Artículo 1:
¿Le conviene a Cristo orar?
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Objeciones por las que parece que el orar no le conviene a
Cristo.
1. Como dice el Damasceno I la oración es la petición a Dios de las
cosas convenientes. Ahora bien, al poder hacer Cristo todas las
cosas, parece que no le conviene pedir nada a nadie. Luego da la
impresión de que el orar no le conviene a Cristo.
2. No es oportuno pedir en la oración lo que sabe uno con
certeza que va a suceder; no pedimos, por ejemplo, que mañana salga el
sol. Ni tampoco conviene pedir en la oración lo que se sabe
ciertamente que no sucederá en modo alguno. Ahora bien, Cristo conocía
el futuro de todas las cosas. Luego no le convenía pedir cosa alguna
en la oración.
3. Escribe el Damasceno en el libro III
que la oración es la ascensión de la mente hacia Dios. Ahora
bien, la mente de Cristo no necesitaba de ascensión hacia Dios, porque
su inteligencia estaba siempre unida a Dios, no sólo por la unión
hipostática, sino también por el gozo de la bienaventuranza. Luego el
orar no le convenía a Cristo.
Contra esto: está lo que leemos en Lc 6,12: Aconteció por aquellos
días que salió hacia la montaña para orar, y pasaba la noche orando a
Dios.
Respondo: Como se explicó en la
Segunda
Parte (
2-2 q.83 a.1 y
2), la oración es una exposición ante Dios
de nuestra propia voluntad, a fin de que la satisfaga. Por
consiguiente, si en Cristo sólo existiese la voluntad divina, no le
competería en modo alguno el orar, porque la voluntad divina cumple
por sí misma lo que desea, según Sal 134,6:
El Señor hizo cuanto
quiso. Pero, por haber en Cristo una voluntad humana, además de la
divina, y por no ser aquella capaz de realizar lo que quiere sino
mediante la voluntad divina, síguese que a Cristo en cuanto hombre, y
por tener voluntad humana, le compete el orar.
A las objeciones:
1. Cristo podía hacer todo lo que
quería en cuanto Dios, pero no en cuanto hombre, pues, como hemos
dicho (
q.13 a.1), en cuanto hombre no gozaba de la omnipotencia. Y, no
obstante, siendo Dios y hombre, quiso presentar sus oraciones al
Padre, no como si fuese impotente, sino para instruirnos a nosotros.
Y, en primer lugar, para demostrar que venía del Padre. Por eso dice
en Jn 11,42:
Lo he dicho por el pueblo que me rodea (se refiere
a su oración precedente),
para que crean que tú me has enviado.
Por lo cual escribe Hilario en el libro X
De Trin.:
No tuvo necesidad de la oración; oró en favor nuestro, para que no lo ignorásemos como Hijo. Después, para darnos ejemplo. De ahí que diga Ambrosio
In Luc.: No tengas unos oídos insidiosos, pensando que el Hijo de Dios oraba como quien carece de fuerzas, a fin de pedir lo que él mismo no podía realizar. Creador del poder, maestro de la obediencia, nos informa con su ejemplo en relación a lo que prescribe la virtud. Por eso escribe también Agustín en su
In loann.:
Podía el Señor, en su forma de siervo, orar en silencio, si fuera necesario. Pero quiso presentarse al Padre como orante, a fin de recordar que era nuestro Maestro.
2. Entre las cosas futuras que
Cristo conoció, estaban aquellas que habían de acontecer gracias a su
oración. Y, de este modo, no hay ningún inconveniente en que lo
pidiese a Dios.
3. La ascensión no es otra cosa
que un movimiento hacia lo que está arriba. Pero el movimiento, como
se escribe en el libro III De An., se denomina
tal de dos modos: uno, en sentido propio, cuando implica paso de la
potencia al acto, en cuanto es el acto de un ser imperfecto. Y,
en este sentido, el ascender le compete a aquel ser que está en
potencia, y no en acto, respecto de lo alto. En este aspecto, como
dice el Damasceno, el entendimiento humano de Cristo
no necesita de ninguna ascensión hacia Dios, pues siempre está unido a
El en su ser personal y por su contemplación bienaventurada. Otro,
en cuanto que el movimiento es el acto de un ser perfecto, es
decir, que existe en acto, al modo en que llamamos un cierto
movimiento al entender y al sentir. Y, de este modo, el entendimiento
de Cristo siempre está en ascensión hacia Dios, porque siempre le
contempla como algo que está por encima de él.
Artículo 2:
¿Le compete a Cristo orar según su apetito sensible?
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Objeciones por las que parece que a Cristo le compete orar según su
apetito sensible.
1. Refiriéndose a Cristo, se dice en Sal 83,3: Mi corazón y mi
carne han saltado de gozo por el Dios vivo. Pero se llama
sensibilidad al apetito de la carne. Luego la sensibilidad de Cristo
pudo elevarse hasta el Padre mediante el gozo y, por una razón
semejante, pudo hacerlo por medio de la oración.
2. El orar parece ser propio de aquel que desea lo que se
pide. Ahora bien, Cristo pidió algo deseado por su sensibilidad cuando
exclamó: Pase de mí este cáliz. Luego el apetito sensible de
Cristo oró.
3. Es más noble estar unido a Dios personalmente que
elevarse hasta El por la oración. Pero el apetito sensitivo fue
asumido por Dios en la unidad de la persona, como lo fue cualquier
otra parte de la naturaleza humana. Luego, con mucha mayor razón, pudo
elevarse hasta Dios por medio de la oración.
Contra esto: está que en Flp 2,7 se dice que el Hijo de Dios, conforme a
la naturaleza que asumió, se hizo semejante a los hombres. Pero
los demás hombres no oran con el apetito sensitivo. Luego tampoco
Cristo oró con su sensibilidad.
Respondo: Orar con la sensibilidad puede
entenderse de dos modos: uno, tomando la oración como un acto de la
sensibilidad. Y, tomada en este sentido, Cristo no oró con su apetito
sensible, porque su sensibilidad fue de la misma naturaleza que la
nuestra. Ahora bien, nuestra sensibilidad no puede orar por dos
razones: primera, porque el movimiento de la sensibilidad no puede
rebasar el ámbito de lo sensible, y por lo mismo no puede ascender
hasta Dios, lo cual es un requisito para la oración; segunda, porque
la oración lleva consigo un cierto orden en el sentido de que alguien
desea una cosa en cuanto que debe ser realizada por Dios; y esto sólo
es propio de la razón. De ahí que la oración sea un acto de la razón,
como ya expusimos en la
Segunda Parte (2-2 q.83 a.1).
Otro modo de entender el orar con la sensibilidad consiste en que la
razón, al orar a Dios, le exponga los deseos del propio apetito
sensitivo. Y, en este aspecto, Cristo oró con su sensibilidad en
cuanto que su oración, a modo de abogada de su sensibilidad, expresaba
los deseos de ésta. Y Cristo lo hizo así para instruirnos sobre tres
cosas: primera, para demostrar que había asumido una naturaleza humana
verdadera con todas sus inclinaciones naturales; segunda, para
hacernos ver que al hombre le es lícito, conforme a
sus sentimientos naturales, querer algo que Dios no quiere; tercera,
para probar que el hombre debe subordinar sus propios deseos a la
voluntad divina. Por eso dice Agustín en el Enchir.: Así Cristo, comportándose como hombre, manifestó su voluntad humana particular, al decir: Pase de mí este cáliz (Mt 26,39). Era su voluntad humana la que quería algo propio y como privado. Mas, porque quiere ser un hombre recto y dirigirse hacia Dios, añade: Sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú (Mt 26,39), como si dijera: Mírate en mí, porque puedes querer una cosa propia, aun cuando Dios quiera otra.
A las objeciones:
1. La carne salta de gozo por el
Dios vivo, no por un acto de la carne que suba hacia Dios, sino por
una redundancia del corazón en la carne, en cuanto que el apetito
sensitivo sigue al movimiento del apetito racional.
2. Aunque el apetito sensitivo
quisiera lo que pedía la razón, no competía, sin embargo, a la
sensibilidad pedirlo por la oración, sino que competía a la razón,
como se ha dicho (en la sol.).
3. La unión personal se realiza en
el ser personal, que pertenece a todas las partes de la naturaleza
humana. Pero la ascensión de la oración se produce mediante un acto
que sólo pertenece a la razón, como queda dicho (en la sol.). Por
tanto, no hay paridad de razones.
Artículo 3:
¿fue conveniente que Cristo orase por sí mismo?
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Objeciones por las que parece no haber sido conveniente que Cristo
orase por sí mismo.
1. Dice Hilario en el libro X De Trin.: No
siendo de provecho para él las palabras de la oración, oraba, sin
embargo, para utilidad de nuestra fe. Así pues, parece que Cristo
no oró por sí mismo, sino por nosotros.
2. Nadie ora más que por lo que desea, porque, como queda ya
dicho (
a.1), la oración es una exposición de la propia voluntad con la
intención de que Dios la sacie. Ahora bien, Cristo quería padecer lo
que, de hecho, padecía, pues dice Agustín en el libro XXVI
Contra
Faust.:
El hombre ordinariamente, aunque no
quiera, se aflige; aunque no lo quiera, duerme; aunque no lo quiera,
tiene hambre y pasa sed. Él, en cambio, esto es, Cristo,
pasó
por todas esas experiencias porque quiso. Luego no le competía
orar por sí mismo.
3. Escribe Cipriano en el libro De oratione
dominica: El Maestro de la paz y de la unidad no
quiso que se hiciese oración particular y privadamente, a fin de que,
al orar, no lo haga uno sólo por sí mismo. Pero Cristo cumplió lo
que enseñó, según Act I,I: Jesús comenzó a hacer y enseñar.
Luego Cristo no oró nunca por sí solo.
Contra esto: está lo que el propio Señor dice, orando, en Jn 17,1: Glorifica a tu Hijo.
Respondo: Cristo oró por sí mismo de dos modos:
primero, expresando los deseos de su sensibilidad, como antes hemos
dicho (
a.2), o también de su voluntad natural, como cuando pidió que
se alejase de él el cáliz de la pasión (Mt 26,39). Segundo, exponiendo
los deseos de su voluntad deliberada o racional, por ejemplo cuando
pidió la gloria de la resurrección. Y lo hizo con razón. Como hemos
dicho (
a.1 ad 1), Cristo quiso servirse de la oración a su Padre para
darnos ejemplo de oración y para demostrar que su Padre es el autor
del cual procede El desde la eternidad, según su naturaleza divina, y
del que también recibe todo bien según su naturaleza humana. Pero así
como su naturaleza humana poseía ya algunos bienes recibidos del
Padre, así también esperaba recibir de Él otros que aún no tenía. Y
por eso, así como daba gracias al Padre por los beneficios recibidos
ya en su humanidad, reconociéndole como autor de los mismos, como se
deduce de Mt 26,27 y Jn 11,41, de modo semejante pedía al Padre, por
medio de la oración, los bienes que faltaban a su humanidad, v.gr. la
gloria del cuerpo y otros por el estilo, para reconocerle asimismo
como autor de los mismos. Y también en esto nos dio ejemplo para que
agradezcamos los bienes recibidos y pidamos en la oración los que aún
no poseemos.
A las objeciones:
1. Hilario habla de la oración
vocal, que Cristo no necesitaba, y que sólo era necesaria por nuestra
causa. Por eso dice claramente que las palabras de la oración no
eran de provecho para él. Pero si Dios escucha el deseo de los
pobres, como se lee en Sal 9,17, la sola voluntad de Cristo tiene
un poder intercesor mucho mayor ante el Padre. Por eso decía Él en Jn
11,42: Yo sé que siempre me escuchas, pero lo he dicho por la
multitud que me rodea, a fin de que crean que tú me has
enviado.
2. Cristo quería padecer lo que en
aquellos momentos padecía; pero, sin embargo, deseaba que, después de
la pasión, su cuerpo consiguiese la gloria que aún no tenía. Y tal
gloria la esperaba del Padre como autor de la misma. Y, por tanto, era
conveniente que se la pidiese a Él.
3. La misma gloria que Cristo
pedía para sí por medio de la oración, pertenece a la salvación de los
demás, según la expresión de Rom 4,25: Resucitó para nuestra
justificación. Y, por eso, la oración que hacía por sí mismo era,
en cierto modo, una oración en favor de todos los demás. Lo mismo que
también cualquier hombre que pida a Dios un bien con el fin de
utilizarlo en favor de los demás, no ora sólo por sí mismo, sino
también por los otros.
Artículo 4:
¿Fue siempre escuchada la oración de Cristo?
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Objeciones por las que parece que la oración de Cristo no fue siempre
escuchada.
1. Pidió que el cáliz de la pasión se apartase de él, como es claro
por Mt 26,39; pero tal cáliz no se apartó. Luego parece que no toda
oración suya fue escuchada.
2. Oró para que fuese perdonado el pecado de los que le
crucificaban, como es notorio en Lc 23,34. Sin embargo, tal pecado no
fue perdonado a todos, puesto que los judíos fueron castigados a causa
del mismo. Luego parece que no toda oración suya fue
escuchada.
3. El Señor oró por aquellos que habían de creer en Él
mediante la palabra de los Apóstoles, para que en él todos fuesen
uno, y para que llegasen a morar con él (Jn 17,20.21.24). Pero no
todos logran esto. Luego no todas sus oraciones fueron
escuchadas.
4. En Sal 21,3 se dice, pensando en Cristo: Clamaré de
día, y no me escucharás. Luego no toda oración suya fue
escuchada.
Contra esto: está lo que dice el Apóstol en Heb 5,7: Habiendo
ofrecido oraciones y súplicas con poderoso clamor y con lágrimas, fue
escuchado por su reverencial temor.
Respondo: Como hemos afirmado (
a.1), la oración
es, en cierto modo, la intérprete de la voluntad humana. Se tiene por
escuchada la oración de alguien cuando se cumple su voluntad. Ahora
bien, la voluntad absoluta del hombre es la voluntad racional, pues
queremos de verdad lo que queremos de acuerdo con la deliberación de
la razón. En cambio, lo que queremos por un impulso de la
sensibilidad, o también por un movimiento de la voluntad espontánea,
la considerada como naturaleza, no lo queremos de forma absoluta, sino
relativa, esto es, si no hay algún inconveniente por parte de la
deliberación de la razón. Por lo que tal voluntad debe llamarse
mejor
veleidad que voluntad absoluta: es a saber, porque el
hombre querría tal cosa si no se opusiese tal otra.
Con la voluntad racional, Cristo no quiso nada fuera de lo que sabía
que también era querido por el Padre. Y por eso toda voluntad absoluta
de Cristo, incluso la humana, se cumplió, porque fue conforme con
Dios; y, en consecuencia, toda oración suya fue escuchada. En este
sentido también son satisfechas las oraciones de los otros, por
expresar unos deseos que están conformes con Dios, de acuerdo con lo
que se escribe en Rom 8,27: El que escudriña los corazones
conoce, es decir, aprueba lo que desea el Espíritu, esto
es, lo que hace desear a los santos, porque según Dios, es
decir, conforme a la voluntad divina, intercede por los
santos'.
A las objeciones:
1. Los Santos Padres explican de
diversos modos la súplica acerca de la traslación del
cáliz. Hilario, en
Super Mt., comenta:
Cuando pide que el cáliz pase de él, no suplica ser eximido del mismo, sino que lo que pasa por él redunde en otros. Y, por tanto, ruega por aquellos que habían de sufrir después de él, de modo que el sentido sea éste: así como bebo yo el cáliz de la pasión, así también bébanlo los otros, sin fallar en la esperanza, sin sentimiento por el dolor, sin miedo a la muerte.
Jerónimo, en cambio, escribe: Dice
expresamente «este cáliz», esto es, el proveniente del pueblo
judío, pues, si me mata, no podrá tener la excusa de la ignorancia, ya
que posee la Ley y los Profetas, que me anuncian.
Por su parte, Dionisio de Alejandría expone: El
decir «pase de mí este cáliz» no equivale a decir: no me
sobrevenga, pues, de no llegarle, no sería posible que pasase. Mas así
como lo que pasa de largo no es ni nocivo ni permanente, así el
Salvador suplica que sea apartada la prueba que cae ligeramente sobre
él.
Ambrosio, Orígenes y el
Crisóstomo dicen que pidió como hombre que rehuye la
muerte con su voluntad natural.
Así pues, si entendemos con Hilario que pidió que los otros mártires
imitasen su pasión, o que el temor de beber el cáliz no le alterase, o
que la muerte no le detuviese, entonces se cumplió totalmente lo que
pidió. En cambio, si entendemos haber pedido no beber el cáliz de la
pasión y la muerte, o no beberlo de manos de los judíos, entonces no
se cumplió lo que él pidió, porque su razón, que formuló la petición,
no quería que esto se cumpliese; sino que, con miras a nuestra
instrucción, quería manifestarnos su voluntad natural y el impulso de
su sensibilidad, cosas que poseía como hombre.
2. El Señor no oró por todos los
que le crucificaban, ni tampoco por todos los que habían de creer en
él, sino sólo por aquellos que estaban predestinados a conseguir la
vida eterna por medio de él.
3. Con esto queda también resuelta la tercera dificultad.
4. Cuando dice: Clamaré y no me
escucharás, hay que entenderlo como referido al deseo de su
sensibilidad, que rehuía la muerte. Pero es escuchado en cuanto al
deseo racional, como queda dicho (en la sol.).