Artículo 1:
¿Son ilícitas las prácticas del arte notoria?
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Objeciones por las que parece que no son ilícitas las prácticas del
arte notoria.
1. Porque de dos maneras puede ser ilícita una cosa: por sí misma,
como lo es el robo o el homicidio; y por el fin malo a que se la
destina, como en el caso del que da limosna por vanidad. Pero las
prácticas del arte notoria no son ilícitas por sí mismas, pues se
trata de ciertos ayunos y oraciones que se ofrecen a Dios y, además,
se ordenan a buen fin: la adquisición de la ciencia. Luego el usar de
tales prácticas no es ilícito.
2. Se lee en Dan 1,7 que a los jóvenes que practicaban la
abstinencia les dio Dios ciencia y entendimiento en todos los
escritos y conocimientos. Pero las prácticas del arte notoria
consisten en ciertos ayunos y abstinencias. Luego parece que tal arte
surte efecto porque Dios así lo quiere y que, por tanto, nada hay de
ilícito en valerse de ella.
3. La razón por la que parece ilógico preguntar a los
demonios sobre las cosas futuras es que ellos no las conocen, pues,
como hemos dicho (
q.95 a.1), tal conocimiento es propio de Dios. Ahora
bien: los demonios conocen las verdades científicas, ya que las
ciencias tratan de lo que sucede necesariamente y siempre, es decir,
de cosas accesibles al conocimiento humano y mucho más al de los
demonios, que, según dice San Agustín, son mucho más
perspicaces que nosotros. Luego, según parece, no es pecado el empleo
del arte notoria, aunque produzca su efecto por medio de los
demonios.
Contra esto: está lo que leemos en Dt 18,10-11: No haya en medio de
ti quien intente descubrir la verdad preguntando a los muertos:
pretensión que, sin duda, tiene por base la ayuda de los demonios.
Pero por las prácticas del arte notoria lo que se busca es conocer la
verdad mediante pactos simbólicos establecidos con los
demonios. Luego no es lícita la práctica del arte
notoria.
Respondo: Que el arte notoria, además de
ilícita, es ineficaz. Ilícita, porque hace uso de medios para adquirir
la ciencia que carecen de todo valor y eficacia, tales como el examen
atento de ciertas figuras, la pronunciación de
palabras desconocidas y otros por el estilo. Tal arte, por
consiguiente, no se sirve de tales medios como causas, sino como
signos; pero no a modo de signos instituidos por Dios, como lo son los
signos sacramentales. En consecuencia, se deduce de todo esto que se
trata de signos vacíos de todo contenido y que tienen no poco que ver
con ciertos pactos rituales para entrar en relaciones y alianza
con los demonios. Es por lo que San Agustín enseña
(II
De Doct. Christ.) que
los cristianos
deben desechar y huir de toda arte notoria como también de las otras
prácticas frivolas y nocivas de superstición.
Es, además, tal arte ineficaz para adquirir la ciencia, pues, como
por medio de ella no se pretende alcanzarla de un modo connatural al
hombre, o sea, por la investigación y aprendizaje, la consecuencia es
que tal efecto o se espera de Dios o de los demonios. Cierto es,
realmente, que algunos recibieron de Dios la sabiduría y la ciencia
infusa, como se lee de Salomón en 3 Re 3,11-12 y en 2 Par 1,11-12, y
el mismo Señor dice a sus discípulos (Lc 21,15): Yo os daré un
lenguaje y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir
todos vuestros adversarios. Pero este don no es dado a cualquiera
ni va vinculado a ciertas prácticas, sino que el Espíritu Santo
dispone de él a su arbitrio, según aquellas palabras de 1 Cor 12,8: A uno le es dada por el Espíritu la palabra de sabiduría; a otro
la palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; y, más adelante
(v.11), añade: Todas estas cosas las obra el único y mismo
Espíritu, que distribuye a cada uno según quiere.
En cuanto a los demonios, lo suyo no es iluminar la inteligencia,
conforme a lo expuesto en la primera parte de esta obra (q.109 a.3). Y
como la ciencia y la sabiduría se adquieren por iluminación
intelectual, por eso nadie logró jamás la ciencia por medio de los
demonios. De ahí estas palabras de San Agustín en el libro X De
Civ. Dei: Confiesa Porfirio que, por medio de
fórmulas mágicas, o sea, por la intervención de los demonios, y
jamás llegó al alma intelectual purificación alguna que la hiciese
capaz de ver a su Dios y de llegar a conocer la verdad, es decir, los
enunciados de las ciencias. Podrían, a pesar de todo, los demonios
explicar de palabra a los hombres algunas verdades científicas; pero
no es esto lo que se busca mediante el arte notoria.
A las objeciones:
1. Adquirir la ciencia es cosa
buena; pero no es bueno adquirirla de modo indebido. Y éste es
precisamente el objetivo del arte notoria.
2. Aquellos jóvenes, cuando
rehusaban contaminarse con los alimentos de los gentiles, no se
abstenían de ellos conforme a las vanas observancias del arte notoria,
sino conforme al dictamen de la ley divina. De ahí el que, por su
obediencia, merecieran obtener de Dios la ciencia, según aquellas
palabras del salmo 118,100: Llegué a saber más que los ancianos
porque observé tus mandatos.
3. Tratar de conocer el
futuro acudiendo a los demonios es pecado, porque ellos no conocen el
futuro, y, sobre todo, por el pacto con ellos que implica semejante
proceder.
Artículo 2:
¿Son lícitas las prácticas ordenadas a producir una mudanza en los
cuerpos, por ejemplo, la recuperación de la salud o de cosas por el
estilo?
lat
Objeciones por las que parece que son lícitas las prácticas ordenadas
a producir una mudanza corporal, como lo sería
recobrar la salud o alguna otra cosa así.
1. Porque es lícito servirse de las propiedades naturales de los
cuerpos para sus propios efectos. Ahora bien: las cosas naturales
tienen ciertas virtudes ocultas de que el hombre no sabe dar razón;
por ejemplo, por qué el imán atrae al hierro, y muchos otros fenómenos
que enumera San Agustín, XXI De Civ. Dei. Luego
parece que no es ilícito utilizar tales cosas para producir mudanzas
en los cuerpos.
2. Más aún: tanto los cuerpos naturales como los artificiales
están bajo la influencia de los cuerpos celestes. Pero los cuerpos
naturales, por la influencia sobre ellos de los celestes, obtienen
ciertas virtudes ocultas, cada uno según su especie. Luego también los
artificiales, por ejemplo, las imágenes, reciben de los cuerpos
celestes alguna virtud oculta para poder causar ciertos efectos. Por
tanto, no es ilícito valerse de aquéllos y de estos
otros.
3. Los demonios también, como dice San Agustín en el III De Trin., pueden producir cambios en los
cuerpos de muchas maneras. Pero el poder que ellos tienen procede de
Dios. Luego es lícito emplearlo para tales cambios.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en Df Doct.
Christ.: que son actos de superstición los
inútiles esfuerzos de las artes mágicas, los amuletos y los remedios
que condena la medicina ordinaria, ya se trate de encantamientos, de
ciertas cifras, que llaman caracteres, o de cualquiera de los objetos
que se llevan colgados o atados.
Respondo: Que lo que debemos considerar en las
prácticas ordenadas a la producción de ciertos efectos corporales es
si está bien demostrado que, por su eficacia natural, pueden
causarlos. Si así es, no serán ilícitas, pues es lícito el empleo de
las causas naturales para la producción de sus propios efectos. Mas,
si parece que no pueden producir por su eficacia natural tales
efectos, de ello se deduce el que no se los emplea en orden a tales
efectos como causas, sino como signos solamente. Y siendo así,
pertenecen al grupo de pactos con los demonios a base de
símbolos. De ahí lo que dice San Agustín en el
libro XXI De Civ. Dei: Son atraídos los
demonios por las criaturas, que son obra de Dios y no de ellos,
mediante diversos objetos deleitables conforme a la diversidad de
tales seres; no como lo son los animales a base de cosas para comer,
sino que, como espíritus que son, se los atrae con símbolos adaptados
a los gustos de cada uno, por ejemplo, con diversas clases de piedras,
hierbas, árboles, animales, canciones y ritos.
A las objeciones:
1. Si las cosas naturales se
emplean exclusivamente para producir ciertos efectos que, según se
piensa, quedan dentro de los límites de su virtud natural, esto no es
supersticioso o ilícito. Lo es, sin embargo, en el caso de que a eso
se agreguen ciertos caracteres, nombres, o cualquier otra observancia
vana, que carecen evidentemente de tal eficacia natural.
2. La eficacia natural de los
cuerpos naturales dimana de su forma sustancial, la cual es producida
por la influencia de los cuerpos celestes; y, en consecuencia, también
por el influjo de éstos, obtienen tales cuerpos naturales ciertas
propiedades activas. En cambio, las formas de los cuerpos artificiales
proceden de la creatividad del artista y, al no ser otra cosa que
composición, orden y figura, tal como leemos en el I
Physic., no pueden tener capacidad natural para
obrar. De ahí proviene el que no reciban del influjo de los cuerpos
celestes poder eficaz alguno por lo que en ellos hay de artificial,
sino única y exclusivamente por razón de la materia natural de que
están hechos. Es falsa, por consiguiente, la opinión de Porfirio,
expuesta por San Agustín en el libro X
De Civ. Dei, según la cual
los hombres a base de hierbas, piedras y animales, por medio de sonidos especiales, voces, figuras, simulacros, cuando no por la observación del movimiento de los astros en la rotación del cielo, fabrican en la tierra artefactos capaces de reproducir los diversos efectos estelares; como si los efectos de las artes mágicas se debieran al influjo de los cuerpos celestes. Pero, como San Agustín dice a continuación,
todo es obra de los demonios, embaucadores de las almas sometidas a su acción.
Según esto, también las imágenes que llaman astronómicas
reciben su eficacia de la intervención de los demonios. Prueba de ello
es que es necesario trazar sobre ellas ciertos caracteres, que de nada
sirven, pues la figura no es, por su naturaleza, principio de
operación natural. Se distinguen, no obstante, en esto las imágenes
astrológicas de las nigrománticas: en que, en las nigrománticas, se
hacen invocaciones expresas y ciertos prodigios, y vienen a ser, por
tanto, una especie de pactos expresos con los demonios; mientras que,
en las otras, los pactos son tácitos, por medio de ciertas figuras y
caracteres simbólicos.
3. El que Dios se sirva de
los demonios para todo lo que quiera cae dentro del señorío propio de
la majestad divina, al que se hallan sometidos. Pero al hombre no se
le ha dado poder sobre los demonios para que pueda servirse
lícitamente de ellos en todo lo que quiera; por el contrario, hay una
guerra declarada entre él y ellos. De ahí que en modo alguno le es
lícito al hombre valerse de la ayuda de los demonios por medio de
pactos, tácitos o expresos.
Artículo 3:
¿Son ilícitas las prácticas ordenadas al conocimiento previo de
acontecimientos prósperos o adversos?
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Objeciones por las que parece que no son ilícitas las prácticas que
se ordenan al conocimiento previo de la buena suerte o de la
mala.
1. La enfermedad es uno de tantos infortunios de la vida humana. Pero
las enfermedades en el hombre van precedidas de ciertos síntomas, a
los que incluso los médicos prestan atención. Luego no parece que sea
ilícito fijarse en el significado de estos síntomas.
2. Es irracional negar lo que experimentan de ordinario casi
todos. Pero casi todos experimentan que ciertos tiempos, lugares,
palabras que se oyen, encuentros casuales con hombres o con animales,
actos extraños que se salen del curso ordinario de la vida, presagian
dichas futuras, cuando no desgracias. Luego reparar en estas cosas
parece que no es ilícito.
3. Las acciones de los hombres y los acontecimientos los
dispone la divina Providencia según cierto orden, y a este orden
pertenece, al parecer, el que lo que precede sea señal de lo que
vendrá después. Según esto, las cosas que acontecieron a los padres de
la antigua ley eran signo de las que se cumplen en nosotros, como
consta por lo que dice el Apóstol (1 Cor 10,6-10). Pero prestar
atención al orden establecido por la divina Providencia no es ilícito.
Luego tampoco lo es, según parece, fijarse en tales
presagios.
Contra esto: están estas palabras de San Agustín en el II De Doct.
Christ.: Pertenecen al conjunto de pactos con
los demonios miles de observancias varias, por ejemplo, lo que algunos
hacen al sentir algún calambre; o cuando camina un grupo de amigos, si
queda en medio al pasar una piedra; o se cruza con ellos un perro o un
niño; o la práctica de pisar el umbral al pasar uno por delante de su
casa; o la de volver a acostarse en la cama si se estornuda mientras
se pone el calzado; o de regresar a casa si se tropieza al salir; o el
temer supersticiosamente el mal futuro, mucho más de lo que uno se
preocupa por el daño presente, cuando los ratones le roen una prenda
de vestir.
Respondo: Que los hombres prestan atención a
estas cosas, considerándolas no como causas, sino como signos de
futuros acontecimientos prósperos o adversos. Y que no se las
considera como signos propuestos por Dios, porque no fueron
establecidas por la majestad divina, sino más bien por la vanidad
humana, cooperando, eso sí, con ella a la perversidad de los demonios,
que se empeñan en embrollar las mentes de los hombres con estas
futilidades. No cabe, pues, la menor duda de que tales prácticas son
supersticiosas e ilícitas. Diríase que son restos de aquella especie
de idolatría que prestaba especial atención a los augurios y a los
días venturosos o infaustos (lo que, hasta cierto
punto, tiene algo que ver con la adivinación por medio de los astros,
en cuanto que de ellos se hace depender la diversidad de los dias). La
diferencia entre unas y otras prácticas está en que éstas, por carecer
de toda razón y fundamento, son lógicamente más vanas y
supersticiosas.
A las objeciones:
1. En nosotros preceden a la
enfermedad sus causas; y que de ellas proceden algunos de los síntomas
de las dolencias futuras que los médicos observan lícitamente. De ahí
el que no sea ilícito presagiar lo que va a suceder basados en el
estudio de sus causas, como no lo es el que el siervo tema, pongamos
por caso, los azotes, viendo lo enojado que está su señor. De manera
semejante podría haber razón para temer el mal de ojo para un niño,
conforme a lo dicho en el
Libro Primero (
q.117 a.3 ad 2). Mas no se trata en las prácticas de que aquí
hablamos de casos como éstos.
2., por pura casualidad, los
hombres tuvieron la experiencia en un principio de que en esto que
ellos observaban había algo de verdad. Pero, más tarde, al complicarse
su espíritu con estas observaciones, comienzan a ocurrir muchas de
estas cosas por la engañosa intervención de los demonios, para
que, como dice San Agustín (II De Doct. Christ.), complicándose la vida con tales supersticiones, se hagan más curiosos y se embrollen más con los múltiples lazos de este pernicioso error.
3. En el pueblo judío, del
que Cristo iba a nacer, tanto los dichos como los hechos tenían
significado profético, como dice San Agustín, Contra
Faustum. Por eso es lícito servirse de aquellos
hechos para nuestra instrucción como de señales que el mismo Dios nos
ha dado. Mas no todo lo que lleva a cabo la divina Providencia está
ordenado a ser signo de lo que va a suceder. Por tanto, esta objeción
carece de valor demostrativo.
Artículo 4:
¿Es lícito llevar colgadas del cuello fórmulas sagradas?
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Objeciones por las que parece que no es lícito llevar colgadas del
cuello fórmulas sagradas.
1. Porque la palabra divina no es de menos eficacia cuando se la
escribe que cuando se la pronuncia. Pero es lícito pronunciar algunas
palabras sagradas, tales como el Padre nuestro o el Ave
María, para conseguir ciertos efectos, por ejemplo, la salud de
los enfermos, o invocar de cualquier modo el nombre de Dios, según
aquello de Mc, últ., 17-18: En mi nombre echarán los demonios,
hablarán lenguas nuevas, cogerán las serpientes en sus manos.
Luego parece que es lícito llevar colgados al cuello textos sagrados
como remedios de enfermedades o de cualquier otro daño.
2. Los textos sagrados no actúan con menos eficacia sobre
los cuerpos humanos que sobre los de las serpientes y otros animales.
Pero ciertos encantamientos tienen eficacia suficiente para contener
el ataque de las serpientes o para sanar a algunos otros animales, y
de ahí lo que se dice en el salmo 57,5-6: Como el áspid sordo y el
que tapa sus oídos para no poder oír la voz de los encantadores, la
del mago diestro en encantamientos. Luego es lícito llevar al
cuello textos sagrados para remediar los males de los
hombres.
3. La palabra de Dios no es inferior en santidad a las
reliquias de los santos, e incluso llega a decir San
Agustín que no es menos la palabra de Dios que el
cuerpo de Cristo. Pero es lícito llevar al cuello o de cualquier
otro modo las reliquias de los santos para la propia protección.
Luego, por igual razón, le es lícito al hombre emplear, de palabra o
por escrito, textos de la Sagrada Escritura para su
seguridad.
Contra esto: está lo que el Crisóstomo dice, Super
Mt.: Hay algunos que llevan colgados del cuello pasajes del Evangelio escritos. Pero
¿es que no se lee todos los días el Evangelio en la iglesia y es
escuchado por todos? A quien nada le aprovecha el Evangelio que
resuena en sus oídos, ¿cómo es posible que le salve por llevarlo
colgado del cuello? Además, ¿dónde está la fuerza del Evangelio? ¿En
la forma y figura de sus letras o en la comprensión de su sentido? Si
en las letras, haces bien en colgarlo del cuello. Si en la comprensión
de su sentido, más te aprovechará llevarlo en el corazón que alrededor
de tu cuello.
Respondo: Que en todos los encantamientos o
escrituras colgadas del cuello parece que han de tenerse en cuenta
estas dos cosas. En primer lugar, lo que en ellos se dice o escribe,
porque, si tiene algo que ver con la invocación a los demonios,
evidentemente es supersticioso e ilícito. De la misma manera, parece
que ha de evitarse el que contengan nombres desconocidos, no vaya a
suceder que en su sonido oculto se encubra algo ilícito. Por eso dice
el Crisóstomo
Super Mt.:
A ejemplo de los
fariseos, los cuales daban demasiada importancia a las fimbrias del
vestido, muchos, actualmente, forman con caracteres hebreos nombres de
ángeles; y no sólo los escriben, sino que los llevan atados sobre el
cuerpo, lo que parece algo temible a quienes no los entienden. Ha
de evitarse igualmente el que en estas fórmulas haya alguna falsedad,
porque en tal caso no cabe esperar su eficacia de Dios, que no puede
testificar nada falso.
Después, y en segundo lugar, hay que andar con cuidado para que no se
mezcle con estos textos sagrados alguna frivolidad, por ejemplo, el
empleo de ciertos signos gráficos, excepción hecha del de la cruz. O
para que no se ponga la esperanza en la manera de escribir, de sujetar
las fórmulas o en cualquier otra vanidad por el estilo, que nada tiene
que ver con la reverencia a Dios debida. Todo esto, en efecto, podría
juzgarse como algo supersticioso.
Algunas veces, sin embargo, es licito. Es lo que se dice en los Decretos XXVI, etc.: No es lícito tampoco en la
recolección de hierbas medicinales el dar especial importancia a
ciertas prácticas o encantamientos, a no ser cuando se trata del
símbolo divino o de la oración dominical, con la única intención de
honrar únicamente al Dios y creador de todo.
A las objeciones:
1. La misma pronunciación de
palabras divinas o el hecho de invocar el nombre de Dios sólo en
aquellos casos será lícito en que se pretenda únicamente honrar a
Dios, de quien esperamos que nos salgan bien las cosas, y, por el
contrario, será ilícito todo lo que sea confiar en cualquier otra
práctica vana.
2. Aun en los encantamientos
de serpientes o de otros animales cualesquiera nada habrá de ilícito
si nos atenemos sólo a las palabras sagradas y al poder de Dios. Pero,
en la mayoría de los casos, tales encantamientos van mezclados con
prácticas ilícitas y surten efecto por intervención de los demonios.
Esto ocurre, sobre todo, cuando se trata de serpientes, por haber sido
la serpiente el primer instrumento empleado por el demonio para
engañar al hombre. De ahí lo que dice allí mismo la Glosa: Téngase en cuenta que la Escritura no
aprueba todo, absolutamente todo, cuanto en ella se propone en forma
de parábola; por ejemplo, la conducta de aquel juez inicuo que se
empeñaba en no prestar oídos a los ruegos de una viuda.
3. La razón anterior vale
también cuando se trata de llevar reliquias. No habrá nada ilícito si
se las lleva por confianza en Dios y en los santos a
quienes pertenecen; pero si junto con esto se diera importancia a
algún otro detalle vano, por ejemplo, a que el relicario sea de forma
triangular, o a cosas por el estilo, que nada tienen que ver con la
reverencia debida a Dios y a los santos, esto sería en este caso
supersticioso e ilícito.
4. Que el
Crisóstomo habla de quienes se fijan más en la apariencia del texto
escrito que en el sentido de las palabras.