Artículo 1:
¿Debió Cristo hacer milagros?
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Objeciones por las que parece que Cristo no debió hacer
milagros.
1. Las obras de Cristo debieron estar acordes con sus palabras. Pero
él mismo dijo: Esta generación malvada y adúltera reclama una
señal, y no se le dará otra que la señal del profeta Jonás (Mt
16,4). Luego no debió hacer milagros.
2. Como Cristo, en su segunda venida, vendrá con gran
poder y majestad, según se dice en Mt 24,30, así, en su primera
venida, vino con flaqueza, conforme a las palabras de Is 53,3: Varón de dolores y que sabe de enfermedades. Ahora bien, la
realización de milagros pertenece más al poder que a la flaqueza.
Luego no fue conveniente que hiciera milagros en su primera
venida.
3. Cristo vino a salvar a los hombres por la fe, según el
pasaje de Heb 12,2: Puesta la mirada en el autor de la fe y
consumador de la misma, Jesús. Pero los milagros disminuyen el
mérito de la fe, por lo que, en Jn 4,48, dice el Señor: Si no veis
señales y prodigios, no creéis. Luego da la impresión de que
Cristo no debió hacer milagros.
Contra esto: está que sus enemigos, en Jn 11,47, se preguntan: ¿Qué
hacemos? Porque este hombre realiza muchos milagros.
Respondo: Dios concede al hombre el poder de
hacer milagros por dos motivos. Primero, y principalmente, para
confirmar la verdad que uno enseña. Porque, al exceder las cosas de la
fe la capacidad humana, no pueden probarse con razones humanas, sino
que es necesario probarlas con argumentos del poder divino, a fin de
que, haciendo uno las obras que solamente puede hacer Dios, crean que
viene de Dios lo que se enseña; así como, cuando uno presenta una
carta sellada con el sello del rey, se cree que el contenido de la
misma ha emanado de la voluntad real.
Segundo, para mostrar la presencia de Dios en el hombre por la gracia
del Espíritu Santo, de modo que, al realizar el hombre las obras de
Dios, se crea que el propio Dios habita en él por la gracia. Por esto
se dice en Gal 3,5: El que os otorga el Espíritu y obra milagros
entre vosotros.
Y ambas cosas debían ser manifestadas a los hombres acerca de Cristo,
a saber: Que Dios estaba en El por la gracia no de adopción sino de
unión, y que su doctrina sobrenatural provenía de Dios. Y por estos
motivos fue convenientísimo que hiciera milagros. Por lo cual dice El
mismo en Jn 10,38: Si no queréis creerme a mí, creed a las
obras. Y en Jn 5,26: Las obras que el Padre me ha concedido
hacer, ellas dan testimonio de mí.
A las objeciones:
1. Las palabras: No se le dará
otra que la señal del profeta Jonás (Mt 16,4), deben entenderse,
como dice el Crisóstomo en el sentido de que entonces no recibieron
la señal que deseaban, es decir, del cielo;
pero no en el sentido de que no les hubiera dado ninguna señal. O
porque hacía señales, no por causa de ellos, que sabía estaban
petrificados, sino para purificar a otros. Y por eso las señales
no se les daban a ésos, sino a otros.
2. Aunque Cristo vino en la
debilidad de la carne, como lo manifiestan sus padecimientos,
vino, sin embargo, con el poder de Dios (cf. 2 Cor 13,4), que
había de manifestarse con los milagros.
3. Los milagros disminuyen el
mérito de la fe en tanto en cuanto que por ellos se pone de manifiesto
la dureza de quienes no quieren creer más que a base de milagros lo
que prueban las Sagradas Escrituras. Y, sin embargo, es mejor para
ellos que se conviertan a la fe, siquiera por los milagros, que
permanecer totalmente en la infidelidad. En 1 Cor 14,22 se dice que los milagros se dan a los infieles, es a saber, para que se
conviertan a la fe.
Artículo 2:
¿Hizo Cristo los milagros con poder divino?
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Objeciones por las que parece que Cristo no hizo los milagros con
poder divino.
1. El poder divino es omnipotente. Pero parece que Cristo no lo fue
al hacer milagros, porque en Mc 6,5 se dice que no pudo alli
—es decir, en su patria— hacer ningún milagro. Luego parece
que no hacía los milagros con poder divino.
2. Orar no es propio de Dios. Pero Cristo oraba algunas
veces para hacer los milagros, como se ve en la resurrección de Lázaro
(Jn 11,41-42) y en la multiplicación de los panes (Mt 14,19). Luego da
la impresión de que no hizo los milagros con poder
divino.
3. Lo que se hace por virtud divina, no puede hacerse con
el poder de criatura alguna. Pero las cosas que hacía Cristo podían
ser hechas también con el poder de una criatura; por esto decían los
fariseos que expulsaba a los demonios por Beelzebul, príncipe de
los demonios (Lc 11,15). Luego parece que Cristo no hizo milagros
de origen divino.
Contra esto: está lo que dice el Señor en Jn 14,10: El Padre, que
permanece en mí, es el que realiza las obras.
Respondo: Como queda expuesto en la
Primera
Parte (
q.110 a.4), los verdaderos milagros no pueden hacerse más
que con el poder divino, porque sólo Dios es capaz de alterar el orden
natural, requisito que pertenece a la noción de milagro. Por lo cual
dice el papa León, en la Epístola
ad Flavianum,
que, habiendo en Cristo dos naturalezas,
una de ellas, es a
saber, la divina,
es la que resplandece con los milagros; la
otra, esto es, la humana,
es la que cede al peso de las
injurias; y, sin embargo,
cada una de ellas obra en
comunicación con la otra, en cuanto que la naturaleza humana es
instrumento de la acción divina, y la acción humana recibe el poder de
la naturaleza divina, como antes se ha explicado (
q.19 a.1).
A las objeciones:
1. La frase No podía hacer allí
ningún milagro (Mc 6,5), no debe relacionarse con el poder
absoluto, sino con lo que es posible hacer de una manera congruente; y
no era conveniente hacer milagros entre incrédulos. Por esto se añade
(v.6): Y se maravillaba de su falta de fe. En este sentido se
dice en Gen 18,17: No podría ocultar a Abrahán lo que voy a
hacer; y en Gen 19,22: No podré hacer nada hasta que tú entres
allí.
2. Como escribe el
Crisóstomo, comentando el pasaje de Mt 14,19:
Habiendo tomado los cinco panes y los dos peces, mirando al cielo, los
bendijo y los partió: Era preciso que se creyese que Cristo procede
del Padre y que es igual a El y, por este motivo, para mostrar ambas
cosas, unas veces hacía los milagros con su poder, y otras mediante la
oración. En las cosas de poco relieve, por ejemplo la multiplicación
de los panes, mira al cielo; y en las de mayor trascendencia, que sólo
dependen de Dios, obra con su poder, v.gr. cuando perdonó los pecados,
o resucitó a los muertos.
La expresión Levantó los ojos a lo alto (Jn 11,42), cuando la
resurrección de Lázaro, no significa que lo hiciese por la necesidad
de la recomendación, sino que lo hizo para nuestro ejemplo. Por eso
dijo: Lo he dicho por el pueblo que me rodea, para que crean que tú
me has enviado.
3. Cristo arrojaba a los demonios
de forma distinta a como son expulsados por el poder del
demonio. Porque, con el poder de los demonios más
altos, los otros demonios son expulsados de los cuerpos de tal manera
que continúa su dominio en cuanto al alma, porque el diablo no obra
contra su propio imperio. En cambio, Cristo arrojaba los demonios no
sólo de los cuerpos, sino mucho más de las almas. Y por estos motivos
el Señor reprobó la blasfemia de los judíos, los cuales decían que El
expulsaba a los demonios con el poder de los demonios (cf. Mt 12,24;
Me 3,22; Lc 11,15): Primero, porque Satanás no se divide contra sí
mismo. Segundo, por seguir el ejemplo de otros, que arrojaban a los
demonios mediante el Espíritu de Dios. Tercero, porque él mismo no
hubiera podido expulsar a los demonios de no haberlos vencido con el
poder divino. Cuarto, porque no existía conformidad alguna entre El y
Satanás, ni en las obras ni en las consecuencias, porque Satanás
trataba de esparcir lo que Cristo recogía.
Artículo 3:
¿Comenzó Cristo a hacer milagros en las bodas, cambiando el agua en
vino?
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Objeciones por las que parece que Cristo no comenzó a hacer milagros
en las bodas, cuando cambió el agua en vino (cf. Jn
2,1-11).
1. En el libro De infantia Salvatoris se lee que Cristo hizo
muchos milagros siendo niño. Ahora bien, el milagro de la conversión
del agua en vino, en las bodas, lo hizo cuando El tenía treinta o
treinta y un años. Luego parece que no comenzó a hacer milagros en ese
momento.
2. Cristo hacía los milagros con el poder divino. Pero tal
poder estuvo en El desde el principio de su concepción, pues desde
entonces fue Dios y hombre. Luego parece que hizo milagros desde el
principio.
3. Cristo comenzó a reunir discípulos después del bautismo
y la tentación, como se lee en Mt 4,18ss y Jn l,35ss. Ahora bien, los
discípulos se le juntaron a causa de los milagros; como se dice en Le
5,4-11, llamó a Pedro cuando estaba sobrecogido de espanto por causa
del milagro de la pesca milagrosa. Luego parece que hizo otros
milagros antes del milagro de las bodas.
Contra esto: está que en Jn 2,11 se dice: Este fue el principio de
los milagros de Jesús en Cana de Galilea.
Respondo: Cristo hizo los milagros para
confirmar su doctrina y para dar a conocer el poder divino que había
en El. Y por eso, en cuanto a lo primero, no debió hacer milagros
antes de comenzar a predicar. Y no debió comenzar a predicar antes de
la edad perfecta, como queda dicho al hablar de su bautismo (
q.39 a.3).
En cuanto a lo segundo, debió dar a conocer su divinidad por medio de
los milagros de tal modo que se creyese en la verdad de su humanidad.
Y por este motivo, como dice el Crisóstomo In loann., oportunamente no comenzó a hacer milagros desde el principio de su vida, porque hubieran creído que la encarnación era una fantasía, y le hubieran crucificado antes del tiempo oportuno.
A las objeciones:
1. Como escribe el Crisóstomo In
loann., comentando la frase de Juan Bautista
—Yo he venido a bautizar con agua para que El sea manifestado a
Israel (Jn 1,31)—, es evidente que esos milagros que algunos
dicen haber hecho Cristo en su niñez son mentiras y ficciones. Si
Cristo hubiera hecho milagros en sus primeros años, Juan no lo hubiera
ignorado de ningún modo, ni la muchedumbre restante hubiera necesitado
de un maestro que se lo manifestase.
2. El poder divino obraba en
Cristo según era necesario para la salvación de los hombres, a causa
de la cual se había encarnado. Y por eso hizo los milagros con el
poder divino, de tal manera que no perjudicase a la fe en la verdad de
su carne.
3. Redunda en elogio de los
discípulos haber seguido a Cristo sin haberle visto hacer ningún
milagro, como dice Gregorio en una Homilía''. Además, como
escribe el Crisóstomo, era especialmente necesario
hacer milagros cuando los discípulos ya estaban congregados y le
eran adictos, y prestaban atención a las cosas que hacía. Por esto
añade (el evangelista): Y creyeron en El sus discípulos; y no
porque creyeron entonces por primera vez, sino porque entonces
creyeron con mayor diligencia y más perfectamente. O, como explica Agustín en el libro De consensu evangelistarum, porque llama discípulos a los que habían de serlo en el futuro.
Artículo 4:
¿Los milagros hechos por Cristo fueron suficientes para mostrar su
divinidad?
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Objeciones por las que parece que los milagros hechos por Cristo no
fueron suficientes para dar a conocer su divinidad.
1. Ser Dios y hombre es propio de Cristo. Pero los milagros hechos
por Cristo fueron realizados también por otros. Luego parece que no
fueron suficientes para dar a conocer su divinidad.
2. Nada existe mayor que el poder de la divinidad. Pero
algunos hicieron mayores milagros que los de Cristo, pues en Jn 14,12
se dice: El que cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso
mayores que éstas. Luego parece que los milagros hechos por Cristo
no fueron suficientes para mostrar su divinidad.
3. Lo particular no es suficiente para demostrar lo
universal. Ahora bien, cualquiera de los milagros de Cristo fue una
obra particular. Luego por ninguno de ellos pudo manifestarse
suficientemente la divinidad de Cristo, a la que compete tener poder
universal sobre todos los milagros.
Contra esto: está que el Señor dice en Jn 5,36: Las obras que el
Padre me ha encomendado hacer, ellas mismas dan testimonio de
mí.
Respondo: Los milagros hechos por Cristo eran
suficientes para dar a conocer su divinidad, por tres motivos:
Primero, por la calidad de las obras, que superaban todo el alcance
del poder creado y, en consecuencia, no podían ser hechas más que por
el poder divino. Y por esta causa el ciego curado decía, en Jn
9,32-33:
Jamás se ha oído que alguien haya abierto los ojos de un
ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no podría hacer
nada.
Segundo, por el modo de hacer los milagros, puesto que los realizaba
como con poder propio, y no orando, como los otros.
Por esto se dice en Lc 6,19 que salía de él una fuerza que sanaba
a todos. Con lo cual se demuestra, como dice Cirilo, que no recibía ningún poder ajeno, sino que, al ser Dios por
naturaleza, manifestaba su propia virtud sobre los enfermos. Y también
por tal motivo hacía milagros innumerables. A lo mismo se debe
que, comentando el pasaje de Mt 8,16 —Expulsaba con su palabra los
espíritus, y curó a todos los enfermos —, diga el
Crisóstomo: Fíjate en la multitud de curados que los
Evangelistas pasan de corrida, sin hablar de cada uno de los curados,
sino presentando en pocas palabras un piélago inefable de
milagros. Y con esto quedaba demostrado que tenía un poder igual
al de Dios Padre, según aquellas palabras de Jn 5,19: Lo que hace
el Padre, eso también lo hace igualmente el Hijo; y a continuación
(v.21): Como el Padre resucita a los muertos y les da la vida, así
también el Hijo da la vida a los que quiere.
Tercero, por la misma doctrina con la que se declaraba Dios, la cual,
de no ser verdadera, no hubiera sido confirmada por milagros hechos
con el poder divino. Y por esto se escribe en Mt 1,27: ¿Qué nueva
doctrina es ésta? Porque manda con poder a los espíritus inmundos, y
le obedecen.
A las objeciones:
1. Esta era la objeción de los
gentiles. Por esto dice Agustín en la Epístola
Ad
Volusianum:
Ninguno de esos indicios de una
majestad tan grande queda claro, dicen, mediante los correspondientes
milagros. Porque esa terrible purificación mediante la cual
expulsaba a los demonios, esto es,
la curación de los débiles, la
vuelta de la vida a los muertos y otras semejantes, bien consideradas,
son poca cosa para Dios. Y a esto responde Agustín:
También nosotros confesamos que los profetas hicieron cosas
semejantes. Pero el mismo Moisés y los demás profetas anunciaron al
Señor Jesús y le tributaron gran gloria. El cual quiso hacer obras
semejantes para que no resultase el absurdo de no hacer El por sí
mismo lo que había hecho por medio de otros. Sin embargo, también El
debió hacer algo propio (como fue):
Nacer de una Virgen, resucitar de entre los muertos, subir a los cielos. El que
piense que esto es poco para Dios, no sé qué más puede reclamar de El.
¿Acaso, después de haberse encarnado, debió crear un mundo diferente,
afín de que creyésemos que fue El mismo quien creó el mundo presente?
Pero, bajo este aspecto, no era posible hacer un mundo mayor ni
tampoco igual a éste;y si lo hubiera hecho menor que éste, hubiera
sido juzgado, de igual modo, como poca cosa.
Sin embargo, las cosas que otros realizaron, las hizo Cristo de modo
más perfecto. Por lo que, comentando el pasaje de Jn 15,24 —si no
hubiera hecho entre ellos obras que no ha hecho ningún otro —,
dice Agustín: Ninguna de las obras de Cristo parece
ser mayor que la resurrección de los muertos, acción que sabemos haber
hecho también los antiguos profetas. Sin embargo, Cristo hizo algunas
cosas que ningún otro realizó. Pero se nos contesta que también otros
hicieron cosas que ni El ni otro realizaron. No obstante, jamás se lee
de ninguno de los antiguos que haya curado tantos vicios, tantos
achaques y tantos sufrimientos con un poder tan excepcional. Y sin
contar que, con su mandato, sanó a cuantos le eran presentados, en
Mc 6,56 se dice: Dondequiera que entraba, en aldeas, pueblos o
ciudades, colocaban a los enfermos en las placas y le pedían tocar
siquiera la orla de su manto, y cuantos lo tocaban, quedaban curados.
Esto no lo hizo en ellos ningún otro. Y así hay que entender la
expresión «en ellos»; no «entre ellos» o «en presencia de ellos», sino
absolutamente «en ellos», porque a ellos los sanó. Y no lo hizo
(así) ningún otro de los que hicieron en ellos tales obras, porque
cualquier otro hombre que las haya hecho, lo hizo obrando El; en
cambio, El hizo esas cosas sin el concurso de ellos.
2. Agustín, exponiendo ese texto
de Jn 14,12, pregunta:
¿Cuáles son esas obras mayores, que
habrán de hacer los que crean en El?
¿Acaso que, cuando éstos
pasan, su sombra sana a los enfermos? Sin duda que es más sanar con la
sombra que con la orla del manto. No obstante, cuando Cristo decía
esto, hacía más estimables los hechos y las obras de sus palabras.
Pues cuando dijo (Jn 14,10):
«El Padre que permanece en mí es
el que realiza las obras», ¿a qué obras se refería sino a las palabras
que estaba pronunciando? Y el fruto de tales palabras era la fe de
quienes le escuchaban. Sin embargo, cuando los discípulos anunciaron
el Evangelio, no fueron tan pocos como ellos los que creyeron, sino
que fueron naciones.
¿No es verdad que,
habiéndose marchado triste de su presencia el rico aquel, lo que éste
no hizo, oyendo a Cristo, lo hicieron, sin embargo, muchos cuando El
hablaba por medio de sus discípulos? He aquí cómo hizo más cuando le
predicaron los creyentes que cuando habló El a los
oyentes.
Todavía se plantea esta dificultad: Las obras mayores aludidas las
realizó por medio de los Apóstoles, y, en cambio, sin referirse sólo a
ellos, añade: «El que cree en mí». Oye, pues: «El que cree en mí, hará
también él las obras que yo hago». Primero las hago yo, después
también las hará él, porque yo las hago para que las haga él. ¿Qué
obras son éstas sino las de hacer un justo de un impío? Esto,
ciertamente, lo realiza Cristo en él, pero no sin él. Yo diría sin
duda de ninguna clase que esto es mayor que crear el cielo y la
tierra, porque «el cielo y la tierra pasarán» (cf. Mt 24,35), pero la salvación y la justificación de los predestinados
permanecerán. Pero los ángeles del cielo son obra de Cristo. ¿Hace
acaso obras mayores que ésta el que coopera con Cristo para su
justificación? Juzgue quien pueda si es mayor obra crear a los justos
que justificar a los impíos. Ciertamente, si una y otra suponen igual
poder, la última es obra de mayor misericordia.
Pero nada nos obliga a pensar que la frase «hará obras mayores que
éstas» abarque todas las obras de Cristo. Tal vez lo dijo refiriéndose
a las obras que entonces hacía. Y entonces realizaba palabras de fe, y
sin duda que predicar palabras de justicia —cosa que El hizo sin
nosotros es menos que justificar al impío, cosa que El hace en
nosotros de tal modo que también nosotros lo hagamos.
3. Cuando una obra particular es
propia de un agente, entonces, a través de tal obra, queda probado el
poder total de ese agente. Por ejemplo, siendo propio del hombre el
razonar, queda demostrado que un hombre es racional por el hecho de
razonar acerca de una cuestión particular. E igualmente, siendo
exclusivo de Dios hacer milagros con su propio poder, quedó
suficientemente probado que Cristo es Dios con cualquiera de los
milagros que hizo por su propio poder.