Artículo 1:
Las criaturas, ¿necesitan o no necesitan ser mantenidas en su
existencia por Dios?
lat
Objeciones por las que parece que las criaturas no necesitan ser
mantenidas en su existencia por Dios:
1. Lo que no puede dejar de ser no necesita ser conservado en su
existencia; como lo que no puede desaparecer no necesita ser atendido
para que no desaparezca. Pero hay algunas criaturas que, atendiendo a
su naturaleza, no pueden dejar de existir. Por lo tanto, al menos no
todas las criaturas tienen necesidad de que Dios las conserve en el
ser. La premisa menor se prueba así: Lo que esencialmente es inherente
a una cosa no puede no estar en ella y lo que es opuesto lo rechaza.
Ejemplo: El número dos necesariamente es par y es imposible que sea
impar. Pero el ser sigue inseparablemente a la forma, porque cada
cosa, en cuanto tiene forma, existe en acto. Ahora bien, hay algunas
criaturas, como los ángeles, que son formas subsistentes, a las cuales
les es inherente el ser por su misma naturaleza. Otro tanto hay
que decir de algunos seres materiales cuya materia no
tiene potencia sino para una forma, como dijimos al hablar de los
cuerpos celestes (
q.66 a.2). Por lo tanto, estas criaturas existen por
necesidad según su naturaleza, y no pueden no existir, ya que en ellas
la posibilidad de no existir no puede fundamentarse ni en la forma, a
la que naturalmente sigue el ser, ni en la materia existente bajo una
forma de la que no puede prescindir, por no haber potencia para otra
forma.
2. Dios es más poderoso que cualquier agente creado. Pero
hay algunos agentes creados que pueden comunicar a sus efectos el que
se conserven en el ser incluso después de cesar en ellos la acción.
Ejemplo: La casa se conserva después de cesar la acción del
constructor. El agua conserva su calor algún tiempo después de cesar
la acción del fuego. Por lo tanto, con mayor razón Dios puede conceder
a sus criaturas el que se conserven en el ser sin obrar El sobre
ellas.
3. Nada violento sucede sin alguna causa agente. Pero
tender hacia el no ser es antinatural y violento para cualquier
criatura, porque todas ellas tienden naturalmente al ser. Por lo
tanto, ninguna criatura tiende al no ser si no es por algún agente
corruptivo. Pero hay algunas criaturas a cuya corrupción no puede
contribuir ningún agente, como son las sustancias espirituales y los
cuerpos celestes. Por lo tanto, tales criaturas no pueden tender hacia
el no ser aun cesando en ellas la operación divina.
4. Si Dios conserva las cosas en la existencia, será por
alguna acción del agente; si es eficaz, algo se produce en el efecto.
Así, pues, es necesario que, por la acción de Dios que conserva, algo
ocurra en la criatura. Pero esto no parece ser así. Pues lo producido
por esta acción no es el ser mismo de la criatura, porque lo que ya
existe no se hace. Tampoco puede ser algo que se añada a lo que ya
existe, porque, o no conservaría Dios continuamente la criatura en el
ser, o continuamente se estaría añadiendo algo a la criatura. Esto no
es admisible. Por lo tanto, las criaturas no son mantenidas por Dios
en su existencia.
Contra esto: está lo que se dice en Heb 1,3: Con su poder la Palabra
todo lo sustenta.
Respondo: Es obligatorio afirmar, a la luz de
la fe y de la razón, que las criaturas son mantenidas en su existencia
por Dios. Para demostrarlo, hay que tener presente que una cosa puede
ser conservada por otro de dos maneras. 1)
Una, indirecta y
accidentalmente, como se dice que conserva una cosa el que aparta de
ella lo que pudiera corromperla. Ejemplo: Si alguien guarda a un niño
para que no caiga en el fuego, se dice que lo conserva. Pues de este
mismo modo se dice también que Dios conserva algunas cosas, si bien no
todas, por cuanto hay algunas que no admiten factores de corrupción de
los cuales sea preciso alejarlas para su conservación. 2)
Otra
es conservar la cosa directa y esencialmente, es decir, en cuanto que
lo que es conservado, de tal manera depende en sí de la acción de la
causa conservadora, que no puede existir sin tal conservación. Este es
el modo en que todas las criaturas necesitan ser conservadas por la
acción divina conservadora. De tal modo depende de Dios el ser de
todas las criaturas, que ni por un instante podrían subsistir, sino
que volverían a la nada si no fueran conservadas en el ser por la
acción de la virtud divina, como dice Gregorio.
Insistiendo. Todo efecto depende de su causa en cuanto ésta es causa
de él. Pero hay algunos agentes que son causas de sus efectos sólo en
cuanto a ser hechos, sin serlo directamente en cuanto al ser de los
mismos. Esto resulta evidente tanto en el orden de lo artificial como
en el de lo natural. Ejemplo: El constructor es causa de la casa en
cuanto a la construcción de ésta. Pero no lo es directamente en cuanto
al ser de la misma. Porque, como resulta evidente, el ser de la casa
procede de su forma, que es la composición y el orden de los
materiales, y se debe a la eficacia natural de los mismos. Así como el
cocinero cuece la comida sin hacer más que aplicar una determinada
virtud natural activa —el fuego—, así también el
constructor hace la casa utilizando cemento, piedras y madera,
materiales que naturalmente reciben y retienen bien la composición y
el orden. Por lo tanto, el ser de la casa depende de la condición
natural de estos materiales, mientras que su construcción depende de
la acción del constructor. Lo mismo sucede en el orden natural. Porque
cualquier agente que no sea directamente causa de la forma sustancial
en sí misma, no será tampoco causa directamente del ser que se debe a
tal forma, sino que será causa del efecto únicamente en cuanto al
hacerse del mismo.
Es evidente que, si dos seres pertenecen a una misma especie, ninguno
puede ser causa directamente de la forma del otro en cuanto tal forma,
porque, al serlo, sería causa de su propia forma, ya que esta forma es
la misma para ambos seres. No obstante, uno puede ser causa de la
forma del otro en cuanto esta forma está en tal materia, es decir, ser
causa de que esta materia adquiera tal forma. Esto es ser causa del
hacerse, que es lo que sucede al engendrar el hombre al hombre y el
fuego al fuego. Por eso, siempre que un efecto natural puede recibir
naturalmente la forma del agente del mismo modo que está en éste, el
efecto dependerá del agente en cuanto a ser hecho, pero no en cuanto a
su ser. Sin embargo, algunas veces el efecto no es capaz naturalmente
de recibir del agente la forma de la manera específica de que ésta
está en dicho agente, como puede verse en todos aquellos agentes que
producen efectos no semejantes a sí en la especie, por ejemplo, los
cuerpos celestes, que son causa de la generación de cuerpos inferiores
de diferentes especies. Estos tales agentes pueden ser causa de la
forma en sí misma, y no sólo en cuanto ésta se origina en tal materia,
por lo cual son causa no solamente del hacerse, sino también de la
forma en cuanto al ser.
Así, pues, como el efecto se suspende si cesa la acción del agente
que es su causa en cuanto al hacerse, así tampoco puede continuarse el
ser del efecto si cesa la acción del agente que es su causa, no sólo
en cuanto al hacerse, sino también en cuanto al ser. Este es
exactamente el porqué de que el agua cálida retiene el calor aún
después de cesar la acción del fuego que la ha calentado, mientras que
el aire iluminado no retiene la iluminación ni siquiera un instante
cuando cesa la acción del sol. La sustancia del agua puede
naturalmente recibir el calor del fuego del mismo modo específico que
este calor tiene en el fuego. Por lo tanto, si llega a adquirir
perfectamente la forma de fuego, retendrá siempre el calor. Pero si
participa imperfectamente algo de la forma del fuego como en estado
incoativo, el calor no permanecerá siempre, sino por algún tiempo,
debido a la incompleta participación del calor. En cambio, el aire de
ningún modo puede recibir naturalmente la luz como ésta está
específicamente en el sol, es decir, no puede adquirir la forma del
sol, principio de la luz. Así, la luz, al no tener principio en el
aire, cesa inmediatamente al cesar la acción del sol.
Pues bien, toda criatura se relaciona con Dios como el aire con
respecto al sol que lo ilumina. Como el sol es lúcido por su
naturaleza, pero el aire se hace luminoso participando la luz del sol,
sin participar la misma naturaleza del sol; del mismo modo, sólo Dios
es existente por su naturaleza, porque su esencia es su existencia.
Dice Agustín en IV Super Gen. ad litt.: Si por un
instante el poder de Dios cesara de regir las cosas por El creadas, al
instante cesaría también la visión de las mismas y perecería toda
naturaleza. Y en el libro VIII del mismo libro dice: Como el aire se hace lúcido con la presencia de la luz, así es
iluminado el hombre al estar Dios presente en él. Pero se vuelve
tiniebla en el momento en que Dios se ausenta.
A las objeciones:
1. El ser en cuanto tal es
inseparable de la forma de la criatura supuesto el influjo divino,
como la luz es inseparable de la transparencia del aire supuesto el
influjo del sol. La potencia de las criaturas espirituales y de los
cuerpos celestes para dejar de ser, más que en la forma o materia de
tales criaturas, está en Dios, que puede sustraer de su
influjo.
2. Dios no puede comunicar a
criatura alguna el que se conserve en el ser sin la acción divina,
como tampoco puede comunicarle el que El no sea causa de ella. La
criatura necesita ser conservada por Dios tanto en cuanto el ser del
efecto depende de la causa de su existir. Por lo tanto, no hay paridad
entre esto y el agente que no es causa del ser, sino únicamente del
hacerse.
3. Aquel argumento sería viable si
se refiriera sólo a la conservación indirecta, que consiste en
preservar de los factores de desintegración, y de la cual no necesitan
todas las criaturas, como acabamos de decir.
4. La conservación de las cosas no
la hace Dios por una acción nueva, sino por continuación de la misma
acción por la que les da el ser, la cual se efectúa sin movimiento ni
tiempo, del modo que la conservación de la luz en el aire se efectúa
por un continuado influjo del sol.
Artículo 2:
Dios, ¿conserva o no conserva directamente a toda criatura en su
existencia?
lat
Objeciones por las que parece que Dios mantiene a toda criatura
directamente en su existencia:
1. Por una misma acción Dios es creador y conservador de las cosas,
como acabamos de decir (
a.1 ad 4). Pero Dios es el creador directo de
todas las cosas. Por lo tanto, también es su directo
conservador.
2. Cada ser está en mejor condición respecto a sí mismo que
respecto a cualquier otro ser. Pero no puede comunicarse a la criatura
el conservarse a sí misma. Por lo tanto, mucho menos podrá
comunicársele que conserve a otra. Por lo tanto, Dios conserva
directamente todas las cosas sin ninguna otra causa media que
conserve.
3. El efecto es conservado en el ser por el agente que
es su causa no sólo en cuanto al hacerse, sino también en cuanto al
ser. Pero todas las causas creadas, al parecer, no son causa de sus
efectos más que en cuanto al hacerse, pues no causan sino moviendo,
como ya dijimos (
q.45 a.3). Por lo tanto, no son causas conservadoras
de sus efectos en el ser.
Contra esto: está el hecho de que las cosas se conservan por el mismo de
quien reciben el ser. Pero Dios da el ser a algunas mediante otras
causas medias. Por lo tanto, también las conserva por medio de algunas
otras causas.
Respondo: Como dijimos (
a.1), de dos maneras
puede conservarse una cosa en el ser.
Una, indirecta y
accidentalmente, al alejar o impedir la acción de aquello que la puede
corromper.
Otra, directa y esencialmente, por aquél de quien
depende el ser de la cosa como depende de su causa el ser del efecto.
De ambos modos una cosa creada puede conservar a otra. Es evidente que
incluso entre las cosas corporales hay muchas que impiden la acción de
agentes corruptores, por lo cual se dice que son conservativas de las
cosas, como la sal, que preserva las carnes de la putrefacción.
Además, se da el caso de que dependa de alguna criatura algún efecto
en cuanto a su ser. Efectivamente, cuando hay muchas causas ordenadas,
el efecto necesariamente depende primera y principalmente de la causa
primera. Pero también depende de todas las causas medias. Por lo
tanto, la causa primera es ciertamente lo que sobre todo conserva el
efecto. Pero también lo conservan todas las causas medias, y tanto más
cuanto cada una de ellas es más sublime y se aproxima más a la causa
primera. Así, en el mismo orden de los cuerpos se atribuye a ciertas
causas superiores la conservación y continuidad de las cosas
materiales terrestres. Así, el Filósofo, en XII
Metaphys., dice que el primer movimiento, el diurno, es causa de la continuidad de la generación; mientras que el segundo movimiento, el zodiacal, es causa de la variación que resulta de la generación y corrupción. Asimismo, los astrólogos atribuyen a Saturno, el planeta más elevado, lo fijo y permanente. Así, pues, hay que decir: Dios conserva algunas cosas en el ser por medio de otras causas.
A las objeciones:
1. Dios creó directamente todas las
cosas. Pero en la misma creación ya estableció orden entre ellas. De
tal modo que unas dependiesen de otras por las que fuesen
secundariamente conservadas en el ser, aunque necesitándose 'siempre
la conservación principal, que procede de El mismo.
2. Como la causa propia es la que
conserva el efecto que de ella depende, como no se puede comunicar a
ningún efecto que sea causa de sí mismo, pudiéndosele comunicar que lo
sea de otro, así tampoco se puede comunicar a ningún efecto que se
conserve a sí mismo, aunque se le puede comunicar que sea conservativo
de otro.
3. Ninguna criatura puede ser
causa de otra en cuanto a adquirir una nueva forma o disposición sin
que medie alguna alteración, puesto que la criatura siempre obra sobre
algún sujeto presupuesto. Pero después que ha causado la forma o
disposición en el efecto, conserva tal forma o disposición sin nueva
alteración del efecto. Ejemplo: En el aire, al ser iluminado de nuevo,
se realiza una alteración. Pero la conservación de la luz se verifica
sin nueva alteración del aire, sólo con la presencia del cuerpo que lo
ilumina.
Artículo 3:
Dios, ¿puede o no puede reducir algo a la nada?
lat
Objeciones por las que parece que Dios no puede reducir algo a la
nada:
1. Dice Agustín en el libro Octoginta trium quaest.: Dios no es causa de la tendencia al no ser. Pero
sí lo sería si redujese alguna criatura a la nada. Por lo tanto, Dios
no puede reducir algo a la nada.
2. Dios, por su bondad, es la causa de que las cosas
existan. Porque, como dice Agustín en el libro De Doct. Christ.: Porque Dios es bueno, existimos. Pero Dios no
puede dejar de ser bueno. Por lo tanto, no puede hacer que las cosas
no existan. Lo haría si las redujera a nada.
3. En caso de que Dios redujera algo a la nada, sería
necesaria alguna acción para ello. Pero esto es imposible, porque toda
acción tiene por objetivo algún ser. Ejemplo: La acción del agente
corruptor tiene por objetivo algo que por ella es generado, ya que la
generación de una cosa conlleva corrupción de otra. Por lo tanto, Dios
no puede reducir algo a la nada.
Contra esto: está lo que se dice en Jer 10,24: Señor, corrígeme con
suavidad, no con ira. No me conviertas en nada.
Respondo: Algunos sostuvieron que Dios había
obrado por necesidad de naturaleza al producir las cosas a la
existencia. Si esto fuera verdadero, Dios no podría reducir algo a la
nada, como no puede mudarse de naturaleza. Pero, como dijimos (
q.19 a.4), esta opinión es falsa y completamente contraria a la fe
católica, que confiesa que Dios ha sacado todas las cosas a la
existencia por libre voluntad, según aquello del Salmo 134,6:
Lo
que el Señor quiso, lo hizo. Así, pues, que Dios comunique el ser
a las criaturas depende de la voluntad divina. E igualmente las
conserva en su existencia, causando en ellas continuamente el ser, tal
como dijimos (
a.1 ad 4). Por lo tanto, así como antes que existiesen
las cosas Dios pudo no darles el ser y, así, no hacerlas, después de
haber sido hechas puede no causar su ser, con lo cual dejarían de
existir. Esto es reducirlas a la nada.
A las objeciones:
1. El no ser no tiene causa directa
porque nada puede ser causa más que en cuanto es ser, y el ser en
cuanto tal es causa de ser. De este sentido, Dios no puede ser causa
de la tendencia al no ser. Pero esta tendencia al no ser la lleva
consigo la criatura misma en cuanto que proviene de la
nada. Sin embargo, Dios puede ser causa indirecta de
que las cosas vuelvan a la nada simplemente retirando su
acción.
2. La bondad de Dios es causa de
las cosas, pero no por necesidad natural, puesto que la bondad divina
no depende de lo creado, sino por libre voluntad. De ahí que, como
pudo, sin perjuicio alguno de su bondad, no dar existencia a las
cosas, de igual modo puede no conservarlas en ella, sin detrimento
alguno de esta misma bondad.
3. Si Dios redujera algo a la
nada, no sería por alguna acción, sino simplemente dejando de
obrar.
Artículo 4:
¿Es o no es algo reducido a la nada?
lat
Objeciones por las que parece que algo es reducido a la
nada:
1. El fin responde al principio. Pero al principio nada existía, sólo
Dios. Por lo tanto, se llegará a un fin en que no exista más que Dios.
Así, las criaturas serán reducidas a la nada.
2. Toda criatura tiene una potencia limitada. Pero ninguna
potencia limitada abarca lo infinito. Por eso en VIII Physic. se demuestra que una potencia finita no
puede mover por tiempo infinito. Por lo tanto, ninguna criatura puede
durar indefinidamente. Así, alguna vez será reducida a la
nada.
3. La forma y los accidentes no tienen materia como
parte de su ser. Pero a veces dejan de existir. Por lo tanto, volverán
a la nada.
Contra esto: está lo que se dice en Ecl 3,14: Supe que todo lo hecho
por Dios dura para siempre.
Respondo: Las acciones de Dios sobre las
criaturas, unas se realizan según el curso natural de las cosas;
otras, por el contrario, suceden milagrosamente, es decir, fuera del
orden natural impuesto a las criaturas, como diremos más adelante
(
q.105 a.6). Lo que hará Dios según el orden natural implantado por El
en las cosas puede deducirse de la naturaleza misma de las cosas; lo
que se hará milagrosamente, se ordena a la manifestación de la gracia,
según aquello del Apóstol en 1 Cor 12,7:
A cada uno se le concede
la manifestación del espíritu para utilidad común. Entre otras
gracias menciona el poder de hacer milagros.
La condición natural de las criaturas manifiesta que ninguna de ellas
será reducida a la nada, ya que, o son inmateriales y en éstas no hay
potencia para no ser, o son materiales, y entonces permanecen al menos
en cuanto a la materia, que es incorruptible por ser el sujeto que se
supone en toda generación y corrupción. Tampoco contribuiría a la
manifestación de la gracia el que alguna cosa fuera reducida a la
nada. Por el contrario, el poder y la bondad de Dios se manifiestan
más claramente en el hecho de conservar las cosas en el ser. Por lo
tanto, absolutamente hay que afirmar: Nada quedará reducido
completamente a la nada.
A las objeciones:
1. El hecho de que
las cosas hayan sido producidas a la existencia después de no haber
existido, manifiesta el poder de quien las produjo. En cambio, el que
fuesen reducidas a la nada después de existir, sería un obstáculo para
esta manifestación, ya que el poder de Dios se revela sobre todo en
conservar las cosas en la existencia, según aquello del Apóstol en Heb
1,3: Con su poder, la Palabra todo lo sustenta.
2. La potencia de la criatura
respecto a ser es sólo receptiva. Pero la potencia activa es del mismo
Dios de quien procede la comunicación del ser. Por lo tanto, la
duración infinita de las cosas supone y es efecto de la infinitud del
poder divino. Sin embargo, en algunas cosas su virtud se reduce a
existir en un tiempo limitado, según que pueden ser impedidas de
continuar recibiendo el influjo de ser que les viene de Dios, por
algún agente contrario, al que la virtud limitada de tales cosas no
puede resistir por un tiempo infinito, sino sólo por un cierto tiempo.
Por eso, aquellas cosas que no tienen contrarios permanecen sin fin, a
pesar de tener ellas una virtualidad también limitada.
3. Las formas y los accidentes no
son seres completos, puesto que no subsisten, sino que unas y otros
son algo del ser al que pertenecen. Tales formas y accidentes se dice
que son en cuanto que por ellos las cosas son algo de lo que son. Sin
embargo, del modo en que ésos son, tampoco se reducen totalmente a la
nada. Y no porque persevera alguna parte de tales formas o accidentes,
sino porque permanecen potencialmente en la materia o en el sujeto a
que pertenecen.