Artículo 1:
¿Es el bien la única causa del amor?
lat
Objeciones por las que parece que el bien no es la única causa del
amor.
1. En efecto, el bien no es causa del amor sino porque es amado. Pero
sucede que también se ama el mal, según aquello del Sal 10,6: El
que ama la iniquidad, aborrece su alma; de otra manera todo amor
sería bueno. Luego no sólo el bien es la causa del
amor.
2. El Filósofo dice en II Rhetoric.
que amamos a los que cuentan sus males. Luego parece que el mal
es la causa del amor.
3. Dionisio dice en el c.4 De div. nom. que no solamente el bien, sino también lo bello es amable a todos.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en VIII De
Trin.: Indudablemente no se ama sino el
bien. Así, pues, sólo el bien es causa del amor.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente
(
q.26 a.1), el amor pertenece a la potencia apetitiva, que es una
potencia pasiva. Por eso su objeto se compara a ella como la causa de
su movimiento o acto. Es preciso, pues, que aquello que es objeto del
amor sea propiamente la causa del amor. Ahora bien, el objeto propio
del amor es el bien, porque, como se ha dicho (
q.26 a.1 y
2), el amor
importa cierta connaturalidad o complacencia del amante con el amado,
y para cada uno es
bueno lo que le es connatural y proporcionado. Por consiguiente, se da
por sentado que el bien es la causa propia del amor.
A las objeciones:
1. El mal nunca se ama sino bajo la
razón de bien, esto es, en cuanto es bueno bajo algún aspecto y se le
aprehende como bueno en absoluto. Y así un amor es malo en cuanto
tiende a lo que no es un verdadero bien absolutamente. Y de este modo
el hombre ama la iniquidad, en cuanto por la iniquidad se consigue
algún bien, por ejemplo, placer, dinero o algo semejante.
2. Aquellos que cuentan sus males
no son amados por los males, sino precisamente porque los manifiestan,
pues el contar uno sus males tiene razón de bien en cuanto excluye la
ficción o simulación.
3. Lo bello es lo mismo que el
bien con la sola diferencia de razón. En efecto, siendo el bien lo que
apetecen todas las cosas, es de la razón del bien que en él descanse
el apetito; pero pertenece a la razón de lo bello que con su vista o
conocimiento se aquiete el apetito. Por eso se refieren principalmente
a lo bello aquellos sentidos que son más cognoscitivos, como la vista
y el oído al servicio de la razón, pues hablamos de bellas vistas y
bellos sonidos. En cambio, con respecto a los sensibles de los otros
sentidos no empleamos el nombre de belleza, pues no decimos bellos
sabores o bellos olores. Y así queda claro que la belleza añade al
bien cierto orden a la facultad cognoscitiva, de manera que se llama bien a lo
que agrada en absoluto al apetito, y bello a aquello cuya sola
aprehensión agrada.
Artículo 2:
¿Es el conocimiento causa del amor?
lat
Objeciones por las que parece que el conocimiento no es causa del
amor.
1. En efecto, el que se busque algo proviene del amor. Pero se buscan
algunas cosas que no se conocen, como las ciencias, pues como en
éstas es lo mismo poseerlas que conocerlas, según dice San
Agustín en el libro Octoginta trium quaest., si
se conociesen, se poseerían y no se buscarían. Luego el conocimiento
no es causa del amor.
2. Parece haber la misma razón para que se ame algo
desconocido que para que algo sea más amado que conocido. Pero algunas
cosas son más amadas que conocidas, como Dios, que en esta vida puede
ser amado por sí mismo, pero no puede ser conocido en sí mismo. Luego
el conocimiento no es causa del amor.
3. Si el conocimiento fuese causa del amor, no podría
hallarse amor donde no hay conocimiento. Pero el amor se encuentra en
todas las cosas, como dice Dionisio en el c.4 De div.
nom., mas no en todas se halla conocimiento. Luego
el conocimiento no es causa del amor.
Contra esto: está lo que prueba San Agustín en X De
Trin., que ninguno puede amar algo
desconocido.
Respondo: El bien es causa del amor a modo de
objeto, como se ha indicado (
a.1). Mas el bien no es objeto del
apetito sino en cuanto es aprehendido, y, por tanto, el amor requiere
una aprehensión del bien amado. Por esto dice el Filósofo en IX
Ethic. que la visión corporal es el principio del
amor sensitivo. Y, de manera semejante, la contemplación de la belleza
o bondad espiritual es el principio del amor espiritual. Así, pues, el
conocimiento es causa del amor por la misma razón por la que lo es el
bien, que no puede ser amado si no es conocido.
A las objeciones:
1. El que busca la ciencia no la
desconoce totalmente, sino que la conoce de antemano de algún modo,
bien en universal, bien en alguno de sus efectos, o bien porque oye
alabarla, como dice San Agustín en X De Trin.
Pero poseerla no es conocerla de este modo, sino conocerla
perfectamente.
2. Para la perfección del
conocimiento se requiere algo que no se requiere para la perfección
del amor. En efecto, el conocimiento pertenece a la razón, de la cual
es propio distinguir lo que está unido en la realidad y juntar en
cierto modo lo que es diverso, comparando una cosa con otra. Y, por
eso, para la perfección del conocimiento se requiere que el hombre
conozca singularmente todo lo que hay en la cosa, como las partes, las
potencias y las propiedades. Pero el amor está en la potencia
apetitiva, que mira a la cosa como es en sí. De ahí que para la
perfección del amor baste que se ame la cosa según se aprehende en sí
misma. Por esta razón, pues, sucede que una cosa es más amada que
conocida, porque puede ser amada perfectamente, aunque no sea
perfectamente conocida. Como se ve, sobre todo, en las ciencias, a las
que algunos aman por un cierto conocimiento general que de ellas
tienen. Por ejemplo, porque saben que la retórica es una ciencia por
la que el hombre puede persuadir, y esto es lo que aman en la
retórica. Y algo semejante debe decirse acerca del amor de
Dios.
3. También el amor natural, que
hay en todas las cosas, es causado por algún conocimiento, no
existente en verdad en las mismas cosas naturales, sino en el autor de
la naturaleza, como se ha dicho anteriormente (
q.26 a.1;
1 q.6 a.1 ad 2).
Artículo 3:
¿Es la semejanza causa del amor?
lat
Objeciones por las que parece que la semejanza no es causa del
amor.
1. En efecto, una misma cosa no es causa de los contrarios. Pero la
semejanza es causa del odio, pues dice Prov 13,10 que, entre los
soberbios, siempre hay contiendas, y el Filósofo dice en VIII Ethic. que los alfareros riñen entre sí.
Luego la semejanza no es causa del amor.
2. San Agustín dice en IV Confess.
que uno ama en otro lo que no quisiera ser, como el hombre que ama
al histrión, aunque él no quisiera serlo. Ahora bien, esto no
sucedería si la semejanza fuese causa propia del amor, ya que en este
caso el hombre amaría en otro lo que él mismo tendría o quisiera
tener. Luego la semejanza no es causa del amor.
3. Cada hombre ama lo que necesita, aunque no lo tenga,
como el enfermo ama la salud y el pobre las riquezas. Pero en cuanto
las necesita y carece de ellas, hay en él desemejanza con respecto a
las mismas. Luego no solamente la semejanza, sino también la
desemejanza, es causa del amor.
4. El Filósofo dice en II Rhetoric. que amamos a los bienhechores de dinero y salud; y, de la misma manera, todos aman a los que guardan la amistad para con los muertos. Pero no todos son de esta condición. Luego la semejanza no es causa del amor.
Contra esto: está lo que dice Eclo 13,19: Todo animal ama a su
semejante.
Respondo: La semejanza, propiamente hablando,
es causa del amor. Pero ha de considerarse que la semejanza entre
varias cosas puede ser de dos modos. Uno, porque una y otra poseen en
acto una misma forma, como dos seres dotados de blancura se dicen
semejantes; otro, porque una cosa tiene en potencia y a manera de
cierta inclinación a aquello que otra lo posee en acto, como si
decimos que un cuerpo pesado existente fuera de su lugar tiene
semejanza con un cuerpo pesado que está en su lugar. O también en
cuanto la potencia tiene semejanza con el acto, puesto que en la misma
potencia está en cierto modo el acto.
El primer modo de semejanza, por tanto, causa el amor de amistad o
benevolencia, pues por lo mismo que dos seres son semejantes, al
tener, por así decirlo, una sola forma, son en alguna manera uno en
aquella forma, como dos hombres son uno en la especie de humanidad y
dos blancos en la blancura. Y por eso el afecto del uno tiende hacia
el otro como hacia una misma cosa consigo, y quiere el bien para él
como para sí mismo. Pero el segundo modo de semejanza produce el amor
de concupiscencia o la amistad de lo útil o deleitable. Porque todo lo
que existe en potencia, en cuanto tal, tiene el apetito de su acto, y
si posee sensibilidad y conocimiento se deleita en su
consecución.
Se ha dicho anteriormente (q.26 a.4) que en el amor de concupiscencia
el amante propiamente se ama a sí mismo, al querer el bien que desea.
Ahora bien, cada cual se ama a sí mismo más que a otro, porque es uno
consigo mismo en la sustancia, mientras que con otro lo es en la
semejanza de alguna forma. De ahí que, si por serle semejante en la
participación de la forma es impedido él mismo en la consecución del
bien que ama, le resulta odioso, no en cuanto semejante, sino en
cuanto impeditivo de su bien propio. Y por esta razón los alfareros
riñen entre sí, porque se impiden mutuamente en el propio lucro,
y hay contiendas entre los soberbios, porque se impiden
mutuamente en la superioridad propia que ambicionan.
A las objeciones:
1. La respuesta resulta evidente de
lo expuesto.
2. Hasta en el hecho de que
alguien ame en otro lo que no ama en sí mismo se halla una razón de
semejanza según cierta proporcionalidad; pues como otro se ha a lo que
es amado en él, así se ha uno mismo a lo que ama en sí mismo. Por
ejemplo, si un buen cantor ama a un buen escritor,
en este caso se considera la semejanza de proporción, en cuanto que
uno y otro tienen lo que conviene a cada cual según su
arte.
3. El que ama lo que necesita,
tiene semejanza con lo que ama, como lo que está en potencia con el
acto respectivo, según queda dicho (en la sol.).
4. Según la misma semejanza de la
potencia con su acto, el que no es liberal ama al que lo es, en cuanto
espera de él algo que desea. Y la misma razón se aplica al que
persevera en la amistad con respecto al que no persevera, pues en uno
y otro caso la amistad parece darse por la utilidad. O bien puede
decirse que, aunque no todos los hombres posean estas virtudes en
estado de hábito completo, las poseen, sin embargo, como ciertas semillas de la razón, merced a las cuales el que no posee
la virtud ama al virtuoso al hallarle conforme con su propia razón
natural.
Artículo 4:
¿Es alguna otra de las pasiones del alma causa del
amor?
lat
Objeciones por las que parece que alguna otra pasión puede ser causa
del amor.
1. En efecto, dice el Filósofo en VIII Ethic.
que algunos son amados por razón de la delectación. Pero la
delectación es una pasión. Luego alguna otra pasión es causa del
amor.
2. El deseo es una pasión. Pero amamos a algunos por el
deseo de algo que esperamos de ellos, como aparece en toda amistad que
tiene por motivo la utilidad. Luego alguna otra pasión es causa del
amor.
3. Dice San Agustín en X De Trin.: El que no tiene esperanza de alcanzar una cosa, o la ama
tibiamente o no la ama en absoluto, aunque vea cuan bella es.
Luego la esperanza es también causa del amor.
Contra esto: está que todas las demás afecciones del alma son causadas
por el amor, como dice San Agustín en XIV De civ.
Dei.
Respondo: No existe ninguna otra pasión del
alma que no presuponga alguna clase de amor. La razón de esto es que
toda otra pasión del alma o implica movimiento hacia una cosa o
descanso en ella. Ahora bien, todo movimiento hacia una cosa o el
descanso en ella proviene de cierta connaturalidad o proporción, que
pertenece a la naturaleza del amor. Por lo tanto, es imposible que
alguna otra pasión del alma sea universalmente causa de todo amor.
Puede suceder, sin embargo, que alguna otra pasión sea causa de un
determinado amor, como asimismo un bien es causa de
otro.
A las objeciones:
1. Cuando alguien ama una cosa por
deleite, tal amor es causado, ciertamente, por la delectación, pero
esta delectación es, a su vez, causada por otro amor precedente; pues
nadie se deleita sino en la cosa que ama de alguna
manera.
2. El deseo de una cosa presupone
siempre el amor de esa cosa. Pero el deseo de una cosa puede ser causa
de que se ame otra cosa, como el que desea dinero ama por este motivo
a aquel de quien lo recibe.
3. La esperanza causa o aumenta el
amor no sólo por razón del deleite que produce, sino también por razón
del deseo que fortalece, pues no deseamos tan intensamente las cosas
que no esperamos. Sin embargo, incluso la misma esperanza es de un
bien que se ama.