Artículo 1:
Los hombres, ¿son o no son combatidos por los demonios?
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Objeciones por las que parece que los hombres no son combatidos por
los demonios:
1. Los ángeles son destinados a la guarda de los hombres por misión
divina. Pero los demonios no son enviados por Dios, porque la
intención de ellos es perder las almas, y la de Dios es salvarlas. Por
lo tanto, no hay demonios destinados a combatir a los
hombres.
2. No es equitativa la lucha cuando en la batalla se expone
el débil contra el fuerte o el incauto contra el astuto. Pero los
hombres son débiles e ignorantes, mientras que los demonios son
fuertes y astutos. Por lo tanto, Dios, que es autor de toda justicia,
no debe permitir que los hombres sean combatidos por los
demonios.
3. Para el ejercicio de los hombres, es suficiente con
los combates de la carne y del mundo. Y la razón de permitir Dios que
sus elegidos sean combatidos es para que se ejerciten. Por lo tanto,
no parece necesario que sean combatidos por los demonios.
Contra esto: está lo que el Apóstol en Ef 6,12 dice: No es nuestra
lucha contra la carne y la sangre, sino contra los Principados y
Potestades, contra los dominadores de este mundo tenebroso, contra los
espíritus malos de los aires.
Respondo: En los combates de los demonios hay
que tener presente el combate mismo y su ordenación. El combate
procede de la malicia del demonio, que, por envidia, trata de impedir
el provecho de los hombres, y, por soberbia, usurpa una semejanza del
poder divino, sirviéndose de ministros determinados para combatir a
los hombres, como los ángeles buenos están al servicio de Dios en
determinados oficios para la salvación de los hombres.
Pero el orden del mismo combate viene de Dios, que sabe usar
ordenadamente los males encaminándolos al bien. En cambio, por lo que
se refiere a los ángeles buenos, tanto la guarda como el orden de la
misma se han de atribuir a Dios como a primer autor.
A las objeciones:
1. Los demonios combaten a los
hombres de dos maneras. Una, instigándoles a pecar. Cuando tientan de
este modo no son enviados por Dios para combatir, si bien alguna vez
se les permite por justos juicios de Dios. La otra manera de combatir
a los hombres es castigándolos, y para esto sí son enviados por Dios,
como fue enviado el espíritu falaz a castigar a Achab, rey de Israel,
según se dice en 1 Rey 22,20ss, porque el castigo puede venir de Dios
como de primer autor. No obstante, los demonios enviados para castigar
castigan con intención distinta de aquella con que son enviados,
porque ellos castigan por odio o envidia, pero Dios los envía en un
plan de justicia.
2. Para que no haya desigualdad en
la lucha, el hombre es confortado principalmente con el auxilio de la
gracia de Dios y secundariamente con la guarda de los ángeles, viene a
este propósito lo que decía Eliseo en 2 Rey 6,16: No temas, porque
más son los que están con nosotros que los que están con
ellos.
3. A la fragilidad humana le
bastaría para ejercicio con los combates de la carne y del mundo, pero
no bastaría esto a la malicia de los demonios, que se sirven de la
carne y del mundo para combatir al hombre. Sin embargo, por ordenación
divina, todo redunda en gloria de los elegidos.
Artículo 2:
Tentar, ¿es o no es propio del diablo?
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Objeciones por las que parece que tentar no es propio del
diablo:
1. Se dice que tienta Dios, según aquello del Gén 22,1: Tentó Dios
a Abraham. Tientan también la carne y el mundo, e incluso el
hombre se dice que tienta a Dios y al hombre. Por lo tanto, no es
exclusivo del demonio tentar.
2. Tienta el que ignora. Pero los demonios saben bien lo que
pasa entre los hombres. Por lo tanto, los demonios no
tientan.
3. La tentación es camino al pecado. Pero el pecado
anida en la voluntad. Por lo tanto, no pudiendo los demonios cambiar
la voluntad del hombre, como se desprende de lo dicho (
q.111 a.2),
parece que no les compete tentar.
Contra esto: está lo que sobre las palabras de Pablo en 1 Tes 3,5: No
fuera que el tentador os hubiera tentado, dice la
Glosa: Esto es, el diablo, cuyo oficio es
tentar.
Respondo: Tentar es propiamente hacer
examen de alguno a quien se le pone a prueba para descubrir algo
acerca de él. El fin próximo, pues, del que tienta es saber. Pero, a
veces, se busca, además del saber, algún otro fin, bueno o malo.
Bueno, como al intentar saber cómo es uno respecto de la ciencia o de
la virtud con la intención de estimularle al bien. Malo, si se quiere
saber esto mismo para engañarle o inducirle al mal.
Pues de aquí se debe deducir cómo a diversos sujetos se les atribuye
de diversa manera el tentar. Así, el hombre se dice que unas veces
tienta con el único fin de saber, y por eso se dice
que tentar a Dios es pecado, porque el hombre presume al hacerlo; como
dudando, intenta explorar el poder de Dios; otras veces el hombre
tienta para ayudar; y algunas también para dañar. El diablo tienta
siempre para dañar, precipitando al pecado. Este es el sentido en el
que se dice que el tentar es oficio propio de los demonios, porque,
aunque también el hombre alguna vez tienta de este modo, lo hace como
ministro del demonio. En cambio, se dice que Dios tienta para saber,
pero del modo en que se dice que viene El a saber lo que hace que
otros conozcan. Así se dice en el Dt 13,3: El Señor Dios vuestro os
tienta a fin de que se haga manifiesto si le amáis. La carne y el
mundo se dice que tientan como instrumentos o materialmente, es decir,
en cuanto puede conocerse cuál sea el hombre por el hecho de seguir o
de resistir a las concupiscencias de la carne o por despreciar las
cosas prósperas y adversas del mundo, de las cuales se sirve también
el demonio para tentar.
A las objeciones:
1. La respuesta está incluida en lo expuesto.
2. Los demonios conocen las cosas
que pasan exteriormente respecto de los hombres, pero sólo Dios,
que pesa las almas (Prov 16,2), conoce la condición interior
del hombre, según la cual unos son más dados a un vicio que a otro.
Por eso tienta el diablo explorando la condición interior del hombre,
a fin de instigar a cada uno en aquel vicio al que es más
dado.
3. Aunque el demonio no pueda
alterar la voluntad humana, puede, sin embargo, como se dijo (
q.111 a.3.4), alterar de algún modo las potencias inferiores del hombre, por
medio de las cuales, aunque no se coacciona a la voluntad, sí se la
puede inclinar.
Artículo 3:
Todos los pecados, ¿provienen o no provienen de la tentación del
diablo?
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Objeciones por las que parece que todos los pecados provienen de la
tentación del diablo:
1. Dice Dionisio en c.4 De Div. Nom.: La
muchedumbre de los demonios es causa de los males de ellos y de los
demás. Y el Damasceno dice: Toda malicia e
inmundicia han sido pensadas por el diablo.
2. Más aún. De todo pecador puede decirse lo que el Señor dijo
de los judíos: Vosotros tenéis por padre al diablo (Jn 8,44).
Pero esto era en cuanto que pecaban por sugestión diabólica. Por lo
tanto, todo pecado procede de la tentación del diablo.
3. Como los ángeles están destinados para custodiar a
los hombres, así los demonios para combatirlos. Pero todo el bien que
hacemos procede de la inspiración de los ángeles buenos, puesto que
las cosas divinas llegan a nosotros por mediación de los ángeles. Por
lo tanto, igualmente todo lo malo que hacemos proviene de la tentación
del demonio.
Contra esto: está lo que en el libro De Eccl. Dogm.
se dice: No todos nuestros pensamientos malos son excitados por el
diablo, sino que algunas veces brotan de los impulsos de nuestro
albedrío.
Respondo: De dos modos se puede ser causa de
algo: directa o indirectamente. 1) Indirectamente, del modo en
que un agente se dice que es causa ocasional o indirecta del efecto
para el que produce una disposición, como si se dijera que el que seca
la leña es causa de su combustión. En este sentido sí se debe decir
que el diablo es causa de todos nuestros pecados, por haber instigado
al primer hombre a pecar, de cuyo pecado se siguió en todo el género
humano cierta tendencia a todos los pecados. Y así deben entenderse
las palabras del Damasceno y de Dionisio.
2) Directamente, se dice que el agente es causa de una cosa
cuando obra intentándola directamente. Y de este modo, el diablo no es
causa de todos los pecados, porque no todos los pecados se cometen por
instigación directa del diablo, sino que algunos provienen del libre
albedrío y de la corrupción de la carne. Efectivamente, como dice Orígenes, aunque no existiese el
diablo, los hombres tendrían el apetito de la gula y de la carne y
otros semejantes, a los que acompaña gran desorden si no son frenados
por la razón, particularmente después de la corrupción de nuestra
naturaleza. Pero el frenar y ordenar tales apetitos es materia del
libre albedrío. Así, pues, no es necesario que todos los pecados
provengan de la instigación del demonio. Si algunos, no obstante,
provienen de dicha instigación, para consumarlos se dejan los
hombres seducir en tal acto por el mismo estímulo por el que se
dejaron los primeros padres, como dice Isidoro.
A las objeciones:
1. La respuesta está incluida en lo expuesto.
2. En los pecados cometidos sin
instigación del diablo, los hombres se hacen por ellos hijos del
diablo, en cuanto le imitan a él, que pecó el primero.
3. Para pecar se basta el hombre a
sí mismo, pero no puede hacer méritos sin el auxilio divino, que se le
da por medio el ministerio de los ángeles. Por lo tanto, los ángeles
cooperan a todas nuestras buenas obras, pero no todos nuestros pecados
proceden de la sugestión demoníaca. No hay, sin embargo, género alguno
de pecado en que no pueda pecarse alguna vez por incitación de los
demonios.
Artículo 4:
Los demonios, ¿pueden o no pueden seducir a los hombres por medio de
verdaderos milagros?
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Objeciones por las que parece que los demonios no pueden seducir a
los hombres con verdaderos milagros:
1. El poder de los demonios se manifestará singularmente en las obras
del anticristo. Pero, como dice el Apóstol en 2 Tes 2,9: La venida
del inicuo irá acompañada del poder de Satanás, de todo género de
engaños, milagros, señales y prodigios. Con mayor razón debe,
pues, suponerse que no serán sino engañosos los prodigios obrados por
los demonios en cualquier otro tiempo.
2. Todo verdadero milagro lleva consigo algún cambio en los
cuerpos. Pero los demonios no pueden cambiar la naturaleza de los
cuerpos, pues dice Agustín en XVIII De Civ. Dei: Nunca he creído que por arte o poder del demonio pueda el cuerpo
humano convertirse de algún modo en miembros de bestias. Por lo
tanto, los demonios no pueden hacer milagros verdaderos.
3. El argumento que prueba igualmente cosas opuestas no
tiene ningún valor. Luego, si los demonios pueden hacer verdaderos
milagros para persuadir la falsedad, tales hechos no tendrán ninguna
eficacia para confirmar las verdades de la fe. Esto es inadmisible.
Porque está escrito en Mc 16,20: Cooperando con ellos el Señor y
confirmando su palabra con signos.
Contra esto: está lo que dice Agustín en el libro Octoginta trium
quaest.: Por artes mágicas se hacen a veces
milagros semejantes a los que son hechos por los siervos de
Dios.
Respondo: Como puede deducirse de lo dicho
anteriormente (
q.110 a.4), tomado el milagro en sentido estricto, no
pueden hacerlos los demonios ni criatura alguna, sino sólo Dios.
Porque milagro propiamente es lo que se hace sobrepasando el orden de
toda la naturaleza creada, y todo poder creado está contenido bajo
este orden. A veces, sin embargo, se entiende también por milagro, en
sentido lato, aquello que sobrepasa el poder y la previsión de los
hombres. Y en tal sentido pueden los demonios hacer milagros, es
decir, cosas que admiran los hombres porque rebasan su propio poder y
conocimiento. Incluso un hombre, al hacer algo que sobrepasa el poder
y conocimientos de otros, le causa admiración, hasta el punto de
hacerle creer que lo hace milagrosamente.
Hay que tener presente que, aunque tales obras de los demonios, que a
nosotros nos parecen milagros, no llegan a la
categoría de verdaderos milagros, son, no obstante, algunas veces
cosas verdaderas y reales. Así, por ejemplo, los magos de Faraón
hicieron por virtud de los demonios verdaderas serpientes y ranas; y
cuando cayó fuego del cielo y en un abrir y cerrar de ojos consumió la
familia y los ganados de Job, y la tempestad destruyó su casa y mató a
sus hijos. Cosas que fueron hechos de Satanás, no fantasmas, como
dice Agustín en XX De Civ. Dei.
A las objeciones:
1. Como dice el mismo
Agustín, las obras del Anticristo puede decirse que
son señales de mentira: o porque mediante tales fantasmas ha de
engañar a los sentidos mortales, de tal modo que aparezca hacer lo
que no hace; o porque, si son verdaderos prodigios, conducirán a la
mentira a los que crean en ellos.
2. Como se dijo (
q.110 a.2), la
materia corporal no obedece a la voluntad de los ángeles, buenos ni
malos, como si los demonios por propia virtud pudieran hacerla pasar
de una forma a otra, pero pueden utilizar ciertos gérmenes que se encuentran en los elementos materiales, como dice Agustín en III
De Trin., para producir tales efectos. Por esto puede decirse que todos los cambios de las cosas corporales que pueden hacerse por cualquier virtud natural, entre los cuales están los gérmenes mencionados, pueden hacerse por la operación de los demonios utilizando tales gérmenes. Ejemplo: Al convertirse ciertas cosas en serpientes o ranas, las cuales pueden engendrarse en la putrefacción. Pero los cambios de las cosas materiales que no pueden realizarse por virtud de la naturaleza, de ningún modo pueden hacerse en realidad por la acción de los demonios, como que el cuerpo humano se convierta en cuerpo de bestia o que un cuerpo muerto resucite. Y si alguna vez parece hacerse esto por virtud de los demonios, no es así en realidad, sino sólo en apariencia.
Este fenómeno puede suceder de dos modos. Puede tener su origen
dentro del hombre, en cuanto que el demonio es capaz de alterar la
imaginación humana e incluso los sentidos hasta el punto de que les
haga percibir algo como real, sin ser tal, según ya se ha dicho (q.111 a.3.4), lo cual se dice que incluso puede suceder algunas veces por la
virtud de ciertas cosas naturales. Puede también tener un origen
exterior al hombre. Pues, pudiendo el demonio formar con el aire un
cuerpo de cualquier forma y figura para aparecer visiblemente
disfrazándose, del mismo modo puede disfrazar cualquier objeto
corpóreo con cualquier forma corpórea, de tal modo que se vea dicho
cuerpo bajo tal forma. Este es el sentir de Agustín en XVIII De
Civ. Dei, cuando dice que lo fantaseado por el
hombre, sea pensando o soñando, que varía tanto como los innumerables
géneros de seres, se presenta a los sentidos ajenos como disfrazado de
cuerpo bajo la forma de algún animal. Esto no ha de entenderse
como si el poder de la fantasía del hombre o su misma representación
individual revestida de cuerpo se manifiesta a los sentidos de otro,
sino en cuanto que el demonio, que puede formar una representación en
la fantasía de un hombre, puede también presentar a los sentidos de
otro hombre una imagen semejante de esta representación.
3. Como dice Agustín en el
libro Octoginta trium quaest., al hacer los
magos cosas como las que hacen los santos, lo hacen con diverso fin y
con distinto poder, pues los magos lo hacen buscando la gloria propia,
mientras que los santos buscan la gloria de Dios; los magos lo hacen
por un pacto privado, pero los santos por servicio público y por
mandato de Dios, a quien están sometidas todas las cosas
creadas.
Artículo 5:
Los demonios que son superados por alguien, ¿insisten o no insisten
en seguir tentando?
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Objeciones por las que parece que los demonios que han sido
superados por alguien, no por eso dejan de seguir
tentando:
1. La victoria de Cristo sobre su tentador fue del todo eficaz. Sin
embargo, volvió el tentador a combatirle, incitando a los judíos para
que le diesen muerte. Por lo tanto, no es verdad que, vencido el
diablo, cese de combatir.
2. Castigar al que sucumbe en la lucha es incitarle a
combatir con mayor acritud. Pero esto es impropio de la misericordia
de Dios. Por lo tanto, superados los demonios, no dejan de
combatir.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 4,11: Entonces le dejó el
diablo, es decir, a Cristo vencedor.
Respondo: Dicen algunos que,
vencido el demonio, no puede volver a tentar a ningún hombre, ni sobre
el mismo ni sobre otros pecados. Otros opinan que no
puede tentar al mismo, pero pueden tentar a otros. Esta segunda
opinión tiene mayor probabilidad, pero entiendo que no puede hasta un
tiempo determinado, pues en el mismo Lc 4,13 se dice: Acabado todo
género de tentaciones, el diablo se retiró de El hasta el momento
oportuno. Esta opinión se apoya en dos razones. La primera está
tomada de la clemencia divina, porque, como dice el Crisóstomo en Super Matth., el diablo no tienta a los hombres
por el tiempo que quiere, sino por el que Dios le permite. Porque, si
bien le permite tentar por algún tiempo, le deja, no obstante, en
atención a la naturaleza enferma. La otra razón se toma de la
astucia del diablo, pues dice Ambrosio en Super
Lucam 4,13, que el diablo rehusa insistir ante el peligro de
ser nuevamente derrotado. Sin embargo, que vuelva a veces el
diablo sobre aquel a quien abandonó, claramente se deduce de las
palabras de Mt 12,44: Me volveré a mi casa de donde
salí.
A las objeciones: Está incluida en lo dicho.