En la Biblia es el pecador un deudor cuya deuda condona Dios (heb. salah: Num 14,19); condonación tan eficaz que Dios no ve ya el pecado, que queda como echado detrás de él Is 38,17, que es quitado (heb. nasa'; Ex 32,32), expiado, destruido (heb. kipper: Is 6,7). Cristo, utilizando el mismo vocabulario, subraya que la condonación o remisión es gratuita y el deudor insolvente Lc 7,42 Mt 18,25ss. La predicación primitiva tiene por objeto, al mismo tiempo que el don del Espíritu, la remisión de los pecados, que es su primer efecto, y a la que llama aphesis Lc 24,47 Act 2,38; poscomunión del martes de pentecostés. Otras palabras, como purificar, lavar, justificar, aparecen en los escritos apostólicos que insisten en el aspecto positivo del perdón, reconciliación y reunión.
Frente al pecado es donde el Dios celoso Ex 20,5 se revela un Dios de perdón. La apostasía subsiguiente a la alianza, que merecería la destrucción del pueblo Ex 32,30ss es para Dios ocasión de proclamarse «Dios de ternura y de piedad, lento a la ira, rico en gracia y en fidelidad..., que tolera falta, transgresión y pecado, pero no deja nada impune...»; así Moisés puede orar con confianza y seguridad: «Es un pueblo de dura cerviz. Pero perdona nuestras faltas y nuestros pecados y haz de nosotros tu heredad» Ex 34,6-9.
Humana y jurídicamente no se justifica el perdón. El Dios santo ¿no debe revelar su santidad por su justicia Is 5,16 y descargarla sobre los que le desprecian 5,24? ¿Cómo podría contar con el perdón la esposa infiel a la alianza, ella que no se ruboriza por su prostitución Jer 3,1-5? Pero el corazón de Dios no es el del hombre, y el santo no gusta de destruir Os 11,8s: lejos de querer la muerte del pecador, quiere su conversión Ex 18,23 para poder prodigar su perdón; porque «sus caminos no son nuestros caminos», y «sus pensamientos rebasan nuestros pensamientos» en toda la altura del cielo Is 55,7ss.
Esto es lo que hace tan confiada la oración de los salmistas: Dios perdona al pecador que se acusa Sal 32,5 2Sa 12,13; lejos de querer perderlo Sal 78,38, lejos de despreciarlo, lo recrea, purificando y colmando de gozo su corazón contrito y humillado Sal 51,10-14.19 32,1-11; fuente abundante de perdón, es un padre que perdona todo a sus hijos Sal 103,3.8-14. Después del exilio no se cesa de invocar al «Dios de los perdones» Neh 9,17 y «de las misericordias» Dan 9,9, siempre pronto a arrepentirse del mal con que ha amenazado al pecador, si éste se convierte Jl 2,13; pero Jonás, que es el tipo del particularismo de Israel, queda desconcertado al ver que este perdón se ofrece a todos los hombres Jon 3,10 4,2; por el contrario, el libro de la Sabiduría canta al Dios que ama todo lo que ha hecho y que tiene piedad de todos, que cierra los ojos a los pecados de los hombres a fin de que se arrepientan, que los castiga poco a poco y les hace presente en qué pecan a fin de que crean en él Sab 11,23-12,2; manifiesta así que es el todopoderoso, del que es propio perdonar Sab 11,23.26; colecta del décimo domingo después de pentecostés y oración de las letanías de los santos.
II. EL PERDÓN DE DIOS POR CRISTO
Así pues, como Israel Lc 1,77, Juan Bautista aguarda la remisión de los pecados y predica un bautismo que es su condición: «Haced penitencia; de lo contrario, el que viene os bautizará en el fuego; para él, este fuego es el de la ira y del juicio, el que consume la barcia una vez separado el buen grano» Mt 3,1-12. Esta perspectiva es la de los discípulos de Juan que siguieron a Jesús; quieren hacer que caiga el fuego del cielo sobre los que se cierran a la predicación del maestro Lc 9.54. Y Juan Bautista se hace sus preguntas Lc 7,19-23 al oir a Jesús no sólo invitar a los pecadores a convertirse y a creer Mc 1,15, sino proclamar que ha venido únicamente para jurar y perdonar.
1. El anuncio del perdón.
En efecto, si bien Jesús vino a traer fuego a la tierra Lc 12,49, sin embargo, no fue enviado por su Padre como juez. sino como salvador Jn 3,17s 12.47. Invita a la conversión a todos los que la necesitan Lc 5,32 p y suscita esta conversión Lc 19,1-10 revelando que Dios es un Padre que tiene su gozo en perdonar Lc 15 y cuya voluntad es que nada se pierda Mt 18,12ss. Jesús no sólo anuncia este perdón, al que se abre la fe humilde, mientras que el orgullo se cierra al mismo Lc 7,47-50 18,9-14, sino que además lo ejerce y testimonia con sus obras que dispone de este poder reservado a Dios Mc 2,5-11 p Jn 5,21.
2. El sacrificio para la remisión de los pecados.
Cristo corona su obra obteniendo a los pecadores el perdón de su Padre Ora Lc 23,34 y derrama su sangre Mc 14,24 en remisión de los pecados Mt 26,28. Verdadero siervo de Dios, ¡ustifica a la multitud con cuyos pecados carga 1Pe 2,24 Mc 10,45 Is 53,11s, pues es el cordero que quita los pecados del mundo Jn 1,29 salvando al mundo. Por su sangre somos purificados, lavados de nuestras faltas 1Jn 1,7 Ap 1,5.
3. La comunicación del poder de perdonar.
Cristo resucitado, que tiene todo poder en el cielo y en la tierra, comunica a los apóstoles el poder de perdonar los pecados Jn 20,22s Mt 16,19 18,18. La primera remisión de los pecados se otorgará en el bautismo, a todos los que se conviertan y crean en el nombre de Jesús Mt 28,19 Mc 16,16 Act 2.38 3,19.
Los apóstoles predican por tanto la remisión de los pecados Act 2,38 5,31 10,43 13,38 26,18, pero en sus escritos insisten menos en el aspecto jurídico del perdón que en el amor. divino que por Jesús nos salva y nos santifica (p.e. Rom 5,1-11). Nótese el papel de la oración de la Iglesia y de la confesión mutua de las faltas como medio para obtener la curación y el perdón de los pecados Sant 5,15s.
Ya en el AT, la ley no sólo pone un límite a la venganza con la norma del talión Ex 21,25, sino que además prohibe el odio del hermano, la venganza y el rencor contra el prójimo Lev 19,17s. El sabio Ben Sira meditó sobre estas prescripciones; descubrió el nexo que une el perdón otorgado por el hombre a su semejante con el perdón que él mismo pide a Dios: «Perdona a tu prójimo la injuria, y tus pecados, a tus ruegos, te serán perdonados. ¿Guarda el hombre rencor contra el hombre e irá a pedir perdón al Señor? ¿No tiene misericordia de su semejante y va a suplicar por sus pecados?» Eclo 28,2-5. El libro de la Sabiduría completa esta lección recordando al justo que. en sus juicios debe tomar como modelo la misericordia del Señor Sab 12,19.22.
Jesús reasumirá y transformará esta doble lección. Como el Sirácida. enseña que Dios no puede perdonar al que no perdona, y que para implorar el perdón de. Dios hay que perdonar al propio hermano. La parábola del deudor inexorable inculcacon fuerza esta verdad Mt 18,23-35, en la que insiste Cristo Mt 6,14s y que nos impide olvidar haciéndonosla repetir cada día: en el padrenuestro debemos poder decir que perdonamos; esta afirmación está enlazada con nuestra petición, bien por un «porque», que hace de ella la condición del perdón divino Lc 11,4, o por un «como», que fija su medida Mt 6,12.
Jesús va más lejos: como el libro de la Sabiduría, da a Dios por modelo de misericordia Lc 6,35s a aquéllos cuyo Padre es y que han de imitarle para ser sus verdaderos hijos Mt 5,43ss.48. El perdón no es sólo una condición previa de la vida nueva, sino uno de sus elementos esenciales: Jesús prescribe por tanto a Pedro que perdone sin intermisión, al revés del pecador, que tiende a vengarse desmesuradamente Mt 18,21s Gen 4.24. Esteban. siguiendo el ejemplo del Señor Lc 23,34, murió perdonando Act 7,60. El cristiano, para vencer como ellos el mal con el bien Rom 12,21 1Pe 3,9, debe perdonar siempre, y perdonar por amor, como Cristo Col 3,13, como su Padre Ef 4.32.