Artículo 1:
¿Cristo debió predicar sólo a los judíos, o también a los
gentiles?
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Objeciones por las que parece que Cristo debió predicar no sólo a los
judíos, sino también a los gentiles.
1. En Is 49,6 se dice: Poco es que seas mi siervo para levantar
las tribus de Jacob y hacer volver a los restos de Israel; yo te he
hecho luz de las naciones, para que seas mi salvación hasta los
confines de la tierra. Pero Cristo aportó la luz y la salvación
por medio de su enseñanza. Luego parece que hubiera sido poco predicar
sólo a los judíos y no a los gentiles.
2. Como se escribe en Mt 7,29, enseñaba como quien tiene
autoridad. Pero mayor autoridad doctrinal se manifiesta cuando se
instruye a quienes no han oído ninguna enseñanza, como sucedía con los
gentiles. Por eso dice el Apóstol en Rom 15,20: He predicado el
Evangelio donde el nombre de Cristo no era conocido, a fin de no
edificar sobre cimiento ajeno. Luego con mayor razón debió predicar
Cristo a los gentiles que a los judíos.
3. Es más útil instruir a muchos que a uno solo. Ahora
bien, Cristo instruyó a algunos gentiles, como a la mujer samaritana
(Jn 4,7ss) y a la cananea (Mt 15,22ss). Luego parece que con mayor
motivo debió predicar Cristo a la multitud de los gentiles.
Contra esto: está que el Señor, en Mt 15,24, dice: No he sido enviado
más que a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Por
consiguiente, Cristo no debió predicar a los gentiles.
Respondo: Fue conveniente que la predicación de
Cristo, tanto la personal como la hecha por los Apóstoles, se
dirigiese al principio solamente a los judíos. Primero, para mostrar
que con su venida se cumplían las antiguas promesas hechas a los
judíos y no a los gentiles. De donde el Apóstol, en Rom 15,18,
escribe:
Digo que Cristo fue ministro de la circuncisión, es
decir, apóstol y predicador de los judíos,
en honor a la verdad de
Dios, para confirmar las promesas hechas a los padres.
Segundo, para demostrar que su venida procedía de Dios, pues, como se
dice en Rom 13,1, Las cosas que provienen de Dios están en
orden. Este orden debido exigía que la doctrina de Cristo fuese
propuesta primeramente a los judíos, que estaban más cerca de Dios por
la fe y por el culto a un solo Dios y que, por medio de ellos, se
transmitiese a los gentiles, así como también en la jerarquía
celestial las iluminaciones divinas llegan a los ángeles inferiores
mediante los superiores. Por esto, comentando las palabras de Mt 15,24
—no he sido enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de
Israel —, dice Jerónimo': No dice con esto que no haya sido
enviado a los gentiles, sino que primero lo ha sido a
Israel. De donde también en Is 66,19 se lee: De los que se
hayan salvado, es decir, de los judíos, enviaré a los gentiles,
y les anundarán mi gloria.
Tercero, para quitar a los judíos la ocasión de calumniarle. Por
esto, comentando el pasaje de Mt 10,5 —no toméis el camino de los
gentiles —, dice Jerónimo: Convenía que la
venida de Cristo se anunciase primero a los judíos para que no
tuviesen la excusa justificada de decir que ellos rechazaron al Señor
porque envió sus Apóstoles a los gentiles y a los samaritanos.
Cuarto, mediante la victoria de la cruz, mereció el poder y el
dominio sobre las gentes. Por esto se dice en Ap 2,26.28: Al que
venciere le daré potestad sobre las gentes, como yo la recibí de mi
Padre. Y en Flp 2,8ss se dice que, por haberse hecho obediente
hasta la muerte de cruz Dios lo exaltó para que, al nombre de Jesús,
se doble toda rodilla, y toda lengua le confiese. Y éste es el
motivo de que, antes de la pasión, no quisiese predicar su doctrina a
los gentiles; mientras que, después de su pasión, dijo a los
discípulos: Yendo, enseñad a todas las gentes (Mt 28,19). Por
esto, como se lee en Jn 12,20ss, cuando, próxima la pasión, algunos
gentiles quieren ver a Jesús, responde: Si el grano de trigo que
cae en la tierra no muere, permanece solo; pero, si muere, da mucho
fruto. Y como dice Agustín, a propósito de estas
palabras, a sí mismo se llamaba grano, que había de
ser muerto por la infidelidad de los judíos y multiplicado con la fe
de las naciones.
A las objeciones:
1. Cristo fue luz y salvación de
los gentiles por medio de sus discípulos, a quienes envió a predicar a
los paganos.
2. No supone menor potestad, sino
mayor, hacer algo por medio de otros, y no por sí mismo. Y, por esto,
el poder divino se manifestó en Cristo en grado supremo al otorgar a
sus discípulos un poder tan grande para enseñar, que gentes que no
habían oído nada de Cristo se convirtiesen a El.
Y el poder de Cristo en la enseñanza se ve en cuanto a los milagros
con que confirmaba su doctrina; en cuanto a la eficacia para
persuadir; en cuanto a la autoridad del que habla, puesto que lo hacía
como quien tiene poder sobre la ley, cuando decía: Yo os digo
(cf. Mt 5,22.28.34); y también en cuanto a la fuerza de la rectitud
que manifestaba en su vida, exenta de pecado.
3. Como Cristo no debió comunicar,
desde un principio, indiferentemente su doctrina a los gentiles, para
conservar su entrega a los judíos como a pueblo primogénito, de igual
forma no debió rechazar totalmente a los gentiles, para no cerrarles
por completo la esperanza de la salvación. Por esto fueron admitidos
algunos gentiles en particular, debido a la excelencia de su fe y
devoción.
Artículo 2:
¿Debió Cristo predicar a los judíos sin escandalizarlos?
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Objeciones por las que parece que Cristo debió predicar a los judíos
sin escandalizarlos.
1. Porque, como dice Agustín en el libro De agone
christiano, en Jesucristo hombre se nos ofreció
como modelo de vida el Hijo de Dios. Ahora bien, nosotros debemos
evitar el escándalo, no sólo de los fieles, sino también de los
infieles, conforme a las palabras de 1 Cor 10,32: No deis escándalo
a los judíos, ni a los gentiles ni a la Iglesia de Dios. Luego
parece que también Cristo debió evitar el escándalo de los judíos en
su enseñanza.
2. No es propio del sabio comportarse de modo que se impida
el efecto de su labor. Ahora bien, Cristo, al turbar con su enseñanza
a los judíos, impedía el efecto de la misma, pues en Lc 11,53-54 se
dice que, por reprender el Señor a los fariseos y a los escribas, comenzaron a acosarle terriblemente y a hacerle hablar de muchas
cosas, poniéndole lazo y tratando de cogerle por alguna palabra de su
boca, para acusarlo. Luego no parece haber sido conveniente que
los escandalizase con su enseñanza.
3. Dice el Apóstol en 1 Tim 5,1: No reprendas con
dureza al anciano, sino exhórtale como a un padre. Ahora bien, los
sacerdotes y los príncipes de los judíos eran los ancianos de aquel
pueblo. Luego parece que no debían ser reprendidos con
dureza.
Contra esto: está que en Is 8,14 se había profetizado que Cristo seria
piedra de tropiezo y piedra de escándalo para las dos casas de
Israel.
Respondo: La salvación del pueblo debe
preferirse a la paz de cualquier hombre particular. Y, por este
motivo, cuando algunos impiden con su maldad la salvación del pueblo,
no ha de temer su escándalo el predicador o el doctor, a fin de
proveer a la salvación del pueblo. Pero los escribas, los fariseos y
los príncipes de los judíos impedían mucho, con su malicia, la
salvación del pueblo, ya porque se oponían a la doctrina de Cristo,
por la que solamente podía conseguirse la salvación, ya porque con sus
costumbres depravadas corrompían también la vida del pueblo. Y por eso
el Señor, a pesar de su escándalo, enseñaba públicamente la verdad,
que ellos aborrecían, y reprendía sus vicios. Y por eso, en Mt
15,12.14 se lee que, cuando los discípulos dijeron al Señor: ¿Sabes
que los judíos, al oír tus palabras, se han escandalizado?, les
contestó: Dejadlos. Son ciegos y guías de ciegos. Si un ciego guía
a otro ciego, ambos caen en la fosa.
A las objeciones:
1. El hombre debe comportarse de
modo que no escandalice a nadie, para que a ninguno dé ocasión de
ruina con sus hechos o con sus dichos menos rectos. No obstante, si
de la verdad se origina el escándalo, es preferible mantener el escándalo antes que abandonar la verdad, como escribe
Gregorio.
2. La reprensión pública de los
escribas y fariseos por Cristo no impidió, sino que más bien promovió
el efecto de su enseñanza. Porque al quedar al descubierto los vicios
de aquéllos ante el pueblo, éste se apartaba menos de Cristo a causa
de las palabras de los escribas y los fariseos, que se oponían siempre
a la enseñanza de Cristo.
3. Esa sentencia del Apóstol debe
entenderse respecto de aquellos ancianos que no lo son sólo por la
edad o por la autoridad, sino también por la honestidad, conforme a
aquel pasaje de Núm 11,16: Reúneme setenta hombres entre los
ancianos de Israel, de los que tú sabes que son áncianos del
pueblo. Pero si convierten la autoridad de su ancianidad en
instrumento de malicia, pecando públicamente, deben de ser reprendidos
abiertamente y con dureza, como lo hizo Daniel: Envejecido en la
maldad, etcétera (Dan 13,52).
Artículo 3:
¿Cristo debió enseñar públicamente toda su doctrina?
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Objeciones por las que parece que Cristo no debió enseñar
públicamente toda su doctrina.
1. Leemos que enseñó muchas cosas aparte a sus discípulos, como es
evidente en el sermón de la Cena (cf. Jn 13). Por lo que también en Mt
10,27 dijo: Lo que habéis oído en secreto, será proclamado desde
los terrados (cf. Lc 12,3). Luego no enseñó públicamente toda su
doctrina.
2. Las profundidades de la sabiduría no deben exponerse más
que a los perfectos, según palabras de 1 Cor 2,6: Hablamos de
sabiduría entre los perfectos. Ahora bien, la doctrina de Cristo
encerraba una sabiduría profundísima. Luego no debía ser comunicada a
una multitud imperfecta.
3. Es lo mismo ocultar una verdad con el silencio que con
palabras oscuras. Pero Cristo, con palabras oscuras, ocultaba a las
turbas la verdad que predicaba, puesto que no les hablaba sin
parábolas, como se dice en Mt 13,34. Luego, por la misma razón,
podía ocultárselas con el silencio.
Contra esto: está lo que dice él mismo en Jn 18,20: No he hablado
nada a escondidas.
Respondo: La doctrina de uno puede ser oculta
de tres modos. Primero, en cuanto a la intención del docente, que se
propone no manifestar su doctrina a muchos, sino más bien ocultarla. Y
esto puede acontecer de dos maneras. Unas veces, por la envidia del
propio docente, que quiere descollar por su ciencia, y por ello no
quiere comunicarla a los demás. Esto no sucedió en Cristo, puesto que
en su nombre se dice en Sab 7,13:
Con sencillez la aprendí,y sin
envidia la comunico, y no oculto su belleza.
Otras veces acontece esto por la inmoralidad de las cosas que se
enseñan; como dice Agustín, In loann., hay
cosas malas que no puede soportar la decencia
humana. Por esto, de la doctrina de los herejes se dice en Prov
9,17: Las aguas robadas son más dulces. Pero la doctrina de
Cristo no procede del error ni de la impureza (cf. 1 Tes 2,3).
Y, por este motivo, dice el Señor en Mt 4,21: ¿Acaso se trae una
lámpara, esto es, una doctrina verdadera y honesta, para
colocarla debajo del celemín?
Segundo, una doctrina puede calificarse de oculta porque se propone a
pocos. Y, de este modo, Cristo tampoco enseñó nada a escondidas,
porque exponía toda su doctrina, bien a todo el pueblo, bien a todos
sus discípulos. De donde escribe Agustín In loann.: ¿Quién habla a escondidas cuando habla en presencia de tantos hombres?
¿ Y más cuando, hablando a pocos, quiere que, por medio de ellos, sea
conocida por muchos?
Tercero, una doctrina resulta oculta en cuanto a la manera de
enseñarla. Y, en este aspecto, Cristo ocultaba algunas cosas a las
muchedumbres al servirse de las parábolas para anunciar misterios
espirituales, que no eran capaces o dignos de captar. Y, no obstante,
les resultaba más provechoso recibir así, bajo el velo de las
parábolas, la doctrina espiritual que ser totalmente privados de la
misma. Sin embargo, el Señor exponía a sus discípulos la verdad clara
y desnuda de las parábolas de modo que, por medio de ellos, llegase a
otros, que serían capaces, según aquellas palabras de 2 Tim 2,2: Cuanto me has oído en presencia de muchos testigos, confíalo a hombres
fieles, que también serán capaces de instruir a otros. Y esto está
simbolizado en Núm 4,5ss, cuando se ordena que los hijos de Aarón
envuelvan los vasos del santuario, que los levitas debían transportar
envueltos.
A las objeciones:
1. Como escribe Hilario
In
Matth., exponiendo el pasaje aducido,
no leemos
que el Señor acostumbrase a conversar por las noches, ni que enseñase
su doctrina en las tinieblas; pero lo dice porque todos sus discursos
son tinieblas para los hombres carnales, y sus palabras resultan noche
para los infieles. Y así, lo dicho por El debe anunciarse entre los
infieles con la libertad de la fe y de la confesión de la
misma.
O, según Jerónimo, el Señor se sirve de la
comparación, porque los enseñaba en un pequeño lugar de Judea,
lugar que resultaba mínimo en comparación con todo el mundo, en el que
la doctrina de Cristo había de ser revelada mediante la predicación de
los Apóstoles.
2. El Señor no manifestó, con su
enseñanza, todo lo profundo de su sabiduría; y no sólo a las turbas,
sino tampoco a sus discípulos, a quienes adoctrinó en Jn 16,12: Muchas cosas tengo aún que deciros, pero ahora no podéis con
ellas. Sin embargo, cuando creyó digno comunicarles su sabiduría,
no se lo enseñó a escondidas, sino en público, aunque no todos lo
entendiesen. Por lo cual dice Agustín In loann.: Cuando el Señor dijo: Abiertamente he hablado al mundo, hay
que entender que es como si hubiera dicho: Muchos me han oído. Y,
por otra parte, no era abiertamente, porque no entendían.
3. El Señor hablaba en parábolas a
las turbas, como acabamos de decir (en la sol.), porque no eran dignas
ni aptas para recibir la verdad desnuda que exponía a los
discípulos.
La expresión no les hablaba sin parábolas (Mt 13,34), según el
Crisóstomo, debe entenderse del discurso de las
parábolas, porque otras veces hablaba a las turbas de muchas cosas sin
parábolas. O, según Agustín, en el libro De quaest. evang., se
hace esa afirmación no porque no hablase nada en sentido propio,
sino porque apenas pronunció un sermón en que no expresase algo
mediante alguna parábola, aunque incluyese en él algunas cosas en
sentido propio.
Artículo 4:
¿Debió Cristo exponer su doctrina por escrito?
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Objeciones por las que parece que Cristo debió exponer su doctrina
por escrito.
1. La escritura se inventó para conservar el recuerdo de la doctrina
en el futuro. Ahora bien, la doctrina de Cristo debía durar por
siempre, según palabras de Lc 21,33: El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán. Luego parece que Cristo debió poner
por escrito su doctrina.
2. La ley antigua precedió a Cristo como figura suya,
conforme a lo escrito en Heb 10,1: La ley contiene una sombra de
los bienes futuros. Pero la ley antigua fue escrita por Dios,
según Ex 24,12: Te daré dos tablas de piedra, y la ley y los
mandamientos que he escrito. Luego parece que
asimismo Cristo debió escribir su doctrina.
3. A Cristo, que había venido a iluminar a los que
viven en tinieblas y en sombra de muerte —como se dice en Lc
1,79—, competía eliminar la ocasión del error y abrir el camino de la
fe. Ahora bien, hubiera hecho esto poniendo por escrito su doctrina,
pues dice Agustín, en I De comensu evang., que
algunos se plantean esta cuestión: ¿Por qué el Señor no escribió
nada, de modo que tengamos que creer a otros que escribieron acerca de
Él? Esto preguntan, sobre todo, aquellos paganos que no se atreven a
culpar a Cristo o a blasfemar de Él, y que le atribuyen una altísima
sabiduría, pero como a puro hombre. Y afirman que sus discípulos lo
exaltan por encima de lo que era en realidad, hasta el extremo de
llamarle Hijo de Dios y Verbo de Dios, por el cual ha sido hecho
todo. Y después añade: Da la impresión de que
éstos hubieran estado dispuestos a creer lo que hubiera escrito Él de
sí mismo, pero no lo que otros, a su voluntad, predican de Él.
Luego parece que el propio Cristo debió consignar su doctrina por
escrito.
Contra esto: está que el Canon de la Sagrada Escritura no
contiene ningún libro escrito por Él.
Respondo: Fue conveniente que Cristo no
consignase por escrito su doctrina. Primero, por su propia dignidad. A
más excelente doctor corresponde más excelente modo de enseñar. Y, por
eso, a Cristo, como a doctor supremo, le competía este modo, para que
imprimiese su doctrina en los corazones de los oyentes. Esta es la
razón de que en Mt 7,29 se diga que
los enseñaba como quien tiene
autoridad. Por esto, también entre los gentiles, Pitágoras y
Sócrates, que fueron doctores excepcionales, no quisieron escribir
nada. Los escritos se ordenan a imprimir la doctrina en los corazones
de los lectores, como a su fin.
Segundo, por la excelencia de la doctrina de Cristo, imposible de
encerrarse en un escrito, conforme a aquellas palabras de Jn 21,25: Hay además otras muchas cosas que hizo Jesús, que, si se escribiesen
una por una, pienso que ni el mundo entero bastaría para contener los
libros que sería preciso escribir. Como dice Agustín, no hay que pensar que el mundo no podría contenerlos localmente, sino que la capacidad de los lectores sería insuficiente para comprenderlos. Si, pues, Cristo hubiera consignado su doctrina por escrito, los hombres hubiesen pensado que no tenía otra más alta que la escrita.
Tercero, para que su doctrina pasase ordenadamente de Él a todos, de
este modo: Él enseñó inmediatamente a sus discípulos, y éstos
aleccionaron a los demás de palabra y por escrito. En cambio, de haber
escrito Él mismo, su doctrina hubiera llegado inmediatamente a todos.
De donde también a propósito de la Sabiduría se escribe, en Prov 9,3,
que envió sus doncellas a invitar a lo más alto de la
ciudad.
Es preciso saber, sin embargo, que, como escribe Agustín en I De
consensu evang., algunos gentiles pensaron que
Cristo escribió algunos libros que contenían fórmulas mágicas,
mediante las cuales hacía los milagros. La doctrina cristiana condena
tales interpretaciones. Pero los que afirman haber leído tales
libros, son incapaces de hacer nada de lo que admiran como hecho
mediante tales libros. Por juicio divino yerran también de tal modo
los que sostienen que tales libros iban dirigidos, en forma de carta,
a Pedro y Pablo, porque en muchos lugares vieron a éstos pintados
junto con Cristo. Y no es maravilla que se hayan dejado engañar por
los pintores que inventan esto, porque en todo el tiempo que Cristo
vivió en carne mortal con sus discípulos, todavía no figuraba Pablo
entre ellos.
A las objeciones:
1. Como escribe Agustín, en el
mismo libro, Cristo es cabeza de todos sus
discípulos como miembros que son de su cuerpo. Y así, cuando ellos
escribieron lo que El manifestó y enseñó, no se puede decir que El no
escribió, puesto que sus miembros realizaron lo que, al dictado de la
cabeza, entendieron. Todo cuanto El quiso que nosotros leyésemos sobre
sus obras y sus palabras, ordenó que fuera escrito por ellos como por
sus propias manos.
2. La ley antigua fue dada en
imágenes sensibles, y por eso fue escrita acertadamente con signos
sensibles. Pero la doctrina de Cristo, que es ley del espíritu de
vida (cf. Rom 8,2), debió ser escrita no con tinta, sino con el
Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en las tablas de
carne del corazón, como dice el Apóstol en 2 Cor
3,3.
3. Los que se niegan a dar fe a lo
que los Apóstoles escribieron de Cristo, tampoco hubieran creído los
escritos del propio Cristo, de quien opinan que hizo los milagros por
artes mágicas.