Artículo 1:
El primer hombre, ¿fue o no fue creado en estado de
gracia?
lat
Objeciones por las que parece que el primer hombre no fue creado en
estado de gracia:
1. Distinguiendo entre Adán y Cristo, dice el Apóstol en 1 Cor
15,45: El primer hombre, Adán, fue hecho alma viviente; el último
Adán, espíritu vivificante. Pero la vivificación del espíritu se
hace por la gracia. Por lo tanto, es propio de Cristo el haber sido
hecho en gracia.
2. Dice Agustín en el libro De quaest. Vet. et Nov. Test.: Adán no poseyó el Espíritu Santo. Pero todo el que
está en gracia posee el Espíritu Santo, Por lo tanto, Adán no fue
creado en gracia.
3. Agustín, en el libro De correptione et grafía,
dice: Dios ordenó la vida de los ángeles y la de los
hombres de tal manera que en ellos se manifestase primero el poder de
su libertad, y luego el beneficio de la gracia y el juicio de la
justicia. Por lo tanto, primero creó al hombre y al ángel en la
sola natural libertad; después les dio la gracia.
4. Dice el Maestro en II Sent. d.24: Al hombre en la creación le fue dado el auxilio con el cual podía
perseverar, pero no progresar. Pero todo el que
posee la gracia puede progresar por el mérito. Por lo tanto, el primer
hombre no fue creado en gracia.
5. Para recibir la gracia es necesario el consentimiento
del sujeto que la recibe; pues por medio de ella se realiza cierto
matrimonio espiritual entre Dios y el alma. Pero el consentimiento a
la gracia no puede darse sino en un sujeto previamente existente. Por
lo tanto, el hombre no recibió la gracia en el instante de su
creación.
6. Hay mayor distancia entre la naturaleza y la gracia
que entre ésta y la gloria, que no es más que la plenitud de la
gracia. Pero en el hombre la gracia precede a la gloria. Por lo tanto,
con mayor motivo la naturaleza precedió a la gracia.
Contra esto: el hombre y el ángel están ordenados por igual a la
gracia. Pero el ángel ha sido creado en gracia, pues dice Agustín en
XII De Civ. Dei: Dios en ellos estaba a la
vez como creador de la naturaleza y dador de la gracia. Por lo
tanto, el hombre fue creado en gracia.
Respondo: Algunos dicen que el
primer hombre no fue creado en gracia, pero que ésta le fue dada antes
de pecar; pues muchos santos sostienen que el hombre en
estado de inocencia tuvo la gracia. Pero que fue creado también en
gracia, como sostienen otros, parece exigirlo la
rectitud del estado primitivo, en el que, según Ecl 7,30, Dios hizo
al hombre recto. Esta rectitud consistía en que la razón estaba
sometida a Dios; las facultades inferiores, a la razón; el cuerpo, al
alma. El primer sometimiento era causa de los otros dos; pues, en
cuanto que la razón permanecía sometida a Dios, se le sometían a ella
las facultades inferiores, como dice Agustín. Pero es
evidente que este sometimiento del cuerpo al alma y de las facultades
inferiores a la razón no era natural. De serlo hubiera permanecido
después de haber pecado, pues los dones naturales, como dice Dionisio
en c.4 De Div. Nom., permanecieron en los
demonios. Por eso es evidente que el primer sometimiento, por el que
la razón se subordinaba a Dios, no era sólo natural, sino un don
sobrenatural de la gracia, pues el efecto no puede ser superior a la
causa. Por eso dice Agustín en XII De Civ. Dei.: Una vez dada la transgresión del precepto, al instante,
destituida el alma de la gracia divina, se avergonzaron de la desnudez
de su cuerpo, pues sintieron en su carne un movimiento de
desobediencia, como castigo por su desobediencia. Con lo cual se
da a entender que si, al abandonar la gracia el alma, desapareció la
obediencia de la carne al alma, por la gracia que se daba en el alma
se le sometían las facultades inferiores.
A las objeciones:
1. El Apóstol quiere expresar que
si hay cuerpo animal hay cuerpo espiritual; porque la vida del cuerpo
espiritual empezó en Cristo, primogénito entre los muertos (Col
1,18) como la vida del cuerpo animal empezó con Adán. Por lo tanto, de
las palabras del Apóstol no se deduce que Adán no fue espiritual en
cuanto al alma; sino que no fue espiritual en cuanto al
cuerpo.
2. Como dice Agustín en el mismo
sitio, no se niega que en Adán estuviera, como en los
demás justos, el Espíritu Santo; sino que no estuvo en él como
ahora en los fieles que son admitidos a recibir la herencia eterna
nada más morir.
3. De la autoridad de Agustín no
se deduce que el ángel o el hombre fueran creados en la libertad
natural de albedrío antes de poseer la gracia, sino que pone al
descubierto primero lo que podía en ellos el libre albedrío antes de
la confirmación y que consiguieron después por medio del auxilio de la
gracia.
4. El Maestro habla
según la opinión de aquellos que sostuvieron que el
hombre no fue creado en gracia, sino en estado natural sólo. O puede
decirse también que, aunque el hombre fuera creado en gracia, no tuvo
de la creación natural el poder progresar por medio del mérito, sino
que esto le fue añadido por gracia.
5. Al no ser continuo el movimiento
de la voluntad, no hay inconveniente en que el primer hombre hubiera
dado su consentimiento a la gracia incluso en el primer instante de su
creación.
6. Merecemos la gloria por medio de
un acto de gracia, pero no la gracia por medio de un acto natural. Por
lo tanto, no hay paridad.
Artículo 2:
El primer hombre, ¿tuvo o no tuvo pasiones?
lat
Objeciones por las que parece que el primer hombre no tuvo
pasiones:
1. Por las pasiones del alma, la carne tiene tendencias contrarias
al espíritu (Gál 5,17). Pero esto no se daba en el estado de
inocencia. Por lo tanto, en él no había pasiones del
alma.
2. El alma de Adán era más digna que su cuerpo. Pero el
cuerpo era impasible. Por lo tanto, tampoco el alma tenía
pasiones.
3. Por medio de las virtudes morales se moderan las
pasiones del alma. Pero en Adán había una virtud moral perfecta. Por
lo tanto, las pasiones estaban excluidas totalmente de
él.
Contra esto: está lo que dice Agustín en XIV De Civ.
Dei: Había en ellos un amor imperturbable hacia
Dios y otras pasiones del alma.
Respondo: Las pasiones del alma residen en el
apetito sensitivo, cuyo objeto es el bien y el mal. Por eso unas
pasiones del alma, como el amor y el gozo, se ordenan al bien; y
otras, como el temor y el dolor, al mal. Como en el estado primitivo
no había ni amenazaba ningún mal ni faltaba ningún bien cuya posesión
pudiera desear entonces la voluntad recta, según dice Agustín en
XIV De Civ. Dei, las pasiones que se centran en el mal, como el
temor, el dolor y otras semejantes, no se dieron en Adán; ni tampoco
las que se centran en el bien no poseído y que se va a poseer, como un
deseo ardiente. Pero las pasiones que pueden referirse al bien
presente, como el gozo y el amor, y las que se refieren a un bien
futuro, como el deseo y la esperanza, que no causan aflicción, se
dieron en el estado de inocencia. Sin embargo, se dieron en él de modo
distinto a como se dan en nosotros. En nosotros, el apetito sensitivo,
en el que residen todas las pasiones, no está totalmente sometido a la
razón, por lo cual, a veces, las pasiones previenen el juicio de la
razón o lo impiden, y, otras veces, le siguen, en cuanto que el
apetito sensitivo obedece, en cierto modo, a la razón. En el estado de
inocencia, en cambio, el apetito inferior estaba totalmente sometido a
la razón; por eso no se daban más pasiones del alma que las
procedentes a partir del juicio racional.
A las objeciones:
1. La carne tiene tendencias
contrarias al espíritu, en cuanto que las pasiones se oponen a la
razón. Esto no se daba en el estado de inocencia.
2. El cuerpo humano en estado de
inocencia era impasible en cuanto a las pasiones que destruyen la
disposición natural, como veremos más adelante (
q.97 a.2). Igualmente,
el alma era impasible en cuanto a las pasiones que impiden el
ejercicio de la razón.
3. La virtud moral perfecta no
suprime, sino que ordena las pasiones; pues, como se dice en III Ethic., es propio del moderado desear como
conviene y lo que conviene.
Artículo 3:
Adán, ¿tuvo o no tuvo todas las virtudes?
lat
Objeciones por las que parece que Adán no tuvo todas las
virtudes:
1. Algunas virtudes están ordenadas a frenar la inmoderación de las
pasiones. Así, la templanza refrena la concupiscencia inmoderada; la
fortaleza, el temor inmoderado. Pero en el estado de inocencia no
había inmoderación en las pasiones. Por lo tanto, tampoco dichas
virtudes.
2. Algunas virtudes se refieren a las pasiones cuyo objeto
es el mal; así, la mansedumbre se refiere a la ira; la fortaleza, al
temor. Pero tales pasiones no existían en el estado de inocencia, como
dijimos (
a.2). Por lo tanto, tampoco se daban estas
virtudes.
3. La penitencia es una virtud cuyo objeto es el pecado
ya cometido. La misericordia, por su parte, tiene por objeto la
miseria. Ambas cosas no se daban en el estado de inocencia. Por lo
tanto, tampoco las virtudes correspondientes.
4. La perseverancia, que es una virtud, no la poseyó Adán,
como lo demuestra el pecado que cometió. Por lo tanto, no poseyó todas
las virtudes.
5. La virtud de la fe no existió en el estado de
inocencia, pues implica un conocimiento oscuro, que no parece
compaginarse con la perfección del estado primitivo.
Contra esto: está lo que dice Agustín en una homilía: El Príncipe del vicio venció a Adán, hecho del barro a imagen de Dios,
armado con la honestidad, compuesto con la templanza, resplandeciente
de gloria.
Respondo: El hombre en estado de inocencia
poseyó en cierto sentido todas las virtudes, como es evidente por lo
dicho hasta ahora (
a.1). En el estado primitivo había una rectitud
tal, que la razón estaba sometida a Dios; y las potencias inferiores,
a la razón. Por otra parte, las virtudes no son sino ciertas
perfecciones por las que la razón se ordena a Dios y las potencias
inferiores se ajustan a las reglas de la razón, como se verá mejor
cuando tratemos las virtudes (
1-2 q.56 a.4.6;
q.63 a.2). De ahí que la
rectitud del estado primitivo exigía que el hombre poseyera en algún
modo todas las virtudes.
Pero hay que tener en cuenta que hay virtudes que en su esencia no
implican nada de imperfección, como son la caridad y la justicia.
Dichas virtudes existieron en el estado de inocencia de un modo
absoluto, habitual y actualmente. Hay otras que implican imperfección,
bien por parte del acto, bien por parte de la materia. Si tal
imperfección no se opone a la perfección del estado primitivo, estas
virtudes podían darse en él, como son la fe, que se centra en lo que
no se ve; y la esperanza, cuyo objeto es lo que no se posee, ya que la
perfección del estado primitivo no se extendía a la visión de Dios en
su esencia ni a poseerlo con el disfrute de la bienaventuranza final.
Por eso la fe y la esperanza podían darse en el estado primitivo, en
su hábito y en acto. En cambio, si la imperfección esencial de una
virtud se opone a la perfección del estado primitivo, tal virtud podía
darse en cuanto al hábito, pero no en cuanto al acto. Son: La
penitencia, que es el dolor por un pecado cometido; y la misericordia,
que es dolor de la miseria ajena; porque tanto el dolor como la culpa
y la miseria son incompatibles con la perfección del estado primitivo.
Por lo tanto, estas virtudes existían en el primer hombre en su
hábito, pero no en acto, porque su disposición habitual era tal, que,
si hubiera habido un pecado, se dolería de él, y si viera en algún
otro miseria, la remediaría en lo posible. Como dice el Filósofo en
IV Ethic., la vergüenza, cuyo objeto es algo
torpemente hecho, le sobreviene al virtuoso sólo condicionalmente, por
estar dispuesto de tal modo que se avergonzaría si hiciera algo
torpemente.
A las objeciones:
1. El que la templanza y la
fortaleza refrenen el exceso de las pasiones, les es accidental a las
mismas, porque en el sujeto encuentran sobradas pasiones. Pero, en
cuanto tales, sólo les es propio moderar las pasiones.
2. Se oponen a la perfección del
estado primitivo las pasiones ordenadas al mal que se refieren a un
mal en el sujeto afectado por la pasión, como son el temor y el dolor.
Pero las pasiones que se refieren al mal en otro no se oponen a la
perfección de dicho estado, ya que el hombre en el estado primitivo
podía odiar la malicia del demonio, como también amar
la bondad de Dios. De ahí que las virtudes que se refieren a estos
objetos podían darse en el estado primitivo en cuanto al hábito y en
cuanto al acto. Pero las que se refieren a las pasiones del mal en el
mismo sujeto, si afectan sólo a estas pasiones, no podían darse en el
estado primitivo en acto, sino sólo en hábito, como hemos dicho con
respecto a la penitencia y a la misericordia. En cambio, hay
otras virtudes que no versan sólo sobre estas pasiones, sino sobre
otras, como la templanza, que se ocupa no sólo de las tristezas, sino
también de los placeres; y la fortaleza, que se ocupa no sólo de los
temores, sino también de la audacia y la esperanza. Por lo tanto,
podían darse en el estado primitivo los actos de la templanza que
moderan los placeres, y los de la fortaleza, que moderan la audacia y
la esperanza; pero no en cuanto que moderan la tristeza y el
temor.
3. La respuesta está incluida en lo expuesto.
4. La perseverancia puede tomarse
en dos sentidos. Primero, como virtud, y significa el hábito por el
que se elige perseverar en el bien. En este sentido, Adán poseyó la
perseverancia. Segundo, como circunstancia de la virtud, y, así,
significa una continuación de la virtud sin interrupción. En este
sentido no la poseyó Adán.
5. La respuesta está incluida en lo expuesto.
Artículo 4:
Las obras del primer hombre, ¿fueron o no fueron menos dignas de
mérito que nuestras obras?
lat
Objeciones por las que parece que las obras del primer hombre fueron
menos dignas de mérito que nuestras obras:
1. La gracia de Dios se da por misericordia, que ayuda más a los
necesitados. Pero nosotros necesitamos la gracia más que el primer
hombre en estado de inocencia. Por lo tanto, se nos infunde más
abundantemente la gracia. Al ser ésta la raíz del mérito, nuestras
obras se hacen más meritorias.
2. Para el mérito se requiere cierta lucha y dificultad,
pues se dice en 2 Tim 2,5: No es coronado sino quien compite
legítimamente. Y el Filósofo, en II Ethic.
dice: La virtud tiene por objeto lo difícil y lo bueno. Pero
ahora, en nuestro estado, hay mayor lucha y dificultad. Por lo tanto,
también mayor eficacia para merecer.
3. El Maestro en II Sent. d.24
dice: El hombre no hubiera merecido resistiendo a
la tentación, mientras que ahora merece el que resiste a ella. Por
lo tanto, nuestras obras son más meritorias que las del estado
primitivo.
Contra esto: de ser así, el hombre estaría en mejor condición después
de haber pecado.
Respondo: La cantidad de mérito puede medirse
por dos principios. 1)
Primero, por la raíz de la caridad y de
la gracia. Tal cantidad de mérito responde al premio esencial, que
consiste en el goce de Dios, pues el que hace una obra por una caridad
más grande gozará más perfectamente de Dios. 2)
Segundo, puede
medirse el mérito por la cantidad de la obra. Esta puede ser doble:
absoluta y proporcional. Ejemplo: La viuda que echó dos chavos en el
cepillo del templo (Mc 12,41) hizo una obra más pequeña que los que
depositaron grandes limosnas; pero en cantidad proporcional hizo más,
según la sentencia del Señor, porque lo dado superaba sus
posibilidades. Ambos géneros de cantidad responden, sin embargo, al
premio accidental, que es el gozo del bien creado.
Así, pues, hay que decir: Hubieran sido más meritorias las obras
realizadas en el estado de inocencia que después del pecado, si
consideramos la cantidad de mérito por parte de la gracia, que sería
entonces más abundante por no oponérsele ningún obstáculo de la
naturaleza humana. También serían más meritorias considerando la
cantidad absoluta de las obras, puesto que, al ser el hombre más
virtuoso, realizaría obras más grandes. Pero si se considera la
cantidad proporcional, hay mayor razón de mérito después del pecado
por la debilidad humana, ya que supera más las
propias fuerzas una obra pequeña costosa que una obra grande
ligera.
A las objeciones:
1. El hombre después del pecado
necesita la gracia para más cosas, pero no necesita más de ella,
porque antes de pecar el hombre necesitaba la gracia para conseguir la
vida eterna; y ésta es la necesidad principal de la gracia. Pero,
después del pecado, el hombre la necesita, además, para la remisión
del pecado y remedio de sus flaquezas.
2. La dificultad y la lucha
pertenecen a la cantidad de mérito correspondiente a la cantidad
proporcional de la obra, como se dijo. Y es un signo de la
disponibilidad de la voluntad, que intenta lo que le es difícil. Esta
disponibilidad es causada por la grandeza de la caridad. Sin embargo,
puede suceder que se haga con voluntad tan dispuesta una obra fácil
como otra difícil, por estar dispuesto el sujeto a hacer también lo
difícil. Pero la dificultad actual, que es penal, tiene también valor
satisfactorio por el pecado.
3. La resistencia a la tentación
en el primer hombre no sería meritoria, según la opinión de los que
dicen que no poseía la gracia, como ahora no es meritorio para el que
no está en gracia. Pero la diferencia está en que en el estado
primitivo no había interiormente nada que impulsara al pecado, como lo
hay ahora. Por lo tanto, podía resistir a la tentación mejor que
ahora.