Artículo 1:
¿Convino que Cristo fuese tentado?
lat
Objeciones por las que parece que no convenía que Cristo fuera
tentado.
1. Tentar equivale a someter a prueba. Esto no se hace más que
acerca de algo desconocido. Ahora bien, la virtud de Cristo era
conocida incluso por los demonios, pues en Lc 4,41 se lee que no
dejaba hablar a los demonios, porque sabían que él era el Cristo.
Luego parece que no convino que Cristo fuese tentado.
2. Cristo había venido para destruir las obras del diablo,
como está escrito en 1 Jn 3,8: Para esto se manifestó el Hijo de
Dios: para destruir las obras del diablo. Pero no es propio del
mismo sujeto destruir las obras de alguien y a la vez ser víctima de
las mismas. Y, por este motivo, parece haber sido un despropósito el
que Cristo tolerase ser tentado por el diablo.
3. Hay una triple tentación, a saber: la de la carne,
la del mundo, y la del diablo. Pero Cristo no fue tentado
por la carne ni por el mundo. Luego tampoco debió serlo por el
diablo.
Contra esto: está lo que se narra en Mt 4,1: Jesús fue llevado por el
Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
Respondo: Cristo quiso ser tentado: Primero,
para proporcionarnos auxilio contra las tentaciones. Por esto dice
Gregorio en una
Homilía: No era indigno de nuestro
Redentor querer ser tentado, él que había venido para ser muerto; para
que así venciese nuestras tentaciones con las suyas, lo mismo que
aniquiló nuestra muerte con la propia.
Segundo, para nuestra precaución, a fin de que nadie, por santo que
sea, se tenga por seguro e inmune a la tentación. Por lo que también
él quiso ser tentado después del bautismo, porque, como dice Hilario,
Super Matth., las tentaciones del diablo se
ceban especialísimamente en los santos, porque no hay victoria que más
apetezca que la lograda sobre los mismos. De ahí que también en
Eclo 2,1 se diga: Hijo, si vienes a servir al Señor, mantente firme
en la justicia y el temor, y prepara tu alma para la
tentación.
Tercero, para ejemplo; esto es, para enseñarnos el modo de vencer las
tentaciones del diablo. Por esto escribe Agustín, en IV De
Trin., que Cristo se ofreció al diablo para ser
tentado, a fin de ser el mediador para superar sus tentaciones, no
sólo con la ayuda, sino también con el ejemplo.
Cuarto, para infundir en nosotros la confianza en su misericordia.
Por esto se dice en Heb 4,15: No tenemos un Sumo Sacerdote que no
pueda compadecerse de nuestras flaquezas, pues fue tentado en todo, a
semejanza nuestra, menos en el pecado.
A las objeciones:
1. Como escribe Agustín, en IX De
Civ. Dei, Cristo se dio a conocer a los demonios tanto
cuanto El quiso; no en cuanto es la vida eterna, sino por ciertos
efectos temporales de su virtud, por los cuales podían lograr
alguna conjetura de que Cristo era el Hijo de Dios. Pero como, por
otra parte, veían en él ciertas señales de flaqueza humana, no
conocían con certeza que era el Hijo de Dios. Y por este motivo quiso
(el diablo) tentarlo. Esto es lo que se da a entender en Mt 4,2-3,
donde se dice que, después que tuvo hambre, se le acercó el
tentador, porque, como comenta Hilario, el
diablo no se hubiera atrevido a tentar a Cristo de no haber
descubierto en él, mediante la flaqueza del hambre, la
condición humana. Y esto mismo es manifestado por el modo de
tentarle, cuando le dijo: Si eres Hijo de Dios. Gregorio
comenta esta frase diciendo: ¿Qué significa este
exordio de la conversadón sino que conocía que el Hijo de Dios había
de venir, pero que no pensaba que hubiera venido por medio de la
debilidad del cuerpo?
2. Cristo vino a destruir las obras
del diablo, no usando de su poder, sino más bien padeciendo de él y de
sus miembros, para, de este modo, vencer al diablo con la justicia, no
con el imperio, como explica Agustín en XIII De
Trin.: El diablo hubo de ser vencido, no por el
poder de Dios, sino por la justicia. De ahí que en las tentaciones
de Cristo debe considerarse lo que hizo él por su propia voluntad y lo
que padeció del diablo. Y el ofrecerse al tentador fue obra de su
propia voluntad. Por esto se dice en Mt 4,1: Jesús fue llevado al
desierto por el Espíritu para que fuese tentado por el diablo. Lo
cual, dice Gregorio, debe entenderse del Espíritu
Santo, es a saber: para que su Espíritu lo condujese allí donde le
encontraría el espíritu maligno para tentarle. Pero toleró al
diablo que lo tomara, (y lo llevara) ya sobre el alero del
templo, ya a un monte muy alto. Y no es de admirar, como añade el
mismo Gregorio, que permitiese ser llevado por el
diablo a un monte el que consintió ser crucificado por los miembros de
aquél. Pero el ser llevado por el diablo no debe entenderse como
algo ineludible, sino porque, como escribe Orígenes, In
Lúe., le seguía a la tentación como el atleta
que avanza libremente.
3. Como escribe el Apóstol (Heb
4,15), Cristo quiso ser tentado en todo menos en el pecado.
Ahora bien, la tentación que proviene del enemigo puede carecer de
pecado, porque se realiza sólo por sugestión exterior. En cambio, la
tentación que procede de la carne no puede darse sin pecado, porque
tal tentación se realiza por medio del deleite y la concupiscencia; y
como dice Agustín, algún pecado hay cuando la carne
desea contra el espíritu. Y, por este motivo, Cristo quiso ser
tentado por el enemigo, pero no por la carne.
Artículo 2:
¿Cristo debió ser tentado en el desierto?
lat
Objeciones por las que parece que Cristo no debió ser tentado en el
desierto.
1. Cristo quiso ser tentado para ejemplo nuestro, como acabamos de
decir (
a.1). Ahora bien, el ejemplo debe proponerse de modo manifiesto
a quienes se trata de instruir por medio de él. Luego no debió ser
tentado en el desierto.
2. Dice el Crisóstomo In Matth.: El diablo insta a la tentación principalmente cuando ve a los
solitarios. Por esto también, al principio, tentó a la mujer cuando la
encontró sin la compañía del marido. Y en este aspecto parece que,
mediante la ida al desierto para ser tentado, se expuso a la
tentación. Por consiguiente, siendo su tentación un ejemplo para
nosotros, parece que también los demás deben lanzarse a las
tentaciones para soportarlas. Esto, sin embargo, parece ser peligroso,
pues más bien debemos evitar las ocasiones de la tentación.
3. En Mt 4,5 se narra la segunda tentación de Cristo,
cuando el diablo llevó a Cristo a la Ciudad Santa, y le puso sobre
el alero del Templo, que ciertamente no estaba en el desierto.
Luego no fue tentado solamente en el desierto.
Contra esto: está lo que se dice en Mc 1:13 Jesús permaneció en el
desierto cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por
Satanás.
Respondo: Como hemos manifestado (
a.1 ad 2),
Cristo, por su propia voluntad, se presentó al diablo para ser
tentado, lo mismo que también, por su propia voluntad, se ofreció a
sus miembros para que le matasen; de otra manera, el diablo no se
hubiera atrevido a acercarse a él. El diablo solicita más bien al que
se encuentra solo, porque, como se dice en Ecl 4,12,
si alguien
prevalece contra uno, dos le hacen frente. Y ésa es la explicación
de que Cristo se retirase al desierto, como a un campo de batalla, con
el fin de ser tentado allí por el diablo. Por lo cual dice
Ambrosio
In Luc. que Cristo
era impulsado deliberadamente al desierto para provocar al diablo.
Pues si aquél, es decir, el diablo,
no hubiera combatido,
éste, a saber, Cristo,
no hubiera vencido. Pero añade además
otras razones, diciendo: Cristo hizo esto
misteriosamente, con el
fin de liberar del destierro a Adán, el cual había sido arrojado
del paraíso al desierto (cf. Gen 3,23); (y)
ejemplarmente, para
manifestarnos que el diablo tiene envidia de los que tienden a lo más
perfecto.
A las objeciones:
1. Cristo es propuesto a todos como
ejemplo por medio de la fe, según aquellas palabras de Heb 12,2: Fijando la mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús. Pero
la fe, como se dice en Rom 10,17, viene de la audición, no de
la visión; antes bien, en Jn 20,29 se lee: Bienaventurados los que
no vieron y creyeron. Y por esta razón, para que la tentación de
Cristo nos sirviera de ejemplo, no se requería que fuese vista por los
hombres, sino que bastó con que fuese contada a los
mismos.
2. La ocasión de la tentación es
doble. Una, que proviene del hombre; por ejemplo, cuando alguien busca
el pecado, no evitando las ocasiones de pecar. Y tal ocasión de
tentación debe de ser evitada, como se le dijo a Lot en Gen 19,17:
No te detengas en toda la región alrededor de Sodoma.
La otra ocasión de tentación procede del diablo, que siempre tiene
envidia de los que tienden a la perfección, como dice
Ambrosio. Y tal ocasión de tentación no es necesario
evitarla. Por esto dice el Crisóstomo, In Matth., que no sólo Cristo fue conducido al desierto por el Espíritu,
sino también todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No
les satisface estar ociosos; pero el Espíritu Santo les impele a
emprender alguna obra grande; esto, para el diablo, equivale a estar
en el desierto, porque allí no existe la injusticia, en la que el
diablo se deleita. Toda obra buena es también desierto para la carne y
el mundo, porque no se conforma con los deseos de la carne y el
mundo. Y dar al diablo esta clase de ocasión de tentaciones no es
peligroso, porque es mayor la ayuda del Espíritu Santo, autor de toda
obra perfecta, que el ataque del diablo envidioso.
3. Algunos sostienen que todas
las tentaciones tuvieron lugar en el desierto. De ellos,
algunos dicen que Cristo no fue conducido realmente a
la Ciudad Santa, sino sólo en visión imaginaria. Otros
opinan que se llama desierto a la propia Ciudad Santa, es
decir, a Jerusalén, porque estaba abandonada de Dios. Pero no es
necesario nada de esto, porque Mc 1,13 dice que era tentado en el
desierto por el diablo, pero no dice que lo fuera solamente en el
desierto.
Artículo 3:
¿La tentación de Cristo debió producirse después del
ayuno?
lat
Objeciones por las que parece que la tentación de Cristo no debió
tener lugar después del ayuno.
1. Antes se dijo (
q.40 a.2) que a Cristo no le convenía un
comportamiento austero. Ahora bien, parece haber sido muestra de una
austeridad suprema el no haber comido nada durante cuarenta días y
cuarenta noches, pues así se entiende la frase de Mt 4,2:
Ayunó
cuarenta días y cuarenta noches, es a saber, porque
en aquellos
días no tomó alimento alguno, como dice Gregorio.
Luego no parece que un ayuno de esta clase debiera preceder a la
tentación.
2. En Mc 1,13 se dice que permaneció en el desierto
cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por Satanás. Pero
ayunó cuarenta días y cuarenta noches. Luego parece que fue tentado
por el diablo no después del ayuno, sino mientras ayunaba.
3. Sólo una vez se lee que Cristo ayunó. Ahora bien, no
fue tentado por el diablo una sola vez, pues en Lc 4,13 se dice
que, acabada la tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo
oportuno. Por consiguiente, como no precedió el ayuno a la segunda
tentación, así tampoco debió preceder a la primera.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 4,2-3: Habiendo ayunado
cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre; y entonces se acercó a él el tentador.
Respondo: Cristo quiso ser tentado a propósito
después del ayuno. Primero, para ejemplo. Porque, siendo perentorio
para todos defenderse contra las tentaciones, como queda dicho (
a.1),
al haber ayunado Él antes de la tentación futura, nos enseñó que
necesitamos armarnos con el ayuno contra las tentaciones. De ahí que
el Apóstol enumere el ayuno entre las
armas de la justicia, en
2 Cor 6,5.7.
Segundo, para mostrar que el diablo ataca incluso a los que ayunan
para tentarlos, lo mismo que lo hace con los que se dedican a obras
buenas. Y por eso, como Cristo es tentado después del bautismo, así lo
es después del ayuno. Por lo cual escribe el Crisóstomo In
Matth.: Para que aprendas cuan gran bien es el
ayuno, y la calidad de escudo que reviste contra el diablo, y cómo,
después del bautismo, es necesario entregarse al ayuno y no a la
lascivia, ayunó Cristo, no porque necesitase del ayuno, sino para
instruirnos a nosotros.
Tercero, porque al ayuno siguió el hambre, que dio al diablo audacia
para acometerlo, como ya se ha dicho (a.1 ad 1). Cuando el Señor
tuvo hambre, como dice Hilario In Matth., no fue porque la necesidad se desligase ocultamente sobre él,
sino porque abandonó su condición de hombre a su propia naturaleza. El
diablo no debía ser vencido por Dios, sino por la carne. De donde,
como escribe el Crisóstomo, en el ayuno no fue
más allá que Moisés y Elias, a fin de que no apareciese como increíble
su encarnación.
A las objeciones:
1. No convino a Cristo un estilo de
vida más austera, con el fin de manifestarse humilde a quienes
predicó. Nadie, efectivamente, debe asumir el oficio de la predicación
sin haber sido antes purificado y perfeccionado en la virtud, como se
dice de Cristo en Act 1,1: Jesús comentó a obrar y enseñar. Y
ésta es la razón de que Cristo emprendiese una vida austera después
del bautismo, para enseñar que los demás deben ejercer el ministerio
de la predicación después de haber domado la carne, conforme a
aquellas palabras del Apóstol: Castigo y esclavizo mi cuerpo; no
sea que, habiendo predicado a los demás, resulte reprobado yo mismo
(1 Cor 9,27).
2. La frase de Marcos 1,13 puede
entenderse de modo que
estuvo en el desierto cuarenta días y
cuarenta noches, en los cuales ciertamente ayunó; y lo que
sigue:
era tentado por Satanás, debe interpretarse no como
referido a aquellos cuarenta días y cuarenta noches, sino como después
de ellos, porque Mt 4,2 dice que,
habiendo ayunado cuarenta días y
cuarenta noches, después tuvo hambre, de lo que el tentador tomó
ocasión para acercarse a él. De donde también lo que sigue (Me
1,13):
y los ángeles le servían, es manifiesto que debe
entenderse de forma consecutiva, por lo que se dice en Mt 4,11:
Entonces le dejó el diablo, es a saber, después de la
tentación,
y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían.
Lo que intercala Marcos (1,13),
estaba entre las fieras, se
orienta, según el Crisóstomo, a indicar
cómo era el
desierto, porque, ciertamente, era inaccesible a los hombres y
estaba lleno de fieras.
No obstante, según la exposición de Beda, el Señor
fue tentado durante los cuarenta días y las cuarenta noches. Pero esto
no debe entenderse de las tentaciones visibles, narradas por Mateo y
por Lucas, que sucedieron después del ayuno, sino de algunas otras
que, tal vez, sufrió Cristo por aquel tiempo de parte del
diablo.
3. Como escribe Ambrosio, In
Lúe., el diablo se apartó de Cristo por algún
tiempo, ya que después vino, no para tentar, sino para combatir
sin reboco, en tiempo de la pasión. Y, con todo, durante ese
ataque, parece que tentó a Cristo de tristeza y de odio al prójimo,
como en el desierto lo había tentado del placer de la gula y del
desprecio de Dios mediante la idolatría.
Artículo 4:
¿Fueron convenientes el modo y el orden de la tentación?
lat
Objeciones por las que parece que no fueron convenientes ni el modo
ni el orden de la tentación.
1. La tentación del diablo induce al pecado. Ahora bien, si Cristo
hubiese remediado su hambre corporal convirtiendo las piedras en
panes, no hubiera pecado, como tampoco pecó al multiplicar los
panes —que no fue menor milagro-para remediar a las
turbas hambrientas (Mt 14,15). Luego parece que tal tentación no
existió.
2. Ningún tentador persuade oportunamente lo contrario de lo
que intenta. Pero el diablo, al colocar a Cristo sobre el alero del
templo, se proponía tentarle de soberbia o de vanagloria. Luego,
desacertadamente, le persuade a que se tire abajo, por ser eso
contrario a la soberbia o vanagloria, que busca siempre el
subir.
3. La tentación oportuna es la que se centra en un pecado.
Pero en la tentación del monte le invitó a dos pecados, a saber: la
codicia y la idolatría. Luego parece que el modo de la tentación no
fue el oportuno.
4. Las tentaciones se orientan hacia los pecados. Ahora
bien, los pecados capitales son siete, como se expuso en la
Segunda
Parte (
1-2 q.84 a.4). Y, en este caso, la tentación se centra en
tres, a saber: gula, vanagloria y codicia. Luego no parece una
tentación suficiente.
5. Después de la victoria sobre todos los vicios, le
queda al hombre la tentación de la soberbia y la vanagloria, porque la soberbia pone asechanzas incluso a las buenas obras, para que se
desmoronen, como dice Agustín. Luego Mateo (4,8.5)
dispone incorrectamente la tentación de codicia en el monte al
colocarla en último lugar, y en medio la tentación de vanagloria en el
templo; sobre todo cuando Lucas las ordena en orden
inverso.
6. Jerónimo, In Matth., dice que el propósito de Cristo fue vencer al diablo con la humildad, no con el
poder. Luego no debió rechazarle reprendiéndole con imperio: Retírate, Satanás (Mt 4,10; cf. Me 8,33).
7. Da la impresión de que la narración del Evangelio
contiene algo incierto, pues parece imposible que Cristo fuese
colocado sobre el alero del templo sin ser visto por otros. Ni existe
monte alguno tan alto que permita ver desde él todo el mundo, de
manera que desde el mismo pudieran ser mostrados a Cristo todos los
reinos del mundo. Por consiguiente, parece que la tentación de Cristo
ha sido descrita indebidamente.
Contra esto: está la autoridad de la Escritura (Mt 4,1; Le
4,1).
Respondo: La tentación que viene del enemigo se
produce a modo de sugestión, como dice Gregorio. Pero
la sugestión no puede hacerse a todos de la misma manera, sino que a
cada uno se le sugiere algo entre las cosas que constituyen sus
aficiones. Y, por este motivo, el diablo no tienta desde un principio
al hombre espiritual con pecados graves, sino que comienza poco a poco
con los leves, para llevarlo luego a los más graves. De donde
Gregorio, en XXXI
Moral., comentando las
palabras de Job 39,25 —
Huele de lejos la batalla, las arengas de
los jefes y el alarido del ejército —, escribe:
Se dice
justamente que los jefes arengan y que el ejército emite alaridos,
porque los primeros vicios se desligan en la mente engañada bajo
cierta apariencia de razón; pero los innumerables que luego se siguen,
arrastrando al alma a toda clase de locuras, confunden como con un
bestial alarido.
Y este procedimiento es el que siguió el diablo en la tentación del
primer hombre. Pues, en primer lugar, solicitó su mente con la comida
de la fruta prohibida, diciendo en Gen 3,1: ¿Por qué os ha mandado
Dios que no comieseis de todos los árboles del paraíso? Luego lo
tentó de vanagloria, cuando dijo: Se abrirán vuestros ojos.
Finalmente llevó la tentación hasta la extrema soberbia, al decir: Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.
Y este mismo orden guardó también con Cristo. Porque, primero, le
tentó con lo que apetecen los hombres por muy espirituales que sean, a
saber: con la sustentación de la vida corporal mediante el alimento.
En segundo lugar, pasó a aquello en que, a veces, caen los varones
espirituales, esto es, en hacer algunas cosas por ostentación,
proceder que se encuadra en la vanagloria. Por último, llevó la
tentación a lo que ya no es propio de los varones espirituales, sino
de los carnales, es decir, a desear las riquezas y la gloria del
mundo hasta el desprecio de Dios. Y ésta es la razón de que, en
las dos primeras tentaciones, dijese: Si eres el Hijo de Dios;
pero sin decirlo en la tercera, que no puede convenir a los varones
espirituales, que son hijos de Dios por adopción, como les convienen
las dos primeras.
Cristo hizo frente a estas tentaciones con testimonios de la ley, no
con el poder de su virtud, a fin de que, de ese modo, honrase más
al hombre y castigase en mayor grado al enemigo, como si el enemigo
del género humano fuese vencido no por Dios, sino por el hombre,
como dice el Papa León.
A las objeciones:
1. No es pecado de gula servirse de
lo necesario para el sustento; pero sí puede serlo cuando el hombre
hace algo desordenado por el deseo de tal sustento. Y es desordenado
el que uno, cuando puede disponer de recursos humanos, quiera
procurarse el alimento milagrosamente sólo para sustentar el cuerpo.
Por lo que el Señor proporcionó milagrosamente el maná a los hijos de
Israel en el desierto, donde no podían conseguir alimento de otro modo
(cf. Ex 16). Y, de la misma manera, Cristo alimentó milagrosamente a
las turbas en el desierto, donde tampoco podían conseguir alimentos.
Pero Cristo podía proveerse de otro modo para saciar su hambre sin
recurrir a los milagros, como lo hizo Juan Bautista, tal como se lee
en Mt 3,4; o desplazándose a lugares vecinos. Por esto pensaba el
diablo que Cristo pecaría si, siendo puro hombre, intentase hacer
milagros para satisfacer su hambre.
2. No es raro que, mediante la
humillación exterior, busque uno la gloria que redunda en los bienes
espirituales. Por esto dice Agustín en el libro De sermone Domini
in monte: Es necesario advertir que la
jactancia puede darse no sólo en el esplendor y la pompa de las cosas
corpóreas, sino también en la suciedad mugrienta. Y, para
significar esto, el diablo trató de persuadir a Cristo para que, a fin
de lograr la gloria espiritual, se lanzase corporalmente al
suelo.
3. Apetecer las riquezas y los
honores es pecado cuando se los desea desordenadamente. Esto es
evidente sobre todo cuando el hombre comete algo deshonesto para
conseguirlos. Y por esto el diablo no se contentó con invitarle a la
codicia de las riquezas y los honores, sino que trató de inducir a
Cristo a que, por el logro de esos bienes, le adorase, lo que es mayor
crimen y va contra Dios. Y no dijo solamente:
Sime adoras, sino
que añadió:
si postrándote (Mt 4,9); porque, como dice
Ambrosio,
la ambición tiene este peligro familiar:
Que, para dominar a los demás, antes se somete a servidumbre;y se
doblega obsequiosamente para alcanzar el honor;y, queriendo
sublimarse, se abate aún más.
Y, del mismo modo, también en las tentaciones precedentes trató de
inducirle, por el apetito de un pecado, a otro pecado, por ejemplo:
con el deseo de la comida trató de inducirlo a la vanidad de realizar
un milagro injustificado; y por la codicia de la gloria intentó
llevarlo a tentar a Dios precipitándose.
4. Como escribe Ambrosio In
Lúe.: La Escritura no hubiera dicho que,
acabada toda la tentación, el diablo se apartó de él, si en las tres
tentaciones mencionadas no se encontrase la materia de todos los
pecados. Porque las causas de las tentaciones lo son de las
concupiscencias, a saber: la delectación de la carne, la esperanza de
la gloria y la ambición del poder.
5. Como escribe Agustín en el
libro De consensu Evang., es incierto lo que
acaeció en primer lugar: Si primero le fueron presentados los reinos
de la tierra, y después fue colocado sobre el alero del Templo; o si
esto fue lo primero, y lo otro lo segundo. Sin embargo, esto no hace
al caso, siendo claro que sucedieron todas estas cosas. Parece que
los Evangelistas han seguido un orden distinto, porque, a veces, de la
vanagloria se cae en la codicia, y a veces sucede al
revés.
6. Cristo, cuando soportó la injuria
de la tentación al decirle el diablo: Si eres Hijo de Dios, tírate
abajo (Mt 4,6; cf. Lc 4,9), ni se turbó ni increpó al diablo. En
cambio, cuando el diablo usurpó para sí el honor de Dios, diciendo: Todo esto te daré si, postrándote, me adoras (Mt 4,9; cf. Lc 4,7),
se irritó y lo echó, diciendo: Apártate, Satanás; para que, por
su ejemplo, aprendamos nosotros a soportar con magnanimidad nuestras
injurias, y a no aguantar, ni de oídas, las injurias contra
Dios.
7. Como explica el
Crisóstomo,
el diablo llevó a Cristo (al alero
del templo)
de tal modo que fuese visto por todos; pero El, sin
saberlo el diablo, actuaba de tal manera que no fuera visto por
nadie.
Y la frase: Le mostró todos los reinos del mundo y su gloria
(Mt 4,8), no debe entenderse como si viese los mismos reinos,
ciudades o pueblos, o el oro o la plata, sino que el
diablo indicaba a Cristo con el dedo las regiones en que estaban
situados cada reino y cada ciudad, y le exponía de palabra los honores
y el estado de cada reino. O, según
Orígenes, le mostró cómo reinaba él en el mundo
mediante los diversos vicios.