Después de esto vamos a tratar de la mancha del pecado (q.86 intr). Y acerca de ella se plantean dos
problemas:
Artículo 1:
¿Produce el pecado alguna mancha en el alma?
lat
Objeciones por las que parece que el pecado no produce mancha alguna
en el alma:
1. La naturaleza superior no puede mancharse por el contacto con la
naturaleza inferior: de ahi que el rayo solar no se manche por el
contacto con los cuerpos fétidos, como dice Agustín en el libro Contra quinqué haereses. Pero el alma humana es de
una naturaleza muy superior a la de las cosas mudables, hacia las
cuales se vuelve al pecar. Luego por ellas no contrae mancha alguna
pecando.
2. Además, el pecado está principalmente en la voluntad, según hemos
dicho más arriba (q.74 a.1 y 2). Mas la voluntad está en la razón,
como se dice en el libro III De anima. Y la
razón o entendimiento no se mancha por la consideración de
cualesquiera cosas, sino que más bien se perfecciona. Luego tampoco se
mancha la voluntad.
3. Si el pecado produce una mancha, dicha mancha o es algo
positivo o es mera privación. Si es algo positivo, no puede ser más
que disposición o hábito; pues no parece que un acto pueda producir
otra cosa. Pero no es disposición ni hábito; pues ocurre que, quitada
la disposición o el hábito, permanece aún la mancha, como se ve por
aquel que peca mortalmente por prodigalidad y luego cambia al hábito
del vicio contrario, pecando mortalmente. Luego la mancha no pone algo
positivo en el alma. Igualmente, tampoco es mera privación. Porque
todos los pecados convienen por parte de la aversión y la privación de
la gracia. Por consiguiente, se seguiría que la mancha de todos los
pecados fuese idéntica. Luego la mancha no es efecto del
pecado.
Contra esto: está lo que se dice a Salomón en Eclo 47,22: Pusiste una
mancha en tu gloria; y en Ef 5,27: Para presentarse a sí mismo
una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga. En ambos lugares se
habla de la mancha del pecado. Luego la mancha es efecto del
pecado.
Respondo: La mancha se dice propiamente de las
cosas corpóreas, cuando un cuerpo limpio pierde su esplendor por el
contacto con otro cuerpo, v. gr., el vestido, el oro, la plata u otro
semejante. En las cosas espirituales se debe hablar de mancha por
analogía con esta mancha. Ahora bien, el alma humana posee un doble
esplendor: uno por el resplandor de la luz de la razón natural, por la
cual se dirige en sus actos; y otro, por el resplandor de la
luz divina, esto es, de la sabiduría y de la gracia,
por la cual también el hombre se perfecciona para obrar bien y
decorosamente. Mas hay como un cierto contacto del alma cuando se
adhiere a algunas cosas por el amor. Pero cuando peca, se adhiere a
algunas cosas contra la luz de la razón y de la ley divina, como es
claro por lo dicho anteriormente (q.71 a.6). De ahí que
metafóricamente se llama mancha del alma el mismo menoscabo de su
esplendor, proveniente de tal contacto.
A las objeciones:
1. El alma no se mancha con las
cosas inferiores por la fuerza de éstas, como si obraran ellas en el
alma, sino más bien al contrario: el alma se mancha por su propia
acción adhiriéndose a ellas desordenadamente contra la luz de la razón
y de la ley divina.
2. La acción del entendimiento se
realiza en cuanto que las cosas inteligibles están en él al modo del
mismo entendimiento; y por ello el entendimiento no se infecciona con
ellas, sino que más bien se perfecciona. Mas el acto de la voluntad
consiste en el movimiento hacia las cosas mismas, de modo que el amor
une al alma con la cosa amada. Por eso el alma se mancha cuando se
adhiere desordenadamente, según aquello de Os 9,10: Se han hecho
abominables, como aquellas cosas que amaron.
3. La mancha no es algo positivo
en el alma, ni significa mera privación; sino que significa cierta
privación del esplendor del alma con respecto a su causa, que es el
pecado. Y por eso diversos pecados aportan diversas manchas. Es algo
parecido a la sombra, que es privación de luz por interposición de un
cuerpo y según la diversidad de cuerpos interpuestos se diversifican
las sombras.
Artículo 2:
¿Permanece la mancha en el alma después del acto pecaminoso?
lat
Objeciones por las que parece que la mancha no permanece en el alma
después del acto pecaminoso:
1. En el alma después del acto no queda nada a no ser el hábito o la
disposición. Mas la mancha no es hábito ni disposición, según se acaba
de explicar (a.1 obi.3). Luego la mancha no permanece en el alma
después del acto pecaminoso.
2. Además, la mancha es respecto del pecado, lo que la sombra
respecto del cuerpo, como hemos dicho (a.1 ad 3). Mas cuando ha
pasado el cuerpo (interpuesto), la sombra no permanece. Luego, pasado
el acto pecaminoso, no permanece la mancha.
3. Todo efecto depende de su causa. Pero la causa de la
mancha es el acto pecaminoso. Luego, quitado el acto pecaminoso, no
permanece la mancha en el alma.
Contra esto: está lo que se dice en Jos 22,17: ¿Acaso es poco para
vosotros el pecado que cometisteis en Beelfegor, la mancha de cuya
maldad permanece en vosotros hasta el día de hoy?
Respondo: La mancha del pecado queda en el alma
pasado el acto del pecado. La razón de ello es que la mancha, como
hemos dicho (a.1), implica una cierta falta de esplendor por el
alejamiento de la luz de la razón o de la ley divina. Y por eso,
mientras el hombre permanece fuera de esta luz, permanece en él la
mancha del pecado; pero, después que por la gracia vuelve a la luz
divina y a la luz de la razón, entonces cesa la mancha. Mas aunque
cese el acto pecaminoso, por el cual el hombre se apartó de la luz de
la razón y de la ley divina, sin embargo, no vuelve el hombre
inmediatamente al estado en que estaba, sino que se requiere un
movimiento de la voluntad contrario al movimiento anterior. Así como
si uno se distanció de otro moviéndose (localmente), no se acerca a él
inmediatamente al cesar dicho movimiento, sino que debe acercarse,
volviendo con un movimiento contrario.
A las objeciones:
1. Después del acto pecaminoso
positivamente no queda nada en el alma a no ser la disposición o el
hábito; pero queda algo privativamente, a saber: la privación de la
unión con la luz divina.
2. Pasado el obstáculo del cuerpo,
el cuerpo diáfano permanece a la misma distancia y relación al cuerpo
iluminador: y por ello la sombra pasa inmediatamente.
Mas, quitado el acto pecaminoso, el alma no permanece en la misma
relación a Dios (que antes del pecado). Luego no hay
paridad.
3. El acto pecaminoso distancia de
Dios, del mismo modo que el movimiento local distancia localmente; y
de ese alejamiento se sigue la falta de esplendor. Por consiguiente,
así como por el cese del movimiento no se suprime la distancia local,
así tampoco se suprime la mancha por el solo cese del acto
pecaminoso.