Artículo 1:
¿Pertenece el sacramento a la categoría de los signos?
lat
Objeciones por las que parece que el sacramento no pertenece a la
categoría de los signos.
1. La palabra «sacramento» proviene de «sacralizar», como
«medicamento» proviene de «medicinar». Pero esta denominación parece
referirse más a la causa que al signo. Luego el sacramento pertenece
más a la categoría de causa que a la de signo.
2. El vocablo «sacramento» parece indicar algo oculto. Así
se lee en el libro de Tob 12,7: Es bueno ocultar el sacramento del
rey, y en Ef 3,9:.. . y esclarecer cómo se ha manifestado el
misterio escondido desde siglos en Dios. Ahora bien, lo que está
oculto parece oponerse a la noción misma de signo, que, según San
Agustín en el II De Doct. Christ. I es aquello que, además
de impresionar nuestros sentidos, nos conduce al conocimiento de una
cosa distinta. Luego parece que el sacramento no pertenece a la
categoría de signo.
3. La palabra «sacramento» cae algunas veces bajo la
denominación de juramento. Así se dice en las Decretales, XXII
cau. q.5: No se obligue a jurar a los niños que no
han llegado al uso de la razón, y quien haya jurado una vez en falso no
sea admitido ya ni para ser testigo ni para prestar sacramento, o sea,
juramento. Pero el juramento no pertenece a la categoría de los
signos. Luego el sacramento tampoco.
Contra esto: dice San Agustín en X De Civ. Dei: El sacrificio visible
es sacramento, o sea, signo sagrado del sacrificio
invisible.
Respondo: Todas las cosas que se relacionan,
aunque sea de diverso modo, con una misma realidad, de ella pueden
tomar su denominación. Así, en relación con la salud que se encuentra
en el animal, se puede denominar sano no solamente el animal que la
posee, sino también el medicamento que la causa, el régimen dietético
que la conserva y el orín de la que es signo. Pues esto es lo que
ocurre con el vocablo «sacramento». Una cosa puede llamarse
sacramento, bien porque contiene en sí una santidad
oculta —y entonces sacramento equivale a «secreto sagrado»—, bien
porque tiene una relación con esta santidad, ya sea como causa, como
signo o de cualquier otro modo. Nosotros aquí hablamos de los
sacramentos en cuanto se relacionan con la santidad bajo el aspecto de
signo. Y en este sentido el sacramento entra en la categoría de
signo.
A las objeciones:
1. Por ser la medicina causa
eficiente de la salud, todos los derivados del concepto «medicina»
hacen referencia a este único primer agente. Y por eso el término
«medicamento» lleva implícita una cierta causalidad. Sin embargo, la
santidad implicada en la palabra «sacramento» no expresa una
causalidad eficiente, sino más bien una causalidad formal o final. Por
tanto, no es necesario que la palabra «sacramento» implique siempre
causalidad.
2. La objeción parte de que
sacramento es lo mismo que secreto sagrado. En este sentido no sólo el
secreto de Dios se dice que es sagrado y que es sacramento, sino
también el del rey, ya que, según los antiguos, se decían santas o
sacrosantas las cosas que no estaba permitido violar. Y esto se
aplicaba incluso a los muros de una ciudad, o a las
personas constituidas en dignidad. Por eso, a los
secretos —divinos o humanos—, que no se les puede violar
publicándolos, se les llama sagrados o sacramentos.
3. También el juramento tiene una
cierta relación con las cosas sagradas por ser una testificación en la
que se invoca algo sagrado. Y en este sentido se le puede llamar
sacramento. Pero nosotros, al hablar aquí de los sacramentos, no
adoptamos este significado. Aquí tomamos la palabra «sacramento» no en
sentido equívoco, sino análogo, o sea, según las diversas relaciones a
una misma cosa.
Artículo 2:
¿Es sacramento todo lo que es signo de una realidad
sagrada?
lat
Objeciones por las que parece que no todo lo que es signo de una
realidad sagrada es sacramento.
1. Todas las creaturas sensibles son signos de realidades sagradas,
como se dice en Rom 1,20: lo invisible de Dios lo conocemos a
través de las cosas creadas. Pero no se puede decir que todas las
cosas sensibles sean sacramentos. Luego no todo lo que es signo de una
cosa sagrada es sacramento.
2. Todos los hechos de la ley antigua eran figura de Cristo,
que es el
Santo de los santos. Así se dice en 1 Cor 10,11:
Todas estas cosas les sucedía a ellos en figura; y en Col 2,17:
Todas estas cosas son sombra de lo futuro, cuya realidad es
Cristo. Sin embargo, no todos los relatos de los Padres del
Antiguo Testamento, ni todas las ceremonias de la antigua ley,
sino sólo algunas, son sacramentos, como se ha dicho en la
Segunda
Parte (
2-2, q.101 a.4). Luego no todo lo que es signo de una cosa
sagrada es sacramento.
3. En el régimen del Nuevo Testamento son muchas
las cosas que se hacen como signo de algo sagrado que, sin embargo, no
son sacramentos: por ej., la aspersión con agua bendita, la
consagración de un altar, y cosas semejantes. Luego no todo lo que es
signo de una cosa sagrada es sacramento.
Contra esto: la definición se identifica con la cosa definida. Ahora
bien, algunos definen el sacramento como signo de una
cosa sagrada —y así se deduce del texto de San Agustín
anteriormente citado (a.1 se.)—. Luego parece que todo signo de una
cosa sagrada es sacramento.
Respondo: Los signos son connaturales al
hombre, porque es propio del hombre llegar a lo desconocido a
través de las cosas conocidas. Y por eso se llama
propiamente sacramento a lo que es signo de una realidad sagrada
destinada a los hombres. O sea que, en el sentido en que aquí lo hemos
tomado, propiamente se llama sacramento lo que es signo de una
realidad sagrada que santifica a los hombres.
A las objeciones:
1. Es cierto que las creaturas
sensibles significan cosas sagradas porque manifiestan la sabiduría y
la bondad divinas. Pero las significan como sagradas en sí mismas, y
no como medios de santificación para nosotros. Por eso no pueden
llamarse sacramentos en el sentido en que nosotros hablamos
ahora.
2. Algunas cosas del Antiguo
Testamento significaban la santidad de Cristo en sí mismo. Otras,
en cambio, significaban esa santidad como causa de nuestra
santificación. La inmolación del cordero pascual, por ejemplo,
significaba la inmolación de Cristo, por la cual somos santificados. Y
son estas últimas cosas las que propiamente se llaman sacramentos de
la antigua ley.
3. Las cosas toman el nombre de su
fin y de su complemento. Ahora bien, el fin no se obtiene con la
disposición, sino con la perfección. Por eso, las cosas que significan
disposición para la santidad —que es de las que trata la objeción-no
se llaman sacramentos. Solamente se llaman sacramentos las cosas que
significan la santidad humana en su perfección.
Artículo 3:
¿Es el sacramento signo de una sola realidad o de
varias?
lat
Objeciones por las que parece que el sacramento es signo de una sola
cosa.
1. El signo que significa muchas cosas es ambiguo y da ocasión al
error, como ocurre con los nombres equívocos. Pero la religión
cristiana debe desechar toda clase de error, según la exhortación de
Col 2,28: Mirad que nadie os engañe con filosofías falaces y
vanas. Luego el sacramento no es signo de varias
cosas.
2. Como ya se ha dicho (
a.2), el sacramento significa una
cosa sagrada en cuanto que causa la santificación de los hombres. Pero
no hay más que una causa de la santificación, como se dice en Heb
13,12:
Jesús, para santificar al pueblo con su sangre, padeció
fuera de la ciudad. Luego el sacramento no significa
varias cosas.
3. Como se acaba de decir (
a.2 ad 3), el sacramento
significa propiamente hablando el punto final de la santificación.
Pero este punto final solamente se encuentra en la vida eterna, según
se dice en Rom 6,22:
Tenéis por fruto la santificación y por fin la
vida eterna. Luego los sacramentos significan solamente la vida
eterna.
Contra esto: dice San Agustín en su libro Sententiarum
Prosperi que en el sacramento del altar hay dos
cosas significadas: el cuerpo verdadero de Cristo y el cuerpo
místico de Cristo.
Respondo: Como se ha dicho ya (
a.2), el
sacramento propiamente hablando se ordena a significar nuestra
santificación, en la que pueden ser considerados tres aspectos: la
causa de nuestra santificación, que es la pasión de Cristo; la forma
de nuestra santificación, que consiste en la gracia y las virtudes; y
el fin último de nuestra santificación, que es la vida eterna. Pues
bien, todas estas cosas están significadas en los sacramentos. Por
tanto, el sacramento es signo conmemorativo del pasado, o sea, de la
pasión de Cristo; es signo manifestativo del efecto producido en
nosotros por la pasión de Cristo, que es la gracia; y es signo
profético, o sea, preanunciativo de la gloria futura.
A las objeciones:
1. Un signo es ambiguo y da ocasión
a error cuando significa varias cosas que entre ellas no tienen
ninguna relación. Pero cuando significa varias cosas entre las que hay
un cierto orden, el signo ya no es ambiguo, sino determinado. Así como
la palabra hombre significa tanto el alma como el cuerpo en
cuanto que ambos constituyen la naturaleza humana, de modo parecido el
sacramento significa los tres aspectos indicados, unificados por una
cierta relación entre sí.
2. El sacramento, por el hecho de
significar una realidad que santifica, tiene que significar también el
efecto producido, que va implícito en la causa santificante en cuanto
que es santificante.
3. Para que haya sacramento es
suficiente que signifique la perfección que consiste en la forma, y no
es necesario que signifique solamente la perfección que es el
fin'.
Artículo 4:
¿Es siempre el sacramento una cosa sensible?
lat
Objeciones por las que parece que no siempre el sacramento es una
cosa sensible.
1. Según el Filósofo en su libro
Priorum, todo
efecto es signo de su causa. Pero, de la misma manera que hay efectos
sensibles, hay efectos también inteligibles, como la ciencia, que es
efecto de la demostración. Luego no todo signo es sensible. Es
suficiente, pues, para que se verifique la razón de sacramento que sea
signo de una realidad sagrada por la que el hombre se santifica, como
más arriba se ha dicho (
a.2). Luego no se requiere para la
verificación de sacramento una cosa sensible.
2. Los sacramentos pertenecen al reino de Dios y al culto de
Dios. Pero no parece que las cosas sensibles formen parte del culto
de Dios, ya que se dice en Jn 4,24: Dios es espíritu, y los que le
adoran, tienen que adorarle en espíritu y en verdad; y San Pablo
en Rom 14,17: El reino de Dios no es comida ni bebida. Luego no
se requieren cosas sensibles para que se dé el sacramento.
3. Dice San Agustín en el libro
De Ub.
Arbit. que
las cosas sensibles son bienes
mínimos sin los que el hombre puede vivir rectamente. Pero los
sacramentos son necesarios para la salvación, como veremos luego (
q.61 a.1), de tal manera que sin ellos el hombre no puede vivir rectamente.
Luego no es necesario que el sacramento sea una cosa
sensible.
Contra esto: dice San Agustín en Super lo.: Se
une la palabra al elemento y se hace el sacramento. Y en este caso
se refiere al agua, que es un elemento sensible. Luego se requieren
cosas sensibles para realizar un sacramento.
Respondo: La sabiduría divina provee a cada cosa
según su propia naturaleza. Por eso dice en Sab 8,1 que dispone
todo suavemente. Y en Mt 25,15: Da a cada uno según su propia
capacidad. Ahora bien, es connatural al hombre llegar al
conocimiento de las cosas inteligibles a través de las sensibles. Y
como el signo es el medio por el que se llega al conocimiento de otra
cosa y, por otra parte, las cosas sagradas significadas en los
sacramentos son bienes espirituales e inteligibles que santifican al
hombre, es lógico que la santificación del sacramento tenga lugar a
través de cosas sensibles. El mismo sistema se emplea en la Sagrada
Escritura cuando se nos describen las cosas espirituales con
ejemplos de cosas materiales. Se requieren, pues, para los sacramentos
cosas sensibles, como lo prueba también Dionisio
en I Caelestis Hierarchiae.
A las objeciones:
1. A cada cosa se le pone nombre y
se le define principalmente por aquello que le es primario y esencial,
y no por lo que le viene de otro. Ahora bien, un efecto sensible
—espontáneamente conocido por el hombre conduce al conocimiento de
otra cosa de una manera espontánea, ya que todos nuestros
conocimientos empiezan por los sentidos. Mientras que los efectos
inteligibles no pueden conducirnos al conocimiento de otra cosa más
que en la medida en que son manifestados por otro, o sea, por alguna
cosa sensible. Por eso, primaria y principalmente, se llama signos a
las cosas que se ofrecen a los sentidos, conforme a lo que dice San
Agustín en II De Doct. Christ.: signo es aquello que, además de la
imagen que impresiona los sentidos, nos lleva al conocimiento de otra
cosa. En cambio, los efectos inteligibles no tienen valor de signo
más que en la medida en que son manifestados por verdaderos signos. Y
en este sentido, a ciertas cosas que no son sensibles se les llama
también sacramentos, en cuanto que son manifestadas por cosas
sensibles, como veremos luego.
2. Las cosas sensibles, en cuanto
tales, no pertenecen al culto o al reino de Dios, y sólo pertenecen a
él en cuanto que son signos de las cosas espirituales, en las que
consiste el reino de Dios.
3. San Agustín habla de las cosas
sensibles consideradas en su valor material, no en cuanto que son
signos de cosas espirituales, que son los bienes supremos.
Artículo 5:
¿Requieren los sacramentos cosas determinadas?
lat
Objeciones por las que parece que no se requieren cosas determinadas
para los sacramentos.
1. Como ya hemos dicho (
a.4), en los sacramentos se requieren cosas
sensibles para que ejerzan su función de signos. Ahora bien, no hay
inconveniente en que diversas cosas sensibles signifiquen una misma
cosa, como acontece en la
Sagrada Escritura,
donde Dios es significado metafóricamente, ya por una piedra, ya por
un león, ya por el sol, etc. Luego diversas cosas pueden convenir a un
mismo sacramento. No se requieren, por tanto, determinadas cosas para
los sacramentos.
2. Es más necesaria la salud del alma que la del cuerpo.
Ahora bien, entre los remedios materiales destinados a sanar el
cuerpo, cuando uno falta se suple con otro. Luego con mayor razón en
los sacramentos, que son remedios espirituales destinados a sanar el
alma, se podrá, cuando falta una cosa, suplir con otra.
3. No está bien que la salvación del hombre se vea
restringida por la ley divina, y sobre todo por la ley de Cristo, que
vino a salvar a todos. Ahora bien, en el estado de ley natural no se
requerían en los sacramentos cosas determinadas, sino que se asumían
libremente, como es el caso de Jacob en Gen 28,20, que hace promesa de
ofrecer a Dios diezmos y víctimas pacíficas. Luego el hombre no
debería ser constreñido, y mucho menos en la nueva ley, al uso de
cosas determinadas en los sacramentos.
Contra esto: dice el Señor en Jn 3,5: Quien no naciere del agua y del
Espíritu Santo no puede entrar en el reino de Dios.
Respondo: En la confección de los sacramentos
se pueden considerar dos aspectos: el culto divino y la santificación
de los hombres. El primero es propio del hombre en sus relaciones con
Dios. El segundo, a la inversa, es propio de Dios en sus relaciones
con el hombre. Ahora bien, nadie puede determinar lo que depende de la
potestad de otro, sino sólo lo que depende de su propia potestad. Y
puesto que la santificación del hombre depende de la potestad de Dios,
que es quien santifica, no pertenece al hombre escoger las cosas con
que se ha de santificar, sino que esas cosas deben ser determinadas
por institución divina. Por eso, en los sacramentos de la nueva ley,
por los que el hombre es santificado —según 1 Cor 6,11: habéis
sido lavados, habéis sido santificados—, es necesario utilizar
cosas instituidas por iniciativa divina.
A las objeciones:
1. Es cierto que una misma cosa
puede estar representada por signos diversos, pero determinar en
concreto el signo que se ha de utilizar para significarla pertenece al
autor de la significación. Ahora bien, es Dios quien significa en los
sacramentos las cosas espirituales mediante cosas sensibles, como lo
hace en las Sagradas Escrituras mediante expresiones
metafóricas. Luego, de la misma manera que el Espíritu Santo determina
qué metáforas se han de emplear en ciertos lugares de la Sagrada
Escritura para significar cosas espirituales, así también deben
ser determinadas por institución divina las cosas que deberán
emplearse en la significación de este o aquel sacramento.
2. Las cosas tienen en sí mismas
virtudes saludables para el cuerpo y, por eso, si dos de estas cosas
tienen la misma virtud, poco importa que se utilice una u otra. Pero,
como estas cosas sensibles no se ordenan a la significación por su
propia virtud, sino sólo por institución divina, fue necesario que
Dios determinase las cosas sensibles que se habían de utilizar en los
sacramentos.
3. Como dice San Agustín en
XIX Contra Faust., a diversos tiempos
corresponden diversos sacramentos, de la misma manera que en los
verbos, para indicar presente, pretérito y futuro, se utilizan
diferentes formas verbales. Por eso, de la misma manera que bajo la
ley natural los hombres eran movidos a dar culto a Dios por instinto
interior y no por una ley externa, así el instinto interior
determinaba las cosas sensibles que se habían de emplear en el culto a
Dios. Sin embargo, también fue necesario después dar una ley externa,
tanto por el oscurecimiento de la ley natural a causa del pecado de
los hombres como para expresar de una manera más clara la gracia de
Cristo, por la que el género humano se santifica. Por eso fue
necesario también determinar las cosas que los hombres debían emplear
en los sacramentos. Esto, sin embargo, no coarta el camino de la
salvación, porque las cosas necesarias para confeccionar un sacramento
o son de uso común, o se pueden adquirir con poca fatiga.
Artículo 6:
¿Se requieren las palabras en la significación de los
sacramentos?
lat
Objeciones por las que parece que en la significación de los
sacramentos no se requieren las palabras.
1. Dice San Agustín en el libro XIX Contra Faustum: ¿Qué otra cosa son los sacramentos corporales más que palabras visibles? Según esto, añadir palabras a las cosas sensibles en los sacramentos sería añadir palabras sobre palabras, lo cual es superfluo. Luego en los sacramentos no se requiere añadir palabras a las cosas sensibles.
2. El sacramento es una realidad unitaria. Pero una realidad
unitaria no se puede conseguir con realidades pertenecientes a
diversos géneros. Y puesto que las cosas sensibles y las palabras
provienen de diversos géneros: las cosas sensibles, de la naturaleza;
las palabras, de la razón, sigúese que en los sacramentos no se deben
añadir a las cosas sensibles las palabras.
3. Los sacramentos de la nueva ley sucedieron a los
sacramentos de la ley antigua, porque, como dice San Agustín en XIX Contra Faustum: revocados aquéllos, fueron
instituidos éstos. Pero en los sacramentos de la ley antigua no se
requería ninguna fórmula verbal. Luego tampoco se requerirá en los
sacramentos de la nueva.
Contra esto: dice el Apóstol en Ef 5, 25-26: Cristo amó a la Iglesia y
se entregó por ella para santificarla, purificándola mediante el
lavado del agua y la palabra de vida. Y San Agustín en Super
Iohannem (LXXX, 3): Se une la palabra al elemento y se hace el
sacramento.
Respondo: Los sacramentos, como ya hemos dicho
anteriormente (
a.2 y
3), se emplean para la santificación de los
hombres manteniendo su calidad de signos. Pueden ser considerados bajo
tres aspectos, y en cada uno de ellos puede verse que es conveniente
que se unan a las cosas sensibles las palabras.
En primer lugar, considerando en ellos la causa santificante, que es
el Verbo encarnado: a El se asemeja de alguna manera el sacramento por
el hecho de añadir las palabras a las cosas sensibles, pues en el
misterio de la Encarnación la palabra de Dios se
unió a una carne sensible.
En segundo lugar, considerando en ellos al hombre, a quien
santifican, que está compuesto de alma y cuerpo: a él se acomoda el
remedio sacramental, ya que, por el elemento sensible, toca el cuerpo;
y, por la palabra, penetra, a través de la fe, en el alma. Por eso San
Agustín, comentando el pasaje de Jn 15,3: Vosotros estáis ya
limpios por la palabra, dice: ¿De dónde le viene al agua tan
gran virtud que, tocando el cuerpo, limpie el corazón, si no es por
la palabra, no porque se pronuncia, sino porque se
cree?.
En tercer lugar, considerando en ellos la misma significación
sacramental: dice San Agustín en II De Doct. Christ. que el primado de significación entre los hombres lo tienen las palabras, ya que éstas se pueden combinar de diversas maneras para significar diversos conceptos de la mente, por lo que las palabras son el mejor medio para expresar con precisión nuestras ideas. Por eso, para perfeccionar el significado del sacramento era necesario que la significación de las cosas sensibles fuese determinada por palabras. El agua, de hecho, puede significar tanto ablución por su humedad como refrigerio por su frescor. Pero cuando se dice yo te bautizo se da a entender que en el bautismo empleamos el agua para significar una purificación espiritual.
A las objeciones:
1. A las cosas visibles utilizadas
en los sacramentos se les denomina palabras en sentido metafórico, o
sea, en cuanto participan de un cierto poder de significación que
principalmente se encuentra en las palabras, como se ha dicho ya (in
c.). Por eso, la adición de palabras a las cosas sensibles no se ha de
considerar como una superflua repetición de palabras, ya que unas
precisan el significado de las otras (in c.).
2. Aunque las palabras y las otras
cosas sensibles pertenezcan a diversos géneros por su diversa
naturaleza, coinciden, sin embargo, en la función de signo, si bien
esta función se encuentra de manera más perfecta en las palabras que
en las otras cosas. Por eso, de las palabras y de las cosas se
constituye en cierto modo una sola realidad en los sacramentos, como
ocurre con la materia y la forma, en cuanto que las palabras
perfeccionan el significado de las cosas, como ya se ha dicho (in c.).
Pero bajo el nombre de cosas hay que entender también las acciones
sensibles, como la ablución, la unción y similares, ya que en ellas se
encuentra la misma función de signo que en las cosas.
3. Como dice San Agustín en Contra Faustum, los sacramentos que significan una
realidad presente deben ser distintos de los que significan una
realidad futura. Ahora bien, los sacramentos de la antigua ley eran el
anuncio del Cristo futuro, y por eso no significaban a Cristo tan
expresamente como los sacramentos de la ley nueva, ya que brotan del
mismo Cristo y poseen en sí mismos una cierta semejanza con él, como
se ha dicho ya (in c.). Sin embargo, también en la antigua ley se
empleaban palabras en el culto divino, tanto por parte de los
sacerdotes que eran los ministros de aquellos sacramentos, según se
dice en Núm 6,23-24: Así bendeciréis a los hijos de Israel, les
diréis: que el Señor te bendiga, etc., como por parte de los que
recibían aquellos sacramentos, como se lee en el Dt 26,3:yo declaro
hoy ante Yavé, mi Dios, etcétera.
Artículo 7:
¿Requieren los sacramentos palabras determinadas?
lat
Objeciones por las que parece que los sacramentos no requieren
palabras determinadas.
1. Dice el Filósofo que los vocablos no son
idénticos para todos. Pero la salvación que por los sacramentos se
busca, sí es idéntica para todos. Luego en los sacramentos no se
requieren unas palabras determinadas.
2. Acabamos de decir (
a.6) que en los sacramentos se
requieren las palabras como signo principal. Pero acontece que con palabras diversas se significa la misma cosa. Luego en los sacramentos no se requieren palabras determinadas.
3. La corrupción de una cosa cambia su especie. Pero hay
algunos que al pronunciar corrompen las palabras, sin que por eso
dejen de producirse los efectos de los sacramentos, pues de otra
manera los ignorantes y los tartamudos que confieren sacramentos
frecuentemente lo harían de modo inválido. Luego los sacramentos no
requieren palabras determinadas.
Contra esto: el Señor, en la consagración del sacramento de la
Eucaristía, pronunció unas determinadas palabras diciendo: Esto es
mi cuerpo, Mt 26,26. E igualmente mandó a los discípulos bautizar
con una determinada fórmula, cuando dijo: Id y enseñad a todas las
gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo, Mt 28,19.
Respondo: Como ya se ha dicho anteriormente (
a.6 ad 2), en los sacramentos las palabras son como la forma, y las cosas
sensibles como la materia. Ahora bien, en todos los compuestos de
materia y forma, el principio de determinación viene de la forma, que
es en cierto modo el fin y el término al que tiende la materia. Por
eso, para la constitución de una realidad es más necesaria una forma
determinada que una materia determinada: si se requiere una materia
determinada, es para que sea proporcionada a una forma determinada. Y
puesto que en los sacramentos se requieren determinadas cosas
sensibles, que en ellos son como la materia, con mayor razón se
requiere también en ellos una forma verbal determinada.
A las objeciones:
1. Como dice San Agustín en Super lo., la palabra tiene efecto en los
sacramentos no porque se pronuncia, o sea, no por el sonido
exterior de la voz, sino porque se cree, según el sentido
admitido por la fe. Este sentido es el mismo para todos aunque los
vocablos difieran en el sonido. Y por eso, siempre que en las palabras
de cualquier idioma se exprese este sentido, se realiza el
sacramento.
2. Aunque en todos los idiomas
ocurra que diversos vocablos significan una misma cosa, siempre hay
uno de esos vocablos que es principal y más comúnmente usado en ese
idioma para significar esa cosa. Pues este vocablo es el que debe
emplearse en la significación del sacramento. Es lo que ocurre también
entre las cosas sensibles: se escoge para la significación del
sacramento la que más comúnmente se emplea para el acto que significa
el efecto del sacramento. Así, el elemento más comúnmente empleado
para la limpieza corporal es el agua. Por eso se emplea el agua en el
bautismo.
3. Quien al pronunciar corrompe
las palabras, si lo hace voluntariamente, no manifiesta intención de
hacer lo que hace la Iglesia, en cuyo caso no parece que se realice el
sacramento. Pero si lo hace por error o defecto de la lengua, cuando
la corrupción es tal que destruye completamente el sentido de la
frase, no parece que se realice el sacramento. Y esto ocurre
principalmente cuando la corrupción afecta a la raíz de las palabras,
como si, por ejemplo, alguien en lugar de decir
in nomine
Patris, dijese
in nomine matris. Pero si la corruptela no
destruye totalmente el sentido de la frase, se realiza el sacramento.
Esto sucede principalmente cuando la corrupción afecta a las sílabas
finales diciendo, por ejemplo,
in nomine patrias et filias.
Porque, aunque estas palabras, incorrectamente pronunciadas, no tienen
morfológicamente ningún significado, el uso las admite como buenas, o
sea que, aunque cambien el sonido, el sentido permanece.
La diferencia entre la corrupción de la raíz y las sílabas finales
tiene su explicación en que entre nosotros la variación de la raíz
cambia el sentido, mientras que la variación de las sílabas finales
ordinariamente no lo cambia. Entre los griegos, sin embargo, cambia
también el sentido con las variaciones de las raíces en las
declinaciones de las palabras.
Con todo, es preciso fijarse en la importancia de la corrupción, pues
tanto por una parte como por otra, puede ser tan insignificante que no
destruya el sentido de las palabras, o tan relevante
que lo destruya. Esto último suele ser cuando la alteración afecta a
la raíz del vocablo, y lo otro cuando afecta a las sílabas
finales.
Artículo 8:
¿Se puede añadir algo a las palabras de Informa sacramental?
lat
Objeciones por las que parece que no se puede añadir nada a las
palabras de la forma sacramental.
1. No son de menor valor las palabras sacramentales que las palabras
de la Sagrada Escritura. Pero a las palabras de la Sagrada
Escritura nada se les puede añadir o quitar. Se lee,
efectivamente, en el Dt 4,2: no añadáis ni quitéis nada a lo que
os digo; y en el Ap 22,18-19: yo advierto a todo el que escuche
las palabras proféticas de este libro. Si alguno añade algo sobre
esto, Dios echará sobre él las plagas que se describen en este libro.
Y si alguno quita algo de las palabras de este libro profético, Dios
le quitará su parte en el árbol de la vida. Por tanto, tampoco a
las formas de los sacramentos se les puede añadir o quitar
nada.
2. Como ya se ha dicho anteriormente (
a.6 ad 2;
a.7), en los
sacramentos las palabras son como la forma. Pero en las formas, como
en los números, según Aristóteles en VIII
Metaphys., cualquier adición o sustracción hace variar la especie. Luego si se quita o añade algo a la forma sacramental, el sacramento no será el mismo.
3. La forma del sacramento requiere no sólo un determinado
número de palabras, sino también un determinado orden en ellas y la
continuidad en la pronunciación. Ahora bien, si la adición o
sustracción no destruyen la validez del sacramento, tampoco la
destruirán la translocación de las palabras o la pronunciación
interrumpida.
Contra esto: en las formas sacramentales unos dicen cosas que otros
omiten. Así, mientras los latinos bautizan con esta forma: Yo te
bautizo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los
griegos emplean esta otra: Sea bautizado el siervo de Cristo N. en
el nombre del Padre, etc. A pesar de lo cual, tanto los latinos
como los griegos confieren válidamente el sacramento. Luego a las
fórmulas sacramentales se les puede añadir o quitar
algo.
Respondo: Acerca de las variaciones que se
pueden verificar en la forma de los sacramentos, se debe tener en
cuenta dos cosas. La primera depende de quien pronuncia las palabras,
cuya intención, como se dirá después (
q.64 a.8), es indispensable para
que se realice el sacramento. Por tanto, si con esta adición o
sustracción pretendiese realizar un rito no conocido por la Iglesia,
no parece que se verifique el sacramento, pues no parece que pretenda
hacer lo que hace la Iglesia. La segunda depende de la significación
de las palabras. En efecto, puesto que las palabras operan en el
sacramento según su propio sentido, como ya se ha dicho (
a.7 ad 1), es
oportuno considerar si la alteración introducida hace desaparecer el
requerido sentido de estas palabras. Porque si desaparece este sentido
es evidente que el sacramento no se realiza. Es claro que si se
elimina de la forma del sacramento un elemento esencial desaparece el
requerido sentido de las palabras y, por tanto, no se realiza el
sacramento. Por eso Dídimo en el libro
De Spiritu
Sancto dice:
Si alguien intenta bautizar
omitiendo uno de los nombres indicados, o sea, del Padre, del Hijo
y del Espíritu Santo,
bautizará vanamente. Por el contrario, si
se omite de la forma un elemento no esencial, tal omisión no suprime
el requerido sentido de las palabras y, consiguientemente, tampoco
suprime el sacramento. Así, en la forma de la Eucaristía:
porque
esto es mi cuerpo, la supresión de la palabra
porque no
suprime el requerido sentido de las palabras, y por eso no impide la
realización del sacramento, aunque pudiese suceder que el autor de la
omisión cometiese un pecado de negligencia o de desprecio.
También en la adición cabe la posibilidad de introducir alguna
palabra que corrompa el requerido sentido, como si, por ejemplo, uno
dijera: Yo te bautizo en el nombre del Padre, que es superior, y
del Hijo, que es inferior, que es como bautizaban los arríanos.
Por eso, una adición de esta clase destruye la realidad del
sacramento. Pero si la adición no destruye el requerido sentido de las
palabras, tampoco destruiría el sacramento. Y no importa que la
adición tenga lugar al principio, en el medio o al final, como si, por
ejemplo, alguien dijese: Yo te bautizo en el nombre
de Dios Padre omnipotente y de su Hijo unigénito y del Espíritu Santo
consolador. Aquí hay verdadero bautismo. Como también lo habría si
se dijese: Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo, y que la bienaventurada Virgen te ayude.
Sin embargo, no habría bautismo en el caso de que se dijera: Yo te
bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y de la
bienaventurada Virgen María, porque se dice en 1 Cor 1,13: ¿Acaso ha sido Pablo crucificado por vosotros o habéis sido bautizados
en su nombre? Esto es cierto si bautizar en el nombre de la
bienaventurada Virgen se entiende con el mismo sentido que en el
nombre de la Trinidad por la que el bautismo es sagrado. Tal sentido,
en efecto, sería contrario a la verdadera fe y, consiguientemente,
destruiría la realidad del sacramento. En cambio, no se destruiría
esta realidad sacramental si al añadir y en el nombre de la
bienaventurada Virgen no se intenta significar que este nombre
produce algo en el bautismo, sino que únicamente se pide que su
intercesión sirva al bautizado para conservar la gracia
bautismal.
A las objeciones:
1. No se puede añadir nada a la Sagrada Escritura que cambie el sentido, pero tratándose de la
explicación del sentido, son muchas las palabras que añaden los
exégetas. Sin embargo, no se puede hacer pasar estas palabras añadidas
como partes integrantes de la Sagrada Escritura. Esto sería una
falsificación. Y lo mismo ocurriría si alguien dijese que algo es
parte esencial de la forma sacramental sin serlo.
2. Las palabras constituyen la
forma sacramental en virtud de su significado. Por eso, la adición o
sustracción de palabras que no altere el genuino sentido, no destruye
la esencia del sacramento.
3. Si la interrupción de las
palabras es tan prolongada que se suspende la intención de quien las
pronuncia, desaparece el sentido del sacramento y, consiguientemente,
su realidad. Pero ésta no desaparece cuando la interrupción es tan
breve que no compromete ni la intención del ministro ni la
inteligencia de la frase. Y lo mismo hay que decir de la translocación
de las palabras. Si con ella se destruye el sentido de la frase, no se
realiza el sacramento, como se hace bien patente en el caso de que una
negación se anteponga o se posponga a la frase decisiva. Pero si la
translocación no cambia el sentido de la frase, no desaparece la
realidad del sacramento, porque, como dice el Filósofo, aunque los nombres y los verbos cambien de lugar, significan lo
mismo.