animales.
Así, pues, hay que tener presente en los órdenes angélicos que todas
las perfecciones espirituales son comunes a todos los ángeles y que
todas están de manera más espléndida en los superiores que en los
inferiores. Por otra parte, como incluso en estas mismas perfecciones
hay grados, la perfección superior se atribuye al orden superior a
modo de propiedad; y al inferior se atribuye a modo de participación;
y al revés, lo inferior se atribuye al inferior como propiedad y al
superior se atribuye como sobrepasándola éste. Así es como el orden
superior se denomina por la perfección superior.
Según esto, Dionisio expone los nombres de los órdenes
según la conformidad de dichos nombres con sus perfecciones
espirituales. Gregorio, en cambio, en la exposición de
estos nombres parece atender más a los ministerios exteriores, pues
dice: Se llama Angeles a los que anuncian las cosas menos
importantes; Arcángeles, a los que anuncian las cosas más sublimes;
Virtudes, a los que obran milagros; Potestades, a los que reprimen y
ahuyentan los poderes adversos; Principados, a los que presiden a los
mismos espíritus buenos.
A las objeciones:
1. Ángel significa
mensajero, y por eso a todos los espíritus celestes se les llama
ángeles, en cuanto que manifiestan las cosas divinas. Pero en esta
misma manifestación tienen cierta excelencia los ángeles superiores,
que es por lo que se les denomina
órdenes superiores. En
cambio, el ínfimo orden de ángeles no añade excelencia alguna sobre la
común manifestación, por eso su nombre les es dado a partir de la
simple manifestación. Así es como se les apropia el simple nombre
común de ángeles, según dice Dionisio en c.5
De cael.
hier. También puede decirse que se denomina
especialmente orden de ángeles el ínfimo orden, por ser éstos los que
inmediatamente nos anuncian las cosas directamente.
Virtud puede tomarse en dos sentidos. 1) Uno, común, en
cuanto designa algo intermedio entre la esencia y la operación, y en
este sentido todos los espíritus celestes se denominan virtudes
celestes, así como también esencias celestes. 2) Otro
sentido en que se toma es para indicar cierta superioridad de
fortaleza, y en este sentido es nombre propio de un orden. Por eso
dice Dionisio en c.8 De cael. hier. que el
nombre de Virtudes significa cierta fuerza viril e inquebrantable,
en primer lugar, para todas las operaciones divinas a ellos
pertinentes; y, además, para recibir las cosas divinas, significa que
sin ningún temor acometen las cosas divinas que se les encomiendan, lo
cual parece pertenecer a la fortaleza de ánimo.
2. Según dice Dionisio en c.12 De div. nom., se alaba singularmente en Dios la
dominación a modo de exceso; pero los textos sagrados llaman señores,
por participación, a los órdenes principales, por cuanto de ellos
reciben los inferiores sus dones. Por donde el mismo Dionisio en
c.8 De cael. hier., dice que el nombre de
las Dominaciones significa, en primer lugar, cierta libertad
o exención de condición servil y de sujeción baja,
como la de la plebe, y también de la opresión tiránica que
incluso los mayores sufren a veces. En segundo lugar, significa cierto gobierno severo e inflexible, que no se rebaja a actos serviles
ni propios de los sometidos a los tíranos o de los oprimidos por
ellos. En tercer lugar, significa el apetito y participación del
verdadero dominio tal como se encuentra en Dios. Y, del mismo
modo, el nombre de cada orden significa la participación de algo que
está en Dios. Ejemplo: El nombre Virtudes significa
participación de la virtud divina, y así de los demás.
3. Los nombres Dominación,
Potestad y Principado pertenecen de distinta manera a la
gobernación. Pues al señor pertenece solamente prescribir lo que se ha
de hacer; por eso dice Gregorio: Ciertos coros de
ángeles se llaman dominaciones, porque los demás están sometidos a
obedecerlos. El nombre de Potestad designa cierta
intimación, según aquello del Apóstol en Rom 13,2: El que resiste a
la potestad, a la ordenación divina resiste; por eso dice
Dionisio que el nombre Potestad significa cierta
ordenación, tanto respecto a la recepción de las cosas divinas como
respecto a las acciones divinas que ejercen los superiores en los
inferiores encumbrándolas. Pertenece, pues, al orden de las Potestades ordenar las cosas que se han de hacer por los súbditos.
Pero ser Príncipe, como dice Gregorio, es tener
prioridad entre otros, como si dijéramos, ser los primeros en
ejecutar lo mandado. Por lo cual dice Dionisio en c.9 De cael.
hier. que el nombre de Principados
significa guia con orden sagrado, y, efectivamente, a los que
guían a otros, estando a la cabeza de ellos, se les llama
propiamente Príncipes, según aquello del salmo 67,26: Precedían los príncipes juntamente con los cantores.
4. Los Arcángeles están,
según Dionisio, entre los Principados y los Angeles. Ahora bien, lo que está en medio, comparado a uno de los
extremos, parece el otro, en cuanto participa de la naturaleza de
ambos. Ejemplo: Lo tibio es frío respecto de lo cálido, y es cálido
respecto de lo frío. Pues, de igual modo, los Arcángeles son
considerados como Angeles príncipes, porque, comparados a los
ángeles, son príncipes, y, comparados a los Principados, son ángeles.
Aunque, según Gregorio, se llaman Arcángeles
porque tienen prioridad sólo con respecto a los Angeles, como
mensajeros de las cosas grandes, mientras que los Principados
se llaman así por presidir a todas las virtudes celestiales que
ejecutan los mandatos divinos.
5. La palabra
Serafín no
encuentra su origen simplemente de la caridad, sino del exceso de
caridad que implica la palabra
ardor o
incendio. Por eso
Dionisio en c.7
De cael. hier. explica la
palabra
Serafín por las propiedades del fuego, en el que está
el exceso del calor y en el que podemos distinguir tres cosas: 1)
Primero, el movimiento, que es hacia arriba y continuo, con lo
cual se indica que los Serafines se mueven hacia Dios sin desviación
posible. 2)
Segundo, su virtud activa, que es el calor, y que
se encuentra en el fuego, no simplemente, sino con cierta intensidad,
por cuanto es penetrante en su acción y trasciende hasta las partes
más insignificantes, y, además, con un ardor rebasante, con lo cual
significa la acción que estos ángeles ejercen potentemente sobre los
súbditos, estimulándolos a un sublime fervor y purificándolos
totalmente por el incendio. 3)
Tercero, se observa en el fuego
su claridad, lo cual significa que estos ángeles tienen en sí mismos
una luz inextinguible y que iluminan perfectamente a
otros.
Asimismo, también la palabra Querubín está tomada de cierto
exceso de ciencia, que por eso se traduce como plenitud de
ciencia; y lo explica Dionisio por relación a
cuatro cosas: 1) Primero, en cuanto a la perfecta visión de
Dios; 2) segundo, en cuanto a una plena recepción de la luz
divina; 3) tercero, en cuanto al hecho de que contemplan en
Dios mismo la belleza del orden de las cosas derivadas de Dios; 4) cuarto, en cuanto a que, inundados ellos plenamente
con este conocimiento, lo difunden con largueza entre
otros.
6. La excelencia del orden de
Tronos sobre los órdenes inferiores consiste en que los
Tronos pueden conocer directamente en Dios mismo las razones de
las obras divinas. Los
Querubines, en cambio, tienen la
excelencia de la ciencia, como los
Serafines tienen la del
amor. Y, aunque en estas dos excelencias de la ciencia y del amor esté
incluida la de los
Tronos, en ésta, sin embargo, no están
incluidas las otras dos, por lo que es distinto el orden de los
Tronos de los órdenes de los
Querubines y
Serafines.
Lo común a todos es que la excelencia del inferior está incluida en la
del superior, pero no viceversa.
Dionisio explica el nombre de Tronos por su
semejanza con los asientos materiales, en los cuales se deben tener
presentes cuatro cosas: 1) Primera, el sitio, porque así como
los asientos materiales se elevan sobre la tierra, así los ángeles
llamados Tronos se elevan hasta conocer directamente en Dios las
razones de las cosas. 2) Segunda, la solidez, porque el que en
ellos se sienta toma posición estable, aunque aquí sucede al
contrario, pues los ángeles mismos son consolidados por Dios. 3) Tercera, que el asiento recibe al que en él se sienta y éste puede
ser llevado en él, e igualmente estos ángeles reciben a Dios en sí
mismos, y en cierto modo lo llevan a los inferiores. 4) Cuarta,
la figura, porque el asiento está abierto por un lado para recibir al
que en él se sienta, y así también estos ángeles están como abiertos
por su prontitud para recibir a Dios y ser sus servidores.
Artículo 6:
Los órdenes de los ángeles, ¿están o no están correctamente
estratificados?
lat
Objeciones por las que parece que los órdenes de los ángeles no están
correctamente estratificados:
1. El orden de los prelados parece ser el supremo. Pero las
Dominaciones, los Principados y las Potestades significan cierta
prelacia, como indican sus nombres. Por lo tanto, estos órdenes deben
ser los supremos de todos.
2. Cuanto un orden está más cerca de Dios, tanto es
superior. Pero el orden de los Tronos parece ser el más próximo
a Dios, porque nada hay más unido al que está sentado que su mismo
asiento. Por lo tanto, el orden de los Tronos es el más
sublime.
3. La ciencia precede al amor, y el entendimiento parece
ser una facultad más sublime que la voluntad. Por lo tanto, también el
orden de los Querubines parece más sublime que el de los
Serafines.
4. Gregorio coloca los Principados
sobre las Potestades. Por lo tanto, no están inmediatamente
sobre los Arcángeles, como opina Dionisio.
Contra esto: está el hecho que Dionisio supone en la
primera jerarquía a los Serafines como primeros, a los Querubines como
medios y a los Tronos como últimos. En la segunda, a las Dominaciones
como primeros, a las Virtudes como medios y a las Potestades como
últimos. En la tercera y última, a los Principados como primeros, a
los Arcángeles como medios y a los Angeles como últimos.
Respondo: En la asignación de los grados de los
órdenes angélicos, Gregorio y Dionisio coinciden en todo, excepto en
los Principados y Virtudes. Dionisio coloca a las
Virtudes debajo de las Dominaciones y sobre las Potestades, y a los
Principados bajo las Potestades y sobre los Arcángeles.
Gregorio coloca a los Principados entre las
Dominaciones y las Potestades, y a las Virtudes entre las Potestades y
los Arcángeles. Ambas asignaciones pueden tener algún fundamento en la
autoridad del Apóstol. El cual, enumerando los órdenes medios en orden
ascendente, dice en Ef 1,20-21 que
Dios constituyó a Cristo a su
diestra en los cielos sobre todo Principado y Potestad y Virtud y
Dominación. Aquí, las Virtudes están entre las Potestades y las
Dominaciones, tal como hace Dionisio. Pero en Col 1,16, enumerando los
mismos órdenes en orden descendente, dice:
Todas
las cosas han sido creadas por él y en él, tanto los Tronos como las
Dominaciones, los Principados y las Potestades. Aquí Principados
están entre las Dominaciones y las Potestades, tal como hace
Gregorio.
Veamos, pues, primero las razones de la clasificación de Dionisio. En
ella hay que tener presente, como dijimos (a.1), que la primera
jerarquía toma las razones de las cosas de Dios mismo; la segunda, las
toma de las causas más universales; la tercera, según la determinación
a los efectos especiales. Por otra parte, siendo Dios fin no sólo de
los ministerios angélicos, sino también de toda criatura, a la primera
jerarquía pertenece la consideración del fin; a la segunda, la
disposición universal de las cosas que se han de hacer; a la tercera y
última, la aplicación de la disposición al efecto, que es la ejecución
de la obra, porque es evidente que estas tres cosas se encuentran en
toda operación. Por eso Dionisio, deduciendo de los
nombres respectivos las propiedades de los órdenes, coloca en la
jerarquía primera aquellos órdenes cuyos nombres se imponen con
relación a Dios: Serafines, Querubines y Tronos; en la segunda,
aquellos cuyos nombres designan cierto gobierno o disposición común:
Dominaciones, Virtudes y Potestades; y en la tercera, aquellos cuyos
nombres designan la ejecución de la obra: Principados, Arcángeles y
Angeles.
Pero respecto del fin hay que tener presente: Primero se concibe el
fin, después se tiene el perfecto conocimiento de él, y, por último,
se fija la intención en él. De esto, lo segundo es por añadidura a lo
primero, y lo tercero, por añadidura a lo segundo y primero. Teniendo
en cuenta, por otra parte, que Dios es fin de las criaturas, como el
jefe es fin del ejército, según expresión de Aristóteles en XII Metaphys., puede verse una semejanza de este orden
en las cosas humanas. Efectivamente, hay algunos de tal dignidad que,
sin mediación de otros, pueden acercarse familiarmente al rey o al
jefe; otros, además, pueden conocer sus secretos; y otros, aún más,
permanecen siempre junto a él, como unidos a él. Pues según esta
semejanza podemos tomar la disposición de los órdenes en la primera
jerarquía. Porque los Tronos se elevan hasta recibir familiarmente a
Dios en sí mismos, en cuanto ven en él directamente las razones de las
cosas, lo cual es propio de toda la jerarquía; pero los Querubines
conocen de manera más eminente los secretos divinos; y los Serafines
tienen la suprema excelencia, que es estar unidos a Dios mismo. De
este modo, el orden de los Tronos se denomina por lo que es común a
toda la jerarquía, como de lo que es común a todos los espíritus
celestes se denomina el orden de los ángeles.
Hay también tres aspectos de la gobernación. Lo primero es la
distinción de las cosas que se han de hacer, que es propio de las
Dominaciones; lo segundo es dar el poder para realizarlo, que
pertenece a las Virtudes; y, por último, el ordenar cómo deban
realizarse las cosas prescritas o determinadas, para que alguno lo
cumpla, y esto pertenece a las Potestades.
Por último, la ejecución de los ministerios angélicos consiste en
anunciar las cosas divinas. Pero en la ejecución de cualquier acto hay
algunos que lo comienzan y guían a otros, como los que entonan en el
canto y los que guían y conducen a otros en la batalla, y esto
pertenece a los Principados; otros, que simplemente ejecutan las
órdenes, y esto pertenece a los Angeles; otros, en fin, son como
intermediarios entre los que guían y los que simplemente ejecutan, y
éstos son los Arcángeles, como dijimos (a.5 ad 4).
Esta designación de los órdenes parece adecuada. Lo supremo de un
grado inferior siempre es afín a lo ínfimo del inmediato grado
superior. El ínfimo grado, por ejemplo,
de la vida animal dista muy poco de las plantas. Ahora bien, el primer
orden es el de las divinas Personas, cuyo término es el Espíritu
Santo, que es el amor que procede, con el que tiene alguna afinidad el
orden supremo de la primera jerarquía, denominado del incendio de
amor. El orden ínfimo de la primera jerarquía lo constituyen los
Tronos, que, por su mismo nombre, tiene relación con las Dominaciones,
puesto que los Tronos son, según Gregorio, por los
que Dios ejecuta sus juicios, por cuanto reciben las divinas
ilustraciones como competentes para iluminar directamente a la segunda
jerarquía, a la cual pertenece la disposición de los ministerios
divinos. El orden de las Potestades tiene afinidad con el de los
Principados, pues, perteneciendo a las Potestades el poner orden en
sus súbditos, semejante ordenación está designada inmediatamente por
el nombre de los Principados, que son los primeros en la ejecución de
los ministerios divinos, puesto que presiden el gobierno de las
naciones y reinos, que es el primero y principal entre los ministerios
divinos, ya que el bien común es más divino que el
particular.
Así se dice en Dan 10,13: El príncipe del reino de Persia se me
opuso.
También la disposición de las órdenes que hace Gregorio es adecuada.
En efecto, al ser las Dominaciones las que determinan y prescriben lo
perteneciente a los divinos ministerios, los órdenes a ellas sujetos
están dispuestos en conformidad con la disposición de los seres en que
se ejecutan dichos ministerios. Pero, como dice Agustín en III De
Trin., los cuerpos inferiores están regidos con
cierto orden por los superiores, todos los cuerpos por la criatura
espiritual, y el espíritu malo por el bueno. Así, pues, el primer
orden, después del de las Dominaciones, se dice que es el de los
Principados, que imperan incluso sobre los espíritus buenos. Vienen
después las Potestades, que alejan a los espíritus malos, como lo
hacen las potestades terrenas con los malhechores, como se dice en Rom
13,13-4. Siguen a éstas las Virtudes, que tienen poder sobre la
naturaleza corporal para obrar milagros. Después de las Virtudes
vienen los Angeles y Arcángeles, que anuncian a los hombres, ya las
cosas grandes que rebasan la razón, ya las pequeñas que caen bajo su
dominio.
A las objeciones:
1. En los ángeles es más importante
su sumisión a Dios que su prelacia sobre los inferiores, y de aquélla
les viene ésta; y por eso no son los supremos los órdenes que traen su
nombre de la prelacia, sino que lo son los que se nombran por su mirar
hacia Dios.
2. La proximidad a Dios que indica
el nombre de los Tronos, se da también en los Querubines
y Serafines, y de modo más excelente, según dijimos.
3. Como dijimos (
q.16 a.1;
q.27 a.3), el conocimiento se realiza en cuanto que lo conocido está en
quien conoce. En cambio, el amor, en cuanto que el amante se une a lo
amado. Por otra parte, las cosas superiores están en sí mismas de un
modo más sublime que en las inferiores, en tanto que las inferiores
están de manera más digna en las superiores que en sí mismas. De esto
se sigue que el conocer las cosas inferiores es más sublime que el
amarlas; pero el amor de las superiores, y principalmente de Dios, es
superior a su conocimiento.
4. Si se mira bien a las
disposiciones de los órdenes según Dionisio y según Gregorio, se
diferencian en realidad muy poco o nada. Porque el nombre de
Principados se toma, según Gregorio, del hecho de que presiden a
los espíritus buenos; y esto mismo compete a las Virtudes en
cuanto que su nombre implica cierta fortaleza que da
eficacia a los espíritus inferiores para ejecutar los ministerios
divinos. Asimismo, las Virtudes, según Gregorio,
parecen ser lo mismo que los Principados según Dionisio, puesto que el
primero entre los ministerios divinos es hacer milagros, por medio de
lo cual se prepara el camino para el anuncio que hacen los Arcángeles
y los Angeles.
Artículo 7:
Los órdenes angélicos, ¿permanecerán o no permanecerán después del
día del juicio?
lat
Objeciones por las que parece que los órdenes angélicos no
permanecerán después del día del juicio:
1. Dice el Apóstol en 1 Cor 15,24: Cristo reducirá a la nada todo
Principado y toda Potestad cuando entregue a Dios Padre el reino,
lo cual sucederá en la consumación final. Por lo tanto, y por lo
mismo, en aquel estado serán reducidos a nada todos los demás
órdenes.
2. Lo propio del oficio de los órdenes angélicos es
purificar, iluminar y perfeccionar. Pero, después del día del juicio,
un ángel no purificará, ni iluminará, ni perfeccionará a otro, porque
ya no progresarán más en la ciencia. Por lo tanto, sería inútil la
permanencia de los órdenes angélicos.
3. Hablando de los ángeles, dice el Apóstol en Heb 1,14:
Son todos aquellos espíritus administradores, enviados para
servicio en favor de los que han de heredar la salvación, de lo
cual se deduce claramente que los oficios de los ángeles se ordenan a
conducir a los hombres a la salvación. Pero todos los elegidos
conseguirán la salvación no más allá del día del juicio. Por lo tanto,
no habrá ministerios y órdenes de ángeles después del día del
juicio.
Contra esto: está lo que se dice en Juec 5,20: Las estrellas
conservarán su orden y su curso. Esto se dice de los ángeles según
la Glosa. Por lo tanto, los ángeles
permanecerán siempre en sus órdenes.
Respondo: En los órdenes angélicos hay que
tener presente la distinción de grados y el desempeño del ministerio.
La distinción de grados se da según las diferencias de gracia y de
naturaleza, como ya dijimos (
a.4). Y estas diferencias permanecerán
siempre en los ángeles. Porque no es posible que desaparezcan de ellos
las diferencias de naturaleza sin que ellos dejen de existir, y la
diferencia de gloria permanecerá también siempre en ellos, conforme a
la diferencia de los méritos precedentes.
En cambio, el desempeño de los oficios angélicos, en parte
permanecerá y en parte cesará después del día del juicio. Cesará en
cuanto dichos oficios se ordenan a llevar a otros al fin, pero
permanecerá en cuanto es compatible con la consecución última del fin;
a la manera que, en el orden militar, unas son las funciones en tiempo
de guerra y otras en el tiempo de la victoria.
A las objeciones:
1. Los principados y potestades
cesarán con la consumación final en cuanto a la misión de llevar a
otros al fin; porque, conseguido éste, no se necesita tender hacia él.
Esta solución está indicada por las mismas palabras del Apóstol, al
decir: Cuando haya entregado a Dios Padre el reino, esto es,
cuando haya conducido a los fieles al disfrute final de
Dios.
2. Las acciones de unos ángeles
sobre otros se han de entender a semejanza de las acciones
inteligibles entre nosotros. Ahora bien, entre nosotros hay muchas
acciones inteligibles que están ordenadas a modo de causa y efecto,
como el llegar gradualmente a una conclusión por muchos medios. En
este caso es evidente que el conocimiento de la conclusión depende de
todos los medios precedentes, no sólo en cuanto a una nueva
adquisición de ciencia, sino también en cuanto a la conservación de la
adquirida, como lo indica el hecho de que, si alguno se olvida de los
medios precedentes, se podrá tener opinión o fe acerca de la
conclusión, pero no ciencia, ignorando el orden de las causas. Así,
pues, al conocer los ángeles inferiores la razón de las obras divinas
por medio de la luz de los ángeles superiores, su conocimiento depende
de la luz de los superiores, no sólo en cuanto a la
nueva adquisición de ciencia, sino también en cuanto a la conservación
del conocimiento. Por lo tanto, aunque después del juicio no progresen
los ángeles inferiores en el conocimiento de las cosas, esto no
excluye, sin embargo, el que sean iluminados por los
superiores.
3. Aunque después del juicio los
hombres no hayan de ser conducidos a la salvación por medio del
ministerio de los ángeles, sin embargo, aquellos que la hayan
alcanzado continuarán recibiendo de los ángeles ciertas
iluminaciones.
Artículo 8:
Los hombres, ¿pertenecerán o no pertenecerán a los órdenes
angélicos?
lat
Objeciones por las que parece que los hombres no pertenecerán a los
órdenes angélicos:
1. La jerarquía humana está por debajo de la ínfima jerarquía
angélica, como la ínfima bajo la media y ésta bajo la primera. Pero
los ángeles de la ínfima jerarquía nunca pasarán a la media ni a la
primera. Por lo tanto, tampoco los hombres serán promovidos a los
órdenes de los ángeles.
2. A los órdenes de los ángeles competen ciertos oficios,
como custodiar, obrar milagros, ahuyentar los demonios y otros tales,
que no parecen que correspondan a las almas de los santos. Por lo
tanto, no serán promovidos a los órdenes angélicos.
3. Como los buenos ángeles inducen al bien, así los
demonios al mal. Pero es erróneo decir que las almas de los hombres
malos se conviertan en demonios, pues esto lo reprueba el Crisóstomo
en Super Matth. Por lo tanto, no parece que las
almas de los santos hayan de pasar a los órdenes de los
ángeles.
Contra esto: está lo que en Mt 22,30 dice el Señor hablando de los
santos: Serán como ángeles en el cielo.
Respondo: Como dijimos (
a.4.7), los órdenes
angélicos se distinguen tanto según la condición de la naturaleza como
según los dones de la gracia. Así, pues, si se consideran estos
órdenes sólo en cuanto a los grados de naturaleza, es evidente que los
hombres no pueden de ningún modo pasar a los órdenes de los ángeles,
porque permanecerá siempre la distinción de naturalezas.
Algunos, deteniéndose en esta distinción, afirmaron
que de ningún modo pueden los hombres elevarse hasta ser igualados con
los ángeles. Lo cual es erróneo, porque contradice la promesa de
Cristo, quien dice (Lc 20,36) que los hijos de la resurrección serán
iguales a los ángeles en el cielo. Pues lo que proviene de parte de la
naturaleza, en el orden va referido a lo material; lo que es
perfectivo en grado supremo es aquello que procede de la gracia, lo
cual depende de la liberalidad de Dios y no de la naturaleza. Por lo
tanto, los hombres pueden merecer, mediante los dones de la gracia,
tanta gloria que lleguen a igualarse con los ángeles en cualquiera de
los grados angélicos; y en esto consiste el que los hombres sean
elevados a los órdenes de los ángeles.
Otros dicen que no todos los hombres que se salvan son
elevados a los órdenes angélicos, sino únicamente los que son vírgenes
o los perfectos, constituyendo los demás hombres su propio orden, como
en contraposición a la sociedad total de los ángeles. Pero esto va
contra Agustín, quien, en XII De Civ. Dei, dice
que no habrá dos sociedades de hombres y de ángeles, sino una sola,
porque la bienaventuranza de todos consiste en estar unidos a un
solo Dios.
A las objeciones:
1. La gracia se da a los ángeles en
proporción de sus dones naturales, no así a los hombres, según dijimos
(
a.4;
q.62 a.6). Y, por lo tanto, como los ángeles inferiores no
pueden pasar al grado natural de los superiores, así tampoco al
gratuito. En cambio, los hombres pueden ascender al gratuito, aunque
no al natural.
2. Los ángeles, según el orden de
naturaleza, están entre Dios y nosotros, y, por lo
tanto, conforme a la ley común, son administradas por ellos no sólo
las cosas humanas, sino también todas las corporales. Pero los hombres
santos, incluso después de esta vida, serán de la misma naturaleza que
nosotros, y, por lo tanto, según la ley común, no administran las
cosas humanas ni se entrometen en los asuntos de los vivos,
según dice Agustín en el libro De Cura pro mortuis
agenda. Sin embargo, por una dispensa especial se
concede, a veces, a algunos santos, vivos o muertos, realizar estas
funciones, ya sea haciendo milagros, ya alejando a los demonios, o
cosas parecidas, como dice Agustín en el mismo libro.
3. No es erróneo decir que los
hombres son llevados a la pena de los demonios, pero sí erraron
quienes afirmaron que los demonios no son otra cosa que
almas de los difuntos, y esto es lo que reprueba el
Crisóstomo.