Artículo 1:
¿El honor importa algo corporal?
lat
Objeciones por las que parece que el honor no importa algo
corporal.
1. El honor es la manifestación de reverencia para dar testimonio a
favor de la virtud, como puede verse leyendo al Filósofo en el I
Ethic.. Pero la manifestación de reverencia es algo
espiritual; pues reverenciar no es otra cosa que un acto de temor,
según se ha dicho (
q.81 a.2 ad 1). Luego el honor es algo
espiritual.
2. Según el Filósofo, en el IV Ethic., el
honor es premio de la virtud. Pero la virtud, que consiste en algo
espiritual, no puede tener por premio algo corporal, pues el premio
debe ser superior al mérito. Luego el honor no consiste en cosas
corporales.
3. El honor se distingue de la alabanza y también de la
gloria. Pero la alabanza y la gloria consisten en cosas exteriores.
Luego el honor consistirá en algo interior y espiritual.
Contra esto: está el que San Jerónimo, exponiendo
aquellas palabras de la 1 Tim 3,17: Honra a las viudas que lo son
de verdad y Los presbíteros que presiden bien sean tenidos en doble
honor, etc., comenta: Honor significa aquí limosna o
donativo. Pero ambas cosas son corporales. Luego el honor consiste
en cosas corporales.
Respondo: Que todo honor supone algún
testimonio acerca de la excelencia de alguien. Por eso los hombres
deseosos de honores buscan tales testimonios de su excelencia, como
consta por las palabras del Filósofo en I Ethic.. Y tal testificación se da delante de Dios o delante de los hombres.
Bien es verdad que ante Dios, escrutador de los corazones
(Prov 24,12), con el testimonio de nuestra conciencia basta. Y, por
tanto, el honor, por lo que a Dios se refiere, puede consistir
únicamente en actos interiores; por ejemplo, en aplicar el pensamiento
a la consideración de la excelencia de Dios o de la de otro hombre
ante Dios. Mas, en las relaciones de hombre a hombre, nadie puede dar
testimonio si no es mediante signos exteriores: sea por medio de
palabras, como cuando uno pregona las excelencias de otro; o mediante
hechos, como inclinaciones, saludos, etc.; o también mediante cosas
exteriores, por ejemplo en la ofrenda de obsequios o regalos, o en la
erección de estatuas, etc. Según esto, el honor
consiste en signos exteriores y corporales.
A las objeciones:
1. No son términos idénticos la
reverencia y el honor; sino que la reverencia es, por una parte,
principio motivo del honor o, lo que es lo mismo, que honramos a una
persona por la reverencia (o respeto) que le tenemos; por otra parte,
la reverencia es fin del honor, en cuanto que honramos a alguien a fin
de que sea reverenciado por otro.
2., como escribe el Filósofo
en ese mismo lugar, el honor no es premio suficiente de
la virtud, aunque no puede hallarse otro mayor entre las cosas humanas
y corporales; por cuanto en él, de hecho, las mismas cosas corporales
se convierten en signos reveladores de la excelencia de la virtud. Por
otra parte, es un deber ensalzar el bien y la excelencia según
aquellas palabras de Mt 5,15: No se enciende una lámpara y se la
pone bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a
cuantos hay en casa. Y, por tanto, del honor se dice que es el
premio de la virtud.
3. La alabanza se distingue
del honor de dos maneras. La primera, porque la alabanza consiste tan
sólo en signos verbales; el honor, en cambio, en toda clase de signos
exteriores. Según esto, la alabanza va incluida en el honor. La
segunda, porque mediante el honor damos testimonio de la excelencia de
una persona de un modo absoluto, mientras que por la alabanza lo damos
sobre la bondad de una persona para un fin. Y así alabamos al que obra
como conviene por un fin, mientras que el honor es propio incluso de
los mejores: de los que no se ordenan, sino que están ya en el fin,
como nos consta por las palabras del Filósofo en el I
Ethic..
La gloria, asimismo, es efecto del honor y la alabanza. Pues, por el
hecho de dar testimonio de la bondad de una persona, tal bondad viene
a ser conocida por muchos con claridad. Y esto es lo que significa la
palabra «gloria»: nos suena lo mismo que «claría» (claridad). De ahí
el que, a propósito de Rom 16, cierta glosa de San
Ambrosio nos dice que gloria es conocimiento claro
con alabanza.
Artículo 2:
¿El honor se debe solamente a los superiores?
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Objeciones por las que parece que el honor no se debe a los
superiores exclusivamente.
1. Porque un ángel es superior a cualquier hombre viador, según
aquello de Mt 11,11: El menor en el reino de los Cielos los es mayor
que Juan Bautista. Pero leemos en el Ap, últ., 8,9, que queriendo
Juan honrar a un ángel, éste se lo prohibió. Luego no hay ningún deber
de honrar a los superiores.
2. El honor se debe a alguien como testimonio de su virtud,
según lo dicho (a.1, arg.1;
q.63 a.3). Pero los superiores no siempre
son virtuosos. Luego no se les debe honor. Como tampoco a los
demonios, que, sin embargo, son superiores a nosotros en el orden
natural.
3. Y también dice el Apóstol en Rom 12,10: Anticipándoos en el
honor unos a otros. Y en 1 Pe 2,17: Honrad a todos. Pero
esto no podría cumplirse si debiéramos honrar tan sólo a los
superiores. Por tanto, el honor no se debe exclusivamente a los
superiores.
4. En el libro de Tobías 1,16 se nos dice que tenía diez talentos de aquellos con que había sido honrado por el rey.
Se lee también en el libro de Ester 6,11 que Asuero honró a Mardoqueo
e hizo clamar ante él: Se juzgará digno de este honor al hombre a
quien el rey quiera honrar. Luego el honor se tributa también a
los inferiores. Y, por tanto, no parece que se deba solamente a los
superiores.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en el I Ethic.: que el honor se debe a «los
mejores».
Respondo: Que, como antes hemos explicado
(
a.1), el honor no es otra cosa que un testimonio de la excelencia en
bondad de una persona. Y que la excelencia de alguien puede
considerarse no sólo por comparación entre la persona honrada y la
honradora, con ventaja para la honrada en este caso, sino que ha de
ser considerada también en sí misma o con relación a otros. Según
esto, el honor se debe siempre a alguien por razones de excelencia o
superioridad. Así, pues, no es necesario que la persona honrada
destaque por su excelencia sobre quien la honra, sino que basta con
que sea superior a otros; o incluso con que, aunque no en todo, sino
solamente en algo, sea superior a quien la honra.
A las objeciones:
1. El ángel no le prohibió a Juan
cualquier acto de honor, sino el que lo honrase con adoración de
latría, culto que se debe a Dios. O también el que lo hiciese con
adoración de dulía, para mostrar así la dignidad del propio Juan, por
la que gracias a Cristo era igual a los ángeles, conforme a esperanza de gloría de los hijos de Dios (Rom 5,2). Por eso no
quería que éste lo honrase como a superior.
2. Si los superiores son
malos, no se los honra por la excelencia de su virtud, sino por la de
su dignidad, que es a la que deben el ser ministros de Dios. Y en
ellos se honra también a toda la comunidad que presiden. Los demonios,
en cambio, son irrevocablemente malos, por lo cual, más que honrarlos,
se los ha de tener por enemigos.
3. En cualquier hombre hay
algo por lo que se lo puede considerar superior, según aquellas
palabras de Flp 2,6: pensando cada uno por humildad que los otros
son superiores a él. Y, según esto, todos deben buscar ser los
primeros en honrar a los demás.
4. Las personas privadas son
honradas a veces por los reyes, no porque sean superiores a ellos en
dignidad, sino por alguna excelencia en sus virtudes. Por esta razón,
Tobías y Mardoqueo fueron honrados por los reyes.
Artículo 3:
¿Es la dulía virtud especial, distinta de la latría?
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Objeciones por las que parece que la dulía no es virtud especial
distinta de la latría.
1. Porque sobre aquellas palabras de Sal 7: Señor, Dios mío, en
ti he esperado, dice la Glosa: Señor de
todas las cosas por su poder, a quien se debe culto de dulía; Dios por
la creación, a quien se debe latría. Pero no es distinta la virtud
que se dirige a Dios en cuanto Señor y en cuanto Dios. Luego la dulía
no es virtud distinta de la latría.
2. Según el Filósofo, en el VIII Ethic., ser amado es semejante a ser honrado. Pero una misma es la virtud de la caridad con que se ama a Dios y al prójimo. Luego la dulía, con que se honra al prójimo, no es virtud distinta de la latría, con la que se honra a Dios.
3. Uno mismo es el movimiento con que se va hacia la
imagen y hacia lo que la imagen representa. Pero por la dulía se honra
al hombre en cuanto imagen de Dios, pues en el libro de la Sab 2,22-23
se dice de los impíos que no pensaron en el honor debido a las
almas santas; pues Dios creó al hombre incorruptible y lo hizo a su
imagen y semejanza. Luego la dulía no es virtud distinta de la
latría, con la que se honra a Dios.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en el libro X De Civ.
Dei: una es la servidumbre que se debe a los
hombres, en virtud de la cual el Apóstol mandó que los siervos se
sometiesen a sus señores, y que en griego se llama dulía, y otra la
latría, que es como se llama a la servidumbre encargada de dar culto a
Dios.
Respondo: Que, como antes expusimos (
q.101 a.3), donde hay distinta razón de débito, allí es necesario que haya
una virtud distinta de las demás que se encarga de pagarlo. Y que por
distinta razón se les debe servidumbre a Dios y al hombre; como por
distinta razón les compete a Dios y al hombre el dominio. Pues Dios
tiene dominio plenario y principal sobre todas y cada
una de las criaturas, que están totalmente sometidas a su potestad; el
hombre, en cambio, participa sólo de cierta semejanza del divino
dominio en cuanto que tiene un poder parcial sobre algún hombre o
sobre algunas criaturas. Por tanto, la dulía, con que se tributa la
debida servidumbre a los señores humanos, es virtud distinta de la
latría, con que se rinde la debida servidumbre al señorío divino. La
dulía es una especie de la observancia, pues por la observancia
honramos a cualquier persona superior en dignidad, mientras que la
dulía propiamente dicha trata de la veneración que deben los siervos a
sus señores; pues la palabra dulía en griego significa
servidumbre.
A las objeciones:
1. Así como llamamos religión a la
piedad por excelencia, en cuanto que Dios es por antonomasia nuestro
Padre, así también llamamos latría a la dulía por excelencia, en
cuanto que Dios es por antonomasia Señor nuestro. Pero las criaturas
no pueden participar del poder creador, por el que se debe a Dios el
culto de latría. Por eso, la glosa aquella distingue, atribuyendo la
latría a Dios por su poder creador, incomunicable a las criaturas, y
la dulía por su dominio, comunicable a las mismas.
2. La razón de nuestro amor
al prójimo es Dios, pues a nadie amamos en el prójimo por caridad sino
a Dios y, por tanto, una misma es la caridad con que se ama a Dios y
al prójimo. Pero existen otras amistades diferentes de la caridad,
según las diferentes razones por las que se aman los hombres. De
manera similar, no son lo mismo las virtudes de latría y de dulía, por
ser distinta la razón por la que se sirve a Dios y al hombre, o se
honra al uno y al otro.
3. El movimiento hacia la
imagen en cuanto imagen se refiere a lo que la imagen representa; pero
que no todo movimiento hacia la imagen es hacia ella en cuanto tal.
Por tanto, los movimientos hacia la imagen y hacia lo que representa
difieren a veces en especie. Así, pues, hay que decir que el honor o
sumisión de dulía se refieren a cierta dignidad absoluta del hombre.
Pues aunque sea por esta dignidad por lo que el hombre es conforme a
la imagen o semejanza de Dios, no siempre, a pesar de ser así, cuando
un hombre trata con reverencia a otro, relaciona su reverencia
actualmente con Dios.
O habrá que decir que, aunque el movimiento hacia la imagen se dirige
de algún modo hacia lo que representa, no por eso es necesario que el
movimiento hacia lo representado termine en la imagen. Por tanto,
redunda en reverencia de Dios el honor tributado a una cosa por estar
hecha a su imagen; otro es, sin embargo, el caso de la reverencia con
que se honra directamente al mismo Dios, y que nada tiene que ver con
su imagen.
Artículo 4:
¿Hay diversas especies de dulía?
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Objeciones por las que parece que hay diversas especies de
dulía.
1. Por la dulía se honra al prójimo. Pero por diversas razones se
honra a las diversas clases de ellos; por ejemplo, al rey, al padre y
al maestro, como consta por lo que dice el Filósofo en el IX Ethic.. Y como la diversa razón formal de su
objeto es lo que diversifica la especie de las virtudes, sigúese de
ahí, según parece, que la dulía se divide en virtudes específicamente
diversas.
2. El medio difiere específicamente de los extremos, como el
gris difiere del blanco y del negro. Pero la hiperdulía parece ser
medio entre la latría y la dulía, pues con ella se honra a las
criaturas que tienen una especial afinidad con Dios; por ejemplo, a la
Virgen Santísima por ser la madre de Dios. Por tanto, parece que hay
diversas especies de dulía: una, la dulía sin más, y otra, la
hiperdulía.
3. Así como en la criatura racional se encuentra la
imagen de Dios, por razón de la cual se la honra, del mismo modo en la
criatura irracional se halla el vestigio de Dios. Pero
es diversa la razón de semejanza implícita en las palabras imagen y
vestigio. Luego asimismo es necesario según esto pensar en diversas
especies de dulía, desde el momento sobre todo en que se honra a
ciertas criaturas irracionales, como el madero de la Santa Cruz y
otras.
Contra esto: está el que la dulía se opone a la latría. Pero la latría
no se divide en especies. Luego tampoco la dulía.
Respondo: La dulía puede tomarse en dos
sentidos. Primero, en sentido amplio, como muestra de reverencia a
cualquier hombre, por razón de una excelencia cualquiera. Y así
considerada, comprende en su concepto la piedad y la observancia y
cualquiera otra virtud cuyo objeto sea honrar a los hombres. Según
esto, la dulía tendrá partes específicamente diversas.
Segundo, en sentido estricto, en cuanto que por ella el siervo
reverencia a su señor; pues dulía, como hemos dicho (a.3), significa
servidumbre. Y así considerada, no se divide en diversas especies,
sino que es una de las de la observancia que Tulio
menciona, porque por diverso motivo en cada caso honra
el siervo a su señor el soldado a su jefe, el discípulo a su maestro,
etc.
A las objeciones:
1. Como argumento sólo es
válido si se trata de la dulía en sentido amplio.
2. La hiperdulía es la especie
más importante de dulía en sentido amplio. Pues al hombre se le debe
la máxima reverencia por su afinidad con Dios.
3. A la criatura irracional
en sí considerada no se le debe, por parte del hombre, ninguna
sumisión ni honor: son más bien las criaturas irracionales, todas
ellas, las que por naturaleza están sometidas al hombre. Y en cuanto a
que se tribute honor a la cruz de Cristo, se la honra con el mismo
honor que a Cristo, al igual que a la púrpura regia se le tributa el
mismo honor que al rey, como dice en el libro IV el Damasceno.