Artículo 1:
¿Consiste el sacrilegio en la violación de una cosa
sagrada?
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Objeciones por las que parece que el sacrilegio no es la violación de
una cosa sagrada.
1. Porque leemos en el Decreto XVII, q.4: Cometen sacrilegio los que discuten las decisiones del príncipe,
poniendo en duda que la persona por él elegida sea digna del honor que
le concede. Pero esto nada tiene que ver con las cosas sagradas.
Luego, según parece, el sacrilegio no importa violación de las cosas
sagradas.
2. Se añade allí mismo que si alguien permite
a los judíos el ejercicio de cargos públicos, sea excomulgado como
sacrilego. Pero los cargos públicos parece que no guardan ninguna
relación con las cosas sagradas. Luego el sacrilegio, según parece, no
implica la violación de una cosa sagrada.
3. Mayor es el poder de Dios que el de los hombres. Pero
las cosas sagradas reciben del poder de Dios su santidad. Luego no
pueden ser violadas por los hombres; y, por consiguiente, no parece
ser el sacrilegio la violación de una cosa sagrada.
Contra esto: está el que San Isidoro, en el libro Etymol., dice que se llama a uno sacrilego
porque coge, es decir, porque roba las cosas sagradas.
Respondo: Que, como consta por lo ya explicado
(
1-2 q.101 a.4), la causa por la que se llama a las cosas sagradas es
porque están destinadas al culto divino. Y así como por el orden de
cualquier cosa a un fin bueno participa de la bondad del mismo, de
manera similar, por el hecho de destinar una cosa al culto de Dios, se
hace de ella algo divino, y se le debe, por este motivo, cierta
reverencia, que, en última instancia, se refiere a Dios. Por
consiguiente, todo lo que implica irreverencia a las cosas sagradas es
injuria que se hace a Dios, y constituye un sacrilegio.
A las objeciones:
1., según dice el Filósofo en
I Ethic., el bien común de la nación es algo
divino. Por eso en la antigüedad llamaban a los rectores de la
república divinos, cual si fueran los ministros de la divina
Providencia, según el texto aquel de Sab 6,3: A pesar de ser los
ministros de su reino, no juzgasteis con rectitud. Y así, dando a
la palabra un sentido más amplio, sacrilegio se llama, por analogía, a
lo que es signo de irreverencia hacia el príncipe, por ejemplo, el
poner en tela de juicio, por lo que a sus decisiones se refiere, si
conviene o no conviene obedecerlas.
2. El pueblo cristiano es un
pueblo santificado por la fe y los sacramentos de Cristo, según
aquellas palabras de 1 Cor 6,11: Pero vosotros habéis sido
lavados, habéis sido santificados. Por el mismo motivo, en 1 Pe
2,9 se nos dice: Vosotros sois linaje elegido, sacerdocio regio,
nación santa, pueblo rescatado. Según esto, cuanto supone una
ofensa al pueblo cristiano, por ejemplo, el poner al frente de él a
infieles, constituye falta de respeto hacia una cosa sagrada. Con
razón, pues, se lo llama sacrilegio.
3. Se toma aquí la palabra violación en sentido amplio, por cualquier clase de
irreverencia o deshonor. Y así como, conforme leemos en I
Ethic., el honor está en la persona que
honra, no en la que es honrada, de igual modo también la
irreverencia se encuentra en quien falta al respeto, aunque no haga
daño alguno a la persona que ultraja. Por consiguiente, el sacrilego,
en lo que está de su parte, viola una cosa sagrada, aunque la cosa en
realidad no sea violada.
Artículo 2:
¿Constituye el sacrilegio un pecado especial?
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Objeciones por las que parece que el sacrilegio no es un pecado
especial.
1. Porque leemos en el Decreto: Cometen
sacrilegio los que pecan contra la santidad de la ley divina por
ignorancia o la violan y faltan contra ella por negligencia. Ahora
bien: esto es lo propio de todo pecado; pues pecado es, como
dice San Agustín (XXII Contra Faustum), toda
palabra, obra o deseo contrarios a la ley de Dios. Luego el
sacrilegio es un pecado general.
2. Ningún pecado especial va incluido como elemento en
géneros diversos de pecados. Pero el sacrilegio va incluido en
diversos géneros de pecados, por ejemplo, en el de homicidio, si
alguien mata a un sacerdote; en el de lujuria, si se viola a una
virgen consagrada o a una mujer cualquiera en lugar sagrado; en el de
hurto, si alguien roba una cosa consagrada. Luego el sacrilegio no es
un pecado especial.
3. Todo pecado especial se encuentra a veces aislado del
resto de los pecados, como, a propósito de la injusticia especial,
dice el Filósofo en el V
Ethic.. Pero el
sacrilegio, según parece, nunca se halla aislado de los otros, sino
que va siempre adjunto, unas veces al hurto, otras al homicidio, como
antes dijimos (
a.2). Luego no es un pecado especial.
Contra esto: está el que se opone a una virtud especial, es decir, a la
religión, cuyo objeto es reverenciar a Dios y a las cosas santas. Por
consiguiente, el sacrilegio es un pecado especial.
Respondo: Que donde hay una razón especial de
deformidad, allí necesariamente hay un pecado especial, pues las cosas
se especifican atendiendo a su razón formal, no a su materia o sujeto.
Ahora bien: en el sacrilegio hallamos una razón especial de
deformidad, porque con él se viola una cosa sagrada al no tratarla con
el debido respeto. Por consiguiente, es un pecado especial, y se opone
a la religión, pues, como dice el Damasceno (libro IV),
la púrpura convertida en ornamento regio es honrada y glorificada,
de tal suerte que, si alguien se atreve a perforarla, tiene pena de
muerte, como si hubiera atentado contra el rey. Así también, si
uno viola una cosa sagrada, va en contra por eso mismo de la
reverencia a Dios debida y peca, por consiguiente, con pecado de
irreligiosidad.
A las objeciones:
1. Se dice que cometen
sacrilegio contra la santidad de la ley de Dios quienes la impugnan,
como los herejes y blasfemos. Estos, por no creer en
Dios, incurren en pecado de infidelidad; pero incurren
además en sacrilegio por adulterar las palabras de la ley
divina.
2. Nada impide el que una
razón especial de pecado se encuentre en más de un género de pecados,
siempre que se ordenen todos ellos al fin de uno, caso que se da
igualmente en las diversas virtudes imperadas por una sola virtud.
Según esto, sea cual fuere el género del pecado cometido contra la
reverencia debida a las cosas sagradas, se comete formalmente pecado
de sacrilegio, aunque se trate materialmente de géneros diversos de
pecados.
3. El sacrilegio se encuentra
aislado a veces de otros pecados, por no tener otra deformidad en
tales casos que la de violar una cosa sagrada, por ejemplo, cuando un
juez saca por la fuerza de un lugar sagrado a un reo a quien podría
apresar licitamente en cualquier otro sitio.
Artículo 3:
¿Se distinguen las especies de sacrilegio por razón de las cosas
sagradas?
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Objeciones por las que parece que las especies de sacrilegio no se
distinguen por razón de las cosas sagradas.
1. Porque las diferencias materiales no diversifican una especie de
otra mientras sea una misma la razón formal. Pero en la violación de
cualquier cosa sagrada parece que la razón formal del pecado es
siempre la misma y que hay únicamente diversidad material. Luego esto
no justifica el que haya diversas especies de sacrilegio.
2. Parece imposible el que varias cosas sean de una misma
especie aunque difieran específicamente entre sí. Pero el homicidio,
el hurto y la unión sexual ilícita son diversas especies de pecados.
Luego no es posible que constituyan una misma especie de sacrilegio.
Por consiguiente, parece que la división del sacrilegio en especies se
funda en la distinción específica de otros pecados y no en la
diversidad de las cosas sagradas.
3. También a las personas consagradas se las considera
como cosas sagradas. Por consiguiente, si constituyera una especie de
sacrilegio la violación de una persona sagrada, seguiríase de ello que
todo pecado que ella cometiese sería un sacrilegio, porque todo pecado
viola la persona de quien lo comete. Por tanto, la distinción en
especies del sacrilegio no depende de la diversidad de las cosas
sagradas.
Contra esto: está el que los actos y los hábitos se especifican por sus
objetos. Pero, conforme a lo dicho (
a.1), el objeto del sacrilegio son
las cosas sagradas. Luego las especies de sacrilegio se distinguen
unas de otras por la diversidad de las cosas sagradas.
Respondo: Que, conforme a lo explicado (
a.1),
el pecado de sacrilegio consiste en tratar irreverentemente las cosas
sagradas. Y que a éstas se les debe reverencia por razón de su
santidad. Según esto, por ser diversa la razón formal de santidad de
las cosas sagradas tratadas de manera irreverente por el sacrilego, es
necesario distinguir en éste diversas especies; y el sacrilegio es
tanto más grave cuanto mayor es la santidad de las cosas sagradas
contra las cuales se peca.
Ahora bien: la santidad se atribuye a las personas consagradas, es
decir, dedicadas al culto divino, y también a los lugares y cosas
sagradas. Pero la santidad del lugar se subordina a la santidad del
hombre que ofrece en lugar sagrado culto a Dios. A este propósito
leemos en 2 Mac 5,19: El Señor no eligió la gente por el lugar,
sino el lugar por la gente. Luego se peca más gravemente
cometiendo sacrilegio contra una persona consagrada que contra un
lugar sagrado. En ambas especies de sacrilegio se dan, no obstante,
diversos grados, según las diferencias existentes entre persona y
persona y entre los distintos lugares sagrados.
Asimismo, en la tercera especie —la que se comete contra las cosas
sagradas-hay diversos grados debido a la diversidad de las cosas
sagradas. Entre ellas ocupan el lugar supremo los sacramentos que
santifican al hombre, el principal entre los cuales es el de la
eucaristía, que contiene al mismo Cristo. Por eso el sacrilegio que se
comete contra este sacramento es el más grave de todos. Ocupan el segundo lugar, después de los sacramentos, los
vasos sagrados destinados a la recepción de aquéllos
y, asimismo, las imágenes sagradas y las reliquias en las que se
venera o se deshonra en cierto modo a la propia persona de los santos.
Vienen, a continuación, los objetos destinados al ornato de la iglesia
y sus ministros. Finalmente, los bienes muebles o inmuebles destinados
al sustento de los ministros. Todo aquel que peca contra cualquiera de
las cosas mencionadas incurre en pecado de sacrilegio.
A las objeciones:
1. No es la misma la razón
formal de santidad en todas estas cosas de que acabamos de hablar. Y, por consiguiente, la diferencia entre las cosas sagradas no
es sólo material, sino también formal.
2. Nada impide que las cosas
pertenezcan, desde un punto de vista, a una sola especie, y desde
otro, a varias. Sócrates y Platón, por ejemplo, convienen en la
especie de animal y difieren en la de color, si uno es blanco y el
otro negro. De manera semejante, es posible también que dos pecados
cualesquiera sean de especie diferente a juzgar por la materialidad de
uno y otro, y pertenezcan, a pesar de todo, a una misma especie, por
ser una misma en ambos la razón formal de sacrilegio. Tal sería el
caso del que violase a una religiosa golpeándola o acostándose con
ella.
3. Todo pecado que comete
una persona consagrada es materialmente y, por así decirlo,
accidentalmente un sacrilegio. De ahí el que llegue a decir San
Jerónimo que las fruslerías en labios de un
sacerdote son sacrilegio o blasfemia. Pero formal y propiamente
tan sólo aquel pecado de una persona consagrada es sacrilegio que va
directamente en contra de su santidad, por ejemplo, el de fornicación
en una virgen consagrada a Dios. Y lo mismo ocurre en otros
casos.
Artículo 4:
¿Debe ser castigado el sacrilegio con multas?
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Objeciones por las que parece que el castigo del sacrilego no debe
consistir en una multa.
1. Porque no suelen imponerse penas pecuniarias por culpas
criminales. Pero el sacrilegio es culpa criminal, por lo que se le
castiga con pena de muerte según las leyes civiles.
Luego el sacrilegio no debe ser castigado con multas.
2. A un mismo pecado no se le debe imponer doble castigo,
según aquellas palabras de Nah 1,9: No habrá lugar a un segundo
escarmiento. Ahora bien: el castigo justo del sacrilegio es la
excomunión: excomunión mayor si se hace violencia a una persona
consagrada o se incendia o destruye una iglesia; excomunión menor en
los demás sacrilegios. Luego no debe ser castigado el sacrilegio con
penas pecuniarias.
3. Dice el Apóstol en 1 Tes 2,5: No hemos dado jamás
ocasión a la avaricia. Pero parece que exigir penas pecuniarias
por la violación de las cosas sagradas es dar ocasión al pecado de
avaricia. Luego no parece que convenga castigar el sacrilegio con esta
clase de penas.
Contra esto: está lo que leemos en el Decreto XXII
q.4: Si alguien, contumaz o soberbio, obliga a
salir a la fuerza del atrio de la iglesia a un esclavo fugitivo, debe
pagar novecientos sueldos; y allí mismo, a
continuación: Quien sea declarado reo de sacrilegio debe pagar
treinta libras de plata de ley.
Respondo: Que en la imposición de penas deben
tenerse en cuenta estas dos cosas. Ante todo, la igualdad, para que la
pena sea justa, de suerte que, como leemos en Sab 11,7: Sea uno
castigado en aquello por lo que peca. Según esto, el
castigo conveniente del sacrilego, que falta al
respeto a las cosas sagradas, es la excomunión que le
prohibe usar de ellas. En segundo lugar, habrá que fijarse en la
utilidad, pues las penas se aplican como medicinas para que los
hombres por temor al castigo dejen de pecar. Pero resulta que el
sacrilego, que no respeta las cosas sagradas, no se aparta, al
parecer, lo suficiente del pecado porque se le prohiban éstas, que le
tienen sin cuidado. Es por lo que se le castiga con la pena capital
según las leyes humanas. La Iglesia, en cambio, que no castiga con la
muerte corporal, dispone en este caso que se impongan multas, para
que, por verse libres de estas penas temporales, los hombres se
abstengan de cometer sacrilegios.
A las objeciones:
1. La Iglesia no castiga con
la muerte corporal, sino que, en su lugar, penaliza con la
excomunión.
2. Es necesario aplicar dos
castigos cuando uno solo no basta para disuadir a una persona de
pecar. Por este motivo fue preciso añadir a la pena de excomunión
alguna otra de carácter temporal para refrenamiento de aquellos que
desprecian los remedios espirituales.
3. Si el dinero se exigiese
sin causa razonable, parecería que con ello se daba ocasión a la
avaricia. Pero cuando lo que se pretende, al exigirlo, es la enmienda
de los hombres, hay una evidente utilidad. Por consiguiente, no se da
con esto ocasión a la avaricia.