Ahora nos toca tratar de la castidad. Empezaremos hablando de la
misma virtud de la castidad; después, de la virginidad, que es parte
de la castidad (q.152); en tercer lugar, de la lujuria, que es el
vicio opuesto (q.153).
Sobre lo primero se plantean cuatro preguntas:
Artículo 1:
¿Es la castidad una virtud?
lat
Objeciones por las que parece que la castidad no es
virtud.
1. Aquí hablamos de virtudes del alma. Pero parece que la castidad es
propia del cuerpo, ya que se dice que una persona es casta porque se
comporta de una cierta manera en el uso de ciertas partes del cuerpo.
Luego la castidad no es virtud.
2. La virtud es un hábito voluntario, como se nos
dice en II Ethic.. Pero no parece que la
castidad sea algo voluntario, ya que puede quitarse a las mujeres
violadas por la fuerza. Luego parece que no es virtud.
3. No existe ninguna virtud en los infieles. Sin embargo,
algunos de ellos son castos. Por consiguiente, la castidad no es una
virtud.
4. Los frutos se distinguen de las virtudes. Pero la
castidad se considera como fruto, según leemos en Gal 5,23. Luego no
es virtud.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en su obra De Decem
Chordis: A pesar de que debes superar a tu
esposa en virtud, porque la castidad es virtud, caes al primer asalto
de la sensualidad y quieres que tu esposa salga vencedora.
Respondo: La palabra castidad indica
que la concupiscencia es castigada mediante la razón, porque
hay que dominarla igual que a un niño, según se nos dice en III Ethic.. Ahora bien: lo esencial de la virtud humana
consiste en ser regulada por la razón, como dijimos antes (1-2 q.64 a.1). Por lo cual queda claro que la castidad es una
virtud.
A las objeciones:
1. Puede decirse que la castidad
tiene como sujeto el alma; pero su materia es el cuerpo, ya que es
propio de ella el que la persona, mediante el juicio de la razón y la
elección de la voluntad, haga un uso moderado de los miembros
corporales.
2. Como dice I De Civ.
Dei, mientras persevere la resolución del alma,
mediante la cual mereció ser santificado también el cuerpo, no quita
la santidad al cuerpo la fuerza de la pasión ajena, que está
custodiada por la perseverancia de su continencia. Y en la misma
obra se añade: La virtud del alma que va acompañada
por la fortaleza es capaz de tolerar cualquier mal antes que consentir
al pecado.
3. Como afirma San Agustín en IV Contra lulian., no es posible que exista
virtud en alguien que no es justo, y es imposible que sea justo quien
no vive de la fe. De ello saca como conclusión que en los infieles
no hay verdadera castidad ni ninguna otra virtud,
porque no se ordenan a su debido fin. Y como añade en
la misma obra, las virtudes no se distinguen de los
vicios por sus funciones, es decir, sus actos, sino por sus
fines.
4. La castidad, en cuanto que
actúa bajo el dictamen de la razón, posee la razón esencial de virtud;
en cuanto que se deleita en su acto, se considera uno de sus
frutos.
Artículo 2:
¿Es la castidad una virtud general?
lat
Objeciones por las que parece que la castidad es una virtud
general.
1. Dice San Agustín en el libro De Mendacio: La castidad es un movimiento del alma que no supedita las cosas
más importantes a las menos importantes. Pero esto puede decirse
de toda virtud. Luego la castidad es una virtud general.
2. La palabra castidad se deriva de castigo.
Ahora bien: todo movimiento del apetito ha de ser castigado por la
razón. Dado, pues, que cualquier virtud moral castiga el movimiento
del apetito, parece que cualquier virtud moral es castidad.
3. La fornicación se opone a la castidad. Pero la
fornicación parece darse en todo género de pecado, pues se nos dice en
el salmo 72,27: Castigarás a todos los que fornican apartándose de
ti. Luego la castidad es una virtud general.
Contra esto: está el hecho de que Macrobio la considera
parte de la templanza.
Respondo: La palabra castidad puede tomarse
según una doble acepción. Primero, en sentido propio. Así considerada,
es una virtud especial con una materia específica, es decir, los
deseos de deleites que se dan en lo venéreo. En
segundo lugar, metafóricamente. En efecto, así como el deleite venéreo
es fruto de la mezcla del cuerpo, objeto propio de la castidad y del
vicio opuesto a ella, que es la lujuria, así también una cierta unión
espiritual de la mente con otras cosas constituye el deleite, que es
materia de una castidad espiritual metafórica, y también una
fornicación espiritual, metafórica. En efecto, si la
mente humana se deleita en la unión espiritual con aquello a lo cual
debe unirse, es decir, a Dios, y se abstiene de unirse en el deleite a
otros objetos opuestos al orden divino, se llamará castidad
espiritual, según lo que leemos en 2 Cor 11,2: Os he desposado a
un solo marido para presentaros a Cristo como una casta virgen.
Pero si la mente se deleita, contra el orden divino, uniéndose a otras
cosas, se producirá la fornicación espiritual, según las palabras de
Jer 3,1: Has fornicado con tus muchos amantes. Tomada así la
castidad, es una virtud general, porque cualquier virtud hace que la
mente humana no se una al deleite mediante cosas ilícitas. Pero la
esencia de esta castidad reside en la caridad y en otras virtudes
teológicas, mediante las cuales la mente humana se une a
Dios.
A las objeciones:
1. El argumento es válido si se
aplica a la castidad tomada metafóricamente.
2. Como ya dijimos antes (q.142 a.2), la concupiscencia del placer se asemeja mucho a un niño, en
cuanto que nos es connatural la tendencia a lo deleitable, sobre todo
de lo deleitable al tacto, cuyo fin es la conservación de la
naturaleza. De ahí que, si la concupiscencia se alimenta con el deseo
de estos objetos deleitables por el hecho de consentir en ellos,
aumentará en gran proporción, como el niño que se deja a su capricho.
Por eso, el deseo de estos objetos deleitables ha de ser castigado con
máximo rigor. Y de ahí que la castidad se ocupe principalmente de
estos deseos, al igual que la fortaleza se ocupa de
materias en las que necesitamos una gran firmeza de
ánimo.
3. El argumento toma la
fornicación espiritual en sentido metafórico, que se opone a la
castidad espiritual como ya dijimos (In corp.).
Artículo 3:
¿Es la castidad una virtud distinta de la abstinencia?
lat
Objeciones por las que parece que la castidad no es una virtud
distinta de la abstinencia.
1. Es suficiente una virtud para encargarse de materias que son del
mismo género. Ahora bien: parece que son de un mismo género las
materias pertenecientes a un mismo sentido. Dado, pues, que el placer
de la comida, objeto de la abstinencia, y el placer venéreo, objeto de
la castidad, pertenecen al tacto, parece que la castidad no es una
virtud distinta de la abstinencia.
2. El Filósofo, en III Ethic.,
compara a todos los pecados contra la templanza con los pecados de los
niños, que necesitan ser castigados. Ahora bien: castidad dice
relación con castigo de los vicios opuestos. Luego, dado que la
abstinencia refrena algunos vicios de intemperancia, parece que
coincide con la castidad.
3. Los placeres de los otros sentidos pertenecen a la templanza en
cuanto que se ordenan a los placeres del tacto, que son objeto de la
templanza. Pero los placeres de la comida, de los que se ocupa la
abstinencia, se ordenan a los placeres venéreos, de los que se ocupa
la castidad, puesto que dice San Jerónimo: El
vientre y los genitales están muy cercanos para que se comprenda la
asociación de los vicios por la vecindad de los miembros. Luego la
abstinencia y la castidad no son virtudes distintas entre
sí.
Contra esto: está la autoridad del Apóstol, quien, en 2 Cor 6,5-6,
distingue a la castidad de los ayunos, los cuales son materia de la
abstinencia.
Respondo: Como ya dijimos (q.141 a.4), la
templanza propiamente dicha se ocupa de los deseos de los deleites del
tacto. Por eso conviene que, donde hay diversas razones de placer,
haya distintas virtudes subordinadas a la templanza. Ahora bien: los
placeres se acomodan a las operaciones a las que perfeccionan, como se
dice en X Ethic., y es evidente que son de
distinto género las operaciones sobre el uso de la comida, gracias a
las cuales se conserva la naturaleza del individuo, y las relativas al
uso de lo venéreo, que se ocupa de conservar la naturaleza de la
especie. Por eso la castidad, que se ocupa de los placeres venéreos,
es una virtud distinta de la abstinencia, que se ocupa de los deleites
de la comida.
A las objeciones:
1. La templanza no se ocupa
principalmente de los deleites del tacto en cuanto al juicio que el
sentido emite sobre los objetos tangibles, y que es de la misma
naturaleza en todos, sino en cuanto al uso de los mismos, tal como se
dice en III Ethic..
Los motivos del uso de la comida y bebida, por una parte, y de lo venéreo, por otra, son distintos. Por tanto, conviene que sean distintas las virtudes, aunque del mismo orden.
2. Los deleites venéreos son más
fuertes y atacan a la razón más que los de los alimentos. Por eso
necesitan de un freno y castigo mayor, porque si, se les deja, crece
la concupiscencia y disminuye la energía de la mente. Por eso dice San
Agustín en I Soliloq.: Creo que nada
debilita el espíritu del hombre tanto como las caricias de una mujer y
las intimidades que acompañan a la vida matrimonial.
3. Los deleites de los otros
sentidos no se ordenan a la conservación de la naturaleza humana, a no
ser en cuanto que se ordenan a los placeres del tacto. Por eso no
existe ninguna virtud, como parte de la templanza, que se ocupe de
estos placeres. Pero los deleites de la comida, aunque digan alguna
relación a los placeres venéreos, se ordenan esencialmente a la conservación de la vida del hombre. De ahí que haya una virtud que se ocupe especialmente de ellos, llamada abstinencia, aunque los actos de ésta se ordenen al fin de la castidad.
Artículo 4:
¿Pertenece la pudicicia, de un modo especial, a la
castidad?
lat
Objeciones por las que parece que la pudicicia no pertenece de un
modo especial a la castidad.
1. Dice San Agustín en I De Civ. Dei: La
pudicicia es una virtud del alma. Luego no es algo que pertenezca
a la castidad, sino que es esencialmente una virtud distinta de la
castidad.
2. Pudicicia se deriva de pudor, que parece
coincidir con vergüenza. Pero ésta, según el Damasceno, se refiere al acto torpe, lo cual podemos afirmar de todo
acto vicioso. Luego la pudicicia pertenece a todas las virtudes y no
especialmente a la castidad.
3. Dice el Filósofo, en III Ethic.,
que toda intemperancia es, en general, sumamente vituperable.
Pero parece que pertenece a la pudicicia rehuir todo aquello que es
vituperable. Luego ésta pertenece a todas las partes de la templanza y
no a la castidad de un modo especial.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en su obra De
Perseverantia: Debe predicarse la pudicicia
para que todo el que tiene oídos para oír se abstenga de hacer nada
ilícito con sus genitales. Ahora bien: el uso de tales miembros
cae propiamente bajo la castidad. Luego el pudor pertenece
especialmente a ella.
Respondo: Como dijimos antes (obj.2), el
nombre de pudicicia procede de pudor, en el que va
incluida la vergüenza. Por eso conviene que la pudicicia se ocupe
propiamente de aquellas materias de las que más se avergüenzan los
hombres. Y de lo que más se avergüenzan es de los actos venéreos, como
dice San Agustín en XIV De Civ. Dei, hasta tal
punto que incluso el acto conyugal, al que el matrimonio ennoblece, no
deja de llevar consigo una cierta vergüenza. Esto sucede porque el
movimiento de los órganos genitales no está sujeto al imperio de la
razón, como lo está el movimiento de los otros miembros externos. Pero
el hombre no sólo se avergüenza de esa unión venérea, sino incluso de
sus signos, como dice el Filósofo en II Rhet.. Por eso la pudicicia trata de un modo propio lo venéreo y, como los
signos externos son los que más se ven, se ocupa particularmente de
miradas impuras, besos y tocamientos, mientras que la castidad trata
más de la unión venérea propiamente dicha. De ahí que la pudicicia se
ordene a la castidad no como virtud distinta de ella, sino en cuanto
que se ocupa de una circunstancia especial. Pero a veces se toman
indistintamente.
A las objeciones:
1. San Agustín, en ese texto, toma
la pudicicia por castidad.
2. Aunque todos los vicios llevan
consigo alguna torpeza, eso puede decirse de un modo especial de los
vicios de intemperancia, como puede deducirse de lo ya dicho (q.142 a.4).
3. Entre los vicios de
intemperancia son especialmente vituperables los pecados venéreos,
bien por la desobediencia que muestran los miembros genitales o bien
porque son los que más obnubilan a la razón.