Artículo 1:
El hombre, ¿tiene o no tiene libre albedrío?
lat
Objeciones por las que parece que el hombre no tiene libre
albedrío:
1. Todo el que tiene libre albedrío hace lo que quiere. Pero el
hombre no hace lo que quiere, pues se dice en Rom 7,19: No hago el
bien que quiero, sino el mal que no quiero. Por lo tanto, el
hombre no tiene libre albedrío.
2. En quien sea que tiene libre albedrío está querer y no querer, actuar y no actuar; pero esto no es propio del hombre, pues se
dice en Rom 9,16: El querer no es del que quiere, ni del que corre el correr. Por lo tanto, el hombre no tiene libre
albedrío.
3. Como se dice en I Metaphys., libre
es lo autónomo. Por lo tanto, lo que es movido por
otro no es libre. Pero Dios mueve la voluntad, pues se dice en Prov
21,1: El corazón del rey está en manos de Dios y El lo dirige a
donde le place. Y en Flp 2,13: Dios es el que obra en nosotros
el querer y el hacer. Por lo tanto, el hombre no tiene libre
albedrío.
4. Quien tiene libre albedrío es dueño de sus actos. Pero
el hombre no es dueño de sus actos, porque, como se dice en Jer
10,23: No está en manos del hombre trazarse caminos, ni en sus
manos dirigir sus pasos. Por lo tanto, el hombre no tiene libre
albedrío.
5. Dice el Filósofo en III Ethic.: Tal
como es cada uno, así le parece el fin. Pero no está a nuestro
alcance el modo propio de ser, sino que nos es dado por la naturaleza.
Por lo tanto, nos es natural el perseguir el fin. Por lo tanto, no
proviene del libre albedrío.
Contra esto: está lo que se dice en Ecl 15,14: Dios creó desde el
principio al hombre y lo dejó en manos de su consejo.
Glosa: Esto es, en la libertad de su
arbitrio.
Respondo: En el hombre hay libre albedrío. De
no ser así, inútiles serían los consejos, las exhortaciones, los
preceptos, las prohibiciones, los premios y los castigos. Para
demostrarlo, hay que tener presente que hay seres que obran sin juicio
previo alguno. Ejemplo: una piedra que cae de arriba; todos los seres
carentes de razón. Otros obran con un juicio previo, pero no libre.
Ejemplo: Los animales; la oveja que ve venir al lobo juzga que debe
huir de él, pero lo hace con un juicio natural y no libre, ya que no
juzga analíticamente, sino con instinto natural. Así son los juicios
de todos los animales. En cambio, el hombre obra con juicio, puesto
que, por su facultad cognoscitiva, juzga sobre lo que debe evitar o
buscar. Como quiera que este juicio no proviene del instinto natural
ante un caso concreto, sino de un análisis racional, se concluye que
obra por un juicio libre, pudiendo decidirse por distintas cosas.
Cuando se trata de algo contingente, la razón puede tomar direcciones
contrarias. Esto es comprobable en los silogismos dialécticos y en las
argumentaciones retóricas. Ahora bien, las acciones particulares son
contingentes, y, por lo tanto, el juicio de la razón sobre ellas puede
seguir diversas direcciones, sin estar determinado a una sola. Por lo
tanto, es necesario que el hombre tenga libre albedrío, por lo mismo
que es racional.
A las objeciones:
1. Como dijimos anteriormente (
q.81 a.3 ad 3), el apetito sensitivo, aun cuando esté sometido a la razón,
sin embargo, puede oponérsele deseando algo contrario a lo que dicta
la razón. Por lo tanto, éste es el bien que rechaza el hombre cuando
quiere, esto es,
no desear en contra de la razón, como explica
Agustín en aquel mismo texto.
2. Aquella frase del Apóstol no
significa que el hombre no quiera ni corra con libre albedrío, sino
que el libre albedrío no es suficiente para hacerlo si no es movido y
ayudado por Dios.
3. El libre albedrío es causa de
su propio movimiento, ya que el hombre se mueve a sí mismo a obrar por
su libre albedrío. Pero la libertad no precisa necesariamente que el
sujeto libre sea la primera causa de sí mismo. Para que una cosa sea
causa de otra, tampoco se precisa que sea su primera causa. Dios es la
primera causa que mueve tanto las causas naturales como las
voluntarias. Y así como al mover las causas naturales no impide que
sus actos sean naturales, al mover las voluntarias, tampoco impide que
sus acciones sean voluntarias. Por el contrario, hace que lo sean ya
que en cada uno obra según su propio modo de ser.
4. Cuando se dice que no está en
manos del hombre trazarse caminos, hay que entenderlo de la ejecución
de sus decisiones, que le pueden ser impedidas, lo quiera o no lo
quiera. La elección nos pertenece, por supuesto que contando siempre
con la ayuda divina.
5. En el hombre hay dos clases de
cualidades: Naturales y adquiridas. Las naturales pueden estar
referidas bien a la parte intelectiva, bien al cuerpo o a sus
facultades propias. Por el hecho de que el hombre está conformado
concretamente por una cualidad natural que afecta a su parte
intelectiva, por naturaleza desea el último fin o bienaventuranza.
Pues este deseo es natural y no depende del libre albedrío, como se
desprende de lo dicho (
q.82 a.1.2). En cambio, por lo que se refiere
al cuerpo y a sus facultades, el hombre puede ser de una determinada
manera por alguna cualidad natural, ya que tiene tal complexión o
disposición por el influjo de algunas causas corporales que no pueden
influir en la parte intelectiva, porque ésta no es acto de ningún
cuerpo. Así, pues, tal como es cada uno en sus cualidades corporales,
así le parece el fin, ya que, en conformidad con su disposición,
tiende a elegir una cosa o a rechazarla. Pero estas tendencias están
sometidas al juicio racional, ya que el apetito inferior está sometido
a la razón, como dijimos (
q.81 a.3). Por eso no se pierde el libre
albedrío.
Las cualidades adquiridas son como hábitos y pasiones por cuyo
influjo tendemos a unas cosas más que a otras. Pero estas tendencias
también están sometidas al juicio de la razón. Lo mismo cabe decir de
las cualidades, ya que adquirirlas o rechazarlas depende de nosotros,
bien por causarlo o disponerlo. Así, nada hay incompatible con el
libre albedrío.
Artículo 2:
El libre albedrío, ¿es o no es una potencia?
lat
Objeciones por las que parece que el libre albedrío no es una
potencia:
1. El libre albedrío no es más que el juicio libre. Pero el
juicio no es una potencia, sino un acto. Por lo tanto, el libre
albedrío no es una potencia.
2. Se dice que el libre albedrío es una
facultad de la voluntad y de la razón. Facultad quiere decir
facilidad en la potencia, que proviene del hábito. Así, el libre
albedrío es un hábito. Además Bernardo dice: El libre
albedrío es un hábito del alma libre. Por lo tanto, no es una
potencia.
3. Ninguna potencia natural es anulada por el pecado.
Pero el libre albedrío es anulado por el pecado. Dice
Agustín: Al hacer el hombre mal uso del libre
albedrío, se pierde y lo pierde. Por lo tanto, el libre albedrío
no es una potencia.
Contra esto: está el hecho de que, al parecer, sólo la potencia es
sujeto del hábito. Pero el libre albedrío es sujeto de la gracia, con
cuya presencia elige el bien. Por lo tanto, el libre albedrío es una
potencia.
Respondo: Aun cuando en su sentido gramatical,
libre albedrío significa un acto, sin embargo, en el uso corriente
llamamos libre albedrío a lo que es principio de este acto, esto es,
aquello en virtud de lo que el hombre juzga libremente. En nosotros el
principio de un acto es tanto la potencia como el hábito, pues decimos
que conocemos algo por la ciencia y por la potencia intelectiva. Por
lo tanto, es necesario que el libre albedrío sea una
potencia, o un hábito, o una potencia
juntamente con algún hábito.
Que no es un hábito ni una potencia juntamente con un hábito, es
evidente por dos razones. 1) La primera, porque, de ser un hábito,
necesariamente sería un hábito natural, ya que natural al hombre es
tener libre albedrío. Pero en nosotros no hay ningún hábito natural
con respecto a lo sometido al libre albedrío, ya que a aquello a lo
que se orientan los hábitos naturales tendemos por naturaleza, como
asentir a los primeros principios. Aquello a lo que tendemos
naturalmente no está sujeto al libre albedrío, como dijimos al hablar
del deseo de felicidad (q.82 a.1). Por eso, que sea un hábito natural
va contra la esencia misma del libre albedrío. Y ser un hábito no
natural sería contrario a su carácter de natural. Hay que concluir por
tanto que, de ninguna manera, es hábito.
2) La segunda, porque, como se dice en II Ethic., hábito es aquello por lo que nos encontramos bien o mal dispuestos con respecto a las pasiones o a los actos. Pues por la templanza nos encontramos bien dispuestos para las concupiscencias, y mal por la intemperancia. También por la ciencia nos encontramos bien para el acto del entendimiento para conocer lo verdadero y mal para lo contrario.
En cambio, el libre albedrío es indiferente para elegir bien o mal.
Consecuentemente, es imposible que sea un hábito. Por lo tanto, hay
que concluir que es una potencia.
A las objeciones:
1. Es costumbre designar la
potencia con el nombre del acto. Así, el juicio libre, que es un acto,
da nombre a la potencia que es su principio. De no ser así, si el
libre albedrío fuese un acto, no permanecería siempre en el
hombre.
2. Facultad a veces designa la
potencia dispuesta para obrar. En este sentido entra en la definición
de libre albedrío. Bernardo toma el hábito no en contraposición a la
potencia, sino en cuanto que significa una cierta disposición por la
que de algún modo alguien se ordena al acto. Y esto le compete tanto a
la potencia como al hábito, pues la potencia hace que el hombre pueda
obrar, y el hábito hace que sea apto para obrar bien o
mal.
3. Se dice que el hombre al pecar
perdió el libre albedrío, no en cuanto a la libertad natural o de
coacción, sino en cuanto a estar libre de culpa y de miseria. De esto
hablaremos más adelante en el tratado llamado Moral, en la segunda
parte de esta obra (1-2 q.85ss).
Artículo 3:
El libre albedrío, ¿es o no es una potencia apetitiva?
lat
Objeciones por las que parece que el libre albedrío no es una
potencia apetitiva sino cognoscitiva:
1. Dice el Damasceno: El libre albedrío acompaña
estrechamente a la razón. Pero la razón es una potencia
cognoscitiva. Por lo tanto, el libre albedrío es una potencia
cognoscitiva.
2. Decir libre albedrío es casi como decir juicio
libre. Pero juzgar es un acto de la facultad cognoscitiva. Por lo
tanto, el libre albedrío es una potencia cognoscitiva.
3. Propia del libre albedrío es la elección. Pero la
elección parece pertenecer al conocimiento, porque la elección implica
una cierta comparación de una cosa con otra, lo cual es propio de la
facultad cognoscitiva. Por lo tanto, el libre albedrío es una potencia
cognoscitiva.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en III Ethic.: La elección es el deseo de aquello que está en nuestro poder. Pero el deseo es un acto de la potencia apetitiva. Por lo tanto, también lo es la elección. Ahora bien, el libre albedrío es aquello por lo que elegimos. Por lo tanto, el libre albedrío es una potencia apetitiva.
Respondo: La elección es lo propio del libre
albedrío, y por eso se dice que tenemos libre albedrío, porque podemos
aceptar algo o rehusarlo, y esto es elegir. De este modo, la
naturaleza del libre albedrío debe ser analizada a partir de la
elección. En la elección coinciden en parte la facultad cognoscitiva y
en parte la facultad apetitiva. Por parte de la facultad cognoscitiva,
se precisa la deliberación o consejo, por el que se juzga sobre lo que
ha de ser preferido. Por parte de la facultad apetitiva se precisa el
acto del apetito aceptando lo determinado por el consejo. Así,
Aristóteles en VI Ethic. en cierto momento deja
en duda si la elección pertenece principalmente a la facultad
cognoscitiva o a la apetitiva, pues dice que la elección es un
entendimiento apetitivo o un apetito intelectivo. Pero en III Ethic. se inclina por afirmar que se trata de un
apetito intelectivo, llamando elección al deseo dependiente de un
consejo. El porqué de esto radica en que el objeto de la elección
son los medios que llevan a un fin, y el medio en cuanto tal es el
bien llamado útil. Por lo tanto, como quiera que el bien en
cuanto tal es el objeto del apetito, se sigue que la elección es sobre
todo un acto de la potencia apetitiva. Consecuentemente, el libre
albedrío es una potencia apetitiva.
A las objeciones:
1. Las potencias apetitivas
acompañan siempre a las aprehensivas. Por eso dice el Damasceno que el
libre albedrío acompaña estrechamente a la razón.
2. El juicio es como la conclusión
y determinación del consejo. El consejo está determinado primero, por
el dictamen de la razón, y segundo, por la aceptación del apetito. Por
eso, el Filósofo, en III Ethic., dice:
Después de haber formado un juicio por el consejo, deseamos en
conformidad con dicho consejo. De este modo, la misma elección es
como una especie de juicio del que toma su nombre el libre
albedrío.
3. La relación implicada en el
nombre de elección está referida al consejo precedente, propio de la
razón. Pues el apetito, aun cuando no es capaz de relacionar, sin
embargo, en cuanto que es movido por una potencia cognoscitiva que sí
relaciona, guarda cierta semejanza en cuanto que prefiere una cosa a
la otra.
Artículo 4:
El libre albedrío, ¿es o no es una potencia distinta de la
voluntad?
lat
Objeciones por las que parece que el libre albedrío es una potencia
distinta de la voluntad:
1. El Damasceno en el libro II dice que una cosa es
la thelesis, y otra distinta la bulesis. Thelesis es la
voluntad. Bulesis parece ser el libre albedrío, porque bulesis, según dice, es la voluntad que quiere algo como
resultado de la comparación de una cosa con otra. Por lo tanto,
parece que el libre albedrío es una potencia distinta de la
voluntad.
2. Las potencias son conocidas por los actos. Pero la
elección, acto del libre albedrío, es distinta de la voluntad, como se
dice en III Ethic. Porque la voluntad tiene
por objeto el fin; y la elección, aquello que se ordena al fin.
Por lo tanto, el libre albedrío es una potencia distinta de la
voluntad.
3. Voluntad es apetito intelectivo. Pero por parte
del entendimiento hay dos potencias: La agente y la posible. Por lo
tanto, también en el apetito intelectivo debe haber otra potencia
además de la voluntad. Parece que ésta no es más que el libre
albedrío. Por lo tanto, el libre albedrío es una potencia distinta de
la voluntad.
Contra esto: está lo que dice el Damasceno en el libro
III: El libre albedrío no es más que la
voluntad.
Respondo: Es necesario que las potencias
apetitivas sean proporcionadas a las aprehensivas, como dijimos
anteriormente (
q.64 a.2). Ahora bien, lo que en la percepción
intelectiva es el entendimiento con respecto a la razón, eso mismo es
en el apetito la voluntad con respecto al libre albedrío, que no es
otra cosa que la facultad de elección. Esto resulta claro por la
correlación de sus actos y de sus objetos. Pues
entender
implica la simple percepción de una cosa. Por eso, y en rigor, sólo
entendemos los principios que se conocen por sí mismos sin un proceso
comparativo.
Razonar consiste propiamente en pasar del
conocimiento de una cosa al conocimiento de otra. Por eso, el objeto
propio del razonamiento son las conclusiones a las que se llega por
medio de los principios. Por parte del apetito,
querer
significa el simple deseo de algo. Por eso se dice que la voluntad
tiene por objeto el fin, deseado por sí mismo.
Elegir significa
querer una cosa para conseguir otra. Por eso, su objeto propio son los
medios que llevan al fin. Ahora bien, lo que en el orden cognoscitivo
es el principio con respecto a la conclusión, a la que asentimos por
los principios, eso mismo es en el orden apetitivo el fin con respecto
a los medios deseados por razón del fin. Es evidente que, así como el
entendimiento se relaciona con la razón, así también lo hace la
voluntad con la facultad electiva, esto es, el libre albedrío. Se
demostró (
q.79 a.8) que entender y razonar son actos de una misma
potencia, al igual que el reposo y el movimiento. Por eso, una misma
potencia es también la que elige y la que quiere. Consecuentemente, la
voluntad y el libre albedrío no son dos potencias, sino
una.
A las objeciones:
1. La bulesis y la thelesis se distinguen no por la diversidad de potencias sino por
la de actos.
2. La elección y la voluntad, esto
es, el mismo querer, son diversos actos, sin embargo, pertenecen a una
potencia como el entender y el raciocinar, como acabamos de decir.
3. El entendimiento se relaciona
con la voluntad como motor. Por eso, no conviene que en la
voluntad se distinga entre el agente y el posible.