Artículo 1:
Los hombres, ¿están o no están custodiados por los
ángeles?
lat
Objeciones por las que parece que los hombres no están custodiados
por los ángeles:
1. Se asignan guardas a algunos que no saben o no pueden custodiarse
a sí mismos, como los niños y los enfermos. Pero el hombre puede
guardarse a sí mismo por medio del libre albedrío; y lo sabe también
por medio del conocimiento de la ley natural. Por lo tanto, el hombre
no es custodiado por el ángel.
2. Donde hay un custodio más fuerte, sobra el más débil.
Pero los hombres están bajo la custodia de Dios, según aquello del Sal
120,4: No durmió ni dormirá el que guarda a Israel. Por lo
tanto, no hay necesidad de que el hombre sea custodiado por el
ángel.
3. La perdición del custodiado se atribuye a la
negligencia del que lo guarda; por lo cual se dijo a
uno: Defiende a este varón, porque, si cae, será tu vida el precio
de la suya (3 Reg 20,39). Pero cada día perecen muchos hombres,
cayendo en pecado, en ayuda de los cuales podían venir los ángeles,
apareciéndoseles visiblemente, o haciendo milagros, o por medios
parecidos. Serían, pues, negligentes los ángeles si estuviesen
encomendados a ellos los hombres. Esto es evidentemente falso. Por lo
tanto, los ángeles no son custodios de los hombres.
Contra esto: está lo que se dice en Sal 90,11: Enviará a sus ángeles
para que te guarden en todos tus caminos.
Respondo: Es evidente que, según el orden de la
Providencia divina en todas las cosas, los seres mutables y variables
son movidos y gobernados por las inmutables e invariables, como todos
los cuerpos por las sustancias espirituales e inmóviles, y los cuerpos
terrestres por los celestes, que son sustancialmente invariables.
Nosotros mismos tenemos también por regla para las conclusiones, en
las que podemos opinar diversamente, los principios, que son
invariables. Pues bien, no se puede negar que, respecto al obrar, el
conocimiento y afecto del hombre pueden variar mucho y apartarse del
bien. Por lo tanto, fue necesario que se destinasen ángeles para la
guarda de los hombres, por los cuales fuesen dirigidos y movidos hacia
el bien.
A las objeciones:
1. Por medio del libre albedrío
puede el hombre evitar el mal hasta cierto punto, pero no
indefectiblemente; porque sus múltiples pasiones le debilitan el
afecto hacia el bien. Asimismo, el conocimiento universal de la ley
natural que posee el hombre naturalmente, le encamina también de algún
modo hacia el bien, pero tampoco indefectiblemente, porque, al aplicar
los principios universales del derecho a los casos particulares,
sucede que comete el hombre muchos errores. Por lo cual se dice en Sab
9,14: Inseguros son los pensamientos de los mortales, y nuestros
cálculos muy aventurados. Por eso se hizo necesaria para el hombre
la custodia del ángel.
2. Para obrar bien se necesitan
dos cosas. 1)
Primero, que el afecto tienda al bien. Esto lo
hace en nosotros el hábito de la virtud moral. 2)
Segundo, que
la razón dé con los medios más convenientes para obrar el bien de la
virtud. Esto lo atribuye el Filósofo a la prudencia.
Pues, en cuanto a lo primero, Dios guarda directamente al hombre,
infundiéndole la gracia y las virtudes. Pero, en cuanto a los segundo,
guarda Dios al hombre a modo de maestro universal, cuya instrucción
llega al hombre por mediación de los ángeles, como dijimos (
q.111 a.1).
3. Así como por el afecto al
pecado se apartan los hombres del instinto natural del bien, así
pueden también desoír las inspiraciones que los ángeles buenos les dan
invisiblemente iluminándolos para obrar bien. De ahí que el perderse
los hombres no se ha de atribuir a negligencia de los ángeles, sino a
la malicia de los hombres. El que alguna vez se aparezcan los ángeles
visiblemente a los hombres, fuera del curso ordinario, es por una
gracia especial de Dios; como suceden también los milagros fuera del
orden de la naturaleza.
Artículo 2:
A cada hombre, ¿le corresponde o no le corresponde un ángel
custodio?
lat
Objeciones por las que parece que a cada hombre no le corresponde un
ángel custodio:
1. El ángel es de mayor eficacia que el hombre. Pero un solo hombre
basta para custodiar muchos hombres. Por lo tanto, con mayor razón
puede un solo ángel custodiar muchos hombres.
2. Los seres inferiores son reducidos a Dios por los
superiores por medio de los seres intermedios, como dice
Dionisio. Pero, como todos los ángeles son desiguales,
según dijimos (
q.50 a.4), solamente hay un ángel entre el cual y los
hombres no hay algún ángel intermedio. Por lo tanto, es uno sólo el
ángel que directamente guarda a los hombres.
3. Los ángeles mayores son destinados
a los oficios más elevados. Pero guardar a un hombre no es más elevado
oficio que guardar a otro, porque todos los hombres son de igual
naturaleza. Por lo tanto, no habiendo más que un ángel que no sea
mayor que algún otro, según dice Dionisio, parece que
los diversos hombres no son custodiados por ángeles
diversos.
Contra esto: está lo que Jerónimo, explicando aquello de
Mt 18,10: Sus ángeles en el cielo, dice: Grande es la
dignidad de las almas, cuando cada una de ellas, desde el momento de
nacer, tiene un ángel destinado para su custodia.
Respondo: Angeles diversos están destinados a
la custodia de los diversos hombres custodiados. El porqué de esto
radica en que la guarda angélica es una ejecución de la divina
Providencia sobre los hombres.: Pero la providencia que Dios tiene
sobre los hombres es distinta de la que tiene sobre las otras
criaturas corruptibles, por tener el hombre y las demás criaturas
distinta relación a la incorruptibilidad, pues los hombres no sólo son
incorruptibles en cuanto a su especie común, sino también en cuanto a
sus propias formas singulares, que son las almas racionales, lo cual
no puede decirse de las otras cosas corruptibles. Es evidente, por
otra parte, que la providencia de Dios se ocupa principalmente de
aquellas cosas que permanecen perpetuamente; en cambio, de las cosas
transitorias se ocupa en cuanto las ordena a las perpetuas. Así, pues,
la providencia de Dios está en relación con cada uno de los hombres en
particular como está en relación con cada uno de los géneros o
especies de las cosas corruptibles. Ahora bien, según
Gregorio, diversos órdenes angélicos son destinados a
los diversos géneros de cosas. Ejemplo: Las Potestades, a ahuyentar a
los demonios; las Virtudes, a obrar milagros en las cosas corpóreas; y
es también muy verosímil que estén destinados diversos ángeles de un
mismo orden a la guarda de las diversas especies de seres. Por lo
tanto, es también muy conforme a razón que sean destinados diversos
ángeles en particular para la guarda de los diversos
nombres.
A las objeciones:
1. A un mismo hombre se le destina
guardián por muchos conceptos. Ya sea en cuanto hombre particular, y,
bajo este aspecto, para cada hombre se necesita un guardián, y a veces
a la custodia de uno solo se destinan varios. O ya sea en cuanto forma
parte de una colectividad, y, en este concepto, la guarda de toda la
colectividad se encomienda a un solo hombre, al que le corresponde
proveer aquellas cosas que se refieren a cada hombre particular en
relación con todo el grupo, como son las cosas que hace cada uno
exteriormente, de las cuales otros pueden edificarse o escandalizarse.
Pero la custodia angélica se destina, además, a los hombres con miras
a las cosas invisibles y ocultas que se refieren a la salvación de
cada uno en particular en cuanto tales. De ahí que a los diversos
hombres se destinen diversos ángeles que les guarden.
2. Como dijimos (
q.112 a.3 ad 4),
todos los ángeles de la primera jerarquía son directamente iluminados
por Dios acerca de algunas cosas, pero hay otras cosas sobre las
cuales sólo son iluminados por Dios inmediatamente los ángeles
superiores, los cuales las revelan a los inferiores. Y lo mismo se ha
de entender de los órdenes inferiores, pues un ángel ínfimo es
iluminado en cuanto a algunas cosas por otro supremo; y en cuanto a
otras es iluminado por aquel que está inmediatamente sobre él. Y hasta
es posible que directamente ilumine a un hombre algún ángel que tiene
bajo sí a otros ángeles, a los que ilumina.
3. Aunque los hombres sean iguales
en naturaleza, hay entre ellos desigualdad en cuanto que por la divina
Providencia unos están destinados a más y otros a menos, conforme a
aquello de Ecl 33,11-12: Con su gran sabiduría los distinguió el
Señor y les fijó diferentes destinos: a unos los bendijo y los
ensalzó, a otros los maldijo y los humilló. Es, pues, más elevado
oficio guardar a un hombre que a otro.
Artículo 3:
La guarda del hombre, ¿pertenece o no pertenece al último de los
órdenes angélicos?
lat
Objeciones por las que parece que la custodia del hombre no pertenece
sólo al último de los órdenes angélicos:
1. Dice el Crisóstomo que lo dicho en Mt 18,10: Sus
ángeles en el cielo, etc., hay que entenderlo no de cualquier
ángel, sino de los más eminentes. Por lo tanto, guardan a los
hombres los ángeles más eminentes.
2. El Apóstol en Heb 1,14 dice:
Los ángeles son enviados
para servicio, en favor de los que han de heredar la salvación; de
lo cual parece deducirse que la misión de los ángeles se ordena a la
guarda de los hombres. Pero cinco órdenes son enviados en ministerio
exterior, como dijimos (
q.112 a.4). Por lo tanto, todos los ángeles de
estos cinco órdenes son destinados a la guarda de los
hombres.
3. Para la guarda de los hombres es sobre todo necesario
reprimir los demonios; lo cual de modo particular se atribuye a las
Potestades, según Gregorio, y obrar milagros, que es lo
propio de las Virtudes. Por lo tanto, también estos órdenes son
destinados para la custodia, y no sólo el ínfimo.
Contra esto: está el hecho de que la guarda de los hombres se atribuye
en Sal 90,11 a los ángeles, cuyo orden es el ínfimo, según
Dionisio.
Respondo: Como ya se dijo (
a.2 ad 1), la guarda
del hombre es de dos clases. 1)
Una es custodia particular,
según que a cada hombre se destina un ángel custodio distinto; y esta
custodia pertenece al ínfimo grado de ángeles, a los que les
pertenece, según Gregorio,
anunciar las cosas de
menor importancia; pareciendo, por otra parte, que el ínfimo entre
los oficios de los ángeles es procurar lo que se refiere a la
salvación de cada hombre particular. 2)
La otra custodia del
hombre es la colectiva, a cuya gradación responde la de los diversos
órdenes, porque, cuanto más universal es el agente, tanto más superior
es. Según esto, la guarda del conjunto de los hombres pertenece al
orden de los Principados, o también al de los Arcángeles, que son
los
príncipes entre los ángeles, por lo cual, a Miguel, que
lleva nombre de arcángel, se le llama en Dan 10,13
uno de los
príncipes. Después están las Virtudes, que tienen la guarda de
todas las naturalezas corpóreas; a las Virtudes siguen las Potestades,
que ejercen su dominio sobre los demonios; y, por último, los
Principados o las Dominaciones están al cuidado de los espíritus
buenos, según Gregorio.
A las objeciones:
1. Las palabras del Crisóstomo
pueden entenderse de los ángeles supremos dentro del ínfimo orden,
porque, como dice Dionisio, en cada orden hay
primeros, medios y últimos. Es también probable que a los ángeles
mayores esté encomendada la guarda de aquellos que han sido elegidos
por Dios para mayor grado de gloria.
2. No todos los ángeles que son
enviados ejercen una custodia particular sobre algún hombre
determinado, sino que algunos órdenes la ejercen sobre comunidades de
ellos, mayores o menores.
3. Los ángeles inferiores ejercen
a veces algunos oficios propios de los superiores, en cuanto que
participan algo de los dones de éstos y son respecto de ellos como los
ejecutores de su poder. Así es como todos los ángeles del orden ínfimo
pueden también reprimir los demonios y obrar milagros.
Artículo 4:
A todo hombre, ¿le corresponde o no le corresponde tener un ángel
custodio?
lat
Objeciones por las que parece que a todo hombre no le corresponde
tener un ángel custodio:
1. De Cristo se dice en Flp 2,7: Se hizo semejante a los hombres y
en la condición de hombre. Si, pues, todos los
hombres tienen un ángel custodio, también Cristo debió
tener el suyo. Pero esto parece insostenible, por estar Cristo sobre
todos los ángeles. Por lo tanto, no todos los hombres tienen su ángel
custodio.
2. El primero de los hombres fue Adán. Pero éste no
necesitaba de ángel custodio, al menos en el estado de inocencia, ya
que entonces no estaba expuesto a peligros. Por lo tanto, no a todos
los hombres se destinan ángeles para su guarda.
3. La razón de destinar ángeles a la guarda de hombres
es para que los conduzcan a la vida eterna, los estimulen a obrar bien
y los protejan contra las asechanzas de los demonios. Pero los hombres
que de antemano sabe Dios que se han de condenar, nunca llegarán a la
vida eterna; y los infieles, aunque alguna vez hagan cosas buenas, no
obran bien porque no las ejecutan con intención recta, que está
dirigida por la fe, como dice Agustín, y,
finalmente, la venida del Anticristo será acompañada del poder de
Satanás (2 Tes 2,9). Por lo tanto, no se destinan ángeles a la
custodia de todos los hombres.
Contra esto: está la autoridad de Jerónimo que ya antes citamos (
a.2 sedcontra), y que dice:
Cada alma tiene un ángel
destinado para su custodia.
Respondo: El hombre se encuentra en la vida
presente como en un camino por el que ha de marchar hacia su patria.
En este camino le amenazan muchos peligros, tanto interiores como
exteriores, según aquello del Sal 141,4: En la senda por donde voy
me han escondido una trampa. Por eso, así como a los que van por
caminos inseguros se les pone guardias, así también a cada uno de los
hombres, mientras camina por este mundo, se le da un ángel que le
guarde. Pero cuando haya llegado al término de este camino, ya no
tendrá ángel custodio, sino que tendrá en el cielo un ángel que con él
reine, o en el infierno un demonio que le torture.
A las objeciones:
1. Cristo, en cuanto hombre, era
regido directamente por la Palabra de Dios, no necesitando, por tanto,
de la guarda de los ángeles. Además, en cuanto al alma, era
bienaventurado, si bien por razón del estado de pasibilidad del cuerpo
era viador; pero bajo este aspecto no le era debido un ángel custodio
como superior, sino un ángel ministro como inferior. Por eso se dice
en Mt 4,11: Se acercaron los ángeles y le servían.
2. En el estado de inocencia, el
hombre no tenía ningún peligro interior, porque interiormente todo
estaba en él bien ordenado, como se dijo (
q.95 a.1.3). Pero le
acechaba un peligro exterior, el de las envidias del demonio, como lo
demostraron los hechos. Necesitaba, pues, de la guarda de los
ángeles.
3. Así como los reprobos y los
infieles e incluso el anticristo no están privados del auxilio
interior de la razón natural, así tampoco están privados del auxilio
exterior concedido por Dios a toda la naturaleza humana, es decir, la
guarda angélica. Y aunque este auxilio, de hecho, no les sirva para
conseguir por medio de sus buenas obras la vida eterna, les sirve, no
obstante, para apartarse de ciertos males con que se podrían
perjudicar a sí mismos y a otros, porque incluso los mismos demonios
son reprimidos por los ángeles buenos para que no hagan todo el daño
que quisieren. Tampoco será permitido al anticristo hacer tanto daño
como pretenderá.
Artículo 5:
El ángel custodio, ¿empieza o no empieza a guardar al hombre desde el
momento de su nacimiento?
lat
Objeciones por las que parece que el ángel no empieza a guardar al
hombre desde el momento de su nacimiento:
1. Los ángeles son enviados para servicio, en favor de los que han
de heredar la salvación, según el Apóstol en Heb 1,14. Pero los
hombres comienzan a heredar la salvación al ser bautizados. Por lo
tanto, el ángel custodio se asigna al hombre desde el momento del
bautismo y no desde el momento de nacer.
2. Los hombres son custodiados por los ángeles en cuanto
son iluminados por ellos doctrinalmente. Pero los
niños recién nacidos no son capaces de ser adoctrinados, puesto que no
tienen uso de razón. Por lo tanto, a los niños recién nacidos no se
asignan ángeles custodios.
3. Mientras los niños están en el útero materno tienen
en algún tiempo alma racional, como la tienen después de nacer. Pero,
mientras están en el útero materno, se cree que no tienen ángeles
custodios propios, como tampoco se les confiere en ese tiempo
sacramento alguno por los ministros de la Iglesia. Por lo tanto, no se
asignan ángeles custodios a los hombres desde el momento de
nacer.
Contra esto: está lo que dice Jerónimo: Cada alma
tiene señalado su ángel custodio desde el momento de
nacer.
Respondo: Como dice Orígenes,
sobre esto hay dos opiniones. Pues unos creen que los ángeles
custodios se asignan a los hombres al momento de ser bautizados, y
otros que al momento de nacer. Por esta segunda opinión se inclina
Jerónimo, y no sin razón. Ciertamente que los beneficios conferidos
por Dios al hombre en cuanto que es cristiano, comienzan desde el
momento del bautismo, como el poder recibir la Eucaristía y otros
semejantes; pero los que Dios le otorga en atención a su naturaleza
racional, se le confieren desde el momento en que, al nacer, recibe la
naturaleza. Ahora bien, según lo dicho (
a.1.4), el beneficio del
ángel custodio pertenece a la segunda clase. Por lo tanto, desde el
momento mismo de nacer tiene el hombre asignado su ángel
custodio.
A las objeciones:
1. Mirando al último efecto de la
guarda angélica, que es la consecución de la salvación, sólo son
enviados eficazmente en ministerio los ángeles custodios de los que
consiguen la salvación. Sin embargo, no se niega el ministerio de los
ángeles a los demás, aunque no tenga en ellos la eficacia de llevarles
a la vida eterna. Es todavía eficaz el ministerio en cuanto que los
libra de muchos otros males.
2. La función de custodiar se
ordena a la iluminación doctrinal, como a su último y principal
efecto. Pero tiene, además, otros muchos efectos que no se excluyen de
los niños, tales como reprimir a los demonios e impedir otros daños,
tanto espirituales como corporales.
3. Mientras el niño está en el
útero materno, no está totalmente separado de la madre, sino que por
virtud de cierto ligamen continúa siendo en algún modo algo de ella,
como es algo del árbol el fruto que de él pende. No es, pues,
improbable que el mismo ángel custodio de la madre guarde también a la
prole que ésta lleva en su seno. Pero cuando al nacer se separa de la
madre, se le asigna su propio ángel custodio, como dice
Jerónimo.
Artículo 6:
El ángel, ¿abandona o no abandona alguna vez al hombre?
lat
Objeciones por las que parece que los ángeles custodios abandonan al
hombre alguna vez:
1. Se dice en Jer 51,9 en persona de los ángeles: Hemos querido
curarla, pero no se ha curado, dejémosla. Y en Isa 5,5: Derribaré su cerca, y será hollada, esto es, quitará la guarda
de los ángeles, según la Glosa.
2. Más importante es la guarda de Dios que la de los
ángeles. Pero Dios abandona alguna vez al hombre, según aquello del
Sal 21,2: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Por
lo tanto, con mayor razón abandonará al hombre el ángel
custodio.
3. Dice el Damasceno: Los ángeles,
cuando están aquí con nosotros, no están en el
cielo. Pero algunas veces están en el cielo. Por lo tanto, nos
abandonan alguna vez.
Contra esto: los demonios están siempre asediándonos, según aquello de
1 Pe 5,8: Vuestro adversario el diablo como león rugiente, anda
rondando y busca a quien devorar. Por lo tanto, mucho más los
ángeles buenos estarán siempre a nuestro lado.
Respondo: La guarda angélica, como dijimos
(
a.2), es cierta ejecución de los designios de Dios sobre los hombres.
Ahora bien, es cierto que ni el hombre ni cosa alguna se sustrae
totalmente de la Providencia divina, porque, en tanto participa algo
de la providencia universal en cuanto participa del ser. Pero en tanto
se dice que Dios deja a alguno abandonado del orden de su providencia
en cuanto permite que tal hombre sufra algún defecto de pena o de
culpa. Pues de igual modo se ha de decir también que el ángel custodio
nunca se desentiende totalmente del hombre, aunque sí le abandona de
algún modo a veces, a saber: en cuanto no impide que caiga bajo alguna
tribulación e incluso en pecado, conformándose en esto el ángel con el
orden de los juicios divinos. En este sentido se dice que Babilonia y
el pueblo israelita fueron abandonados por sus ángeles custodios,
porque éstos no impidieron que sufrieran tribulaciones.
A las objeciones:
1-2. La respuesta está incluida en lo expuesto.
3. Aunque alguna vez el ángel se
aleja localmente del hombre, nunca le abandona en cuanto al efecto de
la guarda, porque incluso desde el cielo sabe lo que le sucede al
hombre, y no necesita intervalo para el movimiento local, sino que,
instantáneamente, puede acudir a su lado.
Artículo 7:
Los ángeles custodios, ¿sufren o no sufren por el mal que le sucede
al custodiado?
lat
Objeciones por las que parece que los ángeles custodios sufren por el
mal que le sucede al custodiado,
1. Se dice en Isa 33,7; Llorarán amargamente los ángeles de
paz. Pero el llanto es señal de dolor y tristeza. Por lo tanto,
los ángeles se entristecen con los males de aquellos a quienes
guardan.
2. La tristeza, dice Agustín, lo es de
aquellas cosas que suceden a pesar nuestro. Pero la perdición del
hombre custodiado es contra la voluntad de su ángel custodio. Por lo
tanto, los ángeles se entristecen por la perdición de los
hombres.
3. Como la tristeza se opone al gozo, así el pecado a la
penitencia. Pero los ángeles gozan cuando el pecador hace penitencia,
como se dice en Lc. 15,7. Por lo tanto, se entristecen cuando un justo
cae en pecado.
4. A propósito de las palabras de Núm 18,12: todo lo
que se ofrece de las primicias, dice Orígenes en su
Glosa: Los ángeles son llamados a juicio para saber
si por negligencia suya o por abandono de los hombres cayeron éstos en
pecado. Pero con razón se duelen todos de aquellos males por los
que son llamados a juicio. Por lo tanto, los ángeles se duelen de los
pecados de los hombres.
Contra esto: donde hay tristeza y dolor, no hay dicha completa. Por eso
se dice en Apoc 21,4: No habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni
dolor alguno. Pero los ángeles son completamente dichosos. Por lo
tanto, de nada se duelen.
Respondo: Los ángeles no sufren ni por los
pecados ni por las penas de los hombres. La tristeza y el dolor no
son, dice Agustín, sino de aquello que sucede contra
la voluntad. Pero nada sucede en el mundo contra la voluntad de los
ángeles ni de los demás bienaventurados, porque su voluntad está
perfectamente conforme al orden de la justicia divina, y nada se hace
en el mundo sino aquello que es hecho o permitido por la justicia
divina. Por eso, hablando en absoluto, nada acontece en el mundo
contra la voluntad de los bienaventurados. Efectivamente, se denomina
voluntario simplemente o en absoluto, según el
Filósofo en III
Ethic., aquello que alguno
quiere de hecho al obrar en concreto después de consideradas todas las
circunstancias, si bien no sería voluntaria tal cosa considerada sin
esas circunstancias. Ejemplo: El navegante rehusa arrojar las
mercancías al mar si considera tal acto sólo en absoluto y en
abstracto, pero, ante la inminencia del peligro para su salvación,
quiere tal acto, por lo cual tal acción es voluntaria más que
involuntaria.
De igual modo, los ángeles no quieren los pecados y las penas de los
hombres mirando esto en absoluto y en abstracto. Quieren que se guarde
en esto el orden de la justicia divina, según el cual algunos sufren
castigos y se les tolera el pecar.
A las objeciones:
1. Las palabras de Isaías pueden
entenderse de aquellos ángeles o mensajeros de Ezequías que lloraron
al oír las palabras de Rabsaces, y que se menciona en Is 37,2ss. Esto
en cuanto al sentido literal. Pero, según el sentido alegórico, los
ángeles de paz son los apóstoles y otros predicadores, que lloran por
los pecados de los hombres. Y si estas palabras se quieren entender de
los ángeles buenos, según el sentido anágogico, entonces son una
expresión metafórica para expresar que los ángeles quieren la
salvación de los hombres, considerada ésta sólo en sí misma. De este
modo se atribuyen efectivamente a Dios y a los ángeles las pasiones de
este género.
2. La respuesta está incluida en lo expuesto.
3. Tanto en la penitencia de los
hombres como en el pecado, queda siempre una razón de gozo para los
ángeles, esto es, el cumplimiento de los designios
divinos.
4. Los ángeles son llamados a
juicio por los pecados de los hombres, no como reos, sino como
testigos, para convencer a los hombres de su dejadez.
Artículo 8:
Entre los ángeles, ¿hay o no hay discrepancias por motivo de la
custodia?
lat
Objeciones por las que parece que entre los ángeles no pueden haber
discrepancias ni discordia:
1. Se dice en Job 25,2: El mantiene la paz en sus alturas.
Pero la lucha se opone a la paz. Por lo tanto, entre los ángeles del
cielo no hay lucha.
2. Donde hay perfecta caridad y justa prelacia no puede
haber lucha. Pues ambas cosas existen en los ángeles. Por lo tanto, no
hay entre ellos discrepancia.
3. Si se dice que los ángeles luchan por aquellos a
quienes guardan, es preciso que un ángel favorezca a una parte y otro
a otra. Pero, si de una parte está la justicia, de la otra estará, por
el contrario, la injusticia. Se seguirá, pues, que un ángel bueno sea
promotor de la injusticia. Esto es inadmisible. Por lo tanto, no hay
discrepancia entre los ángeles buenos.
Contra esto: está lo que se dice en Dan 10,13, en persona del arcángel
Gabriel: El príncipe del reino de los persas me ha resistido por
veintiún días. Pero este príncipe de los persas era el ángel
custodio del reino persa. Luego un ángel bueno resiste a otro. Por lo
tanto, hay discrepancia entre ellos.
Respondo: Se suscita esta cuestión con ocasión de las citadas palabras de Daniel. Jerónimo las explica diciendo que el príncipe del reino de los persas era el ángel que se opuso a la liberación del pueblo israelita, por el que oraba Daniel, cuyas preces presentaba a Dios Gabriel. Esta resistencia pudo tener lugar porque algún príncipe de los demonios indujera a pecar a los judíos conducidos a Persia, por lo cual se ponía impedimento a la oración de Daniel, que oraba por aquel pueblo.
En cambio, según Gregorio en XVII Moral., el
príncipe del reino de los persas fue un ángel bueno,
el ángel custodio de aquel reino. Para comprender, pues, cómo un ángel
discrepa con otro, hay que tener presente que los divinos juicios se
ejercen sobre diversos reinos y diversos hombres por medio de los
ángeles. Estos se rigen, en sus acciones, por el juicio divino. Pero a
veces sucede que hay contrarios méritos o deméritos en los diversos
reinos o en los diversos hombres, por lo que tienen que someterse o
ser mandados unos por otros. Cuál es en estos casos el orden de la
divina Sabiduría, no pueden saberlo los ángeles sin que Dios se lo
revele. Por eso necesitan consultar sobre ello a la Sabiduría de Dios.
Se dice que discrepan entre sí en cuanto que consultan a la voluntad
divina acerca de méritos contrarios e incompatibles entre sí, no
porque sus respectivas voluntades sean contrarias, pues todos están
acordes en que se cumpla la sentencia divina, ni porque los intereses
sobre los que consultan sean incompatibles.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.