Suma teológica - Parte IIIa - Cuestión 41
Sobre la tentación de Cristo
Viene a continuación el tema de la tentación de Cristo.

Y sobre él se plantean cuatro asuntos:

  1. ¿Convino que Cristo fuera tentado?
  2. Lugar de la tentación.
  3. Tiempo.
  4. Modo y orden de las tentaciones.
Artículo 1: ¿Convino que Cristo fuese tentado? lat
Objeciones por las que parece que no convenía que Cristo fuera tentado.
1. Tentar equivale a someter a prueba. Esto no se hace más que acerca de algo desconocido. Ahora bien, la virtud de Cristo era conocida incluso por los demonios, pues en Lc 4,41 se lee que no dejaba hablar a los demonios, porque sabían que él era el Cristo. Luego parece que no convino que Cristo fuese tentado.
2. Cristo había venido para destruir las obras del diablo, como está escrito en 1 Jn 3,8: Para esto se manifestó el Hijo de Dios: para destruir las obras del diablo. Pero no es propio del mismo sujeto destruir las obras de alguien y a la vez ser víctima de las mismas. Y, por este motivo, parece haber sido un despropósito el que Cristo tolerase ser tentado por el diablo.
3. Hay una triple tentación, a saber: la de la carne, la del mundo, y la del diablo. Pero Cristo no fue tentado por la carne ni por el mundo. Luego tampoco debió serlo por el diablo.
Contra esto: está lo que se narra en Mt 4,1: Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo.
Respondo: Cristo quiso ser tentado: Primero, para proporcionarnos auxilio contra las tentaciones. Por esto dice Gregorio en una Homilía: No era indigno de nuestro Redentor querer ser tentado, él que había venido para ser muerto; para que así venciese nuestras tentaciones con las suyas, lo mismo que aniquiló nuestra muerte con la propia.

Segundo, para nuestra precaución, a fin de que nadie, por santo que sea, se tenga por seguro e inmune a la tentación. Por lo que también él quiso ser tentado después del bautismo, porque, como dice Hilario, Super Matth., las tentaciones del diablo se ceban especialísimamente en los santos, porque no hay victoria que más apetezca que la lograda sobre los mismos. De ahí que también en Eclo 2,1 se diga: Hijo, si vienes a servir al Señor, mantente firme en la justicia y el temor, y prepara tu alma para la tentación.

Tercero, para ejemplo; esto es, para enseñarnos el modo de vencer las tentaciones del diablo. Por esto escribe Agustín, en IV De Trin., que Cristo se ofreció al diablo para ser tentado, a fin de ser el mediador para superar sus tentaciones, no sólo con la ayuda, sino también con el ejemplo.

Cuarto, para infundir en nosotros la confianza en su misericordia. Por esto se dice en Heb 4,15: No tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, pues fue tentado en todo, a semejanza nuestra, menos en el pecado.

A las objeciones:
1. Como escribe Agustín, en IX De Civ. Dei, Cristo se dio a conocer a los demonios tanto cuanto El quiso; no en cuanto es la vida eterna, sino por ciertos efectos temporales de su virtud, por los cuales podían lograr alguna conjetura de que Cristo era el Hijo de Dios. Pero como, por otra parte, veían en él ciertas señales de flaqueza humana, no conocían con certeza que era el Hijo de Dios. Y por este motivo quiso (el diablo) tentarlo. Esto es lo que se da a entender en Mt 4,2-3, donde se dice que, después que tuvo hambre, se le acercó el tentador, porque, como comenta Hilario, el diablo no se hubiera atrevido a tentar a Cristo de no haber descubierto en él, mediante la flaqueza del hambre, la condición humana. Y esto mismo es manifestado por el modo de tentarle, cuando le dijo: Si eres Hijo de Dios. Gregorio comenta esta frase diciendo: ¿Qué significa este exordio de la conversadón sino que conocía que el Hijo de Dios había de venir, pero que no pensaba que hubiera venido por medio de la debilidad del cuerpo?
2. Cristo vino a destruir las obras del diablo, no usando de su poder, sino más bien padeciendo de él y de sus miembros, para, de este modo, vencer al diablo con la justicia, no con el imperio, como explica Agustín en XIII De Trin.: El diablo hubo de ser vencido, no por el poder de Dios, sino por la justicia. De ahí que en las tentaciones de Cristo debe considerarse lo que hizo él por su propia voluntad y lo que padeció del diablo. Y el ofrecerse al tentador fue obra de su propia voluntad. Por esto se dice en Mt 4,1: Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para que fuese tentado por el diablo. Lo cual, dice Gregorio, debe entenderse del Espíritu Santo, es a saber: para que su Espíritu lo condujese allí donde le encontraría el espíritu maligno para tentarle. Pero toleró al diablo que lo tomara, (y lo llevara) ya sobre el alero del templo, ya a un monte muy alto. Y no es de admirar, como añade el mismo Gregorio, que permitiese ser llevado por el diablo a un monte el que consintió ser crucificado por los miembros de aquél. Pero el ser llevado por el diablo no debe entenderse como algo ineludible, sino porque, como escribe Orígenes, In Lúe., le seguía a la tentación como el atleta que avanza libremente.
3. Como escribe el Apóstol (Heb 4,15), Cristo quiso ser tentado en todo menos en el pecado. Ahora bien, la tentación que proviene del enemigo puede carecer de pecado, porque se realiza sólo por sugestión exterior. En cambio, la tentación que procede de la carne no puede darse sin pecado, porque tal tentación se realiza por medio del deleite y la concupiscencia; y como dice Agustín, algún pecado hay cuando la carne desea contra el espíritu. Y, por este motivo, Cristo quiso ser tentado por el enemigo, pero no por la carne.
Artículo 2: ¿Cristo debió ser tentado en el desierto? lat
Objeciones por las que parece que Cristo no debió ser tentado en el desierto.
1. Cristo quiso ser tentado para ejemplo nuestro, como acabamos de decir (a.1). Ahora bien, el ejemplo debe proponerse de modo manifiesto a quienes se trata de instruir por medio de él. Luego no debió ser tentado en el desierto.
2. Dice el Crisóstomo In Matth.: El diablo insta a la tentación principalmente cuando ve a los solitarios. Por esto también, al principio, tentó a la mujer cuando la encontró sin la compañía del marido. Y en este aspecto parece que, mediante la ida al desierto para ser tentado, se expuso a la tentación. Por consiguiente, siendo su tentación un ejemplo para nosotros, parece que también los demás deben lanzarse a las tentaciones para soportarlas. Esto, sin embargo, parece ser peligroso, pues más bien debemos evitar las ocasiones de la tentación.
3. En Mt 4,5 se narra la segunda tentación de Cristo, cuando el diablo llevó a Cristo a la Ciudad Santa, y le puso sobre el alero del Templo, que ciertamente no estaba en el desierto. Luego no fue tentado solamente en el desierto.
Contra esto: está lo que se dice en Mc 1:13 Jesús permaneció en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por Satanás.
Respondo: Como hemos manifestado (a.1 ad 2), Cristo, por su propia voluntad, se presentó al diablo para ser tentado, lo mismo que también, por su propia voluntad, se ofreció a sus miembros para que le matasen; de otra manera, el diablo no se hubiera atrevido a acercarse a él. El diablo solicita más bien al que se encuentra solo, porque, como se dice en Ecl 4,12, si alguien prevalece contra uno, dos le hacen frente. Y ésa es la explicación de que Cristo se retirase al desierto, como a un campo de batalla, con el fin de ser tentado allí por el diablo. Por lo cual dice Ambrosio In Luc. que Cristo era impulsado deliberadamente al desierto para provocar al diablo. Pues si aquél, es decir, el diablo, no hubiera combatido, éste, a saber, Cristo, no hubiera vencido. Pero añade además otras razones, diciendo: Cristo hizo esto misteriosamente, con el fin de liberar del destierro a Adán, el cual había sido arrojado del paraíso al desierto (cf. Gen 3,23); (y) ejemplarmente, para manifestarnos que el diablo tiene envidia de los que tienden a lo más perfecto.
A las objeciones:
1. Cristo es propuesto a todos como ejemplo por medio de la fe, según aquellas palabras de Heb 12,2: Fijando la mirada en el autor y consumador de la fe, Jesús. Pero la fe, como se dice en Rom 10,17, viene de la audición, no de la visión; antes bien, en Jn 20,29 se lee: Bienaventurados los que no vieron y creyeron. Y por esta razón, para que la tentación de Cristo nos sirviera de ejemplo, no se requería que fuese vista por los hombres, sino que bastó con que fuese contada a los mismos.
2. La ocasión de la tentación es doble. Una, que proviene del hombre; por ejemplo, cuando alguien busca el pecado, no evitando las ocasiones de pecar. Y tal ocasión de tentación debe de ser evitada, como se le dijo a Lot en Gen 19,17: No te detengas en toda la región alrededor de Sodoma.

La otra ocasión de tentación procede del diablo, que siempre tiene envidia de los que tienden a la perfección, como dice Ambrosio. Y tal ocasión de tentación no es necesario evitarla. Por esto dice el Crisóstomo, In Matth., que no sólo Cristo fue conducido al desierto por el Espíritu, sino también todos los hijos de Dios que tienen el Espíritu Santo. No les satisface estar ociosos; pero el Espíritu Santo les impele a emprender alguna obra grande; esto, para el diablo, equivale a estar en el desierto, porque allí no existe la injusticia, en la que el diablo se deleita. Toda obra buena es también desierto para la carne y el mundo, porque no se conforma con los deseos de la carne y el mundo. Y dar al diablo esta clase de ocasión de tentaciones no es peligroso, porque es mayor la ayuda del Espíritu Santo, autor de toda obra perfecta, que el ataque del diablo envidioso.

3. Algunos sostienen que todas las tentaciones tuvieron lugar en el desierto. De ellos, algunos dicen que Cristo no fue conducido realmente a la Ciudad Santa, sino sólo en visión imaginaria. Otros opinan que se llama desierto a la propia Ciudad Santa, es decir, a Jerusalén, porque estaba abandonada de Dios. Pero no es necesario nada de esto, porque Mc 1,13 dice que era tentado en el desierto por el diablo, pero no dice que lo fuera solamente en el desierto.
Artículo 3: ¿La tentación de Cristo debió producirse después del ayuno? lat
Objeciones por las que parece que la tentación de Cristo no debió tener lugar después del ayuno.
1. Antes se dijo (q.40 a.2) que a Cristo no le convenía un comportamiento austero. Ahora bien, parece haber sido muestra de una austeridad suprema el no haber comido nada durante cuarenta días y cuarenta noches, pues así se entiende la frase de Mt 4,2: Ayunó cuarenta días y cuarenta noches, es a saber, porque en aquellos días no tomó alimento alguno, como dice Gregorio. Luego no parece que un ayuno de esta clase debiera preceder a la tentación.
2. En Mc 1,13 se dice que permaneció en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, y era tentado por Satanás. Pero ayunó cuarenta días y cuarenta noches. Luego parece que fue tentado por el diablo no después del ayuno, sino mientras ayunaba.
3. Sólo una vez se lee que Cristo ayunó. Ahora bien, no fue tentado por el diablo una sola vez, pues en Lc 4,13 se dice que, acabada la tentación, el diablo se alejó de él hasta un tiempo oportuno. Por consiguiente, como no precedió el ayuno a la segunda tentación, así tampoco debió preceder a la primera.
Contra esto: está lo que se dice en Mt 4,2-3: Habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al fin tuvo hambre; y entonces se acercó a él el tentador.
Respondo: Cristo quiso ser tentado a propósito después del ayuno. Primero, para ejemplo. Porque, siendo perentorio para todos defenderse contra las tentaciones, como queda dicho (a.1), al haber ayunado Él antes de la tentación futura, nos enseñó que necesitamos armarnos con el ayuno contra las tentaciones. De ahí que el Apóstol enumere el ayuno entre las armas de la justicia, en 2 Cor 6,5.7.

Segundo, para mostrar que el diablo ataca incluso a los que ayunan para tentarlos, lo mismo que lo hace con los que se dedican a obras buenas. Y por eso, como Cristo es tentado después del bautismo, así lo es después del ayuno. Por lo cual escribe el Crisóstomo In Matth.: Para que aprendas cuan gran bien es el ayuno, y la calidad de escudo que reviste contra el diablo, y cómo, después del bautismo, es necesario entregarse al ayuno y no a la lascivia, ayunó Cristo, no porque necesitase del ayuno, sino para instruirnos a nosotros.

Tercero, porque al ayuno siguió el hambre, que dio al diablo audacia para acometerlo, como ya se ha dicho (a.1 ad 1). Cuando el Señor tuvo hambre, como dice Hilario In Matth., no fue porque la necesidad se desligase ocultamente sobre él, sino porque abandonó su condición de hombre a su propia naturaleza. El diablo no debía ser vencido por Dios, sino por la carne. De donde, como escribe el Crisóstomo, en el ayuno no fue más allá que Moisés y Elias, a fin de que no apareciese como increíble su encarnación.

A las objeciones:
1. No convino a Cristo un estilo de vida más austera, con el fin de manifestarse humilde a quienes predicó. Nadie, efectivamente, debe asumir el oficio de la predicación sin haber sido antes purificado y perfeccionado en la virtud, como se dice de Cristo en Act 1,1: Jesús comentó a obrar y enseñar. Y ésta es la razón de que Cristo emprendiese una vida austera después del bautismo, para enseñar que los demás deben ejercer el ministerio de la predicación después de haber domado la carne, conforme a aquellas palabras del Apóstol: Castigo y esclavizo mi cuerpo; no sea que, habiendo predicado a los demás, resulte reprobado yo mismo (1 Cor 9,27).
2. La frase de Marcos 1,13 puede entenderse de modo que estuvo en el desierto cuarenta días y cuarenta noches, en los cuales ciertamente ayunó; y lo que sigue: era tentado por Satanás, debe interpretarse no como referido a aquellos cuarenta días y cuarenta noches, sino como después de ellos, porque Mt 4,2 dice que, habiendo ayunado cuarenta días y cuarenta noches, después tuvo hambre, de lo que el tentador tomó ocasión para acercarse a él. De donde también lo que sigue (Me 1,13): y los ángeles le servían, es manifiesto que debe entenderse de forma consecutiva, por lo que se dice en Mt 4,11: Entonces le dejó el diablo, es a saber, después de la tentación, y he aquí que se acercaron los ángeles y le servían. Lo que intercala Marcos (1,13), estaba entre las fieras, se orienta, según el Crisóstomo, a indicar cómo era el desierto, porque, ciertamente, era inaccesible a los hombres y estaba lleno de fieras.

No obstante, según la exposición de Beda, el Señor fue tentado durante los cuarenta días y las cuarenta noches. Pero esto no debe entenderse de las tentaciones visibles, narradas por Mateo y por Lucas, que sucedieron después del ayuno, sino de algunas otras que, tal vez, sufrió Cristo por aquel tiempo de parte del diablo.

3. Como escribe Ambrosio, In Lúe., el diablo se apartó de Cristo por algún tiempo, ya que después vino, no para tentar, sino para combatir sin reboco, en tiempo de la pasión. Y, con todo, durante ese ataque, parece que tentó a Cristo de tristeza y de odio al prójimo, como en el desierto lo había tentado del placer de la gula y del desprecio de Dios mediante la idolatría.
Artículo 4: ¿Fueron convenientes el modo y el orden de la tentación? lat
Objeciones por las que parece que no fueron convenientes ni el modo ni el orden de la tentación.
1. La tentación del diablo induce al pecado. Ahora bien, si Cristo hubiese remediado su hambre corporal convirtiendo las piedras en panes, no hubiera pecado, como tampoco pecó al multiplicar los panes —que no fue menor milagro-para remediar a las turbas hambrientas (Mt 14,15). Luego parece que tal tentación no existió.
2. Ningún tentador persuade oportunamente lo contrario de lo que intenta. Pero el diablo, al colocar a Cristo sobre el alero del templo, se proponía tentarle de soberbia o de vanagloria. Luego, desacertadamente, le persuade a que se tire abajo, por ser eso contrario a la soberbia o vanagloria, que busca siempre el subir.
3. La tentación oportuna es la que se centra en un pecado. Pero en la tentación del monte le invitó a dos pecados, a saber: la codicia y la idolatría. Luego parece que el modo de la tentación no fue el oportuno.
4. Las tentaciones se orientan hacia los pecados. Ahora bien, los pecados capitales son siete, como se expuso en la Segunda Parte (1-2 q.84 a.4). Y, en este caso, la tentación se centra en tres, a saber: gula, vanagloria y codicia. Luego no parece una tentación suficiente.
5. Después de la victoria sobre todos los vicios, le queda al hombre la tentación de la soberbia y la vanagloria, porque la soberbia pone asechanzas incluso a las buenas obras, para que se desmoronen, como dice Agustín. Luego Mateo (4,8.5) dispone incorrectamente la tentación de codicia en el monte al colocarla en último lugar, y en medio la tentación de vanagloria en el templo; sobre todo cuando Lucas las ordena en orden inverso.
6. Jerónimo, In Matth., dice que el propósito de Cristo fue vencer al diablo con la humildad, no con el poder. Luego no debió rechazarle reprendiéndole con imperio: Retírate, Satanás (Mt 4,10; cf. Me 8,33).
7. Da la impresión de que la narración del Evangelio contiene algo incierto, pues parece imposible que Cristo fuese colocado sobre el alero del templo sin ser visto por otros. Ni existe monte alguno tan alto que permita ver desde él todo el mundo, de manera que desde el mismo pudieran ser mostrados a Cristo todos los reinos del mundo. Por consiguiente, parece que la tentación de Cristo ha sido descrita indebidamente.
Contra esto: está la autoridad de la Escritura (Mt 4,1; Le 4,1).
Respondo: La tentación que viene del enemigo se produce a modo de sugestión, como dice Gregorio. Pero la sugestión no puede hacerse a todos de la misma manera, sino que a cada uno se le sugiere algo entre las cosas que constituyen sus aficiones. Y, por este motivo, el diablo no tienta desde un principio al hombre espiritual con pecados graves, sino que comienza poco a poco con los leves, para llevarlo luego a los más graves. De donde Gregorio, en XXXI Moral., comentando las palabras de Job 39,25 —Huele de lejos la batalla, las arengas de los jefes y el alarido del ejército —, escribe: Se dice justamente que los jefes arengan y que el ejército emite alaridos, porque los primeros vicios se desligan en la mente engañada bajo cierta apariencia de razón; pero los innumerables que luego se siguen, arrastrando al alma a toda clase de locuras, confunden como con un bestial alarido.

Y este procedimiento es el que siguió el diablo en la tentación del primer hombre. Pues, en primer lugar, solicitó su mente con la comida de la fruta prohibida, diciendo en Gen 3,1: ¿Por qué os ha mandado Dios que no comieseis de todos los árboles del paraíso? Luego lo tentó de vanagloria, cuando dijo: Se abrirán vuestros ojos. Finalmente llevó la tentación hasta la extrema soberbia, al decir: Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal.

Y este mismo orden guardó también con Cristo. Porque, primero, le tentó con lo que apetecen los hombres por muy espirituales que sean, a saber: con la sustentación de la vida corporal mediante el alimento. En segundo lugar, pasó a aquello en que, a veces, caen los varones espirituales, esto es, en hacer algunas cosas por ostentación, proceder que se encuadra en la vanagloria. Por último, llevó la tentación a lo que ya no es propio de los varones espirituales, sino de los carnales, es decir, a desear las riquezas y la gloria del mundo hasta el desprecio de Dios. Y ésta es la razón de que, en las dos primeras tentaciones, dijese: Si eres el Hijo de Dios; pero sin decirlo en la tercera, que no puede convenir a los varones espirituales, que son hijos de Dios por adopción, como les convienen las dos primeras.

Cristo hizo frente a estas tentaciones con testimonios de la ley, no con el poder de su virtud, a fin de que, de ese modo, honrase más al hombre y castigase en mayor grado al enemigo, como si el enemigo del género humano fuese vencido no por Dios, sino por el hombre, como dice el Papa León.

A las objeciones:
1. No es pecado de gula servirse de lo necesario para el sustento; pero sí puede serlo cuando el hombre hace algo desordenado por el deseo de tal sustento. Y es desordenado el que uno, cuando puede disponer de recursos humanos, quiera procurarse el alimento milagrosamente sólo para sustentar el cuerpo. Por lo que el Señor proporcionó milagrosamente el maná a los hijos de Israel en el desierto, donde no podían conseguir alimento de otro modo (cf. Ex 16). Y, de la misma manera, Cristo alimentó milagrosamente a las turbas en el desierto, donde tampoco podían conseguir alimentos. Pero Cristo podía proveerse de otro modo para saciar su hambre sin recurrir a los milagros, como lo hizo Juan Bautista, tal como se lee en Mt 3,4; o desplazándose a lugares vecinos. Por esto pensaba el diablo que Cristo pecaría si, siendo puro hombre, intentase hacer milagros para satisfacer su hambre.
2. No es raro que, mediante la humillación exterior, busque uno la gloria que redunda en los bienes espirituales. Por esto dice Agustín en el libro De sermone Domini in monte: Es necesario advertir que la jactancia puede darse no sólo en el esplendor y la pompa de las cosas corpóreas, sino también en la suciedad mugrienta. Y, para significar esto, el diablo trató de persuadir a Cristo para que, a fin de lograr la gloria espiritual, se lanzase corporalmente al suelo.
3. Apetecer las riquezas y los honores es pecado cuando se los desea desordenadamente. Esto es evidente sobre todo cuando el hombre comete algo deshonesto para conseguirlos. Y por esto el diablo no se contentó con invitarle a la codicia de las riquezas y los honores, sino que trató de inducir a Cristo a que, por el logro de esos bienes, le adorase, lo que es mayor crimen y va contra Dios. Y no dijo solamente: Sime adoras, sino que añadió: si postrándote (Mt 4,9); porque, como dice Ambrosio, la ambición tiene este peligro familiar: Que, para dominar a los demás, antes se somete a servidumbre;y se doblega obsequiosamente para alcanzar el honor;y, queriendo sublimarse, se abate aún más.

Y, del mismo modo, también en las tentaciones precedentes trató de inducirle, por el apetito de un pecado, a otro pecado, por ejemplo: con el deseo de la comida trató de inducirlo a la vanidad de realizar un milagro injustificado; y por la codicia de la gloria intentó llevarlo a tentar a Dios precipitándose.

4. Como escribe Ambrosio In Lúe.: La Escritura no hubiera dicho que, acabada toda la tentación, el diablo se apartó de él, si en las tres tentaciones mencionadas no se encontrase la materia de todos los pecados. Porque las causas de las tentaciones lo son de las concupiscencias, a saber: la delectación de la carne, la esperanza de la gloria y la ambición del poder.
5. Como escribe Agustín en el libro De consensu Evang., es incierto lo que acaeció en primer lugar: Si primero le fueron presentados los reinos de la tierra, y después fue colocado sobre el alero del Templo; o si esto fue lo primero, y lo otro lo segundo. Sin embargo, esto no hace al caso, siendo claro que sucedieron todas estas cosas. Parece que los Evangelistas han seguido un orden distinto, porque, a veces, de la vanagloria se cae en la codicia, y a veces sucede al revés.
6. Cristo, cuando soportó la injuria de la tentación al decirle el diablo: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo (Mt 4,6; cf. Lc 4,9), ni se turbó ni increpó al diablo. En cambio, cuando el diablo usurpó para sí el honor de Dios, diciendo: Todo esto te daré si, postrándote, me adoras (Mt 4,9; cf. Lc 4,7), se irritó y lo echó, diciendo: Apártate, Satanás; para que, por su ejemplo, aprendamos nosotros a soportar con magnanimidad nuestras injurias, y a no aguantar, ni de oídas, las injurias contra Dios.
7. Como explica el Crisóstomo, el diablo llevó a Cristo (al alero del templo) de tal modo que fuese visto por todos; pero El, sin saberlo el diablo, actuaba de tal manera que no fuera visto por nadie.

Y la frase: Le mostró todos los reinos del mundo y su gloria (Mt 4,8), no debe entenderse como si viese los mismos reinos, ciudades o pueblos, o el oro o la plata, sino que el diablo indicaba a Cristo con el dedo las regiones en que estaban situados cada reino y cada ciudad, y le exponía de palabra los honores y el estado de cada reino. O, según Orígenes, le mostró cómo reinaba él en el mundo mediante los diversos vicios.