Corresponde a continuación tratar de los remedios del dolor o
tristeza (q.35 intr). Esta cuestión plantea y exige respuesta a
cinco problemas:
Artículo 1:
¿Se mitiga el dolor o tristeza por cualquier delectación?
lat
Objeciones por las que parece que no toda delectación mitiga
cualquier dolor o tristeza.
1. En efecto, la delectación no mitiga la tristeza sino en cuanto le
es contraria, pues las medicinas actúan por los contrarios,
como dice II Ethic. Pero no toda delectación es
contraria a cualquier tristeza, como se ha dicho anteriormente (q.35 a.4). Luego no toda delectación mitiga cualquier tristeza.
2. Lo que produce tristeza no mitiga la tristeza. Pero
algunas delectaciones producen tristeza, porque, como dice IX Ethic., el malo se entristece por haberse
deleitado. Luego no toda delectación mitiga la
tristeza.
3. Dice San Agustín en IV Confess.
que él huyó de su patria, en la que acostumbraba a conversar con su
amigo fallecido, porque sus ojos le buscaban menos allí donde no
tenían costumbre de verse. De lo cual se puede concluir que
aquellas cosas en las que nuestros amigos muertos o ausentes se
relacionaron con nosotros se nos hacen gravosas por el dolor de su
muerte o ausencia. Pero su comunicación con nosotros fue
principalmente en cosas placenteras. Luego las mismas delectaciones
nos resultan molestas cuando estamos afligidos. Por consiguiente, no
toda delectación mitiga cualquier tristeza.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en VII Ethic., que la delectación, si es intensa, ahuyenta la tristeza, tanto la contraria como cualquier otra.
Respondo: Como consta por lo dicho
anteriormente (q.23 a.4; q.31 a.1 ad 2), la delectación es cierto
reposo del apetito en el bien conveniente, mientras la tristeza
proviene de aquello que es contrario al apetito. De ahí que la
delectación sea a la tristeza en los movimientos apetitivos lo que el
reposo es a la fatiga en los cuerpos, fatiga que proviene de alguna
transmutación no natural, pues la misma tristeza implica cierta fatiga
o enfermedad de la potencia apetitiva. Y así como todo reposo del
cuerpo constituye un remedio contra cualquier fatiga proveniente de
cualquier causa no natural, así toda delectación es un remedio para
mitigar la tristeza, sea cual fuere su procedencia.
A las objeciones:
1. Aunque no toda delectación es
contraria a toda tristeza según la especie, lo es, sin embargo, según
el género, como se ha dicho anteriormente (q.35 a.4). Y, por tanto,
por parte de la disposición del sujeto, toda tristeza puede mitigarse
con cualquier delectación.
2. Las delectaciones de los malos
no les causan tristeza en el presente, sino en el futuro; es decir, en
cuanto los malos se arrepienten de los males de que
se alegraron. Y a esta tristeza se pone remedio con las delectaciones
contrarias.
3. Cuando existen dos causas que
inclinan a movimientos contrarios, ambas se impiden mutuamente, y, sin
embargo, finalmente, triunfa aquella que es más fuerte y duradera.
Ahora bien, en el que se entristece de aquellas cosas en las que
acostumbraba a deleitarse juntamente con el amigo muerto o ausente, se
encuentran dos causas que producen movimientos contrarios. Porque el
pensamiento de la muerte o de la ausencia del amigo inclina al dolor,
mientras el bien presente inclina a la delectación. Por consiguiente,
ambos se atenúan mutuamente. Pero, no obstante, como el sentimiento de
lo presente mueve con más fuerza que el recuerdo de lo pasado, y el
amor de sí mismo es más duradero que el amor de otro, de aquí que,
finalmente, la delectación ahuyenta la tristeza. Por eso San Agustín
añade un poco más adelante que su dolor cedía el paso
a la misma clase de placeres de tiempos anteriores.
Artículo 2:
¿Se alivia el dolor o la tristeza con el llanto?
lat
Objeciones por las que parece que el llanto no alivia la
tristeza.
1. Ningún efecto disminuye su causa. Pero el llanto o gemido es
efecto de la tristeza. Luego no disminuye la tristeza.
2. Así como el llanto o gemido es efecto de la tristeza, así
la risa es efecto de la alegría. Pero la risa no disminuye la alegría.
Luego el llanto no alivia la tristeza.
3. En el llanto se nos representa el mal que nos
contrista. Pero la imaginación de la cosa que contrista aumenta la
tristeza, como la imaginación de lo deleitable aumenta la alegría.
Luego parece que el llanto no alivia la tristeza.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en IV Confess., que cuando se dolía de la muerte de su amigo, sólo en los gemidos y en las lágrimas hallaba algún descanso.
Respondo: Las lágrimas y gemidos alivian
naturalmente la tristeza por dos razones. En primer lugar, porque todo
lo nocivo que se guarda en el interior aflige más, pues la atención
del alma se concentra más sobre ello, pero cuando se manifiesta al
exterior, entonces la atención del alma en cierto modo se desparrama
sobre las cosas exteriores, y así disminuye el dolor interior. Y, por
eso, cuando los hombres que se hallan atribulados manifiestan su
tristeza exteriormente por el llanto o gemido, o también por la
palabra, se mitiga su tristeza. En segundo lugar, porque la operación
que conviene al hombre según la disposición en que se encuentra le es
siempre deleitable. Ahora bien, el llanto y los gemidos son
operaciones que convienen al hombre entristecido o con dolor, y, por
tanto, se le hacen deleitables. Así, pues, puesto que toda delectación
alivia de alguna manera la tristeza o dolor, como se ha dicho (a.1),
se sigue que la tristeza se alivia por el llanto y los
gemidos.
A las objeciones:
1. La relación de causa a efecto es
contraria a la relación de lo que constrista al contristado, pues todo
efecto es conveniente a su causa, y, por consiguiente, le es
deleitable, mientras que lo que contrista es contrario al contristado.
Y por eso la relación del efecto de la tristeza con el contristado es
contraria a la que con el mismo tiene lo que contrista. Y así, por
razón de dicha contrariedad, la tristeza se mitiga por su efecto
propio.
2. La relación de efecto a causa
es semejante a la relación de lo deleitable al que se deleita, porque
en uno y otro caso hay conveniencia. Ahora bien, todo lo semejante
produce aumento en su semejante. Y por eso, la risa y otros efectos de
la alegría aumentan la alegría, a menos que accidentalmente haya un
exceso.
3. La imaginación de la cosa que
contrista, de suyo, está ordenada a aumentar la tristeza, pero por lo
mismo que el hombre se imagina hacer lo que le
conviene en tal estado, resulta de esto cierta delectación. Y por la
misma razón, si a uno se le escapa la risa en unas circunstancias en
que le parece debería llorar, se duele de ello, como de hacer lo que
es impropio, según dice Tulio en II De tuscul. quaestionibus.
Artículo 3:
¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la compasión de los
amigos?
lat
Objeciones por las que parece que el dolor del amigo que se compadece
no mitiga la tristeza.
1. Los efectos de los contrarios son contrarios. Pero como dice San
Agustín en VIII Confess.: Cuando el gozo es
de muchos, en cada uno de ellos es el gozo más abundante, porque se
enfervorizan y se inflaman unos a otros. Luego, por la misma
razón, cuando muchos se entristecen a la vez, parece que la tristeza
es mayor.
2. La amistad exige que se devuelva amor por amor, como dice
San Agustín en IV Confess. Pero el amigo que se
conduele se duele del dolor del amigo afligido. Luego el dolor mismo
del amigo que se conduele es causa de nuevo dolor para el amigo que ya
se dolía de su propio mal. Y así, duplicado el dolor, parece crecer la
tristeza.
3. Todo mal del amigo contrista como mal propio, porque el amigo es otro yo. Pero el dolor es un mal.
Luego el dolor del amigo que se conduele aumenta la tristeza del amigo
a quien compadece.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IX Ethic., que el amigo que se compadece en las tribulaciones consuela.
Respondo: El amigo que se conduele en las
tribulaciones es naturalmente consolador. De lo cual da dos razones el
Filósofo en IX Ethic. La primera de ellas es
porque, siendo propio de la tristeza el apesadumbrar, implica la idea
de cierto peso, del cual procura aligerarse quien lo sufre. Así, pues,
cuando alguien ve a otros contristados de su propia tristeza, se hace
como una ilusión de que los otros llevan con él aquella carga, como si
se esforzaran en aliviarle del peso, y, por eso, lleva más fácilmente
la carga de la tristeza, como también ocurre en la transportación de
las cargas corporales. La segunda y mejor razón es que, por el hecho
de que sus amigos se contristan con él, entiende que le aman, lo cual
es deleitable, como se ha dicho anteriormente (q.32 a.5). Luego,
mitigando toda delectación la tristeza, según se ha indicado antes
(a.1), se sigue que el amigo que se conduele mitiga la
tristeza.
A las objeciones:
1. La amistad se manifiesta en uno
y otro caso, esto es, alegrándose con el que se alegra y condoliéndose
con el afligido. Y, por consiguiente, ambas cosas se hacen deleitables
por razón de la causa.
2. Aún más: La contemplación de la del amigo de suyo contristaría,
pero la consideración de su causa, que es el amor, más bien
deleita.
3. La respuesta es evidente por lo
dicho.
Artículo 4:
¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la contemplación de la
verdad?
lat
Objeciones por las que parece que la contemplación de la verdad no
mitiga el dolor.
1. En efecto, dice Eclo 1,18: Quien aumenta el saber, aumenta
también el dolor. Pero el saber pertenece a la contemplación de la
verdad. Luego la contemplación de la verdad no mitiga el
dolor.
2. La contemplación de la verdad pertenece al entendimiento
especulativo. Pero el entendimiento especulativo no mueve, como dice
III De anima. Siendo, pues, el gozo y el
dolor movimientos del alma, parece que la
contemplación de la verdad no contribuye nada a la mitigación del
dolor.
3. El remedio de la enfermedad debe aplicarse donde está
la enfermedad. Pero la contemplación de la verdad está en el
entendimiento. Luego no mitiga el dolor corporal, que se halla en el
sentido.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en Soliloq.: Parecíame que si aquel resplandor de la verdad se descubriese a nuestras mentes, o que yo no habría de sentir aquel dolor, o que, ciertamente, lo habría tenido por nada.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente
(q.3 a.3), la mayor delectación consiste en la contemplación de la
verdad. Ahora bien, toda delectación mitiga el dolor, según se ha
dicho antes (a.1). Por consiguiente, la contemplación de la verdad
mitiga la tristeza o el dolor, y tanto más cuanto más perfectamente es
uno amante de la sabiduría. Y por eso los hombres se alegran en medio
de las tribulaciones por la contemplación de las cosas divinas y de la
futura bienaventuranza, según aquello de Sant 1,2: Tened, hermanos
míos, por sumo gozo el caer en diversas tribulaciones. Y lo que es
más, semejante gozo se encuentra en medio de los tormentos corporales,
como el mártir Tiburcio, que, andando con los pies desnudos sobre
carbones encendidos, dijo: Paréceme que camino sobre rosas en
el nombre de Jesucristo.
A las objeciones:
1. Quien aumenta el saber, aumenta
también el dolor, ya por la dificultad y el defecto de encontrar
la verdad, ya por el hecho de que por la ciencia el hombre conoce
muchas cosas contrarias a su voluntad. Y así, por parte de las cosas
conocidas, la ciencia causa dolor; mientras, por parte de la
contemplación de la verdad, causa delectación.
2. El entendimiento especulativo
no mueve el ánimo por parte de la cosa contemplada, pero sí lo mueve
por parte de la misma contemplación, que es un bien del hombre y,
naturalmente, deleitable.
3. En las potencias del alma se
produce una redundancia desde la superior a la inferior. Y conforme a
esto, la delectación de la contemplación, que está en la parte
superior, redunda en el sentido para mitigar el dolor que
padece.
Artículo 5:
¿Se mitigan el dolor y la tristeza por el sueño y los
baños?
lat
Objeciones por las que parece que el sueño y los baños no mitigan la
tristeza.
1. En efecto, la tristeza reside en el alma. Pero el sueño y el baño
conciernen al cuerpo. Luego en nada contribuyen a la mitigación de la
tristeza.
2. El mismo efecto no parece ser producido por causas
contrarias. Pero tales cosas, siendo corporales, son contrarias a la
contemplación de la verdad, que es, como se ha dicho (a.4), causa de
la mitigación de la tristeza. Luego la tristeza no se mitiga por tales
cosas.
3. La tristeza y el dolor, en cuanto pertenecen al cuerpo,
consisten en una cierta alteración del corazón. Pero tales remedios
parecen ser propios más bien de los sentidos y miembros externos que
de la disposición interior del corazón. Luego la tristeza no se mitiga
por ellos.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en IX Confess.: Había oído que el baño es llamado así porque arroja del alma la tristeza. Y más adelante: Me dormí y desperté, y hallé en gran parte mitigado mi dolor. Y cita lo que se dice en un himno de San Ambrosio, que el sueño restablece los miembros debilitados para el trabajo, alivia las mentes fatigadas y libera a los angustiados de su pena.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente
(q.37 a.4), la tristeza es contraria según su especie al movimiento
vital del cuerpo. Y por eso aquellas cosas que restablecen la
naturaleza corporal a su debido estado de movimiento vital son
contrarias a la tristeza y la mitigan. Además, por el hecho de que
mediante estos remedios vuelve la naturaleza a su
debido estado, son causa de delectación; pues esto es lo que produce
la delectación, según se ha dicho anteriormente (q.31 a.1). Luego por
estos remedios corporales se mitiga la tristeza, ya que toda
delectación la mitiga.
A las objeciones:
1. La debida disposición del
cuerpo, en cuanto percibida por el sentido, causa delectación, y,
consiguientemente, mitiga la tristeza.
2. Como se ha indicado
anteriormente (q.31 a.8), las delectaciones contrarias se impiden
mutuamente, y, sin embargo, toda delectación mitiga la tristeza. Por
lo tanto, no hay inconveniente en que la tristeza se mitigue por
causas que se impiden mutuamente.
3. Toda buena disposición del
cuerpo redunda en cierto modo en el corazón como en el principio y fin
de los movimientos corporales, según dice el libro De causa motus
animalium.